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VERANO EN CAMPO, PLAYA Y MONTAÑA 13 (Susana)

en Grandes Series

A la mañana siguiente, con las primeras luces del día, Roberto se levantó y salió al exterior, cerró la puerta para que no entrara luz y comenzó sus faenas; fue a otear donde pastaba el ganado, echó de comer a los animales y ordeñó la cabra, como un cuarto de hora después se levantó Julio para echarle una mano, mientras, los demás seguíamos durmiendo, el tute de la noche anterior nos mantenía adormilados a las dos horas después de haberse levantado Roberto. De pronto se abrió la puerta y entraron los de fuera hablando sin cuidado y con la clara intención de despertar a quien todavía durmiera, Roberto llevaba una gallina bajo el brazo y venían diciendo que acababa de poner un huevo y que era el momento de probar lo que nos habían contado anoche.

  Javier lucía una impresionante erección, la mía era menor, pero estaban causadas por las ganas de orinar que teníamos después de toda la noche, salimos afuera cubiertos por el mismo saco de dormir y sin que se nos bajara, hicimos una competición de ver quien llegaba más alto, la perdí, nos dijimos si no nos estarían tomando el pelo para reírse de nosotros y entramos recelosos y precavidos ante esa posibilidad. Como al orinar se nos bajó un poco a los dos, les dijimos que para metérsela a la gallina la teníamos que tener derecha y por tanto tendrían que ser los demás los que nos ayudaran, incluyendo en esto a Elisa, que miraba divertida. Uno tras otro comenzaron a chuparnos las pollas, y eso que estaban sin lavar, y a intercambiar posiciones, estaba claro que les gustaba porque ya llevaban un rato tiesas como mástiles, y nadie paraba de mamar, en un descanso de Elisa, ésta, mirando a Roberto que en aquel momento estaba entretenido con mi polla, le conminó a que pusiera a nuestra disposición aquello que portaba bajo el brazo; yo “amablemente” cedí el honor de ser el primero a Javier, como todos estábamos expectantes, no tuvo más remedio que prestarse a hacerlo.

  Con las indicaciones de Roberto, que le había puesto la gallina en posición para que solo tuviera que empujar, Javier, todavía receloso por si resultaba todo una broma, hizo un movimiento hacia adelante hasta sentir el contacto de su polla con el animal, una agradable sensación fue el acicate que necesitaba para consumar la acción, empujó suavemente y notó como entraba, a medida que iba entrando, la sensación de calor era más amplia hasta que fue total abarcando toda la polla, como electrizado, se quedó quieto disfrutando de las contracciones naturales que tenía el bicho.  Javier solo tuvo que mover sus manos para colocarlas sobre las de Roberto para apretar al animal hacia sí, puso cara de extasiado y se corrió en silencio.

  A mí me parecía mentira que le hubiera gustado tanto aquello, si no lo veo no lo creo, ya estaba deseoso de probar yo también, al estirar Roberto de la gallina y liberarla de la polla de Javier, pude comprobar las contracciones que habían causado el orgasmo de mi amigo, su leche caía derramada por el mismo agujero en el que yo, acto seguido, me aprestaba a meter mi polla, todavía más dura y más tiesa que antes. Sobre las manos de Roberto coloqué las mías, atraje al animal hacia mí y comencé a sentir a la vez las contracciones y el calor, era demasiado placer, era como las pajas que me hacía últimamente pero el gusto que me producía lo hacía en grado superlativo, además no tenía que pensar en darle placer a la pareja, por eso se parecía tanto, más bien lo era, a una paja normal y corriente, con la diferencia de que en lugar de mano, gallina. Por eso me debió de pasar como a Javier y me corrí enseguida, cuando la retiraba aún sentía sus contracciones en mi polla escurriéndome la leche en su totalidad. Los dos coincidimos en que era algo fabuloso y les dimos la razón a los que pensábamos que nos querían gastar una broma.

