miprimita.com

Jessica en París (capítulo II)

en No Consentido

Jessica se desplomó de rodillas en la bañera a la vez que Jean Paul se sacudía ligeramente el pene para sacar aquel semen sobrante que caía espesamente sobre la poca agua encharcada que había en la base de la bañera.

Había querido huir y correr, pero una vez que todo había acabado no se sentía con fuerzas. Él seguía tocándose, de pie, hasta que no pudo resistir más ese inmenso placer de haber conseguido el culo de aquella chica y salió de la bañera.

Jean Paul no se preocupó de nada más que salir sin resbalarse y cerrar la puerta. A pesar de todos los sentimientos encontrados, Jessica se puso de pie, con un dolor punzante que marcaba sus movimientos y se vistió con la ropa aún mojada.

Al salir del lavabo, encontró a Jean Paul vestido con un albornoz blanco y con un cigarrillo en la mano derecha. Aquel hombre no tenía ningún remordimiento, y se atrevía a mirarla con deseo, desnudándola con la mirada y pensando qué más podría ofrecerle.

-¿Cómo estás pequeña?

-Maldito hijo de puta…

-Vamos, no te pongas así… Sabías que querías hacerlo, yo sólo te he dado un empujón. Es decir, unos cuantos…

Sin articular ninguna palabra, Jessica caminó con la cabeza baja, directa hacia la puerta y sin pensar en lo que iba a hacer al salir. Un sofoco recorrió su cuerpo cuando se dio cuenta de que, además del pestillo, la puerta no cedía al girar el pomo. Jean Paul, sin duda, había echado llave.

-Espera, espera-dijo él agarrándola del brazo.

Con un gesto brusco, apartó esa mano de su cuerpo, mientras sentía que las lágrimas nacían de nuevo en su rostro.

-No te enfades ahora, ya te dije que yo no era malo.

Al decir esto, tiró al suelo una pequeña bolsa de plástico llena de polvo blanco. Tras unos segundos con una expresión de enfado, Jessica se agachó y recogió la bolsa llena de cocaína. Intentó salir otra vez por la puerta, pero aquel hombre se abalanzó rápidamente y volvió a dejarla indefensa.

-¿No me vas a dar las gracias?

Sin decir nada, Jessica empezó a gimotear. No podía soportar aquella situación y, lo que era peor, le inquietaba no saber qué iba a pasar.

-Déjame….déjame por favor…

Con un gesto ágil, Jean Paul le arrebató la cocaína que segundos antes le había dado y se quitó el albornoz, dejando otra vez su cuerpo desnudo, con aquel largo miembro que empezaba a despertar de nuevo. El francés abrió la bolsa y con dos dedos se untó el pene ligeramente de cocaína mientras Jessica permanecía contra la pared mirando el pestillo de la puerta.

-¿No querías cocaína? Si la quieres tendrás que chuparla de aquí-dijo señalándose el pene.

-Quédatela…ahora sólo quiero irme…

-Respuesta incorrecta.

Lo último que sintió Jessica antes de apagarse fue un zumbido que le vibró en las orejas, que se le clavó en el cerebro mientras todo su cuerpo caía bruscamente y se golpeaba contra aquella alfombra cálida y suave que, sin embargo, poco amortiguó su caída.

Una mancha difuminada aparecía frente a Jessica cuando abrió los ojos. No oía nada y apreciaba poco de lo que había a su alrededor, pero cada minuto que pasaba venían recuerdos a su cabeza y recordaba donde estaba.

Tuvo consciencia para intentar levantarse, pero fue inútil. Se miró la mano derecha, haciendo un leve gesto para elevarla, pero un pudo separarla más de 20 centímetros. Repitió el gesto con fuerza, pero no servía para nada: aquel hombre la había atado con unas esposas.

