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VERANO EN CAMPO, PLAYA Y MONTAÑA 11 (Javier)

en Grandes Series

  El final del verano llegó y tú partirás…, decía la canción, en este caso el que partía era yo, dejaba en aquella playa unos amigos que nunca olvidaría, la Beba, Dani, Sofía, Ana, Reyes, Pablo, Sebas y sobre todos, Rosi. Con ella íbamos a seguir en comunicación, por teléfono y por carta, nos estaríamos esperando eternamente si era preciso. Con el jefe quedamos ya para el año siguiente, iría al principio del verano, estaba contento con mi discreción y con mi rendimiento y quería que repitiera pero lo que le hacía ilusión también era que si yo estaba por allí, tanto la Beba como Lola se pasaban alguna vez por la tienda a visitarme.

  A los dos días de llegar a mi casa comenzaban las fiestas de la ciudad donde vivía, salí con mis amigos a los que no veía desde el final del curso y el segundo día de las fiestas a media tarde, me topé con Julio y Elisa por la calle, nos saludamos efusivamente y me quedé con ellos arrastrándome a mis amigos porque sabía que con el matrimonio, tarde o temprano, acabaríamos en la cama o donde fuera, pero follando con él o con ella o lo más probable con los dos a la vez. Era el primer día que ellos asistían a las fiestas, solo iban a estar otro día más, según dijeron, porque tres días después marchaban de viaje a pasar dos noches fuera en unas liliputienses vacaciones que junto a salidas como la que hicimos juntos para ir a la playa ese verano, era todo lo que se permitían y se les permitía. Me dijeron que habían venido en el coche de mis tíos con ellos, aquella noche querían ir a un baile donde iba a actuar una estrella femenina de la canción de aquel momento, la actuación estelar comenzaba a las doce de la noche y duraba una hora y media, ellos querían llegar sobre las once para bailar un rato antes de la actuación, una orquesta amenizaba la velada hasta altas horas de la madrugada efectuando un descanso entre medio, esa era la hora acordada para marchar ellos con mis tíos.

  Todos nos encaminábamos a las atracciones de feria. Elisa estaba guapísima con su vestido ceñido y tacones, notaba como la miraban todos los hombres a su paso, Julio era un hombre envidiado evidentemente. Cuando en la aglomeración de gente ante una atracción, mis amigos de la cuadrilla pudieron acercárseme, todos me hicieron saber lo embobados que estaban con ella. Julio no quiso subir a aquella atracción y como a Elisa le apetecía hacerlo, mis amigos y yo le invitamos a subirse con nosotros, la llamaban “la olla”, Elisa se sentó junto a mí y mis amigos junto a ella, el más lanzado de todos, Javier “el melenas” que era el que más éxito tenía ligando gracias a su planta atlética, sus facciones perfectas heredadas de su madre - una mujer de unos 40 años considerada por todos la más guapa y elegante de la ciudad (objeto de alguna de mis pajas)- , una melena de pelo liso que le cubría las orejas por completo y sus ojos verde mar que hacían estragos entre las chicas de nuestra edad, fue el que lo hizo junto a ella.

   Mientras duró aquel viaje, mis amigos y yo mismo, nos levantábamos y caíamos unos encima de otros y como fuera, siempre había alguno que “por accidente” caía sobre Elisa teniendo que apoyar las manos descuidadamente sobre sus pechos o sobre sus piernas, ella se reía y todos nos reíamos y lo pasábamos bien, pero a Elisa le estaba creciendo su propio ego alimentado por las muestras evidentes de deseo por parte de mis amigos.

  Después subimos todos menos Julio, otra vez, a la casa del terror, allí mis amigos se aprovechaban de las situaciones casi descaradamente, cuando salíamos por un pasillo, Elisa iba detrás de mí y acercándose a mi oreja me dijo que el guaperas (Javier) le estaba apoyando su tiesa pija en el culo y yo, también al oído, le pregunté si le gustaba, mientras me partía de risa.

