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Los terribles y sádicos piratas de Berbería (Cap 5

en Grandes Relatos

Capitulo 5.- Los durísimos tratos a los que sometían a las cautivas

Los traficantes de esclavas de renombre se especializaron en poseer y entrenar solamente un número relativamente pequeño de chicas, pero de alta calidad… Por ello compraban mujeres europeas bellas y aristocráticas, bien educadas, para que su humillación y degradación creara en sus Amos mayor satisfacción por el odió que se les tenía al ser consideradas infieles cristianas… Eran duramente disciplinadas antes de venderlas a ricos comerciantes y a poderosos Gobernantes, Emires e incluso al Sultán, para ser recluidas en sus harenes forzadas a una sumisión total.

En unas ocasiones esas mujeres eran las esposas e hijas de los odiados líderes de los cristianos europeos vencidos, que cayeron en manos del ejército otomano durante los siglos de guerras… Y en otras, eran mujeres capturadas por grupos de piratas que no se limitaban sólo a las que conseguían como botín en los abordajes por mar, sino también las conseguían de las incursiones a poblados de la costa o penetrando mucho dentro del continente llegando hasta Hungría y Austria.

Un papel importante lo hacían los espías eunucos que eran enviados a captar noticias sobre posibles víctimas… Las fiestas de bodas de familias aristocráticas eran lo que a menudo atraían al asalto... La juerga no sólo relajaba la seguridad de estos cerdos cristianos, sino que los incursores conseguían capturar a muchas mujeres rubias, de todas las edades, hermosas y bien educadas… ¡E incluso también a la propia novia!... Con todo esto, a los traficantes se les llegó a proporcionar un importante flujo de chicas jóvenes, bonitas y bien educadas, a las que se les hacía de todo en los llamados “centros de educación” y “centros de cría” donde a base de infundir terror y palizas se las preparaba para ser sumisas esclavas… Su valor en el mercado dependía de muchos factores.

Los traficantes de esclavas llamaban “viudas” a todas las mujeres europeas, que no eran vírgenes, bien porque estaban casadas o tuvieron novio con el que mantuvieron relaciones sexuales y a los que nunca volverían a ver… Algunos traficantes incluso llegaron a tener hasta un “sello de calidad”, como por ejemplo, un pequeño disco o un ojo, en rojo o en verde, que tatuaban a la esclava en el interior de su muslo izquierdo, como signo de rareza y exclusividad y que luego el comprador podía borrarlo. E incluso llegaban a recomprar de nuevo a una esclava que habían vendido, ganando a veces más dinero que la primera que vez que la vendió porque ya estaba bien disciplinada en el harén en el que estuvo encerrada y esa sumisión y entrega era bastante cotizada.

Había traficantes de esclavas especializados en castrar su mercancía, incluso de formas muy variadas… Unas veces sólo se les cortaba el clítoris… En otras, se les cortaba el clítoris y los labios menores… Y en otras, la extirpación era total porque también se le cortaban los labios mayores y se cosían ambos lados con un hilo de cuero o crin de caballo dejando una abertura para la sangre menstrual y la orina… De esta forma, aunque todas las cautivas serían folladas en su momento, los traficantes sabían que una mujer capada jamás vuelve a tener placer sexual completo y su entrega es más efectiva ya que intenta hacer todo lo posible por ver si lo logra, lo cual proporciona gran placer al Amo, que se la folla únicamente en los días en que ella no es fértil, claro, y cuyo control lo lleva siempre el jefe eunuco del harén.

Para caparlas, a la muchacha se le daba una gran cantidad de hachís antes de la operación y caían en un profundo sueño… Con una serie de cortes, un peluquero experimentado realizaba el tipo de extirpación solicitada por el traficante… Al despertar la chica sólo se encontraba con un vendaje sobre las partes íntimas, mucho dolor en sus genitales y las manos atadas o bien al collar que llevaban o bien a la una anilla de la pared para que no pueda tocarse y se las mantenía así postrada sobre sus espaldas durante unos días dependiendo del tipo de ablación que se le hubiera decidido hacerle… Luego, cuando la chica veía lo que le habían hecho en sus genitales –porque no le estaba permitido tocarse- se consternaba de pena y le costaba mucho aceptarlo.

Pero la castración del clitoris aumentaba considerablemente el valor de una esclava ya que sería una ofensa a Alá, que una niña o mujer -en realidad, una esclava sexual- siendo la concubina de su Amo, obtuviera placer, es decir, se corriera… Estando castrada le resultaba prácticamente imposible llegar al orgasmo aunque se entregaba frenéticamente a intentar conseguirlo cuando se la utilizaba sexualmente… Además, encima, tenía totalmente prohibido alcanzar un orgasmo, y era castigadas con dureza recibiendo una serie de varazos por el eunuco jefe, que las vigilaba constantemente cuando entregaban su cuerpo al placer de su Amo.

