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VERANO EN CAMPO, PLAYA Y MONTAÑA 12 (Orgía)

en Grandes Series

  Por fin llegó la mañana del día esperado, Javier había conseguido venir y traía equipo completo pues su primo tenía afición a la montaña y le dejó todo lo que le hacía falta además de darle consejos y advertencias respecto a la seguridad y a la buena marcha de la excursión por unos parajes que él ya conocía. Nos dejó mi padre, todavía a una hora temprana, en la estación de autobuses de la capital desde donde salía un autobús que nos dejó en un pueblo importante de montaña, desde allí, y ya por la tarde, salía otro autobús hasta los pueblos más alejados, en el penúltimo pueblo nos apeamos y comenzamos a caminar por una pista durante una hora hasta llegar al último pueblo habitado, tres personas componían su población, Julio habló con una de ellas que le indicó donde pastaban las ovejas que cuidaba el pastor. Julio se encaminó a coger una empinada senda y nosotros seguimos sus pasos, nos quedaban dos horas de caminata en una tarde calurosa de septiembre.

  Julio subía como si nada, Elisa también demostraba que estaba acostumbrada a escalar por esos escabrosos senderos y nosotros dos, más urbanos, hacíamos lo que podíamos para no quedarnos rezagados, el sudor y el cansancio nos acompañaron a partir de entonces y ya no nos abandonarían hasta llegar a un paraje que apareció al coronar la última pero más empinada cuesta de todo el camino. Allí había un prado verde y hermoso, la hierba lo invadía todo, piedras y hierba formaban un conjunto solamente roto por una edificación de piedra construida en una zona que hacía alto respecto a su alrededor; nos dirigimos hacia allí y a medida que nos acercábamos íbamos distinguiendo detalles. Unos corrales grandes vacios, uno pequeño ocupado por una cabra, gallinas sueltas, unos fajos de heno, una jaula de piedra y varas de avellano con conejos en su interior, el edificio con una chimenea humeante y casi sin ventanas, unos perros que se despertaron y ladraron cuando nos acercamos, un abrevadero cercano rodeado de barro, una persona que no reconocía a nadie hasta estar ya muy cerca pero que no paró ni un momento, desde el primer ladrido, de escudriñar a aquellos montañeros que se acercaban y sobre todo, un olor penetrante a ovino que invadía el ambiente.

  Cuando reconoció a la pareja, vino a nuestro encuentro, se dio un efusivo abrazo con Julio y saludó con un frio beso en la mejilla a Elisa a la que conoció cuando estaba soltera y representaba su competencia sentimental y a la que ya no había vuelto a ver, nosotros fuimos presentados a Roberto como amigos íntimos, me llamó la atención la juventud y belleza del pastor. Mientras nos descargamos y nos descansamos, Julio y Roberto hablando de las ovejas y del trabajo, se apartaron un poco de nosotros hasta que su conversación se hizo inaudible, entonces aprovechó Julio para explicarle nuestra presencia allí, incluida la de Elisa, con todo detalle de nuestras intenciones. Al acercarse, Roberto nos miró a todos con su sonrisa abierta y nos hizo saber que Julio le había puesto al día de nuestras intenciones, estaba encantado y expresó su contento con aquel inesperado acontecimiento.

  Para quitarnos el sudor, le preguntamos a Roberto qué podíamos hacer y entonces sacó la olla de agua que tenía al fuego y nos dijo que la aprovecháramos para asearnos, iríamos todos antes de que bajara más el sol y dejara de hacer aquel buen tiempo que nos había acompañado todo el día, al lugar donde surgía el manantial a escasos metros del refugio y allí, ya desnudos, con el agua caliente de la olla vertida con un pequeño cazo por Julio, que sabía cómo aprovecharla, nos podríamos enjabonar; para aclararnos totalmente utilizaría un cubo de agua fría del manantial que vertería sobre cada uno de nosotros, dijo que al hacer eso ya no tendríamos frío después y era cierto, como pudimos comprobar.

