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Verano en campo, playa y montaña 1 (Julio)

en Grandes Series

  Aquel verano de hace un montón de años yo era un mozalbete al que sus padres habían enviado a pasar unos días a la hacienda de mi tío, casado con la hermana de mi madre y sin hijos, que se encontraba en pleno campo cerca de un arroyo, a unos 6 ó 7 Km de la ciudad. Allí podía ayudar en las labores del campo, hacía compañía  a mis tíos y podía aprender el manejo del tractor.

  En la casa trabajaban y vivían un mozo y su mujer, ésta no tendría más de 20 años y estaba buenísima, le fallaba un poco la cara, sobre todo por la nariz,  pero su cuerpo espectacular era el objeto de mis pajas desde que llegué la semana anterior. Su marido, un tío en consonancia con su mujer, tendría más de 30 años y por lo visto había conseguido fácilmente conquistar a su mujer tres años antes cuando subió con los pastores a la montaña en verano, ella era joven, sin experiencia de la vida y con ganas de huir del pequeño y apartado pueblo en el que había nacido y se dejó cortejar por el primer galán que pasó por su vida.

  En esa semana, había cogido confianza con ellos, ella me trataba de una forma como si yo fuera más que uno de los sobrinos de los patronos, el amigo o compañero más cercano, bien por edad o por simple afinidad espontánea. A eso ayudaba mucho la actitud de él hacia mí, siempre amable y abierta.

  Aquella mañana, mi tío enganchó el remolque y nos hizo subir a él para llegar hasta el campo que íbamos a despedregar ayudados por una pequeña cuadrilla de jornaleros que mi tía había ido a buscar con el coche a la ciudad, cuando estuviéramos todos en el tajo, mis  tíos se marcharían y Julio me iniciaría en el manejo del tractor, yo conduciría mientras los demás echarían piedras al remolque.

  En el remolque habían puesto un par de sacos rellenos de paja para poderlos utilizar a modo de asiento, pero los saltos del camino me hacían el viaje de lo más incómodo, Julio se percató y me hizo poner mi saco encima del suyo y me sentó entre sus piernas, eso y poder apoyar mis manos en sus rodillas hizo, la verdad, el viaje más cómodo.

  Apenas llevaba en esa posición un minuto cuando noté en mi trasero algo duro que sólo podía ser una cosa. Mi primer pensamiento fue para Elisa, la mujer de Julio quien ahora se excitaba con mi cuerpo cuando tenía a su disposición el de la mujer de mis secretos deseos y el siguiente pensamiento fue para esa polla que ella podía sentir dentro de su cuerpo y ahora sentía yo justo encima de mis nalgas. Aprovechando los baches del camino, moví mi culo hacia arriba y hacia atrás hasta que la noté entre mis nalgas y entonces, siempre al compás del balanceo causado por las irregularidades del camino, imprimía a mi culo unos casi imperceptibles movimientos circulares que sin evidenciar notoriamente la situación servían para excitarlo hasta el punto de  sacar sus manos, hasta entonces sosteniéndome por los sobacos, para colocarlas en la parte interior de mis muslos, mi pene ya estaba duro y como lo tenía hacia un lado, su mano rozaba la punta con sólo la ropa por medio. No se llegó a más porque ya llegamos al tajo y hubo que disimular las erecciones para que nadie notara nada como así fue.

