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VERANO EN CAMPO, PLAYA Y MONTAÑA 7 (La Beba)

en Grandes Series

  Se había hecho muy tarde, oíamos hablar a la pareja de amigas que, por prudencia, permanecían dentro de la habitación y decidimos vestirnos y marchar. Nunca, me dijo Rosi, había vuelto tan tarde a casa, al oírnos, también salieron sus amigas, ésta vez vestidas, para marchar a toda prisa. En el coche, quedamos en que pasara por la tienda al día siguiente sobre las 11 cuando tenía Rosi 20 minutos para tomar algo en un bar, tuve que encargarle a Julio de que me despertara a tiempo de acudir a la cita, se comprometió a hacerlo.

  Cuando llegamos al hotel, un poco recelosos por si alguien nos paraba para comprobar si realmente éramos clientes del establecimiento, subimos rápidamente y llamamos a la puerta suavemente, al fin salieron a abrirnos Elisa y Lola, iban totalmente desnudas a pesar de que a esas horas había bajado bastante la temperatura. Cuando pasamos vimos a la Beba dormir completamente despatarrada en una de las camas, en la otra parece ser que estaban las otras, al mirarnos entre todos preguntándonos como nos echaríamos, Lola manifestó su deseo de dormir con Julio, miró a Elisa diciéndole que ella lo tenía todas las noches y esa, que iba a ser tan corta, se lo dejara para ella. Julio dijo que estaba cansado y que lo que él quería era dormir pero, por la expresión de Lola, dudo que lo hiciera. Elisa dijo que se iba a dormir con una manta a una de las hamacas de la terraza y así los dejaba tranquilos, yo tenía que acostarme en la misma cama que la Beba, rehusé hacerlo para ir a acompañar a Elisa a la terraza y dormir en la otra hamaca.

 Me preguntó Elisa qué tal me había ido y le conté toda la historia completa, sin omitirle nada, incluso y sobre todo, que me había enamorado locamente de Rosi, que era distinto del sentimiento que me unía a Elisa porque ella tenía a Julio del que estaba enamorada y del sentimiento que me unía a Julio, o del placer que había sentido con Lola. Elisa me comprendía y me apoyaba, me prometió ayudarme en lo que pudiera, pero me advirtió que era ese un amor muy difícil de tener continuidad teniendo en cuenta todas las circunstancias.

  Yo le pregunté qué había pasado con la Beba, si se lo habían montado las otras y a Elisa la habían dejado a un lado o le habían hecho participar también. Entonces ella me dijo que me lo iba a contar con detalle corriendo el riesgo de excitarme tanto que después yo quisiera desfogarme de alguna manera, ahí me indicó, estaba la Beba despatarrada…

  Cuando entraron a la habitación iban las tres juntas, sólo entrar, la Beba se echó al cuello de Lola y comenzó a besarla, Elisa se fue a la taza y se puso a mear pensando que aquella noche Lola estaría por la Beba por la forma de abalanzarse que tuvo ésta sobre su novia, era natural que si mantenían una relación sentimental, ahora, después de unos días sin verse, quisieran estar en la intimidad. Cuando terminó de mear se aseó el coño (sudado de toda la noche) en el bidet y se dispuso a apartarse de ellas lo máximo posible. Vestida como estaba, solo sin las bragas que las recogió en una bolsa de plástico, salió a la terraza y se quedó viendo el mar y la noche. Había pasado un rato cuando salieron las otras a la terraza y Lola, en nombre de las dos le comunicó a Elisa que tras ella entraron al baño e hicieron lo mismo que había hecho Elisa y que tenían muchas ganas de echar un polvo, pero sabiendo la Beba que a Elisa también le iba ese tema, no se conformaba con Lola. Venían a invitarla, pero no solo a eso, sino que estaban dispuestas las dos a hacerla disfrutar como nunca, se habían conjurado a hacerlo así en detrimento, si era preciso, del propio placer. Naturalmente Elisa aceptó encantada.