  En cuanto supimos que íbamos a desnudarnos para asearnos, Javier tuvo una erección instantánea, al darme cuenta yo y exponerlo en voz alta, Elisa, que caminaba por delante junto a su marido, extendió su mano al paquete de Julio y anunció que a su marido no se le había subido todavía, acto seguido se dio la vuelta para comprobar el estado de mi polla y palpándola sobre el pantalón anunció que ya comenzaba a coger tamaño, con la otra mano palpó la de Javier, que caminaba a mi lado, certificando lo que yo había dicho, sin moverse del sitio, esperó a que llegara Roberto, que portaba la olla con el agua caliente para hacerle la misma comprobación, con éste se entretuvo unos instantes más, los necesarios, al parecer, para que la erección fuera completa, cuando así lo anunció, los demás rompimos a aplaudir entre risas y buena armonía. Huelga decir que no habíamos terminado de desvestirnos y Julio y yo mismo presentábamos idénticas erecciones que los demás.

  Había que secarse deprisa con las toallas y calzarse para ir a toda prisa al lado del fuego del hogar que antes habían atizado Roberto y Julio, éstos, cuando se calentaron un poco, sacaron los jergones de los dos camastros que había en la estancia y junto con las mantas, formaron una especie de cama sobre el suelo cerca de la lumbre que ellos mismos estrenaron, se notaba que se deseaban mutuamente, ahora llevaban sin verse, según dijeron, desde febrero o marzo cuando Julio visitó por última vez a Roberto en el pueblo donde pasa casi todo el año, ahora, al estar juntos otra vez, tenían ganas de estrechar sus cuerpos desnudos uno contra el otro y así lo estaban haciendo con nosotros tres como testigos y sin atrevernos ninguno ni a meternos entre ellos, con riesgo a interrumpir semejante expresión de mutuo deseo, ni de empezar a hacer lo mismo que ellos con otro, porque en ese hipotético caso, alguien se iba a quedar solo.

  Enseguida reaccioné, sabía el deseo de Elisa de tirarse a Javier y el de éste por Elisa; me correspondía animarlos a que comenzaran sin tener en cuenta a nadie más que a ellos mismos, así que le dije a Elisa:

  -Tienes la oportunidad de desvirgar a otro, como hiciste conmigo, tu coño será el primero de Javier.-

  Entonces Elisa fue a buscar algo a su mochila y sacó tres o cuatro preservativos que dejó al alcance diciéndonos que el único que podía correrse dentro de ella era su marido. Javier, ciego por ella, se colocó el condón instantáneamente y se subió encima de ella sin parar de tocarla y de besarla, ella se abrió de piernas para facilitarle la acción y él, sin pensarlo dos veces, busco con su polla el agujero deseado que ya estaba húmedo y lubricado a pesar del nulo preámbulo utilizado por ninguno de los dos, empujó un poco y cuando notó que entraba, apretó las nalgas, estiró las piernas y la metió hasta el fondo, allí se quedó inmóvil aguantando para no correrse, pero cuando Elisa, incapaz de estarse quieta notando en su interior el tieso falo del deseado Javier, hizo unos movimientos como de ordeño, Javier ya no pudo aguantar más y se corrió exhalando graves sonidos que salían de su garganta sorprendiendo a todos por la rapidez con la que había consumado.

  Mientras, la otra pareja seguían a lo suyo, se les veía inmersos en un 69 fantástico, absortos en darse placer mutuamente, el placer que hacía meses no se daban, el que aprendieron a darse entre ellos unos años antes entre estas montañas y que les enganchó de tal forma que ansiaban reencontrarse para revivirlo, cada vez con más pasión, con más intensidad, con más firmeza, en el convencimiento mutuo de que aquella relación no terminaría nunca, es más, se afianzaba con acciones como la de aquel día, nuestra presencia y sobre todo la de Elisa apoyando a su marido.

