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La vieja casa (IV)

en Amor filial

  ¡Menudo cabreo que se cogió Julia! Me puso de vuelta y media por haberme corrido dentro, me dio un violento empujón y salió corriendo desnuda con la bata en la mano hacia el baño, mientras me insultaba y despotricaba de su debilidad. Yo tuve que pedirle perdón y jurarle que nunca más me volvería a pasar lo mismo. Entonces aseguró ella que efectivamente no habría nueva ocasión de que pasara porque no pensaba darme otra oportunidad, juró que a partir de entonces se comportaría conmigo como los hermanos que éramos, que olvidara lo que había pasado entre nosotros y que rezara para que no hubiera quedado embarazada. Estaba realmente furiosa y preocupada.

  Al día siguiente le pregunté cómo se encontraba y ya más calmada me transmitió su preocupación. Estaba esperando que le llegara la regla uno de esos días que era lo previsible pero si pasaban los días y no le llegaba, la preocupación sería cada vez mayor, yo la comprendía y la apoyaría, su preocupación era también mía. Estábamos juntos en el posible problema y así se lo hice entender. Ella agradeció mi apoyo abrazándose a mí y yo la besé dulcemente en las mejillas y de forma repetida hasta acabar unidos en un beso en los labios de lo más apasionado, un beso nacido del amor profundo que transcendía más allá de un amor fraterno para culminar en un amor profundo y sublime.

  Dos días después, estábamos comiendo en familia cuando Julia se marchó al baño, al volver venía con un semblante radiante; una fugaz mirada me hizo sospechar que se había solucionado el problema, tuve que esperar al final de la comida para confirmar la alegría común, a escondidas con las manos cogidas y un breve apretón, vivimos una alegría inmensa y nos prometimos vernos aquella misma tarde para hablar de tan feliz noticia, de la llegada de la esperada menstruación.

  Cuando Julia llegó a casa se fue directamente a su habitación, la seguí y nos abrazamos en cuanto entré. Al abrazo siguió un apasionado beso y consiguientemente una erección que apoyaba en el vientre de mi hermana. Sin pedirle nada, buscó con su mano mi pene tras desabrochar el cinturón y bajar lo suficiente mis pantalones, lo cogió suavemente transmitiéndome el calor de su piel y agachándose lo necesario, rodeó con sus labios  mi polla y con su lengua comenzó a acariciar la punta.

  Era una delicia nueva y desconocida, un placer inmenso me invadía, era magnífico ver la cabeza de mi hermana moviéndose rítmicamente y mucho más el placer que estaba sintiendo. Tanto era éste que, después de haber estado tres días sin hacerme pajas y por tanto sin correrme debido a la preocupación que me embargaba, noté que me iba a correr sin remedio, al avisarle de ello, lejos de apartarse, siguió más rápido hasta que exploté en un orgasmo suficientemente prolongado como para expulsar la leche contenida durante tanto tiempo y derramarla dentro de su boca. Unos segundos después, escupía en el pañuelo que le ponía a su disposición y se limpiaba con él los labios.

  Aquello me había gustado tanto o más que por el gusto recibido, por la seguridad de que las amenazas de mi hermana de cortar la relación, se quedarían en nada. Para comprobarlo, después de limpiarme con el mismo pañuelo la última gota de semen que asomaba por el orificio de mi pene, volví a abrazarla para besarle la boca con sabor a leche todavía y acaricié sus pechos sin encontrar la más mínima resistencia.

