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Historia de una conocida política actual (XII)

en Grandes Relatos

  Ramiro y Tati comenzaron a salir con asiduidad, se notaba que entre ellos había algo más que amistad, ya las personas de sus respectivos entornos empezaban a considerarlos novios. Ellos no se consideraban así. Había cosas que les unían sobremanera, una de ellas era la común tendencia política. Ramiro le presentó a varias personas del partido por el que Tati se decantaba abiertamente. Eso la llevó a ser captada como militante coincidiendo en una época previa a las elecciones generales.

  Tras esas elecciones, Tati comenzó a ser conocida dentro del partido, además de por sus intervenciones dentro del órgano juvenil del partido, por la considerable belleza y el deseo que despertaba entre los militantes masculinos.

  Había pasado un año desde que conociera a Ramiro, ya se les podía considerar novios formales, seguían viviendo separados y visitando muy a menudo el apartamento de Ramiro en el que repetían lo del primer día dando rienda suelta a sus instintos sexuales pero sin abandonar Tati por ello ni la relación que mantenía con Lucía ni la que mantenía con su hermano. Tati era una muchacha feliz, tenía tres amantes: dos de ellos en el más absoluto secreto, y el otro, el oficial, sin hacerlo del todo definitivo pues Ramiro no quería atarse de momento con vínculos formales y tampoco Tati le presionaba lo más mínimo, probablemente porque veía a Ramiro más como un medio para conseguir sus fines en esta vida que como un fin en sí mismo.

  Ya dentro del partido, Tati fue conocida a la vez que conocía a otros militantes. Martín era uno de los miembros del partido con más futuro. Se hablaba de él como uno de los pilares para un posible gobierno autonómico si ahora, al contrario que en las anteriores elecciones, las ganaba el partido. Se rodeaba de gente competente, con futuro y carisma; allí encajaba Tati. Además estaba tan deseable que se decantaba por ella antes que por cualquier otro. Martín era conocido por sus conquistas amorosas, y la verdad es que el físico no le acompañaba: unos 50 años, medía casi 1,90 pero pesaba más de 120 Kg, el pelo largo ensortijado, sus ojos azules de mirada profunda e intensa y su porte siempre elegante, le hacían un personaje de una enorme personalidad que junto a la erótica del poder que ya practicaba, lo convertían en un hombre grande con una gran dosis de morbosidad.

  Tati fue elegida compromisaria para el congreso del partido que se celebraba en la capital en uno de los hoteles más grandes. Martín también tenía acceso por pertenecer a la ejecutiva de la demarcación. Al llegar al hotel, Tati se dio cuenta de que no figuraba su nombre en las reservas de habitación. Como no había ya habitaciones ni posibilidad de compartir una con otra asistente al congreso, habló con Martín para solucionarlo. Podía ir a dormir a otro hotel donde el partido había alquilado las habitaciones necesarias o bien podía pasar las dos noches del congreso en la habitación de Martín ya que el compañero destinado a aquella habitación no asistía al congreso por una razón familiar.

  Ante semejante propuesta, y la consiguiente mirada inquisidora que Tati le dirigió, él tuvo que explicarle que había en la habitación dos camas, que se comportaría como el caballero que era y que nadie sabría nunca que compartían habitación. Le recordó que él, al estar casado, no podía permitirse según que deslices y que confiaba en ella porque podía causarle un daño irreversible si ella no era suficientemente discreta, tanto en el plano familiar como en el político. Tati se lo pensó unos segundos y accedió a pasar las dos noches en la misma habitación.

  Martín le aconsejó que acudiera al debate de la ponencia que él presentaba en materia de comercio interior. Tati tuvo alguna acertada intervención y hasta se tuvo en cuenta una de las propuestas que hizo. Martín se dio cuenta aquel día de las posibilidades de aquella jovencita que además de físico poseía una cabeza bastante bien amueblada.

  Aquella noche, después de la cena multitudinaria, la mayor parte de los asistentes se repartían en grupos, algunos -los menos- para trabajar, otros para el ocio. Martín invitó a Tati a tomar una copa por las cercanías del hotel y a una hora decente volvieron al hotel. Mientras esperaban para recoger las llaves y utilizar un teléfono, por el hall del hotel  vieron pasar varias mujeres todas ellas cortadas por el mismo patrón: llamativas, excesivamente maquilladas, faldas mínimas, entraban solas y se dirigían directamente a los ascensores.

