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Extraños deseos

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EXTRAÑOS DESEOS

A media mañana nos hacían salir, a los enfermos que nos podíamos levantar, a una salita que había en la planta, para dar tiempo a que las auxiliares pudieran limpiar debidamente las habitaciones.

Una de aquellas mañanas, al llegar a la sala, me fue dado contemplar a un ser de lo más extraño que se puede uno encontrar. Estaba sentado en una de las butacas, en pijama, lo que me aseguraba era un enfermo de la clínica, mientras hojeaba un periódico que tenía abierto en sus manos.

Al verle no pude dejar de pensar que si le encuentro en la exposición LAS EDADES DEL HOMBRE, que ha recorrido España durante los últimos meses, colocado entre las diversas reproducciones que del homo prehistórico tenía, imitando la manera de como el hombre había ido cambiando a lo largo del tiempo, no desentonaría. El único problema sería el ubicarle en el lugar correspondiente.

Al pasar por su lado para sentarme, pude comprobar perfectamente que tenía ante mí la figura de un verdadero homo-sapiens, de los que hace tiempo pobló la tierra, muy moreno, velludo hasta la saciedad, tan chato como un gorila y casi sin frente porque un pelo ensortijado se la comía por la parte superior.

Los ojos muy negros, pequeños y brillantes, hundidos bajo una gran protuberancia que el hueso frontal, muy saliente le producía, leían muy interesados El País.

Me senté frente a él y como seguía teniendo las hojas del periódico delante de su cara pude contemplar tranquilamente su cuerpo. Era un modelo perfecto de los que hemos visto siempre en los libros de texto para representar al hombre del neardenthal o cromagnon, brazos largos, piernas cortas y curvadas y una espalda robusta y agachada.

Cuando estaba catalogando en que milenio de la prehistoria lo situaría se movió para buscar una mejor postura en el sillón y la apertura del pantalón del pijama, que creo era como un modelo que yo tengo que no posee botones, se abrió y sin darse cuenta pude ver perfectamente lo que había debajo de aquella prenda. Me dije asustado.

- ¡¡ Dios mío me socorra, qué polla tan enorme tiene este hombre !!.

Solamente había contemplado una parecida en una fotografía que graciosamente me pasó una vez mi amigo David, la de un negro que la tenía descomunal. Pero la sensación era totalmente diferente, ver aquella morcilla a dos metros de mis ojos que ver una fotografía que alguien te pasa para hacerte reír.

Su contemplación no me movió a risa sino a admiración o a incredulidad. No podía creer que aquello que se veía asomar entre los bordes abiertos del pijama fuese un pene.

Más tarde me dije.

Seguramente este pobre hombre sufre una enfermedad que se llama elefantiasis y el problema lo tiene en sus genitales. Será esta la causa de su ingreso en esta clínica.

El hombre seguía leyendo abstraído y sus piernas cansadas de estar en la misma posición, se movían de vez en cuando, de manera que la abertura del pijama también cambiaba y el morcillón de aquel prehistórico ser aparecía de diferentes maneras ante mi vista.

Para poder fisgar tranquilamente cogí también una revista de esas que vienen como suplemento de los periódicos de los domingos, de las que había un montón encima de una mesita cercana y la extendí ante mi rostro, de manera que si aquel hombre quitaba el periódico de su cara, sus ojos no vieran la dirección en que miraban los míos.

Pude comprobar que aquello no era una elefantiasis porque la forma que presentaba aquella minga era de lo más normal, solo que sus medidas eran gigantescas. Me recordó al chiste del vasco que dice que con el pellejo que le quitaron al practicarle la fimosis, se había hecho una chamarra de cuero.

Estuve buscando con qué podía comparar aquel trozo de glande que asomaba entre los pliegues de un enorme y flácido pene y solo encontré similitud con esos grandísimos fresones elegidos, que se venden en fruterías especializadas en cajas con papeles coloreados y muy elegantes. ¡¡ Y era solo un poco de la punta lo que podía yo ver !!.

Noté de pronto que mi pixina, nunca mejor nombrada, se empezó a alborotar a la vista de aquel "hermano mayor" y como aquel tipo no era de mi gusto sexual, empecé a cabrearme con mi polla, me levanté y volví a la habitación como castigo de haberse empalmado contra mi voluntad.

Como aquellos días acababa de pasar por la toma de unas medicinas que me dejaban cansado, me eché encima de la cama sin tapar, apoyé la cabeza en la almohada y cerré los ojos.

Una y otra vez me venía a la mente la enorme picha que acababa de ver y aunque pretendía apartar la visión de mi pensamiento, su recuerdo me turbaba de tal manera que mi "minguita" no se ablandaba, lo que me hizo alargar las sábanas que habían quedado recogidas el pie de la cama y taparme hasta la cintura.

Estaba verdaderamente enfadado conmigo. Las pichas-burro no me habían gustado nunca. El tamaño de la mía era el que había tenido siempre como el normal. Achaqué todo lo que estaba pasando por mi cabeza y cuerpo a que llevaba demasiado tiempo encerrado y que el Bollín no había podido estar siempre cercano para calmar mis ardores sexuales.

Comí, dormí un rato en el que volví a soñar con aquel trozo de carne, y cuando me desperté y recordé el sueño mi enfado aumentó porque me dije.

Mat tu eres virgen del culo y has pensado lo serás siempre. Nunca te has hecho a la idea que te la metiera nadie. No has tenido nunca sueños eróticos en los que sintieras goce en tus esfínteres anales. Ni siquiera cuando te has hecho pajas te has metido el dedo por el culo. Has tenido la suerte de que tu Marck es tan genuinamente pasivo como tú lo eres de activo.

