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La vieja casa (V)

en Amor filial

  Ahora tenía otra ilusión o… ¿habría que llamarla obsesión? Si Carmen se me había mostrado desnuda y además masturbándose, a poco que mi hermana Julia ayudara, me veía follando con las dos. Ese sería mi objetivo aunque era consciente de que a Julia, en la que tenía que apoyarme para conseguirlo, solo había conseguido penetrarla una vez. Si no sabía hacerlo con ella sola, sería imposible hacerlo con las dos… bueno, podía intentarlo también con Carmen sola.

  Como aquel día era festivo, tenía que conseguir estar a solas con mi hermana por la tarde cuando mis padres salieran. Mientras estábamos esperando para comer me las arreglé para pedírselo a mi hermana, ella me dijo que a las ocho de la tarde tenía que estar con todas sus amigas, incluida Carmen, en casa de una de ellas para salir, lo habían decidido aquella noche pasada y por tanto, si mis padres salían tarde, habría que dejarlo para otra ocasión. Total, que me esperaba una tarde de expectación y esperanza de que mis padres se marcharan pronto.

  La suerte se alió aquel día conmigo, llegó mi padre dando prisas para comer enseguida porque quería ir a los toros que se celebraban en una ciudad cercana donde estaban en fiestas, mi madre no quería ir porque la entrada era cara pero entre mi hermana y yo la convencimos de que acompañara a nuestro padre. Sobre las cuatro se despidieron dejándonos en la casa seguros de que teníamos toda la tarde para nosotros.

  Aún no habrían llegado a la esquina y yo me abalancé sobre mi hermana. La espera había sido de semanas, un largo beso acompañado de un abrazo seguido de un apretón de las pelvis ayudándome con mis manos en sus nalgas, consiguió una erección instantánea que ella notó en su vientre.

  -Tenía muchas ganas de estar a solas contigo, Julia, amor mío.-

  -¿Me has encontrado mucha falta?-

  -No lo sabes bien, se me han hecho estos días interminables.-

  -¿Y qué has hecho en mi ausencia para desfogarte? ¿Pensabas en mí?-

  -Ya te puedes imaginar que sí, tonta, en ti y en otras, no te creas; pero fundamentalmente en ti.-

  -Cuéntame, qué haces cuando yo no estoy. Quiero saber todos los detalles, no me ocultes absolutamente nada.-

  -Alguna vez entraba a tu habitación y cogía tus bragas del cajón, busqué desesperadamente ese camisón tan fino y medio transparente de color beige pero te lo debiste llevar porque no lo encontré.-

  -Sí, me lo llevé, pero sigue contando qué más hacías.-

 -Bueno, también espiaba a la vecina de atrás por la ventana del baño, tiene unas tetas impresionantes y ahora en verano casi las lleva al aire.-

  -Yo también las tengo grandes, ¿no?-

  -Tú las tienes perfectas.-

  Le dije mientras apoyaba mis manos en aquellos senos turgentes y maravillosos en los que tanto pensé en su ausencia.

  -Todo tu cuerpo es perfecto… y yo lo quiero para mí… ahora mismo. No puedo esperar más, te quiero y te necesito. Quiero hacer el amor contigo toda la tarde. He pensado que para estar tranquilos, en lugar de metértela, podemos probar a hacerlo por detrás, así no te quedarás embarazada y yo tendría la dicha de correrme dentro de ti, no sabes cómo lo ansío.-

  -Podrás hacerlo igual porque he conseguido dos cajas de condones.-

  -¿No me digas? Eso es maravilloso. Vamos a probarlos enseguida.-

  Unos segundos después ya nos habíamos despojado de toda la ropa en su habitación. Sacó un condón de su funda y me lo colocó ella misma. Las ganas que yo tenía de introducir mi miembro dentro de su cuerpo no eran mayores que las que ella tenía de ser ensartada por mi espada enhiesta. Se tumbó boca arriba en su cama y abrió sus piernas acogedoras del cuerpo de su hermano ávido de refugiarse en aquel cálido abrazo que formaban junto con sus brazos abiertos y dispuestos a cerrarse en torno a mi cuerpo como el cepo mortal que abraza a su presa.

