...Intenté metérsela en la creencia de que era lo que ella también ansiaba y me cortó tajantemente, era increíble, sin condón no la metería y yo no llevaba, entonces me arrepentí de no haberme corrido un momento antes cuando ella lo hizo. Le dije que no me podía dejar así, que hiciera conmigo lo que quisiera pero que me sacara leche, ella me dedicó una magnífica sonrisa antes de darme un dulce beso y me dijo: -Cuando tengas un condón podrás follar por el coño, ahora, si lo haces con mucho cuidado, te daré mi culo, pero si me haces daño te tendrás que conformar con una paja-. Se dio la vuelta, se apoyó en el murete, abrió las piernas, escupió abundantemente en su mano, se aplicó la saliva con un suave masaje y me ofreció su tesoro.
También yo escupí sobre la mano con la que me cogí el pene, volví a escupir esta vez intentando acertar en el ano y por encima de él para aprovechar que se escurría para abajo, coloqué la punta a la entrada y apreté muy suavemente a la vez que hacía con ella pequeñísimos círculos que conseguían el objetivo de dilatar el ano lo suficiente como para podérsela meter sin causarle daño. Casi sin darnos cuenta, el glande había pasado el esfínter, eso era lo más difícil, ahora entraría sola, le pregunté si le causaba daño y la respuesta fue apretarse a mí ayudando a que entrara casi en su totalidad, la cogí de las caderas con las dos manos y con un suave vaivén, poco a poco logré una penetración al completo, ahora me tocaba a mí emborracharme de placer, ni siquiera tenía que pensar en el suyo, ella ya llevaba una buena ración y lo que estaba haciendo era simplemente facilitarme a mí mi merecido orgasmo.
Decididamente los culos me gustaban, pensé en un momento los que habían pasado este verano por mis manos, más bien por mi polla, empezando por...