  Entraron a la habitación y Lola asaltó a Elisa con sus labios buscando los de ella, y movían sus lenguas enredándose una con otra a la vez que con sus manos acariciaba los senos de Elisa por encima de la ropa, mientras, la Beba abrió el grifo del agua caliente del bidet y cuando salió bien caliente, puso el tapón hasta que se puso a medio nivel, buscó algo en su bolso y sacó un aparato que Elisa desconocía pero enseguida comprendió para qué servía; era cilíndrico terminado en punta roma, de unos 15 ó 16 cm de largo y no muy grueso, tenía un cordel en la parte de atrás que partía de una tapa que se roscaba al resto del juguete, probó si funcionaba y con un ruidito característico se puso a vibrar. Lo paró y lo colgó del grifo del bidet de forma que casi todo el aparato quedaba sumergido en el agua calentísima de aquel hotel.

  La Beba se acercó a la pareja y comenzó con Elisa a despojarla de sus ropas, primero la parte de arriba, incluido el sujetador, Lola aprovechó para manosearle las tetas libres ya de ataduras, después estiró de sus ropas hasta el suelo, como ya estaba sin bragas, quedó completamente desnuda. Inmediatamente procedió a hacer lo mismo con Lola, cuando las dos quedaron desnudas, juntaron sus cuerpos abrazadas en un mutuo intercambio de la calidez de sus cuerpos, la Beba se despojó de su ropa de cintura para arriba, se colocó en cuclillas junto a la pareja remangándose su estrecha falda para poder hacerlo y comenzó a tocar un coño con cada mano.

  Tan excitada estaba la una como la otra, sin olvidar a la Beba que les estaba proporcionando un placer que solo la gran experiencia de una lesbiana activa como ella era capaz de hacerlo. Cuando estaban a rebosar de placer, Lola se tendió en la cama para que Elisa se pudiera colocar encima de su cabeza a horcajadas, pero la hizo colocar al revés de cómo lo iba a hacer Elisa, la cual pensaba hacer un 69; Lola le ponía la lengua  a disposición y Elisa la aprovechaba frotando con fruición su clítoris con movimientos exagerados de su pelvis mientras mantenía la cabeza apoyada en la cama y la espalda arqueada. En esa posición de Elisa, su coño se ofrecía por entero a quien estuviera detrás, la Beba fue otra vez a rebuscar en su bolso, sacó de él un pequeño frasco y con él en la mano fue a buscar el juguete que había dejado a remojo en el bidet, ya estaba tan caliente como el agua del grifo, se acercó a Elisa por detrás y le aplicó unas gotas del frasco tanto en el coño como en el consolador, introdujo éste suavemente por la visible raja de Elisa que quedaba encima de la lengua de Lola y lo empujó con facilidad hasta el fondo.

 Elisa sintió aquel cilindro suave y muy caliente penetrando en su interior sintiendo gran placer, pero éste aumentó de forma exponencial cuando la Beba puso en marcha el aparatito en cuestión, entonces Elisa experimentó una sensación nunca antes vivida, pues con Lola no lo habían utilizado jamás, que elevó el disfrute a límites insospechados y no pudiendo aguantar más se apretó de forma bestial a los labios de Lola y se corrió con un delicioso orgasmo para satisfacción y deleite de Lola y la Beba. Las cuales, al ver que habían cumplido con el compromiso adquirido, apartaron a Elisa, ya satisfecha, se buscaron y se colocaron juntando sus coños sentadas en la cama y con un frenético vaivén fruto de sus deseos contenidos hasta entonces y ahora liberados se corrieron ante la sonrisa complaciente de Elisa que aún sacó fuerzas para acariciar los cuerpos de sus compañeras mientras éstas disfrutaban del orgasmo conseguido.

  Después de esta conversación, monopolizada por Elisa en forma de monólogo, nos asomamos al interior de la habitación y vimos que allí estaba todo muy tranquilo, con lo que era de suponer que si habían hecho algo, ya habían acabado, así que metimos las hamacas de la terraza dentro de la habitación, cerramos las cortinas para evitar la luz diurna que estaba a punto de comenzar a lucir aquel día y nos dispusimos a dormir, lo hice sin parar de pensar en los acontecimientos del día y de la noche que terminaban.