Al margen de la venta de esclavas para los harenes, estaba también el beneficio por el rescate si las familias estaban dispuestos a pagar unos altísimos precios por recuperar a sus mujeres e hijas… Esto era una forma de beneficio muy apetecible para los traficantes de esclavas, pues mientras llegaban al acuerdo definitivo –si es que llegaban- pasaban muchos meses, incluso años y durante la espera -para no perder tiempo- se las llevaba a las llamadas “granjas de crías” en donde eran preñadas una o más veces, por esclavos nórdicos… Cuando la progenie nacía se la envía a otra granja especial y se les criaba hasta alcanzar una edad en las que pudieran ser vendidos a precios muy altos como eunucos niños o cómo niñas vírgenes… Y mientras, la mujer, al margen de ser utilizada para la cría, siempre sigue siendo entrenada con dureza para su esclavitud.

A veces, algunos Amos o incluso traficantes, obligaban a sus esclavas bien educadas a escribir cartas a sus familiares describiendo con todo detalle las humillaciones y degradaciones a las que se les sometía, suplicándoles que reuniesen el dinero de su rescate lo antes posible… Y para presionar a sus familias les daban un plazo a partir del cual serían azotadas diariamente por todo el cuerpo, incluidos en sus genitales o folladas por esclavos negro hasta preñarlas… Y era bastante normal que, tras pagar una gran suma y devolverla, su esposa o preciosa hija llegara a casa preñada de un esclavo negro.

Las negociaciones para los rescates se llevaban a través de monjes cristianos que actuaban como intermediarios y tenían gran interés en que no se esclavizase a las mujeres cristianas… En compensación por este trabajo la orden del monje recibía una parte de cada rescate… Como se necesitaba algún tiempo para negociar un rescate satisfactorio, la cautiva debía pagarse los gastos que generaba… Para ello, mientras tanto, mientras se cerraba el trato, se las preñaba utilizando a esclavos blancos y rubios y se las mantenía siempre desnudas, con el pubis totalmente depilado y los labios vaginales cosidos… Si hacía frío se les daba una manta que se ataba alrededor del cuello pero que quedaba abierta por el frente para que los eunucos mantuviesen siempre la vigilancia precisa de sus vientres hinchados.

En las “granjas de cría” tanto las chicas jóvenes como las preñadas hacían ejercicio todos los días mañana y tarde, al menos durante una hora… Un eunuco provisto de un largo látigo se situaba en el centro de una plazoleta y, primero, todas las chicas jóvenes se disponían formando un amplio circulo en fila… Un golpe de látigo era más que suficiente para que las mujeres comenzasen a caminar levantando siempre las rodillas en alto y las manos esposadas unidas detrás de sus cuellos… Y al caminar le seguía el trote… Y de nuevo el caminar… Y de nuevo el trote… Bastaba para ello que el eunuco negro lanzase una palabra clave –ya que no conocían el idioma árabe- y el ritmo de velocidad cambiaba rápido… Otra palabra clave y este grupo de mujeres corriendo y jadeando se dirigían a sus habitaciones a descansar… Y de inmediato, otro grupo de mujeres, estas ya visiblemente preñadas de hasta cinco-seis meses, se colocaban en posición para realizar sus ejercicios a la espera de escuchar el sonido del terrible látigo que puede alcanzar su espalda si alguna desgraciada se cansa o no levanta bien las rodillas… Y mientras, las mujeres de preñez más avanzada aguardan en fila silenciosa, con las manos en la nuca, a que terminen las que están en la pista para empezar a sufrir ellas esta denigrante forma de realizar ejercicios.

Entre las mujeres preñadas las había que sus esposos nunca podrán reunir el suficiente dinero para rescatarlas, por tanto es bueno que además de parir una cría o más que con el tiempo valdrá dinero, se las entrenasen para ser vendidas –en esos momentos- como esclavas a un precio muy interesante, por llevar leche en sus pechos para amamantar durante mucho tiempo a su Amo, varias veces al día.

En estas “granjas de cría” no sólo hay chicas jóvenes pues también es posible encontrar alguna señora mayor, muy avergonzada, desnuda y preñada, realizando ejercicios bajo el látigo… O monjas cristinas, que han dejado de ser vírgenes y han sido preñadas produciendo incluso gemelos… Verlas mostrarse desnudas y con esas tripas tan voluminosas, les genera un estado de gran humillación, que aceptan sumisamente a sabiendas de que su suplicio no ha hecho más que empezar y que sus hermanos los monjes las ven en ese estado -y haciendo esos ejercicios- pero nunca las podrán rescatar, ni se atreverán siquiera hacer comentario alguno.