  Cuando Martín y Tati se dispusieron a subir a la habitación, ella, mirando a una de las más que posibles prostitutas que caminaba delante, se acercó al oído de Martín y le dijo en voz baja:

  -Esta noche veo que hay alguno que se resiste a dormir solo.-

  -Seguramente irá a alguna habitación en la que habrá dos compañeros. Se sacará un buen sueldo.-

  -Y seguro que están casados.-

  -Eso no lo dudes, los solteros no las utilizan, en cambio para los casados, esta resulta una ocasión de oro que no la tienen siempre.-

  -Pienso en sus mujeres, las pobres, pensando que sus maridos están trabajando con el partido y en cambio… ya lo ves.-

  -No creas, algunas lo saben y no quieren demostrarlo que saben perfectamente lo que ellos están haciendo.-

  -Pues yo no lo consentiría.-

  -Tú eres muy joven todavía, cuando tengas mi edad verás las cosas de otro modo.-

  -¿Eso quiere decir que tú y tu mujer ya lo veis diferente que yo?-

  -Mira Tati, tú no te acostarías con nadie más que por amor. En cambio yo podría hacerlo por placer… y creo que mi mujer también podría hacerlo con otro por puro placer.-

  -Entonces… según tú, yo no podría acostarme con nadie por puro placer.-

  -No te conozco lo suficiente, pero si quieres hacerlo supongo que estás en tu perfecto derecho y lo harás. Me parece muy bien, solo me queda desearte que disfrutes mucho.-

  -Gracias. Y encontrar la persona idónea ¿no?-

  -Para hacer disfrutar, lo mejor es un hombre experimentado y casado, a poder ser, para asegurar la discreción.-

  -¿Me estás haciendo una propuesta?-

  Al hacerle la pregunta ésta, Tati le dirigió una sonrisa cautivadora llena de ocultas sensaciones que él percibió mientras abría la puerta de la habitación en la que los dos penetraron de inmediato. La contestación a la pregunta también fue instantánea.

  -No sé lo que estoy haciendo, lo que sí que sé es que ya se me está poniendo dura.-

  -Y claro… ¿te gustaría bajarla conmigo?-

  -Solo si tú también lo deseas.-

  -Espero que no me defraudes.-

  Martín no esperaba que aquello se desarrollara tan rápido como lo estaba haciendo y que llevara tan buen camino. Él había preparado todo para que ella pasara las noches en su habitación. El compañero que tenía que estar con él en aquella habitación ni siquiera se había enterado de que asistía al congreso y por supuesto, el nombre de Tati figuraba como suplente; era la ventaja de ser Martín la persona encargada de contactar con la organización del congreso.

  Mientras Tati comprobaba con su propia mano la dureza del miembro que Martín había mencionado, pensaba en que si se encontraban allí, en ese momento y de aquella manera, no era por lo que a Martín pudiera parecerle, esto es, por lo que él hubiera preparado, sino por lo que ella quería que pasara. Se lo había propuesto ya hacía días y lo había conseguido, no de la manera que calculaba pero sí mucho más rápido de lo que nunca hubiera podido imaginar. Martín no lo sabía, pero ella iba un paso por delante para lograr sus objetivos. Estos no eran otros más que conseguir el apoyo total y el espaldarazo definitivo de un hombre con tanta proyección como Martín. Definitivamente, pensó que los hombres son algo tontos y se dejan llevar por sus instintos sexuales; ahora solo restaba sacarle un derroche de implicación y lujuria para obtener el placer que ella deseaba y tanto le gustaba cuando estaba con un hombre.

  Martín al notarse una mano sobre el pantalón palpando el bulto que comenzaba a crecer por momentos, reaccionó abrazando a la preciosidad que tenía a su lado y buscando con sus labios los de ella que acogedores, recibieron el beso provocando el enredo de sus lenguas en una lucha sin cuartel. Al terminar ese prolongado beso, el duro bulto que Tati notaba tan enorme contra su vientre ya había crecido al máximo y sintió unas irrefrenables ganas de sacarlo de su escondite para poder saborearlo y comprobar el tamaño que sospechaba descomunal.

