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La tienda (2: la poción)

en Control Mental

Aunque recomiendo leerse la primera parte, la resumiré para aquellos y aquellas que no lo hayan hecho: Natalia llevaba dos días sin poder dormir por culpa de una pesadilla. Sin embargo, en una tienda nueva compra una poción que parece curarla de las pesadillas. Ahora, en sus sueños, su profesor de matemáticas se la folla una y otra vez, sin que ella pueda (ni quiera) evitarlo. La joven comienza a cultivar un miedo irracional a perder esa poción, miedo alimentado por los poderes oscuros del señor Toni Sempere Imoy, el que le vendió la poción. La noche anterior a lo que ahora se relata, ella consigue hacer que su padre se excite sobremanera, lo que más adelante será algo importante.

La mañana se despertó como cualquier otra. Los primeros rayos de sol se colaban por la ventana cuando el despertador restalló en el silencio de la habitación de Natalia. Natalia se despertó a regañadientes. Soñaba que se la estaban follando veinte hombres y estaba disfrutando como nunca. Miró a su cajón antes de vestirse, aún con el miedo de que alguien le hubiera quitado su poción. "Estúpida señorita. La poción es lo que menos te tendría que importar que te quitaran. ¿Ya sabes lo que te robó el señor Sempere?" Natalia no se podía sacar la voz de su abuela de la cabeza.

- ¡No! Y no me importa lo que me haya quitado. Ahora puedo soñar.- Natalia se vistió luchando para que esa voz no volviese a hacer acto de presencia.

Miró hacia el final del pasillo, donde estaba el cuarto de sus padres. Su padre ya se había marchado a trabajar hace horas, y su madre dormía plácidamente. Natalia sabía por qué estaba tan cansada, los había oído follar esta noche, y por los gemidos de su madre se podía comprobar que su padre no lo hacía nada mal. Natalia se preparó el desayuno, cogió la mochila y se dirigió al instituto. El día pasaba lento, muy lento. Cada clase parecía que durase días. Filosofía, inglés, castellano, tecnología, historia… las cinco horas de la mañana eran insufribles para Natalia. Y aún le quedaban dos horas por la tarde. Física y… matemáticas. Tenía ganas de ver al señor Gonzalves. Tenía ganas de saber cómo reaccionaría su cuerpo cuando entrara ese hombre que llenaba sus sueños de humedad. Al final, como si de las cornetas del apocalipsis se tratara, el timbre marcó el final de la clase de física a la cual Natalia no había prestado atención. Después de tres minutos escasos, el señor Gonzalves apareció por la puerta con sus pantalones de pana y su chaqueta de tweed. Sin embargo, el cuerpo de Natalia no reaccionó de ninguna manera. La joven estaba confundida, había esperado un subidón instantáneo de hormonas, que su sexo se mojara y que sus pezones se pusieran como dos rocas en cuestión de microsegundos. Pero nada de eso había pasado. El cuerpo de Natalia reaccionó con completa indiferencia, como si el que había entrado por la puerta hubiese sido el perro del vecino y no el hombre que la había sodomizado en sueños.

La mente de la adolescente trabajaba a marchas forzadas para comprender lo que le había pasado. Quería saber qué hubiera sido lo normal, que las bragas se le hubieran mojado cuando el profesor hubo entrado o que el hombre de sus sueños hubiese sido un galán de telenovela. Se pasó toda la clase enfrascada en su dilema sexual hasta que la voz del profesor la sacó de su ensimismamiento.

- ¡Señorita Rivelles! ¿Ya ha vuelto del maravilloso mundo de "Superpop" o espero cinco minutos más a que su cerebro diminuto pueda captar mi atención durante una mísera hora?

Todos los alumnos se rieron de la burda ironía del profesor. Todos miraban a Natalia con una sonrisa en la boca, y la joven tuvo cierta sensación de déja-vu. La joven se sintió dolida, indignada por el comentario incisivo del profesor.

- Tu puta madre…- Natalia lo susurró bien bajito, lo suficiente para que sólo lo entendiera su compañera de pupitre, que tuvo que taparse la boca para que el profesor no le viera la sonrisa que había brotado.

