miprimita.com

Mamá

en Amor filial

1

Eran las tres de la mañana de aquel 29 de noviembre que apenas acababa de comenzar. Eduardo dormía medio desnudo con sus calzoncillos blancos cuando recibió un mensaje de whatsapp en su móvil.

Para su sorpresa no era ninguna capullada de sus amigos, era un mensaje de su madre.

-¿Mamá? Si estás en el cuarto de al lado, por Dios...qué querrás a estas horas...-pensó él.

Sin embargo no se abstuvo de abrirlo. Lo que leería le quitaría el sueño de golpe en aquella fría madrugada.

-Tengo muchas ganas de que me la metas por el culo.

Eduardo abrió bien los ojos para comprobar que el mensaje era de mamá. Además estaba en línea. Sí, sí, el mensaje era de su madre. Hizo de todo, hasta pellizcarse con fuerza para comprobar que no estaba soñando.

Mamá se desconectó. Eduardo se giró, pensando que se había equivocado. Ya lo leería bien mañana. El móvil, que había estado encima de su pecho, cayó debajo de la cama sin que él apenas se diese cuenta.

Era sábado, y no tenía necesidad de madrugar al día siguiente.

2

Dieron las siete de la mañana. Manoli, como la llamaba cariñosamente su familia, no había dormido nada aquella noche. Deambulaba por la habitación de su hijo buscando el maldito móvil que no encontraba. Sin posibilidad de llamarlo (por Dios, lo último que quería era que su hijo se despertara) sólo tenía su vista y su intuición para poder encontrarlo. El sol no había salido aquella mañana, y aunque hubiese salido las persianas de la habitación de Eduardo estaban totalmente bajadas. Nunca le gustó dormir con luz.

Tenía frío, llevar aquel camisón era casi como ir desnuda, y el ridículo tanga que apenas le tapaba el coño no ayudaba a que entrase en calor precisamente. Casi empezaba a sollozar de la desesperación cuando encontró el móvil de su hijo debajo de la cama. La pantalla estaba rota, cosa que no recordaba haber visto la noche anterior cuando cenaban y Eduardo lo tenía encima de la mesa.

3

-Así que esto va en serio, joder-pensó Eduardo tapado con su edredón hasta arriba, estirado en su cama.-¿Por qué, mamá? ¿Por qué?

Su madre salió poco después de la habitación, pero él no se levantó hasta dos horas después. Para entonces, Sonia, su hermana menor, se había levantado ya. Jorge, su otro hermano, también estaba ya despierto. Los tres desayunaban juntos en la cocina americana que su padre había mandado a construir cuatro años atrás.

El móvil de Eduardo, con la pantalla rota y bastante perjudicada, reinaba encima de la mesa.

-Vaya ostia le has dado-le dijo Sonia al ver que aparecía por allí.

Eduardo no levantó la mirada.

4

Manoli maldijo a su hijo cuando vio que este había puesto contraseña para acceder a su móvil. Ella lo probó todo: fecha de nacimiento, contraseña de la cuenta del banco (cuenta que ella misma había creado), fechas importantes, números PIN anteriores... pero nada. Ningún número dio resultado.

Sonia había aparecido a eso de las ocho y media de la mañana, aún con el pijama puesto.

-Buenos días mamá.

-Buenos días cariño...

Sonia se sentó en la silla dejando ver el tanga rosa que no se había cambiado de la noche anterior. Aquello no fue lo que más preocupó a Manoli en aquel momento.

-Cariño, ¿tú sabes cuál es la contraseña de tu hermano?-le dijo mostrándole el móvil.

-¿Qué le ha pasado a la pantalla?-dijo con incredulidad.

-No... no lo sé. Pero tengo que llamar a la abuela y no me acuerdo de su número.

-¿A la abuela? Ah, pero yo tengo su número mamá. Espera...

Mierda.

-Toma, ya esta llamando-le dijo Sonia dándole el móvil a su madre.

Manoli miró la pantalla y colgó.

-¿Qué pasa?

-Ese es el número antiguo cariño. ¿No tienes el nuevo?

-No sabía que hubiese cambiado de número...

-Sí. Yo... le pedí a tu hermano que lo anotase. Sí. No tenía nada a mano y tuvo que apuntarlo. Eso es. Y tengo que llamar a la abuela.

Manoli creyó haber elaborado la excusa perfecta.

-Amm... pues no sé. No tengo ni idea.

5

-¿Qué le ha pasado a la pantalla?-le preguntó Sonia a su hermano.

-Eso me gustaría saber a mí. Y súbete el pantalón, que se te ve el tanga.

-Eres un asqueroso-dijo ella subiéndose el pijama a toda prisa hasta el ombligo.

Manoli estaba de espaldas a su hijo, limpiando la encimera, y no decía nada. Su hijo iba a ver el mensaje y pensaba a toda velocidad que postura debería adoptar al respecto.

-Pues habrá que repararla-dijo su madre al fin.