  Mi tío dio instrucciones, a Julio le encargó expresamente mi primera lección de conducción y se fue con mi tía dejándonos con la cuadrilla de jornaleros. Julio subió al tractor y me invitó a ponerme a su lado para ir aprendiendo, los jornaleros no paraban de echar piedras al remolque, cuando se aseguró de que yo había aprendido lo básico me dijo que había llegado el momento de que yo cogiera el volante pero no se movió del asiento y yo me tenía que sentar  sobre él para emprender mi primera conducción. Los dos sabíamos lo que iba a pasar, cuando me senté ya noté su miembro erecto un poco ladeado, ya no había nada que disimular, él me empujó suavemente hacia arriba para dejar caer su pelvis hacia delante y con absoluto descaro recolocar su pene en posición, de forma que al sentarme otra vez, lo hice sobre su duro falo y pude comenzar otra vez con los movimientos de mi culo como una gata en celo, mi polla también se puso dura y también me la recompuse, cuando se dio cuenta de esto posó su mano sobre ella y comenzó a darle apretones y a sobarla mientras me daba las pertinentes indicaciones de la conducción del tractor, todo ello sin perder detalle de lo que pasaba atrás con la cuadrilla y las piedras, éstos, ajenos a lo que sucedía en la cabina del tractor, seguían con su faena.

  Pronto, noté como su mano desabrochaba la bragueta de mi pantalón y sin parar de vigilar a los que estaban trabajando me daba besos y me lamía en el cuello, llegó hasta mi ya húmedo y caliente pene y lo agarró provocándome una más que grata sensación además de nueva pues hasta entonces mi mano era la única que lo había agarrado. Estuvo jugando con ella y sobándola un buen rato, a veces tenía que parar para dar alguna instrucción a los de atrás, generalmente alguna piedra que se dejaban, y yo me estaba poniendo tan cachondo que cuando me la soltaba él, me la cogía yo para sobármela. Después de un largo beso en el cuello, me hizo levantar un poco para bajarme un poco el pantalón y el calzoncillo y él desabrocharse el pantalón, bajarse un poco el calzoncillo y levantar un poco su camisa, de forma que su pija quedaba al aire sobre su abdomen, ésta vez cuando me senté noté directamente en la piel de mis nalgas su enorme, cálido y espléndido aparato, aproveché a mover mi culo sobre aquel tizón caliente a la vez que Julio no paraba de masturbarme, el gusto era colosal y aún acerté a decirle: -Me corro…me corro… me corro- con lo que lo único que conseguí es que intensificara el meneo hasta que me vine en su mano a la vez que le oí decir por lo bajo: -Y yo también…yo también-  y noté como se corría entre mi culo y su abdomen, notaba un chorro y otro y otro…, mis corridas eran más cortas y menos abundantes.

  Miramos hacia atrás, la cuadrilla seguía ajena, Julio cogió un trapo no muy limpio de una caja y me lo dio después de limpiarse la mano en él, me limpié por delante y por detrás y salí de la posición que estaba procurando a la vez recomponerme la ropa, entonces pude ver por vez primera aquella polla que había sentido en mis nalgas y que me parecía enorme y corroborar esa sensación porque tenía aún más tamaño del que yo creía, entonces sin poder controlarme, alargué la mano y  mientras se estaba limpiando la leche de su abdomen, cogí por vez primera una pija distinta de la mía.

