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Para ver la polla de Mateo

en Gays

PARA VER LA POLLA DE MATEO

Unos días antes de darse por oficial la llegada del verano supe de un suceso ocurrido en el elegante Club de Regatas de mi ciudad. En este selecto lugar, situado al mismo borde del mar en un promontorio de la costa, está limitada la entrada, solamente los socios pueden hacerlo, yo lo hago porque mi familia lo es desde la época de mis abuelos. Permiten sin embargo que los socios llevemos un invitado, si lo deseamos, que puede participar de las instalaciones mientras esté con nosotros.

Se reúnen en sus salones grupos de las principales familias de la villa, las féminas a tomar su café de las tardes para hacer cháchara y crítica social y los hombres a fumar, beber su copa de buen licor, jugar su partida de naipes y escapar de su casa por unas horas.

Los socios jóvenes podemos practicar diversas actividades, de mesa, o gimnásticas, principalmente la natación en una de sus piscinas abiertas, que toma sus aguas del mar, las filtra y calienta hasta dejarla agradable, porque el Atlántico siempre tiene sus aguas muy frías durante los meses que brilla el sol pero aún la temperatura no es alta.

Conocí los detalles del suceso acaecido por boca de uno de los camareros del club, con el que llegué a mantener, fuera de aquella exclusiva institución, una buena amistad. Éramos los dos gays y habíamos coincidido en un sitio de alterne donde me habían llevado unos amigos que sentían como nosotros. Cuando nos vimos en aquel ambiente, ambos quedamos cortados, él porque quizá temió que pudiese informar a la gerencia o dirección del club, muy estricto en temas de doble moral y yo, porque también he intentado que lo que siento sexualmente, sea desconocido en aquel lugar. En el club, si nos creíamos observados, nos limitábamos a hablar solo de cosas relativas al servicio que prestaba.

Después que ambos callamos este primer encuentro hicimos lo mismo con los siguientes y esta complicidad había hecho nacer entre nosotros, una cierta confianza, que nos permitía tomarnos algunas licencias orales, aunque nunca pasamos de las palabras.

Comenzó a contarme.

- Tenías que haberle visto - notaba se le coloreaba el rostro ante el recuerdo - joven, bello, esbelto, rubio, aunque nadie recuerda haberle visto la cara porque, mientras la tuvo descubierta no le prestaron mucha atención, aunque muchos estuvimos pendientes de hacerlo cuando abandonase las instalaciones, pero se había fabricado una capucha especial, valiéndose de una toalla de baño, que le permitió llegar hasta el coche y desaparecer inmediatamente. Creo que no ha vuelto por aquí, he estado especialmente motivado en reconocerle y si volvió no lo pude hacer.

Alguien más, por lo que he oído por ahí, estuvo también motivado - reí al contestarle.

¡¡ Je !!, ¡¡ je !!, así es - me apoyó - Sabes que en mi oficio me es dado escuchar muchas conversaciones y oí en diversos grupos, tanto de mujeres como de hombres, reciente el hecho, bastantes alusiones al suceso, en un tono que se notaba verdaderamente la carga sexual interna que contenían las palabras que decían.

Bien, pero ¿en qué consistió realmente lo sucedido? porque he oído varias versiones de las mujeres y los masculinos lo cuentan diferente y entre todos dan medidas que no coinciden.

Lo que se vio aquella tarde, ellos lo podrían valorar mejor en su justa medida, por conocimiento de causa.

Miró por ver si alguno de sus jefes, tanto de comedor como de camareros, le podía ver en charla conmigo y al notar no había nadie cercano, inició su narración completa.

Habíamos tenido varias jornadas llenas de luz y calor, porque el sol, escaso en nuestra región en esta época del año, quiso ser magnánimo con los estudiantes que acababan de terminar su curso, por lo que los jefes decidieron abrir la piscina que toma su agua del mar ya sabes calentándola posteriormente.