  -Te juro que no me correré adentro nunca más. Hemos estado muy intranquilos y no quiero que vuelvas a pasar por esto otra vez. Por mi causa estate tranquila, por la de otros será cosa tuya.-

  -¡Será posible! Que sepas que no tengo relaciones con nadie, no me interesa tenerlas aunque más de tres quisieran, y con alguno ya me gustaría pero si pienso en las consecuencias, enseguida me convenzo de que sería un error.-

  -Es muy bonito lo que me dices, saber que soy el único que puedo acceder a tu maravilloso cuerpo.-

  -Sé que tú jamás dirás nada de esto ni te pavonearás delante de tus amigos como hacen la mayoría en cuanto consiguen hacer algo con una chica, por eso no me importa hacer lo que hago contigo, mostrarme para que te pongas caliente y saber que soy el objeto de tus pajas.-

 -Pero supongo que podremos repetir lo del otro día, no me correré adentro, te lo he jurado. Podrías intentar conseguir condones y así estaríamos más tranquilos.-

  -Ya veremos, de momento seguiremos como antes. Bueno… lo de ahora supongo que te ha gustado ¿no?-

  -Ya lo creo, no me lo esperaba, eres encantadoramente sorprendente, eres la mejor hermana del mundo, eres increíble y yo soy el más afortunado del mundo, me haces tan feliz que es imposible que yo te haga algún daño, no me lo perdonaría.-

  Y entonces pensé confesarle mi secreto, total me comprendería y vería hasta qué punto era sincero con ella y al mismo tiempo confiaba en ella. Cuando iba a continuar hablando para explicarle lo del agujero en la pared, caí en que había presenciado una tarde de lujuria entre ella y Carmen y eso Julia no me lo contaba. Era su secreto y si no me lo quería contar, no sería yo quien descubriera que lo que había pasado aquella tarde no había quedado solamente entre las dos, que había un observador. Por eso callé lo del agujero pero intenté sonsacarle algo.

  -Me tienes que contar si has estado alguna vez con un chico, porque me parece que no eras virgen.-

  -¿Te acuerdas que cuando tenía quince años salía con aquel chico que no les gustaba a nuestros padres?-

  -¿Aquel tan mayor? Bueno yo era un crío, pero me acuerdo del follón que se armó en esta casa.-

  -No era tan mayor, lo que pasa es que él tenía ya 28 años y yo era muy joven, por eso no les gustaba, en cambio a mí me encantaba, era la envidia de todas, era guapísimo y además tenía un buen empleo en el que ganaba mucho dinero y venía con buenas intenciones pero como debido a su empleo, hubiéramos tenido que marchar lejos si yo me hubiera casado con él, nuestros padres se opusieron hasta el punto de amenazarlo con denunciarle si seguía viéndome.-

  -Y tú, ¿estabas enamorada de él?-

  -Perdidamente, por eso se lo di todo, pero eso no lo sabe nadie, tú eres el único porque ni él ni yo lo hemos dicho nunca a nadie, habrá quien se lo imagine pero nada más. Marchó de aquí hace unos tres años, me juró que algún día volvería, que cuando yo fuera mayor ya podría elegir entre mis padres y él… pero ya lo soy y no ha venido… bueno, a lo mejor cualquier día se presenta por aquí.-

  -¿Y ya no has estado nunca con nadie más?-

  -Jamás, tú has sido el siguiente.-

  Semejante rotundidad en la respuesta dejaba fuera de toda duda la aseveración que hizo. Pero yo sabía que si no había hombres, al menos una mujer sí que había.

  -También has podido estar con alguna mujer…-

Percibí un cambio en el semblante de su cara y la falta de rotundidad en su respuesta le delataba.

 -¿Qué quieres decir? ¿Qué si soy lesbiana? Mira lo que te he hecho ahora mismo y lo que hicimos el otro día… ¡qué mente más calenturienta tienes, hermano mío!-

  Esto ya me lo decía mientras se apartaba de mí y se disponía a recoger unas prendas sucias que estaban en el suelo para llevarlas a lavar, era una forma de dar por concluida la conversación, no quería hablar de ese tema y disimulaba unas prisas por hacer algo que instantes antes le traía sin cuidado.