Para colmo de la denigración, las jóvenes de “granjas de cría” que todavía no han sido folladas y preñadas pueden ser utilizadas como una variante de lo que actualmente conocemos como “vientres de alquiler”, que genera una buena fuente de ingresos al traficante… Era frecuente que un traficante recibiese la visita de una mujer turca, que oculta su rostro mediante un velo, acudiendo a estos “centros” porque le apetece tener una cría de una esclava europea.

El propietario de la granja le mostraba a todas las chicas disponibles, totalmente desnudas, y ella elegía a la que más le gustaba… A la muchacha se le amordaza y se le cubre la cabeza con una capucha oscura… Acto seguido –y en otra estancia distinta- se le mostraban los chicos jóvenes nórdicos, totalmente desnudos y con una pieza con candado cubriendo gran parte del pene para evitar la erección… La mujer turca, después de examinarlos detenidamente, elegía el semental… Al muchacho se le ataban las manos a la espalda, se le amordaza, se le quitaba el candado del pene y se cubría también la cabeza con una capucha... Todo quedaba listo para el apareamiento.

La muchacha elegida –en espera de ser rescatada- era colocada por un eunuco arqueando su cuerpo, atadas sus manos a una argolla del suelo y con las piernas separadas por una barra atada a sus tobillos… Otro eunuco conducía al muchacho elegido, le cogía su polla y se la refriega por el coño de la muchacha para que se ponga tiesa y ella segregue flujo… Una vez la polla tiesa, se la coloca a la entrada de la vagina y con una fuerte palmada en su culo, el muchacho da un golpe de cadera y se la mete hasta el fondo… A continuación comienza frenéticamente a follarse a la chica hasta que se corre dentro de ella, mientras se escuchan gritos de terror amortiguados por la mordaza… Una follada realizada de forma muy denigrante porque ni hablan entre ellos, ni se ven y ni siquiera se tocan, pero ellas son infieles cristianas y deben ser castigadas en todo momento y humilladas de todas las formas posibles.

La mujer turca asistirá a cada apareamiento que tenga la pareja hasta que se produzca el embarazo… Luego, volverá cuantas veces lo desee a inspeccionar el vientre de la chica, estando siempre ella desnuda, amordazada, encapuchada y con los labios vaginales cosidos… Todo era una continua denigración… Llegado el momento del parto, la mujer turca estará presente y verá como la pondrán de cuclillas y le ayudarán ha dejar caer la cría… Durante el mes que la cría necesite alimentarse de leche, su madre biológica, amordazada, con la cabeza cubierta y las manos encadenadas detrás de la espalda para que no pueda verlo, ni tratar de sostenerlo, ni nada, le ofrecerá sus pechos para amamantarlo… Y cuando lo decida, la mujer turca se llevará la cría para lo que haya pensado hacer con ella.

Si en todo este tiempo que ha durado su maternidad no ha llegado rescate alguno o no se considera suficiente, a la chica en cuestión, se la vuelve a preparar para otro apareamiento… Y así sucesivamente hasta que deje de ser productiva o se venda con leche en sus pechos pasando a tener otro tipo de esclavitud más dura si cabe… Esa es la vida de una cautiva pero había otras formas de vida más denigrantes.

El tipo de apareamiento descrito no era el único, ni mucho menos… En esta y en otras “granjas de crías” las jóvenes y no tan jóvenes, siempre amordazadas y desnudas, esperaban arrodilladas la decisión del eunuco jefe para ser apareadas pues él controlaba sus ciclos menstruales… El apareamiento se realizaba siempre sin ningún tipo de contacto más que el pene dentro de sus coños y por supuesto sin hablarse, ni verse… Además, los sementales eran distintos en cada follada y se realizaban al menos tres folladas por día porque la joven no había sido seleccionada para llevarse a su cría y entonces daba igual quien la preñase… Esta técnica brutal beneficiaba al dueño de la granja porque facilitaba -y mucho- el embarazo rápido de la joven, que era realmente lo que importaba.

El eunuco jefe confeccionaba la lista de apareamientos que consideraba mejor y las chicas nunca sabían cuando sería su turno… Además, el hecho de estar siempre amordazadas, las aislaba mortificándose con sus propios pensamientos ya que no les permitía poder comunicarse con sus compañeras de cautiverio y mucho menos saber cuando serían conducidas a un lugar para ser folladas… Todo esto las hacía más sumisas y dispuestas a aceptar su triste destino… Y más cuando aparecía el agresivo eunuco levantando su látigo de forma amenazante dando ordenes vejatorias mediante palabras clave que han aprendido por desconocer el idioma árabe… Muchas veces tenían que alinearse, separar sus piernas y flexionarlas frente a gente que las visitaba para que estos pudiesen ver con todo detalle lo más oculto de su cuerpo ya que siempre estaban totalmente desnudas.