  Desperté cuando noté una mano que me zarandeaba por el hombro, al abrir los ojos reconocí a Julio en la penumbra. Me levanté en silencio para no despertar a los demás, pero mientras me aseaba en el servicio todos se pusieron en pie, Julio y Lola ya habían bajado a desayunar en el propio hotel y los demás decidieron hacerlo antes de ir a la playa, yo les dije que ya nos veríamos en la playa por donde el día anterior y marché a toda prisa a la tienda para poder ver a Rosi aunque aún faltaba un buen rato hasta su media hora de asueto que teníamos que aprovechar para desayunar juntos.

  Me dirigí a la tienda con intención de verla, miraría algún libro, lo ojearía y hasta incluso lo compraría, al entrar en la tienda llamó mi atención un cartel colgado que ya estaba allí el día anterior pero entonces no le había prestado ni el más mínimo caso, el cartel reclamaba un aprendiz para el verano. En décimas de segundo pensé que podía ser ese trabajo, la ocasión de poder estar el resto del verano cerca de la persona amada, así que sin pensármelo dos veces busqué con la mirada al que sabía que era el dueño y presentándome le dije que si me aceptaría como aprendiz, en realidad quería un mozo con sueldo de aprendiz, me hizo varias preguntas y me dijo que la respuesta me la daría al día siguiente, yo le expliqué que me iba al mediodía y por tanto tenía que saber la respuesta antes; por no darme el no entonces ya, me emplazó para antes de las dos que era la hora que él abandonaba la tienda para irse a comer.

  Cuando Rosi fue a tomar algo al bar, nos saludamos allí con un beso y me preguntó qué hablaba con su jefe. Al contárselo, se ilusionó sobremanera y rápidamente me acompañó a una pensión que ella conocía para ver si podría estar allí; había plaza, pero lo que iba a cobrar en la tienda casi no llegaba para pagar la pensión. Yo estaba tan volcado que les dije que volvería para confirmar. Rosi, en un alarde de valentía dijo que la acompañara a la tienda y que ella intercedería ante su jefe para que me cogiera, así lo hicimos.

  El jefe, sorprendido, tuvo que explicarle que a pesar de que me veía más espabilado que los demás, el ser de lejos, la falta de mis padres por ese motivo y mi excesiva juventud, le había hecho decidirse por otro, que lo sentía pero que ya me podía ir a mi casa. Perdida la esperanza, nos despedimos allí mismo dándonos las respectivas direcciones y teléfonos para podernos comunicar, con la tristeza como nexo de unión en contraposición a la separación física que realmente comenzaba en el mismo instante en que salí por la puerta de la tienda.

  Al llegar a la playa, Julio estaba dentro del agua y las mujeres, de pie y en corro, en agradable conversación entre sonoras carcajadas, daba gusto verlas tan felices… y yo tan desgraciado. Les conté lo sucedido por desahogarme, asumiendo el destino como los personajes de una tragedia griega pero, mira por donde, la esperanza surgió de momento: Lola se puso el vestido encima del bañador y me cogió de la mano arrastrándome tras ella:

  -Ahora volvemos, no os mováis de aquí.-

  Eso lo dijo dirigiéndose a las otras, mientras emprendíamos el camino hacia la tienda de su “amigo”.

  El dueño de la tienda iba de sorpresa en sorpresa, Lola me presentó como su “hijo” y le dijo que si podían hablar en privado. Al poco rato, me llamaron para anunciarme que el trabajo era mío y además iba a cobrar algo más de lo que pensaba, sabía de mis conocimientos sobre los encuentros esporádicos que mantenían y de mi absoluta y total discreción. Al día siguiente podía comenzar con el trabajo, a las nueve de la mañana me presentaría para ponerme a la orden suya. Pasé por donde se encontraba Rosi atendiendo a una clienta y le hice saber la buena noticia, una espléndida sonrisa iluminó su bello rostro.

