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Historia de una conocida política actual (VI)

en Grandes Relatos

  A la mañana siguiente, Tati se levantó como siempre, unos minutos antes que Carlos. Con una sacudida despertó a su hermano que todavía adormilado tuvo que escuchar a su hermana:

  -Mira Carlos: Lo de anoche tenemos que olvidarlo, no tenía que haber pasado. Pasó por que te vi tan apenado que quería congraciarme contigo después de lo que yo había provocado a sabiendas de que tú me estabas mirando. No me trates de engañar nunca más, prefiero saber que estás mirando a tener que descubrirlo yo. Y ni yo pienso contar a nadie tus triquiñuelas, ni tú hablarás de lo de anoche, ni de las demás noches, con nadie. ¿O ya lo has hecho? Dime la verdad.-

  -Te juro Tati que ni se lo he dicho a nadie ni pienso hacerlo, sería lo último. Daría mi vida por ti. Pídeme lo que quieras que por ti lo haré, pero no me pidas que deje de mirarte. Ya has visto que hace tiempo que llevo haciéndolo y no podría quitarte de mi mente. Si quieres que no te mire, tendremos que dormir en habitaciones distintas. Tú no sabes lo que es verte desnudarte durante tanto tiempo, sin poder tocarte, viendo e imaginando tus masturbaciones posteriores; y ahora que me has tocado tú, y te recuerdo que has sido tú, no puedes pretender que lo olvide como si eso no hubiera pasado. Tú sabes que yo me voy a seguir haciendo las pajas pensando en quien me dé la gana. Por cierto: ¿Dejarás tú de hacértelas como hasta ahora?-

  -¿Pero es que no te das cuenta de que somos hermanos?-

  -Siempre lo puedo tener en cuenta.-

  -Entonces renuncia a todo lo que sea sexo conmigo.-

  -¿Y qué harás para que yo no te vea ni piense en ti?-

  -Esta noche, cuando me venga a la cama, te despertaré si estás vuelto hacia mi cama, y tendrás que darte la vuelta.-

  -¿Y me prohibirás que entonces me haga una paja?-

  -Como si te haces tres.-

  Y entonces, algo contrariada, con la última frase en sus labios como despedida y a la vez zanjando la discusión, Tati salió de la habitación para desayunar rápidamente y poderse marchar antes de que su hermano saliera de la habitación.

  Aquella noche, cuando entró Tati en la habitación, Carlos estaba en la misma posición que todas las noches. Con una firme sacudida, hizo que abriera los ojos y en voz baja le susurró:

  -Ya puedes darte la vuelta.-

  -Y tú ya puedes cambiarte.-

  -Cuando te hayas dado la vuelta.-

  -Si lo hago, será para hacerme una paja pensando en tu cuerpo.-

  -Haz lo que quieras.-

  -¿No te importa verme?-

  -Con no mirar…-

  -Entonces no te importará que retire la sábana.-

  Y diciendo esto, echó la sábana a un lado, se puso boca arriba con el erecto pene sostenido por su mano y volvió la cabeza hacia el otro lado tal y como le había ordenado su hermana; cerró los ojos para concentrarse en ella, tal y como ya le había avisado, y comenzó a meneársela descaradamente sabiendo que su hermana contemplaba perfectamente la escena, imaginando, sin equivocarse, que a Tati, la visión de la escena le estaría provocando alguna sensación, cosa totalmente distinta de lo que Tati le quería dar a entender.

  Al ver aquello Tati, quedó totalmente desarmada, lejos de sentir sensaciones de enfado o de ira como en un principio hubiera pensado y querido tener, sentía una sensación de complicidad, comprensión y cariño por la situación de su hermano, plena de sufrimiento, deseos insatisfechos y sentimientos encontrados. Pesaba más el cariño hacia Carlos que todo lo demás, miró como se masturbaba con los ojos cerrados, pero concentrado en ella según aseguraba él, y en un instante, movida por un deseo interior de satisfacer a su querido hermano, derrumbó el muro que había querido levantar entre ellos y se dejó llevar por sus propios instintos que le estaban pidiendo todo lo contrario de lo que había querido aparentar hasta aquel momento.

  -Carlos… Por favor… Mírame.-

  Sorprendido, Carlos cesó en su labor de autosatisfacción y volviendo su cara hacia Tati, abrió los ojos como platos para mirar cómo se desnudaba de cara a él. Al ver que Carlos no reaccionaba después de despojarse de toda la ropa de cintura para arriba, tuvo que decirle:

  -Puedes seguir… ¿es que ya no te gusta mi cuerpo?-

  -¿Puedo tocarte?-

  Dijo él mientras daba un salto para bajar de la cama.

