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Akelarre

en Gays

AKELARRE

Estábamos en lo mejor de nuestro encuentro. Habían pasado las fases de acercamiento y saludos, unas ojeadas para el conocimiento de los desnudos cuerpos, subir al cerebro los suficientes pensamientos sexuales, guarros y excitantes, para calentar y enardecer y aumentar nuestros deseos sexuales e iniciábamos la fase de caricias, besos, sobeos y elevación y endurecimiento de nuestras vergas para lanzarnos a follar locamente, como dos gays jóvenes y sanos, que se ofrecen mutuamente el cuerpo para disfrutarlo y ser disfrutado, cuando ocurrió lo más extraordinario que me ha sucedido en la vida.

Había llegado con mi amigo José a un lugar que pensé ideal para lo que pensábamos realizar. Cerca de la casa donde habito, dentro de la hacienda de mi familia, existe una pequeña colina, cubierta de suave y jugosa hierba muy verde a pesar de lo avanzado de la calurosa temporada porque posee unos aspersores de riego automáticos, a la que subo muy menudo para contemplar, vista desde aquella altura, la puesta o salida del sol, ambas bellísimas y relajantes.

En lo más alto, algún antepasado mío había plantado, en forma de penacho, unos cuantos árboles, creo eran alisas y otro había hecho, con lisas y talladas piedras, una especie de rústico banco donde me solía sentar a maravillarme de la naturaleza y que un día supe poseía una leyenda, rodeada de un cierto misterio, porque se trataba de algo infernal en la que participaban diablos, demonios y oscuras fuerzas del mal.

Fue mi abuelo el que me la contó teniendo trece años, cuando llamé banco en su presencia, aquel alisado montón de piedras.

No es un banco sino un ara, donde los demonios se reunían por la noche y celebraban sus bacanales con los jóvenes que conseguían raptar y que en este altar eran maltratados, vejados y sodomizados.

Hubo una época, de esto hace mucho tiempo, que el que debía cuidarse de las almas de esta parroquia, es decir el joven sacerdote que el obispo había enviado para cuidar de su rebaño, habiendo vendido su alma al diablo, en vez de adorar a Cristo lo hacía a Lucifer. Era un masoquista - pederasta que solo se satisfacía maltratando y sodomizando a los corderos más jóvenes de su grey y para poder conseguirlo se había aliado con los demonios que raptaban a los chicos jóvenes del pueblo, les traían aquí y sobre ese ara el sacerdote y los ángeles negros satisfacían sus pecaminosos y horrendos deseos carnales.

Me extrañó que mi abuelo me explicase tan detalladamente las acciones que sobre aquellas piedras se desarrollaron en tiempos pasados, porque siempre tenía mucho cuidado al hablar, para que yo no oyese lo que él consideraba no adecuado conocer a mi edad.

Debido a ello no seguí la conversación e intenté indagar más información sobre la leyenda demoníaca, porque no solo sabía a los trece años, lo que significaban aquellas palabras, sino una parte de ello lo había "realizado" ya y sentido en mi polla al metérsela a varios amigos del colegio. Lo que nunca sentí fue deseos de maltratar a nadie para gozar yo, eso no solo me parecía asqueroso sino totalmente reprobable e incluso castigable.

Desde entonces, cuando me sentaba allí, mirando al cielo oscurecer entre brillantes colores amarillos, rojos o naranjas o iluminarse el firmamento e iniciar el día, mientras en el horizonte iba apareciendo el brillante disco solar expandiendo luz y calor, sentía que me estaba recostando en un lugar muy especial, relacionado con las fuerzas del infierno, las vidas siderales del más allá y hechos que me hacían soñar, a pesar de no aceptarlos mi ética, en bacanales nocturnas, pollas enormes, culos dispuestos a dejarse follar, semen a chorros y placer, mucho placer sexual.

Algunas veces aquellos pensamientos calientes, prohibidos y sexuales, terminaban en una, después rechazada por mi conciencia, masturbación.

