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¿Por qué no te has enamorado de mi?

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¿POR QUË NO TE HAS ENAMORADO DE MÏ?

Conocí a Nano cuando iniciamos en el colegio francés la enseñanza infantil. Aunque habíamos nacido en el mismo año al ingresar en el colegio él había cumplido los cuatro años y tenía yo aun tres pues me llevaba cuatro meses. Durante los tres cursos que dura esta etapa no intimamos demasiado, le evité lo que pude pues era demasiado fuerte para mí.

Después, con el tiempo comprendí que a esa edad es necesario apoyarse en su fuerza física para defenderse, yo recibí más de un golpe de los compañeros de clase por mi débil complexión y ser bastante cobarde.

Nos hicimos amigos cuando estudiábamos segundo de primaria y ya llevábamos cinco años juntos en el colegio y muy amigos cuando fueron nueve los cursos compartidos, pues fue cuando yo tenía avanzados los doce años, el ya trece, al estudiar el último año de primaria, cuando la confianza entre nosotros alcanzó un punto en el que llegamos a compartir importantes secretos íntimos.

Durante esos inciertos, pero felices años, aunque vivíamos en alejada y distinta zona de la ciudad y nuestras familias no compartían las mismas amistades, había estado en la casa de Nano en algunas ocasiones por sus cumpleaños o invitado alguna tarde a compartir juegos.

Tanto en el colegio como durante esas visitas habíamos mantenido conversaciones sobre todo lo que nos preocupaba a esa edad, incluido el prohibido tema sexual que comenzaba introducirse en nuestra vida. Nos habíamos visto y enseñado nuestros genitales para valorarlos en el contexto de querer ser ya hombres e incluso habíamos masajeado aquella colita de entre las piernas para ver si ya soltaba algo más que un poquito de agüilla.

Cuando mis padres me autorizaron a tomar por mi cuenta el autobús pude visitar con mayor asiduidad su casa donde pasé, muchísimas tardes y al no tener clase, varios sábados completos. Mantengo un agradable recuerdo de aquellas visitas porque Nano era un compañero amable, nada egoísta, siempre con buen humor, que sabía divertirse y hacer que uno se sintiera a gusto a su lado.

Si teníamos ocasión, a partir de que supimos para que teníamos "aquello" y nuestro cuerpo a producir semilla, terminábamos masturbándonos.

Una de esas tardes sin colegio en que había ido a jugar, recuerdo tenía yo trece años avanzados y él había cumplido los catorce, nuestras hormonas estaban en todo su apogeo, haciéndonos soñar o imaginar escenas sexuales y cogidas, para alcanzar el máximo de excitación cuando nos pajeábamos, le hablé seriamente de la manera en que yo notaba crecía la sexualidad en mi interior.

- Creo soy homosexual - le dije - Todas mis ensoñaciones cuando deseo ponerme en situación para hacerme una paja o los sueños nocturnos los inicio como dicen lo hacen todos, imaginando que tengo a una chica entre mis brazos a la que acaricio todo el cuerpo, pero cuando mis manos parecen llegan a su sexo, me doy cuenta que estoy acariciando no un cuerpo femenino sino a un chico y que mis manos están sobre unos genitales masculinos y aprietan o acarician un endurecido pene.

- Yo aún no sé hacia donde me llevará en un futuro mi deseo o tendencia sexual - me confesó mi amigo - por ahora me arrastra a pajearme como un loco mientras sueño utilizar pronto mi verga con algo que no sean las manos.

La finca en la que estaba construida la casa familiar de mi amigo, una gran mansión de aspecto antañón, era de las más grandes de Somió, principal zona residencial de Gijón. Estaba rodeada de una vieja y alta tapia de piedra labrada cubierta de madreselvas y hiedra. Creo que la había comprado su padre a una de esas familias que se deshacen cuando los hijos emigran a otras ciudades y los dueños se sienten solitarios y desplazados al llegar a cierta edad.

La habían arreglado y remozado muchísimo para hacerla confortable. El exterior del chalet, aunque estaba perfectamente retocado y pintado, había mantenido el aspecto de su inicial construcción pero el interior gozaba de todas las comodidades modernas.

Alrededor de la vivienda había un amplio, bonito y muy cuidado jardín, aunque lo que más me gustaba de la finca era la cantidad de árboles añejos, algunos centenarios, me dijo Nano, que había en una zona alejada del edificio principal, separada de un club de tenis por una alta y cerrada valla metálica, que habían dejado agreste, sin limpiar, en la que los zarzales y arbustos habían tomado a sus anchas el lugar, que nos había servido para escondernos, trepar a los árboles, jugar a las aventuras y guerras que en nuestros juegos imaginábamos o incluso, escondidos entre la espesura fue el idóneo lugar donde iniciamos las primeras lecciones sobre sexo.

Cuando le decía, mientras nos masturbábamos, que le iba a embarazar en cuanto se descuidase porque no sabía lo que se perdía no siendo gay con ese culito tan bonito que tenía y el trozo de polla que se gastaba, él se descojonaba a reír.