  Desabrochó lentamente la bragueta y coló su mano hasta agarrar aquel trozo de carne que tal y como ella pensaba, era enorme. Martín era un hombre de grandes proporciones físicas y su pene era proporcionado de forma que Tati se encontró con el pene más grande que se pudiera imaginar. Era más grande incluso, que el juguete que probaban, hacía años ya, con su inolvidable amiga Sara. Cuando acercó la cabeza con los labios entreabiertos dispuesta a tragarse aquello hasta donde pudiera, Martín la frenó delicada pero firmemente a la vez que le explicaba:

  -Tengo que lavarme bien antes, perdona Tati, pero no quiero que pienses que soy un guarro. A medida que cumplimos años, estas partes nos huelen peor, por eso tenemos que intensificar la higiene. Voy al baño y vuelvo enseguida.-

  Cuando volvió, totalmente desnudo, se encontró a Tati vestida tan solo con un salto de cama casi transparente. Antes de tocarla, ella se metió al baño a hacer pis y mientras estaba sentada en el inodoro, entró él para quedársela mirando:

  -Resulta muy excitante verte mear.-

  -Ven, acércate aquí, quiero chupártela.-

  -Si me huele, dímelo.-

  -Huele muy bien… y es enorme…-

  -¿Tan grande te parece?-

  -Pienso que esto que tengo ahora en la mano es imposible que me entre.-

  -Nunca digas Tati: Este cura no es mi padre ni esta picha no me cabe.-

  Ya había oído eso en alguna ocasión y Tati se metió aquella picha en la boca llenándosela por completo, pensó que se iba a ahogar cuando Martín empujaba hasta llegar con la punta a las amígdalas. Un momento después, se levantó del inodoro para sentarse en el bidet; allí, con el agua templada se comenzó a lavar las gotas de pis que habían quedado adheridas a sus labios vaginales y al momento, Martín estaba ayudando al lavatorio con su mano enjabonada.

  Esto le producía un placer extraordinario a Tati. Por eso se quedó quieta con los ojos entornados y disfrutando del suave masaje que sentía en su sexo. Aquella agua templada, la mano de Martín acertando en lo más íntimo de la causa de su placer… y aquella pija que alcanzó a agarrar y que a pesar del sincero pavor que sentía a metérsela, tanto estaba deseando introducirla por ese agujero que Martín insistía en su fregoteo.

  Cuando quisieron darse cuenta, Tati tuvo su primer orgasmo. Martín se enteró, además de por los evidentes espasmos de Tati, porque sintió como le apretaba el pene de forma brutal; era como si quisiera estrujarlo. Fue un momento pero llegó a sentir dolor, aunque se compensaba con la ilusión que sentía de estar con una joven belleza como era Tati, tan caliente y tan sensual. Estaba excitadísimo.

  Martín empezó a pensar que además de disfrutar de lo lindo, tendría que esforzarse por hacerlo perfecto. Sabía que su físico no era nada del otro mundo y que al menos, Tati se llevara un buen recuerdo de aquella noche; le embargaba una gran empatía por aquella jovencita sin sospechar que estaba cayendo en la red que la muy ladina le había tendido. Así que se dispuso a hacer gozar a la muchacha; con toda delicadeza aclaró con el agua templada el abierto sexo de Tati, que se dejaba hacer y le acercó una toalla para secarse. Después le ayudó a levantarse del bidet y la cogió en brazos sin inmutarse utilizando la fuerza que tamaña humanidad gastaba, la llevó a la cama y la depositó con dulzura boca arriba. Sin apartar las manos de ella, comenzó a acariciarla por los brazos y por los hombros para llegar a su rostro pasando por su fino cuello, entonces ella torció levemente la cabeza para besar una de aquellas enormes manos. Él siguió acariciando la piel cálida y suave de Tati bajo su barbilla y llegó a los pechos que se adivinaban suaves y firmes bajo aquella fina tela que Martín se aprestó a apartar para poder acceder directamente a unos pezones preciosos y tiesos que cuando los vio no pudo aguantar sin acercarse a besarlos. Tati, con los ojos cerrados, se disponía a disfrutar; no quería abrirlos para concentrarse al máximo en el placer y también para no ver a Martín de quien todavía, ni estaba enamorada ni quería estarlo, solo quería utilizarlo, pero ya que lo estaba haciendo, no quería perder la oportunidad de pasar un buen rato y ella intuía que así iba a ser porque las buenas maneras del comienzo se lo demostraban.

