...Me bajó la ropa para dejar libre mi sexo y poder coger mi pene para comenzar a masturbarlo, yo le imité haciendo lo mismo y tras un larguísimo beso con nuestras lenguas jugando entre ellas, se apartó levemente y colocándose en cuclillas acercó su cara a mi pija, vi como la olía y decididamente se la puso toda en el interior de su boca, la mía no es grande pero le tuvo que llegar hasta la garganta, me pregunté si yo podría hacer algo parecido con la suya.
No había experimentado nunca algo parecido, hasta entonces sólo mis manos y aquella mañana la de Julio, ahora era una boca y parecía experimentada, me masturbaba moviendo la cabeza adelante y atrás, se le escurría la saliva y se ayudaba con la mano, yo sentía lo que me hacía con su lengua y con sus labios y sin poder aguantar más, viendo que me iba a correr hice mención de apartarme para no llenarle de leche la boca pero claramente lo impidió apretándome por las nalgas hacia sí. Entendí que lo que quería era que me corriera en su boca y así lo hice, después permanecimos un rato inmóviles, yo esperando que él llevara la iniciativa pero con unas ganas tremendas de probar mi primera polla, por fin se separó, escupió todo lo que llevaba dentro de su boca, se levantó y adivinando mi pensamiento, puso a mi disposición su deseado sexo.
Al acercar mi boca a aquella enorme polla que comprobé con mi mano que medía más de un palmo mío de aquel entonces, noté que me frenaba y abriendo la bota de vino roció su miembro abundantemente al tiempo que la frotaba en un improvisado lavado. –Elisa no quiere chupármela si no me la lavo primero, dice que siempre huele un poco, la tuya también lo hacía pero a mí no me ha importado- dijo. Al nombrarme a Elisa aún me entraron más ganas de comerme la misma polla que ella, sin lugar a dudas por lo escuchado, se comía. Ya la tenía al alcance de mi lengua, olía a vino pero mezclado con algún que otro olor indefinido, no era desagradable, primero probé la punta con mis labios y mi lengua, sabía a vino y tenía una textura increíblemente suave, me la introduje todo lo que pude pero sólo pude con la mitad, decididamente me gustaba tanto o más chupar que ser chupado. Quería que gozara y al parecer lo estaba consiguiendo por los gemidos de placer que se oían, éstos fueron en aumento en intensidad y velocidad, preludio del clímax que venía...