  Yo mientras, me masturbaba, los últimos días me hacía dos pajas diarias y le encontraba gusto y hasta le encontraba falta, ahora la que me hacía, me estaba haciendo vibrar de placer; cuando terminó Javier, yo estaba también a punto de correrme y quise hacerlo en breve, pensé hacerlo en el coño de Elisa tal y como lo había hecho Javier, nada más meterla y sin preocuparme de los deseos de Elisa, pero tenía que enfundarme la polla con una goma y eso me llevaba tiempo, yo tenía urgencia en correrme. Acerqué mi pene, húmedo y brillante a la boca de Elisa y ella, entendiendo lo que yo ansiaba, separó los labios sacando la lengua lo suficiente para recibir lo que yo le ofrecía y cual niño goloso con su caramelo, chupó frenéticamente mi polla a punto de reventar sabiendo que iba a hacerlo en cualquier momento por mis profundos jadeos, me apartó mi mano para cogerla ella misma y sucesivamente se la metía y se la sacaba de la boca hasta que exploté dando la casualidad de que en ese momento estaba fuera de su boca y un chorro de leche salió disparado hacia su frente dejando un rastro de viscoso líquido blanco por su nariz y por uno de sus ojos, enseguida se la metió dentro de la boca y el resto del semen se expandió por su interior; Javier, que aún se la tenía metida, acercó su boca a la de ella y con los labios entreabiertos y en silencio recogió de su boca mi leche mezclada con saliva y pasándosela de una boca a la otra, terminaron tragándosela toda, después, el morboso de Javier recogería con su lengua la leche derramada por la cara de Elisa.

  La otra pareja ahora estaban a punto de terminar por los sonidos que emitían, Julio estaba boca arriba con las piernas recogidas y Roberto sobre él le proporcionaba un mete saca mientras Julio se meneaba su enorme polla, éste intensificó el movimiento de su mano, y entonces Roberto, viendo que Julio se corría, aumentó de golpe el ritmo y cuando Julio llegó al orgasmo, las contracciones de su ano y el rápido movimiento que llevaba Roberto hicieron que éste no pudiendo aguantar más, se corriera en el interior de su pareja. Habían alcanzado el ansiado momento en el que durante meses habían estado ambos soñando.

  La noche se había echado encima, afuera ya hacía frio pero allí dentro, con el fuego avivado continuamente, se estaba estupendamente; alguno se puso encima una camiseta y todos quisimos cenar. Alrededor del fuego sacamos las viandas que había preparado mi madre y mientras dábamos buena cuenta de ellas, charlábamos animadamente. La conversación derivó enseguida a contar las costumbres sexuales de cada uno de nosotros, las más sencillas eran las de Javier, se habían limitado hasta pocos días antes a pajas por doquier, se hacía algunos días hasta cuatro y luego estaba Roberto que nos contó que mientras estaba trabajando en la finca donde lo hacía todo el año excepto en verano, cada vez que dejaba a las ovejas pastando y se quedaba tranquilo, se hacía una paja debajo de un árbol o de un ribazo, le gustaba hacérsela al sol, incluso cuando calentaba fuerte, después solía hacerse otra al echarse a dormir y la noche que por estar muy cansado o por otra causa, no se la hacía, a la mañana siguiente, al despertarse con la polla tiesa, se la hacía antes de levantarse. Además acompañaba alguna vez a un tractorista que trabajaba en la misma explotación que  él, a visitar a las putas de la capital, otras chicas no conocía ni tenía oportunidad de hacerlo por su trabajo, por eso quería cambiar de trabajo cuando saliera de la mili a la que le faltaba para ir menos de dos años.