Y también era importante el que el eunuco jefe mantuviera un control muy exacto de cada ciclo menstrual para que pueda ser cubierta en su mejor momento y anotar dicha fecha para tener todo registrado… Cuando detectaba que una mujer joven o madura había quedado embarazada, de inmediato el eunuco jefe la acostaba sobre una pequeña mesa y le ataba sus muñecas sobre la cabeza, los tobillos muy separados, una correa alrededor de su cintura y la amordazada… Luego utilizando una aguja especial curva y un crin de caballo procedía a coserle los labios vaginales, provocando un gran dolor en la operación de cierre pero sin oír más que sus gruñidos en lugar de gritos y ver cómo tensaba el cuerpo mientras la cosía… Finalmente tatuaba en su pubis unas figuras árabes que la desgraciada no entendía… Todo ello un procedimiento muy denigrante y doloroso.

El eunuco jefe había anotado la posible fecha del parto sobre su pubis y, al mismo tiempo, extendía un documento en el que constaban también el número de apareamientos previos, las fechas en que se produjeron, el número que tenían los sementales que se la habían follado… Y ante cualquier duda cortaría los puntos de los labios vaginales y verificaría si todo estaba correcto… Y si tenía más duda, volvería a ser follada por otros sementales y luego a coserle de nuevo los labios vaginales… La denigración que sufrían no podía ser mayor y para ellos no les importaba nada por tratarse de infieles cristianas sobre las que recaían todas sus iras, lo cual les gustaba y mucho.

Un hecho que trascendió fue que un traficante de esclavas comentó a sus amistades el caso de una mujer mayor, monja, que renunció al ser llamada para casarse con su amor de la infancia y cuya esposa había muerto… Los corsarios la capturaron en su fiesta de boda y se la llevaron antes de consumar el matrimonio… Por tanto era virgen… Este traficante la había comprado barata por su edad y decidió malévolamente  llevarla a su “granja de cría” y controlar sus ciclos menstruales para, llegado el momento, presenciar su primer apareamiento que pediría fuese muy duro como castigo por ser una mujer cristiana y devota.

Y llegado ese día, la mujer, desnuda y depilada –como lo estaba desde que llegó a la granja- fue colocada por el eunuco jefe, asustada y llorando, en un cepo anclado vertical a 50 cm del suelo y que sujetaba el cuello en el semicírculo mayor y sus manos en los dos más pequeños… Luego, colocaron una barra acolchada ajustable debajo de su vientre para regularle la altura adecuada en que deseaban que estuviese su coño… Sus pies fueron atados a dos argollas del suelo bien distantes entre sí, con lo cual quedó espatarrada con las rodillas ligeramente dobladas.

La mujer, comenzó a gritar y tras recibir tres fuertes latigazos en el culo -que lo dejaron bien marcado- y escuchar la palabra clave que conocía como “Silencio”, calló definitivamente por miedo a que le diesen una paliza… Ella miraba aterrada al frente viendo a su Amo, el traficante, y su eunuco jefe sentados para disfrutar, una vez más, de la escena que iba a tener lugar… Sin ella saberlo, había sido sentenciada a ser preñada por primera vez y producir una cría, como si de un animal se tratara.

A una señal del eunuco jefe, su joven eunuco ayudante, abrió una puerta y de ella salió un joven blanco, amordazado, con las manos atadas a la espalda, totalmente desnudo y con el pene cubriendo parte de su virilidad por una pieza con candado… El joven eunuco ayudante le dio un fuerte golpe con el pequeño látigo que tenía en su mano y le señaló los colgantes pechos de la mujer… El joven, sumiso se acercó de lado y arrodillándose saco la lengua y comenzó a lamer el pezón y chuparlo… La mujer gimió horrorizada y aterrada por lo que sentía que le estaban haciendo y de los hombres que miraban sonriendo la escena… Y con estas caricias continuas, la mujer empezó a sentir que su cuerpo reaccionaba… Al cabo de un tiempo  sus pezones, sin ella desearlo, se le pusieron cada vez más duros.

Luego, escuchó una palabra clave conocida y pronto su coño, ahora depilado, sintió las caricias de la lengua de un ser desconocido que de rodillas se lo estaba lamiendo con mucha intensidad… Y no pudo evitar comenzar a sentir espasmos de placer, que fueron recibidos con satisfacción por los dos personajes sentados frente a ella.