  Aquel día Roberto nos acompañó a unos parajes cercanos maravillosos, estuvimos disfrutando de los paisajes y a la tarde volvimos al refugio, tras encender el fuego y hacer las tareas cotidianas como el ordeño de la cabra, nos dispusimos a cenar antes de dedicarnos a lo que estábamos ansiando, repetir lo de la noche anterior. Esta vez, Julio se quería tirar al guaperas y Elisa quería tener un encuentro sexual doble, con Roberto y conmigo, nadie osó discutirles, estaba claro quién mandaba allí. Así que empezamos con esos emparejamientos hasta que todos nos hubimos corrido, Roberto en mi boca mientras Elisa lo hacía en la de él, Javier lo hizo en el culo de Julio y éste en el de Javier, yo por mi parte, conseguí convencer a Elisa y no me puse condón para clavársela; eso sí, cuando me iba a correr se la saqué y me corrí en su abdomen y sobre su vello púbico.

 Elisa se durmió abrazada a Julio, pasaron toda la noche juntos, Roberto y Javier, yo pensaba que por casualidad, coincidieron debajo de la misma manta y yo, tapado con el saco de dormir, me quedé dormido enseguida cerca del fuego. Serían las cuatro de la mañana cuando me despertó el frio que sentía, me arrebujé todavía más y entonces vi un movimiento bajo la manta de Roberto, haciéndome el dormido, me quedé observando y a la tenue luz del débil fuego del hogar, distinguí un movimiento rítmico de los cuerpos, sin duda estaban follando entre ellos, a pesar del frío, se me comenzó a empinar y estuve a punto de unirme a ellos pero lo pensé mejor y me contuve, quizás quisieran hacerlo ellos íntimamente, tenía que respetar sus actos, alguna razón tendrían para hacerlo así. Dándome la vuelta, miré a la otra pareja, los vi dormir medio abrazados, convencido de mi soledad, cerré los ojos y me dispuse a dormir.

  A la mañana siguiente, muy temprano, se levantaron Roberto y Javier y volvieron para decirnos que entre ellos había surgido algo que no sabían cómo explicar, era un deseo mutuo que les hacía desearse entre ellos. Julio y Elisa habían decidido marchar ese día a visitar a los padres de ella, nosotros les acompañaríamos y desde aquel pueblo, cogeríamos el autobús para volver a casa. Javier nos expresó su deseo de quedarse con Roberto el tiempo que nosotros pasáramos en casa de los padres de Elisa, después Roberto le acompañaría hasta el pueblo de Elisa, aunque había que ir a otro valle subiendo un puerto y después bajándolo durante una travesía de casi cinco horas, o bien le acompañaría hasta el autobús que nos había subido que también podía bajarnos. Javier se negó a que Roberto le acompañara a ninguno de los dos sitios aún a sabiendas de que si tenía que ir al pueblo de Elisa, sería una travesía larga y solitaria. Al final quedamos en que lo esperaríamos en la casa originaria de Elisa pero no más tarde de dos días.

  La despedida entre Julio y Roberto fue emotiva, Javier estaba expectante y Elisa comprensiva, era maravillosa, ejemplar, arrancó la primera y me hizo seguirla en su marcha de allí con paso decidido y firme, tan rápido que dudé de que Julio pudiera darnos alcance, pero a la media hora, Julio encabezaba el grupo en la dura ascensión al puerto. Al llegar arriba, paramos a comer aunque era todavía muy pronto; todo para no llegar a casa de Elisa a la hora de comer ya que no nos esperaban y no querían causar molestias. Antes de entrar al pueblo, Julio se adelantó y mientras esperábamos a que volviera, Elisa me iba enseñando el nombre de las montañas  del contorno.

  El motivo de adelantarse de Julio no era otro que el anunciar la visita de Elisa, por tanto, su tío que aún vivía en la misma casa a pesar del episodio de la violación que tanto la marcó, tendría que coger los bártulos y marcharse de la casa mientras Elisa estuviera allí, lo haría sin rechistar o se exponía a la ira de Julio que se podía convertir en violencia física y sabía que tenía las de perder. La madre de Elisa metió ropa de su cuñado en una maleta y comida que tenía hecha, un queso y embutidos que hacía ella misma, en una bolsa, y fue a buscarlo al corral donde sabía que trabajaba para que rápidamente hiciera lo que Julio, de mutuo acuerdo con Elisa, exigía.

