miprimita.com

Dame una oportunidad (Segunda parte)

en Lésbicos

Aquella mañana María vio como Saray llegaba tarde a la iglesia, entrando con su marido de la mano y su pequeña hija, que se rascaba los ojos intentando despertarse.

La misa pasó sin incidentes mayores, con Saray escuchando atentamente y corriendo en cuanto vio a María al finalizar, contenta de tener a alguien conocido por allí.

-Me parece que el cuerpo ya no aguanta como antes un par de cervezas-le dijo Saray.

-Digamos que aún no pasa mucha factura; no como a Lola, que debe estar…

Ambas rieron recordando la noche anterior. Sabían que no era el lugar, pero hablar de eso era mejor que mencionar el beso que tuvo lugar entre ambas.

Hablaron de tonterías hasta despedirse. María no pensaba en nada de lo que había pasado, simplemente lo achacaba a un error.

-Por la tarde voy a ir a Granollers-le avisó su marido cuando hubieron subido al coche.

-¿A Granollers? ¿Para qué?

-Unos cuantos del trabajo vamos a jugar un partidillo.

María miró hacia otro lado, intentando decir moderadamente todo lo que tenía en la cabeza.

-¿No habíamos quedado en que íbamos a pasar los domingos en familia?

-Sí…lo siento, es culpa mía. Se me olvidó avisarte. El próximo domingo iremos a donde tú quieras, te lo prometo.

-Y el domingo que viene harás otra cosa diferente pero que vendrá a ser lo mismo.

-¿Por una vez no pasa nada, no?

-¡Es que no se trata de eso! Se trata de que siempre acordamos algo y tú pasas olímpicamente de todo.

-Pero no te pongas así, te he dicho que sólo es un día.

María miró a través del retrovisor como su hijo permanecía inmóvil en el asiento de atrás, con el cinturón de seguridad puesto.

-Vale, vale…está bien.

Así Pablo quedó como ganador y ella no pudo más que conformarse.

Su marido podría irse donde quisiese, a la mierda si hacía falta, pero ella no pensaba quedarse encerrada toda la tarde con el niño. Cuando él se marchó revisó su agenda en busca de algún nombre.

-¿Por qué no invitamos a Samanta?-le dijo su hijo.

María pensó en que los dos niños se habían hecho muy amigos en el colegio. ¿Saray? ¿Y por qué no? Pensó que podían irse al polideportivo, aprovechando que éste sí abría un domingo por la tarde. Quizá estuviese de suerte y Saray no estuviese ocupada.

En efecto, no lo estaba. En poco tiempo ambas se sentaban en el vestuario femenino con los pequeños, desvistiéndose.

Saray observó de espaldas como los pantalones de María caían hasta sus pies, y dejaban al descubierto unas bragas granates. Desvió la mirada para vestir a su hija, sin hacer caso a nada más.

María se estaba poniendo la parte inferior del bikini cuando sintió la presencia de Saray. Tenía aquel sujetador en su mano y la miraba a los ojos, aguantando muy firmemente la mirada por alguna razón.

-¿Quieres que te lo ate?-le preguntó Saray.

-Si, por supuesto. Gracias.

El pelo rubio de Saray rozaba la piel de María. Se posicionó aquella prenda, aguantando sus pechos. La respiración cálida de Saray chocaba contra su piel. María se sujetaba con la mano su pelo y no pudo evitar cerrar los ojos. Cada soplo de aire de aquella mujer era como una agitación en su cuerpo.

Se dio cuenta de que cerrar los ojos no la ayudaba y vio otra vez la realidad. Las taquillas azules y los candados era todo lo que había allí.

Saray continuo cambiándose observando por el rabillo del ojo todo lo que se movía a su alrededor. María no se giró a mirarla ni un segundo, y no supo si eso era algo bueno o malo.

Mientras los pequeños nadaban en una piscina cercana vigilados por aquella monitora que perfeccionaba las técnicas de natación, María y Saray estaban dentro del jacuzzi con otras personas. Saray observaba como su amiga cerraba los ojos de vez en cuando y miraba al techo como queriendo adivinar qué tenía que hacer en su vida.

-Es muy normal tener discusiones. El matrimonio no es tan ideal como lo pintan siempre-dijo sin razón.

-Lo sé, es mi marido que es un…cabeza hueca.

Ambas sonreían por el pobre e infantil insulto que le había dedicado.