-Con lo que cuesta, para eso me compro uno nuevo.

-Pues dámelo que yo lo llevo a la tienda- le dijo ella.

-Lo siento, lo necesito-dijo él cogiéndolo y saliendo de la cocina sin mirarla.

6

Eduardo miró a su amigo, Julio, que estaba sentado en el banco al lado de él.

-¿Alguna vez te gustó tu madre?-le dijo de repente.

-¿La tuya?-respondió Julio-Oh sí, más de una vez.

-Maricón...quiero decir que si te...

-Ya, ya te he entendido. No sé, no soy el tipo aquel, cómo se llamaba... Ah, Edumbo.

-Edipo.

-Sí, Edipo. No sé, no te voy a mentir. Mi madre está buena, pero nunca haría eso que...

-Ya, vale. Lo he entendido.

Eduardo estuvo a punto de sacar el móvil del bolsillo y enseñarle el mensaje, pero en lugar de eso se levantó y se despidió lánguidamente para irse a casa, entrando por la puerta a eso de las dos del mediodía. Dejó el abrigo en el colgador de la entrada antes de pasar por la cocina, donde estaba su madre con el delantal puesto.

-Ten, te he traído esto-le dijo ella dándole una bolsa.

Era una bolsa blanca, con el logotipo de una tienda de móviles. Eduardo la abrió y sacó la caja que había en su interior.

-Como se te ha roto la pantalla del otro...-dijo su madre.

-Pero si este móvil no baja de 400 euros...

-Ya, pero... Bueno, hacía mucho que tenías ese, ¿no?

-Bueno, nueve meses.

-Ya era hora de cambiarlo-sentenció su madre.

Eduardo cogió la caja y se fue a su habitación.

7

Eduardo picó por tercera vez a la puerta del baño.

-Sonia joder, te estoy escuchando mientras te tomas fotos.

Dentro del baño, Sonia se bajó la camiseta antes de arreglarse el pelo y abrir la puerta.

-Ya está pesado.

-No sé qué coño haces ahí dentro, si luego...

-Que sí, que sí. Cállate ya-le espetó ella-Ah, y limpia con papel cuando hayas terminado de...eso que vas a hacer...

-Voy a afeitarme niñata.

Sonia no se giró ante aquella respuesta. Al cerrar la puerta, Eduardo se bajó los pantalones y se acarició un par de veces el paquete por encima antes de bajarse también los calzoncillos.

-A ver...-dijo toqueteando el móvil.

Buscó entre los archivos hasta dar con el que buscaba.

-Aquí está.

Amplió con los dedos la foto de Sonia en la playa.

Empezó a tocarse, arriba y abajo, pero paró enseguida. Con la pantalla rota aquello era un suplicio. Maldita sea.

Volvió a subirse los pantalones y salió del lavabo.

8

Al fin Manoli se plantó delante de la puerta de su hijo.

-Toc toc- dijo al abrir la puerta.

Eduardo la miró, esperando que dijese a qué había venido.

-¿Podemos hablar?

-Sí... sí-dudó él.

-¿Qué tal el móvil?

-Bien, muy bien...

-Me alegro...Mm... Eduardo...cariño...

-¿Mamá?

-Cariño, tenemos que hablar.

-Dime...

Eduardo jugueteaba con sus dedos hasta que su madre le cogió la mano. Estaba helada.

-Verás...no quiero mentirte. Sé que has leído el mensaje. Podría decirte que ese mensaje era para tu padre, pero no es así. Supongo que ya lo habrías deducido. Sería una tontería mandárselo cuando él estaba durmiendo a mi lado...

Eduardo le hubiese dicho que no quería más explicaciones, pero lo cierto era que estaba deseando oír lo que su madre tenía que decirle.

-Se llama Jaime.

-¿Jaime? ¿Quién coño es Jaime? No conozco a ningún Jaime...

Manoli acarició uno de los dedos de la mano de Eduardo.

-¿Lo conozco?

Su madre no levantó la mirada.

-¿Mamá...conozco a Jaime?

-Es...un amigo. Tu padre y yo lo conocemos desde hace años.

-¿Él lo sabe?

Ella volvió a quedarse callada.

-Mamá...¿lo sabe? Te lo ha... ¿permitido?

-No cariño-dijo ella armada de valor-Tu padre no lo sabe. Ni él ni nadie.

-¿Por qué le dijiste aquello?

-Yo...

-¿Por qué mamá?

-Las cosas no van bien entre tu padre y yo. Pasa desde hace tiempo...

-¿Te has... con Jaime?

-Cariño... yo no quiero que...

-¿O sea que sí?-la interrumpió él.

-Tú ya no eres un niño. Sabes los problemas que tenemos los mayores...

-¿Cuántas veces?

-Sólo una. Sólo una...-repitió.

Manoli se acomodó para seguir hablando.

-Él pretendía que fuesen más, pero... sólo pasó una vez.

-Quiero ver la conversación.