  Al momento, estaba Martín con la cabeza entre las piernas de Tati sorbiendo las delicias de aquel sexo tan joven y tan dispuesto; para poder ver la expresión de su cara y sus ojos permanentemente cerrados, le levantó la falda por encima de la cintura y mientras pasaba lentamente su lengua desde la comisura del ano hasta el monte de Venus, la miraba incrédulo de tener semejante belleza a su disposición. Sabía manejar la lengua a la perfección, con su mujer era como mejor les salía y por eso insistía, a sabiendas de que a Tati le gustaría aquello. Con sus manos atrapaba las caderas de Tati o los pechos por encima de la fina tela, pero también se agarraba con una mano su enorme falo para masturbarse lentamente.

  El coño de Tati era una fuente termal, la mezcla de saliva y fluidos propios se resbalaba hasta la cama dejando en ella una húmeda y cálida huella. Martín aprovechó aquella abundante lubricación para meterle un dedo y al momento dos, buscando el punto que con su mujer tan bien le funcionaba. Los metía y sacaba lentamente a la vez que con la lengua y los labios jugaba con el clítoris, y cuando los tenía adentro del todo, les imprimía un sentido de rotación que a Tati le producía un placer solo comparable al que sentía cuando le hacía lo mismo su amiga Lucía. Cuando Tati se corrió por segunda vez aquella noche, Martín pensó que ahora le tocaba a él y por eso se colocó sobre ella y hundió su enorme falo en la cueva húmeda y tórrida que receptiva, le ofrecía la ya, al parecer, satisfecha Tati.

  Era un pene espectacular el que Tati sentía en sus entrañas, le producía una sensación nueva por el tamaño de aquel trozo de carne, el consolador que se metían en tiempos con su amiga Sara era casi de ese tamaño pero no se podía comparar con esto. Martín se percató de lo que estaba gozando la mujer que tenía bajo su humanidad y quiso retenerse en lugar de vaciarse de inmediato como era su primera intención; le gustaba ver a Tati disfrutar con las embestidas que él, con sus atributos, le estaba dando.

  -Ya veo que te está gustando esta polla mía ¿eh?-

  -Sí, y aunque me corra otra vez, no se te ocurra sacármela que quiero estar así toda la noche.-

  -Es que estoy a punto de correrme, ya no puedo aguantarme más.-

  -Si te corres tú, te mato. Aguanta un poco, solo un poco más.-

  Y diciendo esto Tati, se corrió por tercera vez aquella noche.

  Martín, tras oír la amenaza de Tati, estaba encantado de ser el objeto del desmedido placer de la muchacha y a duras penas pudo aguantar pero lo hizo. Siguió con el metódico mete saca que tanto les gustaba durante un buen rato hasta que a Tati le llegó otra subida de extremo placer que desembocó en el esperado cuarto orgasmo de la noche, esta vez juntamente con la explosión de sensaciones que recorrieron la humanidad de Martín rompiendo en espasmos eyaculadores de un abundante chorro de esperma contenido, en las entrañas de la mujer.

  Después de esto, desparramados sus cuerpos rendidos sobre la cama, se dejaron arrastrar por la somnolencia hasta que Tati, sintiendo el frío en su cuerpo, necesitó taparse. Tuvo que pedirle a Martín que se moviera y éste, todavía excitado por la experiencia recién pasada, se notó con fuerzas y deseos de más. El verdadero placer es aquel que te deja insatisfecho, por eso estaba eufórico y mientras se levantaba para ir al baño, ya se empezó a tocar los genitales. Después de miccionar y mientras se la sacudía para liberar las últimas gotas, aquel pene empezó a crecer en su mano lo que le favoreció  para podérsela lavar bien sentado en el bidet con jabón y agua templada. Aquella sensación tan placentera del agua caliente y la suavidad de sus manos enjabonadas recorriendo su enhiesto pene y su ano en el que introdujo un dedo en una acción que hacía a menudo cuando se masturbaba, y el recuerdo vivo de la tan reciente experiencia hizo creciente su deseo de hacerlo una vez más. Esta vez lo haría allí mismo, se correría en su mano siguiendo el instinto que le pedía culminar lo que tan tontamente había iniciado. Cuando estaba a punto, en esos momentos de éxtasis previos a la cumbre del placer, pensó que Tati, la joven Tati, debía enterarse de qué clase de hombre y amante era él; se levantó y después de secarse se acercó a donde descansaba Tati con los ojos cerrados y se colocó detrás de ella bajo las sábanas con su duro miembro apoyado en las nalgas de la otra.

