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La hoguera de San Juan

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LA HOGUERA DE SAN JUAN

Azucena abría la marcha, David se había quedado tras de ella por si necesitaba ayuda suplementaria en forma de empujones y sudorosa, jadeante y casi sin fuerzas alcanzó la cima del montículo. Hizo señas extendiendo su brazo derecho de que había visto un sitio donde parar y descansar un rato y para comprobar si su compañero había entendido perfectamente el gesto, volvió un poco la cabeza.

David había comprendido perfectamente la señal y estaba dispuesto a parar cuantas veces fuese preciso, máxime cuando vio reflejada en la cara de su amor la "pájara" que la subida de la cuesta le había producido.

Atravesaron montados en sus bicicletas el llano de grava que les separaba del caserón de piedra, en cuyo tejado se leía con unas letras enormes MERENDERO SAN JUAN DE COLCHES, echaron pie a tierra y apoyaron sus bicicletas contra la pared lateral del edificio.

Estaban ante uno de los muchos merenderos, situados en lo alto de las montañas de Asturias, que atendidos por familias de campesinos, sirven además de vivienda, de restauradores y descanso para los viajeros.

Constaba de un caserón de piedra vista en el que había un bar en la planta baja y de un añadido cubierto de una sencilla tejavana, construido de sencillas tablas de madera, con varias mesas rústicas con bancos corridos, hechas del mismo material, donde se podía permanecer al aire libre si el tiempo acompañaba.

Se sentaron sobre el banco de una de las largas mesas, en sentido contrario al tablero, dejándose caer sobre él con signos de agotamiento. Extendieron y abrieron sus piernas lo que más pudieron, para que el aire refrescara sus muslos sudorosos y calientes, por el contacto continuo con el sillín.

Cuando recuperaron el resuello pensaron en pedir algo que les refrescara

¿Coca-cola? - preguntó David haciendo un gesto de interrogación con la cabeza a su compañera.

Azucena, que hubiese preferido un refresco con sabor de limón, no quiso, ni en este simple detalle, desairar a su amor.

Claro.

No tuvieron que levantarse a solicitarlo porque un hombre que representaba unos sesenta años, permanecía sentado cercano en una silla de mimbre y parecía ser quien atendía a los que se sentaban en estas mesas, se levantó al oírles y les anunció.

- Ahora se las sirvo.

Al acercarse comprobaron que su cuerpo parecía el de un hombre de mucha menor edad que la que marcaba su arrugado rostro, andaba muy tieso, erguida la cabeza y sus pasos, al dirigirse a la entrada del bar, sonaban firmes.

Bebieron ansiosamente los refrescos sin utilizar los dos vasos que quedaron abandonados encima de la mesa y Azucena un poco más calmada comentó.

¡¡ Jo !!, vaya cuesta, no podía más.

David sonrió, mirándola con tanto amor, que sintió un escalofrío en todo su ser, ella le devolvió la mirada con agradecimiento e intensidad en sus ojos, que su compañero, para no dejarse llevar por el terrible impulso que estaba sintiendo de acercarse, besarla, abrazarla y romper el sensual hechizo, que se estaba implantando entre los dos, se levantó y se acercó al borde de la cuesta, que aparecía más empinada por aquel lado.

Eran los dos vírgenes y deseaba que después de la excursión que estaban haciendo juntos, volvieran de la misma manera, a su casa. Le estaba costando mucho reprimirse y sabía que a su amor también, pero era algo que habían pensado conseguir como prueba de respeto entre ellos.

Oteó un momento el valle y al ver allá abajo varias pilas de madera amontonadas sin ningún orden, con aspecto de ser dedicadas a quemar, en medio de un pequeño y verde campo al lado de un riachuelo que discurrí entre frondosos árboles, llamó a su novia.

Mira parece están preparando la hoguera de San Juan.

Esta se levantó, se había dado cuenta del esfuerzo que su amor había hecho para separarse de ella y deshacer el halo amoroso que ambos habían sentido y se asomó a ver lo que le señalaba.

Será una bonita hoguera - comentó

Volvieron a sentarse y David preguntó al hombre que les había servido las bebidas.

