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La vieja casa (II y III)

en Amor filial

II

  La convivencia diaria con la hermosa hermana cuando rebosan las hormonas, convierte el deseo sexual en obsesión.

  Después de aquella inolvidable tarde, seguía con la mirada todos los movimientos de mi hermana, era con la que más tiempo pasaba y por lo tanto a la que más veía. El buen tiempo primaveral facilitaba la tarea, sus cortas faldas, los escotes más pronunciados, baños en la piscina de un amigo de mi padre a la que nos invitaba, discretos baños de sol de mi hermana en una terraza de la casa, cualquier situación servía para mirarla y recordar su cuerpo desnudo visto por la rendija.

  En cuanto se metía en su habitación, yo iba a la mía a espiarla, cada día me gustaba más ella, ya casi no pensaba en otras, me hacía todos los días dos y tres pajas. A la vecina ya casi ni me la miraba, en cambio a mi hermana la veía por la mañana cuando salía de la cama, cuando se cambiaba para salir, cuando se acostaba, cuando estaba con Carmen en la habitación (aunque no tuve la suerte de verlas más como aquel día), cuando comíamos, cuando cenábamos, cuando descansábamos en la sala… se había convertido en mi obsesión. Yo no quería pensar si aquello estaba bien o mal, me sentía como un enfermo que no tiene cura y simplemente me dejaba llevar por mis instintos, pensaba que el hecho de no poderla tocar ni demostrarle lo que sentía era tan duro para mí como el mayor de los castigos. En el pecado tenía la penitencia… y ¡qué dura era esa penitencia! Además me estaba afectando a los estudios, suspendí las suficientes asignaturas como para pasarme todo el verano estudiando. Menos mal que estudiaría en mi habitación.

  Llegaron las vacaciones, el primer domingo de las vacaciones de verano, mis padres habían marchado pronto dejándonos en la cama, cuando me levanté, lo primero que hice fue mirar por el agujero y vi que no estaba en su habitación, me dirigí con mi erección matutina en pijama hasta la cocina, al comprobar que no había nadie por allí pensé que estaba solo en la casa; volví a la habitación a despojarme del pijama y coger el albornoz dispuesto a ducharme, confiado, salí totalmente desnudo y me dirigí al baño, cuando abrí la puerta me encontré con una visión inesperada.

  Julia no había cerrado la puerta con cerrojo y al abrirla de golpe nos sorprendimos mutuamente, los dos nos quedamos paralizados unos breves segundos hasta que reaccionamos. Yo desnudo con mi erección en el quicio de la puerta y ella, sentada en la tapa del inodoro desnuda de cintura para abajo, la pelvis hacia delante, las piernas abiertas totalmente, el pie izquierdo descalzo sobre la tapa con el talón en contacto con su culo, la pierna derecha estirada y el pie apoyado sobre la bañera, en una mano la espátula y en la otra un papel repleto de crema depilatoria. Estaba terminando la depilación, se había dejado todo el pelo que queda oculto bajo la braga, eliminando todo el que podía verse fuera del bañador.

  Aunque subyugado por la visión, tuve que ser yo el primero en reaccionar y me tapé la erección con el albornoz que llevaba colgado al hombro mientras balbuceaba unas palabras de excusa. Julia no podía, en la posición que estaba, cubrir sus intimidades inmediatamente, hubiera podido gritar o armar un escándalo pero se limitó a esperar que yo me retirara respetuosamente de allí que es lo que hice. Me retiré a mi habitación de inmediato con la imagen del desnudo de mi hermana mostrando plenamente su coño, grabada en mi cerebro.

  Solo entrar a la habitación y tras cerrar la puerta, aprovechando esa imagen que ni podía ni quería borrar de mi memoria, comencé a masturbarme frenéticamente. Unos segundos después se abrió de golpe la puerta de la habitación y Julia apareció en el quicio empujando con una mano la puerta y con la otra sosteniendo una toalla que le tapaba sus bajos, no me dio tiempo a evitar que viera claramente lo que yo estaba haciendo y le oí:

 -Me lo estaba imaginando.-

 -¿Qué quieres que haga? A veces me hago pajas… ¿sabes? Todos se las hacen.-

 -Sí, pero no pensando en sus hermanas.-

 -¿Cómo sabes que pensaba en ti? Ya la tenía derecha cuando te he visto…-

 -Pues dime rápidamente en quien pensabas.-

 -En nadie…bueno…tenía ganas…ya sabes…-

 -Y yo… ¿no te gusta mi cuerpo?-

 -¡Cómo no me va a gustar! ¡Es maravilloso!-

 -Entonces… ¿Te pajeabas por mí?-

 -Bueno… pues no sé… bueno… sí… sí, lo reconozco.-

 -Sigue pues, no te quedes a medias y termina.-

-Bien, de acuerdo, te aseguro que así lo haré.-

 -Pues venga va, dale ya y no te estés ahí parado como un pasmarote.-

 -Es que contigo delante no voy a poder, vete.-

 -No me voy a ir, si lo que quieres es verme desnuda, mira.-

   Esto lo dijo mientras dejaba caer al suelo la toalla que sostenía hasta entonces. La sorpresa era mayúscula, había pasado de una situación comprometida a otra inimaginable, la actitud de Julia era impensable segundos antes, ella ahora expresaba un deseo y yo no iba a llevarle la contraria cuando era el mismo que yo albergaba en mi interior.

 -Desnúdate del todo Julia.-

  Me atreví a decírselo porque veía en su mirada y en su actitud, una complicidad que parecía explicar las ganas que ella tenía de provocar aquella situación.

  -Ya me he dado cuenta de que últimamente me miras de una manera que parece que te gusto más que la prima Carmen.-

  -Carmen también me gusta mucho.-

  -Entonces… ¿es que yo te gusto más que la prima?-

   -Tú me gustas más que ninguna  en este mundo, no sabes cuantas pajas me hago por ti.-

  Al tiempo que le decía esto, me acerqué para abrazarla pero extendió  la palma de su mano en clara actitud de parar mi acto de cariño.

  -Ni se te ocurra acercarte, si lo haces me voy. No dejaré que me toques, te dejaré que me veas para que te hagas una paja a gusto porque debes desear mucho verme desnuda y no tienes ocasión. Esto lo tienes que considerar como un favor que te hago por ser mi hermano pequeño… y gracias.-

 Entonces se despojó de la ropa que le quedaba, incluido el sujetador para mostrarme la magnificencia de sus dos enormes pechos que se movían en un balanceo embriagador que me anulaba la razón.

  Yo comencé otra vez a meneármela pero esta vez quería retardar lo máximo posible el orgasmo, la visión de aquel cuerpo divino desnudo ante mi presencia era algo que quería durara eternamente.

 -¿No te corres?-

 -Quiero seguir disfrutando de ti-

  Se lo dije ya con toda la confianza mientras acercaba mi mano para palparle un pecho, pero ella se apartó lo suficiente.

 -No puedes tocarme, ya lo sabes, solo mirar.-

 - Vale. Entonces me correré.-

  No quise coger pañuelo ni nada parecido y con unos enérgicos vaivenes de mi mano logré el orgasmo esperado haciendo para delante mi pelvis de tal manera que los chorros de leche alcanzaron el cuerpo de mi hermana que no tuvo tiempo de apartarse. Los que no cayeron sobre ella fueron a parar al suelo.

  Julia dio media vuelta y desapareció de mi vista dirigiéndose al baño. Yo me quedé limpiando los restos de semen y al acabar, con el albornoz puesto, me dirigí al cuarto de baño. Traté de abrirlo pero Julia había echado el cerrojo, le grité para decirle que cuando terminara me avisara para ocuparlo yo y marché a mi habitación a esperar su aviso mientras limpiaba el suelo del semen derramado.

III

  Ahora la obsesión es la de poder tocar y acariciar el cuerpo de la hermana, necesitaría poseerla.

  Cuando terminó, vino y llamando con los nudillos me dijo que pasara yo. Ante la invitación por mi parte a que pasara y su inmediata negativa, salí como un rayo y me colé tras ella en su habitación, estaba seria y distante, yo, que quería demostrarle mi simpatía y agradecimiento, me quedé cortado.

