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VERANO EN CAMPO, PLAYA Y MONTAÑA 6 (Rosi)

en Grandes Series

  Antes de irnos a cenar, Lola descolgó el teléfono y pidió a recepción que le comunicaran con un teléfono local, esperó un poco y preguntó por la Beba, poco después le estaba explicando, supongo que a la tal Beba, que estaba en la habitación 214 de aquel hotel, quienes eran sus acompañantes y el programa para aquella noche; quedaron para encontrarse a las dos en un punto de la famosa discoteca. Acto seguido nos explicó, ante nuestras miradas interrogantes, que la Beba era una amiga y colega que trabajaba en verano en un establecimiento local en el que hacía la vida, incluso dormir,  que libraba los lunes y que ella la venía a ver casi todas las semanas, por eso estaba tan morena, y si no venía, la Beba iba a pasar el lunes, incluso la noche, a casa de Lola. Todo esto lo contaba con la cara radiante, prueba de lo que representaba la Beba en la vida amorosa de Lola.

  Con la ropa que habíamos traído apropiada para la ocasión, Elisa estaba impresionante y Lola no le andaba a la zaga, fuimos a cenar a un sitio barato y pagamos a escote tras una pequeña discusión, después dimos una vuelta y Lola nos llevó a un lujoso pub de precios prohibitivos, nos pedimos unas copas de esas sofisticadas a las que Lola nos invitó diciéndonos que así se gastaba parte del dinero que había conseguido aquella tarde del que ahora estaba sentado casualmente en una de las mesas acompañado por una señora de su edad, tan elegante y de tanta clase como las otras que acompañaban en la misma mesa a otros tantos señores de parecido status. Nos explicó Lola que era ese el mejor sitio para ligar, pero que hoy no iba a dejarnos ni un minuto, así que nadie se le acercara. Advirtió a Elisa que si se quería sacar un dinero extra ahora tenía la ocasión, eso sí, tenía que ser muy discreta, actuar siempre con la misma clase de la clientela habitual y dejar una propina descomunal, así la dejarían estar la próxima vez. Elisa miró a su marido y éste se acercó a ella a besarle los labios en una prueba inequívoca de amor supremo, entendimos que Julio solo quería lo que Elisa quería, ya sabíamos que Elisa solo quería lo que Julio quería.

  Eran ya más de la una cuando nos encaminamos al coche para ir a la discoteca, allí dejamos que Lola actuara con su experiencia para evitar algún posible problema con mi edad, pero no lo hubo. Era enorme y el gentío espectacular, buscamos un sitio y al final terminamos sentados en unas escaleras, allí las copas eran más asequibles y en poco rato ya íbamos por la tercera, bailábamos todo lo que podíamos y sobre todo, sudábamos. Fuimos con Lola a dar una vuelta por la discoteca mientras la pareja feliz las daban en la pista abrazados bailando las lentas y entonces ocurrió, en un grupo de tres chicas distinguí a la belleza que me había subyugado por la mañana en la tienda, se lo hice saber a Lola quien al observarla me dijo que tenía un gusto exquisito, que también a ella le gustaría ligar con ella y llevársela a la cama a enseñarle montones de cosas que con seguridad esa chica no sabía por su cara angelical; me hizo quedarme a una distancia prudencial y quedamos que en diez o quince minutos, si seguía Lola en aquel grupo me acercara a “mi madre”. Yo no sé como lo hizo para entablar conversación con el grupo pero a los cinco minutos era el centro de atención de todas ellas, cuando me acerqué, al verme me presentó como Tati, el hijo del que les había hablado, de mi atrevimiento, de mi gran experiencia con chicas a pesar de ser tan joven, de mi caradura y de mi poca vergüenza, casi me da algo al oírla, yo era todo lo contrario pero parece ser que eso les encandilaba más que si hubiera dicho la verdad, caí muy bien en el grupo y estuvimos en animada conversación hasta las dos cuando Lola dijo:

  -A esta hora he quedado con una amiga en el extremo de aquella barra, así que voy a su encuentro, tu Tati pórtate bien con estas maravillosas chicas por una vez en tu vida e invítalas para que tengan una buena impresión de ti, ¿tienes dinero? … toma esto.-

Sonriendo me despedí de ella con un “hasta luego mamá” tan falso como todo lo que flotaba en el ambiente del grupo al que me había unido “mi madre”. Lo que estaba claro es que me consideraban un jeta y como tal tenía que actuar, eso esperaban de mí, las invité a bailar suelto porque con todas a la vez no podía hacerlo agarrado y les dije:

