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Historia de una conocida política actual (VII)

en Grandes Relatos

  Por otra parte, Lucia cada vez la requería más. Pasaron de un encuentro o dos a la semana, eso sí, plenos de lujuria y sexo sin freno. a compartir veladas y tiempos de asueto que no necesariamente estaban supeditados al tema sexual. Tati seguía estudiando y Lucía le ayudaba a hacerlo cuando por las tardes terminaban en el trabajo y se iban a casa de Lucía.

  Sara encontró un novio que no le importó que ella ya tuviera un niño crecidito. Se enamoró de ella y hasta ella de él probablemente. Era un buen mozo, trabajador, buena persona, formal, afable y familiar; en una palabra: una joya. Todos, incluida Tati, estaban contentísimos el día que se casaron en una ceremonia sencilla y casi íntima en la que Tati actuó como testigo.

  Lucía ya le declaraba abiertamente el amor que sentía por Tati; estaba claro que se había enamorado de ella hasta el punto de llegar a proponerle marcharse juntas a vivir a una población a 200 Km en la que estaban construyendo otra tienda de la cadena. Lucía creía que podría ir allí destinada, si no como directora, sí al menos como directora adjunta. Entonces le costaría poco pedir el traslado de Tati para incorporarla en un puesto de responsabilidad.

  A Tati le atraía esa idea ya que suponía un buen espaldarazo en su carrera, pero todavía no estaba convencida totalmente por lo que suponía ir a convivir como pareja con otra mujer. No tenía clara su condición sexual, siempre le habían gustado los chicos, aunque los hubiera dejado aparcados por razones obvias. Con las dos mujeres que había mantenido relaciones, Sara y Lucía, lo había pasado muy bien pero le costaba imaginarse a sí misma como pareja permanente de otra mujer. Pensaba que la necesidad de pene de un macho la suplía, aunque como sucedáneo que aún le atrapa más en el deseo de una realidad tangible, con la visión casi todas las noches del aparato que exhibía su hermano y que de buen grado más de alguna vez se habría metido ella entre sus piernas en lugar de sus dedos. Tenía que asegurarse definitivamente de su condición sexual.

  La ocasión la tuvo al final del verano, en las fiestas del pueblo. Tati salía con la misma cuadrilla de amigos de siempre, pero aquel año se había incorporado uno más. Era también hijo de uno de aquel pueblo y vivía en otra capital distante de la de Tati menos de 80 Km, tenía 26 años, cara de modelo con unos ojos azules que enamoraban a todas las que pasaban por sus manos. Había sido tan conquistador que en un desliz dejó embarazada a una chica y hasta se casó con ella; el matrimonio duró poco más de un año y a las fiestas había venido con su hijita de tres años que andaba casi siempre con sus abuelos.

  Fue un amor a primera vista, desde el primer momento se estableció entre ellos una afinidad considerable. Por la noche, en el baile, mientras toda la cuadrilla bailaba en grupo, ellos se acercaban el uno al otro en una danza particular que los llevó a querer apartarse de los demás miembros de la cuadrilla primero, y del resto de la gente después.

  Solo salir del baile, afuera en la calle, apartados lo suficiente como para que nadie que entrara o saliera se tropezara con ellos, se fundieron en un abrazo acompañado de un prolongado beso en el que sus lenguas buscaban la garganta del otro como culebras queriendo escapar de la mano que las apresa. Tati notaba el bulto largo y duro que Toni le apoyaba en su vientre haciéndoselo patente sobre todo con la presión que con sus fuertes brazos apretaba el cuerpo de Tati al suyo.

  No tenían a donde ir para vivir un momento de más intimidad. Toni le propuso ir a su coche y marchar al campo. Diez minutos más tarde estaban orillados en un camino, saltando al asiento de atrás, las manos de Toni sobre los pechos de Tati, abrazados y besándose hasta la saciedad. Hacía años que Tati no tocaba un pene, excepto el de su hermano aquella noche, y ahora lo cogía con deseos contenidos durante todo ese tiempo. No pudo tenerlo en la mano más que unos segundos sin poder aguantarse de metérselo en la boca.

  Toni aguantaba más que los chicos que había conocido Tati cuando era tan joven, y era maravilloso verlo disfrutar, aquello ya le llenaba a Tati. No le habría importado que se hubiera corrido en su boca, ella habría seguido en la tarea que ya había emprendido con su mano en su propio sexo y que al parecer a Toni le encantaba. Cuando Tati llegó al orgasmo haciéndolo evidente por sus convulsiones y por meterse el falo de Toni hasta la garganta, esperaba que de inmediato se corriera él también llenándole la boca del esperado esperma.

  Estaba equivocada, Toni era de los que sabía aguantar. Se apartó y empujó a Tati con suavidad hasta que tuvo a su disposición el coño que Tati no dejaba de sobarse. La mamada que recibía Tati le hizo pensar que no variaba para nada las que le practicaba Lucía o en otro tiempo Sara. Éste se lo estaba haciendo perfectamente, se notaba que tenía experiencia; pero lo mejor era verlo disfrutar a él.

