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La chica de la gelatina

en Hetero: General

No es una zorra, pero devuelve todas las miradas. Y como no me deja que la tape con una toalla de la cabeza hasta las rodillas, por lo menos, poco puedo hacer para que no la miren.

Núria camina a mi lado despreocupada, siempre ha sido así. Prefiere salir de fiesta con una semana repleta de exámenes que quedarse a estudiar. Y aun así siempre ha sacado mejores notas que yo en asignaturas como Matemáticas.

Ésa es mi hermana mayor, Núria. La chica que estrenó su primer tanga a los trece años y que hizo por primera vez el amor a los quince. Núria es más veterana que yo en éste mundo, concretamente unos dos minutos y medio según mi madre. Alguna vez se ha atrevido a decir que me pasé nueve meses mirándole el coño, aunque en realidad hace muchísimos años que dejé de hacerlo. Lo único que queda de eso son las fotos donde salimos desnudos en la piscinita hinchable que nuestro padre nos compró en un ataque de días calurosos.

En el instituto le decían que era muy guapa. Y digo decían porque aquí estamos ambos, con dieciocho añitos y esperando que salgan las notas de Selectividad mientras lo único que podemos hacer es entretenernos para no volvernos locos.

Yo no soy tonto, también sé que mi hermana está buena. ¿Cómo no iba a estarlo si somos gemelos? Vale, ella está más buena que yo, liga más y quizá le cae un poco mejor a la gente… pero seguimos siendo del mismo perfil. Piel blancuzca que sólo queda achocolatada después de un verano tomando el Sol, ojos marrones y medio descremados, pequeños lunares aquí y allá a lo largo del cuerpo, piernas definidas, cuerpo delgado…

Yo no tengo ése par de pechos que saltaban a la vista cuando ella se los tapaba con una camiseta de cremallera, que más que cubrirlos lo que hacía era remarcarlos y realzarlos, haciendo tropezar a los chicos por el pasillo, ni esa vagina que se empapó en el agua hace dos veranos, quedando al descubierto y haciéndola morir de vergüenza.

-Que tengo un problema…-me dijo aquella vez empapada dentro del agua.

-¿Qué pasa?

-¿Puedes caminar delante de mí cuando salgamos?

-¿Y eso por qué? ¿Es que te ocurre algo?

-Ven…-me decía mirando a todos los lados.

Núria nunca ha sido de decir las cosas a la primera, y menos si está cortada y muerta de vergüenza.

-¡Ven, Joder! Que te tengo que decir una cosa…-me dijo para que le acercase mi oreja.

-A ver, ¿qué pasa?

-Que ayer me depilé ahí… y este bañador me está marcando todo…

Me gané una ostia por reírme en aquel momento, pero al fin y al cabo era merecida. La gente nos miraba saliendo de allí como si nos hubiésemos enrollado en el agua, con Núria sin dejarme casi ni caminar y pellizcándome constantemente para que fuese más despacio porque no podía seguir mi ritmo.

Pero yo lo prefería. Había estado allí donde hiciese falta siempre para espantarle las moscas, aquellos tíos que querían levantarle la falda y que al mínimo descuido hubiesen sacado su herramienta para hacerle un apaño a Núria.

Una cosa era la confianza que ella tuviese conmigo, ésa que permanece en los gemelos sean chicos, chicas o yetis, y otra cosa es que ella buscase algo más. Lo primero le permitía venir en ropa interior en pleno verano y a las dos de la mañana para robarme el spray anti-mosquitos. Lo segundo no lo ha hecho nunca. Ni lo hará, lo sé. Ni yo tampoco.

Pero ahí seguiré para quitarle a los chicos de encima. Pero como decía al principio, no puedo hacer nada si no me deja taparla de pies a cabeza. Porque la van a mirar. Yo lo sé y ella lo sabe. Incluso antes de venir dos obreros cuarentones se han fijado en ella.

-¡Adiós, eh!-le gritaron mientras le miraban el culo.

Uno se reía y el otro susurraba un ‘‘joder’’ acompañado de un repaso que hizo pararme en medio de la calle y querer retroceder.

-Déjalos, ¿no ves que son como críos? ¿Qué vas a hacer, pelearte con todo aquel que me diga algo?

