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Historia de una conocida política actual (IX)

en Grandes Relatos

  Aunque Lucía la invitó a quedarse aquella noche en su casa, Tati quería marcharse a la suya, a la intimidad de su cama para estar acompañada solamente por su soledad. Necesitaba un rato de íntima reflexión sin que nadie le influyera ni violara sus pensamientos.

  Eran más de las tres de la madrugada cuando entró en la habitación. Observó a su hermano durmiendo, era una ricura; su hermano, para ella, representaba la candidez, la bondad, la fragilidad, la ternura, la delicadeza, y al mismo tiempo la fuerza y la hombría que últimamente había adquirido con un físico envidiable de un muchacho de 17 años, fuerte, musculoso y atlético, acostumbrado a hacer deporte, sobre todo baloncesto, que jugaba en un equipo de aficionados en la demarcación de pívot.

  Se desnudó como siempre mecánicamente, despojándose de braga y sujetador; se puso el camisón corto que tenía bajo la almohada y se dispuso a dormir. Aquella noche no tenía ganas de tocarse, ya venía con una buena dosis de sexo de casa de Lucía. Ahora ansiaba dormir para olvidarse del mal trago pasado por la tarde, mañana sería otro día. Pero los fantasmas de la noche se habían propuesto no dejarle descansar como ella hubiera querido; el dolor por la traición y el engaño se recrudecía por momentos en su cerebro que tenía a punto de estallar.

  Ya estaba arrepentida de haber rechazado la oferta de Lucía. Estaría mejor con alguien a quien abrazar en aquellos momentos, necesitaba ser abrazada, necesitaba un beso en la mejilla, una caricia, un consuelo. Entonces se obcecó con su hermano que estaba físicamente tan cerca, no paró a reflexionar que quizás mentalmente no estuviera dispuesto a acercarse ni lo más mínimo. Pronto lo sabría; si su hermano la rechazaba, añadiría otra decepción a la de aquel día. Mejor, así sabría a qué atenerse; descubriría toda la mentira a su alrededor. Pero estaba casi segura de que su hermano la apoyaría y la comprendería; no podía fallarle. Levantó la sábana con que cubría su cuerpo y se echó junto a él; apretó su cuerpo al de su hermano, éste estaba caliente en contraste con el de ella que llegaba del frescor de la noche en la calle. Como para Carlos aquello era semejante novedad a la que no estaba acostumbrado, antes de despertarse, ya estaba completamente despejado.

  -Tati… ¿Qué pasa? ¿Qué haces? ¿Qué quieres?-

  -Necesito que me abraces.-

  -¿Por qué? ¿Qué te ha pasado?-

  -Calla y abrázame, por favor.

  Carlos entonces, no solo la abrazó sino que la llenó de besos por sus mejillas, por su pelo, en sus manos, por sus hombros y por su cuello. Era lo que esperaba Tati y de lo que se dio cuenta Carlos, por eso lo hizo. Pero seguía sin entender nada y le hubiera gustado saber qué pasaba para poder ayudarla mejor.

  -Dime qué te pasa Tati. Dímelo por Dios.-

  Mirándolo a los ojos, a la luz de la lámpara de la mesilla que Carlos se había aprestado a encender, Tati quiso esbozar una sonrisa y en lugar de eso, gruesas lágrimas resbalaron por sus mejillas preludiando el consiguiente llanto que movió a Carlos a compadecerse de su hermana todavía más y así volver a llenarla de besos y de caricias. Estaba obrando, para su sorpresa, como un hermano maduro y sensato, ayudando a la hermana necesitada de cariño fraterno.

  Carlos ya no quiso insistir más, esperó pacientemente con el semblante expectante a que Tati se abriera cuando quisiera. Como tardaba demasiado a hacerlo, al fin la cogió de la barbilla para llamar su atención y sin soltársela le dijo suavemente:

  -Dime Tati.-

  -He roto con Toni. Lo he pillado con otra en su casa. Me decía que estaba cuidando a su hija y el muy cabrón me la estaba pegando. Pero no ha sido solo hoy, ya hace tiempo que estaba jugando conmigo. Yo me había creado muchas ilusiones con un futuro en el que él tenía que ser el centro y la base… y ahora ya lo ves.-

  -No sabes cómo lo siento Tati, pero es posible que sea mejor así; hubiera sido peor después. Ten en cuenta que ése siempre es el mismo, ya se lo había hecho a otras. A la primera que se lo hizo fue a su mujer. Esos no cambian nunca. Ahora tranquilízate.-

  La mirada sincera de su hermano, las palabras tranquilizadoras que le decía, la vuelta a la realidad que le produjo notar el grueso y duro bulto que notaba en su vientre, lo que le hizo percibir que la vida seguía a pesar de sus pesares. Todo le daba confianza, en sí misma y en su hermano que estaba allí para ayudarla en ese momento difícil. Pensó que el pobre lo quería hacer lo mejor posible, quería ayudar de corazón… pero el cuerpo humano es al fin y al cabo, un amasijo de células con una función cada una de ellas, y siguen funcionando de forma programada en función de su cometido. Por eso no podía reprocharle nada a Carlos, además, había sido ella la que se le metió en la cama y él, hasta entonces, se había comportado maravillosamente.