  Al entrar en la casa, el recibimiento fue variopinto por parte de los miembros de la familia, habían acudido todos al enterarse de la llegada, el abrazo con su madre fue enternecedor, a su hermana se le veía feliz, su hermano también parecía estar contento y hasta su padre, algo frío al principio, derramó unas lágrimas que trató de ocultar sin conseguirlo, el del abuelo y el de la abuela, claramente fríos; la actitud con Julio ya era más distante, incluso por los que pudiera parecer que recibían bien a Elisa. Yo observaba y me fijaba, me habían hablado de ellos pero no me habían avisado de la belleza de Susana, la hermana pequeña de Elisa, de una edad similar a la mía, estaba totalmente desarrollada físicamente, piernas perfectas, culo respingón, tetas mucho más grandes que las de su hermana, labios gruesos y carnosos, la nariz mucho más bonita que la de Elisa aunque los ojos eran más pequeños. Solo verla pensé que tenía que follar con ella, sus labios carnosos y sensuales y su forma de mirarme, me confirmaba que a ella no le importaría hacerlo.

  Después de las presentaciones y del vino con pastas y rosquillas que compartimos todos, los hombres marcharon al trabajo, incluso el abuelo que pasaría de los 80 porque tenían que acabar pronto aquel día para asistir al acontecimiento de aquel día en el pueblo. Toda la juventud del pueblo se marchaba al caer el sol al pueblo vecino, distante cuarenta minutos andando, que celebraba al día siguiente la fiesta mayor, aquella noche de víspera ya tenían baile en la plaza y era costumbre ir todos los años la gente joven y no tan joven todos juntos hasta el pueblo. Todos nosotros iríamos excepto los padres de Elisa que ya no tenían ganas de fiestas además de tener que acompañar a los abuelos, y su hermano, que tenía que madrugar al día siguiente y además tenía la novia en otro pueblo distinto.

  Como en aquella casa había teléfono, aprovechamos para llamar a mi casa y darles noticias, mi padre, cuando le hablé de la intención de ir a aquel pueblo esa noche, me rogó encarecidamente que preguntara por una persona en concreto, era un amigo con el que estuvo durante toda la guerra civil en la misma compañía e hicieron mucha amistad. No le dije nada de que Javier se había quedado arriba en la montaña aunque habíamos convenido entre nosotros que diríamos que la causa era un repentino amor a las montañas y a sus vistas que hasta entonces no había descubierto. Cuando colgué, pregunté si tenían sobres y sellos, me enviaron a la tienda del pueblo, allí había de todo, compré además una postal en la que se veía aquel bonito pueblo con las montañas nevadas al fondo, se la incluiría dentro del sobre de la carta que iba a escribirle a Rosi.

  Hasta la hora de partir al vecino pueblo, estuve escribiendo una larga carta en la que además de hacerle saber a Rosi lo que me acordaba de ella y cuánto la quería, le contaba con todo lujo de detalle mis experiencias sexuales, desde la longitud del miembro de Javier o de Roberto hasta el placer de correrme dentro de la gallina. Le conté que acababa de conocer a Susana, hermana menor de Elisa, lo buena que estaba y mi intención de follármela o de que se me follara como probablemente había hecho ya con alguno de los hombres de aquel valle; comparándola con Rosi, resultaba ser la antítesis de ella, Rosi moderada, angelical, tierna y prudente, la otra descarada, endiablada, lanzada y desinhibida. En lo que se debían parecer era seguramente, en las ganas de follar, pero eso tendría que comprobarlo, cuando lo supiera con certeza le dije que se lo contaría. También le dije que cuando llegara a mi casa la llamaría por teléfono, esperaba que ya le hubiera llegado esta carta y que me pudiera ella contar entonces que al leerla se había puesto caliente y se había masturbado, le pedía que me contara en sus cartas sus experiencias sexuales para hacerme pajas con su lectura, cuando me despedí de ella, ya me estaban esperando para marchar, Julio y Elisa me encargaron le transmitiera un beso de su parte.