  Los días que siguieron fueron maravillosos, al estar de vacaciones se multiplicaban las ocasiones de verla y de espiarla, eso sí, solo cuando llegaba Carmen y se encerraban en la habitación. Yo ansiaba que volvieran a repetir lo de aquella tarde pero no pasaban de hacer simplemente las cosas normales entre amigas íntimas, eso sí, con una confianza extrema. Era normal, por ejemplo, desnudarse mi hermana al completo para cambiarse las bragas antes de salir estando Carmen allí, o probarse mi prima un bikini de Julia ante ella.

  También podíamos prodigar nuestros encuentros. Cuando éstos se producían, a pesar de mi insistencia en poderla penetrar, ella rehuía de esa acción concreta haciéndome una paja o chupándomela pero me decía que tenía miedo al embarazo, que si tuviésemos condones ya sería otra cosa. Me prometió hacer lo posible por conseguirlos unos días después cuando fuera a pasar dos o tres semanas de vacaciones a casa de una tía en la gran capital donde nadie la conocía, no como en la ciudad donde vivíamos que nos conocemos todos.

  Cuando Julia se fue a la capital, yo tuve que volver a mirarme a la vecina, que no era lo mismo ni mucho menos. La echaba mucho en falta y tenía muchas ganas de que volviera, me daba cuenta de que mi obsesión por ella, en lugar de decrecer al haberla conseguido, iba en aumento cada día más, sobre todo en su ausencia.

  Por fin, el 14 de agosto por la tarde, volvió de regreso de sus, para mí, largas vacaciones. Yo estaba ansioso por poder estar a solas 15 minutos con ella pero fue imposible. Aquel día vinieron sus inseparables amigas a la media hora de su aterrizaje en la casa, ya no la dejaron ni un momento, vino también Carmen para salir todas juntas aquella noche, no iba a venir ni siquiera a cenar, vendría a dormir pero ya se suponía que sería muy tarde, era una noche de fiesta y la iba a aprovechar.

  Yo también salí con los amigos pero como era todavía muy joven, pronto me retiré. Al entrar en mi habitación y después de tantos días, decidí que haría guardia aquella noche para verla llegar, con un poco de suerte, la vería por el mirador desnudarse para meterse en la cama o incluso podría entrar yo en su habitación en total silencio para que me hiciera como mínimo una paja. Para no dormirme me puse a estudiar que ya estaban cerca los exámenes.

  Serían las cuatro de la mañana cuando llegaron todos, oí la voz grave de mi padre y enseguida creí oír la de Carmen, salí de mi habitación para comprobar lo que pasaba. Se habían encontrado mis padres con ellas y antes de retirarse, habían acompañado a las amigas de mi hermana a sus casas, una tras otra, a Carmen se la traían a casa a dormir, dormiría con Julia en su habitación. A mí me felicitaron por estar estudiando a semejantes horas.

  Pobres mis padres, que pensaban inocentemente que iban a dormir. Sí, claro. Tenía que hablar a solas con Julia a toda costa.

  -Julia, por favor, ven a mi habitación un momento para que me resuelvas una duda que tengo con lo que estoy estudiando.-

  Mientras Carmen estaba en el baño, mi hermana entró en mi habitación y dejando la puerta abierta se acercó a los libros que yo tenía delante abiertos en mi escritorio.

  -A ver, ¿qué duda tienes?-

  Le dije un “mira” por si alguien estaba escuchando y sin quitar el ojo de la puerta abierta, me acerqué a su oído para expresarle mis deseos truncados de estar juntos al haberse traído a Carmen para meterla en su cama.

