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Mi joven esclavo (2)

en Gays

MI JOVEN ESCLAVO- 2

Soy completamente feliz con Alí. Nunca pensé que tener a mi lado, de una manera continua un muchacho, pudiera ser tan placentero. Indudablemente sé que solo él puede conseguirme esta felicidad. Hasta ahora cuando mi cuerpo consideraba que necesitaba un desahogo sexual solicitaba a Haleb me procurase un chico joven. Han pasado por mi lecho de esta manera multitud de muchachos, la mayoría hermosos, desde querubines rubios de Germania, a morenos de Nubia, pasando por los de color café egipcios y tostados hindúes.

La empresa que los proporciona tiene siempre un rebaño de muchachos jóvenes, frescos, sanos y cariñosos con los clientes. La dirige un ciudadano libio, llamado Talem descendiente de una buena familia, que al quedar arruinado su padre por el juego, no heredó fortuna y buscó esa manera de ganarse la vida.

La entrada, por su linaje, en las principales casas de la ciudad y el acierto en la búsqueda y compra de esclavos jóvenes y bellos de sus agentes por todo el mundo, le permite presentar a sus pudientes clientes siempre un amplio grupo de jóvenes deliciosos.

Nuestras leyes nos permiten utilizar sexualmente a cualquier esclavo, del que tenemos poder de vida y muerte, pero solo pueden ser esclavos los extranjeros, nunca un ciudadano libio. Talem ofrece siempre, es su norma, chicos extranjeros, esclavos que le pertenecen y que tengan trece años cumplidos o hayan alcanzado el inicio de su hombría.

Un individuo de nuestra raza y lugar puede trabajar idénticamente igual que un esclavo, pero su supeditación a un señor es necesario sellarla mediante un contrato firmado por ambas partes. Nunca se le permite tener comercio carnal con su dueño si es menor de dieciocho años, edad a la que se considera libre y dueño de sus actos. La ley es muy estricta en esta cuestión, lo considera violación. Si el muchacho mancillado es libio y tiene familia, esta puede conseguir que el cadí castigue al infractor a ser azotado y a pagar una fuerte suma por compensación.

Desde que Alí está conmigo no he necesitado los servicios de ninguna empresa, ha cumplido satisfactoriamente con mis necesidades sexuales de tal forma que las ha avivado, encendido, elevado y después calmado.

Ayer mismo le he vuelto a ofrecer su libertad que nuevamente ha rechazado.

- Señor contigo ya soy libre ¿Dónde puedo estar mejor que a tu lado?

Estaba echado en el triclinio romano de mi biblioteca, donde ya dije, suelo descansar cuando siento agotada principalmente mi vista, mirándome intensamente con sus negros ojos fijos en mí, mientras ordenaba y clasificaba unos papiros importantes que había recibido aquella mañana. Desde donde me encontraba notaba su fija y cariñosa mirada y veía su cara en la que creo se dibujaba una semisonrisa.

Debe de haber comprobado que esa mueca en su cara me vuelve loco, porque se le marcan unos hoyuelos al lado de sus carnosos labios y la suele dibujar pillamente cuando nota que le mira de soslayo y estoy pendiente de él.

A la vez que repite la semisonrisa, con un movimiento casi imperceptible, ha levantado su túnica ya corta de por si, de manera que me ofrece la vista de sus impolutos suspensorios blancos, destacando entre aquellos muslos morenos, que siento me llaman a gritos los retire, para dejar sus genitales libres.

Intento mirar hacia otro lado porque tengo los trabajos de la biblioteca muy atrasados, pero un nuevo gesto de sus piernas, que sabe me dejan ver algo más de su cuerpo al retirar algo lo que tapa su secretas partes y un pequeño chasquido de sus labios, me atraen de tal manera, que dejo todo abandonado encima de la mesa, separo mi túnica según me acerco, la quito y tiro en el suelo y me acuesto a su lado en el hueco que me hace para ello.

Alí, Alí mío, tengo que trabajar - le digo quejumbroso.

Ya lo sé mi amo y señor. Y quiero que lo hagas, pero es tanto mi deseo de ti, que debes de perdonarme el que te entretenga.

Enloquecido, mis manos levantan su faldilla, mis labios buscan sus labios, y mi cuerpo libre de la túnica, que tiro al suelo, se pega a su cuerpo.

Alí mío, te amo, te deseo.

Señor me haces muy feliz. Estoy deseoso de ti. Soy totalmente tuyo, no solo porque soy tu esclavo, sino porque lo desea mi corazón y mi alma. Soy tuyo, tómame, que tu espada busque mis entrañas, que tu savia me llene, que tu amor me proteja siempre.

Le acaricio, le abrazo y beso a la vez que le desnudo entero. Nunca me cansaré de admirar este maravilloso cuerpo que tengo ante mí, delgado, fibroso, que se va endureciendo cuando mis manos lo tocan, lo acarician y lo amasan.