-Pues no…

No, no lo haría porque tendría que haberme peleado con medio instituto en tal caso. Y eso por la manía que tiene Núria de devolver las miradas aunque no le interese lo más mínimo.

El Sol abrasaba aquel día, sólo ella podía querer ir a la playa justo a las doce del mediodía, hora perfecta para pillar un cáncer de piel.

-¿Éste lunar no lo tenías antes, no?-le pregunté señalando uno en el brazo.

-Qué dices, si lo he tenido siempre.

-Pues no me hagas caso, pero yo diría que ése en concreto no lo tenías cuando te has estirado en la toalla.

-Pero si llevamos quince minutos, ¿cómo me va a salir uno en tan poco tiempo?

-Bueno, tú misma… es tu salud.

Núria es así de ingenua a veces. Se pasó los cinco minutos siguientes mirándose el lunar, comparándolo con otros y levantándose el sujetador del bikini para asegurarse que los más ocultos también tenían el mismo aspecto.

-¿Vienes al agua?-le pregunté.

-Luego voy…

Con los auriculares en los oídos, Núria seguía escuchando música de su Ipod y contándose los lunares del cuerpo. ¿Es que alguna vez se había dedicado a eso?

Ya de pie y a escasos metros, se me ocurrió pensar en los exámenes. ¿Qué pasaría si no podía entrar en la Universidad, o si era Núria la que no podía entrar? ¿Y si no entraba ninguno de los dos?

-¿Coco, amigo?-me preguntó un chico moreno con un sombrero de paja en la cabeza y medio coco peludo en la mano.

-No, gracias…

Se fue dándole un repaso a las tetas de mi hermana, cuatro metros atrás.

-¡¡¡Agua, cerveza, beer!!!

Los vendedores ambulantes de la playa atacaban de nuevo. Típico de las playas barcelonesas. Agua, cerveza, coco… hasta un peinado de trenzas, si querías.

-¡¡Gelatinaaa!!

¿Gelatina? Eso era nuevo. Nunca había escuchado que vendiesen eso en la playa.

-¿No quieres una gelatina, mi amor?-me preguntaron.

Delante de mí había una morena de pelo negro y rizado, vestida con el tanga rojo y con unos pechos tan grandes que no hacían justicia al encarcelamiento al que los sometía con su sujetador.

-¿No, mi amor?

-Bueno… no, no quiero gracias.

-¿Por qué, papi? Si se puede saber, claro.

Ésa pregunta no me la esperaba. ¿Era por dinero, porque no tenía hambre o qué? No es que estuviese moribundo, pero si alguien me hubiese ofrecido una gelatina gratis la habría aceptado, por supuesto.

-Pues…

-¿Por qué no le preguntas a tu novia si quiere una?-me dijo señalando con la vista a mi hermana.

-¿A ella? Ah, ésa no es mi novia, es mi hermana…

-¿Tu hermana? Pues es muy guapa.

-Sí… tanto que ya conquista a hombres y mujeres, por lo visto. ¿Quieres que te la presente?

Si mi hermana me iba a quitar a la morena de la gelatina al menos haría que pasase un rato divertido intentando quitársela de encima.

-No papi, te equivocas. A mí me gustan las pollas.

Sorprendido por su sinceridad, no pude aguantarle más la mirada. Era como si la arena hubiese dicho algo muy interesante en aquel instante.

-Perdona… los penes, los pitos, las vergas… o como quieras llamarles…-me dijo enseñando sus dientes blancos y rectos.

-A mí la terminología me es igual…-dije por seguir con la conversación. Otro tipo más lanzado ya se hubiese lanzado a su cuello, y ambos lo sabíamos.

-Bueno…-dijo ella poco convencida pero sonriendo-, ¿entonces no invitas a tu hermana a tomar algo?

-¿Cuánto cuesta la gelatina?

-Para ti un euro.

No me pareció una rebaja importante hasta que me aclaró que un euro era el precio que tenía que pagar por ambas.

-Núria, ¿quieres gelatina?-le pregunté a mi hermana.

-Luego… luego voy, que ahora no tengo ganas aún-dijo sin mirarme.

-No, que si quieres una gelatina…-dije dándole una patada cariñosa en el pie.

-¿Gelatina?-me preguntó levantando la cabeza y quitándose un auricular.

-Sí… ¿quieres?

