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Conecto el ordenador, busco en él la Web de todorelatos.com, y me dirijo directamente a la sección gay. Solía leer allí, hace tiempo, las historias que ponía la gente describiendo sus experiencias sexuales o lo que su mente calenturienta había inventado. Gozaba encendiéndome sexualmente con ellas, solían ayudar a mi cerebro a buscar situaciones similares y a dar fuerza a mi mano para masturbarme. Especialmente gozaba de los relatos de Tintín, un joven español, prometedor escritor, que sin ser excesivamente mórbido o pornográfico, me hacía sentir de tal manera sus realísimas historias que al leerlas las revivía como mías.

Sin embargo algo muy especial ha sucedido recientemente en mi vida, me he enamorado intensamente, totalmente, locamente de uno de mis profesores del colegio donde estudio y desde entonces muchas cosas han cambiado para mí.

Recorro la sección gay de los relatos que hoy aparecen como nuevas aportaciones y me dirijo directamente a abrir uno que se titula “Le cogió su profesor”.

 Voy a intentar leerlo entero. Deseo comprobar si soy capaz de conseguirlo y si es un relato porno y bien escrito, complacerme sexualmente, como lo hacía antaño sin problemas. 

Comienzo a leer. 

- - - o o o - - -

  

“” Aquel nuevo profesor del colegio, contratado para que en este curso diera física, nunca parecía que se había fijado en Sergio. Sin embargo él si lo había hecho en el profesor. Todas las mañanas al entrar en el aula para asistir a su clase, admiraba su bello cuerpo, la fortaleza de su tórax y sobre todo lo que adivinaba escondía bajo su ropa, que le dejaba encendido de tal manera, que le obligaba a permanecer empalmado durante la hora que duraba la clase. Por la noche ya dormido, era el profesor quien se le aparecía todos los días, sin ropa, desnudo totalmente, empalmado, solo, ejecutando siempre movimientos pornográficos, mientras le hacía señas invitándole se acercase a él y le acompañase a ejecutarlas juntos.

Estas visiones le proporcionaban unos sueños tan sublimes y maravillosos, que obligaban a sus encendidos genitales a derramarse de placer en continuas poluciones nocturnas.

 Aquella tarde calurosa, cuando algo retrasado de horario, transitaba casi corriendo por el pasillo, para dirigirse a su aula donde tenía una tediosa clase de historia, se cruzó con él. Quedaron parados frente a frente. No había nadie más que ellos dos en el corredor, todos los demás alumnos estaban ya cerrados en sus aulas, atendiendo a las lecciones que empezaban a las tres y media y durarían una larga hora.

La mirada de Sergio, en vez de dirigirse hacia la cara o los ojos del profesor, que se mantenía frente a sí, fue dirigida directamente hacia el suelo. Lo hacía siempre así por temor a que se cruzasen las dos miradas y pudiese leer en la suya, la admiración y el deseo sexual que en todo momento sentía hacia él.

Pero hoy sus ojos se pararon a la altura de sus genitales, al ver entusiasmado, que al lado del bolsillo derecho del pantalón, aparecía un abultamiento enorme que el profesor que estaba allí parado, no intentaba disimular.

Dirigió nuevamente su vista hacia arriba, buscando el rostro, pero antes de llegar a la altura de sus ojos, contempló en aquella amada cara, una amplia sonrisa cómplice, que le animaba, le incitaba y le mostraba también la gran lascivia que le embargaba. Cuando poco después, sus miradas llegaron a cruzarse, por vez primera, supo que ese día iba a ser el más maravilloso de su vida y que sus cuerpos terminarían por fin uniéndose.  

