miprimita.com

Dame una oportunidad (Décima parte)

en Lésbicos

¡Muchas gracias a todos/as los/las lectores/as por haberme leído y haberme acompañado a lo largo de las diez partes que componían ‘‘Dame una oportunidad’’! Ha sido un reto bonito intentar hacer una serie completa en la categoría lésbica.

Espero con toda sinceridad que os haya gustado. Para acabar sólo diré que me duele separarme de mis personajes. Ya me di cuenta con ‘‘Los secretos de la familia Martínez’’ y vuelvo a ser consciente ahora. Mis más sinceras gracias a todos/as por leerme.

 

Puede que fuese por la falta de fuerzas y no por la rabia por lo que Saray no matase a Pablo cuando lo vio caminar directo al portal. Ella sabía en su interior que era él quien se había llevado a María, y posiblemente lo hubiese matado con sus propias manos si hubiera sabido donde estaba ella.

Lo cierto era que hasta entonces lo desconocía y al menos tenía que sacárselo de la cabeza para poder acabar con él. Pablo intentó calmarla diciéndole que no sabía de qué hablaba y que precisamente había ido allí porque a él también le habían avisado de que su esposa había desaparecido.

La policía se decidió a aparecer por allí interrogándolos a todos. Saray observaba con cara enfadada a Pablo, cuestionando con su mirada cada palabra que decía. Algo le decía en su interior que había sido él, pero ni siquiera la camisa que Pablo le dio a la policía servía aún como prueba.

Poco rato después, entre preguntas, preocupación y desesperación, llamaron a la madre de María diciendo que su hija estaba ingresada en un hospital. Un chico la había encontrado en la calle y no había dudado en llamar a una ambulancia viendo su pobre estado.

Antes de que colgase el teléfono ya estaban yendo de camino. A María no la podían ver, pero estaba viva. Había tenido hemorragias internas y había perdido mucha sangre, o eso era lo que decían.

Fue en ese momento cuando Saray supo que Pablo se había entregado a la policía. No había querido hacerlo delante de todo el mundo ya que aún no era evidente, pero entre la espada y la pared él se había derrumbado y lo había confesado.

-Necesita reposo, no es conveniente que la agobien demasiado-oyó Saray que le decía el médico a la madre de María antes de que ella entrara.

Dejando de banda las ganas de matar a Pablo, Saray se levantó y antes de que el doctor se fuese lo agarró por el brazo, vigilando que el resto de los acompañantes que estaban allí no se diesen cuenta.

-Cómo… ¿cómo está el hijo de María?-preguntó con miedo.

La doctora hizo un gesto con la cabeza, intentando sacar toda su empatía a relucir.

-Había perdido mucha sangre… sólo podemos esperar.

Cuando Saray se puso a llorar intentó acariciarle el brazo, pero evidentemente eso no podía reparar el daño inmediato. Quería tanto a María que sentía que aquella criatura también era suya.

No supo cuanto tiempo pasó en la sala de espera, fuera de la habitación, pero finalmente la madre de María salió de allí directa hacia ella.

-María dice que quiere verte…

Saray se secó las lágrimas y entró en la habitación. No sabía cómo iba a encontrársela, pero todo lo que notó es que estaba algo pálida. Tenía un aspecto frágil, pero aun así intentó esbozar una sonrisa, pese a todo.

-María, cielo…

Casi antes de llegar su cama Saray volvió a llorar. Se pasó algunos minutos intentando parar, pero no podía. Cada vez que intentaba pronunciar una palabra se paraba y volvía a lloriquear, hasta que fue María quien le dirigió la palabra.

-Estás más guapa cuando no lloras.

Saray no pudo evitar reírse recordando el momento en el que ella misma se lo había dicho encerrada en el lavabo del cine. De nuevo se pasó el brazo por los ojos, intentando cambiar totalmente de aspecto.

-Te he hecho reír, al fin y al cabo creo que no se me da tan mal levantarte el ánimo.

Saray acariciaba su mano y le pasaba el dedo por encima acordándose de aquella noche en el pub irlandés donde Saray intentó animar a María. Su aspecto había cambiado tanto, ahora Saray la veía tan frágil y quebrantable… Tenía miedo de acariciarla y apenas se atrevía a seguir tocándole la mano.

-He… he tenido mucho miedo de perderte. No sabíamos donde estabas…

-Todo… ha sido tan rápido. No me he dado cuenta del momento en el que me alejaba demasiado… ni cómo… ¿Cómo… cómo se puede odiar a alguien que no ha nacido? ¿Cómo se puede odiar a algo que es tuyo, Saray?

-No… no lo sé. Lo siento…-dijo Saray reprimiéndose.

Sentada en la silla Saray miraba a María como podía, casi temiendo hacerle daño por el simple hecho de pasarle el dedo índice por la palma de la mano.

-Te… te prometo que no volverá a tocarte nunca más.

Con el baño de lágrimas que se habían dado, los ojos verdes de Saray habían sido limpiados y parecía que resplandecían de nuevo.

-Voy a estar siempre a tu lado. Y si me dejas te cuidaré como… como a mi mejor amiga. Y vigilaré que no te pase nada. Te lo prometo.

-Saray… siento haber jugado con tus sentimientos.

-No importa cielo, lo importante es que estás bien a pesar de todo. No te preocupes por eso.

-Sé que he sido… una tonta contigo.

-No digas eso, cielo. A mí siempre me vas a tener pase lo que pase. Tienes a tu hijo, Álex, y… Samanta y yo, y…

Saray simplemente quería decir ‘‘tu bebé’’, pero no se atrevió. Tuvo que dejar la frase a medio acabar.

-Si quieres podemos ser tu familia.