-No, no…

Núria se volvió a poner los cascos y a dejar volar su imaginación. El examen sobre su cuerpo ya había acabado.

-Pues al final sólo una…

-Ah bueno… ¿de qué la quieres?

-Pues… de fresa.

-Aquí tienes papi-dijo ella alargándome la gelatina-yo te la regalo.

-No hace falta…

-¿Vas a despreciar un regalo mío?

Una pasada rápida me bastó para poder ver los mil puntos que florecían en su deliciosa tez morena, brotando por la zona del pecho y dejándole la piel de gallina. Pese al calor que hacía aquella chica tenía frío.

-Pues muchas gracias. Me llamo Santi, por cierto.

-Liliana, encantada.

Tras darme dos besos, se quitó la gorra que llevaba y dejó al aire un par de gotas de sudor. Pasaba de un estado a otro en milésimas.

-Un nombre muy bonito, papi.

-Gracias…

‘‘El tuyo también es bonito’’, pensé. Pero no lo dije, y ella lo notó. Esperaba que dijese algo para seguir charlando pero mi comentario no llegaba por ningún lado.

-Bueno… me voy a repartir esto.

-Encantado.

-Hasta luego, papi.

Con aquel culo moreno y encerrado en el tanga rojo, cubierto por la fina tela del pareo que apenas tapaba nada en mi pensamiento, lo último que vi de ella, me fui al agua deseando haber aprovechado la oportunidad que tenía de ligar.

Pasaron cinco minutos de tímidas olas y pensamientos impuros antes de que nadie me hablase.

-¿Tú por aquí, papi?-me preguntó alguien con la cabellera totalmente mojada.

-¿Te has decidido a darte un remojón? ¿Y qué pasa con las gelatinas?

-Allá está mi madre cuidándolas, gracias por preocuparte-respondió con cierto rintintín.

El agua salada emanaba de su cabello como un tímido río e iba a parar a sus pechos, ya abultados en el bikini rojo que modestamente trataban de aguantar los atributos que Dios le había querido dar.

-Es la primera vez que veo a alguien vendiendo gelatinas en una playa. Pero mira, es una idea original…

-Es novedoso, ¿verdad?

-Desde luego…

-¿Y tu hermana no quería bañarse un poco?

-Bueno, somos gemelos pero no vamos todo el tiempo juntos…

-¿Gemelos? Qué rico…

-Sí…-esbocé sin saber muy bien por qué decía aquello.

-¿Y por eso la mirabas tanto?

-¿Qué? Yo no miraba a mi hermana…

A lo mejor le había dado algún repaso tonto, o se me había escapado una mirada mientras se agachaba, pero… ¿qué era aquello? ¿La prueba del polígrafo?

-No pasa nada, papi. Bien guapa que es tu hermana.

-De verdad que si quieres conocerla…

-Me divertiría, pero prefiero a los hombres que no me aburran.

-Ah, bueno…

‘‘Pues igual con la conversación que tengo en éste momento no duras mucho’’, pensé. ‘‘¿Y además, me acaba de decir que es bisexual o se estaba quedando conmigo?’’

-¿Y tú no tienes novia, papi?

-No, yo no tengo novia… ¿y tú guapa?

Pensé que aquel era el primer paso para sumarme a la fiesta, a su fiesta concretamente.

-Mm… algo hay… creo que la palabra más adecuada sería un amigo con derechos, folla-amigo o como quieras llamarle…

Las manos de Liliana revoloteaban en la pesada agua, removiéndola para crear unas olas que habían cesado por completo en el ambiente.

-Pero yo no te ordeno que dejes de mirar a tu hermana y tú no me instas a decirle nada a mi novio, ¿verdad?

-No… si a mí me da igual…-dije mirándole las tetas.

-Eso creía, papi…-dijo pasándome un dedo por la mejilla.

Me pasé las manos por la cara, tapándola por completo. Si a otro chico le hubiese pasado aquello ya estaría rozando su polla contra aquel culo… pero el caso era que yo también quería hacerlo, ¿por qué no podía ser yo ése chico?

-Tengo que decirte algo más, papi.

-¿Qué es?

-He perdido la parte inferior del bikini.

-¿Cómo dices?-le pregunté arqueando una ceja.