  A la vuelta a la playa, ya me estaba esperando la Beba vestida y sentada en el murete del paseo, me dijo que me iba a ayudar a encontrar pensión mejor y más barata; me dejé arrastrar por segunda vez y esperanzado en que saliera tan bien como la primera. Lo primero fuimos a un bar que se encontraba algo alejado y allí preguntó la Beba por alguien que sin duda era el dueño, éste, al verla, tuvo efusivas palabras de bienvenida y se aprestó a invitarnos a lo que quisiéramos tomar, su forma de hablar y tratarse con mi amiga denotaba claramente que sabía a qué se dedicaba la Beba pero que él no tenía ningún reparo en relacionarse con ella.

  Hablaron de la comida que le suministraba a un tal Pablo y a pesar de que aquello no era un restaurante y de que el tal Pablo era una excepción por la amistad que le unía a él, al fin acordaron que yo podría hacer las tres comidas diarias en aquel bar por un precio increíble. Beba le pidió el número de teléfono de Pablo y desde el teléfono del bar lo llamó para decirle que estuviera preparado porque íbamos a ir a su casa.

  Salimos y cogimos una empinada cuesta que nos llevaba a las afueras de aquel pueblo, era evidente que la Beba no era la primera vez que pasaba por allí, me explicaba mientras caminábamos que Pablo era un señor de unos 55 ó 60 años, de muy buena planta, viudo, que tenía un hijo viviendo en la gran capital que se encontraba a más de 100 Km, vivía solo, ella acostumbraba alguna vez a hacerle servicios, siempre en su casa y varias veces junto al dueño del bar del que acabábamos de salir y que tanto esos encuentros como las costumbres bisexuales de los dos hombres, yo debería mantener en secreto. Esperaba la Beba que cuando me viera, tan finito y tan joven, me diera alojamiento gratis, probablemente ella le tuviera que contar mis experiencias con Julio, suponía que no me importaría repetirlas de vez en cuando con él.

  Vivía en un chalet, que al estar ya en las afueras, gozaba de la mayor intimidad, era enorme, tenía piscina y un gran jardín, aunque disponía de unas estancias anexas para el servicio, éstas estaban vacías pero una mujer iba todos los días a realizar la limpieza. A la derecha de la entrada tenía el estudio donde pasaba gran parte del tiempo trabajando en el diseño de muebles para varios fabricantes y entretenido en pintar cuadros que después vendía bastante caros, pues según parece, gozaba de cierta fama como pintor. Pudimos pasar sin llamar porque ya nos esperaba con las puertas abiertas, me miró descaradamente y en aquel momento supe lo que estaba pensando. Con abierta sonrisa le supe ofrecer mi amistad, me pidió que le tuteara y sin hablar del coste del alojamiento, quedamos de acuerdo en que me aposentara cuando quisiera. La Beba rebosaba satisfacción, su objetivo estaba conseguido. Solo faltaba hablar con mis padres, le pedí a Pablo utilizar su teléfono y no sin algo de miedo, estuve un rato tratando de convencer a mi madre de la decisión que había tomado, solo cuando al ponerse mi padre y viendo mi entereza y mi total convicción a hacer lo que había pensado, mejor con su permiso pero sin descartar hacer lo mismo sin haberlo obtenido, la actitud de mis padres se tornó más comprensiva. Decidieron darme permiso pero antes del fin de semana siguiente me harían una visita a la tienda y comeríamos juntos.

  Volvimos a la playa a la hora de comer, lo celebraríamos en un restaurante cercano con una paella y cava para seis, yo tenía que avisar a Rosi para que viniera. Como era domingo, tenía más trabajo pero el jefe, comprensivo, le dejó que estuviera comiendo tranquila con sus amigos. Y llegó la hora de las despedidas, la primera que se despidió fue Rosi porque tenía que trabajar, además hasta muy tarde porque aquel día era domingo, un poco más tarde, Lola y sus primos se dispusieron a emprender viaje, le ofrecieron a la Beba llevarla hasta el club, pero declinó la invitación, se quedaría conmigo en la playa y después me acompañaría a la casa de Pablo porque yo tenía serias dudas de saberla encontrar. Cuando nos despedimos algo pensé que se marchaba con ellos, las experiencias vividas con ellos eran inolvidables y me marcarían el resto de mi vida, no sabía si los volvería a ver y eso me entristecía aunque se compensaba con creces con la ilusión que sentía de quedarme con mi amor para todo lo que quedaba de verano.