  Después de eso ya iba conduciendo yo sólo, Julio ayudaba a los peones y yo disfrutaba con la conducción. Casi al final de la jornada Julio dio instrucciones a la cuadrilla  para que amontonaran las piedras y subiéndose a la cabina me hizo ir al otro lado del campo donde había un bosquecillo de árboles del que días antes habían hecho leña y ahora la teníamos que cargar. En cuanto estuvimos solos cruzamos una mirada de complicidad y me preguntó: -¿Qué tal lo has pasado antes?- Yo le sonreí y como respuesta me llevé la mano a la polla que ya se me había puesto dura otra vez, él a su vez, hizo un gesto parecido y me dijo: -Quiero chupártela si quieres-  A lo que conteste afirmativamente con un leve movimiento de cabeza. Paramos al lado de uno de los montones de leña y Julio bajó a cargarlo, al siguiente y último, me hizo bajar del tractor después de parar el motor, cargamos entre los dos toda la leña que quedaba, cogió ante mi extrañeza la bota de vino que a esas horas estaba como un meado y mirando en dirección a donde se encontraba la cuadrilla para comprobar la imposibilidad de que nos pudieran ver, nos adentramos unos 15 ó 20 metros en el bosquecillo y en un pequeño claro se paró y dándose la vuelta se quedó frente a mí, que le seguía como un corderito y me cogió la cabeza para darme un morreo que a mí me supo a gloria (unas horas antes hubiera jurado que eso no me podía pasar), estábamos abrazados con nuestros cuerpos pegados y sintiendo nuestras mutuas erecciones, yo todavía estaba algo cohibido y me limitaba a dejar que Julio llevara la iniciativa. Me bajó la ropa para dejar libre mi sexo y poder coger mi pene para comenzar a masturbarlo, yo le imité haciendo lo mismo y tras un larguísimo beso con nuestras lenguas jugando entre ellas, se apartó levemente y colocándose en cuclillas acercó su cara a mi pija, vi como la olía y decididamente se la puso toda en el interior de su boca, la mía no es grande pero le tuvo que llegar hasta la garganta, me pregunté si yo podría hacer algo parecido con la suya.

  No había experimentado nunca algo parecido, hasta entonces sólo mis manos y aquella mañana la de Julio, ahora era una boca y parecía experimentada, me masturbaba moviendo la cabeza adelante y atrás, se le escurría la saliva y se ayudaba con la mano, yo sentía lo que me hacía con su lengua y con sus labios y sin poder aguantar más, viendo que me iba a correr hice mención de apartarme para no llenarle de leche la boca pero claramente lo impidió apretándome por las nalgas hacia sí. Entendí que lo que quería era que me corriera en su boca y así lo hice, después permanecimos un rato inmóviles, yo esperando que él llevara la iniciativa pero con unas ganas tremendas de probar mi primera polla, por fin se separó, escupió todo lo que llevaba dentro de su boca, se levantó y adivinando mi pensamiento, puso a mi disposición su deseado sexo.

  Al acercar mi boca a aquella enorme polla que comprobé con mi mano que medía más de un palmo mío de aquel entonces, noté que me frenaba y abriendo la bota de vino roció su miembro abundantemente al tiempo que la frotaba en un improvisado lavado. –Elisa no quiere chupármela si no me la lavo primero, dice que siempre huele un poco, la tuya también lo hacía pero a mí no me ha importado- dijo. Al nombrarme a Elisa aún me entraron más ganas de comerme la misma polla que ella, sin lugar a dudas por lo escuchado, se comía. Ya la tenía al alcance de mi lengua, olía a vino pero mezclado con algún que otro olor indefinido, no era desagradable, primero probé la punta con mis labios y mi lengua, sabía a vino y tenía una textura increíblemente suave, me la introduje todo lo que pude pero sólo pude con la mitad, decididamente me gustaba tanto o más chupar que ser chupado. Quería que gozara y al parecer lo estaba consiguiendo por los gemidos de placer que se oían, éstos fueron en aumento en intensidad y velocidad, preludio del clímax que venía, no quise apartarme pero aunque lo hubiera intentado no lo habría conseguido porque me tenía sujeta la cabeza con toda la fuerza de sus musculosos brazos, noté salir un chorro contra la parte trasera de mi lengua, otro más que se mezclaba con mi saliva y algún otro que me llenaba la boca por completo, ya percibía el sabor característico del esperma (que conocía por haber probado el propio en más de una paja) y me encontraba en la gloria, como seguramente Julio por la relajación en la que entró. Otra vez mi pensamiento voló a Elisa, también ella se sentiría como yo en aquel momento, cuando acabara de sacarle la leche.