Me entusiasmaba ir a la casa de mi amigo, solo encontraba un pero, su familia era excesivamente "pija" y había que estar siempre pendiente de no causarles una mala impresión. El no lo era, se comportaba de una manera totalmente natural, incluso se mofaba a veces de cómo era ella, de la que llegaba a decir era insufrible, sobre todo las féminas, estiradas, pendientes siempre de los modales, hablar bajo, no utilizar ninguna palabra malsonante, no poner la música alta, ir siempre bien vestido, sin que la camisa saliese de los pantalones, no hacer bromas ni gansadas por la calle, saludar correctamente a cuantos conocidos mereciesen el saludo de la familia porque qué podrían decir si le viese alguno de sus conocidos

Era de esas familias que les importaba en exceso la opinión ajena y vivían pendientes de lo que pudieran opinar o decir los que les trataban. El status, la imagen, para ellos perfecta que habían sabido crear entre sus vecinos y conocidos, era su principal valedor en la sociedad en la que se movían y creían que perderla sería lo peor que podía sucederles.

Otra especial característica de Nano, era la dependencia de su familia. Todos queremos y dependemos de nuestros allegados y nos gusta sentir cariño y aprecio de ella pero en el caso de Nano la dependencia me parecía excesiva. Parecía necesitar la cercanía y atenciones no solo de sus padres sino también del resto de ella para poderse sentir feliz. Tenía dos hermanos mayores que él. Un chico de casi diez años más y una chica que le sobrepasaba en cuatro y vivía esperando que le atendieran e hicieran caso, creo añoraba le repitieran los mimos que seguramente recibió de pequeño, aunque, durante mis visitas, nunca comprobé le correspondieran a la devoción que el sentía por ellos, mostrándole una mínima atención.

Si estaban en la casa cuando llegábamos le daban un beso o saludo rápido y a mí me dirigían una mirada o sutil movimiento de cabeza, como si fuera un perrito ajeno que se hubiese introducido en su finca. Yo no era persona importante para ellos y no se veían en la obligación de fingir ninguna atención hacia mí.

Por ello, en cuanto yo llegaba a su casa, después que saludaba educadamente a los que estuviesen en ella, rápidamente proponía a mi amigo irnos a lo que llamábamos "la selva", la zona de los árboles y hierbas altas y salvajes donde podíamos, sin que nos vieran u oyeran, dar rienda suelta a nuestra forma de jugar, hablar o practicar nuestras conversaciones o masturbaciones

Los que siempre nos recibían mostrando devoción y alegría eran la pareja de enormes mastines que cuidaban la estancia y que permanecían cuidadores siempre por el jardín, a los que me daba en principio miedo acercarme, pero que cuando me conocieron era preciso apartarles de mañosos y juguetones que eran. No te dejaban ni jugar pidiendo les atendieras. Eran los que mejor nos recibían allí, tanto a Nano como a mí.

Al terminar el curso que ponía fin al ciclo de primaria, los padres de mi amigo le mandaron a pasar las vacaciones de verano a Francia, a visitar la familia que tenía cerca de París y a la vez realizar un curso intensivo de lengua y literatura francesa.

Yo quedé casi todo el verano en Gijón, mi familia no podía permitirse ese dispendio, solamente di un mes de clases de ampliación de lengua francesa en el consulado de Oviedo, porque eran gratis y veraneé una quincena, haciéndola coincidir con las vacaciones de mi padre, en un pueblecito de Castilla de donde era él oriundo y donde aún vivían mis abuelos.

Nos encontramos nuevamente al iniciar una nueva etapa de enseñanza, primero de la ESO (enseñanza secundaria obligatoria) a mediados del mes de septiembre durante el primer día de clase.

A pesar que nos habíamos escrito durante el verano dos o tres cartas comentando nuestras cosas, me inundaba el temor de que durante esos meses de separación hubiera cambiado nuestra relación. Cuando se deja la pubertad y se da comienzo a la juventud a veces se cambia la forma o manera de pensar. Por suerte no fue así, al vernos nuevamente, nos saludamos a gritos, nos dimos palmadas en la espalda, nos empujamos como carneros y manifestamos de todas las maneras posibles la inmensa alegría que sentíamos de encontrarnos.

Mi amigo había crecido enormemente y con sus quince años sus espaldas se habían anchado, era ya un bello y lindo joven.

- Cuidado, qué me vas a deshacer - cuando me abrazaba - ¡¡ Joder, estás como un toro !! – le dije tocándole sus fuertes y musculosos brazos.

- Y tu cada día más guapo, vas a terminar consiguiendo que me enamore de ti - me contestó mirándome con tan intensa terneza, mientras me apartaba un poco de él para contemplarme mejor, que me emocionó intensamente.

El verano no había sido bueno en Asturias. Estuvo lloviendo muchos días y otros resultaron nublados, pero como suele ocurrir en estos casos, en cuanto empezó el curso escolar, levantó, lució un sol espléndido y el calor que no había hecho durante los meses del estío, nos achicharró.

Se inicíó la segunda quincena del mes de septiembre, la primera del curso, con un tiempo que hubiéramos firmado los asturianos para todo el verano.

Lo comentábamos de mesa a mesa, mirando envidiosos tras la cristalera del aula como brillaba un esplendoroso sol en un cielo azulado, mientras teníamos que soportar las tediosas e interminables clases de la nueva y difícil etapa escolar.