El profesor no habló, solo anduvo hacia atrás varios pasos, abrió su despacho y animó con un gesto a Sergio que le siguiera. El chico, estaba aún en segundo año, era por lo tanto de los más jóvenes del colegio, aunque bastante alto para su edad, rubio, de ojos verdes y bello como un querubín, Ante el ofrecimiento que su amor secreto le estaba haciendo permaneció allí un rato parado, como si estuviera atontado y en un estado cataléptico. Aunque de pronto pareció despertar del choque que había sentido al ver llegado el momento soñado, le siguió y penetró delante de él en aquel caluroso recinto, donde su profesor de física, tenía su refugio, preparaba sus clases y quizá soñase en aquel lugar con follarle algún día.

Antes de cerrar y correr un pasador de seguridad, el adulto miró al pasillo en las dos direcciones para asegurarse de que su intimidad no había sido descubierta y que la entrada de aquel alumno en su santuario, no había sido contemplada por nadie del colegio.

Sergio quedó en medio de la habitación sin saber que hacer, temeroso de tomar alguna iniciativa y estropear algo que soñaba con que ocurriera hacía tiempo. No quería mostrarse deseoso o asustado de lo que seguro iba a pasar. Quería se desarrollase todo de una manera natural.

No tuvo que esperar mucho, porque sintió de pronto su cuerpo rodeado por unos robustos brazos y su boca taponada por unos labios con sabor y olor a menta, mientras unas ansiosas manos le recorrían la espalda y se posaban en sus nalgas, que se veían atraídas hacia delante, hasta que los dos sexos ya duros y preparados se tocaron. Sintió un escalofrío de placer al notar aquella cosa tan dura que apretaba su pubis y quedaba pegado completamente a su verga.

La dureza de sus penes era tal que no parecía que en su interior la sangre, que había llenado las vacuolas, fuese la que los endureciese, sino que parecían poseían huesos propios que les hacían ponerse de esta manera tan especial, como si fuesen duras piedras.

La ropas de los dos comenzaron a desaparecer de sus cuerpos, medio quitada y arrancada por la gran premura, que el deseo daba a sus manos, de forma, que en pocos segundos, ambos quedaron desnudos, jadeantes, balbucientes  y casi enfermos de deseo. Abrazados cayeron sobre la alfombra que había ante la mesa y allí sus cuerpos sudorosos y anhelantes, quedaron pegados . . . “”

 

 

- - - o o o - - -

 

Necesito parar la lectura del relato ante los picores, desazones y sudores que siento sobre la piel de todo mi cuerpo y la oscura sombra nebulosa que se ha colocado delante de mis ojos que no me dejan continuar leyendo. Se está produciendo en mí cerebro, como me sucede siempre en la actualidad, cuando lo descrito se asemeja de alguna manera a lo que estoy viviendo, una dicotomía exasperante, que me produce a la vez placer, dolor, malestar físico y que termina dejando en mí corazón un poso de tristeza infinito.

La parte del cerebelo que regula físicamente mi cuerpo, mis articulaciones, los órganos que hacen que crezca, ande y viva, ha hecho que mi pene se pare endurecido y desafiante, pidiendo lo frote ante la excitación morbosa que ejerce esta descriptiva acción sexual que está pendiente de producirse.

Esa parte ha penetrado en el texto, lo ha asimilado y sintiéndose complacida por las escenas descritas, pretende gozar de sus momentos pornográficos que se suponen ocurrirán. Intenta que los reviva como si fueran míos, que suplante al alumno follado y hace presión volitiva para obligarme a que tome mi polla y que mis manos comiencen a moverla compulsivamente. Sueñe con que es mi amor, mi profesor, el dios de mi vida, quien está tirado en la alfombra junto a mí, me abraza y realiza todas esas acciones que tan bien describía el relato.

El otro hemisferio le rechaza, le aparta cegando mis ojos, no dejándome seguir leyendo. El es el que produce el dolor del recuerdo.

Se me lacera el alma cada mañana cuando llego al colegio y noto la huidiza mirada del que en silencio, solo con mis ojos, declaro mi amor todos los días. Sé que él lo nota, lo sabe, conoce mis deseos, mi fervor, mi entrega, mis ansias, pero no se acerca, no busca ocasiones de encuentro, más bien creo las huye. Veo algunos días, en el fondo de sus ojos, cuando sentado en mi mesa, se pasea explicando la lección del día, aquiescencia a mi amor al mirarme, pero seguidamente se produce una asustada huida, que cierra la puerta de su mirada, que dirige presuroso hacia otro lado.