Tras dejar de sentir las lamidas, sintió como un par de dedos se introducían en su coño y comprobaban que efectivamente estaba respondiendo muy bien… La mujer se sonrojo viendo a aquellos hombres disfrutar con su humillante degradación… Unas palabras desconocidas para ella dicha por el joven eunuco anunciaba que la hembra estaba ya lista para ser follada.

Al muchacho se le quitó el candado comenzando a mostrar un pene de enormes dimensiones, que se ponía cada vez más y más tieso y más grueso… Mientras tanto, la mujer volvió a sentir la misma mano anterior en su coño y casi se muere de vergüenza cuando notó que le metía con suavidad “algo”… Era una bola de grasa que el eunuco le introdujo en su interior hasta llegar a las puertas de su apretado himen… Ella ahora podía oler su propia excitación e inclinada como estaba, podía sentir cómo la bola de grasa se derretía por su propio calor vaginal y por su coño salía un líquido grasoso, lo cual era un síntoma más de lo preparada que estaba para el coito.

A continuación sintió como le separaban los labios vaginales y algo bastante grueso se metió un poco dentro de su coño… Escuchó el sonido de un latigazo –que no pudo ver que se estrellaba en el culo del muchacho- y como respuesta, éste le metió toda su polla hasta el fondo… La mujer estiró su cuerpo todo lo que pudo y lanzó un grito de horror y dolor… Ella podía oír una respiración dificultosa en sus espaldas a la vez que sentía como lo que tenía metido en su coño -contra su voluntad- se movía ahora frenéticamente hacia dentro y hacia fuera… Y lo más triste para ella fue comprobar que su cuerpo reaccionaba por el placer que le estaban dando mientras veía con lágrimas en los ojos las risas de los allí presentes que disfrutaban -y mucho- del espectáculo que estaba dando su primera triste follada.

Y mientras esto sucedía, sintió de repente que algo cálido y resbaladizo se iba depositando a chorros en su interior… Esto fue el desencadenante de su primer orgasmo anunciado con un pequeño grito de horror y numerosas convulsiones… Tras una pausa no muy larga, la mujer -con la mirada perdida- vio la señal de su Amo indicando el cambio de macho para cubrirla de nuevo… Y así, por ser la primera vez, cinco machos más la cubrieron, dejando su coño totalmente lleno de esperma y tremendamente agotada, a la espera de ver los resultados… Si acertaron y quedó preñada, pronto sería cosida… En caso contrario, volvería a ser follada de la misma forma.

También se contaba el caso de un jovencito niño que nunca había tenido ninguna experiencia sexual y que había que castrar… El maquiavélico traficante amordazó y encapucho al niño y lo obligo a follarse a una niña, según la costumbre habitual de no verse, ni hablarse… Presentes en la cópula estaba el barbero para castrarlo… Y una vez el niño disparó el semen dentro del coño de la niña, el barbero seccionó totalmente sus genitales dejando el pene dentro del coño de la niña, que resbaló poco a poco hasta caer al suelo…

Las barbaridades que tenían que soportar todos los cautivos, en especial el gran grupo de mujeres a las que el destino caprichoso les había condenado a una vida de crianza con gran degeneración y humillación, no había terminado ni mucho menos… Ahora empezaba otro tipo de tortura a las que eran sometidas las preñadas.

Y es que las grandes “granjas de cria” tenían una habitación larga en la que se instalaban en el suelo una hilera de jaula de un metro de altura, no más… Estas jaulas estaban separadas unas de las otras, por unos tablones de madera que impedía que las ocupantes de una jaula viesen a la de al lado… Dentro de cada jaula había una joven desnuda, llevando unos guantes similares a los de boxeo atado a cada muñeca… Estaban encadenadas por el cuello a un argolla situada en el suelo y gateando… Un eunuco, armado con un pequeño látigo patrullaba de arriba abajo la habitación vigilando las jaulas para que las jóvenes preñadas gateasen y no estuviesen ociosamente sentadas ya que en este caso descargaba el látigo a través de los barrotes.

Diariamente el eunuco jefe realizaba la supervisión de las esclavas… El supervisor abría las jaulas y las mujeres encerradas esperaban la señal para salir… Un chasquido de látigo y todas salían rápidamente y se apartaban de la jaula hasta que la cadena quedaba tensada… Luego estiraban los brazos hacia atrás y se sostenían apoyadas a los barrotes, arqueaban el cuerpo hacia atrás y abrían las piernas listas para la supervisión… Un forma infame y vergonzosa de humillación pero que permitía comprobar la firmeza de los pechos, el crecimiento del vientre y lo tenso que tenían los cordones en los labios vaginales.