¿Ese pueblo que se ve ahí abajo es San Juan de Colches?

Exactamente, es el principal núcleo de población del valle que, junto a varias pequeñas aldeas vecinas, forman el municipio de Colches, Os he oído un comentario sobre las hogueras. En este valle conservamos unas tradiciones antiquísimas relacionados con ellas, que se han perdido hace mucho tiempo en otros lugares.

Ante la cara de extrañeza que los dos mostraron, el hombre que parecía deseoso de poder encontrar oyentes les ofreció.

Esperarme un momento, comprobaré si no me necesitan dentro y os explico lo que tienen de especial.

Al verle desaparecer se miraron para decidir si se quedaban o se disculpaban de aquel señor cuando saliese y continuaban la marcha. Fue Azucena la que pidió a David esperarle y oírle.

Me interesa saber cosas sobre esta costumbre y me gustaría ver una buena hoguera.

La celebración de las hogueras de San Juan o fogueras como decían en este lugar, era algo que Azucena deseaba ver y poder participar. Sabía que también en Madrid, donde vía habitualmente, se hacían muchas, pero siempre las organizaban cuadrilla de chicos y alguna persona mayor de la vecindad, en algún descampado de las afueras.

En la zona que yo vivo ni hay descampados ni grupos organizados de chicos y menos mayores dispuestos a ayudar - se dijo interiormente pesarosa.

Las familias que vivían en su zona tampoco habían dado a sus hijos muchas posibilidades de jugar en la calle y hacer grupos. Se escudaban en que había excesivo tráfico. Ir hasta el extrarradio para ver las hogueras, hubiera tenido que acompañarle alguna persona mayor y nadie estuvo dispuesto a llevarla.

- Mi hermano pequeño tampoco las ha visto - pensó Azucena.

Si esta fiesta se hubiese celebrado en época de colegio quizá hubiera tenido la oportunidad de verlas, pero se celebra cuando ya están de vacaciones.

Todo el ritual lo conocía, se lo habían explicado el año pasado en la piscina, un grupo de chicos de un barrio cercano, con los que había hecho algo de amistad.

Durante muchos días nos dedicamos a buscar tablas, leñas, cosas viejas de madera y vamos haciendo una pila. Como rivalizamos con las cuadrillas de otros barrios tenemos que cuidar nuestro botín para que no nos lo roben. Para algunas zonas es fácil obtener madera, pero en otras, si están más al centro, tienen muchas dificultades. Estos grupos incluso no encuentran lugar para hacer la fogata, porque la autoridades temen un incendio y mandan a los guardias que las prohíban.

Las obras que se estén haciendo por allí cuidan esos días sus tablones porque se organizan verdaderas rafias para "socializar" los que puedan llevarse.

Por la tarde del día de la quema amontonamos las últimas aportaciones, lo que arde fácilmente, lo que iniciará el fuego. Según se va acercando la hora de encender la pira aparecen los primeros espectadores porque la hoguera la formamos los chicos y chicas del barrio, pero para encenderla y mantener el orden suelen encargarse los mayores que nos ayudan y que responden ante los guardias que siempre aparecen.

Ver arder la pira que hemos preparado es bello y alucinante. Al principio las llamas suben muy altas, pero después van formándose brasas que permiten acercarse a los que se atreven y saltar por encima del fuego a los más valientes.

Algunos tiran al fuego papelitos escritos con las peticiones que desean solicitar al santo aunque no sé si estas se cumplen.

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E

l hombre, que les dijo llamarse Absalón, cuando volvió a salir del bar, se acercó de nuevo a ellos y comenzó a explicarles

- Las hogueras que se encienden en muchos lugares, no solo de España sino en muchas partes del mundo, en la víspera de San Juan, se celebraban en la antigüedad tres días antes porque lo que se honraba y celebraba era el solsticio de verano y no a este santo.

Todos los ritos paganos, no olvidéis que pagano viene del latín "paganus" que significa habitante del campo, siempre han estado pegados a los de la naturaleza.

La iglesia siempre ha tenido miedo de la cultura de los sitios pequeños por el arraigo que suelen tener entre su población. Comprobar que la palabra villano, habitante de una villa, en una de sus acepciones significa malvado por culpa del clero.