-La parte inferior… que se la ha llevado el agua…

-Pero si te he estado mirando todo el rato, y en ningún momento... has…

-No sé, papi…se me debió deshacer el nudo-me dijo apoyando la mano en su propio hombro-¿Es que no me crees?

Podía ser capaz, pero creía que simplemente no le había dado tiempo…

-Mira…

Bajo mi asombro me cogió la mano, haciendo que tocase su dulce coño, dirigida por los propios dedos de Liliana, mientras mi mirada luchaba por atravesar el agua con algún súper poder. Ella me miraba con sus ojos marrones y sonreía. Podía detectar unos labios hinchados y mojados que unían sus dos esbeltas piernas.

-¿Lo ves papi?

-Cómo… ¿cómo puede ser?

-No sé, se me deshizo un nudo, supongo… Te toca prestarme tu bañador.

-Sí, nada me gustaría más, pero es que sino me quedo yo sin…-dije con ironía.

-No te preocupes, yo voy a ponerme algo y ya te lo traigo.

-Mm… no, creo que no…

-¿Es que no me crees, papi? Antes no te he mentido…

-Mejor… mejor voy yo a traerte algo, ¿de acuerdo?

-¿Y qué le dirás a tu hermana? ¿Qué una chica está medio desnuda en el agua y que necesitas su bikini?

-Bueno… pues buscaré a tu madre…

-Si se lo dices tú a mi mamá pensará mal de mí. Mejor voy yo y le digo.

¿Peor? Me resultaba difícil creer que su madre pudiese pensar peor cuando su hija se había dejado magrear en sus zonas más íntimas por un desconocido.

-Papi… hazme éste favor, ¿sí?-me decía hablándome cercana a los labios.

¿Si mi hermana veía que no volvía iría a buscarme, no? Se reiría de mí, pero al menos tendría a alguien para ayudarme…

-Está bien. Pero… tienes que volver.

-Te lo prometo.

Me quité el bañador que, pegado a mi cuerpo, no quería desprenderse y se lo di a Liliana, quien se lo ataba con esmero a su cintura.

-Ahora vuelvo, no te preocupes.

Vi como se marchaba y salía del agua con mi bañador puesto. Pasaron cinco, diez, quince…hasta casi veinte minutos sin que me moviese de mi sitio y sintiendo que toda la gente que pasaba por mi lado me observaba.

-Soy tonto… está claro que me ha timado, qué chica iba a ligar de esa manera… De bueno me toman por tonto, siempre me pasa lo mismo…

Pensé qué estaría haciendo Núria en ese momento. ¿Es que no le extrañaba que no volviese o qué? Ya hacía un rato largo que se achicharraba bajo el Sol, tarde o temprano tenía que querer meterse al agua…

Justo cuando empezaba a pensar que no iba a volver a ayudar a nadie en mi vida, apareció ella con mi bañador apretado en su cintura y sin embargo medio bajado, dejando ver las tiras rojas y laterales que empapadas mantenían la frescura en sus caderas, sudorosas y acaloradas. Liliana venía hacia mí peinándose con la mano izquierda el largo pelo que tenía.

No le costó encontrarme en el agua, viéndome allí quieto levantando una mano mientras con la otra me seguía ocultando mis partes.

-Lo siento papi, ¿esperaste mucho?-fue lo que me dijo al llegar.

La agarré del hombro, más por el hecho de que no se escapara que no por la alegría de verla.

-Un poco… ¿me lo devuelves?

-Sí… toma.

Me puse el bañador y me quité el miedo. Incluso creo que suspiré bajo la mirada de Liliana, quien debía creer que estaba exagerando.

-Eh, te dije que volvería, ¿no?

-Sí, pero…

-¿Quieres que te invite a otra gelatina? Si es que te has cansado del agua ya, claro-me dijo riéndose.

-Está bien.

‘‘Está bien, pero como me vuelvas a hacer otra cosa así la gelatina te la voy a meter por el culo, que lo sepas’’, pensé groseramente. Al acercarme a la toalla anaranjada de mi hermana vi cómo seguía tomando el Sol. Se había cambiado de lado, lo que me dejó más tranquilo. Las suaves contracciones en su precioso pecho también me dejaban más sereno, sabiendo que seguía respirando.

-¿Viste como sí la miras?