Para beber debían aprender a chupar de una especie de gran pene que tenían instalados al final de las jaulas… Al principio les era muy costoso pero poco a poco aprendían a extraer un poco de agua… Eran muchos minutos de ejercicio, que en el futuro, aunque ahora no lo comprendieran sería una de sus partes más importantes de su cuerpo: su boca y su lengua… Y para alimentarlas debían sacar la cabeza por un espacio circular al frente de cada jaula y esperar su turno para recibir la comida por parte del eunuco, sin dejarse nada o serían azotadas.

Cuando trascurrían ya los tres meses, y las barrigas eran visibles, las sacaban de las jaulas de reposo, como decían, y las pasaban a una habitación con colchones en el suelo dispuestos en línea para que no estuvieran nunca en contacto unas con otras… Eran sacadas dos veces al día a tomar el sol y hacer ejercicios vejatorios, como por ejemplo dar vueltas con la manos en la nuca y las rodillas levantadas bajo la amenaza del látigo… Varios eunucos negros patrullaban a su alrededor cuando estaban acostadas, siempre de espaldas mostrando su hinchada barriga y su numero pintado en el pubis… Sus manos colocadas siempre por arriba de sus cabezas y la prohibición de hablar entre ellas… Otro eunuco, situado en una plataforma elevada, las vigilaba desde el centro de la habitación.

Cuando el eunuco jefe gritaba la palabra clave que significaba “Inspección”, todas las mujeres saltaban de su colchón y torpemente se subían a una especie de banqueta, ponían las manos juntas detrás de sus cuellos, abrían sus piernas y las flexionaban arqueando hacia atrás el cuerpo para compensar el peso de sus vientres hinchados… Todas miraban al frente con las barbillas bien levantadas… En esta posición el eunuco jefe –a veces su Amo, el traficante- palpaba cómo tenían los pechos de hinchados, la suavidad del vientre voluminoso, la costura de sus labios cosidos y los golpes de caña recibidos en sus nalgas… Y esto se realizaba todos los días.

Para aquellas jóvenes que estaban en los días próximos al parto, se las trasladaba a una habitación aparte donde se las colocaba acostadas, desnudas y atadas sus manos a una argolla en la pared por encima de sus cabezas… Y llegado el momento final, le cortaban los puntos de los labios vaginales y una “eunuca-partera”, muy entrenada, comenzaba su trabajo ayudada por un fornido eunuco negro provisto de un largo bastón de bambú con el que irá golpeando el vientre de la parturienta según le indique la eunuca-pertera para que de una forma más dolorosa si cabe, haga fuerza y expulse la cría fuera de su vientre… No era infrecuente que la parturienta recibiera una buena tanda de bastonazos antes de concluir con el parto, quedando con el vientre muy marcado de varazos amoratados.

Pero no todas las cautivas eran convertidas de entrada en criadoras, porque habían otros métodos para humillar y degradar a mujeres y niñas europeas que habían sido capturadas y vendidas a los mercaderes para iniciarlas en otro tipo de esclavitud y eso se realizaba en los llamados “Centros de educación”, donde las esclavas debían de guardar el más absoluto silencio vigiladas continuamente por eunucos fuertes armados de látigos que a la mínima señal de comportamiento sospechoso descargaban un latigazo sobre el hombro de la pobre desdichada, que bramaba de dolor.

Las esclavas, estaban siempre desnudas a excepción de un collar de hierro negro, y a veces con grilletes en muñecas unidas con una corta cadena muy pesada para fortalecerles sus pechos y abdomen… Y también, para hacerlas desfilar ante sus posibles compradores para llevársela a su harén y terminar de disciplinar a su gusto a esta perra cristiana… Los grilletes gustaban por lo vejatorio que era para ellas.   

En el caso de las chicas jóvenes y vírgenes se les instruía en como tenían que entregarse a su Amo, utilizando a una concubina negra y un “instructor” que ante ella realizaban todo tipo de aberraciones sexuales para que aprendiese lo que tenía que hacer a su futuro Amo y conocer las palabras clave y su significado… Era un procedimiento lo más denigrante y humillante para estas jóvenes que debían pasar noches enteras viendo todo a muy corta distancia… Cuando lo creía pertinente, el instructor les metía el dedo en el coño para comprobar el grado de calentamiento que todo lo que estaba viendo le había producido… Y eso se repetía muchas veces para que no olvidase nada de todo lo que estaba viendo.