Busco sus pezones rojos e hinchados, como moras que están sazonando, porque acaban de recibir su caudal de virilidad que me indica que también aquel cuerpo se está desarrollando. Con mi boca el beso, con mi lengua los acaricio, con mis labios abiertos los succiono, mientras oigo quejidos de placer en mi pequeño esclavo, que mientras, busca y ayuda a mi miembro a endurecerse.

Déjame engrasar tu espada - me pide mimoso llevándolo a su boca que lo acoge goloso, ensalivándolo, chupándolo, succionándolo y adorándolo.

Cada vez nuestros encuentros parecen iguales y a la vez totalmente diferentes. Siempre encuentro en mi Alí un rincón, un lugar nuevo inexplorado para producirle placer. Tiene una piel tan suave, tan sensible a mis caricias que los más recónditos lugares, le hacen enervarse por las sensaciones que recibe ante mis sensibles dedos.

Hasta ahora había buscado en el sexo solamente que me dieran placer, nunca pensé en el que pudiera dar yo. Puede que intentara conseguir de mi acompañante un grado de colaboración, que en algún caso, comparándolo con el que noto en Alí creo era fingido.

En este todo es natural, siente de tal manera, se entrega de tal forma, goza con tal intensidad que me olvido de buscar mi placer para brindárselo a él. Sus gritos, sus gemidos, sus ronroneos de gato en celo, son tan espontáneos, tan reales, que siento una alegría infinita de poderle hacer feliz.

Y lo que antes era una búsqueda inmediata de la entrada de mi pene en el cuerpo de mi compañero de sexo y el placer de la descarga de mi semen, pasa ahora a ser casi secundario porque solo es la culminación de unos maravillosos momentos de disfrute sexual que son los verdaderamente importantes para mí.

Todo esto que explico es para poder describir lo que mi amado esclavo significa para mí. El es ahora lo mejor que tengo en esta vida. El es mi amor, el que hace que tenga una razón para vivir distinta de antes, que solo el trabajo y el sexo comprado llenaban mi vida.

Mi abuelo con el que me eduqué llenó mi cabeza de deberes, de moralidad, de enseñanzas de como llevar y dirigir la finca que me haría cargo a su muerte. El sabía que no iba a estar siempre en este mundo para orientarme y aunque me dejó a Haleb para que me ayudara, me sentí perdido ante la nueva vida que se me presentó a su muerte, más aún porque noté desde siempre una predisposición a amar los individuos de mi mismo género.

No había podido encontrar, en mis diecisiete años de vida, alguien en quien confiar totalmente mi cuerpo, mis sentimientos, mi corazón. Ahora ya lo tengo y será así para siempre.

Le sigo acariciando su piel y él lamiendo mi pene y cuando siento que el placer es tal que mi lefa comienza a elevarse le pido pare, cosa que obedece al instante.

Busco ahora su pollita que está dura, turgente, roja de deseo y la bebo más que la acaricio en mi boca. La desearía triturar con mis dientes y comerla entera, pero para no hacerle el menor daño, la acaricio con mis labios hasta que arranco de nuevo de él sus gemidos, que al oírlos me transportan a un estado de felicidad tal, que pierdo casi el sentido.

Cuando siente como yo anteriormente que puede derramarse, me lo indica para que hagamos otra cosa distinta y alargar nuestro mutuo placer.

Las caricias continúan y cambiados de sitio y postura, nos ponemos de manera que después de un pequeño descanso sean las dos bocas, las que trabajen en nuestros genitales. Así los cuatro labios y las dos lenguas ensalivan, lamen, chupan y mordisquean furiosas, sin descanso y al unísono nuestros falos endurecidos.

Paramos para que mi joven esclavo se dé la vuelta y me ofrezca esa parte tan maravillosa, dura, redonda y perfectamente conformada, que es su trasero. Ensalivo su agujero, primero con un solo dedo, después con dos y finalmente con tres para poder ir consiguiendo que se abra y se ofrezca a mi espada lubrificada.

Cuando noto un movimiento de apertura en esa cueva de placer, que me está diciendo meta mi arma, lo hago despacio, lentamente, para que mi amor vaya ayudándome y no sienta ningún dolor, solo el gusto de comprobar que mi pene penetra en él, que le atraviesa, que le busca las zonas erógenas que tiene también dentro de su cuerpo.

Recibo su ayuda moviéndose como si bailara, contoneando el cuerpo, como si estuviese danzando, lo que hace que mi polla entre y salga y rodee, todo lo que en su interior, desea Alí le roce.

He asido su pene que masturbo buscando el mismo ritmo que nuestro follar. Llega un momento que gritamos los dos y nos abrazamos enloquecidos, porque hemos llegado a un estado que no podemos retener y aguantar más nuestro semen dentro del cuerpo. Un chorro sale de mi miembro hacia su interior y unas gotitas de la aun incipiente lefa, que producen sus juveniles testículos, a mis manos, que lamo ansioso.

Agotados, felices y sonrientes reanudamos lo que estábamos haciendo. Yo ordenar mis legajos y él seguir mirándome embelesado mientras lo hago, hasta que de nuevo sintamos un nuevo arrebato de amor, que nos haga repetir la acción.

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