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La profesora Pilar

en Hetero: Infidelidad

-¿Qué, buscando tías ya?-me preguntó mi hermano acomodándose su gorra azul con las letras N e Y perfectamente entrelazadas.

-No, bueno... yo no...

Eché otro vistazo a mi alrededor. Toda la gente que había por allí eran o parejas setentonas en bermudas que venían a disfrutar de su jubilación, o bien eran niños de seis años correteando tras el balón de fútbol.

-Tranquilo coño-dijo golpeándome repetidas veces la nuca con su mano-Al atardecer iremos a buscar tias cerca de aquí. Eso sí, olvídate de esas juergas tipo American Pie en que acaban todos borrachos, desnudos y follando en grupo. Eso sólo ocurre en las pelis.

Así iban a ser nuestras vacaciones en familia. Una tienda de campaña alrededor del lago, con octogenarios regalándonos caramelos y con el ruido incesante del jaleo creado por esos niños.

-¿Qué tal con Susanita? ¿Ya nada de nada...?

-Quiere un poco de tiempo-dije yo limitándome a repetir lo que ella me había dicho a mí.

-Ya... tiempo. Justo antes del verano. ¿Sabes que esa se va a tirar a todo lo que se mueva, no?

-Oye...-dije intentando pedir algo de respeto. No sé qué me enfadó más: que dijese aquello o saber que sus palabras, por mucho que me doliesen, eran ciertas.

-Olvídala. Buscaremos un par de inglesas.

Carlos, ''Charlie'' como se hace llamar artísticamente, que es lo que viene siendo mi hermano mayor, es un tio que aveces de tan vulgar que es sus técnicas dan resultado. No me preguntéis cómo, porque yo tampoco lo sé.

Desde luego guapo no es. ¿O sí? Bueno, digamos que es normalito, aunque tampoco está hecho un modelo desde luego...

Es más alto que yo, eso sí lo tiene. Él viene midiendo 1,80 mientras que yo tengo que conformarme con un discreto 1,73. Ambos tenemos los ojos marrones y el pelo negro, y aunque a la gente le guste decir que nos parecemos la verdad es que yo soy capaz de encontrar mil diferencias entre los dos.

-Aunque es una pena, Susanita tenía un par de... vaya, que aveces costaba mantenerle la mirada... vamos, no sé si me explico, que tenía un par de atributos, cortesía del Altísimo... que tenía un buen par de gemelas, y no hablo de sus hermanas precisamente, no sé si sabes por donde voy...

-Vale, sí, vale, lo he pillado-dije estresado- ¿Es que tú siempre estás pensando en lo mismo?

Charlie se acomodó o rascó el paquete, no sabría decirlo con exactitud por lo repulsivo de la situación, se volvió a acomodar su gorra en esa cabeza hueca que tiene y sonrió.

-¿Y quién no?

Cansado y algo aburrido, me senté en la hierba con el lago de fondo, observando a una niña corriendo detrás de su perro.

-Voy a por algo de picar, unas patatitas o algo, ¿no?

Ante mi silencio, Charlie me tocó el hombro sin decir nada, seguramente pensando ''pobre chaval'', y se dió la vuelta. Medio segundo después volvio a girarse, emocionado como si hubiese visto pasar desnuda a la mismísima Jessica Alba.

-¡Coño, Fran! ¡No vas a creer quién ha venido al lago!

Yo me pusé de pie rápidamente, buscando como un desesperado la cara de Susana, observándolo todo sin ver nada.

-¿Dónde está Susana?-pregunté nervioso.

-¿Susana?-me preguntó mi hermano burlándose.

Charlie hizo una mueca en ese momento mientras me miraba que no llegué a adivinar qué significaba en ese momento, pero me atrevería a decir que incluso sentía cierto asco a que yo me hubiese colgado tanto por una chica.

-Mira, a la derecha. Cerca del coche rojo.

-¡No, no, no!-dije casi con ansiedad.

-Qué puta, su coche mola.

De aquel bonito aunque discreto coche rojo bajaba Pilar Marsé, mi profesora, o mejor dicho, ya ex profesora de tecnología y casualmente tutora en mi último año de instituto. Por su culpa pasé tres años de secundária humillado, porque además era de aquellas a las que le gustaba sacarte a la pizarra y dejarte como tonto delante de tus compañeros, casi ordenando que te señalaran con el dedo por ser un ignorante.

Pilar Marsé siempre vestía con sus desganados pantalones de pana, fuese verano o invierno. Siempre había tenido el mismo semblante, con su pelo liso y marrón suelto y aquella cara ojerosa fruto de noches sin dormir. Aunque hay que decir que se mantenía delgada, yo siempre pensé que tenía las caderas un poco anchas, cosa que no le favorecía demasiado.

-Vaya mierda de vacaciones-exclamé.