Y en el caso de las “viudas”, los instructores solían emplear a un equipo de esclavos gigantes negros africanos, con enormes penes y gran resistencia, para los cuales nada les estaba prohibido hacerles… Y también ellas debían aprender de memoria las palabras clave y su significado para cada uno de los caprichos más salvajes de estos sementales y sin oponer la más mínima resistencia por el miedo al látigo del instructor que las está vigilando en todo momento… En poco tiempo estas mujeres, antes muy respetables, se entregaban de forma totalmente desinhibida a proporcionar el mayor placer posible al gigante negro que se le había asignado, sin necesidad de ser dirigidas por el instructor… Y, por supuesto, muy controladas en sus ciclos menstruales para nunca quedar embarazadas porque perderían mucho valor… Era difícil vender a una esclava cristiana embarazada por un negro ya que su cría no tiene mucho valor aunque al final todo se vendía y solución las había para beneficio del traficante.

Y también estaban un tercer grupo, que eran las jóvenes y no tan jóvenes preñadas por esclavos blancos… Ellas también debían aprender todas las técnicas amatorias a pesar de tener los labios vaginales cosidos, lo cual no era impedimento para no aprender a ofrecer su boca y su culo para ser penetrado de todas las formas posibles y seguir siendo denigradas, incluso con el vientre hinchado.

Como ya hemos dicho, aunque las niñas y jóvenes vírgenes no participaban nunca en contactos carnales, si debían aprender viendo repetidamente actuaciones denigrantes que ellas tendrían que hacer a su Amo una vez vendidas bajo la dirección y el control del eunuco jefe de turno… Sin embargo, a las “viudas” se les exigía ser la principal protagonista en participar totalmente en el denigrante y sádico aprendizaje a la vista de todas las demás, lo cual les generaba una repugnante humillación al darse cuenta de lo rastrero del hecho.

Por poner un ejemplo, una de las prácticas consistía en obligarlas a ponerse acostadas boca arriba sobre un banco, atada de pies y manos a la espera del semental negro que le tocara, el cual se situaba a horcajadas mirando hacia sus pies… Cuando el instructor gritaba la palabra clave el semental negro bajaba sus nalgas hasta la cara de la viuda, que de inmediato debía comenzar por lamérselas… Si el semental no estaba satisfecho lo indicaba al instructor con un movimiento de cabeza y éste, de inmediato, le propinaba tres fuertes golpes de látigo en el vientre y en la parte delantera de los muslos de la desgraciada repitiendo enojado con cada golpe que le daba la palabra clave que le avisaba poner más ímpetu y entrega en su trabajo.

Con este doloroso y cruel aviso la “viuda” ponía todo su ímpetu para satisfacer al negro, el cual en un momento determinado separaba sus nalgas con ambas manos y colocaba el ano sobre la boca de la esclava, afirmando sonriente que le estaban haciendo un trabajo perfecto… Ella le lamía el ano e incluso introducía la lengua lo más profundo que podía… Tras varias sesiones, la viuda ya quedaba lista -y sin tener que estar atada- para practicar esta denigrante forma de un dar placer del que nunca sus maridos o novios hubiesen soñado que ellas le darían.

En otros casos “la o las viudas” realizaban bajo la supervisión de su instructor y de su látigo, el cumplimiento de la palabra que significaba “mamar pollas”… Los negros sementales, con sus tremendas pollas, atendían con desespero cada una de las palabras clave que les iba indicando el instructor… “lengua en punta”… “lengua lados punta”… “lengua arriba-abajo”… “tragar”… “tragar más”… “más, más”… Y todo con el látigo preparado a la espera de que el semental moviera la cabeza indicando que no estaba satisfecho… Las mujeres chupaban con avidez para evitar un duro latigazo y se acostumbraban  cada vez más a realizarlo sin recibir ninguna palabra clave, lo mismo que sucedería con la lamida de culo y metida de su lengua dentro de su ano.

Y es que cada día que pasaba se iba incrementando el denigrante sometimiento de la mujer a todo tipo de depravaciones con el fin de que su Amo disfrutase al máximo sin importarles nada de lo que ellas sintieran… La obediencia instantánea se había impuesto ante un entrenamiento que consideraban perfecto… Todas ellas recordaban sus muy duros inicios y la cantidad innumerables de varazos que recibieron para doblegarse a sus caprichos… Por eso, si una “viuda” escuchaba la palabra clave que significaba “Pechos”, de inmediato se arrastraba a cuatro patas en busca de cualquier semental que en esos momentos estuviera libre, le besaba y lamia sus pies, para finalmente, ante un golpe en la cabeza, erguirse de rodillas, meter su erecto pene entre sus opulentos pechos y masturbarlo a la vez que con la lengua le lamia la gran punta de su polla hasta conseguir que se corriera en su boca.