  -Además si se me pone tiesa todas querríais notarla en la tripa.-

  Reían y se divertían como no sé si lo habían hecho alguna vez. Abiertamente les pregunté:

  -¿Habéis tenido alguna vez entre vosotras relaciones lésbicas? ¿Estaríais dispuestas a tenerlas?-

  Y sorprendentemente se echaron a reír con lo que entendí que había acertado, pero enseguida protestó la belleza:

-Eh, que todas no somos iguales…-

  Para dejar claro que ella no era más que amiga de aquella pareja que se lo montaban sin su participación. Fuimos a pedir más bebida y como yo pagaba (con el dinero del jefe de la belleza) se pidieron copas de las caras; cuando pusieron lentas les dije:

  -Supongo que vosotras dos bailáis juntas pero tú querrás hacerlo conmigo, ¿verdad?-

  Las otras nos empujaron a la pista y se quedaron donde estábamos.

  -Me llamo Rosi y tú dime ¿de dónde viene Tati?-

  Comenzó, para darme pie a entablar conversaciones que yo no era precisamente lo que andaba buscando, así que derivé mis palabras a decirle cómo me encandilaba ella, lo contento que me puse al ver que sus amigas la iban a dejar estar conmigo y lo feliz que era de tenerla en mis brazos, que era evidente por cómo me había puesto mi miembro, que si lo notaba y que si le gustaba. Por toda respuesta me dio un beso con unos labios sensuales y voraces que al juntarse con los míos me hicieron conocer otra gloria, bajé mis manos a sus nalgas y la apreté hacia mí, ella se me colgaba del cuello en un afán de estar más juntos si cabe y allí entre otras parejas en parecidas circunstancias, le expresé mi amor y el deseo de hacerla mía cuanto antes al tiempo que disimuladamente le tocaba un seno por encima de la ropa.

  Le pregunté si sabía a dónde podíamos ir pero no tenía idea.

  -Y tus amigas… ¿Dónde se lo montan?-

  -No lo sé, de verdad, pero supongo que como bien puedan; podemos preguntarles-

  Estaban por ayudar y cruzaron una mirada y una dijo que ahora podíamos estar tranquilos en una casa que tenían sus padres por el monte, pero había desde allí más de 4 Km; para ir podíamos coger un taxi en la puerta de la discoteca pero para volver, como no había teléfono en la casa, lo único era volver andando. Les pedí 5 minutos y dejé a Rosi con ellas, fui en busca de los demás y me los encontré en grupo entre risas y bailes, también estaba la amiga de Lola a la que saludé con dos besos:

  -Beba supongo, ¿verdad?, yo soy Tati.-

  Era una mujer de unos 40 ó 45 años de tipo espectacular, muy fina, pequeña, parecida a Elisa, tetas firmes bajo el tremendo escote que apenas dejaba algo por enseñar, cara maquillada en exceso para mi gusto, culo respingón que parecía quererse salir de la estrecha falda que lo cubría, tacones enormes en unos zapatos forrados con la misma tela del vestido verde que vestía, el pelo rubio de bote y la sonrisa abierta y absolutamente sincera, se notaba que acababa de salir del trabajo y no de la cena de una boda como se podría pensar a la vista de aquellos trapos.

  -Lola: Ya tienes a tu amiga… ¿eh?, estarás contenta, ¿A dónde te la llevarás ahora?-

  -Pues la verdad es que no lo sé, porque he llamado desde aquí al hotel y no hay habitaciones, igual nos vamos ya y cuando vosotros vengáis ya nos apretaremos, pero no os deis prisa en venir-

  Esto lo dijo con una pícara sonrisa que contagió a todos y nos pusimos a reír. Les expliqué mi situación y pensamos que Julio podía hacer de taxista, primero llevar a Rosi y sus amigas conmigo a la casita, después a las mujeres al hotel y por último, venir a buscarnos a una hora acordada. El pobre Julio se iba a tirar toda la noche sin descansar. Julio, que ya estaba cansado y llevaba aquel día sus dosis de sexo me acompañó a ver a las amigas de Rosi y preguntó si en aquella casa había un sofá o un jergón o un rincón tranquilo, incluso una hamaca al raso, cualquier cosa le valdría para no tener que hacer viajes y podernos esperar sin prisas durmiendo; la que nos invitaba le dijo que podría elegir el sitio, la única condición era que no se tenía que notar nuestro paso por allí y eso, dijo, vale para todos. Entonces él se despidió de nosotros emplazándonos a estar en 20 minutos en la puerta de la discoteca; llevó a las tres mujeres, Elisa, Lola y la Beba, al hotel, y sin parar el motor, vino a por nosotros que ya esperábamos impacientes.