  Cuando Tati sintió aquel bulto pegado a su trasero lo agarró con la mano y se lo acercó ella misma a la entrada de su vagina que aún permanecía mojada de los flujos de ambos de unos momentos antes y echando levemente el culo hacia atrás, dejó vía libre a Martín para que éste no tuviera que hacer otra cosa más que empujar decididamente hasta ensartar su enorme falo dentro de la receptiva vagina de la sorprendida jovencita. Así comenzaron otra nueva cabalgada que a Tati le costó otros dos orgasmos en un espacio de diez minutos. Martín hubiera querido correrse cuando por segunda vez lo hizo Tati pero la edad no perdona y en esa ocasión no alcanzó la cima del placer. Decidido a acabar, pidió a su pareja que levantara el culo en pompa y él, de rodillas tras ella le propinó un salvaje meneo ayudado por sus manos y por la misma Tati que estaba en la gloria con semejante trozo de carne en su interior. Las carnes de Martín se movían al ritmo de los glúteos de Tati en una loca movida de lujuria que por fin fue suficiente para alcanzar el estado placentero que buscaba Martín y con un gran estruendo de espasmos y jadeos se quedó repentinamente quieto apretado al culo de Tati que sostenía con fuerza hacia él y se volvió a correr dentro de la jovencita. Al sentir los chorros de esperma dentro de su vagina, Tati se encontró con una sensación que le provocó el orgasmo, uno más, el último de la noche… ¿o aún le quedarían ganas al hombretón aquel que se resistía a sacarle de su interior aquello tan enorme que ella sentía en su interior perder  dureza y tamaño pero que aún así notaba enorme? Con esa duda, se quedaron dormidos de pura extenuación.

  A la mañana siguiente, Tati conoció a multitud de afiliados, unos públicamente conocidos y otros que como ella, solo eran conocidos en ámbitos reducidos. Su instinto y su firmeza por alcanzar el fin propuesto le llevó a interesarse por un joven locuaz y con un desparpajo inusitado, era desconocido excepto en la Universidad en la que trabajaba de profesor desde que terminó sus estudios pocos años antes. Estaba bien físicamente y era algo engreído, más bien pedante, sabedor de que sus intervenciones en los debates y sus ideas, tenían una muy buena acogida entre sus acólitos; vamos, que tenía madera de líder. Tati no dudó en lucir sus encantos ante él, tanto los intelectuales como los físicos, y como ella buscaba, el profesor sucumbió a la atracción que sintió por ella.

  No habían pasado ni dos meses desde aquel día y el profesor estaba atrapado en la tela de araña que Tati había tejido en torno a él. Con la ayuda de Martín y el beneplácito de su nuevo amigo, Tati se hizo un sitio en el difícil mundo de la política. Cuando un año más tarde se le ofreció un empleo público muy bien pagado como asesora, Tati lo rechazó consciente de que perdía una gran oportunidad pero consiguió, junto a su nuevo compañero el profesor, con quien habían formado un tándem con multitud de seguidores dentro y fuera del partido, ser una seria alternativa a la oficialidad del partido.

  Con Ramiro fueron dejándolo poco a poco, pues él tampoco quiso comprometerse nunca, pero de vez en cuando Tati lo visitaba a su apartamento aunque cuando tenía ganas de una buena polla, cedía a las llamadas de su amigo Martín y acudía al principio al imponente despacho que regentaba en lo más céntrico de su ciudad y después al suntuoso despacho de alcaldía cuando Martín en las siguientes elecciones locales salió elegido alcalde de aquella gran ciudad. A Lucía seguiría visitándola asiduamente incluso cuando volvió a la tienda central de la capital en la que aún trabajaba su ex marido, para entonces Tati avalada por el profesor, con quien ya era oficialmente su novia, había conseguido también un puesto en la capital desde el que  podía proyectar su influencia política además de darle la oportunidad de estar cerca de Lucía.

  El momento cumbre le llegaría cuando su enamorado novio dispuesto a darlo todo por ella, y ya destacado miembro del partido llegó a cotas de poder suficientes como para que a la boda que se anunciaba próxima, ya hubieran solicitado acreditación varios medios de comunicación de la prensa rosa y hasta de la oficialmente “seria”. Por fin Tati había conseguido llegar a la meta propuesta mucho antes, se había valido de sus amigos pero también les había dado mucho, alguno le había hecho sufrir y siempre, siempre, había dejado buenos recuerdos.

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