  A aquella hora los veraneantes se encontraban o comiendo o descansando, había poca gente en la playa, extendimos las toallas juntas y la Beba y yo nos sentamos en ellas de cara al mar, ella lucía un bikini que le hacía estar más llamativa que la noche anterior en la discoteca; pensé que si mis padres hubieran aparecido en ese momento y me hubieran visto con ella, me mandan a casa sin remisión.

  Comenzamos a charlar y yo le conté todo lo que no sabía sobre mí o sobre la relación con los que habían partido y ella me contó cosas personales que no hubiera imaginado de ella. Estaba casada pero hacía tiempo que no sabía nada de su marido, parece ser que se largó con otra dejándola con una hija pequeña que habían tenido que era minusválida psíquica, la Beba tuvo que ingeniárselas para poder sacarla adelante y pagar los cuidados y la educación especial que necesitaba, así que optó por la solución de vender su cuerpo y dejar a la niña al cuidado de la madre de Beba, a ésta le contaba que trabajaba muy duro y muchas horas en tareas de limpieza y cocina en un hotel, enviaba regularmente dinero y las visitaba cada dos o tres meses. No quería saber nada con ningún hombre, excepto a nivel profesional, tan escarmentada había salido de su marido, y por eso probablemente se juntaba solo con otras mujeres a la hora de mantener vínculos afectivos, con Lola ya llevaban unos años y estaban felices y contentas con una relación que marchaba viento en popa, sobre todo como decían ellas, por estar a cierta distancia la una de la otra.

  En algún momento, me preguntó por mis aventuras de la noche anterior y al hablar de ello, tuve que rememorarlo con el morbo que conllevaba, eso y las horas que llevaba sin correrme, hicieron que se me pusiera tiesa, se lo dije a Beba, ella ,riéndose me dijo que ahora qué iba a hacer hasta que saliera Rosi de trabajar, yo le expliqué que ya habíamos quedado en que no íbamos a vernos hasta el día siguiente, entonces, compadecida, me pidió que me echara de lado hacia ella apoyado sobre el codo, ella se puso en la misma posición y vigilando que nadie mirara, alargó su mano hasta la pernera de mi bañador, la introdujo hasta alcanzar mi polla y como pudo, la sacó para meneármela suavemente; no podía imprimir mucho movimiento porque se hubiera notado, se paraba a menudo cuando ella o yo veíamos a alguien que podía vernos, cuando alguien se acercó tuve que ponerme boca abajo para disimular. Al final, la Beba me dijo:

  -Más vale que vayamos al agua, allí pasaremos desapercibidos, además tengo muchas ganas de mear, te dejaré que notes con tu mano como me sale el pis y te podrás hacer tú mismo la paja.-

  Impaciente por comprobar esa nueva experiencia le dije:

  -Ahora que nadie mira me voy corriendo al agua, no tardes.-

  Me adentré hasta que el agua me llegaba por encima de la cintura, las olas rompían entre mi posición y la playa, mientras esperaba a la Beba, que a mí me parecía se demoraba en exceso, yo no paraba de tocarme; por fin llegó a mi altura y pudimos, cogidos de la mano, adentrarnos más y alejarnos de los pocos bañistas que, cada uno a lo suyo, disfrutaban de una mar en calma y un agua templada. Con la mano libre me saqué el bañador de una pierna dejándolo a la altura de la rodilla de la otra, cuando llegamos al sitio donde nos pareció estar libres de miradas indiscretas, me acerqué a ella para apretar mi cuerpo desnudo al suyo. Se apartó un poco de mí, hizo el movimiento inconfundible de sacarse la braga del bikini de una pierna y me dijo:

  -Ponme la mano en el coño y notarás como meo.-

  Así lo hice, tenía una deliciosa pelambrera y un coño grande de mujer madura y bregada que ya se lo había visto la noche anterior cuando dormía despatarrada, enseguida comencé a acariciárselo pero al momento paré para deleitarme sintiendo en las yemas de mis dedos el chorro que manaba con fuerza de su interior, era evidente que tenía muchas ganas por la cara de satisfacción que puso mientras miccionaba.