  Nos contó que al otro lado de un promontorio que desde allí se divisaba, bajaba una vía de agua de ya cierta importancia, una senda bastante frecuentada por montañeros y senderistas la vadeaba y unos metros más arriba del paso, al pie de un pequeño salto, había un remanso en una zona desde la que se divisaba una gran parte del recorrido de la senda. Algún que otro caminante, al llegar al vado, sentía ganas de bañarse y todos, sin excepción buscaban hacerlo en el lugar más apropiado que era el dicho remanso, casi todos los que allí se bañaban, aunque llevaran bañador, si iban solos, se lo quitaban o no se lo ponían, dejaban la ropa al lado del agua en una roca plana que a su vez servía para tumbarse algunos a tomar el sol. Todos creían que allí nadie les veía al estar tan apartados de la civilización y poder controlar con la vista el acceso al lugar, lo que no sabían era que el pastor se entretenía en espiarlos y se podía acercar por encima de ellos sin ser visto hasta justo encima del salto, obteniendo así una excelente visión de los bañistas justo debajo de él; nunca había sido visto. De esta manera había presenciado sobre todo a hombres solos, alguno cuando estaba en la roca secándose, se hacía una paja, una pareja de hombres que también se masturbaron juntos, tres chavales jóvenes otro día, dos parejas que no pasaron de enredar un poco, una mujer mayor que iba sola, y hasta un matrimonio que llevaban a un niño, estos se bañaron antes de comer y cuando el niño se durmió aprovecharon para echar un polvo. Roberto también se masturbaba ante esas escenas y por eso, cuando no tenía otra cosa que hacer, los días de más calor, se iba a ese lugar a ver si tenía suerte y veía algo.

  Julio le preguntó maliciosamente por la cabra que estaba afuera en el corral pequeño, ante la mirada expectante de todos nosotros y habiendo quedado claro ya, aunque lo negara, que se la tiraba, nos contó que más que con la cabra, que también lo hacía a veces, había una gallina a la que vigilaba cuando ponía un huevo, cada dos días, que ya estaba acostumbrada y cuando lo veía acercarse ya se quedaba quieta, nos invitó a probarla al día siguiente por la mañana que le tocaba poner, insistió en que era estupendo, la temperatura de la gallina es más alta que la de los humanos y eso seguro que nos iba a gustar, cuando Julio corroboró lo que decía Roberto, nos miramos entre Javier y yo y preguntamos entre risas si podríamos probarlo. Elisa, que se había cubierto con una manta, se puso de rodillas, levantó la manta dejando ver todo su sexo y entre risas se puso a imitar el cloqueo de una gallina y a mover los brazos plegados como si fueran alas, eso despertó el deseo de todos nosotros pero especialmente el de Roberto que estirándose alcanzó con su mano el coño de Elisa, ella entonces hizo un movimiento rotativo de roce con aquella mano y todos pudimos ver que unos segundos después, la polla de Roberto estaba creciendo de tamaño y dureza, Elisa se apartaba de Roberto despacio y éste le seguía sin soltar su mano del chocho y sin levantarse.

  Cuando Roberto estaba totalmente estirado sobre el suelo, Elisa se levantó de golpe y se metió a horcajadas sobre él, sin más preámbulos, se metió la polla de Roberto por su cueva y le pidió a Julio que le acercara uno de los preservativos que había sacado antes de la mochila, echó el culo hacia atrás y al quedar la polla de Roberto al aire, ella misma le enfundó el condón, escasamente lo había hecho y ya se la metió otra vez, Roberto le tenía puestas las manos en sus tetas y ella cabalgaba sin parar. Nosotros mirábamos y nuestras pollas iban creciendo, los tres teníamos una mano meneando cada cual su pene, Elisa se movía sobre la polla de él con evidente lujuria, al rato, bajó su cabeza hasta juntar sus labios con los de Roberto y comenzó a mover el culo de arriba abajo consiguiendo un tremendo mete saca sin que Roberto tuviera que mover un dedo. Al ver aquello se comprobaba lo que yo ya sabía, lo caliente que era Elisa, las ganas que tenía de sexo, lo desinhibida que era, lo bien que se compenetraba con su marido y lo que disfrutaba con su coño.

  Al fin Elisa se corrió aquella noche, todavía no lo había hecho hasta entonces, y entonces se quedó parada y vimos que Roberto tampoco se movía, yo dudaba de que se hubiera corrido porque no se le había notado, solo salí de dudas al salirse y quedar a la vista su polla ya no tan grande como al entrar, enfundada por una goma que ahora tenía unos centímetros colgando a causa del peso del esperma derramado en su interior.