La temperatura del mes de julio era la perfecta para estar a la intemperie y poder quitarse toda la ropa sin miedo a un resfriado y el lugar aunque cercano a casa, era lo suficientemente apartado para que nadie nos viera u oyera. Corría una suave brisa, que al mover las ramas y hojas de los árboles cercanos, producía un agradable sonido que nos acompañaba y ayudaba a relajarse.

Llevábamos menos de media hora echados en el círculo de hierba que había entre los troncos y no habíamos perdido el tiempo, porque los dos, diecisiete años, sabíamos para que habíamos subido hasta allí a aquellas horas del anochecido. Nuestros cuerpos estaban ya sobados, apretados y lamidos, las pollas inhiestas, las bocas llenas de saliva y los pulsos jadeantes a la espera del acto final.

José era un nuevo amigo que había hecho en internet. Cuando le conocí tenía solo dieciséis años, pero muy bien crecidos, porque su fisonomía era la de un chaval fuerte y robusto. Me dijo era bisexual y me lo demostró contándome que tenía una novia con la que follaba muy a menudo, solía participar, porque los que participaban en las bacanales les gustaba el "instrumento" que se gastaba, en pequeñas orgías organizadas entre amigos, en las que jodían a mansalva y en los que solía haber también féminas, que quedaban tan satisfechas de los machos asistentes, que siempre estaban dispuestas a formar parte de nuevo del grupo.

Cuando tuvo confianza me confesó que la vena gay le atraía mucho más que la heterosexual y que tenía un gran deseo de poder estar conmigo toda una jornada, para conocernos más, tanto interior como exteriormente.

Según le fui conociendo pensé no le pusieron al cristianarle el nombre adecuado, se debiera haber llamado Narciso, en honor de aquel bello mancebo de la antigüedad, que sintiéndose hermoso, se quedó mirando su rostro en la superficie del agua tanto tiempo, que se convirtió en la maravillosa flor que lleva su nombre y que flota sobre la mayoría de los bonitos estanques en los mejores jardines.

No era que José se mirase mucho su cara, lo que sí se miraba era su picha. Era un admirador entusiasta de ella y en cuanto le era posible se quedaba contemplándola o enseñándosela a alguien por la cam para que poder escuchar.

- ¡¡ Qué cosa más larga, bonita y cachonda tienes entre las piernas !!.

En el principio de nuestro conocimiento esa manía de querer enseñarte la verga me pareció extraña, pero después que le fui conociendo me di cuenta, que mi nuevo amigo, necesitaba que los demás le quisieran, le admiraran por algo y él creía que lo mejor que poseía era su largo pene. Descubrí que no era eso su mejor patrimonio, sino su manera de ser, sencilla, amable, cariñosa y eso fue lo que más me gustó de él. Se lo dije y también le comuniqué que me gustaba mucho como persona y desde aquel momento nuestras conversaciones sexuales fueron más placenteras y nuestros deseos de encontrarnos fueron aumentando, hasta que le propuse acercarse a mi casa una noche, para que después, en la cima de la colina, nuestros cuerpos se encontraran y unieran.

Antes de que pasase lo que ocurrió había notado que la brisa que tanto nos había arrullado, nos estaba acercando un olor fétido, con un deje ligeramente sulfuroso, casi idéntico al que olí una vez en una fumarola de un geiser en Lanzarote o el que se expende por ciertos anos en ayunas.

Estuve a punto de decirle a José, algo desilusionado por lo que pensé era una falta grave de educación hacia mí.

Tío, no empieces a trabajar con tu trasero antes de tiempo.

El lo olió también y más comprensivo que yo, aunque pensase lo mismo de mí, preguntó arrugando la nariz

¿De dónde vendrá ese olor tan asqueroso?