  Rosi estaba abrazada a mí cuando Julio llegó, delante se sentó la guía y detrás, nosotros, en todo el viaje no paramos de besarnos y manosearnos descaradamente con Rosi ante la mirada algo aburrida, de su amiga. Al llegar, la que hacía de guía buscó bajo una piedra la llave y pudimos pasar por la puerta de una verja a un recinto ajardinado y de huerto que rodeaba al edificio, a éste se accedía por un porche con hamacas y sillones de jardín (uno sería para Julio) y la puerta de entrada a la casa; al franquearla se accedía a una estancia que hacía de cocina, comedor y estar, con hogar, sofá y sillones y al fondo, tres puertas, una para el baño y dos para sendas habitaciones.

  La que hacía de anfitriona nos invitó a tomar una última copa sentados alrededor de una mesita baja, Julio la rechazó y se excusó para irse a dormir, nos dijo que cuando saliéramos lo despertásemos y si no, lo haría al salir el sol. Nosotros cuatro, sentados en el mismo sofá, nos tomamos las copas pero estábamos más interesados cada cual con su pareja. Por vez primera en toda la noche ante alguien como testigos, con pasión desenfrenada, las amigas se besaron. Rosi sabía de su rollo pero no las había visto nunca en acción, y no se andaban con remilgos, sin discreción alguna, se metían la mano por todos los rincones posibles, Rosi, espoleada por lo que veía de sus amigas no se cortó ni un pelo para meter su mano sobre mi paquete, desabrocharse con prestancia el sujetador o abrir sus piernas haciendo que su corta falda se remangara hasta el culo. Yo le correspondía a todo, levantaba la ingle para ofrecerle el bulto de mi pantalón, metí mis manos por el escote para alcanzar unos senos más grandes de lo que había pensado, suaves y firmes, blancos en su cuerpo tostado en la playa, acaricié sus largas, delicadas y deliciosas piernas, de piel suave y bronceada que conducían al final de ellas donde se encontraba su tesoro bajo la fina tela de su braguita que permanecía en su sitio, mojada y débil como el defensor de una fortaleza que sabe tiene la batalla perdida.

  Se levantaron las amigas, calientes como perras en celo, tan calientes como nosotros, calientes por ellas mismas y calientes por vernos a nosotros; nos hicieron levantar, la anfitriona extendió unas toallas de baño en el sofá y desaparecieron tras una de las puertas. Sin mediar palabra, me saqué la camisa, ella sacó su camiseta arrastrando el sujetador, aparecieron unos perfectos senos con unos tiesos pezones rodeados de unas pequeñas aureolas casi más claras que el color de su abdomen pero que se resaltaban en el blanco de los senos. Dejé caer mi pantalón y para conseguir desprenderme totalmente de él me descalcé sin agacharme siquiera con unos hábiles movimientos de los pies; ella dejó caer su falda. Era poca la ropa que nos tapaba, un breve slip y una delicada braguita; como un imán nuestros cuerpos casi desnudos se abrazaron para poder sentir una nueva sensación, la de su piel con la mía a todo lo largo de nuestros cuerpos, solo quedaba una pequeña porción de ella para hacer el contacto completo.

  Algo torpemente me bajó el slip, con la goma enganchó la polla y tuve que sacar el culo hacia atrás hasta que se liberó dándome un pequeño golpe en la tripa, yo le bajé la braga solo para dejar sus glúteos al aire y otra vez quedamos abrazados sin separar nuestros labios pero ahora con mi pene apoyado directamente en la piel de su abdomen, nadie hacía nada por avanzar hacia nada, permanecíamos inmóviles, estábamos llenos de pasión, de sentimientos nunca antes experimentados por mí, ni siquiera con Elisa, y es que estábamos enamorados, en aquel momento hubiera dado mi vida por ella y sé que ella sentía lo mismo que yo.