  Partíamos de la plaza, allí estaba el buzón donde deposité la carta, se había formado un numeroso grupo de gente, en su mayoría jóvenes del pueblo e hijos de gente del pueblo que apuraban el verano en la localidad de donde procedían antes de volver a la capital al trabajo cotidiano y a los estudios que nos iban a comenzar a todos la semana siguiente. Era una marcha tranquila, las mujeres llevaban los zapatos de tacón en bolsos, se habían vestido elegantemente casi todas, Susana llevaba un vestido largo de tela fina y suave de color negro estampado de grandes flores de colores que realzaba su culo respingón y una chaqueta de lana en la mano. A los diez minutos de caminar por la senda, Elisa le señaló a Julio un edificio que estaba en medio de un prado, por lo visto era el destino a donde habían mandado por unos días a su tío. A la media hora, llegamos a un bonito recodo por donde fluía un arroyo y todo el mundo se paró a descansar, todos menos uno que por lo visto era del pueblo al que íbamos y que se adelantó para anunciar nuestra llegada. Esperamos unos quince minutos y emprendimos otra vez la marcha, al acercarnos al pueblo, vinieron a recibirnos casi todos sus habitantes, uno de ellos, me sorprendió gritando:

  -Tati, Tati, ¿Está Tati? ¿Quién es Tati?-

  Hasta que me di a conocer; era el amigo de mi padre, había recibido una llamada avisándole de mi posible llegada, insistió en que mis acompañantes y yo fuéramos sus invitados a cenar y si queríamos también a dormir, el resto del grupo también fue invitado a las distintas casas del pueblo, nadie se quedaba aquella noche sin cena y sin un lugar para dormir, aunque esto último casi nadie lo aprovechaba. Elisa y Susana tuvieron que disculparse ante unos parientes de ellas por no ir a su casa, como vieron quién nos invitaba lo aceptaron y hasta creo que se quitaron un peso de encima.

  El amigo de mi padre resultó ser el alcalde del pueblo; en una gran mesa, cenamos junto a su familia más cercana, familiares de otros lugares, el cura y el sargento de la guardia civil del puesto más cercano, se comió y bebió en abundancia, Susana estuvo junto a tres o cuatro chicas más de edad similar, alguna estaba tan buena o más que ella. Al terminar la cena, todos los jóvenes, solteros o casados, nos dirigimos a la plaza, allí se estaba bailando al ritmo de la música que tocaba un grupo de mi ciudad bastante conocido por la provincia y que se dedicaba a amenizar fiestas y bailes. A Susana le acosaron un nutrido grupo de chicos como moscones, menos mal que como iba acompañada por las otras, se conformaban al final con ellas. Yo no quise demostrar mi deseo de bailar con Susana, me armé de paciencia y esperé mi oportunidad.

  Estaba charlando con Carmen, la hija pequeña del alcalde, que me decía que iba a ir a estudiar aquel curso a mi ciudad junto con Susana y otra chica que era prima de ella y que estaba por allí bailando con un medio novio que tenía de otro pueblo aledaño, cuando se acercó Susana a preguntarme si ya sabía por la otra que iban a estudiar este curso en mi ciudad. Intuí que querían hacer planes para divertirse y en eso podía hacer yo algo, efectivamente, aunque iban a estar en una residencia de monjas, aquellas montañesas que iban a salir por vez primera de casa, estarían deseosas de cualquier cosa que supusiera novedad en sus vidas. Vi acercarse a uno con la clara intención de invitar a bailar a Susana y entonces yo, disimuladamente, estiré del brazo de Susana que entendió perfectamente y declinó la invitación, entonces él aprovecho para invitar a la hija del alcalde que no desperdició la ocasión de bailar con uno de los más apuestos de toda la plaza.