No hicimos ningún plan para el fin de la primera semana de clases porque aún no nos habíamos aclimatado a la nueva situación y no esperábamos hiciese un tiempo tan maravilloso, pero durante la segunda, cuando el jueves volvieron a anunciar para el fin de la semana sol, sin viento, perfecto para poder estar y gozar del aire libre, al mediodía al terminar las clases, Nano me invitó a pasarlo en su casa de Somió.

    • Se lo he dicho a madre y está de acuerdo. Incluso me ha contestado

- Es un guaje que nos gusta, parece muy educado y atento. ¡¡Invítale si quieres!!

- Ya te diré si en mi casa me dejan, pero si es así prepárate porque de ésta no te vas a escapar sin que te "pruebe" – le contesté riendo y encantado por la invitación.

Me lo permitieron, siempre que volviese el domingo en un autobús que salía de aquella zona de Gijón a las siete y media de la tarde y me dejaba muy cerca de mi hogar media hora más tarde.

Me alegré muchísimo de haber conseguido el beneplácito de la mama de Nano, me demostraba que había sabido adaptarme perfectamente a las circunstancias de aquella mansión. Si hay que hacer el gamberro, soy el primero, pero también creo saber portarme si hay que ser un caballero y al no poseer ningún amaneramiento disimulo perfectamente mi condición sexual, tanto que las chicas del colegio siempre se terminan enamorándose de mí antes que de mis amigos "heteros" del aula.

Estaba algo nervioso pero me sentía encantado porque iba a ser la primera vez que me quedaría a dormir en la casa de mi querido amigo,

El viernes metí bajo los libros de mi mochila la ropa que pensé necesitaría y al mediodía, durante esa quincena de septiembre no teníamos clase por la tarde, el autobús del colegio nos acercó a su casa, donde íbamos a comer.

Cuando llegamos estaba solamente Andrea, una sirvienta mayor que había visto allí siempre y que según me contó mi amigo atendía al cuidado y administración de la casa, porque su madre, mantenía tan activa vida social, era presidenta de varias asociaciones parroquiales y vecinales, que no la permitían hacerse cargo de este quehacer.

Para ayudar a Andrea había otra doncella externa y una señora que venía por horas para hacer trabajos puntuales.

El personal ayudante se completaba con un mozo joven de veintitantos años, que atendía el jardín, limpiaba los tres coches de la familia y hacía en la finca los arreglos de que era capaz. Era hijo de un paisano de la Providencia, que durante tiempo hizo la misma labor, cuando era otro el dueño de la finca.

Andrea era quien le había cuidado desde que nació y a la que quería como su segunda madre, ella también le correspondía dándole todos los mimos y cariños que podía, aunque se permitía reñir y aconsejarle e incluso darle algún pescozón cuando pensaba que se extralimitaba.

- Hola Andrea, ¿Qué nos has preparado de comer hoy? Estamos muertos de hambre, ¿Verdad? - me pidió su ayuda mi amigo.

- ¿Cuándo no es jueves? Eres un tragón y te vas a poner como un "gochu" de gordo.

- Entonces tendrás tú la culpa, por el "pienso" que me das – se rió Nano.

Dejé mis cosas en la habitación que compartiría con mi amigo, en la que había dos camas y bajamos al comedor.

Mi amigo comentó mientras comíamos.

- A estas horas en esta casa no encuentras casi nunca a nadie. Cada uno hace un poco su vida - parecía disculpar su familia ante mí - la única obligación familiar es el domingo, que debemos ir todos juntos a la misa de una y media a la iglesia de San Pedro y a comer después al Club de Regatas donde tenemos mesa reservada y encargada una paella familiar de marisco todos los domingos. Nos acompañan los que se considera afines a la familia, que hayan invitado mis padres o nosotros con su permiso.

Este domingo, me ha autorizado mamá te invite a comer la paella con toda la familia. Indudablemente si tu lo deseas, claro.

Imaginaba que había sido él quien solicitó mi invitación y como conocía el placer que le representaba asistir a la reunión familiar semanal y que mi negativa le causaría desilusión, remarqué mi especial deseo de asistir.

    • Considero un honor el ser invitado y aceptado por tus padres.

Añadió.

    • Me han permitido salir hasta las doce y media de la noche. Tenemos suficiente tiempo para pasar varias horas al aire libre y divertirnos después conociendo algo del ambiente nocturno de Gijón.

Y propuso.

- ¿Quieres que vayamos a la playa? En el club - no sé si se refería al de regatas o al de tenis, ya que su familia era socio de ambos - me siento más vigilado y no puedes hacer nada que no se considere correcto porque el conserje y los camareros conocen a mis padres y se lo dirían. Además no hay chicas "potables" - y sonriendo añadió - ni chicos que merezcan la pena mirar.

Asentí, al terminar la comida nos cambiamos de ropa y tomando una motocicleta cada uno, nos dirigimos a la playa de San Lorenzo.

Había tres "motos" de 50 c.c. para uso de los de la casa guardadas en la parte posterior de ella, en un pequeño edificio separado de la mansión principal, junto a varios trastos y aperos de trabajar el jardín, que en tiempos de la anterior familia que habitó la finca había sido el hogar de sus cuidadores.