Como aquella tarde era soleada y deliciosa la temperatura ambiental, muchos se decidieron a iniciar la temporada de baños. Habíamos sacado también a la terraza, al lado de la piscina, varias mesas con parasoles abiertos, que estaban llenas de gente bebiendo refrescos y tomando el sol.

Mientras en el agua jugaban, nadaban o se bañaban varias personas, principalmente jóvenes, un muchacho subió al trampolín alto, con la intención de tirarse, como hacían varios de los asistentes. Seguramente por el gesto que tuvo que hacer al querer enderezarse para entrar derecho o por mala suerte, se le rompió algo de la cintura que sostenía su bañador, de manera que este se deslizó de su cuerpo y se hundió, dejándole desnudo dentro del agua.

Aunque dijeron gentes, que le vieron sumergirse varias veces, intentó buscar su taparrabos, no lo encontró y como decidió o necesitó salir del agua, al encontrar caído, cercano al borde, un pequeño pañuelo de señora, de esos diminutos, decidió taparse la cara, porque conociendo el tamaño de su " badajo " sabía que no conseguiría cubrir ni medio de él y echó a correr hasta los vestuarios, atravesando entre las mesas de la terraza, cuyos ocupantes, con los ojos como platos, se volvieron hacia aquel chiquillo que veían pasar desnudo por su lado, mientras bamboleaba entre sus piernas algo que les dejó asombrados por su belleza y tamaño.

Yo no atendí durante el tiempo que dedicó a buscar, buceando, su prenda, porque estaba a la atención de los clientes pero si vi lo importante porque salía del interior, sosteniendo una bandeja con un servicio y estaba de frente al agua, cuando él surgió de ella.

Te puedo decir que ante la visión de "aquello" tan bello que todos contemplamos, yo mismo sentí un espasmo, de manera que tuve que apoyar la bandeja para que no se me cayese al suelo lo que transportaba en ella.

Tenía el chaval un cuerpo musculoso y al ser de natural rubio y poco velludo, solo una pelusilla de melocotón maduro cubría su piel de color de dorada miel, quedabas totalmente prendado ante la exhibición de su figura desnuda.

Pero lo que más impactó entre los asistentes fue que poseía la polla más perfecta que he visto nunca. He conocido vergas largas, pero no tenían el grosor adecuado, las he contemplado gordas, pero eran morcillonas. Lo que nos presentaba el chico ante nuestra atenta mirada, tenía una longitud, que en el estado flácido que estaba por la humedad recibida, podría alcanzar unos 21 centímetros, lo que hacía presagiar más de 26 cm. en estado de guerra.

Puede que alguna vez vieras por internet alguna página con una colección de vergas de las llamadas grandes, yo las he mirado en muchas ocasiones pero es que la forma, proporciones, estado, color, posición y conjunto con las piernas y muslos que la circundaban, era, en este caso una visión vivida y ardiente del cuerpo de un efebo que tan especial aparición nos dejó a todos mudos de asombro.

Ya te digo, no pude ver su cara completa, pero sé que sus ojos eran verde-azul, como las aguas de la piscina marina de la que acababa de surgir. Salió por esas escaleras - me las señaló con un movimiento de manos - con un elástico salto, sin agarrarse a ningún sitio porque sus manos sostenían el diminuto pañuelo, tapándose parte de la cara.

También te puedo señalar que su pelo, algo oscurecido por la humedad del agua, se parecía a esos mechones vegetales que asoman de las mazorcas de maíz cuando están en sazón. ¡¡ Era como un querubín pero un poco crecidito !!

Mientras mi amigo el camarero, me iba describiendo al chaval que protagonizó aquella tan comentada acción, sucedida en el lugar que nada especial pasaba nunca, donde se conversaba de nimiedades o sucedidos ocurridos a los socios en el interior del club o de la vida que llevaban algunos en el exterior, me quedé con la obsesión que tenía que llegar a conocer, en toda su belleza, es decir en pelotas, el cuerpo de aquel muchacho de "pixi" tan esbelto y admirado por todos los que lo habían oteado.

