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Historia de una conocida política actual (XI)

en Grandes Relatos

  Ya en el coche, Ramiro con una amplia sonrisa expresada en connivencia con la que Tati mantenía en todo momento, le dijo:

 -Te llevaré a donde quieras pero antes vamos a tomar una copa a mi apartamento y verás la colección de discos que tengo. Si quieres alguno, están a tu disposición.-

 -¿De verdad quieres enseñarme tu colección de discos? o más bien… ¿Quieres añadirme a tu colección…?-

 -Tú no eres una pieza coleccionable; eres algo más que eso. Intuyo que tu y yo seremos algo más que unos amigos que se han conocido de casualidad un día y ya nunca más pasa nada entre ellos.-

 -¿Y si lo que yo buscara fuera una relación seria, formal y estable?-

 -¿Y si yo te dijera que he buscado el amor sin encontrarlo y ahora contigo me parece que lo he logrado encontrar?-

 -¿Tan rápido…? No puedes estar seguro.-

 -¿Estás tú segura de que esto no puede ser un gran amor?-

 -No lo sé… Lo que sé es que tengo muchas ganas de estar a solas contigo.-

 -Yo tengo más, mira como se me ha puesto solo de oírte decir esto.-

 Tati dirigió la mirada a la entrepierna que le señalaba el conductor y como no veía nada especial por la obligada posición que tenía que mantener conduciendo, lanzó la mano hacia la bragueta de Ramiro en la seguridad de que éste lo estaba deseando y se encontró con una ya considerable dureza que anunciaba lo que iba a suceder cuando llegaran a la intimidad del apartamento.

   El edificio estaba ubicado en una de las mejores zonas de la ciudad, era nuevo y debía estar habitado por gente de alto poder adquisitivo, por eso Tati le preguntó:

  -Esto no se paga con el sueldo que yo gano, ¿a qué te dedicas?-

  -Ejerzo la abogacía en un bufete junto con otros colegas.-

  -Y eso… ¿da para tanto?-

  -Tenemos una buena clientela.-

  -Y siendo tan joven, ¿cómo la has conseguido?.-

  -Ya veo que dudas de mi valía, pero te diré, sin querer presumir, que soy de los mejores (si no el mejor) de mi especialidad y aunque esté trabajando con mi padre en su bufete, yo sólo, por mi cuenta, todavía podría ganar más dinero.-

  -No lo dudo pero seguro que acierto en que si hubieras tenido que empezar siendo hijo de un obrero como soy yo, no habrías tenido las mismas oportunidades.-

  -A la larga hasta puedes llegar más lejos. Mira: yo, en mi partido, noto que ser el hijo de mi padre y sobrino nieto del que fue alcalde de esta ciudad, es un lastre frente a otros que tienen mucha menos valía que yo.-

  -Me tienes que introducir en el partido, yo también tengo inquietudes políticas y sociales.-

  -Lo primero que te voy a introducir es otra cosa…-

  Y una sonrisa cómplice iluminó ambos rostros mientras entraban al ascensor. Allí, mientras subía al ático, Tati comprobó la verdad de la advertencia de Ramiro cuando éste la abrazó firmemente, selló sus labios con los de ella e introdujo una lengua juguetona hasta el fondo de la cavidad bucal, no terminarían el morreo hasta parar el ascensor.

  Cogidos de la mano llegaron a la puerta de lo que Tati pensaba era un apartamento hasta que entró en aquel ático enorme que derribaba totalmente la idea que anteriormente se había forjado de un pequeño apartamento de soltero. Solo el salón ya medía más de 100m2, en él había dos tresillos completos en diferentes ubicaciones, Ramiro arrastró a Tati llevándola de la mano hasta uno de los enormes sofás y cuando estuvieron al lado de él volvió a besarla como lo había hecho antes pero esta vez después de unos segundos se dejaron caer sobre el confortable sofá para seguir con el morreo mientras las manos de Ramiro comenzaron a recorrer por completo la fisonomía de Tati que agarrada brutalmente a las nalgas de él apretaba su pelvis al bulto largo y duro que notaba en su vientre a pesar de la ropa de ambos. Pronto las manos de él llegaron al cierre del sujetador y hábilmente lo manipuló para dejar libres unos senos que inmediatamente comprobaría lo suaves y firmes que eran. A su vez Tati, también introdujo sus manos por la espalda bajo la ropa de su compañero y éste, excitado en grado sumo por la actitud de colaboración del ligue inesperado de aquella tarde, se aprestó a despojarse de la ropa, primero de la cintura para arriba y luego de los zapatos y pantalones. Tati no se quedó atrás e hizo lo mismo pero en lugar de conservar la ropa íntima, se dejó sin sacar los zapatos como única prenda.

  Fue Tati quien acabó por desnudar a Ramiro bajándole su slip a la vez que arrastraba aquel bulto largo y duro hacia abajo forzándolo a una posición tal que cuando se quedó liberado, hizo una graciosa palanca que provocó las risitas de ambos. Enseguida cogió Tati aquel pene con sus dos manos para acercarse con su boca decididamente a tragárselo, aún a pesar de pensar que no estaría todo lo higiénicamente recomendable. Para su sorpresa, le pareció suficientemente limpio, solo un leve saborcillo le recordaba el del coño de Julia pero aún le resultaba más excitante. Quería darle placer y esperaba que el otro reventara dentro de su boca, en ello ponía su mayor empeño pero él, a pesar del gusto que sentía, quería alargarlo al menos hasta introducírsela en el coño aquel que imaginaba húmedo y tórrido.

