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VERANO EN CAMPO, PLAYA Y MONTAÑA 9 (Ana y Reyes)

en Grandes Series

  El primer día de mi vida como trabajador asalariado amaneció nublado y amenazando lluvia; para comenzar, el jefe me enseñó los trabajos que tendría que efectuar, me comunicó el horario y que tendría dos tardes a la semana libres que serían las del martes y miércoles, los demás tenían todo un día, yo le pedí la del jueves porque sabía que Rosi libraba ese día, entonces él accedió a cambio de que la otra tarde fuese la que a él le conviniera. Después me dio una explicación generalizada y me dejó solo en la trastienda. De vez en cuando entraba Rosi, como cualquier otro dependiente, o salía yo cargado a la tienda, y solo vernos ya éramos felices, era el colmo si al pasar al lado nos rozábamos y más si era en la trastienda, que era muy tranquila, y nos podíamos dar un furtivo y breve beso. Se me esperaba un resto de verano de lo mejor.

  Al mediodía, teníamos el descanso muy largo pero para que hubiera siempre alguien en la tienda, éste era escalonado entre los empleados, yo me iba a la misma hora que el jefe y Rosi, una hora más tarde. Cuando aquel primer día llegó esa hora, el jefe me dijo que marchara, yo le dije que iba a terminar una faena que estaba haciendo y vi que el jefe valoraba ese pequeño esfuerzo por el asentimiento que hizo, pero lo que él no sabía era que yo me quería quedar totalmente solo en la trastienda; a esa hora iban a estar solo dos dependientas, una de ellas Rosi, la otra no tenía por qué enterarse de que yo me había quedado allí, era nuestra oportunidad.

  Nada más marchar el jefe, Rosi, que naturalmente, era cómplice, buscó una excusa que contar a su compañera y desapareció de su vista, la tienda estaba muy tranquila todo el día a causa de la lluvia que comenzó a media mañana, en la playa no había un alma y la gente no sé donde se metía pero las calles estaban casi vacías en contraste con el gentío de los dos días anteriores, por eso en la tienda  a aquellas horas se estaba muy tranquilos. Rosi me buscó por la trastienda y como la estaba esperando, pronto nuestros cuerpos se fundieron en un abrazo de amor sincero y profundo, pleno de deseo sexual, nuestras bocas se unieron y su abdomen se apretaba contra mi pene erecto. Mi mano se deslizó por debajo de su falda alzándola lo suficiente para llegar a la goma de su braga y tirar de ella hacia abajo hasta dejar libre la pelambrera y el coño. Cuando se lo toqué, mis dedos se humedecieron con sus fluidos, ella también tuvo ocasión de mojarse la mano cuando me sacó la polla por la bragueta.

  Yo le practicaba una masturbación en toda regla y ella a su vez, me la practicaba a mí; con aquello yo me hubiera conformado, en el sitio que estábamos y pudiendo ser pillados por la compañera, no me hubiera atrevido a más pero Rosi no se conformaba con tenerla en la mano. Se quitó las bragas y las escondió debajo de unas cajas, se levantó la falda hasta la cintura y agarró mi pija para acercarla a su chocho, allí mismo, de pie, en un pasillo de la trastienda entre montones de cajas, frotó la punta por el exterior del coño y cuando ya estaba todo bien lubricado comenzó a metérsela. Para facilitar la acción se me colgó del cuello y levantó las rodillas, cuando se la hube metido al completo, pasó los pies por detrás de mí y comenzamos el cabalgamiento, solo hicimos un paréntesis para desabrochar por completo el pantalón y podérmelo bajar para que no se manchara, no quiso que se la sacara para poderme bajar el slip. Otra vez me preocupé por dejarla embarazada, me dijo que me corriera tranquilo, mañana ya tomaríamos precauciones, después de oír eso, ya no hice otra cosa que esperar su orgasmo para tener yo el mío, tuve que ponerle una mano en la boca para que no nos oyeran desde la tienda cuando explotamos los dos al unísono, habíamos llegado los dos al orgasmo.