De pronto pasó por mi mente como un timbre que me avisase en el cerebro y a la vez se me manifestó en él la imagen de un chico que conozco, llamado Mateo, que coincidía con muchas de las características descritas, menos en la polla, que por un problema de fotos, no había tenido la ocasión aún de vérsela.

Aunque, me dije, por lo que presume de ella, bien pudiera ser la que dejó boquiabiertos a todos los asistentes, aquella tibia tarde de principios del verano en la piscina del Club de Regatas, con los ojos desorbitados y alborotados sus genitales.

Si era mi amigo Mateo quien había pasado por aquella situación, poseía escondido bajo su pantalón, algo que yo sentí necesario ver, contemplar, tocar si pudiese y sobre todo extasiarme en su recuerdo con posterioridad para goce mientras me masturbaba.

Decidí hablar aquella noche con Mateo por teléfono con la intención de sonsacarle. Sé, aunque no por él, que aunque no es socio de tan exclusivo club, había ido algunas veces invitado por algún amigo.

He estado esta tarde bañándome en el Club de Regatas - el sabe soy socio - Comí allí y estoy bastante cansado porque no había hecho nada de ejercicio durante el curso. Pensé llamarte para que me acompañaras, pero no me atreví. No sé si te gusta el lugar.

No me gusta ese sitio, es demasiado "pijo".

¿Le conoces? - dejé caer la pregunta.

Bueno, he ido un par de veces, pero no pienso volver.

¿Te trataron mal?

No es eso, es que pasó una cosa que hace que no desee pasar de nuevo por allí.

¿Puedo conocerla?

Lo pensó durante unos segundos y al final oí su respuesta.

- Claro.

Me contó entonces la misma versión desde su punto de vista y cómo, al perder el bañador y no recuperarlo, había decidido tapar su rostro con un pañuelito que encontró tirado y escapar de allí.

- Era mejor que nadie me reconociese posteriormente - me explicó y continuó - Así aquellas viejas damas, ávidas de sexo, o los maricones que tomaban café, pudieron contemplar mi anatomía a placer pero nunca sabrán a quien vieron.

Estuve a punto de añadir.

-¡¡ Y ver y admirar la hermosa verga que todos me aseguran calzas, chaval !!

Pero me contuve sin que él supiera mis intenciones, porque sabiendo que lo que había elogiado tanto el camarero pertenecía a mi amigo Mateo, tendría tiempo de buscar la manera de contemplarlo en persona y, si posible fuera, tocarlo debidamente, además de guardar para mi recuerdo una buena fotografía del "cacharro" tan elogiado..

Sé que Mateo es gay pero es tal la devoción o miedo que tiene a novio el Bollín, que no aceptaría hacer nada conmigo que posteriormente originase problemas con su amor, pero tenía que preparar un plan, para que por lo menos mis ojos contemplasen aquella maravilla y pudiese recordarla cada vez que desease imaginarme hacer algo con él. Fotografiarla lo encontraba más difícil, pero no lo daba por imposible.

Mateo siempre ha ejercido una fuerte atracción sobre mí sin conocer su anatomía completa, pero ahora que sé posee algo tan especial, escondido entre las piernas, se había convertido en una obsesión.

- - - o o o - - -

Recuerdo cuando me dijeron

Tu minusvalía no será obstáculo para poder nadar, el cuerpo flota en el agua.

Escuchaba aquellas palabras con la misma convicción que cuando oía decir.

Algún día esas piernas se moverán y sostendrán tu cuerpo.

Aunque mis piernas no han llegado a sostenerme si no me ayudo de muletas o bastones, efectivamente en el agua mi cuerpo ha llegado a flotar, moverse e incluso avanzar por mi propio impulso.

Me costó esfuerzos, dudas, entrenamientos, sustos y más de una "tragada" el conseguirlo, pero lo que era una masa inerme fuera del agua, dentro de ella, comenzó a mantenerse y deslizarse.