-¿Los cuatro juntos?-preguntó María casi llorando.

-Los cuatro juntos.

-¿Y cómo vamos a vivir?

-No lo sé… Venderemos la casa si quieres, podemos irnos a vivir a otro sitio.

-¿Vas a ser mi mejor amiga para siempre?

-Te lo prometo.

-Cuando… cuando estaba… Yo sólo pensaba en verte. Sólo quería ver tus ojos verdes una vez más.

María empezaba a llorar ligeramente, estirada en la cama. Saray le pasó los dedos por su cara para limpiar el amargo líquido que caía de sus ojos.

-Quiero… quiero ser para ti lo que me dejes ser-dijo María sin presionar.

-Fue precioso despertar contigo aquel día… Y… eso es lo que me gustaría. Levantarme contigo cada día y saber que has dormido a mi lado.

-Pero…

-¿Qué pasa, cielo?

Saray estaba algo intranquila. Ese pero era uno que no le gustaba, aunque no adivinase de lo que podía tratarse.

-Te lo dije una vez… yo no soy como tú. Tengo demasiado miedo.

-María… yo también tengo miedo. Ni siquiera mi hija de cinco años sabe que… que me gustan las mujeres. No sabe que me gustas tú.

-Lo… lo que yo sé-continuó María-es que quiero estar contigo.

-Yo también quiero estar contigo, cielo… ¿Te imaginas todo lo que podemos hacer juntas? No quiero hacer esas cosas sola… quiero hacerlas contigo.

-Pero…y… ¿Qué les diremos a los demás?

-La verdad… les diremos la verdad: que somos dos personas que un día tuvieron la suerte de encontrarse.

-¿Y si te decepciono?

-Déjame… déjame que esté a tu lado. Nadie es perfecto, pero me muero de ganas por estar a tu lado. Dame una oportunidad.

María seguía estando tan frágil, y Saray tenía tantas ganas de besarla… parecía que no se atrevía ni a mirarla por el daño que pudiese causar, aunque lo que más quería era juntar sus labios apasionadamente.

Fue un beso leve pero cariñoso al que María respondió con agrado estirando sus labios y casi haciendo  que sonaran al despegarse.

-Te quiero Saray…

María pasó dos semanas más de reposo absoluto metida en el hospital, pero aunque el bebé que llevaba dentro había sido un luchador no pudo superar aquella prueba. María y Saray habían comenzado una relación de pareja que se conservó durante meses. Cuando el curso escolar acabó, fue el momento de irse a vivir juntas. Saray encontró un dúplex con una gran terraza en Barcelona que compraron a medias. En la terraza de arriba han construido una nueva piscina, mucho menor que la anterior, pero que a Álex y a Samanta les gusta tanto como para querer pasarse todo el día jugando en ella. Saray no está desaprovechando la oportunidad que le dio María.

Tras confesar lo que había hecho, Pablo permaneció en prisión preventiva hasta que se le acusó de asesinato e intento de asesinato. Pese a todo lo evidente, sólo estuvo en la cárcel cuatro años. No ha vuelto a ver ni a María ni a su hijo.

Mike estuvo durmiendo en las lujosas habitaciones de un hotel hasta que la empresa le encontró un sitio provisional donde quedarse, un piso muy acogedor aunque pequeño situado en la zona turística de Barcelona. Tras nueve meses trabajando en la sucursal que su compañía tenía en España, decidió pedir de nuevo el traslado y regresar a su ciudad natal, Salt Lake City, en Utah, Estados Unidos. Un año y medio después se volvió a casar.

A Lola le sigue gustando beber de vez en cuando, aunque no tiene ningún problema de alcoholismo. Por eso, Saray y María siguen invitándola a una cerveza irlandesa cada vez que va a visitarlas. Ambas están felices de poder mostrar su amor, porque se aman con locura y no quieren esconderlo.

 Lola sigue hablando de la pobre Marta, que, por cierto, ya ha tenido su quinto hijo.

 

FIN

Mas de Martin Crosas

Vamos a la playa

Mi hija borracha

Conociendo a los padres de mi novia

Mamá

Mari Carmen

La decisión de Hugo (1)

La profesora Pilar

Mi Hasta luego de Todorelatos

La chica de la gelatina

Luna victoriosa

Travesuras en el vestuario

El hijo pródigo ha vuelto (1)

Ojo por ojo... ¿madre por madre?

Mi hermano es mi lechero

Dame una oportunidad (Novena parte)

El culo de mi suegra

Dame una oportunidad (Octava parte)

El padre de Paula

Dame una oportunidad (Séptima parte)

Dame una oportunidad (Sexta parte)

Dame una oportunidad (Quinta parte)

Los secretos de la familia Martínez (capítulo 11)

Dame una oportunidad (Cuarta parte)

Dame una oportunidad (Tercera parte)

Dame una oportunidad (Segunda parte)

Los secretos de la familia Martínez (capítulo 10)

Dame una oportunidad (Primera parte)

Los secretos de la familia Martínez (capítulo 9)

Los secretos de la familia Martínez (capítulo 8)

Los secretos de la familia Martínez (capítulo 7)

Los secretos de la familia Martínez (capítulo 6)

Los secretos de la familia Martínez (capítulo 5)

Lo que pase en Roma se queda en Roma

Vida de Elena (Primera Parte)

Sandra, me gustas

Lo que las hembras quieren y los machos hacen

Los secretos de la familia Martínez (capítulo 4)

Jessica en París (capítulo II)

Jessica en París (capítulo I)

Los secretos de la familia Martínez (capítulo 3)

El bulto

Los secretos de la familia Martínez (capítulo 2)

Sucedió en la playa

Follando como conejos

Los secretos de la familia Martínez

El regalo