Como el cristianismo no podía erradicar estos cultos del pueblo, alteró el significado de los ritos, en este caso los trasladó a la víspera de San Juan, dándoles un significado totalmente diferente al que tenía en su origen.

Los primeros cultos, no se saben muy bien quien los inició, quizá estaban unidos al sol o a una purificación de los terrícolas ante la madre tierra, dándole las gracias y pidiéndola les permitiera guardar a bien las cosechas que se iban a recoger.

Pudiera ser que tuvieran distintos significados según los lugares. Los hay muy lejanos, en que esta hoguera, con madera muy especial, se hace para poder formar una alfombra de ascuas de fuego que luego atraviesan corriendo, descalzos los penitentes o los valientes. Veis que son ritos muy anteriores a la aparición de la iglesia y de que viviera ese santo Juan.

Aquí la celebración es totalmente diferente a lo que podáis haber visto hasta ahora. Se mantiene la tradición, la antigüedad de la ceremonia. Siempre se ha hecho así, desde antes de la existencia de la iglesia. En principio el fuego no se hace de la misma forma que en otros sitios. Aquí hay varias hogueras a la vez.

Se inicia marcando en el suelo un círculo. Se clava una estaca en el centro geométrico donde se celebrará el ritual. Con una cuerda de 15 metros se traza una circunferencia. Posteriormente cinco líneas entrelazadas que formen una estrella de cinco puntas.

- Un pentáculo - dijo enseguida David.

- Efectivamente, veo que entiendes de eso.

David quedó callado porque lo único que sabía era el nombre de la figura formada.

- ¿Sabes el significado de ese signo? - preguntó el hombre.

Antes de que el chico contestase lo hizo él mismo.

El pentáculo es un signo precristiano. Dicen tiene más de cuatro mil años. Los antiguos dividían al mundo en dos mitades, masculino y femenino. El yin y el yang.. Cuando estaban en equilibrio había armonía. El pentáculo representa la parte femenina de ese mundo. Es parecido a esos dibujos que actualmente se han elegido para representar lo masculino y femenino en los anuncios, prospectos o medicinas.

En la antigüedad tenía un significado más amplio, significaba también la diosa Venus, lo femenino, lo sexual femenino y la belleza. Se creía que esa diosa estaba en la bóveda celeste y a esa luz que aparece en el cielo todas las noches se la llamó también, según las culturas, además de Venus, la Estrella de Oriente, Ishtar, Astarté y otros nombres.

¿Por qué se eligió esa forma tan especial? Desde muy antiguo se sabe que la eclíptica de Venus, el planeta azul, hace un pentáculo perfecto cada ocho años. Por ello se eligió esa figura como la representación de la perfección, la belleza y el amor sexual.

He comprobado que antes os mirabais y he visto amor entre vosotros, también me he dado cuenta que tú - y señalaba a David - te has marchado hasta el borde del acantilado por no atreverte abrazarla y besarla, porque estaba yo delante.

Se estaba transfigurando de tal manera tu cara que se leía en ella lo que sentías interiormente, y era tal el arrebato que se te veía en los ojos y el arrebol de tus mejillas, que tus deseos quedaban totalmente al descubierto y tú - miraba ahora a Azucena - posees una cara tan angelical y radiante, que se te ve el alma que sale al exterior por ella, apareciendo inmaculadamente limpia. Debes de ser también una persona que se entrega y ama apasionadamente

No tengáis ningún temor en manifestar ante los demás vuestro amor. Es lo más bello de la vida. En este antiguo valle, los que adoramos a la diosa Venus, los que formamos uno de los pocos grupos venusianos que perduran, es lo que más valoramos, la belleza, el amor y el sexo dulce y amoroso.

Esta quema, hoguera, pira o como queráis llamarlo se hace en este lugar oportunamente cuando termina el día más largo del año y se inicia, por ello, la noche más corta, es decir el solsticio de verano.