Pronto salimos de dudas porque en el verde espacio en el que estábamos echados se materializaron, saliendo de la nada, viniendo del infinito, atravesando la oscuridad de la noche, varias extrañas figuras que nos rodearon de inmediato.

Eran siete los seres que moviéndose en círculo a nuestro alrededor, evitaban con sus movimientos y pasos muy complicados de baile, que pudiéramos levantarnos e intentar una fuga.

Cuando se materializaron estábamos tan dedicados a nuestros juegos amorosos, que en un principio no me asustaron e incluso pensé que el aspecto que presentaban, me parecía ser conocido.

- Yo he visto en algún sitio seres idénticos - le dije a José que estaba en aquel momento muy pegado a mí y pasando sus largos dedos por mi polla, que acariciaba suavemente para que alcanzase la máxima dureza, que por un momento había perdido.

Tardé varios segundos en ubicarles, pero recordé de pronto.

Fue en el libro de religión de segundo curso - dije en alta voz, contestando a la pregunta que me había hecho.

En aquel libro, cuando el autor quiso materializar a los habitantes de los infiernos, había pintado de esa manera a los diablos, los más bajos en el nivel social del averno. Tenían la parte inferior de su cuerpo como el de un macho cabrío que se apoyase en sus patas traseras y la superior, como un fauno o sátiro, con orejas puntiagudas y rostro cauto, malévolo y vicioso.

Los cuernos son señal de poder en esos lugares de vicio y perdición, nos decía aquel texto, por ello los diablos no los tienen y son la mayoría de los seres que viven en el infierno. Eran ángeles normales cuando se rebelaron contra su Dios, por eso algunos les llaman también ángeles negros.

Solo poseen cuernos los demonios, seres más elevados en su sociedad, que son menos en cantidad y que cuando comenzó su desafío celestial eran querubines.

El tamaño de sus astas marca el poderío de cada cual. Satán, un arcángel anteriormente, como segundo en el mando del infierno, se le veía en la figura, como un ser feísimo mezcla de varias especies, que después se las ha considerado demoníacas, con una cornamenta entre búfalo y toro de lidia y Lucifer, un serafín, según señalaba el libro, en los principios de los tiempos, los tenía normales de tamaño, pero de una forma muy especial, le rodeaban su cabeza, se parecían a los de un muflón.

Otra de las características del jefe infernal, era su pene en forma de sacacorchos, como el rabo de un cerdito, pero a lo grande. Recuerdo que comentábamos entre los estudiantes.

-¡¡ Tener una picha así debe de ser ideal para follar !! ¡¡ Entra sola !!

Aunque en los dibujos de diablos, que nos presentaba el libro de religión, obviamente no se les veía los genitales pues les dibujaban siempre de lado, lo más llamativo de las figuras que nos rodeaban, era el enorme pene que colgaba de su cuerpo. Era de un tamaño desmesurado y asustaba pensar el que alcanzaría cuando su sangre caliente se expandiese y llenase sus vacuolas, porque ahora blandos y bamboleantes mientras golpeaban la parte carnosa de sus patas, eran los de mayor longitud que nunca había visto, siquiera en fotografías de gente con elefantiasis en esa zona o los que suelen circular, enormes y no creíbles, por los foros de internet.

Los que nos rodeaban portaban en sus manos unos tridentes, que movían con facilidad, de largos mangos de caña, especialmente resistente y dura, con la punta bífida de brillante acero, con el que comenzaron a pincharme para obligarme a levantar del suelo.

En la semioscuridad de la noche miré a José que intentó imitarme, pero a él no se lo permitieron, por lo que continuó desnudo acostado sobre la hierba a la espera de que dispusieran de él. Presentaba un rostro desencajado, marcado por el terrible miedo que aquella aparición le había ocasionado, probablemente idéntico al que él contemplaba en mí.

Siguieron azuzándome con las puntas de sus largos tenedores, hasta que pude salir a trompicones y ayudándome de las manos, del círculo que los siete diablos formaban, Me obligaron posteriormente a base de puyazos, que formaban puntos rojos en mi cuerpo, a llegar y apoyarme en uno de los árboles cercanos.