  Tomando él la iniciativa, se colocaron de forma que ella podía seguir con su felación a la vez que él iniciaba la suya con unos lametones como el que chupa un helado que iniciaba en el monte de Venus, plagado de largo vello púbico negro y rizado, y terminaba al borde mismo del ano. Después introduciría su lengua todo lo que se podía dentro del delicioso, baboso y receptivo coño, terminando en un juego de lo más sensual y placentero con la punta de la lengua en el inflamado clítoris. Tanto placer sentía Tati que al momento tuvo un orgasmo que dejó descolocado a Ramiro que pensando que no iba por esta vez a metérsela y como no podía aguantar los chupetones que Tati le proporcionaba, pensó que él también se iba a correr sin remedio pero muy a gusto. La corrida en la boca fue brutal y Tati absorbía con fruición el néctar que de Ramiro manaba.

  Ya satisfecho él, iba a apartarse para colocarse en una posición cómoda cuando, al apercibirse Tati, lo agarró de la cabeza sin dejarlo marchar en una clara muestra de lo que ella ansiaba. Ramiro comprendió que aquella hembra quería algo más que lo que hasta ese momento le había sabido proporcionar, volvió a retomar la labor interrumpida por los orgasmos y se concentró en dar el máximo placer que pudiera con su lengua en el sexo de la preciosidad que con su rápido orgasmo le había sorprendido tan gratamente. El interés que ponía en su cometido dio inmediatamente sus frutos cuando Tati tensó todos sus músculos y sintió una corriente interna que le hizo explotar en otro sublime orgasmo. Esto excitó más si cabe a Ramiro que ya lucía otra vez una considerable erección de forma tal que cuando todavía Tati experimentaba el final de su orgasmo, colocó su pelvis entre las piernas de ella y acompañando con su mano el ya del todo duro y aún mojado pene hasta el lugar preciso, de un enérgico empujón hundió todo su órgano en el de ella haciéndole dar un respingo mezcla de placer y extrema sensibilidad cercana al dolor.

  Ahora era el momento de Ramiro, cabalgaba sobre la preciosidad al tiempo que la miraba en su desnudez disfrutando de la hembra que abierta de piernas se estaba dando por completo. La incansable Tati, necesitada de más y más placer, en un movimiento de rotación, se colocó sentada encima de su pareja y apoyada de rodillas y codos; así podía imprimir el movimiento de sube y baja necesario para su plena satisfacción. Claro que Ramiro, que buscaba su propio orgasmo, al encontrarse en esta nueva circunstancia, empezó a desear esperar un poco más y así satisfacer su curiosidad de ver hasta dónde podía llegar aquella hembra que demostraba estar a punto de experimentar otro orgasmo. Y así fue, ella sola, casi sin moverse Ramiro, sólo con el movimiento de ella sobre el pene de él, como si de una masturbación se tratara, consiguió llegar al clímax; entonces sí, se quedó como muerta sobre el cuerpo de Ramiro que excitado en grado sumo comenzó entonces a mover su pelvis a pesar del peso muerto que soportaba.

  ¡¡Increíble!! El peso muerto dejó de serlo y comenzó otra vez a moverse, era una máquina incansable. Ramiro decidió esperar todavía más para su momento sublime, sabía que cuando llegara era el fin de aquella salvaje sesión de placer descontrolado que parecía no tener otro freno que el de la capacidad de resistencia de él mismo. Decidido a disfrutar al máximo alargando el tiempo hasta que no pudiera aguantar más, aprovecharía para experimentar nuevas sensaciones. Empujó a Tati suavemente de los hombros hasta que se incorporó de forma que sentada sobre el pene, mostraba unos pechos que bailaban al ritmo de las embestidas, los amasó con sus manos y observó con estupor cómo Tati se llevaba una mano a su clítoris para darse a sí misma placer. Ramiro tenía que hacer verdaderos esfuerzos para no correrse ya, además no habían hablado de poderlo hacer sin cuidado o tenían que poner algún medio. Para mayor tranquilidad, después de disfrutar un buen rato con lo que sus ojos veían, llevando Ramiro la iniciativa y viendo que Tati ya estaba cerca otra vez del orgasmo, la apartó de sí y dando un brinco se colocó tras ella, que enseguida comprendió lo que quería y por eso se agachó dejando su culo en pompa, y se la clavó por detrás a la vez que escupía saliva que caía en el ano de ella y tras ello comenzaba a jugar con un dedo en él. En esa posición, ella se apoyaba con un antebrazo delante de su frente y con la otra mano podía seguir en su empeño de darse placer en el clítoris. Ramiro embestía una y otra vez y a la vez el juego de su dedo había logrado abrir el ano lo suficiente como para meterlo casi por completo. Entonces pensó que si le penetraba por el ano, tendría la oportunidad de correrse dentro sin ningún temor, pero no tuvo oportunidad de comprobarlo porque ya, de repente, se hizo evidente que Tati estaba al borde de su enésimo orgasmo. Esta vez ya no quiso Ramiro esperar más y aunque hubiera querido no hubiera podido; por eso la agarró con ambas manos de las caderas y con unas cuantas salvajes embestidas, consiguió que Tati se corriera por última vez mientras a él le daba escaso tiempo de sacarla y cogérsela con la mano para propinarse un par de meneos antes de lanzar un primer chorro de semen que quedó repartido por la espalda de Tati, un segundo chorro que fue a parar a las redondas nalgas femeninas así como un tercero mucho menos abundante, los sucesivos ya solamente eran gotas que crecían de tamaño justo en la punta del brillante pene para escurrirse lentamente hasta alcanzar la piel de Tati y alguna, el orificio oscuro y pringoso, ahora prieto y cerrado aun habiendo sido hurgado por un dedo, que parecía capullo de flor rezumando néctar.

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