Seguramente el vivir cerca del mar hizo que no me conformara solamente con nadar en la piscina de casa, pequeña pero suficiente para darse un chapuzón y me atreviese a más aventuras, primeramente en un rincón alejado de la playa y posteriormente en zonas de más calado.

El día que decidí sumergirme del todo, es decir bucear, fue uno que vi a unos chicos que recibían una clase de otro un poco mayor que ellos, y que provistos de botellas de aire comprimido, atadas a la espalda, desaparecían bajo las aguas.

Sentí la necesidad de poder disfrutar del movimiento en el interior del agua, que en tierra tenía vedado y al que luego fue mi monitor, pedí me diera su opinión sincera si yo podía llegar a poder disfrutar de la inmersión en el mar.

Me contestó mirándome mientras yo permanecía sentado en mi silla ortopédica.

Todos pueden bucear si no tienen problemas interiores que se lo prohíban.

¡¡ Mira como estoy !!.

Me refiero a problemas del corazón o de los pulmones. No a exteriores como veo en ti.

Aprendí con él lo suficiente para poder bajar a profundidades no elevadas, en sitios tranquilos, sin corrientes excesivas y he disfrutado de la visión del fondo del mar en muchas ocasiones.

No sabía si Mateo practica este deporte, sé que juega al rugby, esquía y practica la natación normal, por lo que le tanteé de nuevo telefónicamente.

- ¿Has buceado alguna vez?

Alguna - fue su evasiva respuesta, por lo que me quedó la duda si me decía la verdad o no se había atrevido a reconocer su impericia.

Yo suelo hacerlo, pero no me atrevo a practicarlo solo, por lo que me pueda pasar al no poder moverme bien en tierra. Tenía dispuesto hacerlo el domingo próximo pero a última hora quien me iba acompañar no puede hacerlo. No suelo bajar mucho, solo unos metros, pero en el lugar que lo hago es maravilloso contemplar el fondo marino. No tiene ningún peligro. Es vivir otro mundo.

Le tenté sibilinamente

-Tengo botellas para dos equipos de inmersión.

Toqué su sensibilidad

¿Podrías acompañarme? ¡¡ Solo no puedo hacerlo. . por favor. . . . !!.

Terminó aceptando y quedamos para el domingo siguiente a una hora determinada en un lugar cercano a la playa de Peñarrubia, donde me llevarían desde casa en automóvil con el equipo y me dejarían hasta después de medio día que irían a recogerme. El asistiría directamente al lugar desde la estación de autobuses porque no vive en Gijón.

La mañana del domingo amaneció muy buena para la inmersión, porque no hacía viento. La superficie de un mar tranquilo brillaba en plata ante los rayos del sol naciente. Llegué a la playa a las diez de la mañana y ya Mateo me esperaba sentado en la terraza del restaurante que hay en una gran roca encima del pequeño arenal.

El lugar no suele estar actualmente muy concurrido, porque habiendo tres playas dentro la villa, mejores y con buenas comunicaciones, solo es elegida por los que se inician en el buceo, los expertos lo hacen en sitios de más calado y hace un tiempo por los nudistas, que ahora también se alejan a otros rincones más distantes para no ser vigilados en su desnudez.

Comprobé que efectivamente Mateo no era ducho en la inmersión, podría decir por su manera de comportarse ante el equipo, que no lo había hecho nunca, pero nadaba bien y era valiente y fuerte, por lo que no habría problema en intentarlo.

Con dos o tres consejos de cómo usar los reguladores y boquillas de aire de las botellas y guardar las normas para no efectuar subidas bruscas le bastaba. No íbamos a bajar demasiado y el fondo del mar en aquel lugar, no tenía mucha vegetación que nos importunara.

Yo llevaba los pantalones de baño puestos y solo necesitaba colocarme, con los cinturones que las sujetan a la espalda, las dos botellas de aire comprimido y las aletas. Lo mismo ocurrió con Mateo, que los llevaba también ya colocados desde casa, por lo que aunque miré para él, cuando nos preparábamos para bucear, no puede contemplar en este momento su elogiado y deseado pixi.