  Después de subirnos a otros sitios y comernos unos churros, Javier y los otros amigos se marchaban a otro sitio y Julio y Elisa dijeron que se quedaban a tomar algo por si acaso a la hora de cenar no encontraban sitio, entonces aproveché para quedarme con ellos. Sentados mientras nos comíamos un perrito caliente hablamos de lo que me había pasado en la playa, toda mi experiencia lujuriosa con mis nuevos amigos y el estado de enamoramiento que nos embargaba a Rosi y a mí. Después hablamos de lo que había pasado con Javier y estuvo de acuerdo la pareja en que estaba muy bueno y les gustaría tirárselo, pero también estuvimos todos de acuerdo en que estando soltero, podía ser peligroso en cuanto a la discreción, yo en ese aspecto era un ejemplo de lo que ellos querían, también sabían que al haber estado con ambos servía de freno a ir pavoneándose de tener una relación íntima con uno de ellos. Les ofrecí tenerlo cogido si lograba tener una relación homosexual previa con él, entonces, según viera yo, le propondría perder su virginidad con Elisa (yo sabía que a pesar de ser el triunfador con las chicas, nunca había follado).

  Como la conversación iba subiendo de tono, comenzamos a hablar de nosotros y de lo que podíamos hacer a corto plazo, me dijeron que ese viaje que iban a hacer era para ir a pasar un día con Ramón el pastor, amigo de Julio que estaba por la montaña y subirían a la cabaña donde pasaba el verano solo, le querían dar una sorpresa, entonces me dijeron que si quería ir con ellos. Pensar en lo que sería estar tres hombres y una mujer en una cabaña perdida en la montaña, me excitó de tal manera que se me empezó a poner dura, llevaba ya unos días sin hacer otra cosa que masturbarme dos veces diarias y ya necesitaba más, les hice saber lo que me pasaba y me preguntaron si yo sabía de un lugar seguro y discreto para estar los tres, a ellos no se les ocurría ninguno. Yo me acordé de que mis padres habían dicho que tenían entradas para el teatro a las ocho de la tarde, yo tenía la casa para mí solo de ocho a diez, allí podíamos ir con total tranquilidad, cuando expusieron sus recelos de que no tendríamos explicación en el caso de ser sorprendidos, además de que los vecinos nos podían ver entrar o salir y deberíamos tener una excusa para explicar el motivo de la incursión por parte de ellos en la casa de mis padres. Lo solucionamos con la excusa de ir a pedirles permiso para poderles acompañar a la excursión alpina.

  Como ya eran las ocho, nos dirigimos a mi casa y ya en ella, les invité a una copa que tomamos en el sofá, me sentaron entre ellos y Julio fue el primero en abalanzarse sobre mí, me besaba con su lengua jugando con la mía y con sus manos acariciaba mi pecho por debajo de la camisa; Elisa, a su vez, me desabrochó la bragueta y buscó la polla que estaba tiesa desde que abrí la puerta de casa, cuando la agarró y comenzó a pajearla, me acordé de los reparos que me dijo Julio el primer día en cuanto a la higiene, así que decididamente me separé y me encaminé al baño para lavarme perfectamente, detrás entraron ellos que hicieron lo mismo.

  Desnudos totalmente y con toda la ropa en la mano, fuimos a mi habitación, se sorprendieron de que fuera tan grande, yo me había pasado a esa cuando se marcharon mi hermana y mi cuñado a vivir a un piso que compraron hacía unos meses. Cuando se casaron, hacía ahora dos años, se instalaron en esa habitación que antes había pertenecido a mis padres, por eso disponía de una cama grande de matrimonio y de un tocador con un espejo enorme frente al cual me hacía las pajas subido en la cama y que ahora reflejaría la imagen de tres viciosos del sexo empeñados en gozar entre ellos durante casi dos horas, felices de reencontrarse después del tiempo transcurrido desde la despedida en la playa.

  Me di cuenta de que a pesar de las ganas que tenía de follar con Elisa, el deseo de hacerlo con Julio me podía, además Julio aquel día solo estaba por mi; me dijo que quería follarme y ser follado, Elisa, comprensiva, hizo el comentario mordaz de que se tendría que conformar con hacerse unos dedos, a ninguno de nosotros dos nos afectó para nada su comentario y seguimos con la idea inicial de echar un polvo entre nosotros, aquel día Elisa estaría casi de mera espectadora. Aunque fue la primera que se lanzó a por mi pija, ahora limpia y brillante, Julio se agachó para chuparla cuando la dejara Elisa y yo dejé que se disputaran entre uno y otro el bocado que yo les ponía a disposición.