Cuando mi espalda quedó pegada en su corteza y no pude retroceder más, uno de ellos, me pareció era el que tenía el "péndulo" más grande y que mandaba sobre el resto, se me acercó inquisitivo.

Se había echado el manto de la noche sobre la colina pero una enorme luna, que había ido elevándose por el firmamento, alumbraba suficientemente la escena. Cuando el diablo se puso a escasos centímetros de mí, noté se incrementaba el olor a sulfumán, hasta casi cortarme la respiración, aunque temeroso, no mostré ningún rechazo hacia su presencia.

Mientras su simiesca cara me inspeccionaba, comprobando de arriba abajo mi desnudez, ordenó a un compañero apoyase su doble pincho sobre mi estómago para evitar me moviese y alargó la mano hasta asir mi polla, que con el susto se había empequeñecido, hasta casi desaparecer entre el vello púbico, la sopesó poniendo una cara de desprecio supremo y la escupió al final de su observación, dejándola caer como se arroja algo no válido, minusvalorando su pequeño tamaño y haciendo ademán de que aquello no servía para nada.

Su salivazo cayó en medio de mi verguita, en la sentí como si algo ardiendo hubiese contactado con ella. No me fue posible mirar si me había dejado marcas o quemaduras, porque el tridente sobre mi cuerpo me prohibía moverme.

Ordenó después a uno de los que formaban el círculo, que había permanecido cuidando de que mi amigo no se moviese, me diese la vuelta e inspeccionase detenidamente mi culo. Este lo tanteó con sus extrañas manos, frías al contacto pero quemantes al cabo de un rato, lo sopesó después, separó las dos nalgas, olisqueó mi agujero, que con el miedo no sé cuanta limpieza presentaría y creo que no le pareció del todo despreciable esta parte de mi anatomía, porque después de cuchichear con el jefe en un aparte, me ataron con las manos al árbol donde me apoyaba, dejándome como segundo plato a degustar posteriormente, en caso de no quedar satisfechos al probar el cuerpo de mi amigo.

De estas comprobaciones mi ego quedó maltrecho. No he podido presumir nunca de picha grande ante mis compañeros, aunque tampoco me parecía, cuando nos la enseñábamos y medíamos en el colegio, que hiciese tan mal papel, pero el desprecio con que la miró aquel asqueroso y horrible bicho, me dejó con la moral por los suelos. El que mi agujerito y culo hubiese pasado el examen, con un aprobado mínimo, no me sirvió para elevar mi auto estima

Mientras esperaba atado en el árbol, pensé para calmarme, que prefería mi "pingajo" a aquel enorme trozo de carne que les colgaba y bamboleaba a ellos. Tendría que ser muy incómodo en la vida de un humano "calzar" algo tan grande. Pudiera ser que muchos pusieran su anatomía a tu disposición, pero serían más los que huirían, tapándose el culo, al verlo empinado y dispuesto delante.

Aunque no tenía el menor deseo de servir carnalmente a aquellos seres infernales, al comprobar como había sido tratada mi virilidad, como si fuese algo despreciable e inservible, cuando debiera alegrarme de ser rechazado, me dolió mucho internamente. ¡¡ Hasta para un demonio, que puede causarnos problemas, queremos que nuestra sexualidad sea apetecible !!. Así somos algunos de vanidosos con nuestros "apéndices".

Me dejaron allí atado y abandonado y el grupo entero volvió a rodear a mi amigo, que seguía permaneciendo en cueros, asustado, caído en el suelo de hierba. Lo elevaron sin pincharle y el asqueroso ser que había despreciado mi polla de aquella manera tan ruin, realizó con él la misma maniobra que había hecho conmigo.

Al ver lo que se desarrolló posteriormente, ante mis ojos, allí cercano, durante la auscultación de José, me sirvió para desalentarme aún más y dejar mi hombría sin una pizca de valoración y ánimo sexual posterior.