  -No Carlos, no… por favor, no. Es mejor que no te acerques.-

  -Pero…-

  -Puedes mirarme y yo también te miraré… pero no debemos tocarnos.-

  -¿Nos masturbaremos juntos?-

  -Querrás decir a la vez; cada uno en su cama, por separado.-

  -Pero con luz… para podernos ver.-

  -La de tu mesilla, que es más débil.-

  Carlos estaba emocionado. Para un chico de trece años que se miraba a su hermana en secreto, pasar a obtener el beneplácito de ella y no solo eso, sino que poder ser mirado por ella con el consiguiente morbo que eso conlleva, resultaba tan impensable y tan sublime que no acababa de creérselo. Tanto era así que esperó a que su hermana se terminara de desnudar y se echara sobre la cama para volver a rodear con su mano el enhiesto pene que mostraba en plenitud con su cuerpo tendido boca arriba.

  Tati, por su parte, se colocó en la posición que solía tomar cuando quería masturbarse. Se colocaba boca abajo con la pierna izquierda levemente abierta y estirada, la derecha flexionada con la rodilla a la altura de la cadera, la mano izquierda bajo sus pechos para poderse tocar los pezones, y la derecha estirada bajo su cuerpo, trabajando sobre todo su clítoris, tal y como le enseñó en su día su inolvidable amiga Sara. Al apoyarse sobre su rodilla derecha, podía elevar lo suficiente la pelvis para dejar la mano libre y poderla mover con precisión; además aquella posición ayudaba a pasar desapercibida cuando su hermano estaba tendido en su cama, aunque había quedado demostrado que no lo había conseguido.

  Carlos se contuvo de momento y se limitó a sostenerse el pene pero sin menearlo, a pesar de pedírselo Tati. Sabía que se correría enseguida y en esta ocasión quería esperar a ver a su hermana en acción. Cuando vio que Tati elevaba y volvía a bajar el culo un par de veces, la excitación fue tan grande que notó que se iba a correr sin remedio.

  Hacía poco tiempo que había descapullado; una mañana, después de levantarse con una considerable erección y haber orinado, sin querer, al estirar la piel, apareció un glande seboso y asqueroso acompañado de una desagradable sensación que duró hasta que echó la piel hacia delante hasta lograr tapar otra vez el glande. Desde aquel día, había procurado repetir la experiencia y entrenar a la piel a estirarse para dejar aparecer el capullo sin provocarle dolor, y también había conseguido limpiarlo y mantenerlo limpio. Eso sí, todavía cuando se masturbaba, seguía corriéndose sin sacar el glande del todo.

  Aquella noche, por estar su hermana viéndolo o por experimentar una nueva sensación o simplemente por un repentino impulso, no lo hubiera podido determinar con certeza, quiso correrse teniendo el glande fuera de la piel. Por eso, cuando notó que estaba a punto de correrse, apretó el pene con la mano y llevó ésta hacia sí. Todavía notaba una sensación de dolor, aunque de poca intensidad, que se mezcló con la culminación del placer en el momento que las contracciones internas pedían expulsar el semen retenido. Al final éste salió disparado provocándole la doble sensación de placer y algo de dolor que quedaba en segundo plano ante semejante derroche de gusto. El primer chorro fue a parar a su hombro, los otros pararían en su vientre desnudo y preparado previamente para recibirlo.

  Todavía no le había dado tiempo a Tati a tener su primer orgasmo; el que acostumbraba a tenerlo apenas comenzaba a tocarse. Al ver como su hermano había alcanzado el orgasmo, a ella le llegó de golpe una riada de excitación que desembocó, como no podía ser otra cosa, en un intenso y placentero orgasmo que con su mano apretada sobre su sexo, como si quisiera retenerlo a la vez que prolongarlo. Estaba tremendamente feliz viendo como su hermano, que aún mantenía su pene en la mano, había seguido sin perderse detalle, toda la maniobra.

  -Buenas noches, Carlos. Hasta mañana. Apaga enseguida la luz.-

  -¿Puedo darte un beso de buenas noches, Tati?-

  -¿Cómo cuando eras pequeño?-

  -Ahora te lo daré en los labios.-

  -No vengas, ya voy yo a dártelo, que me tengo que levantar a ponerme el pijama.-

  Y con un dulce beso en los labios se despidieron hasta el día siguiente. Carlos no cabía en sí de felicidad; y Tati estaba plenamente satisfecha de ver a su hermano tan feliz; pensó que ahora Carlos no pararía de pedir repeticiones… aunque a ella no le costaría ningún sacrificio satisfacerlo.

  Tal y como Tati imaginaba, su hermano esperaba ansioso el momento en que por la noche, se acostaba ella. Carlos ardía en deseos con su pene en la mano y Tati complacía a su hermano desnudándose ante él, y excitándose en secreto sabiendo que era objeto de deseo de aquel adolescente que compartía su habitación hasta el extremo inconfesable de masturbarse seguidamente a la vista de él, a la vez que él y al fin y al cabo, con él.

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