  Me fui a comer al bar de Sebas y cuando Rosi salió a comer ya estaba esperándola, la acompañé al bar acostumbrado para comer y mientras ella lo hacía, charlábamos y nos decíamos palabras de enamorados, nuestro amor iba creciendo, además de con sexo, lo alimentábamos con esos pequeños detalles.

  Al terminar la jornada, ya casi no quedaba tiempo más que para ir al bar de Sebas a cenar y a casa a dormir, era la vida sacrificada que me iba a tocar vivir, pero estaba contento con ella. Lo de ir a casa a dormir es lo que yo pensaba, allí me estaba esperando Pablo con los brazos abiertos, en cuanto entré me preguntó por el día que había llevado y enseguida se arrimó a mí para que notara su pene erecto, me dijo que llevaba un rato tocándose pensando en mí y que teníamos que hacer algo para que se le pasara aquella calentura.

  –Te voy a hacer una mamada, ¿te parece?-

  Es lo que se me ocurrió, a lo que me contestó:

  -Lo que tú quieras, cariño, lo que a ti te guste a mí también me gustará.-

  Le busqué la polla por dentro del pantalón y cuando se la encontré, la agarré con una mano y  con la otra le ayudé a quitarse la ropa, cuando me la acerqué a la nariz, noté un olor algo fuerte y se lo dije.

  –Voy a lavarme bien, es que a la edad que tengo enseguida nos huele, perdona, por nada del mundo quiero que tengas el más mínimo inconveniente conmigo.-

  Entonces le hice una propuesta:

  -Yo tengo que ducharme, ¿quieres que lo hagamos juntos?-

  Cuando nos desnudamos por completo en el cuarto de baño, nos abrazamos con las pijas erectas juntas, yo tenía unas ganas tremendas de orinar y entonces se me ocurrió que le gustaría se lo hiciera encima. Era una bañera enorme, antes de entrar, Pablo quiso graduar la temperatura del agua pero yo no lo dejé, entramos y allí, abrazados y permaneciendo con nuestras bocas unidas y las lenguas entrelazadas, haciendo un ejercicio mental, logré mearme sin que se me bajara la erección. Notamos el calor del líquido que se escurría desde el vientre hasta los pies y ¡había acertado!, Pablo que no se esperaba ésa sorpresa, se derretía de placer. Después de lavarnos bien el uno al otro, tal y como se lo había prometido, procedí a chupársela, allí mismo sin salir de la bañera, mojados como estábamos, hasta que cuando ya le venía, cogiéndome con una mano del pelo, echó de golpe el culo hacia atrás sin yo poderlo remediar a pesar de que estaba esperando recibir su leche dentro de mi boca y con la otra mano se la cogió para masturbarse frenéticamente. Comprendí que quería correrse sobre mi cara imberbe de jovencito y solo pude abrir la boca para recibir alguna gota y mirármelo con ojos de sumisión, como él deseaba.

  Con su lengua recogió su propia leche de mi cara y me la iba pasando a mi boca, después comenzó a chupármela, él en posición de cuclillas se enjabonaba el ano y se introducía uno y hasta dos dedos, le hice darse la vuelta y poner el culo en pompa, se la introduje sin esfuerzo alguno y antes de un minuto me corrí como un poseso en lo más profundo de su interior.

  El martes fue idéntico en todo, solo que la otra dependienta había cambiado y que preparé una colchoneta hinchable en la trastienda para poder echar el polvo tumbados, por la noche con Pablo, jodimos en su cama. El miércoles, en cambio, brilló el sol y la tienda se llenó de clientes durante todo aquel día, tuvimos que ir al final de la jornada, ya muy tarde, a mi habitación en casa de Pablo a echar un polvo a toda prisa debido a la hora y la distancia  que le separaba de su casa. Ese día Pablo no pudo tenerme y además le pedí la casa para la tarde siguiente porque era mi tarde libre coincidente con el día de fiesta de Rosi. Queríamos disfrutarla a tope.