  Al día siguiente volvimos al mismo tajo pero no hubo oportunidad y sólo al acabar la jornada con los peones, de vuelta a casa en la cabina del tractor, pudimos hablar. Nos propusimos repetir lo del día anterior y las posibilidades estaban en ir al estanque del arroyo a echarnos un baño cuando ya oscurecía, peligrosa porque cualquiera de la casa podía ocurrírsele ir detrás nuestro y la otra era que yo fuera a la hora de la siesta al cuarto donde Julio se la echaba, éste no era el dormitorio que tenía con su mujer sino un cuarto interior muy fresco cerca de la bodega en el que no había otra cosa más que un camastro y una despensa cerrada con llave cuya ventilación consistía en una ventana cerrada sólo con tela mosquitera que daba al mismo cuarto, allí era muy arriesgado por la cercanía al patio donde a esas horas permanecían habitualmente las mujeres que podían verme entrar o salir. Quedamos en que aquella tarde nos iríamos a bañar.

  A la hora de la siesta se me ocurrió que podría ir a hacerle una visita a Julio, así que salí por una escalera trasera y dando un pequeño rodeo accedí a un oscuro pasillo que conducía al patio pasando por la puerta del cuarto de la despensa, que así llamaban al lugar en el que Julio dormía la siesta. Iba a tientas pues era realmente oscuro si el patio estaba cerrado como ocurría en verano por el calor, no pude avanzar más so riesgo de ser visto por las mujeres que tranquilamente descansaban en el patio en penumbra, no podía entrar al cuarto. Elisa estaba sentada frente a mí y de espaldas a la escalera por la que se suponía que teníamos que bajar mi tío y yo, por esa razón no le debía importar la posición, sentada en un balancín con los pies en el mismo asiento y las rodillas levantadas ofrecía un maravilloso espectáculo a quien saliera por el pasillo, en teoría sólo su marido. En la penumbra del patio se resaltaba el blanco de sus bragas bajo la amplia falda que de normal casi le llegaban a las rodillas, sus piernas me producían una atracción indescriptible y verla así era una sorpresa inesperada, descartada la idea inicial, ahora era el momento idóneo para hacerme una paja más por Elisa y esta vez no pensaría en ella, la estaría viendo desde la oscuridad seguro de no poder ser visto. Sólo sacármela por la bragueta y ya la erección era tremenda, no podía dejar rastro así que saqué mi pañuelo del bolsillo y terminé de sobármela para correrme en él. Satisfecho por lo conseguido volví por donde había llegado y comencé a pensar en el posible encuentro con Julio unas horas más tarde.

  Cuando después de la larga jornada ya se retiraron los hombres, Julio dijo que se tenía que dar un baño, que si no se iba a cenar ya, se iba ahora, pero mejor después de cenar para ir con menos prisas, indudablemente estaba pensando en mí, me lo confirmó una fugaz mirada cómplice. Sirvieron las mujeres la cena de inmediato y al acabar dijo Julio que se iba a dar el baño, en ese momento me apunté a acompañarle al arroyo sin levantar la más mínima sospecha. Ya habíamos emprendido la marcha cuando oímos la voz de mi tía que nos conminaba a esperar a Elisa que se había ido a cambiar para acompañarnos, nos miramos en la oscuridad del camino encogiendo los hombros y mientras la esperábamos hicimos planes para el siguiente día. Yo tenía que decirles al terminar de comer que me iba a coger cangrejos al arroyo, me verían salir de la casa y dando la vuelta entraría por la parte de atrás hasta el cuarto de la despensa donde esperaría a que él llegara, para salir haría lo mismo una vez seguro de que las mujeres ya no estarían en el patio.