Percibió un calor que volvía a recorrer todo su cuerpo, mientras su consciencia jugaba a su favor y le permitía darse cuenta de algunas cosas: el colchón en el que estaba arrodillada, el aire corriendo por su cuerpo desnudo, el dolor que aún sentía al mover las piernas por aquel brutal sexo anal que había recibido, su mano izquierda algo inmóvil y menguada de fuerza…

Giró la cabeza al escuchar un rumor que llegaba de otra sala. Tiró su cuerpo hacia atrás intentando escapar, pero sus manos se negaban a despegarse de su cuerpo. Mirando su mano izquierda, blanquecina y quieta, se dio cuenta de que aquella mano estaba atada con una sabana blanca muy apretada, y pensó que sería más fácil deshacer aquel nudo, pero todo intento fue inútil.

Se abrió la puerta, y entró Jean Paul, vestido otra vez con aquel albornoz blanco. No venía solo, le acompañaban cuatro hombres que dirigían miradas lascivas a Jessica. Uno de sus acompañantes, un hombre alto y de raza negra, se mordió ligeramente el labio cuando posó su mirada en aquel culo. Ella comprendía lo que eso significaba, y con gestos desganados tiraba desesperada para poderse escapar.

-¿Te has despertado ya, pequeña?-dijo Jean Paul mientras se acercaba a ella.

Sintió haberlo hecho, pues la patada de Jessica se clavó en sus partes más íntimas, dejando escapar de su boca algunos insultos.

Con una mano en su pene, Jean Paul se volvió contra ella y la agarró fuertemente del pelo, mientras obligaba a aquella joven a mirarlo mientras hablaba.

-Conozco a las putas como tú… No pegaría nunca a una mujer, pero si te empeñas en pasarte de la raya, créeme, acabarás con algún hueso roto.

¿Y qué era aquello para Jessica? ¿Acaso no había sentido el máximo dolor posible siendo penetrada por detrás?

-Me duele…me duele la mano-dijo ella.

-Claro, pequeña. No podía dejar que te fueses, ¿lo comprendes verdad?

-Va a perder esa mano como no la desates- dijo alguien en la habitación.

Dos chicos se rieron mientras hacían comentarios sobre la mano blanca y sin movimiento de Jessica.

-Tranquila pequeña, estoy aquí para ayudarte- dijo Jean Paul mientras cortaba con unas tijeras, no sin esfuerzo, la sábana que la amarraba  a aquella cama.

-Ya está.

La mano de Jessica seguía blanca y quieta, pero volvía a recuperar muy lentamente su color, dejando circular la sangre. Sus lágrimas por el pánico que sentía se agravaron al girar la cabeza y ver como, uno a uno, todos los hombres se desnudaban.

-¿Cuántos años tiene? ¿Sabes en el lío que te vas a meter si es menor de edad?- le dijo alguien a Jean Paul.

-Estoy seguro de que tu cerebro de mosquito habrá entendido el apelativo ‘‘pequeña’’, Hugo.

-Ni siquiera le has limpiado el culo después de tirártela. Es como si oliera a sangre desde aquí.

-¿Vas a follártela o te la vas a comer?

Hugo se acercó a ella con una mirada apasionada y sucia, que dejaba leer en sus ojos sus futuras intenciones.

-Chúpamela un rato.

Hugo se puso de pie sobre la cama, dejando su pene cerca de los apetecibles labios de Jessica.

-Chúpamela un rato, puta.

Cogiéndole con ligereza la cabeza, Hugo vio como su glande se juntaba con aquellos morros, pero antes de que Jessica pudiese hacer nada se agachó ligeramente y  la apretó vigorosamente del cuello.

-Conozco esa maldita mirada. Como se te ocurra morderme el pene te juro que te mato.

Jessica bajó la mirada, mientras Hugo le llenaba la boca a la fuerza, llegando por un momento a ahogarla, agarrándole la cabeza y moviéndose rítmicamente.

-Eso es puta, eso es…

Jessica chupaba a la fuerza, con una mano esposada y la otra agarrando una almohada con la que pagaba todas sus frustraciones. Se sentía descolocada, tan sólo medio consciente, con su cabeza dando vueltas.