  Su monte de Venus coronado por la mata de pelo negro cubriendo el sonrosado coño que semejante atracción ejercía en aquel momento, sus senos mirando al cielo desafiantes, su pelo extendido por la almohada en torno a su cabeza, sus manos abiertas preparadas para acariciar el cuerpo de su amante hermano, sus sensuales labios entreabiertos esperando a los míos y sus ojos, aquellos ojos que lo decían todo: el amor que sentía por mí, la necesidad que tenía de sentir mi piel en contacto con la suya, el ansia de hacerme sentir feliz y el deseo de ser el objeto de mis deseos de otorgar placer infinito. Todo eso se concentraba allí, en aquel momento y entre los dos hermanos, solo faltaba culminarlo con una sencilla penetración.

  Cogí mi polla enfundada, la apoyé en la entrada de su coño y empujé suavemente. La resistencia que ofrecía aquel coño a ser penetrado por falta de lubricación, me hizo pensar que habíamos ido demasiado deprisa. Desistí de empeñarme en meterla cuando aquello no era del todo placentero para los dos, retiré mi cuerpo hacia atrás hasta tener mi boca donde segundos antes tenía mi polla y suavemente besé y lamí las delicias del sonrosado sexo de mi hermana. Con los labios separados y la lengua fuera, abarcaba totalmente el coño, sus pelos se introducían dentro de mi boca provocándome unas dulces y agradables cosquillas que paliaba mojando con abundante saliva toda la entrada de su cueva además de su interior. A Julia le encantaba que se lo chupara, vibraba de placer cuando con el grueso de mi lengua masajeaba su tieso clítoris.

 Tuve que parar so riesgo de ver terminado el acto que habíamos comenzado. Estiré mi cuerpo hacia adelante en un claro intento de llegar con mi tieso pene a su magnífico agujero y entonces ella estiró todavía más de mí para poder llegar con su boca a mi polla. Le dio unos lametones para lubricarlo con su saliva y, sin soltarlo, lo acercó al coño y se lo introdujo con una facilidad asombrosa. Para nada se parecía aquello a la dificultad de unos momentos antes, ahora había entrado como cuchillo ardiente en mantequilla y el placer que yo sentía era tan intenso que por un momento pensé que no iba a poder aguantar más.

  Hacía verdaderos esfuerzos para aguantar sin correrme como la otra vez, Julia se merecía que yo le diera placer con mi polla, se había molestado en buscar condones para poder hacer lo que estábamos haciendo y seguramente no lo había hecho solo por mí, por eso no podía defraudarla y más cuando ya teníamos un precedente del que no me sentía nada orgulloso. Ahora iba a cumplir como un verdadero hombre…

  … Hasta que ya no pude aguantar más, una corriente recorrió todo mi cuerpo sin poderla controlar, yo quería aguantar más en aquel maravilloso estado de éxtasis pero por otra parte ardía en deseos de correrme dentro de su ser; pudo más esto último y el gusto infinito que sentía en mi polla se convirtió en orgasmo anunciador del consiguiente manantial de fluido que llenó el condón de líquido blanquecino. Al notar mi hermana lo que me pasaba, intensificó sus movimientos pélvicos alrededor de mi polla todavía erecta hasta que explotó en un estallido de placer salvaje.

  Yo no fumaba mas eché alguna calada del cigarrillo que mi hermana se encendió a continuación. Allí tendidos desnudos en su cama, descansando del esfuerzo realizado, nos miramos tiernamente a los ojos y comenzamos una conversación.

  -Ha sido maravilloso Julia, ¿Cómo conseguiste los condones?-

  -Simplemente dando la cara en una farmacia, se los pedí a una dependienta en voz baja para que no me oyeran el resto de los clientes y ella, muy natural y sin importarle que los demás clientes la estaban oyendo, me preguntó en voz alta “¿de seis o de doce?” Ya pasada esa vergüenza, le pedí dos de doce.-

  -Gracias por hacer eso por mí.-

  -También lo he hecho por mí, ten en cuenta que a mí también me gusta.-

  -Pero tú podrías hacerlo cuando quisieras y con quién quisieras y en cambio yo solo puedo hacerlo contigo, aunque tampoco quiero hacerlo con ninguna otra, tú eres mi gran amor.-