 -Mira, esto que hemos hecho no está nada bien, ahora tengo miedo de que te vayas de la lengua con tus amigos y además… pensaba que pudieras repetirlo pero después de haberte corrido encima de mí, ya no quiero que lo hagas más. Y otra cosa: si dices algo, es que te mato.-

 -Te juro que esto no sale de entre nosotros. Y por favor Julia, haré lo que tú quieras y como lo quieras, si piensas que podemos repetirlo no me dejes sin la posibilidad de hacerlo por algo que te juro que no pasará más si no quieres… déjame verte una vez más… te lo ruego.-

  Julia cambió su semblante poco a poco, me di cuenta de que le había llegado al corazón. Julia siempre había sido la hermana mayor protectora, la que me advertía de los peligros, la que me prevenía de los males, la que procuraba mi bien, la que quería lo mejor para mí. Estaba seguro de que lo que había hecho era porque quería que yo disfrutara de algo nuevo, de una nueva experiencia y pidiéndoselo así, me comprendería y aceptaría mi propuesta.

  Se quedó pensativa un rato, aceptó que cogiera sus manos entre las mías y entonces me sorprendió con lo que me confesó. Se había fijado en que últimamente me la miraba con otros ojos y comprendía mis deseos y por eso no le había importado prestar su cuerpo para culminar mis ansias innegables, ya me lo había dicho, pero me exigía respeto y seguir la misma tónica de siempre entre nosotros: ella era la mayor y yo tenía que obedecerla, por otra parte, me prometía que si confiaba en ella, me proporcionaría momentos como el de antes cuando menos lo esperara, eso sí, jamás le pusiera las manos encima.

  -Ahora te estoy cogiendo las manos.-

  -Sabes muy bien a qué me refiero.-

 -Pero… ¿podré pedirte algún día que me dejes tocarte aunque solo sea la mejilla?-

 -Eso… ya se verá. Bastante te doy ya.-

  En los días siguientes, Julia cumplió como no podía esperar. Me proporcionaba multitud de ocasiones para verla como solo ella y yo sabíamos que lo hacía. Estaba yo echado en el sofá y pasaba al lado de mi cabeza, aún con gente en la sala, dejándome ver bajo su falda la falta de bragas que se había quitado previamente. Mientras veíamos la televisión por la noche, ella sin sujetador bajo la bata, aprovechaba que mi padre dormía en su sillón y mi madre salía de la sala por algo, para abrirse la bata y que pudiera contemplar sus hermosos pechos; hasta se pasaba la mano por los pezones. Lo mejor era en cuanto estábamos solos en la casa y seguros de que no nos iban a pillar, lo cual ocurría casi todos los días al llegar por la tarde a casa, entonces nos metíamos en su habitación o en la mía y se desnudaba para que yo me corriera delante de ella.

  Habían pasado diez o doce días desde la primera vez que se mostró desnuda y estando en su habitación, ella desnuda con la bata a su lado por si acaso y yo con mis pantalones en las rodillas, cuando después de haber comenzado la masturbación, la suspendí de repente.

 -Cógela tú por favor, termíname la paja, Julia.-

 -Ya te dije que nada de tocar.-

 -Sí, me dijiste que no te tocara… pero no que tú no me tocaras a mí.-

 -Es lo mismo.-

 -Te prometo que no haré nada sin tu permiso.-

 -Si te hago algo, después querrás más… y después más todavía…-

 -Solo quiero que me la cojas, lo estás deseando, ¿te crees que no me doy cuenta?-

 -Pero ni se te ocurra tocarme.-

 -Vale, pero cógela ya por favor que me muero de ganas.-

  Cuando al fin se decidió, rodeó con sus delicados dedos mi erecto pene mirando fijamente lo que estaba haciendo. Yo la miraba a ella, allí desnuda, con una polla en la mano moviéndola rítmicamente, solo pude aguantar unos segundos, le avisé de que me corría para que apartara la mano si quería y acerqué el pañuelo para recoger el semen. No sacó su mano sino que siguió con el movimiento de tal forma que al correrme, su mano quedó pringada.