  -Ahora estoy celoso de ella, me gustaría estar en su lugar, a Carmen la veo enamorada de ti y seguro que te querrá hacer las mismas cosas o parecidas que yo te haría. Tú estoy seguro que le correspondes.-

  -Pero… ¿de dónde sacas todas esas ideas? Tienes una mente tan calenturienta…-

  -Julia, veo tu reacción y la cara que pones, ya no me lo puedes negar. No pasa nada, si es vuestro deseo, hacéis muy bien y yo ya sabes que te apoyo, te comprendo y sobre todo… te quiero. Esta noche, mientras vosotras os estéis dando gusto la una a la otra, yo tendré que conformarme con hacerme una paja.-

  -Mañana te prometo que te tocará a ti, tonto.-

  -Entonces… ¿no niegas lo que me imagino que hay entre vosotras?-

  -¿No dices que no te importa?-

  -Claro que no me importa, solo que me gustaría participar.-

  -Esta noche no, si logro enterarme de lo que piensa Carmen, entonces ya pensaremos qué se puede hacer después.-

  -Aunque solo fuera mirar.-

 -Pero es que no depende de mí sola, si de mí dependiera ya sabes que no solo no me importaría sino que hasta me gustaría.-

  -¿De verdad te gustaría que os viera? Porque si es así…-

Cuando le decía esto, mi rostro debió de iluminarse con una radiación especial debida a la ilusión que sentí al oírla. Ella se fijó en esto y la muy ladina debió atar cabos y entonces me lo soltó:

  -Tú nos has visto ¿verdad?-

  Inmediatamente se dirigió a la pared donde colgaban los pósters y los levantaba escudriñando la visible grieta. Era evidente que si no era esa noche, sería al día siguiente, pero mi hermana estaba convencida de que yo las había visto y solo era cuestión de tiempo dar con el mirador.

  Como la puerta seguía abierta y ya oíamos a Carmen hablar con sus tíos, me puse el índice en los labios cuando Julia me miró interrogante y le señalé un punto tras el póster inferior.

  -Ahora vuelvo que me hago pis.-

  Dijo para que lo oyeran desde fuera y despejar el peligro de que vieran desde la puerta abierta maniobrar bajo el póster. Yo seguí delante de los libros pero ni me los miraba, bastante tenía con pensar en lo que estaba sucediendo.

  Después de que mis padres se hubieran metido en su habitación y Julia acompañara a Carmen a la suya, vino a la mía con la excusa de terminar con la explicación. Al entrar, cerró la puerta tras ella y se dirigió directamente a la pared, entonces yo encendí una lamparita de noche de la mesilla y apagué la luz de la habitación, la estancia quedó casi a oscuras. Levanté un poco el póster y con la punta del compás que llevaba en la mano, extraje el trozo de yeso que estaba ante los ojos de mi hermana pero que ella no acertaba a encontrar.

  Al estirar de él, la luz de la habitación contigua se filtró como una luz de alarma que aún no siendo intermitente era mucho más escandalosa. Julia se apresuró a meter su ojo frente al agujero y comprobar la visual que ofrecía aquel mirador. Sin dejar de mirar y en voz baja me dijo:

  -Eres un cabrón, lo has podido ver todo desde aquí. ¿Desde cuándo lo haces? ¿Qué has visto?-

  -Hace poco tiempo, pero os vi una tarde con Carmen. Ya ves que no te oculto nada. Además, si no quieres que mire, te juro por el amor que te tengo que no lo haré.-

  Cuando se incorporó, se encontró con mi cuerpo casi pegado al suyo, nuestras cabezas estaban a pocos centímetros, hubieran podido saltar chispas pero en cambio se estableció una corriente de complicidad abastecida por el amor que nos embargaba y nos unimos en un beso apasionado interrumpido por las prisas del momento pero suficiente como para que ella notara en su vientre la inmediata erección que produjo en mí la manifestación mutua de cariño.