-Ah, pero si está casada-dijo mi hermano sin hacerme caso-. El viejo ese del bigote es el que se la folla por las noches.

-No, esta no ha tenido sexo desde hace mucho tiempo, te lo digo yo...

-Ah, pues como tú Fran. Anda que no te molaría ponerla a cuatro patas y follártela. Así, mira-dijo mientras hacía unos movimientos raros con la mano, simulando golpear algo.

-Para, joder, que te va a ver alguien.

-Le ponías los ojos en blanco, te lo digo yo-siguió Charlie ignorándome- No quiero decir que ese chochete sea de primera, pero dadas las circunstancias...

Y allí me quedé, solo mientras mi hermano se escabullía a buscar sus ansiadas patatas en bolsa, mientras yo pensaba qué más podía salir mal este verano. Sin novia, la cual probablemente sería, tirando por lo bajo, sobada alguna noche de fiesta por cualquier tipo, estando en un sitio de campo haciendo prácticas inesperadas de geriatría y ahora, para acabar de adobar, mi profesora de instituto al lado.

-Cariño, mira quien está allí-dijo mi madre una vez que me hube acercado al coche.

-¿Quién?-dije fingiendo curiosidad lo mejor que pude.

-Tu tutora, ¿qué casualidad, verdad?

La busqué con la mirada, aunque sabía perfectamente dónde estaba.

-Ah, pues es verdad...

-Ve a darle dos besos, ¿no?

-¿Y eso?-dije con algo que me salió del alma.

-Pues porque ya has terminado el instituto cariño, y ya no os váis a ver más. Le hará ilusión que hayáis coincidido. Ve a saludarla Francisco.

Dándole un golpe a mi hermano para que me siguiese, me acerqué al coche rojo de mi profesora, donde su marido sacaba la última bolsa del equipaje. Él se quedó mirando con una extraña sonrisa, y por unos segundos yo también me quedé mudo. Desde cerca se veía mucho más alto, me superaba ampliamente tanto de altura como de hombros.

-Hola-le dije extendiéndole la mano.

-Hola-respondió él simpáticamente aunque algo extrañado.

-Bonito buga-le dijo mi hermano tocando el capó del coche.

-Gracias. Es bonito, sí. Yo lo llamo Susi.

-¡Coño! ¡Como un familiar nuestro muy querido!-dijo el muy capullo de mi hermano sin aguantarse la risa.

-Ahora sale mi mujer-nos dijo él volviendo a coger la mochila mientras se iba.

-No no, si ya la conocemos...-dijo Charlie entre dientes meándose de la risa.

Pero esto él no llegó a oírlo. Instantes después salía de la tienda su mujer, quien reconoció mi cara en seguida.

-¡Álvarez!

-Hola... Pilar.

-¿Usted por aquí?-dijo acercando su mano para que se la estrechase.

-Mujer, dale dos besos-dijo su marido mirándome a mí y seguidamente a mi hermano.

-Hola maestra-dijo Charlie regodeándose con la situación-Yo también la tuve en primero de la ESO. ¿Se acuerda?

-Carlos Álvarez Montfort, sí. ¿Qué tal?-le dijo ofreciéndole la mano de nuevo, al igual que a mí.

A lo lejos, mi madre la saludaba con entusiasmo, y la profesora Pilar le devolvía el saludo. Su marido no había dicho nada más, pero por su cara ya se sabía que, una vez oída la conversación, había adivinado que éramos alumnos y profesora respectivamente.

-¿Han venido a disfrutar un poco del aire?-nos preguntó Pilar con justo interés.

-Sí...sí-acerté a decir.

Tres segundos de silencio más bastaron para que los cuatro nos diéramos cuenta de que la hora de los saludos había acabado.

-Bueno chicos, vamos a instalar un poco esto-dijo con humor su marido entrando en esa tienda de campaña de dos metros cuadrados.

Cansado de la situación, me estiré cerca del lago, en la hierba, mirando a las nubes y esperando que la situación mejorase un poco, aunque de momento sólo hacía que ir de mal en peor.

No sé cuanto tiempo estuve así. Es cierto, no lo sé, porque cuando abrí los ojos la boca me sabía a rayos y la luz del sol molestaba a mis pequeños y adormilados ojos. Sin darme cuenta me había dormido pensando en Susana.

-¿Una birra Bella durmiente?-me dijo Charlie con una botella fría en la mano-. Parece que han hecho buenas migas-volvió a decir señalando el agua.

No muy lejos, mi madre charlaba con mi profesora, ambas en bikini y dentro del lago mientras se mojaban los brazos de vez en cuando con agua que ellas mismas cogían con sus manos. A unos metros, mi padre llevaba en hombros a mi hermana pequeña.

Charlie, mediante señas, le hizo saber a mi madre que, sí o sí, era hora de comer. Minutos después, ella salía del agua y Pilar le seguía detrás.

-Cuidado, que viene Godzilla-me dijo riéndose justo cuando la profesora salió del agua.