Eran las cuatro y media de la tarde, el sol brillaba azul y muy brillante en un cielo limpio, sin nubes. El agua rompía mansamente casi sin levantar olas ni espuma, por lo que no se veía ninguna tabla de surf y aunque la temperatura era ideal, a aquellas horas tampoco se veían casi bañistas en la playa de San Lorenzo a donde nos habíamos acercado.

Las toallas extendidas en la arena, en el borde seco, donde no había llegado la marea, nos permitieron, después de un buen chapuzón, un descanso que creímos tener bien merecido.

Intercalando meternos en el agua, con tomar el sol, un paseo de "ojeo" y mucho descanso, pasamos las horas previstas, hasta que nos pareció que el estómago pedía ayuda y deseaba volver donde Andrea, para que nos diera algo con qué llenarle de nuevo.

Cuando de vuelta para casa circulábamos en las motos a bastante velocidad, Nano se reía detrás de mí, diciéndome algo que no entendía, hasta que llegamos, tiró la motocicleta en el mismo paseo de la entrada y salió corriendo, mientras gritaba y entraba en la casa como una exhalación.

- ¡¡Voy al retrete, me lo estoy haciendo encima!!

Llegué montado en mi motocicleta hasta la caseta donde se guardaban, la dejé apoyada contra la pared y volví por la que Nano había abandonado en el camino de entrada en su rápida huida.

No me había dado cuenta y creo que ellos tampoco me habían oído, a pesar de haber hecho bastante ruido con las maniobras de recoger y trasladar las motocicletas, pero el caso fue que cuando abrí la puerta del local para meter la primera de ellas, me quedé quieto y asustado en la misma entrada.

En medio de la estancia, encima de unos vacíos y tendidos sacos, dos personas estaban jodiendo. Aunque hacía bastante tiempo que no la veía, reconocí en la chica a la hermana de Nano. Ella me vio también y creo me conoció, porque a su cara de susto le sucedió una sonrisa al ver que no era su hermano quien había entrado, a la que siguió un gesto de complicidad, pues se llevó una mano a los labios, indicándome silencio y continuó impasible recibiendo con jadeos y movimientos convulsos la verga del que tenía encima.

Parado allí, cortado, me di cuenta que debería evitar que mi amigo viera aquella escena y sonriendo como un tonto, me dispuse a marchar y cerré la puerta tras de mí.

El mozo del jardín, la polla de este chico era la que estaba dentro de ella, no se había percatado felizmente de lo que había sucedido y ni siquiera paró de aquella agradable, para él, tarea, siguiendo con sus jadeos y mete-saca.

Cuando Nano, pasado el apretón, salió al cabo de un rato me encontró sentado esperándole en el porche, tomando un zumo de naranja que Andrea nos había preparado. Se sentó a mi lado para tomar el suyo y cuando ya lo terminábamos apareció su hermana tranquilamente por la puerta de la casita de los aperos.

Pasó por nuestro lado, saludó con displicencia con la mano a su hermano y miró hacia mí por encima del hombro, ni siquiera se tomo el trabajo de dedicarme una mirada cómplice, como si mi posición de amigo de su hermano pequeño tuviese menos interés para ella que el de los mastines, que estaban echados a nuestros pies, a los que acarició en sus cabezotas al pasar. El mozo quedó dentro a la espera de escapar sin que le vieran.

Me hice el despistado y me volví para hacer como que escuchaba lo que me amigo decía aunque sin enterarme de lo que me contaba en aquel momento.

Había pasado unos malos momentos pero quedé muy contento, si Nano no sabia las andanzas de su hermana, por haber evitado el que mi amigo las conociera y si le eran conocidos sus devaneos con el criado, cosa que dudaba, el bochorno que hubiera pasado que yo me enterara.

Jugamos un rato en su habitación a la play, nos tomamos multitud de bromas y pasamos el tiempo hasta la cena, que hicimos pronto y solos, porque teníamos deseos de salir y apurar el tiempo de diversión que le habían coincidido.

Andrea era el perro guardián de este horario y me decía Nano sonriendo, pero dispuesto a obedecerla.

- Es peor que mis padres, si vengo más tarde, además de decírselo es capaz de cerrarme la puerta.

De nuevo con las "motos" nos acercamos al centro de la ciudad. Distaba menos de dos kilómetros, pero no queríamos andar y las motocicletas nos daban posibilidad de movernos libremente después por ella.

La primera parada la realizamos en el barrio de La Arena, al lado de la playa donde habíamos estado por la tarde, que está lleno de salas de fiesta, bares y locales de ambiente de todo tipo. Al pasar señalé a Nano uno que por las fotografías del espectáculo que presentaban era de ambiente gay.

- Podemos venir después a éste.

- Como quieras pero me pondré una "chapa" antes de entrar en él - me contestó sonriente.

Las calles, víspera de sábado y con un tiempo magnífico, llenas de jóvenes, presentaban un maravilloso aspecto.

Los locales de esta zona, al no ser demasiado grandes, si el tiempo acompaña, el baile y el alterne se realiza en la calle o aceras frente a ellos donde grupos más o menos numerosos, beben, bailan o charlan alegremente, de pie o sentados en el suelo.

Por nuestra edad, en muchos nos hubieran prohibido la entrada, pero al estar, por el tiempo reinante, las puertas abiertas de par en par y parte de sus parroquianos, con el baso en la mano bailando fuera de ellos, podíamos participar y disfrutar del ambiente de la zona como si fuéramos ya mayores.