José, al notar que aquellas delgadas, huesudas, frías y oscuras manos, tocaban su verga, consiguió que se alargase de tal forma, que empezó a causar admiración entre aquellos cabrones, cuyos enormes "ciruelos" se les iban empinando a la vez por mimetismo.

Cuando la inhiesta polla de mi compañero alcanzó toda la longitud de que era capaz, apareció entre sus piernas un "carajo" digno de admirar. Era un falo de 25 centímetros, gordo, derecho y muy tieso, lo que dejaba asomar a la luz de la luna, clavado en su bajo vientre.

No tenía parangón con la menor de las vergas de los diablos, porque la más pequeña calculé mediría casi 35 centímetros y le doblaba en gordura. ¡¡ Con señalar que el glande de cualquiera de aquellos "mandobles" infernales era mayor que mi enana y ahora escondida pollita, aunque ésta luciese en todo su esplendor !!.

Me pareció observar que el tamaño de la pija del otro humano que habían apresado, les estaba entusiasmando, porque lo que enseñaba a las estrellas mi amigo, comprobaba era de total satisfacción de aquel grupo, por los gestos de excitación y lascivia que hacían, moviendo de arriba a bajo sus penes endurecidos, intentando acercárselos a él para que se los tocase o por lo menos rozarlo contra su cuerpo.

José, al contrario que yo, estaba contento de la nota obtenida en el examen de sus genitales, pavoneaba de ello y frotaba de vez en cuando su polla, para que no se enfriara y perdiese tamaño. Giraba sobre si mismo, en el centro del círculo herbáceo, como vi hacía un pavo real en un parque cercano para que todos admirásemos su cola, y José para que todos los diablos admirasen aquella estaca que poseía y que tanto le entusiasmaba exhibir.

No sentía en absoluto envidia y pensaba además malévolo, que al ganador en esta ocasión, solo le iba a reportar que fuese el elegido para satisfacer los bajos instintos de nuestros captores y yo no deseaba ser el elegido.

De pronto palidecí, porque me di cuenta que la situación que estaba pensando para posteriori, podría ser totalmente al revés, Al recordar que a José no habían mirado el culo, sino solamente la polla, podría deducirse que él sería elegido para follarles y yo lo sería para ser follado.

El pensar que era virgen, porque siempre fueron activas mis actuaciones sexuales, en las medidas que alcanzarían aquellos penes empinados y que seres del averno fuesen los primeros que abriesen, con su enorme vergajo, mi cerrado y aún impoluto agujero, me hacía sudar sangre. ¡¡ Cuando acabase la noche, rotos todos los hímenes y puertas de mi ano, entraría por mi trasero un brazo entero, como vi una vez ocurría en un video en internet !!.

La orgía estaba a punto de empezar, parecía que nuestros captores tenían prisa por gozar sexualmente aquella noche. Hasta la brisa pareció estaba de su parte porque comenzó a soplar más fuerte moviendo las ramas de los árboles e incrementando el suave sonido de sus hojas. Mi corazón saltaba en mi pecho y mis sienes palpitaban asustadas de lo que presentía iban a realizar.

Me tranquilicé algo al comprobar que los actos carnales de aquella noche se iniciaban con José, que debería follarles uno por uno, porque se colocaron en fila al lado del ara, sobre cuya superficie, se había tumbado boca a bajo el que presumía de jefe. Mi amigo fue invitado, de una manera suave, pero autoritaria, a echarse encima de aquel cuerpo semi cabrío y humano.

Sabedor de que era el actor principal de aquel rito sexual, se irguió, enseñó su enorme polla a los que estaban de espera, solo le faltó dedicar su actuación, como suelen hacer los luchadores de greco-romana y se lanzó sin dilación o espera encima del cuerpo que estaba tumbado, enseñando la parte trasera de su cuerpo, acostado sobre la lisa piedra.