Rascándose el paquete una vez más, Charlie sonrió habiendo hecho otra de sus tantas observaciones.

-Joder, vaya culazo.

-¿Qué?

-¡Pili! Digo, Pilar... coño, ¡la profe!

-¿Qué pasa?

-¿Que qué pasa? ¿Quieres mirar de una puta vez?

No muy lejos, observé a Pilar con su bikini rosa, ceñido a su cuerpo y empapado por la fría agua del lago. Me rasqué un par de veces los ojos para constarar que lo veía bien. Aquella bruja tenía un culito, pequeñito y respingón, que meneaba de un lado al otro con gracia. Las gotas de agua le caían por las piernas, cosa que la estremecía y que le hizo juntar sus piernas una vez estuvo quieta, haciendo que su estrecho bikini se colara por esa delgada raja, esa misma que mi hermano y yo hubiésemos visitado ese mismo momento con la lengua sin dudarlo.

-Vaya culo tiene la vieja, ¿no?

-Bueno...-dije algo cortado.

-¿Bueno? Susanita no tiene ese culo ni después de subir la Torre Eiffel a pie.

-Supongo que no está mal...

-¿Que no está mal? Ahora siento envidia del Matusalén que tiene como marido. ¿Cuántas veces se lo habrá follado? Yo digo que por lo menos dos por año, para el cumpleaños de él y en navidades, y teniendo en cuenta que ambos tienen como un millón de años...

-Si no recuerdo mal ella ha cumplido ya los cincuenta y cuatro...-corregí yo.

-¿En serio? ¿Cincuenta tacos y aún tiene ese culo?

-Tio, estás enfermo...

-Enfermo, dice....-murmuraba Charlie mientras se iba hacia la mesa.

Pero estaba en lo cierto. No solo tenía un culo de veinteañera sino que seguramente en algún momento, aunque me lo negase a mí mismo, se me ocurriría dedicarle una buena paja.

Mi madre había tenido la ''genial'' idea de sentarnos todos juntos a comer, por lo que tuve todo el rato los ojos de Pilar observando, observándome, quedándose con cada detalle, como cuando se sentaba en su mesa y vigilaba que nadie copiase. Sesenta minutos de reloj mirando de un lado a otro, sin cansarse, sin mover ni un músculo más que los de sus ojos, que miraban a izquierda y derecha sin parar.

-Hemos pensado....-dijo el marido de Pilar aun tragándose un trozo de pan-ir cerca de aquí, bailar un rato... A Pilar y a mí nos gusta mucho bailar.

-Con ese culo debería ser gogó-me dijo mi hermano en voz baja.

-Cállate imbécil-le dije en el mismo tono.

-Sólo de pensar en... buf, yo quiero ese culo...-siguió murmurando.

-Pues, sí... ¿no?-vacilaba mi madre buscando la aprobación de mi padre.

-Claro, si a nosotros también nos gusta mucho bailar-dijo Charlie-Mover un poco el esqueleto no le hace daño a nadie.

Y así fue como todos juntos nos fuimos a un lugar no muy lejos de allí, un sitio que parecía un poblado de cuentos de hada, salvo por el alcohol. Aquí, a pesar de la promesa de Charlie, tampoco habían demasiadas chicas jóvenes. Las famosas fiestas del pueblo consistían en un par de adornos colgados de las paredes y un centenar de ancianos bailando entre ellos.

-¿Un baile, señora Pilar?-le dijo mi hermano casi nada más llegar.

-¿Con usted? Sí, bueno... es decir, supongo que...

-Claro mujer...-le instaba su marido.

Bajo mi atenta mirada Charlie se llevó a la improvisada pista de baile a la profesora Pilar de la mano, cogiéndola luego por la cintura y, para sorpresa mia, haciéndola sonreír un par de veces.

-Claudia ven-le dije a mi hermana pequeña, casi arrastrándola de su pequeña mano- Vamos a bailar.

Me coloqué cerca de ellos, en un pobre intento por intentar escuchar lo que decían. Parecía que él hacía algún que otro comentario, los cuales siempre eran respondidos por Pilar.

Estando ella de espaldas, Charlie me miró. Llevaba el morbo en la mirada, sacaba la lengua y me instaba a mirar el par de nalgas de la profesora, que bailaban de un lado a otro.

-¡Cambio de pareja!-gritó Charlie.

Instantáneamente, me empujó con una mano a la vez que con la otra cogía la pequeña mano de mi hermana. Me encontré cara a cara con mi profesora, cogiéndola de la mano y bailando con ella. No sabía hacia donde tenía que mirar. De vez en cuando bajaba la mirada, pero al pasar mis ojos por su pecho pensaba inmediatamente que le estaba mirando las tetas y volvía a subirlos.

-¿Ha pensado ya qué carrera va a escoger?-me preguntó rompiendo el silencio entre ambos.