-No la miro… quería saber si estaba viva.

-Qué miedo, el asesino de la playa…-dijo riéndose de nuevo.

-Pues ya ha matado a más de una.

-¿Ah sí? Bueno… entonces no me alejo de ti y ya está.

-¿Y si soy yo qué?

Liliana se reía deshaciendo el nudo del sujetador y dejando al aire sus firmes pechos sin ningún tipo de pudor. Tenía los pezones más puntiagudos que hubiese visto nunca, grandes y morenos. Sus tetas eran como dos panes redondos e iguales que se hubiesen creado con el mismo molde, quitando las capas sobrantes hasta dejar una lisa piel que los cubriese.

-¿Me acompañas al lavabo y luego nos comemos esa gelatina?-me preguntó mojándose los pies en la ducha de la playa.

El pelo le caía por la espalda y levantaba los codos riéndose, sabiendo que de alguna manera sus pezones siempre querían mirar directamente al Sol.

-Vale… pero que sepas que yo quiero ésa gelatina, quieras o no me la vas a tener que dar.

-No te preocupes, papi. Yo lo que prometo lo cumplo, ¿o no?

No me molesté en responder. En el corto trayecto hacía los lavabos sólo miraba a Liliana. La verdad es que era una morenita muy guapa, aunque algo juguetona, por decirlo así, con su carácter.

Un par de puertas cerradas, alguna taza sucia y otra en condiciones normales, en la que se quedó finalmente, era todo lo que amparaba a esa zona higiénica de la playa que se esforzaba en mantener las aguas del mar un poco más limpias.

-¿Estás resentido?-me preguntó mirándome a la cara.

Sus dedos se introdujeron debajo del bikini, dispuestos a bajar el mundo entero. Lejos de importarle, Liliana parecía impaciente por desnudarse.

-¿Piensas mear delante de todo el mundo?

Liliana se medio agachaba, quedándose desnuda sin importar que alguien pasase. Mi primera reacción asustadiza fue ponerme haciendo de puerta, dañando el espectáculo a cualquier mirón.

-¿Por qué no cierras la puerta, papi?

-Sí… sí, perdona…

-Pero quédate dentro para que me hagas compañía, ¿sí?

Sin decir nada cerré la puerta y me introduje de pie en el pequeño lavabo, con la cabeza de Liliana cerca de mi miembro. Con un esfuerzo infantil intentaba ladearme para evitar una erección, pero lo que antes había evitado el agua fría del mar ahora sobresalía de mi húmedo bañador sin ningún impedimento.

-¿De verdad te enfadaste papi?-me preguntó aún sentada y desnuda.

Dejando sensualmente la parte inferior del bikini rojo en el suelo, se levantó y me apoyó contra la diminuta puerta cerrada, aquella que dejaba mis pies al aire por si a alguien se le ocurría mirar.

-¿Qué tengo que hacer para que me perdones, mi amor?

Liliana empezaba a besar mi pecho, a acariciarlo con sus largas uñas. Era la primera vez que me daba cuenta de que tenían una longitud mayor a las mías.

-¿Mm… mi amor? ¿Qué tengo que hacer para que me perdones?

Apenas podía hablar con el sudor empapándome la frente y el único acto que pude hacer por mí mismo fue ponerle las manos en la cadera, en su preciosa cadera coqueta de mujer para notar como los dedos se me resbalaban en ella.

Con lentitud y parsimonia me deshacía aquel nudo que más que aguantar mi miembro lo destrozaba no dejándolo salir. Sentía el glande chocar con la mojada tela de mi bañador azul, destapándose él mismo sin permiso.

Liliana me besó en la mejilla conmigo todavía inmóvil. Lo irreal de la situación no me dejaba reaccionar, y el cosquilleo que sentía sólo agravaba mi dificultad por permanecer de pie.

-Perdóname, papi… perdóname…-me suplicaba ella besándome la fina raya de mi mandíbula.

Estirando la única prenda que yo llevaba puesta, dejó libre mi pene y el bañador cayó al suelo, produciendo un golpe seco que la excitación no me dejó escuchar.

-¿Me perdonas papi?-me preguntaba Liliana manoseándome y jugando conmigo.

-Yo…

-Dime que sí, papi… ¿mm?

