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Sucedió en la playa

en Voyerismo

Supongo que todos, sea intencionadamente o porque se nos escapó la mirada, hemos visto alguna vez algún escote sugiriendo más de lo que debía, o ni siquiera eso, sólo un par de pechos marcados en la camiseta de una mujer. Otras veces quizá hemos mirado las piernas de alguna, envueltas en algún pantalón ajustado, algunos leggins o hemos observado más de un culo que nos ha parecido precioso.

Pues bien, yo soy una persona a la que no le gusta mirar a los demás, aunque a veces es muy difícil que no se te escape la mirada. Recuerdo que aquel día, un miércoles por la tarde en pleno verano, no hacía precisamente muy buen tiempo para ir a la playa, pero viendo esos tímidos rayos de luz que mantenían a flote la tarde mi hermana me convenció para ir. No, no hice nada con mi hermana ni me la tiré, así que si esperáis eso del relato podéis cerrarlo.

Al llegar a la playa de la Barceloneta, me encontré con que el día era triste por el tiempo. Era verano, y por supuesto la gente sigue saliendo, pero la playa estaba algo deshabitada, aunque si que habían algunos grupitos, quizá esperando que el tiempo mejorase y poder tomar un poco el sol.

Antes de que pasase eso, el tiempo se deterioró, e incluso hicimos algunos comentarios sobre meternos al agua. Poco a poco la gente se iba marchando, perdiendo la esperanza de que volviese a salir el sol. Con el cielo gris, la playa quedó bastante deshabitada, con gente pero dispersada, e incluso mermaba la cantidad de gente que paseaba o hacía footing por allí.

Con este temporal llegó una pareja a la playa. Se trataba de un chico y una chica. Al vernos, el chico saludó con la mirada y le dio un repaso rápido y discreto a mi hermana. Era un tipo alto, con brazos fuertes pero algo de barriga. Tenía el pelo negro y algo largo, quizá con una especie de rastas. Yo lo miré porque el contraste que había entre sus ojos blancos y el ser de raza negra se distinguía mucho. Venía con una mochila y unas gafas de sol colgadas en la camiseta. La chica que lo acompañaba era rubia, y parecía que se hubiese puesto de acuerdo en estar al otro extremo de rasgos físicos. Era rubia y delgada, aunque no con muchas curvas abultadas, y su tez era blanca. No morena, blanca. No quiero decir que fuese de aquellas personas que son blancas y te recorre una vibración al verlas. El suyo era un blanco que contrastaba y que quedaba bonito.

Mientras se quitaban la ropa, mi hermana me comentó como le gustaban las parejas que se formaban así; el chico de raza negra y la chica blanca o él blanco y la chica bastante o muy morena. Cuando la chica se quitó el vestido negro que llevaba no pude parar de mirarla, casi sin disimulo, mientras iba dejando al descubierto el bikini negro que llevaba. Por la zona del pecho veía que no lo llevaba muy apretado, pero que por eso se le veía bastante. Mi vista se quedó clavada cuando vi que la parte de abajo era en forma de tanga, uno que se escondía entre sus nalgas, y aprecié que la tira de este era circular. ¿Cuánta gente va con ese bañador a la playa? La verdad, supuse que eran turistas, aunque no llegué a confirmarlo porque apenas los oí hablar.

Sabía que tenía a mi hermana a mi lado, pero eché dos o tres miradas más para asegurarme de que realmente era un tanga. También miraba al chico, pero no porque me gustase, sino para asegurar que él no me pillaba mirándole el culo a la chica. Luego pensé que no le hubiese importado, al fin y al cabo, ya que si la miraban sería por algo.

Ella se estiró boca abajo, dejando ver su espalda, y el chico, tumbado boca arriba, empezó paulatinamente a ladearse y pasarle la mano por la espalda. Echaba un par de miradas al mar, e incluso nos miró a nosotros, pero creo que fue por el hecho de que éramos las personas más cercanas.

La chica se levantó un poco y le dijo algo, a lo que se puso de pie y dejó a su novio estirado en la toalla. Con el tiempo que hacía, ella se metió en el agua fría y algo helada, como después pude comprobar. La veía al fondo, sin perderla de vista, como se mojaba y se hundía para que se le empapase aquel pelo rubio. Yo decidí meterme al agua también, pero allí había perdido de vista a la chica a pesar de la escasa gente que se metía en el agua. Mirando a la arena, vi como el chico echaba un par de miradas a todo lo que había alrededor suyo, incluyendo a mi hermana estirada y su culo.