  Julio tenía claro lo que quería hacer conmigo, por eso no tardó en colocarse detrás abrazándome y besándome la nuca mientras Elisa me la chupaba; cuando hizo que me agachara, Elisa ya no pudo acceder a mi pija y puso sus pechos a la altura de mis labios para que se los chupara mientras ella se tocaba entre sus piernas. Mi ojete estaba totalmente accesible, Julio colocó su enorme tranca en la entrada y comenzó a moverla circularmente, yo sentía un gusto tremendo, noté como depositaba un montón de saliva que se escurría hasta mis huevos y trataba de clavarla sin conseguirlo, iba muy deprisa y no había nada de dilatación, cuando vimos que sin lubricación iba a resultar imposible me dijo:

  -Tienes que ponerte aceite.-

  Yo que en aquel momento pensé en la escena de la película “El último tango en Paris” que mi padre había visto en el extranjero hacía unos meses y nos había relatado dicha escena, fui a la cocina, cogí la caja de la margarina y me la llevé a la habitación.

  En el espejo vi como Julio cogía una pizca de margarina y me la aplicaba suavemente con sus dedos, después con su lengua repetía los movimientos que había comenzado con los dedos y por fin, metía dos y hasta tres dedos en mi interior dejando el ano dilatado y dispuesto a recibir aquella polla tan deseada por mí en aquel momento. La clavó suave y lenta pero firmemente hasta que sus huevos hicieron tope con los míos, entonces nos quedamos inmóviles para disfrutar intensamente del momento y ya una vez asumido el gozo que se nos esperaba, fuimos a buscarlo con fruición. Sentía su aliento en mi nuca, meneábamos nuestros cuerpos en perfecta compenetración, mi pija permanecía erecta y a eso contribuía Elisa que me la agarraba y sobaba, cuando le retiré su mano para cogérmela yo mismo, lo hice pensando en darle un meneo para correrme antes que Julio y así pudiera sentir mis consiguientes espasmos, Elisa entonces, de pie ante nosotros, se comenzó a masturbar de forma bestial, a medida que le subía el placer, las piernas le fallaban y se iba escurriendo apoyada en la pared hasta llegar a tocar el suelo con su estupendo culo, allí, en aquella posición, con las rodillas dobladas y ofreciéndome a la vista su precioso coño, consumaría su orgasmo un instante antes de que lo hiciera yo ayudado de mi mano y del placer intenso que la polla de Julio me proporcionaba en mi interior.

  Traté de recoger mi esperma en la mano para no manchar la cama pero los chorros de leche se me escurrían de la mano sin poderlo evitar, a la vez notaba como Julio descargaba su carga lechera en lo más hondo de mis entrañas. Cesaron los jadeos y se hizo el silencio más absoluto que se pudiera imaginar, a lo lejos se oía el inconfundible jaleo de las atracciones feriales instaladas en el barrio donde estaba ubicada la casa de mi familia.

  Media hora después habíamos recompuesto todo de manera que no se notara nuestra actividad, las manchas de semen en la cama fueron limpiadas por la experta Elisa con agua enjabonada y secadas con el secador de pelo, nos servimos algo de comer y nos dispusimos a esperar de esta manera tan disimulada la llegada de mis padres. Cuando llegaron, se sorprendieron de vernos allí, ya se conocían y se saludaron y después pasamos a explicarles su presencia allí. Querían que les acompañara a la escapada de dos o tres días que iban a hacer a un conocido valle de la montaña, tendríamos que caminar y hacer dos o tres noches en refugio, tendría que llevar algo de equipo, botas, saco de dormir, mochila, chubasquero y algo de comida. Había cosas que en mi casa no teníamos y Julio me proporcionaría y mi madre se comprometió a preparar comida para los tres. Teníamos que coger varios autobuses si salíamos de allí, con unos horarios no muy adecuados, la mejor alternativa estaba en ir a la capital en coche particular a una hora temprana y mi padre se ofreció a llevarnos en su coche, quedamos en salir tres días después.

  Al salir de mi casa nos despedimos hasta el día siguiente por la tarde en que procuraríamos vernos por las ferias para repetir lo de hoy, mis padres volvían a ir al teatro, no sin antes recordarles que intentaría conseguir la contribución personal de Javier, debían confiar en mí a la hora de decidir si era o no digno de acompañarnos. En aquella noche que comenzaba, se vería si eso sería posible.