La yema de su dedo rozaba mis labios agrietados y secos por el calor. Acercó su boca a mí, y justo cuando tenía los ojos medio cerrados se apartó sonriendo. Hizo lo mismo un par de veces más, jugando conmigo sin dejar que la besara.

Pudo encapricharse con aquel gesto hasta tres veces, cuando comprendí que ella lo hacía únicamente para comprobar que a mí sí me gustaba estar allí y no para burlarse, como pude pensar en un primer momento.

-¿Entonces me perdonas papi?

Mis inquietos dedos empezaban ya a examinar su culo, a llevarme su morena piel entre los dedos para darle una matrícula de honor.

-Si no paras de decirme esas cosas voy a correrme aquí mismo…-le advertí.

-Entonces perdóname…-dijo antes de besarme por fin.

Sus labios estaban totalmente salados, lisos y tiernos por el agua que les habían aportado. No pude evitar recorrer su cuerpo entero, tocar lo caliente que estaba su piel.

Chupaba de sus labios como si fuese una cáscara totalmente salada de una pipa. No me importó de dónde procedía la sal, lo que importaba era que el substancia de su boca estaba a mi alcance.

-Papi… dame duro… ¿sí?

-¿Te gusta follar?

Mi polla estaba totalmente tiesa, rendida a sus caricias y a sus ardores. Liliana era muy sensual, y su sola presencia ya era para mí un manojo de nervios dentro de mi cuerpo.

Dejaba que me besara agarrándome fuertemente la cabeza, usando mi pelo para no caerse. Su pierna intentaba acariciar la mía ridículamente, llenándola incluso de pequeños granos de arena que carraspeaban mi piel.

No sabía contra qué chocaba mi espalda, sólo sentía el peso de Liliana empujándome, pretendiendo escalar mi cuerpo.

-¿Lo has pasado mal en el agua, papi?-preguntaba separando las palabras entre pico y pico.

Mis labios seguían el instinto, dibujaban unos morros que buscaban los suyos por pura intuición.

-No… no puedo esperar más… quiero follarte…

-Eso es papi…

Liliana se juntaba conmigo, atrapando mi pene entre los dos cuerpos, como si fuese un hijo al que hubiese que proteger.

-Ven aquí, pedazo de zorra…

-Eso es, papi….-hazme pagar…-me susurraba a la oreja.

Sus dientes me mordían y me llenaban de marcas las zonas más sensibles. No podía detener la lluvia de sudor que mi cuerpo estaba produciendo; chorreaba y me humedecía por entero.

Apoyándola de un golpe contra la pared, sus piernas se enredaron en mí, abrazándome con ellas por la cintura y asegurándose de que la mantenía posando sus manos en mi cuello.

Liliana gemía a cada centímetro, hacía que me uniese en aquel placer y me obligaba a pensar que nos estábamos acoplando en un solo cuerpo.

Sus pezones duros y grandes se rendían al choque de mi pecho, acariciándolo con una leve descarga que apenas podía hacerme parar.

-Sigue papi… métela toda…

No paraba de gemir, ni siquiera morderle el cuello fue una solución para mí. Me abrí paso entre los gruesos labios vaginales de la caribeña, resbalándome en primera instancia por el dulce néctar que surgía de ella.

-Ah… papi... sigue, sigue…

Miré a Liliana. Por un momento sólo sentí que era mi amiga, una amiga preciosa con la que tenía la suerte de follar, una morena que se prestaba a dar rienda suelta a mis necesidades.

Instintivamente movía mi cadera acallando los gritos dentro de mí, oyendo mil ruidos a mi alrededor que mi mente no lograba identificar.

-Papi… sigue…

-Sí, sí…

-Métela duro, papi…no tengas miedo…

El sudor aumentó en mi cuerpo con sus palabras y endureció mis músculos para que ellos mismos sobrevivieran con el trabajo más básico, dejando toda la energía a mis caderas, a crear el movimiento rápido y salvaje que me permitían penetrar a Liliana como la puta que era.

-¡Ah… sigue papi, no pares… no pares!

Lo único que podía hacer era gemir en su piel, sin importar como se incrustaban en su cuerpo aquellos gritos.

Sin parar de moverme pegué la nariz en la mejilla de Liliana, entorpeciéndome hasta que pude llegar a su oreja para susurrar dificultosamente mis palabras.