-¿Qué?-le pregunté al no oirla por la música.

-¿Que si ha pensado ya qué carrera va a escoger?

-No lo sé... quizá Filosofía-balbuceé yo.

Tras unos segundos pensando, añadió:

-Si necesita cualquier cosa...-dijo sincera aunque tímidamente.

-Gracias profesora...yo...

-¡Eh! ¿Un brindis chicos?

No sé en qué momento Charlie había dejado a mi hermana, que bailaba alegremente con mis padres, pero ahora estaba delante nuestro sosteniendo dos jarras cristalinas de cerveza al lado del marido de Pilar, que sostenía otras dos. Él sonreía, encantado de estar en aquel festival.

-Brindemos por estas vacaciones-dijo Charlie.

-¡Salud!

-¡Salud!

Mientras bebía Charlie obervaba la leve inclinación de Pilar hacia atrás, mirando sus tetas cubiertas tras la blusa azul. La fría cerveza caía por mi garganta nerviosamente; a pesar del calor y de lo que había sudado no me sentó bien tomar aquello.

-¡Aaah! ¡Qué rica! ¿eh? Pero una sabe a poco... Ven Fran, vamos a buscar otra.

Pilar, insegura, no dijo nada mientras su marido sonreía, como siempre a decir verdad, mirándonos hasta con cierto cariño paternal.

-Lo tiene como una piedra, eh-me dijo él mientras caminábamos.

-¿Qué?

-Que lo tiene como una piedra. La pobre, que se ha resbalado y la he cogido de donde he podido macho...

-Oye, vamos a dejar ya el tema...

-¿Qué pasa? ¿A ti también te pone, verdad? ¿Es eso? No pasa nada, lo raro sería que no gustase...

-Es vieja y tiene como un millón de años. ¿Lo sabes, no?

Charlie cogió la cerveza y se fue algo mosqueado, molesto por algo que no entendí muy bien. Fue a sentarse a una mesa, donde ya estaban hablando Pilar y su marido.

Yo jugeteaba con las gotas de agua que caían por mi vaso. Era algo extraño: cuanto más parecía que debía divertirme más me acordaba de Susana y en lo que estaría haciendo.

El marido de Pilar no paraba de contar batallitas sobre aquella vez que se fueron a Francia, que si se equivocaban hablando el idioma y bla bla bla...

Charlie lo escuchaba fingiendo interés, y cuando podía decir algo siempre eran preguntas dirigidas al tema que le interesaba.

''¿En serio pasó eso profesora? ¡Qué me dice! ¿Y usted cómo se sintió? ¿Y qué hizo? ¡No puedo creerlo maestra!''

¿Maestra? ¿Desde cuándo ese gilipollas llamaba a Pilar Marsé ''maestra''? ¿Y desde cuándo llevaba la gorra para atrás? Eso, según los veranos que había pasado yo con mi hermano, indicaba que ya estaba borracho. Eso o que iba colocado de marihuana, pero dado el caso...

En un momento dado Pilar agarró el brazo de su marido, y con un par de gruñidos en voz baja le hizo entender algo con su lenguaje corporal que no con palabras, eran esas señales que sólo pueden entender dos personas que se conocen mucho y llevan mucho tiempo viviendo juntos y con confianza.

-Voy a...

Por un momento, el marido de Pilar dio claros signos de que ya no aguantaba el alcohol como antes, e incluso mostró un ápice de vergüenza en sus ojos pensando que quizá si se levantaba de la mesa y no era capaz de dar dos pasos en firme quedaría como un viejo borracho.

-¿Se encuentra bien?-le preguntó Charlie.

-Sí...gracias hijo. Es sólo el cambio de temp...ura que...

Charlie lo miraba atentamente, escuchando sus palabras aunque probablemente pensando en el culo de Pilar.

-Sólo... el cambio de temperatura, todo el san... día con calor ''abochornoso'' y... no... el aire frío no sienta muy bien por la noche, hijo.

-Usted... ¿usted está bien Pilar?-le preguntó Charlie ahora a ella.

No me había dado cuenta en absoluto, pero sus redondas mejillas tenían un color rojo cereza que nunca había visto antes en clase. Su mirada, aunque consciente de todo, era algo tímida y avergonzada. Era... ¿era posible que ella también hubiese bebido más de la cuenta?

-Voy a ... acompañar a mi mujer, ahora... venimos...

-¿Se encuentra bien?-insistió Charlie sabiendo lo que había bebido-Si quiere... bueno, podemos acompañarla...

-No yo... no sólo era un momento...-dijo Pilar de inmediato.

-Bueno, si no os importa....-dijo su marido con ganas de desnetenderse-¿Cariño?

-Yo...

Pilar se levantó, buscando el lavabo más cercano. No miró a nadie, simplemente se levantó y se fue, quizá sin ganas de que precisamente un alumno fuese su acompañante.