-Nadie es perfecto, pero si un día te pierde se va a arrepentir.

-Lo único que haría sería quedarse viendo la tele, me temo.

-Entonces no es un cabeza hueca, es más estúpido de lo que dices.

La mano de Saray se posaba un par de segundos en la pierna de María como señal de comprensión y la apartaba, queriendo aparentar normalidad.

-Si te contara lo que llegamos a discutir Mike y yo… Nos fuimos a Texas porque él quiso, y también volvimos aquí porque a él le dio la gana. Todo eso lo planeó el solo sin consultarme. Hubiese podido dejarle y haberme quedado con la niña, pero mira… a veces falta determinación en el momento de actuar.

-¿Y qué piensas ahora de todo esto?

-Supongo que todo será porque Samanta se merece estar con su padre, aunque a veces me pregunte si no es peor el remedio que la enfermedad con lo radical que llega a ser…

-Lo siento…-le dijo María.

-Gracias María.

La mano de Saray volvía a pasar sobre la pierna de María, sin detenerse demasiado por miedo.

Los ojos verdes de Saray la atacaban con una mirada sugerente. El agua caliente hacía enrojecer los bellos pómulos de la mujer rubia y los realzaba a la vista de su amiga.

María no la observaba pensando con lujuria, simplemente pensaba que le gustaría ser ella, con esos ojos verdosos que cautivaban y ese pelo rubio que ahora se tornaba algo más oscuro por estar mojado.

-Tu hijo es muy guapo porque se parece más a ti.

María se desviaba con aquellos comentarios, sintiendo sincera incomodidad por querer pensar lo que no era y por creer que todo aquello era algo absurdo.

-Gracias…

-Tiene tu mirada, y tus labios…

-Pero tiene el perfil de su padre pese a todo-dijo ella intentando reponer el curso de la conversación.

Lo que de verdad tenía en vilo a María era pensar por qué se creaba su molestia, si porque le parecía tonto todo aquel juego o porque, al contrario, no lo había apartado del todo de su mente.

-Ahora vuelvo.

Saray se levantó bajo la mirada de María. Por un momento no pensó en nada más que ella, viéndola mojada y teniendo toda el agua resbalando por su cuerpo. No miraba porque le gustase, ¿o sí? Era una bobada pensarlo siquiera, pero seguía observando los pezones marcados de Saray a través del bikini verde.

Aquella visión se apagó cuando se dio cuenta de lo que estaba haciendo. Mirar a una mujer no significa nada, se decía que todo era porque quería ser como ella.

Confirmó su opinión cuando la vio junto a su hija, siendo tan maternal.

María quería ser como Saray…

Mas de Martin Crosas

Vamos a la playa

Mi hija borracha

Conociendo a los padres de mi novia

Mamá

Mari Carmen

La decisión de Hugo (1)

La profesora Pilar

Mi Hasta luego de Todorelatos

La chica de la gelatina

Luna victoriosa

Travesuras en el vestuario

El hijo pródigo ha vuelto (1)

Ojo por ojo... ¿madre por madre?

Dame una oportunidad (Décima parte)

Mi hermano es mi lechero

Dame una oportunidad (Novena parte)

El culo de mi suegra

Dame una oportunidad (Octava parte)

Dame una oportunidad (Séptima parte)

El padre de Paula

Dame una oportunidad (Sexta parte)

Dame una oportunidad (Quinta parte)

Los secretos de la familia Martínez (capítulo 11)

Dame una oportunidad (Cuarta parte)

Dame una oportunidad (Tercera parte)

Los secretos de la familia Martínez (capítulo 10)

Dame una oportunidad (Primera parte)

Los secretos de la familia Martínez (capítulo 9)

Los secretos de la familia Martínez (capítulo 8)

Los secretos de la familia Martínez (capítulo 7)

Los secretos de la familia Martínez (capítulo 6)

Los secretos de la familia Martínez (capítulo 5)

Lo que pase en Roma se queda en Roma

Vida de Elena (Primera Parte)

Sandra, me gustas

Lo que las hembras quieren y los machos hacen

Los secretos de la familia Martínez (capítulo 4)

Jessica en París (capítulo II)

Jessica en París (capítulo I)

Los secretos de la familia Martínez (capítulo 3)

El bulto

Los secretos de la familia Martínez (capítulo 2)

Sucedió en la playa

Follando como conejos

Los secretos de la familia Martínez

El regalo