La que desarrollamos es una ceremonia ancestral llena de misterio y ritos totalmente diferentes de lo que hayáis podido ver en otros lugares. Solo tienen permiso de asistir los habitantes del valle que hayan jurado fidelidad de seguir a Venus, pero estáis ante Absalón, maestre mayor que posee la facultad de poder invitar a las personas que considere oportunas.

Se enciende una gran foguera en cada punta de la estrella, también arden las líneas que forman el pentáculo, donde se han puesto gruesos tablones lisos, llenos de resina, que se impregnan de un líquido inflamable que les aviva y mantiene el fuego inicial.

Si se ve el lugar donde se desarrolla la ceremonia desde cualquiera de las laderas del valle, lo que se contempla es un pentáculo de fuego. Los antiguos creían ingenuamente que esa figura ardiente, podía ser contemplada desde la bóveda terrestre por la diosa Venus, desde su brillante planeta. Sabemos que no es así, pero también sabemos que en alguna parte Venus nos está contemplando y ayudando a que el amor triunfe sobre el odio.

Si deseáis asistir os invito a la ceremonia. El rito empezará a las diez de la noche, dura varias horas, podéis descansar después en esta casa y continuar viaje mañana, ya de día, repuestas las fuerzas.

Azucena y David se miraron, ambos deseaban ver lo que les había anunciado como especial, pero en su fuero interno sentían una comezón, un cierto temor a presenciar algo prohibido que les decían pagano, dedicado a Venus, a la belleza y al amor y querían que la decisión fuera tomada por los dos a la vez.

El que se había presentado como Absalón les producía confianza, se miraron y se entendieron perfectamente, deseaban asistir a pesar de un gusanillo de incertidumbre que a ambos se le había puesto en la boca del estómago. Por parte de sus familias no tenían problemas, pues estaban realizando una excursión que les ocuparía varios días y aun no había llegado el momento de regresar.

Desde el altozano donde estaban sentados, vieron durante toda la tarde los trabajos que se desarrollaban en el pequeño prado del llano. La preparación de la ceremonia estaba también totalmente reglada, había gente venusiana ya marcada con antelación para estos trabajos. Los anchos tablones perfectamente alineados fueron formando el dibujo y más tarde las pilas de madera que constituirían las hogueras, fueron amontonándose en los triángulos que formaban las aristas del pentáculo.

Comprobaron también que en el mismo centro de la figura ponían un templete redondo que se elevaba algo más de un metro del suelo. Se veía perfectamente, ya desde donde estaban, la forma geométrica, cuando se les acercó Absalón para continuar hablándoles de ella.

- Algunos han querido unir la imagen del pentáculo a algo diabólico. Es totalmente falso. Fue debido a que en algunas de las representaciones del diablo en la edad media, aparece pintado algún pentáculo. Se explica porque el sexo, el goce, la diversión y la belleza femenina, siempre han estado más cerca del diablo que de las divinidades o de los santos.

Se comenzó a reír por lo bajines al continuar diciéndoles.

- Lo que no tiene para mi significación, es que esta figura haya sido elegida por el ejército de los Estados Unidos como distintivo de sus generales, que no llevan estrellas normales en sus hombreras o cuellos, como los demás ejércitos del mundo, sino pentáculos.

Quizá es que quisieron unir su significado sexual con el sado que ellos sienten haciendo guerras y matando a gente - apuntó malévolamente David.

Al quedar de nuevo solos, sentados en aquel borde del lindero, desde donde se podía contemplar todo el valle y permanecer ellos en el anonimato, viendo que Absalón había vuelto al caserón para atender posibles clientes y tampoco les contemplaba, se acercaron todo lo que les fue posible para decirse quedo todas las frases de amor que no habían podido decirse antes, para poder acariciarse, besarse y gozar de su cercanía sin romper el compromiso que se habían prometido.

Según iba a pasando la tarde el nerviosismo de los chiquillos fue en aumento, ni siquiera sus caricias y las palabras de cariño y amor fueron suficientes para calmar sus nervios, les parecía iban a asistir a algo que la iglesia prohibía y por la educación que habían recibido, estaban ante algo que no deberían hacer.