  Habíamos quedado en vernos cuando yo terminara de comer, en una zona de la playa donde ella iba con la pandilla de sus amigos; la busqué pero a quién primero vi fue a una de sus amigas lesbianas que estaba con dos chicos, me presentó como el gran amor de Rosi y me dijo que estaban juntos todos, al poco rato aparecieron otro chico, dijo llamarse Daniel, Rosi, la otra lesbiana y otra chica más que se llamaba Sofía y que era la novia de Daniel; eran muy agradables y me acogieron muy bien, estuvimos de charla y jugando y en cuanto pudimos, Rosi y yo nos apartamos como dos enamorados que cultivan su amor. Planeábamos cómo despedirnos y entonces Rosi me comunicó que le había explicado a Ana y a Reyes, que así se llamaban la pareja lesbiana, nuestra intención para aquella tarde y que ellas, siendo que ya habían cogido confianza el sábado con nosotros y con las pocas ocasiones que tenían de poder tener verdadera intimidad entre ellas, se atrevieron a sugerirle el poder venir con nosotros para poder disponer de algún lugar en toda la casa donde amarse como lo habían hecho el sábado.

  Nos recibió Pablo en su casa con su habitual amabilidad, tras las presentaciones, pidiendo excusas por no podernos atender dijo que se tenía que ir y que yo atendiera a las invitadas, cruzamos unas miradas y Rosi nos miraba a uno y a otro alternativamente de forma que yo noté que sospechaba algo, nadie dijo nada.

  –Ya sabes donde están las bebidas y el hielo, sírveles una copa y tomad la casa como si fuera vuestra, naturalmente también la piscina y el jardín, pasadlo bien.-

  Esto lo dijo dirigiéndose primero a mí y seguidamente a todos, y subiéndose a su coche, un cupé de aquellos años, se despidió de nosotros.

  Al ver la excelente piscina, rodeada de fresco césped, todas coincidieron en tomar las copas al borde del agua, les preparé unos cócteles como se los había visto preparar a Pablo, a base de whisky y Martini y una guinda, los llamaba Manhatan,  ellas me estaban esperando en bikini y yo aparecí con las copas y el bañador puesto. Como era de una tela parecida a la licra, mi erección era más que evidente, pero era algo que no me importaba porque ya sabían ellas a qué habíamos ido a ese lugar, cuando me vieron en ese estado se pusieron a reír de buen gusto y a hacer bromas, Rosi alargó la mano y cogiéndola por encima del bañador les dijo que era su tesoro y que se fastidiaran porque ellas no tenían algo así, tampoco lo deseaban, se aprestaron a decir, pero Rosi riéndose les dijo que eso es lo que decían pero que haría falta saber la verdad. Seguimos bromeando y riéndonos a gusto los cuatro un buen rato, sobretodo porque repetimos dos veces más de Manhatan y ya estábamos más que contentos.

  Ana comenzó a besar a Reyes y a meterle mano sin pudor y yo que mantenía mi erección a pesar del Manhatan, comencé también a besar y manosear a Rosi excitado por lo que veía, cada vez las caricias se hacían más intensas por parte de cada una de las parejas, el poco pudor que podía quedar desapareció disuelto en el alcohol, fueron apareciendo las pocas prendas que nos cubrían desperdigadas por el césped, para dar paso al sudor brillante que cubría nuestros cuerpos al sol.

  Reyes estaba echada y Ana, de rodillas le pasaba la lengua por el coño de arriba abajo, yo hice con Rosi lo mismo que Ana con Reyes, después cambiaron y también nosotros cambiamos, ahora era Rosi la que me la chupaba. Ya estaban Reyes y Ana enzarzadas en un perfecto 69 y nosotros las imitábamos con otro igual, le habíamos encontrado el gusto a aquel juego de imitarlas, ellas que se divertían eligiendo las posiciones, nos dijeron que ahora tocaba penetración, se pusieron en tijeras y nosotros tomamos una posición idéntica pero sin frotarnos, yo se la tenía metida hasta el fondo; ellas al final terminaron en un 69 que les proporcionó el doble orgasmo que buscaban, Rosi no me dejó cambiar la posición y terminé corriéndome dentro, ella, al notarlo, soltó un sonido parecido a un aullido y se corrió también.