-La he borrado.

-Mamá, no me mientas.

-La he borrado cariño, te lo prometo. Mira...

Ella sacó el móvil de su bolsillo y al desbloquearlo se lo dio a su hijo.

-Toma, mira lo que quieras. He borrado las conversaciones y las fotos que me enviaba. Siempre lo he hecho.

Eduardo le devolvió el móvil y al ver que no decía nada su madre dio la conversación por acabada. ''¿Por qué mamá? ¿Por qué le dijiste aquello?'', se repetía Eduardo.

9

Eduardo sujetó un tanga entre sus dedos mientras recogía la ropa tendida. Sonia, cuando se dio cuenta, se lo arrebato de las manos.

-¿No es un poco...pequeño...para ti?

-De verdad, eres un niñato.

-¿Por qué? Sólo digo que te iría mejor usar ropa de tu talla...

-Es de mi talla imbécil.

-¿De tu talla? Y por cierto, esa margarita que tiene dibujada... ¿es un mensaje subliminal o algo?

-Vete a la mierda-sentenció ella mientras se iba a su habitación.

10

-Toma mamá, tu ropa-le dijo Eduardo dándole la ropa a su madre.

-Gracias...

-Aún tienes esa blusa.

-¿Qué?

-Sí, esa blusa color azul cielo. Aún la tienes. La que lleva el cisne en el lado derecho.

-Aproveché para lavar alguna ropa vieja. Pensaba regalarla junto con otra ropa.

Por el tono con el que hablaba su hijo Manoli llegó a pensar en que había dejado de lado todo el asunto del móvil y de su padre. Poco tardó en darse cuenta de que no era así.

-¿Por qué ya no te la pones?

-¿Ponérmela? La última vez que me puse esa blusa fue cuando aún le daba el pecho a tu hermano. Y en aquel entonces tenía unos cuantos kilos menos...

-Yo te veo igual...

Manoli sonrió por fin. Eduardo también, pero porque sabía que ella había bajado la guardia.

-Póntela esta noche para cenar.

-¿Qué?

-Sí mamá, póntela esta noche cuando estemos cenando.

-¿Pero por qué?

-¿No quieres saber si papá se fijará en la blusa? ¿Si todavía la recuerda?

Manoli volvió a sentirse decepcionada al ver que el tema florecía de nuevo.

-Póntela, pero cada vez que yo me toque la oreja tendrás que desabrocharte un botón. No te preocupes, si vemos que no presta atención dejaremos el tema.

-No pienso hacer eso.

-¿Por qué no mamá? Esto no se trata de mí, se trata de ti y de él. Podrás saber si te sigue deseando o no. ¿Me entiendes?

-Claro, y de paso me pongo a bailar encima de la mesa. Que no hijo, que no... Sé que tus intenciones probablemente sean buenas, pero...

-¿Probablemente?

-Sí, bueno... es decir, que seguro que tienes buenas intenciones.

-Has dicho probablemente.

-He querido decir que seguro que son buenas, no te lo tomes al pie de la letra.

-No mamá... yo... es decir, yo, aun sabiendo lo que sé... Cualquier otro hijo hubiese ido corriendo a contárselo a su padre, ¿sabes? Yo, en cambio... intento ayudarte y tú... Veo lo que piensas sobre mí.

-No, cariño...yo no...

-Sabes mamá... a mí también me importa esta familia. Y mucho.

-Cariño, lo siento. De verdad.

-Confía en mí mamá. Ponte la blusa a la hora de cenar y estate atenta cuando yo me toque la oreja.

11

Eduardo solía sentarse enfrente de Sonia, su hermana, cuando estaban en la mesa. Al lado de ella estaba Jorge, que como niño mimado se sentaba al lado de su madre. Ella estaba al lado de papá, que se sentaba en el sitio que había justo al lado de Eduardo.

-La tía Doris me ha pedido si puedes ayudarla este fin de semana.

-¿A qué?-dijo Eduardo sin ganas.

Su padre lo miró por aquella respuesta maleducada, pero no le dijo nada.

-Pues... a hacer un par de chapuzas en su casa. Arreglar la cisterna, poner un enchufe...

-He quedado-dijo él sintiéndose superior.

-Hace tiempo que me lo pide...

-Ya...

-Por supuesto te pagará...

-No sé...

Eduardo se tocó la oreja mirando a su madre. Manoli dejó el cuenco de ensalada encima de la mesa. Algunos dedos se le habían manchado de aceite y ella decidió limpiárselos antes de volver a mirar a Eduardo. Este afirmó con la cabeza, agarrándose la oreja con los dedos. Mirando a todos lados se desabrochó el botón que más cercano tenía al cuello. Quería restarle importancia a la situación, pero por más que lo intentaba le resultaba imposible.

-Le he dicho que irías.

-Yo es que trabajo muy lento mamá, ¿me entiendes?

-Tendrás toda la mañana para trabajar.