Cuando el sol se convirtió en una gran circunferencia de cobre en el horizonte, Absalón les anunció la inminencia de la marcha. Arrancaron los tres andando, después de guardar las bicicletas. El gran maestre llevaba una bolsa de las de viaje en sus manos, en la que portaba la ropa que usaría para la ceremonia que se iba a celebrar.

 

- - o o o - - -

L

a noche estaba limpia sin nubes que se interpusieran entre, los que en aquel pequeño prado de tierna hierba, adoraban a Venus y la luz brillante que el planeta reflejaba en el firmamento.

Después de una jornada algo calurosa había refrescado lo suficiente para disfrutar de una temperatura perfecta y los más de cien venusianos asistentes se habían colocado alrededor de la tarima para oír a su gran maestre. David y Azucena estaban mezclados entre ellos.

Estas fueron las palabras de bienvenida que Absalón dirigió a sus correligionarios subido en la plataforma que le habían preparado.

- Convecinos del valle de Colches y hermanos en la diosa Venus, un año más nos hemos reunido para celebrar, de acuerdo a las tradiciones de nuestros antepasados, el solsticio de verano. Sabemos que somos los únicos que conservamos la antigua tradición y los ritos venusianos.

Vestía de una manera curiosa. Unos pantalones negros de raso brillante y un blusón como los que suelen llevar muchos campesinos en diferentes lugares mediterráneos, que le llegaba hasta debajo de la cintura, de color azul cielo. Su cabeza se cubría de un gorro frigio que se quitó en el momento de hablar.

- Primeramente los dioses de los diferentes pueblos, envidiosos de nuestra diosa, intentaron arrebatárselos e inventaron sortilegios al sol y a la tierra. Después la poderosa iglesia ha intentado prostituir nuestros ritos cambiando la fecha e intentando se celebren en honor de un santo que curiosamente lleva el nombre del principal núcleo de población de este maravilloso valle.

Paró un momento de hablar. Desde lo alto de la tarima desde donde se dirigía a los venusianos habitantes del valle que asistían atentos e interesados a aquel ritual, dirigió la mirada hacia lo alto y señalando con un gesto teatral su brazo derecho hacia el firmamento, subiendo el tono de voz, siguió diciendo.

Allí está el planeta azul donde reina nuestra diosa. Sé que tenemos muchos y fuertes enemigos que pretenden dejen de celebrarse estos ritos ancestrales, pero el amor y el respeto a nuestros antepasados no permitirá que esto ocurra mientras estemos vivos.

Se dirigió hacia un grupo que estaba esperando sus órdenes y les dijo

- ¡¡ Pueden encenderse los fuegos !!

Rápidamente los encargados de encender los fuegos, rociaron con algo que llevaban en un recipiente los maderos que enmarcaban la figura del pentáculo, que comenzaron a arder. Después prendieron las cinco pilas de madera, que en los cinco triángulos de la estrella, esperaban el fuego.

Las llamas, avivadas por una suave brisa nocturna, fueron formando la figura ardiente del pentáculo que se podía contemplar perfectamente en la oscuridad en que se había ya asumido la noche.

Cuando las lenguas de fuego de las hogueras de las puntas de las estrellas, se elevaban al cielo, la muchedumbre comenzó a cantar, primeramente de una manera muy suave, como si lo hicieran con la boca cerrada, pero según el fuego crecía y las llamas se elevaban más, su canto que compasadamente seguía el ritmo de ellas, aumentó.

Cuando la música alcanzó su cenit, la gente asistente comenzó a bailar. No se movían casi los pies del suelo, solo era el cuerpo el que se balanceaba y movía al ritmo de la canción. Era un movimiento rítmico acariciante y sensual, que seguía a la vez al canto y al fuego.

Luego despacio, balanceándose, los bailarines se fueron poniéndose frente a frente, sin dejar de mover su cuerpo al ritmo de la melopea. En ningún momento aumentó la velocidad de sus movimientos, seguía el contoneo que acercaba los cuerpos, los estrechaba y los parecía unir y después cuando iban a quedar pegados se separaban.

Fue Azucena la primera que comenzó a moverse imitando lo que veía hacían los de alrededor. Se puso frente a frente a David que por imitación, aunque un poco más torpemente, la siguió.