Le expliqué el funcionamiento del equipo y desde donde nos íbamos a sumergir y tomando en el último minuto una cámara acuática, que tenía la facultad de poder, mediante la pulsación de un botón, grabar en forma de video unos minutos, nos dispusimos a bajar.

- Ayúdame a acercarme al borde, yo bajo primero.

El contacto con el agua, siempre fresca en este mar, noté me encogió la verga, dejándola en un arrugado y casi diminuto bulto dentro de mi bañador, aunque pensé malicioso, haciendo comparaciones en el pensamiento, cuando le vi su paquete, cuando bajaba detrás de mí.

Si le mide 22 centímetros en este momento, debe de llegar a una longitud superior a los 26 en la cama.

Le hice señas de cómo debíamos actuar y siguiéndolas comenzamos a deslizarnos por aquellas limpias aguas haciendo círculos o bailando alegres mientras descendíamos. Cuando estábamos cerca del suelo arenoso que había escogido para pararnos, a unos diez metros de profundidad, le esperé para poder mostrarle los tesoros que allá abajo se podían ver y disfrutar.

Un millón de burbujas nos rodeaban elevándose hasta romperse y desaparecer en la superficie de plata. Admiré los gráciles movimientos del cuerpo de Mateo sosteniéndose en el líquido azulado, cuando descendiendo verticalmente movía sus aletas. A través del cristal de las gafas que protegen sus ojos, compruebo su admirativa mirada de embeleso ante la belleza que contemplamos debajo de nosotros.

El arenal con pequeñas ondulaciones no es nada extraordinario, lo bello está en el borde rocoso que le une a tierra, donde destacan, bailando y balanceándose, al compás de las olas que se producen en la superficie, un mundo vegetal de algas y anémonas con miles de diminutos seres pululando entre ellas.

Las botellas de aire comprimido permiten una autonomía de veinte minutos pero no me gusta apurar su tiempo de utilización. Cuando buceo suelo ascender cada cinco minutos. Como se trata de un tiempo pequeño de inmersión y no he estado a excesiva profundidad no necesito regular el tiempo de descompresión simplemente tener la precaución de ascender despacio.

Se lo había dicho a Mateo antes de descender por lo que en cuanto le hice señas que debiéramos subir a la superficie me siguió. Ya en ella, libre la boca del tubo respirador, le pregunté

¿Qué tal?

Es maravilloso, gracias por proporcionarme este placer.

Mientras le sonreía enigmático pensaba.

El mismo que me proporcionarás cuando me enseñes eso que escondes bajo el bañador.

Pensaba podíamos disfrutar de dos inmersiones más consumiendo 15 minutos de las botellas, por lo que disponía de tiempo suficiente para poner en marcha el plan que había previsto. Aun era posible en el tiempo que disponíamos mirar, hacer descubrimientos y jugar debajo del agua.

Bajamos de nuevo y como Mateo se sentía más relajado que al inicio pudimos hacer movimientos que no me atrevía a ejecutar al principio. Bailamos agarrados de las manos, nos perseguimos, nos hicimos cosquillas, en algunas ocasiones nos llegábamos a abrazar bajo el agua, pero no hice ninguna mención que mi amigo pudiese pensar que me movía deseo sexual. Hice también algunas fotografías de cosas que encontré interesantes.

Viéndole tan alegre pensé cambiar el plan que tenía previsto que básicamente consistía en que en un momento dado haría como que me daba una calambre, me agarraba a él y le despojaba, a causa de los dolores simulados, de su taparrabos y cuando sus genitales estuviesen a descubierto daría al botón de mi cámara para grabárselos en vídeo.