Pero aparte de todo eso, no hay que olvidad que a una esclava, más que estuviera preñada y muy avanzada, debería ser especialmente erótica y eso lo ayudaban clases de danza… Para ello, unas vestían unas largas y transparentes faldas mostrando sus vientres hinchados que movían al ritmo de la música, siguiendo los movimientos que una mujer árabe -su maestra- les procuraba enseñar… El instructor, con el látigo en mano se movía de arriba-abajo utilizándolo para tocar con él, el culo de aquellas que sospechaba que no ponían todo su interés, como advertencia antes de descargar sobre ellas un latigazo o más…

Tras el grupo de las esclavas preñadas, se colocaban las esclavas que tenían los labios vaginales cortados y aunque también vestían faldas largas y transparentes, éstas estaban hechas de modo que dejaban totalmente al descubierto los genitales capados para que pudiesen ser perfectamente vistos…

En ocasiones, varios eunucos provistos de largas plumas se sentaban ante las mujeres que no llevaban sus coños cosidos, dirigiendo estas plumas hacia sus labios vaginales, para acariciarlos y excitarlas al máximo… Cuando las mujeres empujaban sus estómagos hacia delante, la pluma frotaba el interior de sus coños y las calentaba pero controlaban bien este acto para frustrarlas y retirar las plumas controlando de esta forma su excitación… Era una forma inteligente de hacer que las mujeres ejercitasen sus músculos abdominales, empujando hacia delante y hacia atrás en su esfuerzo por atrapar la pluma con sus labios vaginales… Con estos bailes del vientre todas realizaban una exhibición lo más erótica posible para mostrar sus vientres o sus labios capados, y que no siempre eran dirigidas hacia una clientela muy exclusiva con el fin de que fuesen compradas, sacar beneficios y seguir con el negocio.

Y también se las amedrantaba constantemente con golpes de vara o látigo para que siempre estuviesen aterrorizadas y sumisas ante cualquier orden por denigrante que esta fuera… Por ejemplo se las enseñaba a interpretar sonidos, dado que no entendían árabe… El sonido de una campana era el aviso de que el Amo habían entrado en el harén y todo se paraba… Un chasquido de látigo hacía que todas las esclavas corriesen a ponerse en fila… Otro chasquido de látigo hacia que estas se pusieran de rodillas, inclinasen el cuerpo hasta tocar la cabeza con el suelo, estirasen los brazos por delante y abriesen las piernas levantando al máximo el culo… Con esta postura el Amo pasaba revista por delante y luego -al pasar por detrás-, un niño eunuco les iba abriendo las nalgas y separando sus labios vaginales para que el Amo lo viera con todo detalle… Una humillación más que repugnante que debían soportar esas pobres cautivas y un signo de respeto hacia su Amo.

Pero no acababa eso ahí, porque un nuevo chasquido de látigo hacia que levantasen el torso mostrando sus pechos, la mirada al frente y los brazos colocados sobre la parte superior de sus cabezas… Una nueva revista de su Amo y con ello elegía a la esclava que esa tarde o noche tenía que ir a entregarse desesperadamente a darle el máximo placer, amenazada previamente por el eunuco recordándole que la estaría vigilando desde atrás de la celosía y si no quedaba satisfecho recibiría la consabida paliza de doce varazos que dejarían su culo bien marcados para que no lo olvidase en algún tiempo.

En otros harenes la selección se hacía de otra forma, no por ello menos humillante… Las esclavas desfilaban ante su Amo y el eunuco jefe mostrando sus pechos con los pezones pintados del mismo color que sus labios genitales, realizando ante él una serie de movimientos provocativos que rallaban la mayor de las indecencias… Y lo hacían con todo el entusiasmo posible deseando ser la elegida para ver si podía alcanzar un mínimo de placer por las ganas desesperadas que tenían de que el Amo la palpara, dado que ellas jamás podían tocarse su cuerpo al estar totalmente prohibido y penado con grandes palizas… Y eso sin obviar contar que en algunos harenes se les taladraba los labios vaginales y colocaba entre cinco y siete anillas de plata y luego se les pasaba un cordón atando y uniendo fuertemente los labios vaginales para evitar que se pudiesen tocar o meter un dedo en el coño… Otra infame acción que no podían evitar que se hiciese con su cuerpo porque no les pertenecía a ellas.

Las esclavas más baratas podían ser vendidas para burdeles de los puertos donde eran muy solicitadas… Y hasta incluso vendidas a alguna viuda turca rica, o un matrimonio, que desease tener a una perra cristiana sometida para su servicio como criada, ya que también se les enseñaba a servir bandejas, poderla mostrar a sus amigas y parientes, y tal vez, incluso, regalarla o por qué, no?, para utilizarla en su desahogo sexual en solitario o en pareja, cuantas veces quisiera.

 

Continuará…..

 

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