  Inevitablemente, nos separamos lo justo para empujarla suavemente al sofá y poder sacarle totalmente las bragas, mi slip quedó en el suelo allí donde antes tuve los pies; me llenó de emoción la vista de su cuerpo desnudo al completo, un triángulo de piel blanca enmarcando un triángulo de pelo oscuro y rizado que cual flecha indicadora marcaba el inicio de una raja que dividía sus largas y maravillosas piernas. La atracción que sentí por aquel coño que se me ofrecía por su dueña con todo el amor del mundo, fue tal que tuve que probarlo con todos mis sentidos, no se oía pero lo veía, ahora me faltaba el tacto, el olfato y el gusto y todo eso lo conseguiría con la mamada que le iba a propinar.

 Me gustó que le gustara, sus piernas en mis hombros, de rodillas ante ella, mis manos recorriendo su cuerpo, pasando por sus tetas, por su vientre, sus caderas, mis labios al compás de mi lengua buscando dar el máximo placer, aquello era amor verdadero, mi placer estaba en su placer y en verdad que era grande. Sus movimientos incontrolados y sus gritos ahogados me indicaban que su orgasmo estaba ahí, ahí mismo, ahí ya, solo tuve que mover un poco más aprisa la punta de mi lengua en su clítoris y llegaría, seguro que venía, ya está aquí… y una explosión de placer contenido da rienda suelta a una emoción eléctrica que recorre  todo su ser, yo aguanto mi boca en su lugar hasta que la calma se adueña de su cuerpo, entonces con mi boca busco la suya y nos unimos en un beso de amor inmenso. Ella coge mi polla y con su mano la dirige a la entrada de su cueva, por fin el deseo va a cumplirse.

  Por un instante pasa por mi cabeza la visión de un embarazo, tonto de mí que hubiera podido pedirles un condón a Lola o a la Beba que casi seguro que los llevan siempre encima, y se lo digo a Rosi:

  -No quisiera dejarte embarazada y sé que en cuanto te la meta voy a correrme, estoy que no me aguanto-

  Me miró con su cara angelical y su tierna mirada y me dijo:

  -Anteayer se me acabó la regla, es casi imposible un embarazo, yo estoy tranquila, hazlo sin preocupaciones, pero hazlo suave por favor.-

  La miré un poco preocupado por esa última petición, lo que me hizo recordar la violación sufrida por la pobre Elisa y le dije:

  -¿Cómo puedes pensar que haga algo que te produzca ni el más mínimo daño? Sería lo último que haría cariño, no te preocupes mi amor que con lo mojado que lo tienes entrará de golpe.-

Entonces, esbozando una sonrisa me informó:

  -A que la metas de golpe tengo miedo, me han dicho que la primera vez siempre duele-, ¿?... –

  Pero… ¿es que eres virgen vida mía?-

  Al no recibir respuesta di por hecho que su respuesta era afirmativa. Yo me sentí un vil y rastrero adolescente que le falta mucho para llegar a hombre, no le podía hacer eso a Rosi, no se merecía perder la virginidad aquella noche con semejante persona, que esperara a hacerlo con alguien que la merezca mejor que yo, no quiero que tenga para toda la vida el mal recuerdo que le puedo dejar. Tal como lo pensé se lo dije y me negué a penetrarla, me desahogaría con mi mano y hasta si quería, con la suya, pero no haría yo algo que me hiciera sentir más bellaco.

  Entonces llegó lo más hermoso, grandioso y sublime:

  -Si no pierdo la virginidad ahora y contigo, me harás la mujer más infeliz del mundo, no me importa quién seas, lo que hayas hecho antes, que no te pueda volver a ver por lejanía de nuestras vidas o porque no quieras saber de mí, no quiero sentirme rechazada. Quiero que me la metas, que disfrutes como yo lo he hecho, que me hagas disfrutar todo lo que podamos y que te corras adentro en lo más hondo y que te lleves este recuerdo para el resto de tu vida como yo lo llevaré para el resto de la mía.-

  Me hizo tan feliz oírla que mi amor por ella creció hasta el infinito y decididamente, comencé a meterla.