  -Mañana pegaremos ese trozo de yeso con pegamento y olvidaremos que lo sacaste, esta noche colocaré la silla con ropa delante y aunque mires no vas a ver nada, además apagaremos la luz y volveré el ventano para que no se cuele nada de luz de la calle.-

  -Ya has notado como estoy, me tengo que masturbar, no voy a ver nada nuevo que no haya visto antes, déjame que os vea esta noche… bastante estoy sufriendo por no poder estar más contigo.-

  -Ya me lo pensaré, de momento pondré la silla y si pienso otra cosa ya la sacaré. Buenas noches.-

  Cuando terminó de decirme esto ya estaba saliendo por la puerta. Mi hermana quería, al parecer, que sufriera sin poderlas ver ni tocar, pero me ofrecía a la vez cierta esperanza. Posiblemente para hacer más largo el sufrimiento pues ella sabía que estaría pegado al agujero esperando la retirada de la silla, ya me estaba arrepintiendo de haber sido tan sincero y habérselo mostrado.

  Recogí los libros y me desvestí para dormir, si mi hermana quería hacerme sufrir no iba a conseguirlo, no quería pensar en ellas ni en lo que podían estar haciendo, ni en el beso que nos acabábamos de dar, ni en mi erección repentina ni en nada que pudiera excitarme lo más mínimo, me dedicaría a intentar dormir y… mañana será otro día.

  Salí al baño a vaciar mi vejiga, me costó algo por mi erección pero cuando remitió pude quedarme tranquilo y pensar solamente en dormir, pronto serían las cinco de la mañana. Más que nada por curiosidad quise comprobar si mi hermana había cumplido su amenaza. Efectivamente, el agujero no dejaba ver otra cosa más que en la habitación contigua seguían con la luz encendida; por si acaso mi hermana cambiaba de idea, arranqué el póster que lo tapaba (ya no tenía ningún sentido) y así podía ver si quitaba el estorbo de delante pues la luz se colaría claramente en mi habitación.

  Entre sueños me pareció oír una voz con un tono extraño que pronunciaba mi nombre, abrí los ojos, era completamente de día, volví a oír la misma voz, ya creía en aquel momento que era real, no pertenecía a un sueño mas no reconocía ese sonido que reproducía mi nombre claramente. Aquello me puso en alerta con todos los sentidos totalmente despiertos. Al escucharlo otra vez, caí en qué podía ser. Era la voz de mi hermana llamándome por el agujero que se quedó abierto aquella madrugada, al poner la boca pegada a la grieta, la voz se distorsionaba. Al incorporarme en la cama vi que un lápiz sobresalía de la pared moviéndose en círculos, de un salto llegué hasta él y lo cogí.

  Acto seguido metí el ojo por el hueco donde un momento antes se colaba el lápiz y me encontré con otro ojo que miraba hacia mi lado. Mantuve mi cabeza sin moverla y vi que al retirarse el ojo del otro lado iba apareciendo el rostro de mi hermana hasta que a un palmo de la pared apareció también el de Carmen, no paraban de reírse y posar con toda clase de muecas sabedoras de que yo estaba mirando. La diversión a mi costa era mayúscula.

  Estaba claro que mi hermana le había contado a mi prima lo del dichoso agujero, como mi prima no es tonta, ahora ya podía imaginarse (si no se lo había refrendado Julia) que yo la había visto en acción con mi hermana. De la manera que se reían estaba claro que no se lo podía haber tomado muy mal. Mejor, pensé, ahora habrá que ver en qué termina esto. Tanto una como otra miraron un instante por el agujero para comprobar que yo estaba vigilante, acto seguido se sentaron al borde de la cama sabiendo que allí yo las veía perfectamente y comenzaron a besarse de forma artificiosa, seguían con la broma.

  Llevaban sendos camisones cortos, los dos eran de mi hermana, bajo ellos se notaba que no llevaban sujetadores, no podía adivinar si tampoco llevaban bragas. Seguían con su esperpéntica sesión de homosexualidad, se tocaban las tetas por encima del camisón, se echaban mutuamente las manos a los culos y se seguían besando de forma artificiosa. Estaban representando algo que no tenía nada que ver con lo que vi aquella tarde ni con lo que seguro que habían hecho aquella noche y mi hermana me había privado ver. No paraban de reírse y mirar al agujero, bien a gusto las hubiera mandado a paseo. Mas por otro lado albergaba la esperanza de que en cualquier momento cambiaran de actitud y se dejaran arrastrar por los mismos instintos que motivaban la pasión que podía encenderse entre ellas con una simple chispa. Y aquellos roces podían provocar más de una chispa.