  Me fui directamente al bar donde sabía que encontraría a la cuadrilla de amigos, allí estaba, entre otros, Javier. Ya en aquel bar empezamos a beber, aquel día estaba uno de los amigos al que le gustaba demasiado el alcohol y aquello se adaptaba perfectamente a mis propósitos, los cuba libres, gintónic, whiskys, vodkas con menta y demás, iban y venían de nuestras manos a nuestros gaznates (entonces no había restricciones en los bares a servir alcohol a mozalbetes como nosotros). Yo, cuando nadie se daba cuenta, me pedía la tónica sola y todos creían que la tomaba con ginebra, así de bar en bar y con juergas continuas y entre bailes y fiesta total, la noche fue avanzando hasta llegar la hora de retirarnos. Javier estaba hecho polvo y yo hacía ver que también, le dije que me acompañara a mi casa y le convencí de que se quedara a dormir conmigo para que si mis padres se daban cuenta de mi estado, vieran que tenía un buen amigo que no me abandonaba en caso necesario. Como él vivía en una casa muy grande, hasta bien avanzada la mañana del día siguiente, nadie le echaría en falta y para entonces, ya apareceríamos los dos por su casa.

  Cerca de mi casa pasamos por el entronque con la salida de un camino que llevaba a unos huertos y que estaba sin iluminar, iba muy bien para, adentrándose unos metros, poder mear sin ser vistos por los vecinos o trasnochadores como nosotros, mientras entrábamos al camino me la saqué por la bragueta y comencé discretamente a meneármela, él se paró cuando llegamos a la zona en que no podíamos ser vistos y se puso a mear abundantemente, mientras, yo conseguí la erección al máximo unos seis u ocho pasos delante de él, entonces, mientras él terminaba de mear y se la sacudía a la vez que se me iba acercando con paso inestable a causa del alcohol, me volví y enseñándosela le dije:

  -Yo con esta polla así no puedo mear, me tendré que hacer una paja pensando en Elisa que me ha puesto así esta tarde, ¿a ti no?-

  Un poco asombrado pero comprensivo contestó mientras se la meneaba y se le hacía enorme instantáneamente:

  -Ya será la segunda porque la primera me la he hecho nada más separarnos esta tarde en los servicios de la estación de autobuses.-.

  Cuando vi que Javier estaba disfrutando plenamente de su paja, sin pedirle permiso y arriesgándome a su rechazo me amorré a su hermosa y grande polla y cogiéndosela con mi mano, acerqué mi boca preguntándole:

  -¿Alguna vez te la ha chupado un hombre?-

  Estupefacto pero sin apartarse, me contestó:

  -Y una mujer tampoco.-

  Entonces aproveché yo para, antes de introducírmela en la boca, decirle:

  -Cierra los ojos e imagina que te la chupa Elisa-.

  Sabía un poco al orín recién expulsado pero no me importaba, notaba que le estaba gustando y yo estaba dispuesto a darle todo el placer que demandara. Fuimos interrumpidos por unas voces que se acercaban, eran dos matrimonios que yo conocía que vivían allí cerca y al retirarse a sus casas, ellos también se metían allí a mear, nos quedamos quietos, estáticos en la oscuridad temerosos de que dieran unos pasos más hacia adelante y nos vieran, aunque no nos podrían reconocer, tendríamos que huir hacia los huertos llamando su atención, nos habíamos quedado quietos de pie junto al tronco de un árbol y muy pegados el uno al otro, nos teníamos cogidos de las pollas y ahora nuestros rostros estaban muy cerca para mirarnos y entendernos con la mirada y la voz baja hablando al oído; no pudo aguantar la tentación y me dio un beso en los labios, yo se lo correspondí con mi lengua introduciéndosela en su boca y ya fue un morreo interminable y lujurioso mientras nuestras manos se mojaban de líquido preseminal que brotaba de sendas pollas.

  En cuanto las voces de los que tan a punto habían estado de amargarnos la noche se fueron alejando, nos propusimos terminar tranquilamente en mi habitación, para no hacer ruidos innecesarios yo tenía que mear allí mismo donde estábamos, concentrándome, conseguí mear en el tronco del árbol y dejar rastro de mi orina a más de metro y medio de altura, cogí un poco de agua de la acequia que discurría por la base del árbol y lavé la punta de la polla para eliminar los restos de orina que hubieran podido quedar para que Javier no se encontrara con un olor o un sabor que pudiera desagradarle, después me sequé con el pañuelo.