  Fui yo quien propuso que estando allí cuatro hombres, resultaba casi vejatorio que la única mujer del grupo hubiera sido la última en correrse y se merecía que cada uno de nosotros le proporcionáramos un orgasmo.

  -¡Jo, que paliza me vais a pegar!, no sé si lo aguantaré, cuando me canse, me echaré a dormir y con quien falte, lo dejaremos para mañana.- dijo ella entonces.

  Javier, que antes la había dejado a dos velas, tenía que ser el primero, si lo dejaba para el día siguiente podía ocurrirle otra vez lo mismo. Ahora Elisa estaba esperando a su amante echada boca arriba con las piernas abiertas, su coño estaba más que húmedo, mojado; se escurrían los fluidos hasta el ano y todo el contorno estaba brillante a causa de la humedad, Javier se enfundó otro preservativo y acercó su falo al rosado coño y sin empujar siquiera, clavó todo su miembro en el cuerpo de la mujer que un rato antes le había desvirgado, en aquel momento, de no ser por el compromiso adquirido, ya hubiera querido correrse, se contuvo y se centró en dar placer más que en su disfrute, si no hubiera sido porque se había corrido un rato antes, no hubiera podido aguantar.

  Esta vez, Javier estaba dando la talla, además del vaivén que llevaba con su pelvis, perfectamente compenetrado con el leve movimiento que Elisa imprimía a la suya, hacía gala de sus encantos personales, el guaperas, con su rostro enmarcado por la melena de pelo que le colgaba por ambos lados a escasos centímetros del rostro de Elisa, la miraba con sus bellos ojos como para que ella fuera consciente de que estaba follando con uno de los chicos más guapos que pudiera conocer, probablemente el que más, que además era de esas personas que están destinadas a algo grande por su carisma, por su inteligencia y por su planta. Sin dejar de mirarla, sobaba sus tetas y le daba tiernos besos en los labios, apoyándose en las manos, levantaba el cuerpo lo suficiente para liberar de su peso a Elisa que al quedar más liberada, se movía como una culebra. En otro momento, le metió la lengua entre los labios buscando la otra lengua para enzarzarse juntas en una batalla sin cuartel que no tendrá ni vencedor ni vencido.

  Roberto permanecía echado y aunque no dormía todavía, estaba más interesado en la llegada de Morfeo que en lo que pudiera pasar en la estancia entre sus invitados. Javier estaba empeñado en conseguir el orgasmo de Elisa y ya se estaba anunciando, no tardaría nada en llegar. Julio y yo seguíamos con nuestras pollas erectas por el espectáculo del que éramos testigos y porque no parábamos de sobárnoslas con las manos. Elisa, emitiendo sonidos cada vez más audibles, aumentó el ritmo y la intensidad de sus movimientos hasta olvidarse y hacer olvidar a los presentes el estado de abatimiento en el que había caído unos minutos antes al terminar con Roberto, viéndola, cualquiera podía pensar que tras acabar con Javier, iba a dar cumplida cuenta de los dos que todavía permanecíamos expectantes. Tanta pasión como se estaba gastando entre los dos amantes, llevó al éxtasis a Javier que no pudo aguantarse más y a pesar de estar empeñado en darle placer a Elisa, se corrió sin exteriorizarlo, supongo que algo avergonzado de fracasar en el intento de conseguir el orgasmo de Elisa. Ésta, al notar en su interior los chorros de leche que hinchaban el condón que cubría la polla de Javier, y en sus brazos, que abrazaban el cuerpo de Javier, los espasmos de placer del mismo al llegar al clímax, sintió una descarga por todo su cuerpo que se concentró en su sexo haciéndole explotar de puro placer. Elisa se había corrido por segunda vez aquella noche, Javier, feliz y satisfecho, rodó sobre sí mismo y sonriendo, nos miró para comprobar nuestra aprobación. No tardaría en llegar al mismo estado en el que estaba sumido Roberto.