Antes de decidirme a cambiar la estrategia le tanteé varias veces mientras jugábamos por ver su reacción, tocándole la zona de los huevines, al principio de una manera disimulada y posteriormente ya de forma descarada. Como no hizo ninguna mención de rechazo más bien noté todo lo contrario pues me dejó hacérselo sin apartarse, mi atrevimiento fue aumentando hasta que me puse de frente, de una manera vertical moviendo nervioso mis aletas y le agarré el bañador por la cintura, haciendo mención de bajárselo. Permaneció también en la misma posición frente a mí y a través del cristal de sus gafas, me pareció ver una chispa de picardía en sus ojos cuando el bañador fue deslizándose hasta sus rodillas, bajo la presión de mis manos, donde quedó trabado, dejando "aquello" al aire, flotando en las limpias y transparentes aguas del mar.

¡¡ Dios mío !!, ¡¡ Qué belleza, qué perfección tenía aquel trozo de carne que enseñaba el maravilloso y tostado cuerpo de mi amigo. La minga bailaba independiente, ora hacia arriba o hacia abajo a derecha o izquierda, dejando a la vista una cabeza medio tapada por el prepucio con una pequeña boca que se abría como queriendo beber de aquel líquido que nos rodeaba.

La zona que había permanecido cubierta estaba algo menos oscura pero todo el conjunto que tenía delante era suficiente para dejar a cualquiera mudo y estupefacto.

Me pasó por la cabeza el deseo de quitarme la boquilla que me proporcionaba el aire y sustituirla por aquella manguera viva y palpitante que tenía ante mí. No me importaba en aquel momento morir ahogado si podía ser con aquella bella polla metida en la boca. La cordura volvió y sustituí el deseo bucal por la caricia amorosa que le dedicaron mis manos obligándola a iniciar su endurecimiento.

¡¡ Dios bendito !! - exclamó mi cerebro, en mi paroxismo, mientras se lo acariciaba - ¿Hay algo más bello que esto que tengo ante mis ojos y qué acarician mis manos?

Miré entonces al reloj, habían pasado los siguientes cinco minutos ¿Debía subir hasta la superficie? ¿Se perdería el encanto que había surgido entre nosotros? ¿Desearía Mateo continuar después? ¿Debiera cumplir con las medidas de seguridad que yo mismo me había marcado?

Deseaba a Mateo en aquellos instantes hasta casi sentir dolor, no solo en los genitales, sino en el alma, pero también le quería lo suficientemente como amigo y no podía exponerle a que sufriera de vértigo o simplemente un mareo que le pudiera ocasionar estar más tiempo sumergidos o tener que hacer una descompresión que no le había enseñado, por lo que me obligué a abandonar aquellos momentos de intenso placer e indicarle subiéramos.

No sé si se dio cuenta del esfuerzo que hice renunciando a él, pero llegado a la superficie y quitadas las gafas y las boquillas fue el primero en hablar.

- Si me juras no decirle nada al Bollín quisiera continuar lo iniciado allá abajo.

Para mí aceptar el juramente que me pedía, incluía no hacer fotografías, ni el video que pensaba de su cuerpo o pixi y aunque Mateo no me lo pidió taxativamente, pensé quizá fuese porque no sabía mis malignas intenciones. Mi amistad y el ofrecimiento que me hacía de continuar, no quise analizar si lo hacía por satisfacerme, pagándome el favor de llevarle a contemplar aquellas maravillas submarinas o porque le había calentado lo suficiente para desearlo. Quise pensar le movía el pago del favor y por ello debería ser generoso y leal con él.

Dejé la cámara fuera del agua junto a la ropa, para disponer libremente de las manos y le besé a la vez que le juraba silencio eterno ante su amado y temido Bollín.

Creo debo hacer una aclaración, lo cuento ahora en esta Web porque sé positivamente que tanto Mateo como el Bollín no la visitan y además creo no peco de indiscreto porque lo que juré a mi amigo fue el no decírselo nunca a su novio el Bollín de su alma y eso lo cumpliré totalmente.

Pero fue tal el recuerdo que de aquella acción quedó en mi cerebro que he necesitado poner por escrito mis verdaderas sensaciones tal como sucedieron, porque después han sido tantas las veces que hice volvieran a mi mente para ayudarme en la masturbación, que temo queden añadidas y mezcladas ensoñaciones, también placenteras, que solo existieron en mi cerebro pero no en la realidad.