  -¡Qué tonto eres! Si tuvieras ocasión de hacerlo con otras seguro que lo harías.-

  -No me lo he planteado pero… creo que no lo haría. Solo contigo.-

  -Si Carmen quisiera hacerlo contigo… ¿Tampoco?-

  -No lo sé… ella tiene una relación especial contigo… es diferente.-

  -Entonces… con ella sí que serías capaz.-

  -¿Sabes cómo me gustaría hacerlo con ella? Participando tú también.-

  -Eres un salido y un calenturiento mental.-

  -¿Es que a ti no te gustaría?-

  -Habría que saber si a ella le gustaría…-

  -Pues pregúntaselo.-

  -Eso es muy delicado hermanito, ¿por qué no se lo preguntas tú?-

  -Está bien, pero le diré que tú deseas hacerlo porque nosotros ya lo hacemos.-

  -Ella solo sabe que me muestro para que te masturbes, ni se te ocurra decirle la verdad.-

  -Entonces pídeselo tú y dile lo que quieras; si quieres, puedes hacerle pensar que nunca nos hemos tocado… pero no se lo creerá, ya lo verás.-

  -Déjalo en mi mano pero sígueme la corriente en todo lo que se me ocurra.-

  -De acuerdo, si quieres puedes intentarlo para esta misma tarde. Ya ves que estamos tranquilos y tenemos tiempo todavía, aquí estaremos solos hasta las nueve por lo menos.-

  -A las ocho hemos quedado las amigas… quedan casi tres horas, voy a llamar a Carmen por teléfono ahora mismo, a ver si quiere venir. No sé qué excusa poner para hacerle venir.-

  -Dile que tienes ganas de repetir lo que habéis estado haciendo esta noche.-

  Mi maravillosa hermana se fue directa al teléfono, que estaba en la sala, y yo, también desnudo la seguí para enterarme de lo que hablaban. No tuvo que decirle nada más que si podía venir ya, que estábamos solos los dos y que hasta la hora de salir con las otras, podrían estar tranquilamente en la casa y que de mí no se preocupara. Aceptó la invitación diciendo que llegaba enseguida.

  Para cuando llegó, mi hermana se había puesto encima una bata ligera y yo un pantalón corto de pijama, esperábamos en la sala hasta que llamó y yo mismo salí a abrirle la puerta. Nos saludamos con un ligero beso en la mejilla y una mirada cruzada que decía un montón de cosas. No nos habíamos visto por la mañana porque cuando yo salí de la habitación ella ya se había marchado y por tanto los dos sabíamos que lo último que yo vi de ella fue su imagen mostrándose desnuda y masturbándose.

  -Hola primo, ¿te lo has pasado bien esta mañana?-

  -Casi tanto como vosotras, que ya empezasteis a pasarlo bien por la noche.-

  -Pues has de saber que me supo muy mal enterarme de que nos vigilabas sin saberlo nosotras, eso no se hace, no sé cómo me convenció tu hermana de que no lo tuviera en cuenta.-

  -Por lo que he visto esta mañana, no parece que estuvieras muy enfadada.-

  -Julia es tan convincente… y yo… bueno… tan… tan… tan puta, vamos.-

  -Y lo que a mí me gusta que seas así Carmen… y lo que me gustó esta mañana verte como te vi… y los deseos que has despertado en mí de tocarte, de abrazarte, de besarte y de darte placer.-

  -Primero se lo tendré que dar yo.-

  Intervino Julia que había escuchado las últimas frases porque ya llegábamos a la sala donde ella esperaba nuestra presencia sentada, más bien echada, en el sofá. Se le había abierto la bata y mostraba toda la longitud de sus torneadas piernas sin recato alguno.

  -Se lo podemos dar los dos a la vez. Tú con la lengua y yo con esto, mirad como se me ha puesto.-

  Y les enseñé el bulto que se me había formado bajo el pantalón mostrándolo con mis manos.

  Como un resorte saltó mi hermana del sofá y acercándose a nuestra prima, comenzó a desvestirla. Carmen se dio cuenta, si no se la había dado aún, del porqué la había llamado mi hermana y le debía de gustar, es más, lo debía esperar y desear; probablemente, de no lanzarnos nosotros, hubiera sido ella la que se habría lanzado a por nosotros.