-No se preocupe, iremos a ver que no pase nada-dijo Charlie.

-Gracias hijo.

-Gracias a ti, gracias a ti...-dijo Charlie tocándose los labios y acomodándose el paquete una vez más.

Mi mente no paraba de divagar durante los dos minutos que tardé en volver a hablar. Pensaba si aquel interés que mostraba mi hermano en Pilar había llegado ya hasta límites insospechados.

-Charlie se ubica fatal-me excusé-Será mejor que vaya a ver si ha encontrado el lavabo.

Mi madre me sonrió,quizá hasta orgullosa de que me hubiese ofrecido voluntario.

No me costó demasiado encontrar los lavabos, que, para sorpresa mía, estaban vacíos. Entré en aquel sitio cautelosamente, buscando a mi hermano. Un sitio muy limpio pero algo oscuro.

De pie, mi hermano esperaba al lado de la profesora Pilar mientras ella se lavaba la cara.

-¿Seguro que se encuentra bien?

-Sí, solo me he mareado un poco...

-A ver, míreme-le ordenó él poniendo una mano en su barbilla- Está perfecta.

Me dejo muy sorprendido observar que, lejos de apartar aquella mano, Pilar sonreía, aunque ni ella misma supiese exactamente el motivo.

-¿Quiere que le traiga algo, necesita...?

-No, quédese tranquilo Álvarez...

-Puede llamarme Carlos, o Charlie... Sabe, usted siempre ha sido una de las pocas profesoras con las que se podía hablar...-le mintió él.

-Pues no será por las joyas que decían ustedes por los pasillos, esas que se creen que no oímos cuando en realidad los profesores oímos todo.

-Yo siempre la he considerado... no sé...

Sin acabar la frase, Charlie se mojó la mano y ayudó a Pilar a mojarse la cara, repasando sus pómulos con cierto esmero y cierta ternura que no conocía en él.

-...a pesar de tenerla sólo un año-dijo él acabando una frase que en realidad nunca había empezado.

-Gracias, supongo... por la parte que me toca.

-Yo... si quiere hacer cosas de mujer... la esperaré fuera.

La profesora Pilar cogió un poco más de agua, se mojo el pelo, la cara de nuevo, y se miró al espejo.

-¿Hay papel por aquí? Únicamente para secarme las manos.

Charlie miró aquí y allá, cosa que me obligó a poner a prueba mis reflejos y agacharme sin hacer el menor ruido.

-No veo ninguno profesora.... ¡no no, espere!-dijo Charlie súbitamente quitándose la camiseta-Tome, no se moleste en mojar su blusa de seda, séquese con esto-dijo alargando la mano.

Para aliviar la pequeña sospecha que parecía nacer en los ojos de Pilar, Charlie se dio la vuelta, mirando hacia la pared de baldosas azules.

-Adelante, úsela, no tenga reparo.

Tras dudar, Pilar empezó a secarse las manos de una manera que me sorprendió. Sólo una vez había visto antes a alguien hacerlo así, con tanta delicadeza y feminidad innata. Me recordaba a aquellas veces en las que mi madre lavaba los platos y luego se secaba las manos con la toalla.

-Tome Álvarez-le dijo colgándole la camiseta en el hombro.

-Pilar... ¿la he incomodado? ¡Oh, Dios! Lo siento, qué imbécil soy, saldré ahora mismo de aquí y... joder, qué tonto, lo siento profesora, yo no...-decía poniéndose la camiseta.

-No, no...-se apresuró a contestar ella.

-Eso es lo que siempre me gustó de usted... Sabe cómo tratar a las personas...-volvió a mentirle él.

¿De qué coño iba Charlie? ¿Realmente pretendía lo que pretendía? Empezaban a sudarme las manos por el nerviosismo.

-No como Maite Tornedas, esa pesada de...

Charlie se calló al ver que Pilar sonreía.

-No me diga que a usted tampoco le caía bien...

En la cara de Charlie se veía claramente la satisfacción de haberle dado en el blanco. Sin duda estaba al corriente de los problemas que había habido entre ellas dos.

-Demasiada amargura para encerrarla en un solo cuerpo...-sugirió ella.

-Vamos.... dígalo bien... es una puta, ¿verdad?

La profesora Pilar soltó una pequeña carcajada.

-Es una amargada... una puta amargada.

-¿Lo ve? Jaja

Charlie sonreía a la profesora Pilar y la profesora Pilar sonreía a Charlie. Estaba seguro de que si pasaba algo saldría inmediatamente, pero mis piernas, congeladas en su sitio, no me dejaban.

-Y usted, profesora... ¿es una puta?

-¿Cómo dice...?-preguntó ella interpretando que había oído mal.

-¿Es usted una puta?-le preguntó él otra vez sin miedo.

Hubiese saltado a defender a la profesora Pilar de inmediato, si no fuese porque aquella pregunta despertó en mi una erección que casi me dolía de lo grande que era.