Cuando volví a mi toalla después de haber nadado en las aguas frías de Alaska, observé que la chica ya había vuelto, y que estaban en la misma posición que antes. Ella tenía aún la piel mojada y se notaban las gotas que quedaban en todo su cuerpo. En ese momento se puso a llover, unas gotas menguadas que caían del cielo gris, pero sí, estaba lloviendo. Mi hermana echó a reír, y me dijo que eso era previsible. La pareja nos miró y nos preguntó si estaba lloviendo. No los oí muy bien como para adivinar en que idioma hablaban, pero mi hermana parece que los escuchó y entendió sus gestos, y les confirmó que, efectivamente, empezaba a llover.

Con esas escasas gotas, la poca gente que había se fue yendo, dejando tan solo a los más valientes. En eso, el chico le dijo algo a la oreja de la chica, algo que no escuché tampoco. Podría perfectamente haber sido ‘¿tienes frío?’ o ‘¿estaba fría el agua?’, porque cuando le hubo dicho esto empezó a acariciarle la espalda y el culo, acabando por estirarse encima de ella, en pleno (plenísimo, de hecho) contacto el pene con el trasero.

Mientras él le seguía diciendo algo, apoyaba sus brazos en la toalla, y dejaba la zona de su pene apretada contra ese culo. Lo extraño, quizá, fue que no le dio en todo el rato un beso a la chica y tampoco le besó la oreja. Él seguía hablándole, ajeno a lo que sucedía a su alrededor. Mi hermana y yo mirábamos, cada uno con su propio disimulo.

Me giré hacia ella y le pregunté si no hacía poco que habían prohibido en Barcelona que las parejas se enrollasen en la playa. Me dijo con mirada despistada que no lo sabía. Al chico, desde luego, le importaba un pimiento si se permitía o no.

De golpe, empezó a mover el pene que tenía pegado a su novia. Pero no lo movió despacio y suave, lo movió de una manera muy rápida y algo brusca, y nunca separándolo del todo. Ella seguía tumbada, no hacía ademanes de querer decir ‘quita de encima’ o ‘¿qué haces?’. Parecía que le gustaba sentir aquello allí, así que se dedicaba a dejar que su pareja le metiese el pene entre bañadores.

Cuando el chico se irguió, no pude evitar ver como tenía el pene. No, no soy homosexual; pero eso pasa a veces simplemente por le hecho de comparar. Bajo el bañador se dibujaba una figura enorme, además puntiaguda. Quizá era por eso por lo que se reía tanto. Mientras le pasaba las manos por los muslos, echó alguna mirada, otra vez, a su alrededor. Miró a mi hermana, pasando por mí, y vi por el rabillo del ojo como ella giraba la cabeza hacia otro lado. Intenté seguir mirando hacia el mar, pero si la hubiese mirado la podría haber dejado en evidencia delante de mí y de aquel chico. Ella también había visto como le había dejado el pene el estar todo el rato moviéndose encima. Para evitar empalmarme por haber visto como prácticamente se follaba aquel culo decidí levantarme e ir a tirar alguna basura de antes.

Cuando volví y me senté, mi hermana me dijo algo como ‘anda que estos dos lo están haciendo aquí’. Yo le pregunté, en un tono tonto: ‘¿Pero no se ha movido ni han hecho nada, no?’. Ella, dando evidencias de que había estado mirando, me dijo que sí, que prácticamente se la había tirado con el bañador puesto y que incluso habían pasado un par de tíos y se habían quedado mirando lo que hacían, andando más despacio y con disimulo. Tras esto, hizo un gesto y una cara, imitando como el mirón había dado un gesto afirmativo al acto. Yo dije algo como ‘pues vaya dos’, a lo que me preguntó si quería jugar a palas.

Nosotros jugando a palas y ellos a lo suyo. Así evitaría una erección segura. Mientras comprobábamos las palas, que estaban algo rotas, pude notar como mi hermana tenía los pezones muy marcados en el bañador. Supuse que el haber visto eso, junto con el leve frío de ambiente que había, la podría haber puesto así.

En todo el rato que estuvimos jugando a palas, eché unas cuantas miradas en cuanto pude, en las que observé como el chico seguía y seguía, moviéndose encima, y como ella movía los pies e incluso trató de enredar uno con el del hombre. Luego se rieron. No sé que habrían dicho, pero ella parecía contenta.

Empezaron a recoger las cosas y, tal como él nos había saludado, se fue echándonos una mirada rápida.

Esto ocurrió en el verano pasado, el de 2011, en julio o agosto. Si el relato pueda parecer soso será porque todo es verdad, y lo que pasó realmente no puedo inventármelo. El rato después de dejar la playa e ir a comer algo los dos juntos, fue la primera vez que mi hermana se refirió a ellos con la expresión ‘follado en la playa’. A lo mejor hubiese pagado por saber que pensaba…

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