Recorrimos un montón de locales, principalmente los de ambiente juvenil, incluso en algunos nos atrevimos a entrar y bailar mezclados con los que bailaban en la pista, haciendo que ligábamos a las chicas que bailaban a nuestro lado. Nos divertimos mogollón.

Se acercaba la hora de tener que volver, cuando Nano me propuso.

- He oído de una macro discoteca que está en la Guía, se llama Tis. Podemos volver a casa por ese lado y pasaremos junto a ella. ¿Quieres?

- De acuerdo – me pareció una idea genial.

Tomamos de nuevo las motos y seguí a Nano que conocía el camino. Había un grupo de casas bajas en medio de un cruce de carreteras. A unos doscientos metros, un edificio muy iluminado con brillantes letras de neón azules, rezaba TIS en su fachada.

Había mucha gente en la entrada del local, que había abierto a las once de la noche y que no cerraba hasta las cinco de la madrugada. En la puerta, tres "gorilas" miraban, con cara que asustaba, a los que intentaban entrar para ver si se les colaba alguien que no cumpliese la edad establecida por la ley o que no les gustase por su aspecto exterior.

Nos acercamos lo más que pudimos, sin bajar de la moto, para ver el tipo de gente que asistía a esta enorme "disco".

La mayoría de los asistentes que llegaban en grupos, pocos en pareja y muy pocos solos, tenía entre veinte y treinta años.

Mientras mirábamos, me ocurrió lo que por la tarde a Nano, un retorcijón me obligaba a entrar en un servicio. Cercano, detrás de la discoteca, vi unas luces que anunciaban que había un bar- restaurante.

- Cuida de la moto, tengo que ir al retrete.

- Vale, aquí te espero.

La dejé a su lado apoyada en un tocón y dirigí al bar mientras aflojaba el cinturón para no perder tiempo.

Había mucha gente en el local, pero tuve la suerte de que un servicio estuviese libre y después de dejar tranquilo mi vientre y lavarme las manos, salí con la intención de marcharme sin tomar nada.

Al dirigirme hacia la puerta miré al mostrador y me pareció que el barman que estaba tras él me miraba y juzgaba mi atrevimiento de utilizar el servicio y no consumir nada, por lo que me acerqué y solicité una coca-cola.

Cuando la estaba bebiendo reparé había tres personas hablando a mi lado. Al fijarme comprobé que uno de ellos era el hermano de mi amigo, el otro parecía un amigo y el tercero, un gitano mal encarado, sucio y con una gran pinta de facineroso, que decía en ese momento.

- Es el mejor "polvo" que podéis encontrar. Para lo cojonudo que es no os cobro caro.

El acompañante del hermano de Nano le miraba ansioso pidiéndole con la mirada que lo comprara, hasta que este asintió.

- Bueno, ¡¡ Dánoslo !!.

El gitano sacó dos papelinas de su bolsillo de la camisa y se las entregó a la vez que recogía unos billetes de sus manos. No pude ver la cantidad, porque aparté enseguida la vista por miedo a que me reconociese.

Salí disimulando y ya en la calle, recogí mi moto y sin contarle absolutamente nada a mi amigo volvimos a su casa.

Ya en la habitación, acostados, al ser la primera vez que dormía en su casa y a pesar de las muchas amenazas en broma que le había dicho, que le iba a fornicar, qué iba a saber lo que era bueno, que le iba a hacer gay, por respeto hacia la misma, no intenté siquiera iniciar una conversación atrevida y menos acercarme a él.

Pero cuando le deseé las buenas noches fue él quien me invitó.

- ¿Quieres pasar a mi cama?

Sin contestar salí de la mía y me metí en la suya rápidamente. Pensé me lo pedía para poder hablar sin que nos oyeran, pero sentí al conocer lo que amaba a su familia y recordar que vivía ajeno a lo que sus hermanos estaban haciendo, al encontrarme tumbado a su lado, tal ternura y amor por él que no pude evitar abrazarle, mientras me prometía hacer todo lo posible para que siguiera ignorante de ello.

Temí reaccionara negativamente equivocando mi gesto pero quedé maravillado cuando, me lo devolvió y dijo.

    • No me siento gay, ni hetero, simplemente un chico que tiene una edad en la que quiere conocer y disfrutar las distintas maneras de obtener placer sexual. No he hecho y no me atrevería con nadie a hacer lo que te voy a pedir, pero es que para mí tú eres diferente. Quisiera que menos follar realicemos todo lo que desees. Eso quizá lo lleguemos a hacer más adelante cuando consiga conocerme sexualmente.

Al oír estas palabras toda la sangre de mi cuerpo subió hasta el cerebro y quedé como atontado, balbuceando.

- ¿Puedo besarte? Porque es lo que más deseo hacer ahora para mostrarte lo que significas para mí.

- Gracias, eres mi mejor amigo, casi un hermano.

Había visto su verga varias veces y llegado a tocarla en una ocasión, que medio en broma nos la habíamos medido, también soñado en muchas ocasiones acariciar aquel cuerpo que se acostaba junto a mí, por lo que no me preocupó la limitación que me imponía.