-Nos van a oír…

-Sigue papi, no te preocupes por eso…

-Ssh…calla, calla…

Liliana se reía en una mezcla de excitación y morbo, sin preocuparle la gente que pudiese haber o no afuera esperando. A mí me parecía oír cientos de ruidos que identificaba con una persona oyéndonos, sabiendo que algo raro ocurría dentro.

-No importa, mi amor… ti sigue…

-Cómo… ¡cómo me gusta follar contigo!

Aguantaba a Liliana con las dos manos, aunque por momentos consideraba que ella quería ejercer su derecho de gravedad y pegarse al suelo, momentos en los que únicamente la pura excitación pudo hacerme seguir.

El sofoco se hizo mayor para mí, sabía que iba a eyacular pero seguía moviéndome a toda prisa. A mi entender, me lo merecía.

-Ah… ¡puta!-fue todo lo que pude susurras en última instancia.

-Papi…papi…-me decía obligándome a juntar mi cara con ella.

-Voy…voy a correrme…

Rápidamente Liliana se apartó, dejando a mi pene tieso, caliente y rojo expuesto al aire natural, un paréntesis que a mí no me servía para parar.

Sus dos manos lo cogían, y me dejaba verla arrodillada ante mí y masturbándome.

-Sigue, papi…termina en mi cara, ¿sí?

Dos segundos después mi semen se encaprichó sabiendo que podía cubrir cualquier rincón facial y saltó al párpado cerrado de Liliana, quien recibió con los ojos cerrados aquella corrida que salía de mí con fuerza y esmero.

Queriendo quedarse hasta la última gota, una cosa que parecía imposible, limpio mi glande mojado y sensible con sus pechos.

La contemplé una milésima de segundo antes de apoyarme en la puerta. Mi polla dura pedía ser cubierta, como si tuviese vergüenza de que la vieran.

-Sal tu primero papi, luego te busco mi amor-me dijo entreabriendo los ojos y con la cara llena de semen.

Caminaba lentamente y con prudencia por la arena ardiente, acercándome a la toalla donde Núria yacía medio incorporada, mirando el horizonte.

-Si que has tomado el Sol hoy…

-Sí, casi me quedo dormida.

Núria se quitó los auriculares, bostezando y dejando la música definitivamente a un lado.

-¿Al final te has comido la gelatina o aún no?

-Sí… ¿querías?

-No sé, tengo un poco de hambre.

Tardé algunos segundos en responder, asociando la idea de la gelatina a Liliana.

-¿Quieres que te  compre una?

-Si no te importa…-dijo perezosamente Núria a la vez que devolvía una mirada retozona de un chico que, no muy lejos, se dedicaba a jugar a palas.

Me levanté para buscar a la madre de Liliana, aquella mujer que no conocía pero que quizá pudiese ver por la playa gritando que vendía gelatina.

-Hola, papi-me dijo una voz desde atrás.

Con dos gelatinas de fresa en la mano, Liliana me las ofrecía sin vergüenza.

-Acá están, ya he ido a traerlas.

Perfectamente atrapada en su mano izquierda y puesta en un recipiente de plástico transparente, había una gelatina que se coronaba con un montón de nata.

-¿Te gusta la nata, guapa?-le preguntó ella a mi hermana.

-Oh, sí, ¡me encanta!-dijo Núria casi dando saltos de alegría.

Con una cucharilla, mi hermana lamía la nata y disfrutaba sinceramente de cada bocado.

-¿Está bien así, mi amor?-le preguntó en un tono amistoso.

-Sí, gracias…-dijo Núria despreocupadamente.

Una rápida mirada me bastó para entender lo que ella decía. Núria quería que le pagase para que Liliana dejase de hacer preguntas. Debía suponer que yo había comprado esas gelatinas, así que me pedía que las pagase.

-Para ti son gratis, papi-me dijo ella ofreciéndome la gelatina de su mano derecha.

Justo antes de hablarme de nuevo, Liliana desvió sus ojos para ver cómo Núria se deleitaba con aquel simple alimento que parecía, sin embargo, caído del cielo.

Sonrió como habitualmente había hecho antes, justo antes de conseguir el milagro de dejarme helado en la calurosa playa.

-¿Sabes que se está comiendo tu semen?-me susurró.

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