Los brazos de ambos se solicitaban, sus manos llamaban a sus cuerpos más fuertemente que lo hicieran las palabras, pero no llegaban a rozarse, solo se acercaban como si estuvieran sus cuerpos imantados y cuando iban a pegarse, la electricidad estática que irradiaban, al ser de signo idéntico, los rechazaba.

La sensación de placer, de sexualidad, de comunión era superior a cualquier acto sexual que hubieran podido hacer, entre ambos, en el pasado.

Todo el mundo buscó su pareja, los matrimonios entre si, los novios lo mismo y los demás, hasta los más pequeños, pues desde los catorce años les estaba permitido asistir, buscaron, entre los de su edad, quien pudiera sentir la atracción eléctrica de su cuerpo y cuando la encontraban sabían que aquella persona les aceptaba.

Mientras hubo llamas continuó el baile y ese estado de bienestar, sexualidad y amor que llenaba el ambiente permaneció vivo.

Un embrujo se había extendido por el pequeño prado. El ambiente rebosaba felicidad. Nunca David y Azucena habían sido más felices. Sus corazones saltaban a la vez, sus rostros permanecían encendidos y sus manos abiertas frente a frente captaban toda la energía que irradiaban sus cuerpos.

- Te amo, te quiero, te deseo, eres mi vida, mi sol, mi luz, mi universo - oían los dos al unísono sin que las palabras tuvieran que salir de sus bocas.

Cuando las llamas comenzaron a amainar, el baile fue perdiendo ritmo y movimiento y la canción volvió poco a poco a bajar su nivel hasta convertirse de nuevo en un murmullo. Los cuerpos que se habían movido y bailado durante más de una hora estaban perfectamente descansados y lozanos.

El gran maestre volvió a subirse a la tarima de oradores desde donde les había hablado anteriormente. Se había puesto encima de sus vestidos de ceremonia una especie de buzo ignífugo, idéntico a los que suelen usar los bomberos para acercarse al fuego y protegerse del calor.

Alguien dio unas palmadas para recabar la atención y ante el silencio total que se hizo, anunció

Aquellas parejas que deseen mostrar su amor eterno ante los demás que se preparen.

Azucena no sabía lo que se les iba a pedir hicieran, pero al oír estas palabras del gran maestre no dudó acercarse a la tarima llevando de la mano casi arrastrando a David, que le miraba un poco extrañado de la alegría que notaba en el rostro de su amor.

Yo quiero mostrar ante todos, amor eterno a este maravillosísimo chico, ¡¡ mi David !!, ¡¡ mi amor !! - gritó para que la oyeran todos y volviéndose a David le gritó - No puedo aguantar más nuestro compromiso. ¡¡ Quiero romperlo !!

Una cerrada ovación de todos los asistentes siguieron a esta palabras y un grito comenzó a oírse, primero entre la gente del fondo hasta que todos le siguieron, convirtiéndose en un eslogan que todos gritaban

¡¡ Centro !!, ¡¡ centro !!, ¡¡ centro !!, . . . .

El gran maestre desde la altura donde se encontraba con los brazos extendidos, pretendía calmar a los que gritaban, diciéndoles que se aceptaba su sugerencia. Cuando se hizo de nuevo el silencio, descendió y ordenó colocar una gran capa con capucha incluida, del mismo material ignífugo, sobre David y Azucena, que metieron sus pies en unas almadreñas forradas del mismo material.

Empujó después a ambos hacia el interior del pentáculo ardiente. Las hogueras de las puntas ardían en brasas produciendo a los que estaban cercanos, una temperatura imposible de aguantar sin medios adecuados.

Llegaron hasta la redonda plataforma del centro de la figura, donde les hizo subir. La temperatura allí era perfectamente resistible. Les ordenó despojarse de las capas y lo que ninguno de los dos esperaban, de toda su ropa.

Después trazó una serie de signos cabalísticos sobre sus cabezas y les dijo.

Debéis consumar ahora vuestro amor aquí delante de todos los venusinos asistentes. Si así lo hacéis la diosa Venus estará siempre con vosotros, seréis felices hasta la muerte, porque vuestro amor permanecerá. Es tal el amor que Venus ha detectado en vosotros, que ha infundido en todos los asistentes a la ceremonia, vuestra elección como figura representativa.