  Al quedarnos solos le dije que si salíamos a bailar, lo haríamos para todo el resto de la noche, que no quería hacerlo con ninguna otra y mirándome pícara me dijo:

  -¿No se pondrá celosa la destinataria de esa carta que has estado escribiendo toda la tarde?-

   Y entonces le expliqué  la relación tan abierta que me unía a Rosi, que no tendría secretos con ella, incluido lo que pudiera pasar entre nosotros dos, que estaba enamorado de Rosi y por tanto sería muy difícil enamorarme de ella, pero que me gustaba sobremanera, su físico y su forma de ser, tan abierta, tan liberal y tan independiente como yo intuía que era, en pocas palabras, que quería conocerla y saber si estaba equivocado. Susana corroboró mis sospechas y me explicó que era así porque así lo quería ella, se iba a estudiar para adquirir los conocimientos precisos  para poder ganarse la vida por ella misma, poder marchar de aquel valle y no tener que volver nunca, hacer lo que le diera la gana sin tener que obedecer a nadie ni depender económicamente de nadie y añadió:

  -No como mi hermana que tiene que depender del maricón de su marido-.

  Salí inmediatamente en defensa de mis amigos:

  -No tienes derecho a juzgarlos mal, Julio quiere a tu hermana con un amor inmenso que he podido constatar, haría cualquier cosa por ella, la cuidará y la mimará toda la vida, nunca dejará que le falte nada a ella, millones de mujeres desearían que sus maridos las quisieran la mitad de lo que tu cuñado quiere a Elisa y ella no hace más que corresponderle dándole el mismo amor que recibe. En cuanto a lo de maricón, si a Elisa no le importa, a ti tampoco debería importarte, ¿no eres tan liberal? ¿Ese es el apoyo que tiene del único miembro de su familia con mentalidad abierta?  Elisa sabía con quién se casaba y no solo lo aceptó sino que lo sigue aceptando y vosotros no sabéis comprenderla y aceptarlo tal y como ellos, que son los que importan, lo aceptan.-

  Susana se quedó pensativa en un largo silencio mirando al infinito, yo no decía nada más, al fin, después de un largo rato, mirándome fijo a los ojos me hizo la pregunta más incómoda que me podía hacer:

  -Tú… ¿te acuestas con Julio?...¿o con Elisa?...¿o con los dos?...¿juntos o por separado?...-

   A lo que yo intenté salir de la manera más digna posible:

  -Si así fuera, no andaría contándoselo al primero que quisiera saberlo. Y si lo hacen con alguien porque así lo quieren ellos, harán muy bien y yo les alabo el gusto… y tú, también deberías hacerlo.-

  -Me parece que entiendo muchas cosas en las que hasta ahora no había caído, está bien, ahora será diferente. Pero bueno… ¿me llevas a bailar?-

  Me preguntó Susana que me demostraba así que era inteligente, sabía con firmeza lo que quería, sabía lo que yo podía darle, lo que yo quería de ella, sabía donde se metía al incitarme a bailar con ella y yo iba a corresponderle así que nos dirigimos a mezclarnos con las parejas que en aquel momento giraban al ritmo del bolero “Bésame mucho” que interpretaba el conjunto de mi ciudad.

  No me dio lugar a ser yo quien llevara la iniciativa, se abrazó a mí como si fuéramos novios de hace tiempo, yo le abracé con mi mano derecha metida por debajo de su chaqueta, como hacían otros a causa de la baja temperatura, sintiendo en ella el calor de su espalda. En mi pecho sentía el calor de los suyos, yo miraba sus gruesos labios, su mirada complaciente, el canalillo entre sus grandes tetas, sentía el roce de sus piernas con las mías, mi abdomen con el suyo… la erección fue instantánea y ella lo notó y yo noté que ella apretaba su abdomen a mi erección; aquello era muy agradable, a mi me gustaba y a ella también, había que seguir dando vueltas disfrutando de la situación, encadenamos otro bolero, “Solamente una vez”, sin separarnos, si no hubiera sido por estar en medio de la plaza, nos habríamos besado, yo se lo dije y estuvimos de acuerdo en que esperaríamos a tener ocasión, seguimos dando vueltas. Al acabar aquel bolero se arrancaron con una rumba que estaba de moda entonces, “Achilipú”, nos miramos y sin mediar palabra, como hicieron otras parejas, salimos de la improvisada pista de baile cruzándonos con los que al oír la música de nueva factura, se aprestaron a salir a bailarla.