Durante estas ensoñaciones, al saber que no deseaba ser follado, nunca pretendía, ni siquiera en pensamiento, en cogerle. Era tal mi amor y respeto hacia él que me conformaba con imaginar su cercanía, pegar los dos cuerpos, sentir su calor, oír latir su corazón y sobre todo mostrarle mi amor besando y acariciándole y exactamente eso era lo que me proponía permitiéndome disponer, menos de su agujero, de todo él.

Le destapé completamente de las ropas de la cama y mis manos iniciaron, las soñadas caricias, por los pezones de su pecho, que noté se comenzaban a endurecer, las deslicé después hasta su estómago y vientre, en los que pasé poco tiempo, para agarrar la cinturilla de su pijama que bajé.

Quedé extasiado admirando la desnudez de aquella parte de su cuerpo. Tenía ante mí los genitales de un hombre. No solamente la verga que ya sabía era mucho mas larga y gorda que la que poseía, sino de todo el conjunto de su hombría, los testículos tenían doble tamaño que los míos, el vello era más negro, espeso y rizado y los muslos, que acaricié extasiado, podían doblar los de mi cuerpo.

Cuando agarré emocionado su endurecido tallo que desencapullé y no tuve que ensalivar porque para entonces había soltado suficiente jugo para deslizarse perfectamente entre mis dedos en su subir y bajar.

Durante todas estas acciones, me había dejado hacer, permanecido quieto, estirado, mirando al techo de la habitación, pero mostrándome su placer con el brillo de su mirada y los pequeños quejidos que soltaba de vez en cuando.

Solicitando su aceptación abrí mi boca y saqué la lengua en una clara invitación de desear mamársela.

Me maravilló su respuesta.

- Siempre deseé saber lo que se siente cuando te la chupan. Creo que la primera vez será mejor que lo realice mi mejor amigo.

Acerqué mi cara a sus abiertos muslos para impregnarme del delicioso olor de macho joven que despedía aquel rincón y tomando después con mis manos por detrás su culo, acerqué su dura verga a mi boca.

Solo había efectuado mamadas en mi imaginación, cuando soñaba o me masturbaba, pero no le dije de mi inexperiencia. Creo la hice bastante bien, si me atengo a los ayes y gemidos que obtuve al cobijar en el hueco de mi boca su rosado prepucio, mientras mi lengua acarició en toda su longitud su nabo, cuando mis labios rozaron aquella caliente y palpitante carne o finalmente, al no poder resistir más, en el instante de soltar su chorro de leche que inundó mi rostro.

Complaciente y nada egoísta, como siempre, para que yo también disfrutara de la salida del semen, me pajeó suavemente mientras me masajeaba levemente todo el entorno de los genitales.

- Todo lo mío es enano comparado con lo que tu posees - me disculpé

- No por tener las cosas más grandes se disfruta más.

Cuando me corrí el placer que sentí no se debió solamente a la salida de la lefa, sino que fue algo más grandioso que una simple paja, ¡¡había participado mi corazón en el derrame de mi semilla!!.

El sábado al bajar a desayunar pude saludar a la dueña de la casa. Estaba en el comedor tomando un zumo de fruta cuando entramos en él. Sin maquillar, me pareció más ajada que la última vez que la había visto. Nos saludó dándonos un rápido beso en la mejilla tanto a su hijo como a mí y se disculpó seguido, porque se iba rápidamente a vestir de calle pues marchaba a no sé que reunión de una organización que dijo por sus iniciales y que para mí y creo para mi amigo, era totalmente desconocida.

Cuando terminábamos, bajaba de nuevo para salir y a Nano solo le dio tiempo para preguntar.

- ¿Papá?

- Está de viaje, me dijo por teléfono que llegará a la noche.

- ¿Sabes algo de tu hermano? – preguntó a la vez su madre, mientras se ponía una chaqueta levísima de punto por encima de los hombros - ¡¡No le he visto la cara desde hace varios días!!

- Estará en su habitación – le contestó disimulando mi amigo.

Sabía no estaba, porque al pasar delante de ella, comprobamos, al mirar por la entornada puerta, que su cama no estaba siquiera deshecha.

Era Nano un deportista nato, poseía unas facultades físicas tan excelentes que le permitían practicar un montón de actividades. Como tenía a las cinco de la tarde, en la piscina del club de Natación Santa Olaya, que estaba en el lado de la ciudad en que yo vivía, un partido de water-polo defendiendo al club de Regatas, preparamos y distribuimos el plan del día en su función.

- Pasaremos la mañana en la playa y comeremos algo de pasta, sobre la una del mediodía, en alguna pizzería del centro – propuso.

Así lo hicimos. Disfrutamos de la playa y después de unos espaguetis carbonara y media pizza cuatro estaciones en una pequeña y agradable pizzería, tomamos de nuevo las motos para trasladamos donde se iba a celebrar el partido.

- ¿Conoces esa parte de Gijón? – pregunté.

- Vine al año pasado por primera vez a jugar otro partido como el de hoy. No he vuelto, me pilla muy a desmano.