  Quedamos tendidos en el suelo boca arriba, despatarrados, mi pija se resistía a bajarse, parecía que quería más, al rato Rosi comenzó a chupármela, yo estaba algo rezongón y me dejaba hacer, por otra parte, ella no sé si tenía muchas ganas de hacer algo o era simplemente por causar la envidia de sus amigas, algo así como demostrarles que ellas no podían tener a su alcance un pene, aunque dijeran que para nada lo necesitaban. Al rato debió de surtir efecto porque una de ellas dijo:

  -Debe estar muy buena esa polla que no paras de chuparla.-

  Se oyó entonces un sonido de aprobación emitido por mi chica y al momento la otra dijo:

  -Déjanosla probar, venga.-

  Rosi me miró para ver si yo aprobaba, con el morbo que aquello me producía, y mi asentimiento fue lo suficiente para apartándose un poco, invitarlas al festín de mi pene. Se lo disputaban entre las dos como leonas hambrientas disputando un trozo de carne, nadie diría que poco antes despreciaban, o poco menos, al sexo masculino.

  Rosi miraba y no decía nada, las otras seguían chupando y al mismo tiempo se besaban entrelazando sus lenguas, a mí aquello me hacía conocer el cielo y con lo enamorado que estaba de Rosi, quería que ella también disfrutara, por eso le dije:

-Acércate cariño para poder tocarte las tetas y tú, por favor, mastúrbate mientras, si yo me corro con estas quiero que tú también lo hagas a la vez que yo.-

  -Nunca me he masturbado, yo no he tenido nunca experiencias de este tipo hasta ahora, ¿qué te piensas?-

  Dijo dejándonos a los tres sorprendidos y mudos; las chicas dejaron de chupar y Reyes se ofreció a enseñarle. Ahora mi pene había pasado a un segundo plano para ocuparnos todos de Rosi, Ana asintió levemente con la cabeza a una mirada de su compañera y ésta comenzó con su mano a acariciar suavemente el coño de Rosi, después, con toda la mano abarcando por completo el coño la movió con cada vez más ahínco, y fue utilizando el dedo corazón para pasarlo por la raja frotando el clítoris hasta que Rosi dio muestras de placer, entonces Ana, celosa de no ser ella la que tenía el chocho de Rosi en la mano, le pidió que probara sola. Reyes hubiera seguido hasta derretirla pero en vistas de la petición de su chica, dejó que Rosi probara. Los tres estábamos pendientes ahora del placer que se estaba dando con sus dedos la amiga y compañera querida; para ayudarla, sus amigas se agarraron como bebés gemelos cada una a una teta y con sus lenguas hacían vibrar los pezones de Rosi que se le pusieron tiesos como los de sus amigas que estaban disfrutando tanto o más que yo viendo la escena.

  Se frotaba con frenesí el clítoris y se metía primero un dedo y después dos, nadie le dijo que lo hiciera así, eso me hizo pensar que nos había tomado el pelo diciéndonos que no sabía pero si así era, le podíamos aplaudir el detalle, nadie dijo nada. Ahora estaba a punto, mantenía los ojos cerrados, la respiración entrecortada y ruidosa, cuando exhalaba cada vez se le podía oír desde más lejos, por fin le vino el orgasmo y nos llenó de felicidad a los tres que la contemplábamos.

  Cuando se repuso, Rosi les dijo a las otras que ahora tenían que hacer lo que fuera para que yo me corriera con ellas.