Buscó el agujero del diablo, porque no creo sabía bien donde estaba y cuando lo encontró, sin preparación alguna de saliva o vaselina que le ayudara, le lanzó, con su erguida y dura verga, tres embestidas seguidas, que le hicieron penetrar toda su polla hasta dentro de las entrañas del jefecillo que chilló enloquecido a la noche.

No pude por menos de admirar la manera de follar de José, demostraba ser experto en estas lides, porque se movía de tal manera, le hacía salir su largo pene del agujero del diablo y entrar de nuevo apretando y haciendo fuerza, que el follado comenzó a berrear de tal manera, que daba hasta grima oírle. Parecía que los berridos que lanzaba no eran de placer sino de dolor, aunque no debiera ser de esta manera, por la cara del resto de los que esperaban, que mientras, frotaban sus penes con sus negras, gélidas y peludas manos y se les caía la baba, de sus abiertas bocas, a chorros.

Desde donde yo permanecía amarrado, veía la punta del pene del jefe asomando por uno de los lados de su pata y cuando por allí comenzó a salir chorros y más chorros de leche blanquecina, el primer diablo follado, se levantó muy satisfecho para dejar el lugar a otro.

El segundo se colocó de rodillas sobre la piedra dejando el culo en altura. Creo que José no se había corrido en este primer ataque por lo que su polla estaba más dura y larga que al inicio. Empitonó aquel culo porque ya sabía donde estaba el agujerito de entrada y se lanzó, más fuertemente que la vez anterior, a "coger" aquel diablo. Me pareció que mi amigo disfrutaba como nunca lo había hecho antes del folleteo que estaba realizando, porque él también gritó, chilló y lanzó grandes alaridos, a la vez que el follado diablo, que gracias a la distancia de mi casa, no subió alguien hasta lo alto de la colina por ver lo que pasaba.

Cuando salía la semilla a grandes chorros de la polla que de este segundo cogido, que también estaba a mi vista, noté que José se estremecía y convulsionaba, ¡¡ Se estaba derramando por vez primera !! y por la manera que lo hacía, el gozo que debía de sentir era superior al que disfrutó otras veces.

Por la manera que cada uno elegía para colocarse sobre el ara, recordé un grupo de bailarines de un tablao que vi retransmitido por la televisión. Cuando uno terminaba su actuación, salía otro que efectuaba un baile completamente diferente y así respectivamente hasta que actuaba el último.

El tercero eligió la postura de lado, quedó mirando hacia mí y me animó ver los movimientos que hacía aquella terrible y dura polla como la piedra, arriba y abajo, bailando en el aire de una manera completamente a su albedrío, al sentir en sus interiores los movimientos de mi compañero, que aun tenía ímpetu para follarlo debidamente. Cuando se corrió y salió por la punta de su glande, casi medio baso de los de agua de lechecita, sentí avergonzado, de que de mi pollita saliese solamente apenas unas "gotitas" de semen porque el ver la escena me había hecho correrme.

Después del cuarto que se colocó con la espalda apoyada en la piedra y las piernas levantadas dejando al aire su agujero, dejaron descansar un poco a mi amigo. Temí entonces que entrase yo en escena, pero me tranquilicé cuando se reunieron en grupo y se dedicaron a hablar entre ellos. Noté como si los que habían follado estuvieran diciendo a los tres restantes que otro día podrían hacerlo ellos y estos se quejaban moviendo negativamente sus brazos no aceptando la sugerencia.

El que mandaba el grupo se acercó a José, le acarició un momento la polla, para comprobar si estaba en disposición de seguir y éste que se lo estaba pasando como nunca, creo le dijo que deseaba continuar, porque uno de los que no lo había hecho, se tumbó sobre la piedra, de las misma manera que lo había hecho el jefe, a la espera de ser follado.