  Llegó Elisa que se colgó del brazo de Julio y nos encaminamos al estanque, éste estaba construido junto al arroyo y se abastecía continuamente de él por un canalillo que traía el agua de más arriba, cuando se llenaba volvía al cauce, por eso casi siempre estaba lleno, excepto cuando utilizaban el agua para regar el huerto, entonces casi se vaciaba, era cuadrado, de unos 5 metros de lado y aunque había algas en el fondo su agua corriente era clara y fresca. Todos a la vez nos metimos al agua que nos llegaba hasta el cuello y  entre risas y bromas  yo, a pesar de la oscuridad reinante y al mismo tiempo aprovechándome de ella, no dejaba de mirar a Elisa, Julio, por debajo del agua me echó mano al paquete y se encontró con una polla tan tiesa como al instante comprobé que tenía la suya. Julio se arrimaba a Elisa y ella, que tenía que notar su erección se le abrazaba y lo rodeaba con sus piernas. Julio le propuso echar un polvo allí mismo dentro del agua, como me confesaría al día siguiente cuando me contaría todos los detalles, pero Elisa, ante mi presencia, se negaba al principio pero no por eso dejaba de provocarle frotándose contra su cuerpo y sin dejar de sobarle la polla.

   Poco a poco Elisa se fue calentando cada vez más pero pesaba mucho mi presencia para dar el paso definitivo, Julio le susurró al oído unas palabras mientras con sonrisa pícara me miraban a mí que me encontraba a escasos 2 metros de ellos, según parece la convenció explicándole que puesto que ya me debía estar masturbando, me podían dar verdaderos motivos para hacerlo y que en todo caso, yo no les vería más que las cabezas y que lo que ellos tenían que hacer era disimular. Enseguida vi que se besaban y dejaban de sonreír, Julio le ayudó a sacarse los tirantes del bañador para que yo no notara nada y ella se despojó del resto del bañador dejándoselo sin sacar de una pierna, él hizo lo mismo y ella se le colgó al cuello para ser penetrada fácilmente. Yo observaba sus caras y en ellas se podía ver, incluso con la poca luz existente, el placer que se estaban dando, ya suponía que Elisa, por su mirada intensa y sus sensuales y gruesos labios, era una mujer ardiente pero aquella noche quedó patente sobre todo cuando, olvidándose de mi presencia, cambió de estar colgada del cuello del marido a abrazarse a él con intensos movimientos incontrolables que dejaron a la vista casi al completo sus pequeños pero hermosos, firmes y sensuales pechos. Supuse que me enteraría del momento en el que uno u otro o los dos a la vez llegaran al orgasmo, lo estaba esperando y deseando porque en mi masturbación ya hubiera llegando al final de no ser por esperarlos, no tuve que hacerlo mucho  y como suponía, no pudieron o no supieron o no quisieron disimular como en un principio se habían propuesto y la pareja llegó al éxtasis entre jadeos y espasmos más que visibles que me provocaron el puntito que necesitaba para correrme por segunda vez aquel día, yo que era de 2 ó 3 pajas a la semana, ahora no paraba.

  Transcurrido un minuto y un largo beso, Julio me miró mientras Elisa me daba claramente la espalda y riéndose me dijo abiertamente: -Te la habrás meneado… ¿te ha gustado?- A lo que, también sin tapujos y riéndome contesté: -Habría que ser de piedra para no hacerlo pero más habéis gozado vosotros por lo que he visto.- Elisa entonces, contagiada del clima de confianza demostrado por nosotros y como para sumarse al mismo, esgrimió su bañador por encima de su cabeza mientras reía y me miraba provocadora pero segura de que yo reprimiría mis instintos, primero por la presencia de su marido y después por saber con seguridad que ya me había corrido.

  Los tres salimos del agua con los bañadores puestos, Elisa se cubrió con una toalla antes de sacarse el bañador pero Julio se lo quitó sin más dejando al aire su considerable  paquete, eso me dio a mí pié para hacer lo mismo, no sentía vergüenza por tenerla más pequeña que él y además así mostraba mi media erección porque todavía no se me había bajado. Aquello fue el inicio de unos momentos de risas y comentarios jocosos que ayudaron a estrechar lazos y coger confianza entre nosotros con la promesa por todas las partes de mantener aquello en el más absoluto de los secretos. Ya tenía dos secretos que guardar, aquello me estaba gustando.

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