  No sabíamos a donde ir, dando un paseo por el pueblo nos alejábamos de la música y cuando nos dimos cuenta estábamos saliendo del pueblo por una oscura calle que conducía a unos prados con unos muros de piedra que servían de separación entre ellos. Nos sentamos un uno de ellos y con la música de fondo que se oía, proveniente de la plaza, nos abrazamos para darnos el beso que habíamos guardado para la ocasión que ahora se presentaba, mis manos bajo su chaqueta buscaron el cierre del sujetador para desabrocharlo e inmediatamente deslizarlas hacia delante buscando aquellos senos subyugantes por su volumen y sorprendente firmeza; llegué a sus pezones que por el frío estaban tiesos y duros y los acaricié abarcando con mis manos solo una parte de las tetas alrededor de los pezones, ella, sin necesidad de pedírselo, me echó mano a la polla erecta por encima del pantalón y enseguida se ayudó con la otra mano para desabrochármelo, me buscó la polla por debajo del slip y en cuanto la encontró intentó sacarla; como estaba sentado, al soltarla, se quedaba otra vez dentro del slip, decidí levantarme para bajarme las prendas hasta las rodillas; al mismo tiempo, Susana se sacó la chaqueta, el vestido, que dejó cuidadosamente sobre las piedras del murete y el sujetador, volviendo a ponerse la chaqueta inmediatamente, el frio de la noche de septiembre en la montaña era considerable. Al verla en bragas, yo me acabé de sacar los pantalones y el slip y los dejé también sobre el muro, la hierba a nuestros pies estaba totalmente mojada por el rocío. Nos acercamos para abrazarnos dándonos mutuamente un calor muy agradable aquella noche, metí mis manos por dentro de su braga agarrando los glúteos y atrayéndola hacia mí para de inmediato, bajársela hasta los tobillos, se la quitó con sumo cuidado para no mojarla.

  Sin llegar a incorporarse, acercó su boca a mi pene y de un bocado se la introdujo al completo, notaba yo la punta chocando con su garganta y siguió con una mamada tremenda, se puso en cuclillas y al hacerlo, debido a la posición, no quiso aguantarse las ganas de orinar que le entraron y sin dejar de chuparla se puso a miccionar, yo oía el clásico sonido que provocaba el chorro del líquido al chocar con el suelo y todavía me excitaba más. Al acabarse el sonido, Susana dejó por un momento de chupármela para pedirme que le alcanzara el pequeño bolso que había dejado con la ropa y al que yo llegaba sin estirarme apenas, sacó de él un papel, me devolvió el bolso y se agarró otra vez a mi polla a la vez que con el papel secaba los residuos de pis que le habían quedado; dejó caer el papel una vez utilizado y siguió moviendo su mano mientras levantaba la vista para mirarme a los ojos.

  La mamada era genial, se notaba que no era la primera polla que chupaba y que disfrutaba haciéndolo, se ayudaba con su mano completando la felación para conseguir que mi disfrute fuera en consonancia con el suyo, con la mano que no sostenía mi polla seguía el movimiento iniciado tras la limpieza, me di cuenta de que se masturbaba ella misma; instantes después, tras intensificar el vaivén de su mano, cerró las piernas, dejó el movimiento de la mano y el de la boca y noté como se estremecía tres o cuatro veces, al rato, siguió con la mamada. Yo no sabía con seguridad si se había corrido tan pronto o simplemente, se había parado conteniéndose para no hacerlo. Le pregunté y su silencio confirmó que se había corrido, me acordé de lo que me contó Julio que había pasado con Elisa la primera vez que se besaron, aunque estaba claro que Susana no era la primera vez que se corría, a saber con cuantos había estado hasta entonces, pero eso a mí me traía sin cuidado.

  Mientras me la chupaba, yo comprobaba la suavidad y la firmeza de sus tetas, la rigidez de sus pezones y el volumen de sus senos, ahora quería tocarle el chocho aunque para ello tuviera que dejar de chupármela, la cogí de la cabeza y la levanté suavemente. Su coño estaba totalmente mojado, mis dedos se introducían fácilmente entre sus labios para horadar aquella cueva hambrienta, un abultado y duro clítoris pedía ser masajeado por mis ya mojados dedos, cuando lo hice, Susana se estremecía de placer, era impensable semejante gozo, de no vivirlo en primera persona como lo estaba haciendo, hubiera dicho que era mentira; puso su mano sobre la mía y me la apretó contra su coño, cerró las piernas atrapándomela y se volvió a correr otra vez, aparentemente no eran orgasmos tan intensos como los de su hermana pero es que fueron casi seguidos.