  Aquel pensamiento fue como el interruptor que enciende una máquina. La máquina era ella y él estaba allí a su lado, tan amable, tan presto a la voluntad de su hermana, tan dispuesto. Lo miró a los ojos una vez más y al verlo tan receptivo, sin dudarlo, le pasó una pierna por encima de las suyas y a la vez que lo empujaba un poco para que quedara totalmente boca arriba, y se le colocó justo encima.

  Estiró la mano para apagar la luz, pensó que a esas horas sus padres solían levantarse al baño y podían ver el hilo de luz bajo la puerta. Nunca entraban, pero no se podía permitir que los encontraran así. Se apretó al cuerpo de su hermano, se buscaron con los labios y mientras se daban el más pasional de los besos que se pueda imaginar, Tati buscó el miembro de su hermano, aquel bulto que no había dejado de notar, grande y duro. Cuando lo tuvo en la mano, por una pernera del amplio pantalón corto del pijama, lo sacó y se lo dirigió a su ardiente, ansioso, húmedo y acogedor sexo. Sin que Carlos tuviera que ayudar ni un ápice, ella, al notar la punta de aquel grueso trozo de carne en la sensible entrada de su vagina, se dejó caer sobre él y sacando la mano, se apretó al cuerpo de su hermano consiguiendo hacer desaparecer por completo dentro de sí el considerable bulto de su hermano.

  Carlos, que no acababa de creerse lo que le estaba ocurriendo, no paraba de susurrarle al oído palabras de amor. Después de un montón de “Te quiero Tati… te quiero” solo otra frase se le oyó decir:

  -Me voy a correr… quita de encima.-

  -No, córrete.-

  Mientras ella se apretaba más a él en clara demostración que no se quería apartar y que deseaba sentir su esperma derramarse dentro de sus entrañas.

  Al sentir rebotar dentro de su vagina las erupciones de la lava que el volcán de su hermano vomitaba en su interior, ella también alcanzó el paraíso, la gloria, el clímax, la sensación sublime del orgasmo perfecto.

  Permanecieron en la misma posición que tenían cuando terminaron. Tati estaba asombrada al notar todavía una considerable erección del pene de su hermano dentro de su ser. Después de un buen rato y aquello seguía casi como al principio. Era excitante sentirlo allí adentro, y pensar que era con ella, no con otra, sino con ella misma, con quien Carlos seguía excitado a su vez. Comenzó a moverse acuciada por esa sensación y al moverse, la sentía cada vez mejor. Lo que había comenzado como una muestra de cariño a su hermano, una broma o una tontería, le estaba produciendo un placer que no podía dejar sin consumar. Al momento estaba otra vez cabalgando sobre el cuerpo de su hermano en una frenética carrera cuya meta estaba en el orgasmo que ambos amantes intuían cada vez más cercano.

  En el silencio de la noche, sus respiraciones agitadas se oían nítidamente para elevar mutuamente la excitación que ya de por sí era tremenda, a cotas de pasión desenfrenadas. Ahora Carlos volvía a tener una erección total y estaba disfrutando de los vaivenes porque ahora su aguante era el que le habría gustado tener antes. Se sentía satisfecho consigo mismo por poder demostrarle a su hermana que él también podía ser el buen amante que de seguro Tati  necesitaba.

  Y la verdad es que ella estaba encantada con la actuación de su hermano; no hubiera creído nunca que un muchacho de 17 años se pudiera comportar tan extraordinariamente haciendo el amor. Si normalmente ella, lo que buscaba cuando estaba en una situación así era correrse cuanto antes y cuantas más veces mejor, ahora, se retenía premeditadamente para poder llegar al orgasmo a la vez que su hermano. Muchas veces, cuando se masturbaban, Carlos esperaba a que ella terminara, quizás por eso, en esta ocasión era Tati la que lo esperaba a él.