-No, no sé si me entiendes...-Eduardo se volvió a tocar la oreja-He dicho que trabajo lento...muy lento.

Su madre lo miró con recelo.

-No creo que trabajes tan lento.

-Yo sabré mejor que nadie cómo trabajo, ¿no?

Manoli acarició el botón de la blusa un par de veces con las yemas de los dedos antes de quitarlo de su sitio. Los pechos de Manoli asomaban, formando un precioso escote.

-¿Entonces a qué hora tengo que ir?

-A las diez.

-Un poco temprano, ¿no?

-Cuanto antes empieces antes acabarás.

-Tienes razón mamá. No te falta razón.

Eduardo se tocó otra vez la oreja izquierda. Su madre sabía lo que pensaba. Su mirada lo decía todo. Por algo lo había parido y lo conocía perfectamente. ''¿No quieres acabar? Pues acaba. Desabrocha toda la blusa y acaba con esto.'' pensaría él.

-Mamá-dijo cuando ella lo miró. Eduardo se agarraba su oreja izquierda-Iré, ¿de acuerdo?

Manoli tragó saliva. Miró a Sonia, a Jorge, a su marido... antes de limpiarse el cuello con la servilleta y pretender que eso disimulara el nuevo botón que se había desabrochado. El sujetador de flores blanco asomaba entre los pechos de Manoli. Jorge levantó la vista y al ver los pechos de su madre le dedicó un par de miradas furtivas. No dijo nada, pero también miró al resto, esperando que nadie lo pillara.

-Mamá...¿me pasas la ensalada?

Manoli no levantó la mirada de su plato. Aquello estaba yendo demasiado lejos.

-¿Mamá?

-Ai, toma pesado...-le dijo Sonia-De verdad...

Jorge volvió a mirar las tetas de su madre. Solo de pasada.

-Mamá, quiero otro.

-¿Otro qué?-dijo su padre.

-Otro...tenedor. Que este está sucio.

-¿Y qué? ¿Que no sabes dónde están?-le dijo Sonia.

-Jorge, tráele otro tenedor a tu hermano...

Eduardo se tocó la oreja, sabiendo que su madre lo había visto a la perfección. Manoli se alisó la blusa con las palmas de las manos antes de carraspear un poco y beber un trago de agua. Con los nervios, algunas gotas se escaparon y mojaron la blusa de Manoli. Jorge no le quitó ojo, convencido de que casi podía ver reflejados los pezones de su madre. Ella prefirió no mirar. Casi con una gota de sudor en la frente, se desabrochó otro botón, con las piernas temblando y avergonzada de sí misma.

Jorge se levantó y trajo otro tenedor limpio.

-No. Quiero otro.

-¡Bueno ya!-gritó su madre poniéndose de pie y cruzando los brazos para que nadie notara lo abierta que estaba la blusa.

-Qué pesado eres...-le dijo Sonia.

-¿Cariño? ¿No vas a cenar?

-Se me ha quitado el hambre. Cenad vosotros- dijo su esposa marchándose al cuarto.

12

Eduardo picó al timbre del cuarto piso hacia las diez de la mañana. Le contestó una voz de mujer que le dijo que subiera.

Doris le dio dos besos y lo hizo pasar.

-¿Dormido?-le preguntó ella.

-No...sólo un poco.

-¿Que saliste ayer?

-No... es sólo que... bueno, que nada, da igual. ¿En qué puedo ayudarte?

-Sígueme.

Eduardo la siguió por el enorme piso hasta su habitación, donde un enchufe estaba fuera de su sitio y un cable de conexión se había salido de su lugar.

-¿Sabes arreglar esto?-le preguntó.

-Sí, creo que sí. Será mejor que cortes la luz mientras lo arreglo.

La tía Doris obedeció y se fue hasta el recibidor, donde tenía el contador y todos aquellos cacharros, como decía ella. Al volver, se encontró a Eduardo ya manos a la obra.

-¿Cómo está tu madre?

-Pues... bien, muy bien.

-¿Sí?

-Sí, muy bien.

-Es una canallada lo que le estás haciendo.

Eduardo se levantó y la miró a los ojos.

-¿Perdón?

-Ya me has escuchado. He intentado evitar el tema, pero es así. Lo que tú haces... eso no se le hace a una madre.

-¿Qué te ha contado?

-No te hagas el tonto. Tengo el doble de experiencia que tú, yo inventé este juego.

-¿Lo que no te ha dicho es que engaña a mi padre con otro, verdad? No, seguro que eso se lo ha callado.

-Pues no. Tu madre me lo ha contado todo. Yo fui la primera en saber que las cosas entre tu padre y ella no iban bien. ¿Pero qué te crees, que nací ayer y tú eres el único que lo sabe todo?

Eduardo se volvió a agachar para seguir con su tarea, pero la tía Doris dio un paso al frente y se acercó a él.

-¿Quieres dejar el puto enchufe? Te estoy hablando.

-¿Qué coño quieres?