  Mientras íbamos a la casa, Javier me hizo ver que se daba cuenta de que yo tenía experiencia con hombres, no le importaba, más bien estaba ilusionado en aprender de mí todo lo que le enseñara, estaba dispuesto a disimular de forma que nadie tenía por qué enterarse de lo que podía ocurrir aquella noche entre nosotros y al día siguiente sería el tío más macho y heterosexual de toda la cuadrilla, aprendía de mí, según decía, que nadie podía imaginar mi faceta homosexual desconocida por él hasta un momento antes.

  Entramos sin hacer el más mínimo ruido, cerré la puerta de la habitación echando el cerrojo y apagué la luz dejando la ventana abierta para que se colara la luz de la calle y podernos ver suficientemente, cuando nos desnudamos completamente, se resaltaban nuestras enhiestas pollas, brillantes en la oscuridad, calientes como teas ardientes. Javier quiso probar la delicia de chupar una polla y yo atendí a sus deseos, ahora era yo el que iniciaba a alguien en estas lides y aquello también era algo excitante según pude comprobar; le enseñé a chuparnos mutuamente las pollas en un 69 delicioso, juntamos las pollas para poderlas coger a la vez con una sola mano y masturbarlas, nos tumbamos en la cama abrazados haciendo sentir la polla del uno en el abdomen del otro, le abracé por la espalda colocándole mi pija entre sus piernas y entre sus nalgas, me ofrecí a cambiar nuestras posiciones, ya para entonces Javier había aprendido lo suficiente y por lo visto quería follarme porque buscaba la entrada de mi culo con su polla guiada por su mano, yo, que previsor, había entrado en la cocina y cogido con papel de aluminio un poco de margarina, me unté el ojete y con los dedos pringosos todavía cogí su polla para conducirla a mi cueva.

  Javier disfrutaba lo indecible, teníamos que retener nuestros gemidos y ahogarlos antes de que salieran libres llamando la atención de los vecinos al tener la ventana abierta o de mis padres que dormían a unos metros de donde nosotros follábamos. Noté que se corría por los espasmos que tuvo, después cayó rendido y tuve que recordarle que yo no me había corrido, me preguntó, el muy cabrón, que por qué no me hacía yo una paja; le obligué a chupármela y aunque al principio lo hacía con desgana, pronto cambió y se implicó totalmente. Yo ardía en deseos de follarme un culo más joven que el mío (Javier tenía tres meses menos que yo), el único similar que había catado era el de Daniel que tenía dos años más que yo y ahora, que tenía la ocasión, no iba a dejarla pasar. Así que le hice darse la vuelta y después de lubricar su culo con la margarina sobrante, le clavé la polla hasta lo más hondo con su complacencia y mi sorpresa al ver cómo le gustaba. Un mete saca silencioso me condujo sin remedio al orgasmo y me corrí en lo más profundo de sus entrañas. Ya era Javier de los nuestros, a la mañana siguiente le propondría acompañarnos a los tres que habíamos tramado el encuentro en la misma habitación que ahora iba a ser el lugar donde íbamos a dormir abrazados toda una noche.

  Al despertarnos, como es natural a esa edad, teníamos sendas erecciones que sin ningún pudor pudimos comprobar mutuamente, como había descorrido el cerrojo y podían entrar en mi habitación en cualquier momento, no nos podíamos fiar y nos limitamos a cogernos las pijas mutuamente y menearlas, al estar uno frente al otro nos podíamos morrear al mismo tiempo. Entonces aproveché para hablarle abiertamente:

  -Julio es el que me ha iniciado a mí en estas prácticas, es un buen amante y sé que querría estar contigo, si tú quieres, haríamos un trío entre nosotros esta misma tarde.-

  Javier se quedó sorprendido comprendiendo en un momento un montón de cosas y asintiendo con la cabeza, pasó un instante después a preguntar:

  -¿Y su mujer también participaría?-

  Yo me encogí de hombros y él comprendió que si quería llegar a ella podría hacerlo, en todo caso, a través de él. Al momento me ratificó su deseo de tener el encuentro aquella misma tarde, dijo que no se separaría de mí en todo el día y que eso le ponía tan cachondo que quería correrse ya, yo cogí un pañuelo de la mesilla y lo coloqué debajo de las puntas de nuestras pollas, seguimos con el morreo y al poco rato nos habíamos corrido los dos.