  Cuando terminó, buscó mi polla y comenzó a masturbarme, yo no soltaba su coño y seguía acariciando y manoseando sus gruesos labios y con la yema del dedo corazón recorría la entrada y me paraba en su clítoris que me pareció el más grande de los que había tocado, me estaba gustando y a ella también parecía gustarle. En éstas, de sopetón, me soltó:

  -No te emociones mucho porque te he dicho que te hicieras una paja y te la estoy haciendo yo, así que suéltame el coño que si seguimos y me gusta estaría traicionando mis principios, no lo hago con un hombre sin cobrarle desde hace mucho tiempo.-

  -Solo tienes que pensar que aún me falta mucho para considerarme un hombre adulto y formado como pueda ser Julio o como era tu marido, considérame femenino como el chico fino e imberbe que soy y déjate hacer si te gusta.-

  No replicó de momento y seguimos con nuestros manoseos, nuestros rostros se acercaban cada vez más hasta que mirándonos a los ojos encendidos de pasión nuestras bocas se juntaron y nuestras lenguas se enzarzaron en una lucha sin cuartel mientras yo le tocaba las tetas por debajo del bikini y ella me seguía masturbando con toda la energía posible. Lo último que me dijo debía ir muy en serio porque debatiéndose entre sus instintos y sus convicciones me dijo:

  -No sigas por favor, si no quieres correrte así, dejaré que me la metas pero solo para que te corras rápido.-

  Casi me corro al oír aquello, la cogí de las piernas y la levanté ayudado de la flotabilidad que tenía su cuerpo sumergido hasta colocarla sentada sobre mi pene erecto y con una facilidad asombrosa, sin tenerla que tocar siquiera, la penetré sin resistencia alguna; no llegó al minuto para que me viniera el orgasmo, cumpliendo sus órdenes me corrí sin tener en cuenta su placer, ahora era yo el que le hacía sentir los chorros, no en las yemas de sus dedos sino en su interior, a pesar de lo que me decía le gustaba, no sé la razón pero era evidente que le gustaba, se llevó la mano al clítoris y comenzó un salvaje manoseo que siguió una vez que, debido al meneo imprimido por ella y a la lógica falta de total erección, se me salió de su interior; ahora me ignoraba completamente, ignoraba a cualquier bañista que la estuviera observando, ignoraba al resto del mundo que no fuese ella y su sexo. Yo disfrutaba viendo como gozaba ella sola, era un placer ver su cara, sus facciones casi desencajadas, sus ojos medio en blanco, sus gemidos no reprimidos, los movimientos incontrolados de todo su cuerpo, movimientos que se acentuaron cuando estalló en un orgasmo anunciado con gritos de placer que por suerte acallaban el constante rumor de las olas rompiendo en la playa.

  Tocaba descansar y lo hicimos tumbados en las toallas. Entonces me dijo lo que cobraba por un servicio como el que me había realizado, era inalcanzable para mi economía. Me dijo que siendo amigo de los primos de Lola y de ella, nunca me podría considerar como cliente, no así, me dijo como el que hemos ido a ver esta mañana, Pablo y su amigo el del bar son clientes del club, pero es que además, ella les ha hecho más de un servicio en casa de Pablo, tanto a él solo como acompañado del otro, entonces ella les ayuda a correrse pero siempre lo hacen entre ellos. Ahora, con el favor que te hacen, seguro que esperan nuestros favores sexuales y Tati, te tocará cumplir, conmigo contad poco, un polvo o dos como mucho.

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