-Modérese, Álvarez.

-¿Que me modere yo? ¿Ha visto cómo tiene los pezones desde que hemos entrado en el lavabo?

Totalmente ruborizada, la profesora Pilar se abrochó el último botón de su blusa, aquel que había permanecido suelto todo el tiempo.

Charlie entonces le cogió el rostro y le levantó la cabeza delicadamente.

-Vamos, no se enfade. Déjeme ver esa sonrisa tan bonita que tiene.

En ese momento no sólo no se llevó una bofetada, una reprimenda o una patada en los bajos, sino que además, satisfaciendo sus deseos, Pilar sonrió.

Charlie, con sus manos aún húmedas por el agua, empezó a acariciarle suavemente el cuello, casi haciéndole un masaje y mirándola directamente a los ojos. La profesora Pilar no decía nada ni hacía nada, solo dejaba que las manos de mi hermano le masajeasen el cuello, totalmente entregada a cada segundo.

Todavía con una mano en su cuello, Charlie desplazó la derecha hasta llegar a tocar los labios de Pilar con sus dedos. Los paseaba por esas delgadas líneas rojas mientras contemplaba los ojos de la profesora cerrarse y abrirse.

Notaba como el sudor me está recorriendo la frente, en ese lavabo hace un calor infernal. Es como si me viese a mí mismo, agachado, observando todo lo que está pasando y con una erección enorme entre los pantalones.

Aunque parezca raro, nunca había visto a mi hermano tratar con una delicadeza igual a una mujer. No sé... incluso se me pasó por la cabeza que le quería dar amor, pero... No... no creo, Charlie lo que quiere es follársela, va más caliente que un perro y lo único que hace es utilizar artimañanas para seducirla.

A pesar de eso, consigue besarla sin problemas y acariciarle la espalda por encima de la blusa.

La mano de Charlie baja hasta su cintura, sacando y sacando la blusa de dentro de sus pantalones hasta que consigue lo que quiere: meterle la mano por debajo de la ropa.

-No... aquí no...

De repente me dejan en un punto muerto. Oigo la música que proviene de fuera, pero no puedo ver ni a Charlie ni a la profesora.

Salgo de mi escondite y lo único que llego a oír es el pestillo de la puerta. Lo primero que se me ocurre es pegar la oreja a la puerta azul, asegurarme de que realmente él no la ha encerrado contra su voluntad...

Intento taparme la otra oreja, pero lo único que sigo oyendo es música. Tras unos segundos de nerviosismo, oigo lo que me parece que es una risa de la profesora Pilar. No sé muy bien si ha sido mi imaginación tratando de calmarme...

En aquel momento me envalentono y llamó a la puerta con mis sudorosos nudillos.

-¿Profesora...?

Los diez segundos que pasaron fueron los más largos de mi vida.

-Charlie... lo... lo he visto todo...

Aun con todo, mi hermano no me decía nada.

-Te puedes meter en un lio...

-Franciso, vete...

Es la voz de la profesora Pilar. Por primera vez desde que la conozco me habla sin tratarme de usted. Y lo hace para pedirme que me vaya...

De pronto alguien quita el pestillo. No toco la puerta para nada, aunque lo que estaba deseando era echarla abajo.

Cuando Charlie abre la puerta tiene ya los pantalones por los tobillos, con una erección muy abultada en sus calzoncillos.

La profesora Pilar está avergonzada, se le nota en su mirada baja y en sus mejillas, en sus pómulos rosados. Es la primera vez que tengo la sartén por el mango.

-Venga Charlie, vámonos...

-Estoy ayudando a la profesora Pilar con una cosa.

-Charlie, no seas gilipollas, venga... su... su marido la echará de menos.

Fue entonces cuando me fijé en la blusa de Pilar, una blusa que ya sólo se mantenía unida por un triste botón.

-¿Pilar?

En ese momento se me congeló la sangre. Acababa de oír la voz de su marido llamarla, estaba seguro, no había duda. Y no fui el único. Con una fuerza increíble mi hermano me cojió por la camiseta y me adentró con ellos en el lavabo, cerrando la puerta tras de mí.

Todo era confuso, la calor me dificultaba pensar bien, y tardé unos segundos en darme cuenta que le estaba echando mi aliento acelerado encima a la profesora Pilar, que me miraba sin decir nada. Mis ojos bajaron instintivamente hacia su escote, mirando su sugerente sujetador de color rosa. Cuando subo mi mirada ella lo hace conmigo.

-¿Pilar?

Aprieto los ojos cuando oigo que su marido la llama por segunda vez. Quería desaparecer de una vez de allí.

Charlie, se mantenía apoyado contra la puerta, como si temiese que el pestillo no fuese barrera suficiente. Sabía que ya había hecho lo más difícil, y desde luego no quería desperdiciar esa oportunidad.