Según avanzábamos y entrábamos en la zona, la más antigua e industrial de la ciudad, donde sabía yo vivía y se encontraba el club Santa Olaya, las casas se hacían más bajas y pobres. En nada se parecía a la zona residencial donde él habitaba, pero conociendo a mi amigo no sentí ningún

Por la forma de las calles, estrechas y con revueltas, necesitaba frenar continuamente y dominando la motocicleta peor que él me había retrasado bastante.

A unos cien metros de la entrada del club donde se celebraría el partido, al pasar frente a un gran restaurante llamado Sabanah, me pareció ver entrando en un cenador-comedor reservado para clientes especiales, situado en un rincón de su cuidado jardín y oculto a todo el mundo por una marquesina acristalada y multitud de plantas, al padre de mi compañero junto a una jovencísima y despampanante rubia.

Había oído a su madre que estaba de viaje y no regresaría hasta la noche pero su parecido era tan extraordinario, que mientras mi amigo jugaba su partido, decidí ir a comprobarlo y evitar por todos los medios posibles, si estaba en lo cierto, que le viera al regresar.

Hice lo posible para que Nano me viese al salir con su equipo y antes de lanzarse al agua, esperando que con el fragor de la lucha deportiva no se diera cuenta que me ausentaba durante un rato de la piscina.

Salí del club y aunque aproveché que un camarero con un carro de comida entraba en el comedor reservado, no pude, desde la semiabierta puerta, aunque me volvió a parecer, comprobar fehacientemente que era el padre de Nano el que estaba allí dentro.

Pasó por mi mente el abandonar las pesquisas, no sería fácil que cuando regresásemos coincidiera que salían del metálico cenador, pero me convencí que podía suceder y, con perdón, deseaba también saber y conocer todo lo que a Nano, del que estaba totalmente enamorado concerniese.

Di la vuelta al recinto del restaurante y por una puerta trasera por donde parece recibían las mercancías, pude penetrar en el jardín y acercarme al rincón donde estaba ubicado el pequeño cenador. Aparté unas plantas y miré al interior. Efectivamente era el rostro sudoroso del padre de mi amigo el que veía a través del esmerilado cristal quien, abandonada la comida y tirados en el suelo, follaba a la rubia putita.

Me aparté enseguida y asqueado me volví a la piscina. Sentía pena por mi amigo y casi no atendí al desarrollo del partido, solo hacía mirarle, contemplando su lucha, su entrega, su rostro alegre cuando conseguía una buena jugada y su decepción cuando no y me volvió el recuerdo de la entrega total de mi amigo a su familia que consideraba un ejemplo de perfección y la catadura moral que ella tenía.

Ganaron el partido, me enteré de ello porque salió eufórico. Le pedí marchar en dirección opuesta a donde se encontraba el restaurante porque le iba a enseñar, aceptó solícito como siempre, aunque seguro no le importaba en absoluto, una pequeña playa llamada del Arbeyal, que acababan de adecentar y construir un paseo a su alrededor.

Vueltos a su casa, por la noche cenamos solos nuevamente, salimos por los alrededores de la playa principal de la ciudad cumpliendo el horario que le habían señalado, intenté divertirle lo más posible, volviendo a reír y bailar y a las doce y media estábamos en la cama.

- ¿Lo estás pasando bien? - me preguntó interesado, desde la suya cuando ya habíamos apagado la luz.

- Maravillosamente - le contesté porque, salvo aquellos descubrimientos inesperados, estar junto a mi amigo era para mi una delicia.

- ¿No te importa ir con mi familia a misa de una y media a la iglesia de San Pedro antes de ir a comer? Si no quieres, me disculpo y solo vamos a la comida.

- En absoluto, me parece muy bien acompañaros - le contesté poniendo en la respuesta todo el énfasis de que fui capaz.

- El domingo es el día que más me gusta, disfruto cuando nos reunimos todos, me parece entonces que somos una verdadera familia. ¿Tu también te sientes contento cuando se está todos reunidos formando parte de un ente familiar? - Siguió confiándome sus pensamientos.

- Si, claro - intentaba que no me notara la tristeza que me ocasionaban oír aquellas palabras en su boca.

    • Algunas veces creo que la mía debería estar más tiempo junta. Antes, cuando era pequeño, estaba junto a mis padres y hermanos todos los días y me hacían carantoñas y jugaba mucho con ellos. Ahora, los domingos, los cumpleaños y las fiestas navideñas, son los días más felices para mí, porque volvemos a estar todos juntos y unidos.

Paró en sus confidencias y quizá sintiendo pudor por estas manifestaciones que dejaban al descubierto su ternura de corazón, añadió.

- No me hagas mucho caso, son pensamientos de niño mimado y pequeño, ¿verdad?

- No, son los mismos pensamientos que yo tengo también. Todos necesitamos amor y alguien o algo a quien asirnos ¿Hasta que encuentres a quien amar verdaderamente, quién mejor que la familia?

Me quedé sin decir nada durante bastante tiempo mirando al techo, pensando en la familia de mi amigo, que no merecía tener un miembro tan maravilloso como él y por qué Dios no hacía que se enamorara de mí, para darle todo la compañía, caricias y amor que su corazón necesitaba?

Cuando ya no esperaba que se volviese a repetir lo sucedido la noche anterior, noté que Nano se estaba metiendo en mi cama y me pedía.

    • Te importaría repetir lo de ayer, por favor
    • . ¡¡Fue maravilloso!!.