  Por la tarde, evitamos Javier y yo, ver a los amigos de la pandilla, queríamos estar solos con Julio y Elisa y como yo sabía donde los dejaba mi tío cuando los traía, esperamos por las cercanías y cuando aparecieron fuimos a su encuentro. En cuanto pude, expliqué a Julio que Javier estaba en la creencia de que era Julio quien quería estar con él y que yo no le había desvelado las intenciones de Elisa, lo dejaba para ellos.

  Tomando un café en una mesa de un bar los cuatro sentados, Julio abordó a Javier diciéndole lo que querían ambos, Elisa asentía y Javier estaba estupefacto, babeaba y se le puso tiesa al instante, lo noté porque se echó mano para recomponerse la posición de su pija debajo del pantalón, me miró como interrogando si yo también participaría y yo le asentí con una mirada aclaratoria.

  A las ocho, hora del comienzo del teatro, nos acercábamos los cuatro a mi casa para consumar lo previsto y al pasar por delante de la terraza de un bar cercano a mi casa oí que me llamaban:

-Tati, Tati, ¿adónde vais?-

  Era la voz inconfundible de mi madre que junto a mi padre estaban sentados en la terraza. Tuve que inventarme algo creíble:

  -Estábamos con Javier y nos hemos encontrado con Julio y Elisa y hablando de la excursión ha surgido el tema del calzado y vamos a casa para enseñarle a Julio las zapatillas esas que utilizo para correr a ver si son apropiadas para ir a la montaña. Y vosotros…¿no teníais que estar en el teatro?-

  A eso me contestó mi padre:

  -Han suspendido la actuación porque esta mañana se han encontrado un trozo de techo en el suelo del teatro y ahora el arquitecto municipal ha dado la orden de clausurar el teatro hasta solucionarlo, mañana tampoco habrá actuación, a nosotros ya nos han fastidiado las fiestas, ahora nos vamos a ir a casa.-

  Se nos cayó el alma a los pies, tan ilusionados que estábamos con la orgía que nos íbamos a montar los cuatro en mi habitación y ahora no podíamos ni siquiera esperar al día siguiente porque seguía el mismo problema.

  Como mis padres nos acompañaron a casa, ni siquiera pudimos tocarnos lo más mínimo, lo único bueno fue que al ver a Javier, mis padres le preguntaron si él también iba a ir a la excursión, éste en una mirada rápida a todos nosotros comprendió que esa podía ser la ocasión esperada y con una agilidad inusitada en su respuesta les pidió a mis padres, que conocían a los suyos, que hicieran de mediadores para poder venirse él también. Con un “dalo por hecho”, Javier se quedó más que contento… y nosotros también.

  El resto de la tarde lo tuvimos que dedicar a pasarlo lo mejor posible, lo más reseñable fue que, según contaron dos días después, mientras hacíamos cola por la noche para entrar a la plaza de toros a ver una actuación musical, en el apelotonamiento producido ante la puerta, Javier se colocó tras Elisa y otra vez le apoyó su erección en el culo, ésta vez le susurró algo al oído y mientras ella le sonreía, el aprovechaba a meterle mano por los bajos, también ella le contestó para mantenerlo expectante durante los dos días que quedaban hasta la marcha y por unos instantes, le tocó la polla por encima del pantalón.

  Después de esa actuación, nos despedimos hasta el día de la marcha, mi padre nos cogería a Javier (si venía) y a mí y pasaríamos por la finca de mi tío a recogerlos a ellos. Javier y yo nos quedamos solos, estábamos excitados, sobre todo él y me propuso que lo acompañara hasta su casa, vivía en una casa antigua, más bien un caserón casi palaciego con unos amplios bajos que en tiempos habían sido cuadras y dependencias agrícolas, había pertenecido a la rica familia de su bella madre que al casarse con un médico establecieron allí la vivienda y la consulta. Allí, en una de aquellas dependencias, en total silencio, sin desnudarnos, nos hicimos sendas mamadas hasta corrernos en la boca del otro. Yo no podía creer como le gustaba a Javier el sexo conmigo, sobre todo pensando que las mujeres en general y Elisa en particular, lo llevaban de calle, pero es que todos los hombres guardamos algo de mujer en nuestro interior y a Javier ese aspecto le estaba brotando ahora como a mí se me había despertado el día que noté el bulto de Julio en mi trasero.

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