-Quiero que dejes en paz a tu madre. Eso que le estás haciendo es una canallada.

-¿Por qué, por que lo digas tú? Esto no va contigo.

-¡Es mi hermana!

-¿Y? Bah, a tomar por culo, yo me largo de aquí.

-Espera-le dijo ella poniéndole la mano en el pecho-Espera.

-¿Qué...qué quieres?

-Deja en paz a tu madre.

-Ya te lo he dicho, esto no va contigo...

-Deja en paz a tu madre y te dejaré hacer el amor conmigo.

-¿Cómo?

-Si dejas en paz a tu madre dejaré que hagas el amor conmigo, pero tienes que prometerme que no vas a chantajearla más.

Eduardo se quedó quieto, sin poder sostener la mirada.

-¿Entendido? Pero tienes que dejarla en paz. No la amenaces más.

Doris bajó la mano lentamente del pecho de su sobrino hasta dejar de tocarlo.

-¿Entendido?

13

Eduardo abrió los ojos debajo del agua antes de salir a la superficie. Estaba estirado en la bañera blanca de cerámica cuando la tía Doris entró desnuda. Se había soltado el largo pelo negro hasta dejar que parte de él llegase a sus pezones. Los pechos de la tía Doris se mantenían firmes a pesar de los años, y su piel tenía una tonalidad color caramelo.

-Ven.

Ella se acercó hasta dejar su coño peludo a la altura de su cara. Eduardo tenía el pelo completamente mojado y despeinado.

-¿Cómo está el agua?

-Al principio un poco caliente, pero ahora está perfecta...templadita. ¿Quieres entrar?-le preguntó.

La tía Doris le peinó el pelo hacia atrás con la mano a la vez que él cerraba los ojos. Ella cogió agua con sus manos y esta fue cayendo gota a gota hasta reunirse con la que ya estaba en la bañera. La poca agua que quedó entre sus manos la echó encima del pecho de su sobrino y empezó a propinarle caricias lentas y calientes en el cuello.

-¿Entras?-le inquirió él.

-Échate a un lado.

Doris metió el pie derecho en la bañera antes de poner el pie izquierdo y arrodillarse hasta que el agua le hubo cubierto todos los pelos del coño.

-¿Cómo es besarte?-le preguntó él.

-No sé... ¿por qué no lo pruebas?

Ella se acercó a su sobrino y juntó sus labios mojados con los suyos. Fue un beso de adolescente, un acercamiento entre conocidos.

Doris se apartó al notar que Eduardo buscaba su lengua.

-¿Qué pasa, no te gusta con lengua?

-Aveces me produce náuseas-le confesó ella.

La tía Doris pensó que confesarlo sería mejor que exponerse al peligro de que aquello ocurriese. Eduardo sonrió con confianza.

-Tranquila. Podemos juntar las lenguas fuera de la boca. Así...

Eduardo enredó la lengua con la de ella. Poco después, Doris se encontró con aquella lengua lamiéndole el cuello.

La dulce barriguita de Doris empezó a chocar contra el vientre de Eduardo, creando la erección del joven.

-Ponte encima nena.

Ella acercó sus piernas de tal modo que Eduardo tuvo a mano sus pies. Esperándola, empezó a jugar con los cuidados dedos de su tía con las uñas pintadas de un rojo carmesí.

Las cosquillas que le producían los tocamientos de su sobrino en los dedos de los pies hicieron la experiencia más llevadera.

Doris agarró el sexo y lo orientó hasta la entrada de su coño. Se lo introdujo poco a poco, sin dolor, sin sumisión. Sólo con dudas de si lo que estaba haciendo era lo correcto.

-Disfrutarás más si sólo me muevo yo-le dijo ella.

-No es mi primera vez...-le respondió él con cierto aire de superioridad.

Doris hizo caso omiso de aquel comentario y se acercó hasta que el vello de ambos se confundió en uno solo.

Lejos de disgustarse por parecer soso, Eduardo puso cada brazo en los costados de la bañera para que ella hiciese gran parte del trabajo. Doris interpretó su señal y comenzó a moverse, intentando llegar a un grado en el que sus gemidos no fueran una interpretación.

-¿Sabes cuándo me gustaste?

Ella siguió moviéndose, preguntándose por qué él no se limitaba a callarse y disfrutar sin más.

-Verano del 2008, en Pineda de Mar. Te pasaste aquella semana entera con tu bikini verde...

Doris lo recordó. Él sumergió la mano en el agua y con un dedo comenzó a acariciarle la pierna.

-Pero... nunca creí que... sí, sigue así ''tita''... Nunca creí que llegaría a...

Su voz se entrecortaba por el placer. Chispazos eléctricos lo invadían cada vez que se metía dentro de su tía.

-Te... aquel bikini... te hacía un culo...hasta... hasta papá lo miraba...

Doris chapoteaba en el agua con su sobrino debajo. Él no se callaba e insistía en seguir hablando.