A ti solo te han sublevado los culos muy bien puestos, redondos, gorditos, suaves y de tu edad. Cuando has visto pollas solas, no te han importado, ni removido tus hormonas, solo cuando formaban parte de un cuerpo que te atraía lo suficiente para poder follarle.

Entonces a ¿qué viene esto ahora? Ese individuo tiene uno de los cuerpos más feos que se pueda uno imaginar y esa polla solo es grande, nada más. Es como si estuvieras pensando que te daría gusto que un caballo percherón te la enchufara.

Me sentía extraño, como si en mi interior estuviese ocurriendo un cambio sexual. Decidí no salir del cuarto aquella tarde y mientras me propuse rememorar todos los momentos felices que había pasado con mi novio para cambiar radicalmente mis pensamientos.

Lo estaba consiguiendo a fuerza de voluntad, de que eché varias monedas en el televisor de la habitación para poder entretenerme, mientras buscaba me llegara el sueño y pensando que al día siguiente las cosas las vería de otra manera. Para sentirme cansado hasta intenté pajearme, pero desistí rápidamente cuando mi cabeza empezó a pensar, sin desearlo, en pollas grandes empalmadas, menos mal que esta vez innominadas y sin rostro, que se acercaban directas al agujero de mi ano.

Joder ¿qué me han dado aquí a tomar que estoy cambiando mi forma y deseo sexual? - me pregunté casi llorando apoyado en la almohada, al dar las buenas noches a la enfermera de este turno, que había abierto la puerta de mi cuarto, para ver si necesitaba algo y despedirse hasta el día siguiente.

El sueño tardó en llegar, pero cansado me dormí aunque de una manera inquieta. Notaba que a veces me despertaba, que oía más que nunca los ruidos que se producían en el pasillo. Cuando la enfermera iba a alguna habitación que la habían llamado o a proporcionar medicamento si algún enfermo lo necesitaba lo notaba desde mi habitación.

Entonces me daba la vuelta, me agarraba a las sábanas que subía hasta mi cuello y después de un rato, en que me notaba totalmente despierto, volvía a caer en el sopor del descanso.

No sé que hora sería cuando noté que la puerta de mi habitación se abría, penetraba alguien y después sigilosamente se cerraba de nuevo. Noté que se metían en mi cama.

Intenté engañarme diciéndome que sería la enfermera para mirar si estaba dormido, pero mi mente sabía quien era el que había entrado en mi cuarto, porque durante todo el tiempo, a pesar de todos los intentos que había hecho para no pensar en ello, en el fondo de mis pensamientos estaba presente aquella verga enorme.

Aquel montón de carne palpitante se había metido en mi cerebro de tal manera que sé perfectamente por qué no pregunté quien era, porque mi voz no salió de mi boca mandándole se marchara de mi lado, por qué había dejado lo que nunca permití a nadie, acostarse a mi lado,

¡¡ Dios mío !! ¿Por qué no le rechacé? ¿Por qué no luché contra aquellas manos que me acercaban hacia aquella polla de elefante? ¿Por qué dejé que me voltearan y se pusiera cerca de mi culo? ¿Por qué . . . . ? ¿Por que . . . . ?.

No sé contestar porque estaba en una nebulosa sin poder ejercer la voluntad que debiera poseer, no era yo el que decidía, era el deseo desenfrenado de una mente que siente de pronto que es llevada hacia un lugar que le produce dolor, pero que a pesar de ello, se acerca. Es ese no querer mirar, pero que a la vez separas los dedos para que nuestra vista lo contemple. Es algo superior a nuestro cuerpo que nos arrastra al abismo.

No sé contestar a tantos por qué que me hago ahora cuando está amaneciendo, cuando mi cuerpo está llorando desmadejado encima de la cama, cuando siento una angustia que me ahoga, cuando me siento sucio, cuando ya no puedo presumir de ser virgen.

 

- - - o o o - - -

La enfermera de mañana entra en mi habitación y escondo mi cara para que no note que mis lágrimas están cayendo por mi rostro, pero capta algo extraño y se para un momento cerca de la cama.

¿Te encuentras bien? - me pregunta.

Me siento muy cansado - contesto intentando que mi voz no deje traslucir que estoy en esos momentos llorando.

Esto acabará pronto Mateo - me anima pensando que me refiero a mi enfermedad - es largo el tratamiento pero ya estás terminando.

Cuando llega el desayuno, que no tomo, me hago el dormido para que no me digan nada, pero sigo con el mismo martilleo de preguntas en mi cabeza

¿Por qué . . . ?

Cuando tengo que dejar la habitación para facilitar la limpieza y salgo para llegar hasta la sala, la enfermera que me animó por la mañana se acerca y me ayuda solicita hasta la puerta, poniéndome el brazo por el cuello.

Vamos Mat, despacio.

Desde el umbral miro al interior por ver si aquel ser se encontraba allí y cuando compruebo no lo está, penetro más tranquilo, dejándome llevar hasta la zona de los sillones, donde en uno de ellos, me quiere la enfermera sentar.

Gracias - le digo bajando la voz - pero en este asiento estaba ayer leyendo el periódico un señor muy feo, que parecía un hombre de las cavernas, que querrá ocuparlo hoy.

La enfermera se echa a reír.

- ¡¡ Je, je je !! Es verdad, era el sujeto más horrible que he visto, pero puedes sentarte tranquilamente, ese señor fue dado de alta ayer y marchó por la tarde.

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