  Era evidente que ahora me tocaba a mí, me acerqué con la intención de metérsela un rato hasta que me colocara el condón que guardaba en mi mano pero Elisa me paró, indudablemente estaba agotada, yo no podía obligarla a moverse lo más mínimo, más cuando se trataba de darle a ella placer, por eso pensé en darle ese placer sin que ella tuviera que hacer nada, solo permanecer en la misma posición. Acaricié suavemente su monte de Venus pasando mis dedos entre el pelo ensortijado, los bajé para, siempre con mucha suavidad, acariciar los labios mayores, al llegar a los menores, Elisa dio un respingo involuntario causado por la sensación que sintió al ser tocada en una zona que tenía tan sensible en aquel momento, inmediatamente aparté los dedos que le habían provocado aquella desagradable sensación y la besé suavemente en el vello púbico, después en las piernas cerca de su sexo, en el abdomen, en el ombligo, entre sus pechos, en sus dos pezones, en el cuello, en la cara y al fin, en la boca. Ella aceptó aquella delicadeza como un regalo, agarró mi tieso miembro y se lo acercó al chocho, lo acompañó hasta la entrada y me dijo:

  -¡Ojo! Que lo tengo muy sensible.-

  Mientras yo empujaba suavemente. Era evidente que al tenerlo tan sensible, lo único que soportaba era una suave pija más bien pequeña como la mía, seguramente la de su marido tampoco la habría soportado, ni los dedos, ni siquiera la mía si hubiera llevado puesto el condón. Cuando comencé a moverme me dijo:

  -No tengas prisa, estoy medio muerta, necesito recuperarme, espérame… y no se te ocurra correrte sin condón.-

  Entonces me di cuenta de que tendría que sacársela inmediatamente, así lo hice a la vez que le daba un beso en los labios e iniciaba con mis labios un recorrido inverso al que había hecho unos momentos antes, al terminar justo encima del coño, recorrí con mi lengua todo el contorno de su sexo y al fin besé sus labios mayores abarcándolos por completo con mi boca totalmente abierta, no quería pasar con mi lengua de allí por temor a producirle otra vez la sensación desagradable que le había hecho dar el respingo, pero también quería que sintiera el placer que yo quería darle; esperé a ver si daba el respingo o hacía algún gesto de satisfacción, al percibir esto último, me atreví ya a meter mi lengua entre sus labios menores buscando el orificio, al pasar la lengua de abajo arriba y encontrar el clítoris, dio el respingo indeseado, enseguida quité la lengua para dedicarme plenamente al orificio, a los pocos segundos volví al clítoris y otro respingo, esta vez menos intenso, me convenció de esperar un poco más. Al tercer intento, ya el gesto fue de placer mezclado con esa sensación que percibía antes, ya no quise dejarlo y la sensación de extrema sensibilidad que ella percibía antes, se tornó en extremo placer y deseo lujurioso todavía mayor que el que hubiera podido sentir anteriormente en toda aquella tarde-noche.

  Ya lo tenía decidido, le iba a estar chupando el coño hasta que se corriera de gusto, yo importaba menos, a nuestro lado, permanecía el condón que yo había soltado y que en cualquier momento, si era preciso, me podría colocar. Elisa estaba desconocida, me di cuenta, como también lo hizo Julio que permanecía expectante, sabíamos que era una mujer caliente pero lo que le estaba pasando ahora superaba todo lo conocido por mí de ella, y creo que también por su marido. La intensidad del goce percibido, al no reprimirlo, se expresaba en sus jadeos claramente audibles y sus movimientos epilépticos, si no la hubiera tenido firmemente agarrada por las caderas, no hubiera podido mantener mi boca en aquel sitio que tanto placer le ocasionaba; hasta Roberto y Javier, que les importaba más alcanzar el estado de sueño profundo que lo que hacíamos los demás en la misma estancia, se incorporaron para presenciar la inminente llegada del orgasmo de la chica del grupo, éste llegó acompañado de gritos y jadeos y de enormes espasmos que dieron paso a una calma absoluta con Elisa totalmente abatida y yo con unas enormes ganas de correrme; me puse de rodillas entre sus piernas abiertas y mirando su coño mojado de saliva y otros fluidos, me dispuse a masturbarme para correrme sobre ella pero al ver a su lado el preservativo que yo había soltado de mi mano, cambié de idea y rápidamente me lo enfundé y apoyado en mis manos con los brazos estirados, se la metí para, en dos o tres empentones, correrme dentro de su mojado coño.