  A medida que Julia tiraba al suelo las pocas pendras que portaba Carmen, le acariciaba el cuerpo y yo la imitaba. Al desaparecer el sujetador, la atracción que ejercían sobre mí sus preciosas tetas, me llevó a besárselas y chupárselas apasionadamente. Carmen buscaba los labios de mi hermana con los suyos, cuando los encontró, el beso que se dieron fue tan apasionado como los chupetones que yo le prodigaba en sus senos. Sin parar de besarse, Carmen despojó a Julia de la ligera bata que la cubría, al darse cuenta de que no llevaba nada debajo, enseguida le echó la mano al sexo.

  Julia, al verse desnuda, cogió mi pantalón y de un violento tirón me lo bajó hasta las rodillas, yo, con los pies, terminé de sacármelo. Acto seguido, acerqué mi enhiesta pija a la cadera de Carmen para que sintiera el roce de mi miembro en su piel. Yo, al ver la mano de mi prima en el coño de mi hermana, puse la mía en el de Carmen por encima de sus bragas que todavía llevaba puestas. Fue un momento porque inmediatamente se las cogí con mis manos y estiré de ellas hacia abajo hasta que le llegaron a los tobillos. Levantó un poco los pies para salirse de ellas y quedar completamente liberada de ropa alguna. Entonces volví a meterle la mano allí donde antes la tenía sobre su fina prenda íntima y ahora despojada de ella. Para facilitarme la acción, abrió ostensiblemente las piernas y pude colocar todos los dedos sobre la húmeda piel de su coño mientras apoyaba la palma de mi mano sobre el blando cojín de pelo de su monte de Venus ¡Qué delicia palpar el suave sexo de mi prima! ¡Increíble! ¡Magnífico!

  Quería metérsela rápidamente, además suponía que aguantaría sin correrme por el ajetreo que ya había llevado aquel día. Antes de eso quise que sintiera mi cuerpo pegado al suyo, me coloqué tras ella y apreté mi cuerpo al suyo, estaba caliente y sudoroso, como el mío, sus nalgas quedaban a la altura de mi erección si yo flexionaba un poco las rodillas, la abrazaba y con mis manos le sobaba los pezones. Julia, ante ella, se ofrecía al manoseo continuo al que era sometida por Carmen mientras seguían con el excitante morreo.

  Observé en aquellos momentos que Carmen estaba enamorada de mi hermana, escasamente me hacía caso, mi polla sobre su piel parecía pasarle desapercibida, si no me despachaba era por mi hermana, lo que estaba haciendo era, al fin y al cabo, cumplir con los deseos de mi hermana. En cambio a ella la buscaba como una loca, buscaba sus caricias y buscaba su cuerpo para acariciarla. Comprendí que no se la metería si Julia no nos lo ordenaba.

  Entonces yo no sabía si Julia le había confesado a Carmen que la había penetrado una vez, de este mismo día ya sabía yo que no se lo había nombrado; por eso pensé que si trataba de penetrar a mi hermana otra vez, ésta se resistiría a dejármelo hacer delante de Carmen. Seguramente nos empujaría para evitar esa situación, a hacerlo entre Carmen y yo, así que pasé al ataque con mi hermana.

  Dejé a mi prima libre y pasé a ocupar idéntica posición detrás de mi hermana. Ellas siguieron sin inmutarse en el mismo cometido, solo después de un buen rato, mi hermana empujó a Carmen hasta el sofá para tenderla larga en él, yo me había quedado separado de ellas y cuando Carmen se vio echada y a Julia casi sobre ella, abrió sus brazos para recibirla entre ellos y seguir dando satisfacción a su deseo de estar con ella.

  Mi maravillosa hermana, que sabía lo que yo ansiaba en ese momento, me cogió de la mano para llevarme ante la prima y no tuvo que decir más que si lo queríamos hacer así o con condón. Era suficiente, Carmen no osó en llevarle la contraria y yo estaba encantado, me encogí de hombros ante su pregunta y mi prima se la quedó mirando extrañada de la pregunta y como esperando de Julia la solución al dilema.