-Estoy... ¡estoy bien!-grita de pronto la profesora Pilar.

Yo y mi hermano la miramos. Mi primera reacción es secarme el sudor de la frente, la suya es sonreír sabiendo que aun tiene a su presa.

Sin dudarlo un instante, se lanza hacia su cuello, ese mismo cuello blanco que recibe con gustos los lametazos de mi hermano. Pilar no dice nada, sólo deja que Charlie le coma el cuello y desabroche su blusa, exponiendo sus pechos bajo mi atenta mirada.

-¿Seguro?

Poco a poco su marido se acerca, decidido pero sin una rapidez excesiva, puedo notarlo.

-S... ¡sí!

-¿Y los chicos?

Charlie le ha susurrado algo a la oreja, algo que es inaudible para mí. Ella no dice nada, pero por supuesto no se queja cuando él le muerde el lóbulo de la oreja.

-Me... están esperando fuera... ¿no?

-Afuera no hay nadie ratoncita...

Charlie me mira. Me mira mientras empieza a besar el brazo de Pilar, y aun sigue mirándome cuando pone la mano en el muslo de mi profesora.

-Habrán ido al lavabo.... Ellos también.

Algo me poseyó, quizá pensar que aquella era una oportunidad para pasar la mala suerte que había tenido últimamente, pero el caso es que mi mano rápida y ágil subió el sujetador y empezó a besar el pecho derecho de la profesora Pilar, a lamerlo y a jugar con aquel pequeño pezón que se endurecía más a cada contacto de mi húmeda lengua.

Por un momento me olvidé de todo. No sabía a quien se lo estaba haciendo, ni sabía donde estaba. Sólo sabía que quería hacerlo, que disfrutaba de verdad haciéndolo y que no quería parar de hacerlo.

-Ah...-dijo su marido pensando ''Claro, lógico''.

-Salgo en cinco minutos...

-¿Te espero fuera?-le preguntó él.

Charlie la miró. Yo me quedé parado, mirando directamente a un pequeño lunar que la profesora tenía cerca del brazo.

-Iré con ellos cuando salgan...

''Joder,vete ya''-murmuró Charlie.

-Gra...cias...-acertó a decir ella.

Su marido se marchó de ahí de la misma forma en que había llegado: sin prisa pero sin pausa.

Mi hermano no dudó en coger a la profesora por los brazos y levantarla, plantándole un beso en los labios mientras yo los miraba desde el rincón.

Él se bajó los calzoncillos, mostrando su excitación al completo y acariciando una vez más la barbilla de la profesora Pilar antes de sentarse en el retrete.

-Vamos...-le dijo mientras la miraba.

Yo era un simple espectador ante todo eso. Me limitaba a ver cómo Pilar estaba a sus órdenes, pero desde luego estaba a sus órdenes porque ella quería.

Sin pudor, la polla de mi hermano se escondió dentro de la boca de Pilar, mientras además ella le propinaba pequeñas caricias sutiles con el dedo en su pierna, quizá instintivamente y sin querer.

Charlie cerraba los ojos, por segundos le tocaba el hombro y otras veces ponía su mano sobre la suya, como si se conociesen desde hacía mucho tiempo y aquella noche fuese la culminación de una confianza mútua.

-No la chupe tan rápido... disfrútela....-soltó él en un solo suspiro.

Quieto, de pie, observaba la cabeza de mi profesora desacelerando el ritmo. Su pelo le caía por todas partes, liso y de repente radiante, pero nadie se molestaba en recogérselo.

-Haz que se sienta bien, se lo merece...-dijo Charlie con los ojos cerrados y mirando al techo.

¿Me lo había dicho a mí? ¿O es que ya soñaba despierto con la dulce mamada que aquella mujer le estaba dando?

Pero... me dio igual. Di los primeros pasos para desabrocharme el cinturón, y dejando esta tarea inacabada, le quité la blusa a Pilar, quien no puso resistencia y tiró los brazos hacia atrás para que yo solo tuviese que coger la delicada prenda.

Me arrodillé a su lado, con las duras baldosas chocando contra mis rodillas. Me acerqué al cuerpo de mi profesora y pegué mi oreja a su espalda como había hecho minutos antes con la puerta que ahora era el único testigo de lo que estaba pasando.

Estaba caliente, muy caliente. Su cuerpo ardía de deseo, y Charlie lo sabía porque se había llevado la fuente de calor que procedía de su pequeña boca.

Me chupé dos dedos y sin pensarlo bajé la mano hasta ese pequeño ombligo femenino y juguetón que era muy sensible al tacto.

Uno de mis dedos, quizá el más valiente y el que tenía más valor, se atrevió a sumergirse más y más hasta provocar que la profesora Pilar separase las piernas. No ver lo que estaba pasando ahí abajo me provocaba aún más, y sabía que podía dedicarme a besar la espalda de mi profesora sin preocuparme de que mis dedos se mojaran cómo lo estaban haciendo.