  Tenía serio miedo de hacerle daño, me la cogí con la mano para controlar mejor, fui imprimiéndole un movimiento rotativo como cuando con Julio queremos preparar los anos para recibir una polla, no había metido ni la punta y Rosi ya vibraba de gusto, seguramente por el roce de la punta del pene en su clítoris y en sus labios vaginales, al mismo tiempo que la hacía rodar, la iba metiendo; nuestras bocas estaban unidas en un beso eterno que no cesaría hasta terminar aquello que habíamos empezado, solo separábamos un momento nuestros labios cuando le preguntaba, casi constantemente, si le hacía daño pero la respuesta era cada vez más clara, suspiros de placer y gemidos que para nada recordaban el dolor, solo placer. Poco a poco iba entrando dirigida por mi mano, pero llegó un momento que ya no cabía entre nuestros cuerpos y la retiré, entonces la fui sacando y metiendo con un suave y lento mete saca que la hacía gozar todavía más. Como su goce era mi goce, yo tenía que hacer verdaderos esfuerzos para no correrme, pero cada vez apretaba más y cada vez la notaba más adentro, comencé a pensar que ya le tenía que haber roto el himen pero solo unas pequeñas muecas de dolor había notado entre tantas señales de gozo y placer.

  Notaba que ya no me quedaba casi nada para meterla toda, si la hubiera tenido como Julio aún me faltarían unos centímetros, pero a mí solo me faltaban dos dedos, empujé hasta el fondo y de su boca salió un grito apagado de placer lujurioso, volví a repetirlo y produjo el mismo resultado, otra vez y lo mismo, pues otra vez y otra y otra… repetía el mete saca cada vez más violento y más rápido pero me aguantaba porque Rosi disfrutaba tanto que no quería dejarla sin terminar, pero yo ya no podía más, iba a cumplir sus deseos, me iba a correr adentro del todo, ella lo notó por la frecuencia y el tono de mis gritos, también aumentaron los de ella y exploté… exploté entre espasmos y gritos reprimidos y le solté un chorro de leche en su interior y otro y otro… que ella notó por primera vez en su vida y que le produjeron tanto placer que al instante de notarlos se corrió otra vez en un orgasmo salvaje.

  No sé cuánto tiempo pasamos así tal como nos quedamos, tendidos en el sofá ella debajo, yo encima, la pija todavía dentro, abrazados, emborrachándonos de besos, en las mejillas, las orejas, los párpados, el cuello, los hombros, los pezones… y así nos hubiéramos dormido de no ser porque se abrió la puerta de la habitación de las chicas que salían al aseo, nos dijeron que se habían esperado a que termináramos ya que nos oían claramente, como imaginaban que estaríamos desnudos, ellas también salieron desnudas para no hacernos sentir mal, nos levantamos y entonces apareció una mancha de sangre y semen en la toalla que la anfitriona exhibió levantándola cuando la recogía. Al verlas desnudas me di cuenta lo buenas que estaban y el nulo deseo que sentía por ellas, me volví a Rosi y la besé en los labios por enésima vez, había conocido el amor, era maravilloso, pero es que además ella también se había enamorado de mí, a pesar de ser más joven que ella, se encandiló de mi persona, pudo influir también además del encanto que vio en mí, la compostura y la madurez con que actué.

  En aquel sofá los dos, teníamos que estar apretados, pero preferimos estar así que estar separados. Nos quedamos dormidos como una hora y en un movimiento de ella, al despertarme yo, volvimos a besarnos con pasión y otra vez comenzamos a tocarnos mutuamente, la erección fue instantánea, cuando la notó, se incorporó y de rodillas encima del sofá buscó la polla con su boca, le pregunté si alguna vez había hecho esto antes, sin soltarla de dentro de su boca vi que negaba con la cabeza. Sus rodillas quedaban a la altura de mi cabeza y solo tuve que hacerle levantar la que tenía más cerca para poder poner mi cabeza entre sus piernas, con mi lengua recorrí toda la longitud de su raja, repetí varias veces, movía su pelvis para frotar su coño en mis labios y su clítoris en mi lengua que yo movía con frenesí. Rosi, cuando ya estaba llegando al clímax, necesitada de sentir mi polla dentro de sí, se incorporó girándose y agarrando el pene con su mano,  se lo introdujo al mismo tiempo que se dejaba caer sentándose sobre mí. Al cabalgarme, sus tetas se movían en un balanceo adorable que detuve cogiéndolas con mis manos, eso y el placer inmenso que sentía a todo lo ancho y largo de mi polla, fue suficiente para, sin querer esperar más, explotar en lo más hondo de sus entrañas, ella, a su vez, al notar los chorros de esperma llenando su interior experimentó otro orgasmo de los que aquella noche le había deparado. Satisfechos, dejamos nuestros cuerpos abatidos, reposar en la posición que por la simple gravedad tomaron; por la ventana se colaba la luz de la luna.

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