  Yo me adelanté a cualquier respuesta y colocándome sobre mi prima, de un certero empujón le clavé mi verga ayudado de mi mano. Estábamos húmedos y lubricados, entró sin resistencia alguna, desde luego Carmen no era virgen, alguien había estado antes que yo allí, pero aquello en aquel momento ni me importaba ni sentía curiosidad. Sentía un calor y un placer inenarrable, era mejor sin condón, no cabía duda; comencé ante la expectación de mi hermana, un desvergonzado mete saca que me producía un exquisito placer, pero no solo a mí, a ella también, aunque no paraba de mirar a mi hermana como si la que la estuviera penetrando fuera ella y no yo.

   Dentro del sumo gusto que estaba sintiendo, aún tuve el suficiente conocimiento como para pensar un momento las consecuencias de dejarme llevar por el instinto y correrme dentro de mi prima sin nada de protección. Acerté a preguntarle si me podía correr adentro y ella me contestó que no se me ocurriera; al oírlo Julia, se prestó a traernos un condón y fue corriendo a buscarlo a su habitación.

 Al quedarnos solos Carmen y yo, ante la ausencia de Julia, noté como mi prima me hacía más caso, a pesar de estar montándola, era como si hasta ese momento no hubiera reparado que estaba haciéndolo conmigo. Al mirarme directamente a los ojos y entreabrir sus gruesos labios de forma que tuve que acercar los míos para fundirlos en un apasionado beso, comprendí que en ese momento, Carmen sí que follaba conmigo, eso fue suficiente para notar una subida tremenda de mi autoestima, una sensación de mutua complicidad que para mí fue superior a mi deseo de aguantarme y noté todo el sistema nervioso de mi cuerpo electrizado y mi polla a punto de reventar. De buena gana me hubiera quedado sin moverme pero con un rápido movimiento de mi pelvis hacia atrás logré sacársela en el último momento y chorros de leche escupidos sin control desde mi pene cayeron esparcidos por sus labios vaginales, su pelo púbico y su vientre.

  Julia llegó con el condón en la mano, a punto de ver cómo me corría yo sin haber conseguido Carmen su orgasmo y mirándosenos como reclamando su dosis. Carmen entonces me apartó de entre las piernas de Julia para colocarse ella de bruces con la lengua preparada para, después se lamer las gotas de semen que brillaban en los labios vaginales de la prima, lamer con fruición aquellos labios y aquel clítoris y el coño entero que pedían para aquel episodio, un merecido final eufórico que mi hermana estaba dispuesta a lograr.

  Yo creo que Carmen se hubiera corrido solo viendo a su prima entre sus piernas pero si además le hacía lo que le estaba haciendo, el orgasmo no se podía demorar, cuando vi que se acercaba me limité a acariciar el pelo de las dos, con delicadeza, con ternura, expectante por asistir a la culminación del acto que ahora protagonizaban ellas. Unos espasmos y exhalaciones de intensidad creciente anunciaron la venida del orgasmo sublime que Carmen tuvo en mi presencia, con sus manos apretando hacia sí la cabeza de mi hermana, los ojos cerrados, el rostro desencajado de placer, las piernas apretando las orejas de Julia y el sudor brotando por todos los poros de su piel.

  Julia aquel día, se quedó sin su orgasmo, se había hecho tarde y aún se tenían que arreglar para salir con las amigas. Dijimos que cuando hubiera otra ocasión lo repetiríamos, Carmen nos dijo que quería vernos follar y nosotros accedimos disimulando como si no lo hubiéramos hecho antes; Carmen posiblemente también disimuló. No tuvimos ocasión nunca más, mi prima se fue pocos días después de vacaciones y cuando volvió lo hizo para marchar a una capital lejana a estudiar a su Universidad, cuando volvió lo hizo con novio formal y ella misma formalizada. Se casó con él y siguen viviendo en aquella lejana capital.

  En cuanto a mi hermana y yo, mantuvimos relaciones durante casi año y medio más. Nunca nadie sospechó nada, sobre todo por el cuidado extremo que pusimos nosotros. En la Nochevieja del año siguiente, casualmente, tanto ella como yo ligamos, naturalmente por separado, ella con su actual marido y yo con el putón más grande que he conocido, a partir de entonces hemos sido unos hermanos que se han querido con un amor fraternal… pero solo eso, fraternal.

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