  Después de esto, yo ardía en deseos de metérsela, estaba dispuesto a hacerlo allí mismo, de pie, se la acerqué y ella, abriendo las piernas, la cogió con una mano y comenzó a frotar la punta, que ya estaba totalmente mojada, a lo largo de su raja de arriba abajo, aquello le gustaba y estaba extasiada, yo la dejaba hacer y esperando el momento en que ella misma se la introdujera ya me estaba impacientando. De momento, intensifica el movimiento de frotamiento que realizaba con mi pija usada como un simple consolador y se corre por tercera vez, aquello para mí ya era demasiado, me hubiera corrido yo también de no haber sido porque la novedad del multiorgasmo me motivaba a aguantar más tiempo para darle más oportunidades, quería saber hasta dónde podía llegar.

  Intenté metérsela en la creencia de que era lo que ella también ansiaba y me cortó tajantemente, era increíble, sin condón no la metería y yo no llevaba, entonces me arrepentí de no haberme corrido un momento antes cuando ella lo hizo. Le dije que no me podía dejar así, que hiciera conmigo lo que quisiera pero que me sacara leche, ella me dedicó una magnífica sonrisa antes de darme un dulce beso y me dijo:

  -Cuando tengas un condón podrás follar por el coño, ahora, si lo haces con mucho cuidado, te daré mi culo, pero si me haces daño te tendrás que conformar con una paja.-

  Se dio la vuelta, se apoyó en el murete, abrió las piernas, escupió abundantemente en su mano, se aplicó la saliva con un suave masaje y me ofreció su tesoro.

  También yo escupí sobre la mano con la que me cogí el pene, volví a escupir esta vez intentando acertar en el ano y por encima de él para aprovechar que se escurría para abajo, coloqué la punta a la entrada y apreté muy suavemente a la vez que hacía con ella pequeñísimos círculos que conseguían el objetivo de dilatar el ano lo suficiente como para podérsela meter sin causarle daño. Casi sin darnos cuenta, el glande había pasado el esfínter, eso era lo más difícil, ahora entraría sola, le pregunté si le causaba daño y la respuesta fue apretarse a mí ayudando a que entrara casi en su totalidad, la cogí de las caderas con las dos manos y con un suave vaivén, poco a poco logré una penetración al completo, ahora me tocaba a mí emborracharme de placer, ni siquiera tenía que pensar en el suyo, ella ya llevaba una buena ración y lo que estaba haciendo era simplemente facilitarme a mí mi merecido orgasmo.

  Decididamente los culos me gustaban, pensé en un momento los que habían pasado este verano por mis manos, más bien por mi polla, empezando por el de Julio hasta llegar al de Susana, lo estaba gozando en silencio con un vaivén cadencioso a un ritmo creciente cuando me di cuenta que Susana disfrutaba tanto o más que yo. Elisa era caliente pero su hermana era un volcán en erupción, yo ansiaba correrme ya pero al pensar que ella también podía hacerlo por enésima vez, me contuve expectante y esperanzado en que lo hiciera pronto como las otras veces, para poderme correr inmediatamente. El silencio existente en aquel rincón, más evidente por la música que se oía lejana, se rompió con los jadeos estridentes de Susana, yo dudaba si eran de placer o de dolor o de las dos cosas al mismo tiempo, cuando ella se llevó una mano al clítoris para menearlo frenéticamente, una descarga eléctrica recorrió todo mi cuerpo y sin poderlo evitar ni intentarlo siquiera, me corrí en lo más hondo de sus entrañas mientras ella, sin parar de moverse ni un instante, ayudada por el masaje en el coño y al sentir los chorros de leche inundando el intestino, volvía otra vez a correrse y esta vez se le podía oír en el silencio de la noche desde las cercanas casas del pueblo.

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