  Disfrutaron hasta la extenuación, los cuerpos exhalaban sudor por todos y cada uno de los poros de la piel, a pesar de haberse despojado ambos de toda la ropa en medio del fragor de la contienda. Cuando ya parecía que no podían más, sacaron fuerzas de flaqueza para clausurar la noche de pasión y llegar al esperado y ansiado orgasmo doble e instantáneo. Entonces tuvieron que apagar los gritos de placer como pudieron para que el resto de habitantes del piso de sus padres pudieran seguir durmiendo ajenos a la grandiosa y sublime explosión de placer que sucedía dentro de aquella habitación.

  Permanecieron abrazados largo tiempo, solo transmitiéndose presencia, como dos amantes perfectos, solo se oyó un tenue “te quiero” contestado por un débil pero rápido “yo también”; después, sin mediar palabra se quedaron tranquilos y relajados.

  Cuando Carlos abrió los ojos, una luz exterior proveniente del nuevo día, se colaba por los lados de la persiana. Se habían dormido juntos y abrazados, ahora tocaba componerse y acomodarse cada cual en su correspondiente cama. Antes de dormirse, aún entablaron una corta pero esperanzadora conversación:

  -Tati. ¿Qué tal te encuentras ahora?-

  -Mucho mejor, gracias Carlos.-

  -Gracias a ti Tati. Me has hecho conocer la gloria.-

  -A mí también me ha encantado. Eres tremendo, un perfecto follador, mucho mejor que ese cabrón que tanto me ha hecho sufrir.-

  -Perdona por habértelo hecho recordar.-

  -No tienes tú la culpa, no te preocupes. Aún me acordaré muchas veces de él; es normal.-

  -Si puedo ayudarte, no dudes que lo haré. Yo siempre estaré para echarte una mano.-

  -¿A sí…? ¿Y a dónde me echarás la mano…? ¿Al chocho…?-

  Y soltó una evidente carcajada pero en el volumen más bajo posible. A ella se sumó la de Carlos que de inmediato le dijo:

  -Eso ya sabes que cuando quieras. No me digas que no te toque porque no pienso hacer tal cosa. Ya se han acabado las pajas, ahora repetiremos siempre lo de esta noche.-

  -Me sorprende que ya has tomado una decisión, ¿yo no cuento?-

  -Vale. ¿Tú qué dices pues?-

  -Yo lo que digo es que no me importa hacerlo contigo. Me haces muy feliz. Me gusta mucho. Pero es peligroso y tú lo sabes. Estamos viviendo con más gente y un día nos podían pillar. Habría que tener mucho cuidado y luego hay otra cosa: Ahora estoy tomando la píldora pero en unos meses tengo que descansar y entonces lo que hemos hecho antes estará completamente prohibido, ¿tú te imaginas si me dejaras embarazada?-

  -Se pueden conseguir condones.-

  -Con pastillas o no, con condones o sin ellos, el miedo a que nos pillen es superior.-

  -Sabremos hacerlo en silencio y ya sabes que por la noche no entra nadie en la habitación.-

  -Otra cosa que me preocupa es que te puedas ir de la lengua; los hombres sois muy proclives a contar aventuras.-

  -De eso ya puedes estar absolutamente tranquila. ¿Cómo voy a presumir yo de hacer algo con mi propia hermana? ¿De verdad te puede pasar algo así por la imaginación?-

  -Ya sé que no vas a hacerlo sin más, pero un día que hayas bebido más de la cuenta… u otro día que cojas mucha confianza con una novia, o cuando has cogido tanta con ella que hasta te has llegado a casar… te dirá que con tu mujer no tienes que tener secretos, te puede tirar de la lengua más de lo que crees. Una mujer puede hacer hablar a un mudo.-

  Vamos a ver Tati: ¿Tú crees que algún día esto se lo puedes contar a alguien en alguna circunstancia? Solo tienes que pensar en que yo me voy a comportar como mínimo como tú, pero además te prometo que puedo portarme mejor que tú.-

  -Pero prométeme que no me insistirás, solo lo haremos cuando yo quiera.-

  Entonces Carlos riéndose le contestó:

  -Lo contrario… ¿no sería una violación?-

  -Calla y duerme, buenas noches… o buenos días ya.-

  -Lo que digas Tati. Hasta luego cariño.-

  Aquella despedida le llegó a Tati al corazón. ¡Qué delicado era su hermano! ¡Qué tranquila se quedaba y qué bien iba a dormir! Seguro que al día siguiente, mejor dicho aquel día que ya había comenzado, vería las cosas mejor. Definitivamente, Carlos le había ayudado sobremanera, y ella había encontrado quizás, la forma de compensar sexualmente sus instintos naturales y canalizar realmente su verdadera orientación sexual. ¿Se podía pedir más?

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