  Como no podía comunicarme con ellas sin riesgo a ser oído en el resto de la casa, cogí una hoja de papel y antes de plegarla en un fino cilindro de forma que lo pudiera pasar por el agujero, escribí: “Si lo que queréis es que me excite viéndoos, no lo conseguís, lo siento” y lo pasé seguidamente. Estiraron de la nota y vi que la leían, se miraron, se dijeron algo y al momento, sin parar de reír, se sacaron los camisones, las dos llevaban bragas. Ahora se colocaron de pie frente a mí, no podía verles las caras pero sí de las rodillas para arriba.

  Vi que abrían las piernas un poco las dos a la vez, cada una introdujo una mano por el interior de su braga hasta llegar con sus dedos al coño y comenzaron a tocarse descaradamente. Aquello ya era otra cosa, mi pene respondió al instante, me lo saqué por la pernera del holgado pantalón corto de mi pijama y me lo cogí sabiendo que terminaría corriéndome, fui a proveerme del habitual pañuelo. Cuando volví a mirar, Carmen se estaba moviendo hacia delante, ya cerca de la pared, se dio la vuelta, se bajó la braga y agachó el tronco permaneciendo con las piernas estiradas, podía verla en un primer plano con su redondo culo enmarcando la escena de sus dedos acariciando el coño que se le veía por debajo del culo. Por encima  de ese perfecto culo, veía más al fondo, bailar las tetas de mi hermana al ritmo que uno de sus brazos se movía en el indudable meneo que imprimía a su coño tapado en aquel momento a mi vista por el plano del estupendo culo de Carmen.

  Ya estaba a punto de explotar, no quería hacerlo porque esperaba que ellas siguieran sorprendiéndome, no sabía cómo pero intuía que lo harían. Carmen, ya completamente desnuda, se colocó otra vez junto a Julia que la imitó y estiró de su prenda íntima hasta deshacerse de ella. Entonces se subió a la cama y recostada en la cabecera siguió con la masturbación, ya no reía, sus labios engrosados evidenciaban la excitación que sentía, su rostro explicaba el placer que sentía al proporcionárselo ella misma.

  Carmen también se subió a la cama reclamándole un sitio a su lado. Su cara era otra muestra de placer, miraba a mi hermana fijamente sin cesar el movimiento de su mano en el clítoris, con la otra mano tocó suavemente el rostro de mi hermana que le devolvió la caricia del mismo modo, acercaron sus cabezas hasta casi rozarse y con suavidad y ternura se fundieron en un beso que enseguida trocó a apasionado y brutal; ya las manos no acariciaban sino que sujetaban la cabeza de la otra para poder proseguir en aquel salvaje beso sin menoscabo de los masajes que cada vez con más intensidad se prodigaban en una frenética carrera cuyo final, en una meta llamada orgasmo, ya se presentía cercano.

  Fue Carmen la primera en alcanzar el clímax, sus movimientos perianales al cesar el frenético vaivén de su mano, permitían adivinar la culminación de la carrera, mi hermana, necesitada entonces de alcanzar la misma meta que su prima, buscó en los labios de Carmen, como una posesa, el punto de placer que necesitaba para explotar ella también en un orgasmo que le sobrevino cuando Carmen, con la mano que antes tenía ocupada dándose placer, comenzó a sobar las bailonas tetas de Julia. En ese mismo instante, yo alcanzaba mi particular meta y derramaba el jugo contenido empapando el pañuelo que portaba en la mano libre.

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