  Toni echó mano a un bolsillo del asiento y sacó un preservativo que enseñó a Tati para que diera su visto bueno:

  -No hace falta, acabo de pasar la menstruación y no hay peligro de quedar embarazada.-

  -Estaré más tranquilo si me lo pongo.-

  -¿Es que tienes miedo a pillar algo? ¿O es que no me lo quieres pegar?-

  -No te confundas, solo es que estoy tan escarmentado que no quiero arriesgar ni lo más mínimo.-

  -Quiero que me la metas ya, lo deseo con toda mi alma, y quiero que te corras enseguida en lo más profundo… pero sin goma.-

  -¿Y si te quedas embarazada?-

  -Eso, te repito, hoy no puedo pasar, pero en todo caso será mi problema. Ya te diré yo otro día si te lo tienes que poner.-

  Esas palabras sirvieron de acicate al varón que abandonando el condón se sentó en el asiento esperando que Tati se sentara sobre su tieso pene introduciéndoselo hasta el fondo de sus entrañas. ¡Cuántas ganas tenía Tati de sentir aquello dentro de sí! ¡Cuánto tiempo llevaba esperándolo! ¡Cuánto gusto estaba sintiendo! ¡Qué pronto iba a sentir otro orgasmo!

  Antes casi de pensarlo le pasó. Seguramente fue la sensación esperada tanto tiempo de una pija dentro que le provocó el orgasmo y éste fue llamativo y espectacular; las contracciones perianales que tuvo, Toni las notó y casi terminan con su deseo de prolongar aquello en el tiempo, tal y como él sabía y acostumbraba a hacerlo. Pero aguantó a duras penas para darle más y más placer a su amada mientras él también se lo daba. Unos minutos más tarde, cuando Tati volvía a dar señales de otro próximo orgasmo, intensificó el sube y baja y quedándose quieto con la pelvis en alto para que todo su falo quedara dentro del coño de Tati, se corrió en lo más profundo.

  Tati, al notar los chorros de esperma rebotando dentro de lo más hondo de su vagina, sintió un placer indescriptible, un placer que no podía sentir con Lucía, un placer al que no sabía si podría renunciar, un placer que la llevó irremisiblemente a otro orgasmo, éste sublime, tremendo, inenarrable.

  No fue el último polvo que echaron aquellas fiestas, además quedaron en que se seguirían viendo en la ciudad donde vivía Tati. Aunque a ella no le hacía mucha gracia por Lucía y por su familia a los que no les acababa de gustar un novio para su hija que ya tenía una hija y además estaba divorciado, amén de la fama de mujeriego que portaba y era conocida en el pueblo. Pero Tati tenía claro que no quería renunciar a él.

  Toni se desplazaba a ver a Tati una vez a la semana, incluso en ocasiones dos. Tati no le contó nada a Lucía, aunque ésta sospechaba que entre ellas se habían interpuesto algún par de pantalones. Pero nunca profundizó ni hizo preguntas, quizás temerosa de romper la magia que seguía existiendo entre ellas; además cada vez estaba más enamorada de Tati y albergaba la esperanza de que los planes que había hecho para las dos se pudieran llevar a cabo.

  El noviazgo entre Tati y Toni era cada vez más oficial, la única que disimulaba conocerlo era Lucía, pero llegó la Semana Santa y Tati tuvo que decantarse por pasar los dos días seguidos que tenía fiesta, con el novio o con Lucía. Entonces no tuvo más remedio que hablarle claro a su amiga:

  -Mira Lucía, sabes que yo quería descubrir mi identidad sexual; tenía dudas fundadas porque de jovencita iba con chicos y en cambio ahora, desde que nos conocimos, he sido muy feliz contigo y ya pensaba que era lo nuestro una realidad con futuro estable y sólido. Pero he conocido un hombre que me ha hecho, si no cambiar de parecer, sí al menos, hacerme dudar todavía más de lo que antes ya dudaba… y hasta hacerme decantar por el sexo contrario. No es un rechazo hacia ti sino que simplemente es seguir mi propia orientación sexual, y ten en cuenta que yo no la elijo, me viene dada.-

  -Ya me suponía algo así. Has jugado con mis sentimientos, yo te quiero de verdad. No me merezco este desdén. Te he tratado muy bien y estaba dispuesta a pasar mi vida contigo, a darte mi vida, mi corazón, mi alma… todo mi ser. Y ahora me vas a dejar como un trapo.-

  Al decir esto, Lucía echó a llorar desconsoladamente. Una mujer como aquella, tan segura de sí misma, tan bregada, tan dura en su trabajo, tan altiva en ocasiones… y ahora se desmoronaba porque una jovencita de 20 años le dice lo que acaba de oír, tan distinto de lo que le gustaría escuchar.

  -No llores Lucía, no llores por favor. Yo no me quiero separar de ti. Solo comprende que he descubierto mi verdadera orientación sexual. Yo te quiero y toda la vida te querré, quizás no podamos pasarla juntas pero nunca, nunca, nunca te olvidaré. Has sido, y siempre lo serás, el primer verdadero amor que he tenido.-

  Mientras le decía esto, Tati abrazaba y besaba a Lucía que se sentía rechazada a la vez que querida. Pero no era suficiente consuelo y no paraba de llorar. Tati se esforzaba en acariciarla procurándole consuelo y tratando de tranquilizarla. Poco a poco, aquellas caricias se convirtieron en sensaciones de placer, en las tan conocidas sensaciones de lujuria y sexo que acostumbraban a experimentar en cuanto podían y al final acabaron como no podía ser de otra manera: revolcándose desnudas en una orgía de sexo y placer, de amor, de compasión, de deseo de retener y de olvido de despedida. En el ambiente flotaban las notas de la canción “Ne me quitte pas” de Edith Piaf.

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