Cuando oigo de sus labios alguna frase aparente, que suena extraña en las explicaciones del colectivo del aula, que creo significa algo que pueda relacionarse con nosotros, me la apropio e intento guardarla entre mis pensamientos, para después solo en mi casa o en el nocturno lecho, sacar deducciones, explicaciones y posibilidades de encajarla en mis insatisfechos deseos amorosos.

 No creo conoce el sufrimiento y lloro en que vive continuamente mi corazón, la angustia de sentirle cerca y verle todos los días, de amarle en silencio, de no atreverme a acercarme a él, de que nadie note, que cuando sé que no me mira, le estoy taladrando con mis ojos, le sigo atento todos sus movimientos, y a veces escondido entre mis compañeros, sus reacciones, miradas y palabras. ¡¡ Qué vivo pendiente de él todos los instantes de mi vida !!. ¡¡ Que se ha convertido en una angustia continua, en un martirio eterno, en una pesadilla que me hace soñar despierto, sufrir,  vivir. . . ..!!

Mi pensamiento está siempre lleno de su imagen desde que me levanto, siempre cansado, porque por la noche los recuerdos de las veces que le he visto, que ha estado cerca, que ha respirado el mismo aire, no me dejan conciliar el sueño, que mi cuerpo adolescente, necesita.

Algunas veces pienso que hubiese sido mejor no hubiese entrado nunca en mí existencia, apartarle, si no me va a dar su amor, olvidarle, si no va ser nunca mío, pero me corrijo inmediatamente porque ansío verle, contemplarle, seguirle cuando sale del colegio para su casa, aunque sea escondido tras la gente, los coches o las esquinas, saber que está en este planeta, en esta nación, que vive en esta ciudad y que se encuentra cerca de mí, aunque no me ame.

¿Por qué de niño me decían que los mayores no lloraban? Yo lo hago continuamente. Cuando el lloro se desarrolla sin lágrimas, sin lamentos, es mucho más intenso, profundo, triste y melancólico que cuando las lágrimas se derraman por mis mejillas, como gotas calientes de lluvia en un día de tormenta de verano, cuando solitario, sentado en la penumbra de mi alcoba, frente a la ventana, contemplo la noche tachonada de estrellas y pienso que en aquel momento hay seres felices amorosos, abrazados a quien aman, uniéndose, cogiéndose o follando.

¿Hay un hado malvado idéntico y contrapuesto al hada madrina de mis cuentos infantiles?, aquellos que me hacía feliz al convertirme en el apuesto príncipe que despertaba a Blanca Nieves o bailaba con la Cenicienta. El más bello cuento que recuerdo, que me hace soñar y pensar en un futuro maravilloso, es el de la Bella y la Bestia.

 Me parece ser La Bestia con su exterior deforme, horrible y feo, que posee un interior bueno, sensible, cariñoso, de oro, que se derrime y alcanza la felicidad cuando la princesa llega a verle como realmente es y le ama. Ahora mi adorado príncipe, mi profesor amado, quiero me vea alto, apuesto, guapo, bello, hermoso y me pida que baile con él, que le abrace, que le bese y que seguidamente nos entreguemos juntos al amor.

 Espero y deseo que esto suceda, mientras sufro, me derrito en la espera y escondo mis sentimientos a los demás, porque el sufrimiento humano es a veces espectáculo para otros seres, que se sienten felices o que les hace serlo, gozando de la desgracia de los cercanos.

Vuelvo a la Web de todorelatos.com y busco otra historia diferente, que no trate de profesores y alumnos, cualquiera me vale para acabar de sacar, de mi endurecida verga, la lefa que pugna por salir.

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