  Quedé sorprendido al ver que cuando apartó su mano llena de leche, la acercó a su nariz antes de limpiársela en mi pañuelo. Cuando estaba acabando de limpiarse cogí sus manos entre las mías y las acerqué a mis labios para besarlas; como no protestó, seguí llenando de besos sus dulces manos. Aquella manifestación de amor parece que le gustaba, entonces comencé a besarle las muñecas y al momento los antebrazos a la vez que elevaba sus puños cogidos entre mis brazos. Cuando estaban por encima de mi cabeza, pasé ésta por entre sus brazos y solté sus manos dejándolas caer sobre mis hombros de forma que parecía un incipiente abrazo. Yo seguí besando uno de sus brazos hasta llegar al hombro, entonces la miré a los ojos y percibí el deseo de consumar la serie de besos en su boca. Cauto todavía, acerqué mis labios a su mejilla, ella no se apartó sino que hasta acercó los suyos, al momento, nuestros labios se encontraron por primera vez en un beso maravilloso, lleno de amor, sensualidad, deseo y lujuria, incestuoso y pecaminoso, contrario a todos los principios éticos establecidos,.

  Ese beso no estaba previsto, salió instintivamente, nació de un amor intenso entre hermanos pero no era un beso de hermanos. No sé quien fue el primero, pero nuestros cuerpos se acercaron hasta tocarse mientras seguíamos con el beso. Notaba el desnudo cuerpo de Julia pegado al mío y sin pedirle permiso, la abracé con fuerza colocando mis manos sobre su espalda desnuda.

  Estaba acariciando el cuerpo de mi hermana mientras seguíamos con el interminable y soberbio beso, aquello era excitante, tanto que mi pene comenzó a revivir a pesar de haber concluido el trabajo unos minutos antes. Julia, al notar la dureza de mi polla apoyada en su vientre, se apretaba contra ella provocando una clara situación de mutuo deseo sexual, ya se habían roto las invisibles cadenas que ataban mis manos evitando palpar el cuerpo de mi hermana. Las caricias se hicieron extensivas desde la espalda hacia sus pechos, palpé los laterales, exuberantes pero turgentes y llegué a los pezones.

  Unos segundos después de acariciar con mis manos aquellos maravillosos pezones, terminé el beso para pasar a lamer con fruición uno por uno cada pezón, mis manos bajaron hasta sus nalgas, eran suaves y su redondez, extrema. Apreté aquel culo hacia mí y seguidamente caí de rodillas ante su cuerpo erguido de forma que con mis labios podía besar su abdomen y poco a poco bajaba lamiendo primero la piel desnuda, suave y blanca de su vientre y después la piel recubierta de pelo de su pubis.

  Al llegar a su coño, estiraba la lengua para lamerlo y entonces ella, que estaba con las piernas cerradas, las abrió descaradamente facilitando la llegada de mi lengua a tan deseado lugar. Por fin el coño de Julia, mi hermana, mi obsesión, mi ilusión, mi sueño repetido y ahora cumplido. Lo tenía a mi alcance, en mi boca, ya era mío, ya pensaba en poseerlo; antes de hacerlo quise conocerlo en profundidad, como los bebés que conocen las cosas llevándoselas a la boca, así conocí el coño de mi hermana. A ella le estaba gustando, no lo podía disimular, los movimientos pélvicos que hacía cuando yo apretaba mi lengua a su clítoris la delataban.

  Yo estaba excitadísimo, no podía aguantar más y ahora que por lo visto ya había obtenido carta blanca para poderla tocar, lo siguiente era calmar el ansia que yo sentía de metérsela por aquel agujero que ya con mi lengua penetraba. La empujé casi violentamente a la cama y apresuradamente me saqué el calzado y los pantalones, todo ello sin tocarlos con las manos, solo con los pies. Mientras con mis manos seguía acariciando sus tetas y su coño a la vez que evitaba un eventual arrepentimiento de ella con el consiguiente brinco de la cama y escape de la situación. Como esto no sucedió, me coloqué entre sus piernas, miré a sus ojos viendo en ellos el deseo y mientras nos besábamos apasionadamente, introduje mi polla, por primera vez en mi vida, en un coño. Era el de mi hermana, mi dulce y amada hermana Julia; se produjo una explosión de amor sincero y a la vez, un torrente de sensaciones nuevas y agradables que desembocaron en un atracón de placer indigerible para un jovencito como yo, sin experiencia y sin plantearme hacer gozar a la mujer que tenía en mis brazos… me corrí a los dos segundos de haberla metido. Recuerdo la cara de asombro que puso, la que debí poner yo enseguida tuvo que ser de preocupación…

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