  -¿Por qué no dejáis que os la meta?-

  A lo que ellas accedieron con la condición de que no me corriera dentro de ninguna de las dos; se colocarían muy juntas, las tres de pie dándome el culo y apoyando las manos en una de las hamacas de forma que tendría a mi disposición los tres coños. A la derecha estaba Ana y en medio Reyes, yo alternaba uno y otro coño y con las manos sobaba los que en ese momento quedaban libres, como me había corrido tan reciente aguantaba lo suficiente para disfrutar de las tres, Rosi era la que se quedaba sin ración de polla pero esperaba que me corriera dentro de ella, las otras no paraban de tocarse el clítoris ellas mismas y entre mi polla y sus manos creí que se iban a correr antes que yo. Aceleré el mete saca con una y otra  y al fin me entretuve un poco más con Reyes porque estaba más cerca de Rosi y soltando un ¡ya…ya…ya…!, supieron que ya no les tocaría ningún turno más y se lo tendrían que terminar solas, mientras que Rosi recibía el premio a su paciente espera sintiendo penetrar en sus carnes la polla a punto de reventar tal y como ocurrió nada más metérsela.

  El resto de la tarde transcurrió con normalidad y diversión, cogimos mucha confianza entre nosotros y prometimos no contar nunca a nadie lo que el alcohol y la lujuria nos habían empujado a hacer, es más, fue Rosi la que propuso repetirlo cuando hubiera ocasión, aquello me dio pie para pensar muchas cosas.

  Ya casi vencida la tarde, Ana y Reyes se tuvieron que marchar, pero como nosotros no teníamos ninguna prisa, nos fuimos a mi habitación para estar solos y tranquilos. Allí es donde, abrazados y acariciándonos, le expresé mis sospechas sobre lo que me había llamado la atención aquella tarde. Estaba seguro de que no era la primera vez que se masturbaba ni que estaba con otras féminas, también ella me dijo que, a pesar de haberme dicho el primer día que no le importaba quién era yo ni lo que hubiera hecho antes, ahora sí que sentía la necesidad de conocerlo, que quería que no hubiera secretos entre nosotros y que sospechaba una relación especial con Pablo por la forma de mirarme y tratarme que ella había observado, así como lo que pudiera haber con Elisa por la forma de tratarla yo. Nos prometimos mutuamente sinceridad absoluta y yo le conté todo sin omitir ni un detalle, desde mi inocencia al llegar a la hacienda de mis tíos hasta el polvo que eché con Pablo en su cama dos noches antes.

  Ella por su parte, me contó la educación represora que había recibido en un colegio de monjas y en su casa, pero que tenía una prima un año menor que ella que vivía en el interior y Rosi había ido unos días durante el verano del año anterior a pasarlos en casa de sus tíos, fue la prima, a pesar de ser más joven la que le enseñó todo lo que sabía. Su prima perdió la virginidad siendo niña, le habló de las experiencias que había tenido con chicos y hasta con un mayor que causó un conflicto en la familia que casi termina mal, le enseñó a masturbarse con y sin penetración, le aconsejó no perdiera la virginidad con cualquiera (era evidente que este extremo no lo había cumplido) y habían practicado sexo entre ellas muchas veces, y aunque le había gustado mucho, ya no había tenido más relaciones sexuales con chicas hasta aquella tarde. Con chicos había tenido algo con uno pero no habían pasado de tocamientos mutuos, a éste le hizo tres pajas contadas, además, el hijo del dueño de la tienda, cuando Rosi empezó a trabajar allí al principio del verano, intentó sobrepasarse con ella y le acosó hasta que Rosi, con firmeza inusitada, le amenazó con contárselo a su mujer con la que llevaba casado dos años.

  Aquella sinceridad sirvió para estrechar más si caben los lazos que nos unían. Nos hicimos promesas y a la vez planes para el futuro de nuevas experiencias, pero siempre unidos y sin escondernos nada, además teníamos el ejemplo de Julio y Elisa, sabíamos que estábamos ahora juntos pero cuando empezara el curso, teníamos que estar separados físicamente, pero nunca lo haríamos anímicamente. Hoy día, muchos años después puedo decir orgulloso que es mi mujer y la madre de mis hijos, mi compañera y mi mejor amiga, mi confidente, la que me acompaña cuando vamos los dos a buscar una nueva experiencia sexual para disfrutarla conjuntamente.

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