El gran maestre se volvió por donde había venido y los dejó solos allí.

¿Por donde empezamos? - preguntó Azucena a su novio.

Empieza por besarme porque mi espada ya está preparada - le contestó este.

En el centro de aquella estrella especial que ardía en la noche, desnudos, subidos al templete y rústica plataforma de casi dos metros de diámetro, hecha de troncos de árboles recién cortados, que les elevaba del suelo más de un metro, para que pudieran ser perfectamente vistos por todos los asistentes, se prepararon a iniciar lo que iba a ser su primer contacto sexual.

Esperaba que nuestra primera vez hubiese sido más íntima - murmuró David al oído de Azucena, mientras la abrazaba y acercaba contra su cuerpo que brillaba en la oscuridad de la noche.

Es un escenario ideal, ninguna chica lo tuvo nunca más bello para entregarse a su amor, rodeada de lenguas de fuego, humo oloroso, vapor de agua, naturaleza viva, noche oscura, luna llena, fondo con canciones sensuales y además tutelada por la diosa Venus - según iba enumerando los atractivos que el lugar les proporcionaba, sus manos buscaron y agarraron ansiosas las nalgas de David atrayéndole y pegándole contra sí.

La cortina de humo y vapor, que el fuego y el aire caliente producían, les separaba de los venusianos, que esta vez sentados en el suelo, alrededor del ardiente pentáculo, sumidos en las sombras, emparejados, volvían a cantar una nueva melopea sensual y acariciadora.

La noche envolvía en sus tinieblas a la reunión que se celebraba en homenaje a Venus y la vegetación que les rodeaba les hacía invisibles al resto de la gente del valle. Desde las laderas de las montañas podrían ser vistos, pero en la distancia, nada más un pentáculo de fuego era lo que podrían distinguir los ojos humanos.

Los dos muchachos elegidos por los asistentes, miraron primeramente al cielo buscando a Venus, pidiendo su aprobación, tal como les había indicado el Gran Maestre de la Orden, cuando la encontraron, la saludaron e iniciaron su acto.

El primer contacto de sus jóvenes cuerpos les enardeció y su deseo y pasión les hizo olvidar pronto el lugar donde estaban. Mientras la muchedumbre les contemplaba cantando sus ancestrales canciones, ahora con voces roncas, ellos se dijeron las palabras precisas para encender aun más sus cuerpos y llevarlos a un estado propicio a la sexualidad extrema que les pidiese que sus órganos se uniesen.

Aun de pie, sus manos recorrieron las partes traseras de sus cuerpos, que permanecían pegados formando uno solo y que, a través de la movible y ondeante calima del aire que les rodeaba, veían y admiraban los allí reunidos.

Sus cuerpos cubiertos de sudor por el reflejo de las llamas, producía la suficiente excitación sobre los venusianos reunidos alrededor para que se empezaron a remover inquietos, esperando que según las reglas empezaron su coito para iniciar los suyos.

Las voces elevaban a intervalos su tono y la canción resonaba en la noche en una letanía que iba enervando a los cantantes, hasta que muchos comenzaron a romper el cordón que la muchedumbre formaba para acercarse todo lo que les era posible al fuego, se desnudase y dispusieran a imitarles.

No era una orgía lo que allí se producía, no había mezcla de sexo extraño, eran las mismas parejas que en la vida real estaban unidas por el amor, los que en estos momentos iniciaban el rito de la unión carnal, del sexo comunitario venusiano.

David y azucena deslumbrados por la luz que reverberaba de las cinco hogueras, no veían nada, tampoco necesitaban estímulos exteriores para continuar su rito particular. Se habían tumbado, caído o apoyado en el suelo de la tarima y allí cumplían con la ceremonia que la naturaleza enseñó a todos los animales. Ellos aportaron caricias, frases amorosas, estímulos del tacto, que les parecieron nuevos, pero que han formado siempre parte de las cópulas de todos los machos y hembras que han poblado la tierra.