Eduardo se estremeció agarrando la bañera. Doris le tocó el cuello. Él cerró los ojos. Segundos después su espalda volvió a tocar la cerámica de la bañera.

-...que llegaría a llenarte de semen. Eres la mejor, ''tita''-le dijo tras besarla en la frente.

14

Las finas gotas de agua que caían de su pelo mojaban el parqué del piso de Doris. Estirado en su cama estaba Eduardo, con la polla pequeña como si ahora estuviese muerta de miedo.

-¿Me la animas?-le preguntó él.

Doris miró con cierto asco, pero aún así se acercó a él y se sentó en la cama, a su lado.

-¿Te gusta viajar?

-Algo...-respondió ella sin apenas interés.

-¿Nunca has ido a Francia? ¿O a Grecia?

-No, no he tenido ocasión. ¿Por qué?

-Hazme una cubana.

Doris soltó un suspiro antes de levantarse. Recordó por qué hacía todo aquello.

-Estabas guapa antes y lo sigues estando ahora-le soltó de pronto Eduardo.

Su tía pasó por alto el comentario y se quiso arrodillar, pero él la detuvo.

-¿Vale?-le preguntó cogiéndola del culo.

Ella al fin se arrodilló sin haber dicho nada y cazó con el dedo un par de traviesas gotas de agua que se atrevían a corretear por sus pechos.

-Trae-le dijo ella casi despectivamente.

El pene de Eduardo estuvo inmediatamente entre los pechos de su tía, que empezó a moverse arriba y abajo.

-Para, para... así no. Quiero que me lo hagas en plan... rodillo, ¿sabes?

-¿Qué coño significa en plan rodillo?

-Así, mira.

Eduardo amasó los pechos y colocó su polla entre ellos. Tras acariciársela un par de veces con ellos, los movió como si quisiera aplanarse el miembro con ellos.

-Así... uf, estoy por seguir yo...-dijo sin parar de hacerlo.

Reduciendo su atención a aquellas tetas, Eduardo las movía a un lado y a otro, masturbándose con ellas.

La polla de Eduardo se puso roja bajo la mirada de Doris.

-Saca la lengua, ¿lista?

La tía Doris sacó la lengua y cerró los ojos.

-Pero abre los ojos, que si no no tiene gracia...-dijo con burla.

Ella no dijo nada, pero lo miraba con asco una vez tras otra.

-Cada vez que veas la punta tienes que intentar alcanzarla con la lengua. ¿Lista? Ahí va...

Eduardo humilló un par de veces a su tía antes de que esta se diese cuenta de que lo único que quería era verla con la lengua fuera.

15

-¿Tú no querías jugar a algo antes?

-¿Yo? ¿A qué?-le preguntó Doris.

-¿No has dicho que querías jugar al Teto?

-¿Qué coño es eso del Teto?

-Pues que tú te agachas y yo te la meto-dijo Eduardo sonriendo.

La tía Doris apenas hizo una mueca de desagrado ante el comentario tan infantil de su sobrino.

-Pues vas a tener que jugar igual, te guste o no. Ponte de pie.

-¿De pie?

-Levántate y ponte de pie-le ordenó.

El culo de Doris botó hasta situarse de pie delante de él. Eduardo se levantó y se acarició la polla un par de veces. Tras eso se tocó los labios, sacando desde lo más profundo de la tía Doris una desagradable cara por el gesto tan repulsivo.

-Pon las manos en el suelo. No, no... así, mira...

Eduardo le puso las palmas de sus manos sobre el suelo, y tensó las piernas de su tía de tal manera que ella quedó casi en forma de triángulo. Metiendo la mano entre sus muslos le separó las piernas hasta que ella quedó totalmente expuesta.

-Tú te agachas y yo...

Eduardo no dijo nada más. Doris sintió cómo el pene ya duro entraba por su coño. Debido a la leve tensión que sentía en aquel momento, padeció unos dolores que no sentía desde su adolescencia al dejar que alguien entrara en ella. Sufrió algún escalofrío al notar que su sobrino entraba más de lo que ella esperaba.

-...te la meto-completó él-No te muevas.

Las manos del chico agarraron las carnosas caderas de su tía, balanceándola en un dulce movimiento de vaivén.

-Me...me duele un poco la espalda...-dijo ella.

Doris podía ver la polla de su sobrino entrando y saliendo de su chocho. El pelo negro de su cabeza había caído hacia atrás hasta besar el suelo.

-¿Sabes cómo te llama papá?-le preguntó él sin dejar de follar.

-¿Eh?

-La tía culona. Te... te llama la tía culona... Y no me extraña.

Eduardo empezó a gemir de placer.

-Separa un poco más las piernas...

-¿Más? Si no... más no puedo.

-Sólo un poco...

Eduardo le dio un puntapié a Doris, lo que casi provoca que ella se abalanzase sobre el suelo. Para el deleite de su sobrino, sus piernas se abrieron un poco más.

-Ya casi...