Esta tercera vez que bajábamos lo íbamos a hacer preparados por lo que Mateo se había quitado el bañador que nos podía molestar y no era posible quitar dentro del agua por las enormes aletas de goma.

Yo había hecho lo mismo con el mío. Ambos teníamos totalmente empalmada nuestra virilidad. Yo me escondía de su vista avergonzado ante la comparación que pudiera hacer, lo que hasta entonces había considerado normal en sus 16 centímetros aparecía ante aquel maravilloso, erguido, palpitante y bello pene, que seguro pasaba de los 26 centímetros que le había calculado en estado de batalla, podía parecerle muy poca cosa.

Efectivamente mi amigo el camarero del club no había mentido cuando lo describió proporcionado y equilibrado en el conjunto donde se encontraba, con la piel del prepucio llegando hasta el lugar adecuado, dejando asomar un glande turgente y rosado como el mejor y más escogido fresón de las tierras almerienses. Poseía la dureza suficiente para tomar inmediatamente posiciones verticales aunque se le apartara de su posición. Lo comprobé cuando antes de iniciar la inmersión no pude evitar poner mi mano sobre aquella sublime cosa y como si de la soga de una campana se tratara, pareció tocaba a maitines moviéndola de arriba a bajo entusiasmado.

Cuando lo dejé en la posición más inferior comprobé admirado como volvía a la verticalidad y al golpear sobre su bajo vientre, hacía un sonoro ¡¡ plaf !!. Cuando iniciamos la bajada su polla estaba dirigiendo su cabeza al brillante sol que teníamos encima y el nuevo contacto con el agua del océano no fue suficiente para ablandar nuestros endurecidos penes que se mantuvieron en ese estado, excitados por los deseos sexuales que nos embargaban.

Mientras descendía formando de nuevo miles de burbujas iba diciendo.

Gracias divinidad a la que debo lo que voy a disfrutar.

Mamársela dentro del agua quedaba descartado y como conocía que a Mateo no le gusta le sodomicen y por ello no era mi intención ejercer esta variante de sexo, lo que yo deseaba ejecutar sobre aquella polla especial, que había descubierto en mi amigo, era tocarla, acariciarla, descapullar su minga para admirar su glande, jugar con ella y al final sobarla hasta derramar sus jugos.

Esta vez posamos los pies en el arenal del fondo a diez metros de profundidad para permanecer verticales sin tener que estar moviendo las aletas de los pies. Comenzamos por abrazarnos y poner en contacto nuestros penes que agarré unidos con mis manos para poder frotarlos a la vez, mientras producía remolinos de agua que burbujeaban alrededor. Después con mi mano derecha masturbé a Mateo mientras la izquierda lo hacia sobre mi polla.

Se dejaba hacer, el sentir que le estaban pajeando debajo del agua le producía un placer especial, nuevo para él, que yo conocía, porque me había masturbado varias veces allá abajo. La sensación que se experimenta es completamente diferente a las pajas que te haces en tierra.

No tengo ninguna intención de describir la masturbación que mantuvimos. Pocas palabras requiere la descripción de esa acción si no es las de explicar las diferentes sensaciones que bajo el agua se producen y la extraña fascinación que las gotas de semen, salidas de los penes, hacían al elevarse hacia la superficie donde quedaban flotando.

Mientras la pelvis de mi amigo convulsionaba ayudándolas a expulsar de sus genitales mis gotas siguieron a las suyas. Desde donde estábamos en pie las vimos elevarse como motones de algodón que salieran volando. Si alguno de mis lectores tiene la ocasión de hacerse una paja de esta manera no deje de hacerlo y podrá vivir la misma experiencia que nosotros tuvimos, aunque no sentirá el sumo placer que yo tuve, de tocar, besar y amasar la polla especial de mi amigo Mateo.

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