Se sentía drogada, pero era algún tipo de droga que la relajaba y la dejaba anonadada, no le producía aquel éxtasis que tanto le había gustado de la cocaína, ni sentía unas ansias de poder y de comerse el mundo como le sucedía después de pasar el polvo blanco por su tabique nasal.

Medio atontada sentía como alguien se acercaba y le daba algunas caricias en la espalda. Quería llorar, pero ya no podía.  Se había quedado seca, y el estado de aturdimiento no la dejaba reaccionar.

Aquel hombre le abrió las piernas mientras Hugo seguía metiéndole el pene en la boca, cogiéndola de la oreja y mirándole a los ojos.

-Eso es…chupa…

La polla de Hugo empezó a mojarse con aquella saliva que caía de la boca de Jessica mientras rozaba su labio inferior y caía en la cama. Sintió un dolor incómodo, aunque más ligero que antes, cuando aquel hombre detrás suyo le abrió las piernas sin miramientos.

Un pene grueso y caliente entró en su coño mientras unas manos le apretaban la piel y le clavaban las uñas. Sus sensaciones eran cada vez más claras, y eso la asustaba. Si cada segundo que pasaba se volvía más consciente, moría sólo de pensar lo que podían hacer aquellos hombres.

-¿Estás bien pequeña?

Jean Paul, tocándole la mano que tenía encadenada, se había acercado a traición y le hablaba demasiado cerca.

-¿Quieres dejar de meterle el pene en la boca y dejar que me conteste?- dijo él dirigiéndose a Hugo.

Hugo sacó su miembro de aquella boca, mientras los líquidos que había despedido se mezclaban en su boca y en sus labios.

-¿Quieres un poco?-le preguntó Jean Paul.

La mirada de Jessica era más clara, pero aún estaba perdida. Pudo observar, sin embargo, el pene lleno, otra vez, de aquel polvo blanco.

-Vamos, métete una raya…

Jessica permanecía con la boca abierta, con Hugo a un lado y Jean Paul a otro, esperando sus palabras, mientras otro hombre seguía tocándola detrás de ella. Se estremeció cuando una mano pasó bruscamente de su ano a su vagina con fuerza.

-¡¡Ah!!-exclamó cerrando los ojos.

Otra mano, esta vez de Hugo, le agarró aquel pelo que empezaba a volverse sensible y a dolerle de tanto ser tomado como punto de amenaza.

-Parece que estás sorda, maldita puta. ¿Quieres o no?

Hugo se comportaba peor que Jean Paul, se había dado cuenta. No tenía reparos en hacer nada o en decir cualquier cosa; ella sabía que estaba a su merced y sin poder escapar a menos que pensase en cortarse una mano.

Cogiéndola por el pelo, Hugo acercó la cabeza de Jessica al pene de Jean Paul, mientras este se lo sostenía con una mano. La nariz pasó a lo largo de aquel largo miembro, cayendo más de la mitad de aquel polvo en la almohada.

-Mira, no sabes ni meterte una puta raya…- dijo Hugo.

-No le hagas caso pequeña- dijo Jean Paul mientras apartaba la mano de Hugo de la cabeza de ella.

-¿No la habrás traído con sida, no?- dijo, de repente, el hombre que la había estado tocando.

-No, lo tenía hasta cerrado- dijo despectivamente Jean Paul.

-Ya es hora de que eso cambie.

Ambas manos le apretaron las caderas mientras un pene, más pequeño que los anteriores, entraba con un par de movimientos dentro de ella. El estado de drogadicción que experimentaba aún era de aturdimiento, pero no pensaba en las consecuencias que podía tener el haber mezclado dos drogas con efectos totalmente contradictorios.

Una mano se posó en su vientre, agarrándolo y estrujándolo ligeramente, arrugando esa fina piel sutilmente morena. Aquel hombre gemía en su oído mientras Jessica tiraba ligeramente la cabeza hacia atrás. Sabía que algo la estaba penetrando, pero no notaba los efectos totales de esa acción.