Con la cara roja, la tía Doris estaba empezando a desear que aquello se acabara.

Eduardo acarició sus caderas y sus muslos antes de detenerse y mover los dedos de sus pies alegremente.

-Uf...

Gotas de semen empezaron a caer al suelo ante la atenta mirada de Doris.

-Y yo te la meto-susurró él antes de sentarse en la cama.

16

Al volver a casa la comida estaba ya lista. Mamá había preparado su deliciosa sopa de fideos de primer plato, y entre Jorge y Sonia habían puesto la mesa.

-¿Cómo ha ido con tu tía?-le preguntó su madre mientras servía la sopa.

-Bien, muy bien.

-¿Ya has podido arreglarle todo?-le preguntó su padre.

-Digamos que...le he hecho un buen apaño.

-Una chapuza habrás hecho, conociéndote...-le dijo su hermana.

-Contigo sí que hicieron una chapuza. Eres clavada a E.T. El extraterrestre.

-¡Bueno ya está! A ver si por una vez podemos comer en paz-dijo Manoli.

-Ha empezado él...

-Sonia, ya. ¿De acuerdo? Ya.

-Jorge-dijo Sonia mirando a su hermano-Cuando crezcas tú no seas como él.

17

Manoli iba ya sin sujetador cuando la abordó su hijo. Ella entró en el cuarto desde el que Eduardo la había llamado.

-¿Se lo has pedido tú?

-¿Qué?

-Que si le has pedido tú a la tía Doris que se acostara conmigo.

Manoli se lo pensó unos segundos antes de responder.

-Sí.

-¿Cómo puedes haber hecho algo así? Que sepas que lo he rechazado.

-¿Qué? Eduardo por Dios, estás chantajeando a tu propia madre, te...

-¿Te qué?

-Se te debería caer la cara de vergüenza.

-¿Y a ti no? Acostarte con otro estando casada...

-¡Ya basta Eduardo!

-Para tu información, nunca me acostaría con la tía Doris.

Manoli se cruzó de brazos. Aquella situación era insostenible para ella y se sentía desesperada.

-Voy a contárselo a tu padre de una vez por todas. Será lo mejor.

Eduardo se mordió el labio pensando que iban a matar a su gallina de los huevos de oro.

-Mamá...

Manoli seguía de pie, con una cara de enfado que poco a poco se transformaba en cara de resignación.

-Mamá... ven, anda.

Al ver que no se movía, Eduardo hizo un amago de levantarse.

-Mamá... es un accidente. Lo tiene cualquiera, ¿sabes? Está mal, es cierto... pero si se lo dices... vas a romper una familia, ¿no crees?

Manoli se mostró algo menos tensa, pensando que quizá su hijo tuviese razón.

-No necesitamos dolores de cabeza, ¿sabes? Papá... está sometido a mucho estrés en el trabajo. Sería... sería capaz de cualquier cosa si...

Manoli se paseó lentamente, caminando por la alfombra, pensando en aquello.

-Ven anda, siéntate.

Ella se sentó en la cama de su hijo, mientras él seguía tapado con el edredón. La miró a los ojos y le cogió la mano.

-No lo hagas. En serio, esa es la solución fácil.

Una lágrima cayó desde los ojos marrones de Manoli. Ya no podía esconder su culpabilidad.

-Mamá, mírame.

Eduardo cogió la cabeza de su madre y se la llevó al pecho.

-No pasa nada mamá. Un desliz lo puede tener cualquiera.

-¿En serio?-dijo ella con voz temblorosa.

Él le cogió la mano y la fue bajando poco a poco debajo del edredón hasta que Manoli notó la polla de su hijo. Ella la apartó rápidamente.

-No tienes que hacer eso conmigo. Nunca se me ocurrirá. Sólo te pido...

Eduardo cogió de nuevo la mano y la bajó hasta su duro paquete. Esta vez ella no la apartó del todo.

-Sólo te pido eso.

Los dedos de Eduardo, entrelazados con los de Manoli, abrazaron la polla erecta.

-Como cuando era pequeño...¿sabes? Sí, eso es... ¿sabes qué? Me encantaba verte las tetas cuando nos duchábamos juntos... Era tan...

Manoli sintió vergüenza de aquel comentario. En ese contexto, estaba tan fuera de lugar y era tan sucio...

-Juega con los huevos. Eso es. Así. Sí, así...mm...

Manoli tocaba las cargadas bolsas de su hijo, acariciándolas como si fuese un bebé. De vez en cuando los cargados huevos se llevaban un leve pellizco que él agradecía con una sonrisa.

-Eso, así... ¿lo ves? No pasa nada mamá. Sólo es...

Eduardo acarició la mano de Manoli por encima.

-Sólo es un poco de cariño. Menéala un poco. Seguro que sabes... ¿a que sí? ¿No...no se lo...a papá no se lo hacías?

Aunque los deseos de Manoli en aquel momento pasaron por estrujarle la polla a su hijo y que le doliese hasta el alma, se contuvo, y en vez de eso empezó a acariciarle el glande con los dedos.