La verga de mi amigo se incrustó en su cuerpo, le volteó, le movió y le atravesó de tal forma que le hizo chillar y berrear en la noche y después correrse como a sus compañeros y así ocurrió de nuevo con el sexto, al que José hizo pasar unos momentos agradables cuando se corrió dentro de su cuerpo y siguió moviéndose hasta que lo hiciese él, de forma que al pobre diablo le tuvieron que retirar después de derramar su jugo, entre dos compañeros, porque estaba tan convulso y agotado por los nervios, que no acertaba ni a andar.

Me pareció que éste y el último que se iba a colocar sobre el ara, era la primera vez que un mortal se la metía en su trasero, por los nervios que durante todo el tiempo que duró la ceremonia manifestaron y porque creo que ambos, se habían corrido mientras sus compañeros estaban siendo follados, por lo menos dos veces.

Vi perfectamente, desde donde estaba atado, todo lo que ocurrió a continuación. Un viento que venía de dirección norte, mucho más sulfuroso que el que habíamos olido hasta entonces, fue el preludio de la aparición de dos demonios, de cuernos y rabo bastante desarrollados. Cuando los diablos les vieron, quedaron tiesos como estatuas, asustados, tomando su rostro un color verde fosforescente. El que estaba tumbado ya en el ara, en una postura un tanto comprometida, no sabía por donde huir de ella y se había dejado caer hacia un lado con la polla de pronto más blanda que la de un abuelo en una bañera.

Los dos aparecidos, que se les apreciaba fácilmente eran jefes superiores, les lanzaron una especie de dardos que salían de sus dedos extendidos y los diablos de la bacanal fueron desapareciendo de nuestra vista. Antes de marcharse, uno de ellos lanzó algo extraño también sobre mi amigo, que quedó caído en el suelo, falto de conocimiento.

Me asusté al verle allí sobre la hierba, temiendo lo peor de aquellos terribles demonios que habían desaparecido esfumándose en el aire, dejando un nuevo olor fétido, asqueroso y azufrado. A mi no me hicieron caso o fue que no me vieron, porque me pegué lo más posible al árbol para disimular mi existencia.

Hasta ese momento no había intentado soltarme pero ahora inicié la tarea lo más rápido posible para poder ayudar a José que permanecía como muerto, caído en el suelo de hierba verde, al lado del ara. Pude soltarme y corrí a su encuentro, quedando tranquilizado porque noté que respiraba compasadamente aunque un poco agitado, cosa que consideré normal después la noche tan ajetreada que había pasado.

Me senté a su lado y lo estuve acariciando hasta que recobró el conocimiento. Cuando fue consciente de nuevo de lo que decía, se disculpó.

Lo siento no hemos podido hacer lo que veníamos a ejecutar. Si quieres túmbate en el ara y te follo también a ti - me dijo compungido de no haberme dado la felicidad que pensaba, pero dispuesto a usar de nuevo su falo.

No, amigo mío, es casi de día y no voy a permitir que trabajes más por esta noche - le interrumpí, no queriendo decirle que era yo el que pensaba follarle a él esta noche.

Sentados en el suelo, apoyada nuestra espalda en el ara, asistimos a la salida del sol que aquel día me pareció más maravillosa que en otros días pasados. Los rayos de color amarillo, los primeros que aparecieron por el este, se fueron uniendo a los de color anaranjado y después a los violeta y rosa, que el disco iba extendiendo por el horizonte hasta formar un haz que cubrió totalmente el firmamento entero iluminando la tierra a la vez que nuestros rostros, que sonrientes se extasiaban ante aquella sublime visión.

Mientras mis manos acariciaban las suyas, le recordé desnudo, exhibiendo al manto de estrellas durante la noche, aquel enorme falo que poseía, follando incansable a los diablos de una y mil maneras y convencido de que sería él quien elegiría para que me desflorara, le dije.

No te vas a salvar de que otra noche me folles hasta que berree más fuerte que esos diablos.

José me sonrió complacido.

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