Quizá para Nano lo que siguió a continuación fue una repetición de lo ocurrido el día precedente aunque para mí no lo fue en absoluto. Sí hubo caricias y besos por todo el cuerpo, palabras excitantes para enardecer nuestros deseos sexuales, recorridos de las manos por los lugares erógenos, mamada por mi parte, pero esta vez intentando evitar su corrida para alargar lo más posible las sensaciones placenteras y mutua y gloriosa masturbación del uno al otro como final de la sesión.

Pero sobre todo, además de un afianzamiento de nuestra amistad, hubo por mi parte una entrega del amor que me hacía sentir, que pudiese, de alguna forma, compensar la falta de atención y compañía que sufría su alma que me había hecho partícipe unos momentos antes.

- ¿Sabes una cosa? - me dijo cuando ya había regresado a su cama

    • Tú dirás.
    • Quisiera, de verdad, que mi sexualidad se inclinase hacia la homosexualidad para poderte amar y compartir nuestras vidas.
    • Yo, lo sabes, te amo con locura
    • - no pude seguir hablando porque las lágrimas cerraron mi garganta.
    • Lo sé
    • .

El domingo nos levantamos los primeros y desayunamos nuevamente solos. Paseamos hasta las doce de la mañana, en que volvimos para vestirnos, por la zona de la finca de nuestros infantiles juegos. Estaban ya todos presentes intentando mostrar una camaradería que notaba totalmente ficticia. Solamente el rostro de Nano reflejaba la realidad de sus sentimientos.

Viendo que su padre me saludaba muy afectuoso, me saludaron también sus dos hermanos. Ella hizo como si me viera por vez primera. Lo tomé como una advertencia. Su hermano lo hizo como si yo fuese aun más insignificante que su hermano pequeño.

No pudimos ir hasta la iglesia, que se encuentra al otro lado de la playa de San Lorenzo, en un solo coche por lo que se utilizaron dos. En el de su padre fuimos su madre, Nano y yo y en otro, su hermana llevó al mayor.

Reunidos nuevamente en el atrio de San Pedro, comenzaron a repartir saludos y besos por doquier entre sus conocidos. Incluso Nano, obligado a hacerlo, saludó sonriendo a muchas otras familias y amigos, que como ellos, convertían el acto de ir a la misa mayor el domingo en una exhibición o ejemplo de buena familia cristiana.

Un poco apartado, sin que nadie reparase en mi presencia miraba aquella hipocresía social, el falso besuqueo y aquellas sonrisas que se quedaban marcadas en las acartonadas caras cuando, a quien se le dirigía, desaparecía de la vista.

La misa, como cualquiera de las celebradas a esas horas de la mañana, fue otra de las que medio se rezan, medio cantan, el oficiante nunca habla de problemas sociales, se circunscribe a predicar puramente de la fe cristiana, pero que duran una eternidad.

A la salida, en un ritual idéntico al de la entrada, siguieron los saludos y besos, no sé si a las mismas personas o a otras que no se habían visto anteriormente, a mí todas me parecían iguales.

La iglesia donde oímos la misa y la entrada principal del Club de Regatas, donde comeríamos, están separados simplemente unos cien metros.

- A la paella no se la puede hacer esperar - frase del "pater familiae" que hizo reír a varios y sonreír a los restantes y que seguro se pronunciaba a la misma hora todos los domingos.

Avanzamos en grupo hasta el comedor del club donde se encontraba esperándoles un matrimonio de una edad parecida a la de los padres de Nano, la cincuentena pasada, que debían de estar invitados este domingo a la famosa paella, aunque por los abrazos y saludos, deberían ser personas que no se veían desde hacía mucho tiempo, intentaron dar la imagen de ser íntimos amigos.

No pregunté, ni me dijeron quienes eran, ni me presentaron en ningún momento a nadie, ni yo tampoco fui presentado. Para todos era una sombra que acompañaba al chico pequeño de la casa.

Mientras comía, sentado en una de las esquinas, al lado de Nano, contemplaba las caras de toda aquella gente.

Veía al padre, tirado en el suelo de un viejo cenador de hierro, en medio del jardín de un restaurante, sudando y resoplando mientras follaba a una impúber y exagerada puta rubia.

A la madre abandonando sus deberes caseros en Andrea y desarrollando fuera una labor, que ella consideraba más importante que atender a su marido e hijos.

A aquel chico, ahora tieso, mundano y elegante, comprando droga a un inmundo gitano en la barra de un bar de mala muerte para chutarse

Y finalmente a aquella imbécil, que comía cerca de mí, haciendo guiños, gestos idiotas y ascos, para no mancharse los dedos con los mariscos que dejaba casi intactos en el plato, tirada en el suelo de una caseta-almacén, sobre unos sucios sacos, jodiendo con un criado,

La única persona decente era mi amigo, que me sonreía feliz, entre aquella chusma y me decía por lo bajo.

- ¡¡Qué maravilloso es sentirse en familia!! ¿Verdad?

Yo le sonreía y deseaba con toda mi alma que conociera y disfrutase de lo que puede ser un amor verdadero, no el ficticio que su gente le daba y que sin darme cuenta decía en voz baja.

- ¿Nano por qué no te has enamorado de mi?

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