  Todavía estaba asimilando el orgasmo recién sentido, sin haberme movido ni un ápice y sin haber sacado la polla, cuando noté una mano que estiraba de mi hombro, era Julio que quería que me apartara para dejarle sitio a él. Supuse que con lo excitado que estaba, haría como yo, con la única diferencia de que él no se pondría condón.

  Al metérsela, pareció que lo que yo pensaba se iba a cumplir, Julio le estaba imprimiendo un mete saca que le tenía que llevar rápidamente a correrse, pero en lugar de terminar, vi que aflojaba el ritmo al tiempo que ella resucitaba de su letargo y poco a poco se iba implicando en el coito; era la demostración de que Elisa era una mujer caliente y desinhibida pero que con su esposo se llevaba de maravilla, a la vez él la quería con locura, como ella a él, estaban fornicando como posesos, nadie diría que ella acababa de cepillarse a tres hombres y tenido otros tantos orgasmos, se movían como si nada hubiera pasado hasta entonces, era increíble la vitalidad de ella, la renovación de fuerzas, el deseo que demostraba, deseo que era mutuo, parecía y yo quedé totalmente convencido de ello, que toda la orgía anterior no había sido otra cosa que el calentamiento previo al polvo que la pareja de esposos querían echar, para ello, nos habían utilizado a los demás y ahora ellos estaban disfrutando al máximo y nosotros tres no podíamos hacer otra cosa más que mirar. Y eso es lo que hacíamos los tres, mirar como follaban, a pesar de habernos corrido los tres con ella, no dejábamos de tener cierta envidia de ver como ahora ellos gozaban entre sí.

  Cambiaron la posición, ahora ella estaba encima sentada y cabalgaba a su marido mientras éste utilizaba la pelvis como el lomo de un caballo al galope, él le agarraba las tetas que si no, se movían de arriba abajo en un delicioso vaivén, ella se echaba encima de él para poderse besar en apasionado beso y dejaba el culo entonces en pompa para que él le hiciera un mete saca mientras ella mantenía el culo inmóvil. Después ella se movía al unísono con él en un movimiento coordinado de forma que la polla de Julio permanecía dentro de ella por entero continuamente pero en un movimiento que iba a llevar a los amantes sin remedio al orgasmo.

   Los sonidos que ambos emitían iban creciendo de volumen, cada vez eran más intensos, proporcionales al placer que se daban, precursores de lo que venía, hasta nosotros, los envidiosos espectadores, adivinábamos el doble orgasmo al unísono; abrazados y pegadas sus bocas, concentrados en el placer que se daban entre ellos, ausentes del resto el mundo, embargados absolutamente de amor y pasión, se corrieron los dos a la vez de forma ejemplar.

   Cualquiera quisiera sentir lo que ellos debían sentir, era tan intenso lo que estábamos viendo que no era de extrañar que al terminar el coito la pareja y mirarnos entre los espectadores de aquella proeza, tuviéramos los tres nuestras manos sobando sus respectivos penes con erecciones considerables. Los dos amantes se quedaron derrengados tal cual, solo Elisa rodando, se había dejado caer de encima de Julio para acomodarse a su lado, se taparon y  se dispusieron a dormir, los demás, probablemente por respeto a los protagonistas del maravilloso acto al que habíamos asistido, les imitamos y nos guardamos nuestras erecciones para mejor ocasión.

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