Ellos salieron solos cuando Charlie se puso de pie. Pilar se pasó la mano por la boca a modo de limpieza, aunque creí firmemente que poco le hubiese importado en aquel momento.

-Venga, siéntate-me dijo.

En realidad, sin importar si me sentase o no, vi claramente que Charlie se iba a arrodillar del mismo modo que lo había hecho yo. Manoseaba sus tetas en círculos y con pasión, mientras que la espalda femenina se veía atacada por besos llenos de cariño y ternura.

Me senté allí, con los pantalones bajados por fin y pensando si Pilar pensaría algo sobre el tamaño y la diferencia entre mi hermano y yo. No sé por qué pensé eso, pero sentí que me faltó el aire cuando una bocanada inundó mi miembro y lo dejó atrapado en la boca de Pilar.

Mis dedos del pie empezaron a moverse, nerviosos e inquietos, sabiendo que esa corriente eléctrica provenía de la lengua de una mujer.

Estaba tan absorto que no entendí por qué se me tiró encima y por qué de repente tuve su mirada contra la mia, su pecho desnudo contra mi camiseta, sus dulces manos tocando mi cuerpo.

Charlie se pegó a su espalda, aplástandonos a los dos. Se acercó a su oreja, respirando fervorosamente pero sin tocarla.

-No te va a doler, te lo prometo-dijo.

Me di cuenta de que la profesora, en algún momento, había perdido sus pantalones.

-No te va a doler, te lo prometo-le repitió mi hermano.

Imaginé que en aquel momento, Charlie le metió la polla sin miramientos, sin delicadeza y con la única certeza, pero no por eso correcta, de que lo que decía y pensaba él era lo que valía.

-Qué ganas le tenía a este pedazo de culo...-murmuraba clavando sus dientes en la espalda de Pilar.

Las uñas de mi profesora se me clavaban en la piel, me apretaban sin miedo. El pelo de su cabeza me rozaba la fina y pegajosa piel de mi rostro, cansada de haber sudado.

-Qué ganas....le tenía...-murmuraba Charlie.

Yo soportaba el movimiento de mi hermano mientras se la follaba, sin saber qué hacer más que soportar el roce de mi profesora.

Él la cogía por los hombros y la apretaba, satisfacía sus deseos y sus propios caprichos como un niño, deleitándose en aquel culo que tanto había deseado esas últimas horas.

-¿Lo ves? ¿Lo ves? No te duele...-decía entre gemidos él, autoconvenciéndose de lo que quería.

Noté los suaves dedos de Pilar agarrándome y pasando por alto lo viscoso que estaba mi miembro para penetrarse ella misma y matarme a mí al sentir que me acomodaba dentro de ella sin miramientos.

Mi hermano la penetraba y la volvía a penetrar por detrás, haciendo que ella buscase una complicidad entre sus sensuales labios y mi cuello, que se moría al ser besado por esa calurosa mujer.

-Ya... ya... ya casi...-decía él apoyando su cabeza totalmente en la espalda de Pilar.

Y entonces Pilar me besó. Fue la primera vez que juntó mis labios con los suyos y buscó mi lengua como apoyo al sentir el peso de la cabeza de mi hermano en su espalda cuando apretaba sus pechos y le dejaba el esperma caliente y el sudor por todo el cuerpo.

Le oíamos suspirar, ese suspiro que hace un hombre cuando ha satisfecho su capricho, ese que deseaba con tanto anhelo, ese suspiro que demuestra que el objetivo ha sido logrado.

Pilar seguía moviendo su cabeza, seguía buscando mi lengua sin dejarla escapar, y como si hubiese tenido un sexto sentido, me agarró del cuello sin dejarme escapar cuando eyaculé dentro de su coño caliente de puta.

Ella se habría sentido así, y le hubiésemos dado la razón, pero no era una puta cualquiera, era nuestra puta.

-Salid vosotros...primero...-nos dijo con la misma discreción que había tenido al controlar sus gemidos, pero esta vez con la cabeza bien alta y sin miedo a mirarme a la cara.

-Eres una chica muy especial, que lo sepas-le dijo Charlie con su mano en la mejilla, haciéndome dudar de si realmente había sentido algo o si sus palabras seguían formando parte de un juego.

Yo la miré, pero ya con la puerta abierta quise decirle un ''Gracias'' que no llegó a salir de mis labios. Me gusta pensar que vi un brillo en su mirada diciéndome que lo había entendido, pero no estoy muy seguro de ello.

Charlie no dijo nada una vez salimos del lavabo de señoras, ni siquiera se molestó en observar si alguien lo miraba. Sólo hizo lo que sabía hacer: acomodarse el paquete por encima del pantalón, mirarme como a su hermano pequeño y decirme:

-¿Te apetece una birra, Fran?

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