-Eso, sí... Cuando empiece a mojarse juega con los dedos, por favor. Eso me encanta-dijo a la vez que se ponía las manos detrás de la nuca.

Manoli seguía callada.

-Mamá...¿me das un besito?

-¿Q...qué?

-Sólo uno. Va, porfa...

Manoli levantó la mirada y besó rápidamente la barbilla de su hijo.

-¿Eso es un beso? ¿En la boca, no?

Ella apretó el dedo pulgar contra el pene. El líquido preseminal del chico empezaba a florecer.

-Sólo es un beso...

Manoli se acercó a los labios de su hijo. Casi le temblaba el labio inferior cuando desvió la vista y miró hacia la puerta.

Desde allí, Sonia los observaba con la boca medio abierta.

18

-¿Qué está pasando aquí?-preguntó Sonia.

-Nada... ¿por?-dijo él algo nervioso.

-¿Nada? ¿Y por qué mamá está llorando?

-Yo no estoy llorando cariño-mintió ella.

-¿Cómo que no?

-Pues como que no. ¿Te vas?-le pidió él a su hermana.

-De eso nada. O me explicas que pasa aquí o llamo ahora mismo a papá.

Al oír eso, Eduardo miró nervioso a su madre.

-Está bien, últimamente le he hablado mal a mamá, ¿vale? Y le estaba pidiendo perdón.

-Eres un capullo insensible-le dijo ella.

-Sonia, ya basta...no hables así-la regañó su madre.

-No mamá, es que es la verdad. Se ha convertido en un gilipollas integral.

Sonia alargó la mano, ofreciéndosela a su madre.

-Ven, vamos mamá.

Manoli lo dudó, pero al fin se levantó de la cama y se fue de la mano con su hija.

-Que te jodan...-le susurró Sonia a su hermano antes de dar un portazo.

19

-¡Hijo de puta!

-¿Eh?

-¡¡Tú!! ¡Eres un hijo de puta!-le gritó.

-Mi madre eres tú-dijo él haciéndole ver la ironía de la situación.

-¿No me dijiste que no habías hecho nada con tu tía?

Eduardo tendría que haber pensado en ello antes. Era sólo cuestión de tiempo que las dos hermanas hablasen y que se descubriese la verdad, y él no supo verlo. No desarrolló ninguna táctica.

-¿Cómo puedes...? ¿Cómo puedes chantajear a tu propia madre?

Él se quedó callado, con una sonrisa boba en su cara.

-Mira, se acabó. Voy a contárselo a tu padre ahora mismo. A la mierda-sentenció.

-No, no vas a hacerlo.

-Me...¡ah! Me avergüenzo de...-dijo ella llorando de rabia.

-¿De qué?

-¡Agg!-gruñó ella a punto de salir por la puerta.

-Mamá, no vas a contarle nada a papá.

-¿Por qué coño no iba a hacerlo? ¡Se acabó! Prefiero contárselo que ceder a tus putos chantajes.

-No, no vas a decirle nada. Mamá, he encontrado a Jaime y he hablado con él...

Mas de Martin Crosas

Vamos a la playa

Mi hija borracha

Conociendo a los padres de mi novia

Mari Carmen

La decisión de Hugo (1)

La profesora Pilar

Mi Hasta luego de Todorelatos

La chica de la gelatina

Luna victoriosa

Travesuras en el vestuario

El hijo pródigo ha vuelto (1)

Ojo por ojo... ¿madre por madre?

Dame una oportunidad (Décima parte)

Mi hermano es mi lechero

Dame una oportunidad (Novena parte)

El culo de mi suegra

Dame una oportunidad (Octava parte)

El padre de Paula

Dame una oportunidad (Séptima parte)

Dame una oportunidad (Sexta parte)

Dame una oportunidad (Quinta parte)

Los secretos de la familia Martínez (capítulo 11)

Dame una oportunidad (Cuarta parte)

Dame una oportunidad (Tercera parte)

Dame una oportunidad (Segunda parte)

Los secretos de la familia Martínez (capítulo 10)

Dame una oportunidad (Primera parte)

Los secretos de la familia Martínez (capítulo 9)

Los secretos de la familia Martínez (capítulo 8)

Los secretos de la familia Martínez (capítulo 7)

Los secretos de la familia Martínez (capítulo 6)

Los secretos de la familia Martínez (capítulo 5)

Lo que pase en Roma se queda en Roma

Vida de Elena (Primera Parte)

Sandra, me gustas

Lo que las hembras quieren y los machos hacen

Los secretos de la familia Martínez (capítulo 4)

Jessica en París (capítulo II)

Jessica en París (capítulo I)

Los secretos de la familia Martínez (capítulo 3)

El bulto

Los secretos de la familia Martínez (capítulo 2)

Sucedió en la playa

Follando como conejos

Los secretos de la familia Martínez

El regalo