Azucena había agarrado de entre sus piernas, aquella cosa dura que su amor había pegado a sus muslos y la dirigió hacia su lubrificada vagina buscando la penetrara y así el ayuntamiento de sus cuerpos fuese completo.

Los menores de dieciocho años, aunque presentes y asistentes a todos estos actos, tenían expresamente prohibido cualquier manifestación sexual. Probablemente sus cuerpos se revolvían ante lo que veían y les solicitaban actuar, pero enseñados por los mayores mantener un respeto a la ceremonia, se habían apartado hacia las sombras y desde allí, eran espectadores callados de todos los ritos.

David, buscado el agujero, intentó con su inhiesta espada, atravesar aquel amado cuerpo, haciendo lo mismo que esas puntas de diamante que horadan las rocas de la tierra, atrás, para tomar fuerza y adelante, arremetiendo después con el máximo ímpetu.

El vaivén amoroso de David y Azucena que por primera vez gozaban de unir sus cuerpos, era el principal acícate y ejemplo, que movía los demás cuerpos desnudos de los que quisieron consumar en público el amor que se profesaban que se habían colocado lo mas cercanos a las puntas y que el calor les permitiese.

Azucena, roto su himen, comenzó a gozar de aquella penetración y sus gemidos y gritos de placer llegaron hasta los venusianos, de manera que los que hacían lo mismo que ellos, aumentaron excitados su ritmo y los que solo cantaban, dieron las gracias, saludando con sus palmas levantadas y extendidas a la diosa Venus que desde el firmamento parecía les contemplaba.

Venus su diosa desde su planeta no solo aprobaba sino que incitaba a que la belleza femenina, representada por su sexo en actividad, fuese quien reinase en esta especial y más corta noche del año.

Por ello eran las mujeres quien elegían pareja, muy rara vez había ocurrido que una fémina no lo hubiese hecho ante quien en el mundo era su macho conocido, aunque en alguna ocasión algunas habían aprovechado la fiesta para manifestar en público una separación matrimonial o un noviazgo eligiendo delante de todos a otra persona diferente de su esposo o novio.

La corta noche avanzaba, pero tanto David como Azucena no lo notaban. Estaban realizando lo que habían soñado muchas veces en solitario. Habían podido hacer lo que ellos mismos se habían prohibido, pero la sexualidad que habían sentido en esta noche especial, había sido tan intensa, que rotos todos los tabúes que se habían marcado, eran ahora los seres más felices del universo, en aquellos momentos de gozo y placer sexual.

No eran expertos en lo que hacían, tomaban las posturas que conocían como normales, pero Azucena, solo con sentir dentro de su cuerpo el pene de su amor, ya le era suficiente para sentir orgasmo tras orgasmo.

David que hasta entonces no había hecho nada con mujer, tenía miedo de no ser capaz de cubrir satisfactoriamente a su amada, delante de tanta gente, pero el deslumbramiento rojizo de las ascuas y de las últimas llamas que le permitía no ver a los asistentes y el deseo que tenía de llegar a follar algún día a su amor, le dio lo debido, para que su acto se estuviese desarrollando placenteramente para ambos.

De vez en cuando descansaba, porque se le entrecortaba la respiración y le fallaban algo las fuerzas, pero repuesto, arremetía de nuevo, apretando, sacando y metiendo su pene de aquella cueva de placer que tenía debajo de él.

No tuvo que pedir a su amor, que su derrame coincidiera con ella, porque Azucena, rotos los nervios chillaba cada vez que sentía las oleadas que sus orgasmos le producían, y así cuando llegó al cenit de su resistencia se dejó morir encima de ella, con impulsos que le parecieron de feliz abandono, cuando su semen, a borbotones penetró en al vagina de su querida y amada Azucena.

Los asistentes, que habían hecho lo mismo que ellos, iban terminado sus coitos y los demás seguían cantando dando gracias a Venus de tan dichosa noche. Los dos novios, agotados y felices, recibieron las capas ignífugas para atravesar el fuego y cuando salieron entre los venusianos, recibieron una cerrada ovación a la vez que les hacían pasillo para que pasaran hasta donde se encontraban sus ropas guardadas.

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