Poco a poco, el dolor en su culo se había acentuado, y fue lo primero que notó claramente. Aquel dolor permanecía y se le clavaba profundamente como si hubiese tenido otro miembro entrando a la vez.

Fue rodeada por unos brazos a la altura de sus pechos a la vez que Hugo decidió seguir disfrutando de su boca. La agarraba y disfrutaba de aquel agujero, cogiéndola de las orejas mientras Jessica se movía ligeramente por las zarandeadas que recibía.

Volvió a descansar de aquella felación cuando Jean Paul volvió a acercarle su miembro con cocaína.

-¿Quieres más pequeña? ¿O prefieres que te la dé de otra forma?

Hugo, sin saber ella de donde la había sacado, acercó su mano a su nariz con un puñado de aquella cocaína.

-Aspira.

Hugo le agarró el brazo que tenía encadenado y se lo estiró, haciendo un pobre intento de que esa mano pasara por un agujero que era infinitamente menor.

-¡Aspira maldita puta!

No supo del todo el por qué le hizo caso, pero aspiró de aquel puñado exagerado. La sensación de poder volvió a su cuerpo, pero manifestada de otra forma. Le quitaba la sensación de conmoción que tenía y la devolvía a la vida, pero con pequeños malestares que se iban agravando.

Tosió y tosió mientras no dejaba de ser penetrada; ese cúmulo de sensaciones era demasiado para poder asimilarlo en tan pocos segundos. Las sacudidas se hicieron más fuertes, pero desconocía si era porque estaba más consciente o porque aquel hombre había acelerado el ritmo.

Ahora podía sentir el pene de Hugo entrar en su boca, clavarse en su garganta, sentir el roce de la piel con sus labios, sentía su sabor a humanidad…

Con un leve empujón dejaron de penetrarla por un instante, pero no tardó alguien en ocupar su lugar. Se trataba de aquel hombre de raza negra, con un pene largo y grueso que podía asustar a Jessica con imaginarse lo que pensaba hacer.

Se abrió paso entre sus labios inferiores, clavándose a pesar de intentar impedirlo y moviéndose poco a poco dentro.

-Eres… eres muy guapa, ¿lo sabías?

Lejos de sentirse alagada, Jessica miro a aquel hombre con odio mientras hacía que se moviese. Al ver aquella mirada, él le puso la mano en el cuello y la apretó a modo de aviso.

-Nunca…las putas, las putas no agradecéis nunca nada, ¿verdad?

Movía sus caderas con fuerza, metiendo aquel pene con brusquedad.

-No eres una puta, ¿verdad pequeña?- le dijo Jean Paul, hablándole otra vez muy cerca.

Jessica había recobrado gran parte de su consciencia, pero quizá en el peor momento. Tras el sexo oral y vaginal, sabía que el hambre de sexualidad de aquellos franceses no se detenía, y pensar en que pudiesen, otra vez…

-Vamos, chúpamela un poco pequeña- dijo Jean Paul.

Ahora era el pene de él el que entraba y salía de su boca, mientras una ligera espuma blanca se almacenaba en su boca. Hugo, a su antojo, le seguía cogiendo la cabeza cuando quería para que variase de miembros.

Y, en ese momento, Jean Paul se fue. Hugo se hizo dueño de su boca. Sentía un tacto que le gustaba y le motivaba a seguir más rápido, con más velocidad, una suavidad que intentaba incrementar por medio de agarrarla.

Jessica pensó que la dejarían marchar, pero eso no entraba en ningún plan. El que dejase de ser penetrada fue para que otro hombre ocupase el lugar del anterior. Eso la horrorizó, pero emitió un sonoro grito cuando uno de los hombres le apretó esos pequeños pechos puntiagudos y le pellizcaba los pezones con fuerza a la vez que la mojaba por dentro.

Uno de los acompañantes de Jean Paul se había corrido dentro, algo que no quería ni pensar por todo lo que conllevaba.

Fueron alternándose para intentar mojarla, siendo Jessica ahora plenamente consciente de sus facultades.

Oyó rumores, susurros de los hombres hablando entre ellos, hasta que Hugo levantó la voz.

-Sois como animales.

Se acercó a Jessica, dejando de disfrutar de sus felaciones, y se aproximó las esbeltas piernas de la muchacha a su pene, mientras sentía como el simple tacto de un dedo volvía a tocarla donde más la dolía.

-No…por ahí no, por favor…no…

Jessica empezó a llorar y a derramar lágrimas, y desesperadamente se agarraba a cualquier clavo ardiendo para evitar el sexo anal.

-Por favor, haré lo que quieras….por favor…

-Te quejas mucho. Pero no voy a parar porque me pongas ojitos.

Aquellas palabras eran la sentencia de Hugo.

-Déjala Hugo.

Jessica giró la cabeza  y vio a Jean Paul apartando a Hugo de su cuerpo.

-¿Qué coño haces? ¿Nos invitas a follárnosla y luego pones normas?- replicó Hugo.

Los cuatro hombres discutieron de pie, con sus penes empinados y mojados, mientras Jessica se secaba las lágrimas con la mano que tenía libre y miraba a todos sitios intentando encontrar algo que la ayudara a deshacerse de las esposas.

Tiraba y tiraba, su muñeca se ponía roja y le dejaba marcas de la desesperación que tenía. Su corazón latía a mil por hora pensando en que iba a ser penetrada otra vez por detrás, las imágenes pasaban a toda prisa por su mente, su piel se calentaba por un sofoco mayor que no podía soportar, sus pezones se endurecían y la cabeza le daba vueltas; aquella mano estaba roja y dolorida y…

Fue en aquel instante cuando Jessica sintió que un rayo le partía literalmente el corazón y su mundo se volvía a desmoronar igual que cuando Jean Paul le había propinado un golpe en la oreja, pero a una medida mucho mayor. Su cabeza se tambaleó y sus ojos pusieron su mirada en blanco…

Continuará…

Mas de Martin Crosas

Vamos a la playa

Mi hija borracha

Conociendo a los padres de mi novia

Mamá

Mari Carmen

La decisión de Hugo (1)

La profesora Pilar

Mi Hasta luego de Todorelatos

La chica de la gelatina

Luna victoriosa

Travesuras en el vestuario

El hijo pródigo ha vuelto (1)

Ojo por ojo... ¿madre por madre?

Dame una oportunidad (Décima parte)

Mi hermano es mi lechero

Dame una oportunidad (Novena parte)

El culo de mi suegra

Dame una oportunidad (Octava parte)

Dame una oportunidad (Séptima parte)

El padre de Paula

Dame una oportunidad (Sexta parte)

Dame una oportunidad (Quinta parte)

Los secretos de la familia Martínez (capítulo 11)

Dame una oportunidad (Cuarta parte)

Dame una oportunidad (Tercera parte)

Dame una oportunidad (Segunda parte)

Los secretos de la familia Martínez (capítulo 10)

Dame una oportunidad (Primera parte)

Los secretos de la familia Martínez (capítulo 9)

Los secretos de la familia Martínez (capítulo 8)

Los secretos de la familia Martínez (capítulo 7)

Los secretos de la familia Martínez (capítulo 6)

Los secretos de la familia Martínez (capítulo 5)

Lo que pase en Roma se queda en Roma

Vida de Elena (Primera Parte)

Sandra, me gustas

Lo que las hembras quieren y los machos hacen

Los secretos de la familia Martínez (capítulo 4)

Jessica en París (capítulo I)

Los secretos de la familia Martínez (capítulo 3)

El bulto

Los secretos de la familia Martínez (capítulo 2)

Sucedió en la playa

Follando como conejos

Los secretos de la familia Martínez

El regalo