- ¿Puede repetir lo que ha dicho?- Natalia de repente se sintió como en el sueño, incluso miró su cuerpo para cerciorarse de que seguía vestida. Natalia negó con la cabeza. Lo que aumentó la indignación del profesor.- Veo que va a tener que quedarse después de clase para disculparse por su comportamiento.

- ¡NO!- Natalia lo dijo sin pensar, según le salí.

- ¿Qué ha dicho? ¿Se atreve a llevarme la contraria?- La clase aguantó la respiración. Era un duelo a vida o muerte y Natalia tenía todas las de perder.

- Lo-lo-lo siento…- Natalia bajó la cabeza, y toda la clase supo quién había ganado.

- Está bien, después de la clase quiero que se quede.- la joven asintió displicente con la cabeza.

El profesor siguió dando la clase y Natalia se sorprendió al comprobar que sus braguitas estaban mojadas. Estaba excitada, la excitaba sentirse bajo el poder del profesor, algo que nunca la había pasado. Siempre había sido muy independiente, no solía admitir ninguna intromisión en su vida, fuera de quien fuera. Sin embargo, ahora le gustaba sentirse una muñeca de trapo en las manos de alguien… "¿Todavía no sabes lo que te ha quitado el señor Sempere?" la voz de su abuela volvió a surgir de la nada y Natalia estuvo todo el resto de la clase perdida entre la voz de su conciencia (la de su abuela) y la voz de su miedo y su sexo (cada vez más parecida a la del señor Sempere).

La clase acabó, y todos sus compañeros se levantaron para marcharse. La miraban mientras recogían sus cosas. Natalia no se movía. Estaba en el pupitre sin moverse, esperando a quedarse a solas con su profesor. Después de cinco minutos, la clase se vació a excepción de ella, el profesor, que seguía sentado en su mesa sin hacer caso a nada ni nadie, hojeando unos libros que traía, y un compañero que aún no había acabado de recoger sus bártulos, cosa que hacía muy lentamente para intentar enterarse de algo de lo que seguro iba a pasar entre su compañera y su profesor.

- Señor Marín- el profesor comenzó a hablar sin siquiera levantar la mirada de su libro.- ¿Se le ha perdido algo o está esperando a que cierren el colegio?- El joven aceleró entonces sus movimientos y salió de la clase con una mueca de fastidio.

En la clase sólo quedaban Natalia y el señor Gonzalves. De repente, una voz en el interior de Natalia comenzó a hablarle:

- Vamos Natalia…- no se sorprendió de que fuera la voz del señor Sempere.- Levántate y cierra la puerta. Disfruta de la compañía de tu profesor, ámalo, deja que te folle… Vamos, levántate y cierra la puerta.

La obediente alumna lo hizo. Cerró la puerta de la clase y se giró hacia su profesor. El señor Gonzalves la miraba sin expresión en la cara.

- Venga acá, señorita Rivelles.- Natalia se acercó al profesor. Poco a poco, mientras caminaba, su andar se hizo más insinuante, más provocativo, e incluso se pasó la lengua sobre el labio superior para comprobar la reacción que provocaba en su profesor.

Sin embargo, el señor Gonzalves no se movía, era una estatua que esperaba a Natalia con una cara neutra. Natalia se iba acercando más y más, e incluso desabrochó tres botones de su blusa para dejar al descubierto un escote muy sensual. Nada parecía cambiar en el señor Gonzalves.

- Señorita Rivelles, ¿Sabe por qué está aquí?

Natalia no contestaba, aunque sabía por qué estaba allí. Estaba allí por que estaba cachonda como una perra y quería follarse a su profesor. Necesitaba que ese hombre se la metiera como en sus sueños.

- Vamos, profesor… ¿No me irá a castigar? ¿Verdad? ¿No podemos llegar a un acuerdo?- Natalia hablaba con una voz sensual, la misma que había usado esa madrugada con su padre. De repente, el señor Gonzalves se levantó y se puso a veinte centímetros del cuerpo de la joven. La cogió del pelo y le echó la cabeza hacia atrás, haciendo que los pechos de Natalia se hincharan más por debajo de la blusa.

- ¿Te crees, puta, que me vas a dominar con tu estúpida actuación?- la voz del señor Gonzalves ganó en gravedad y fuerza, pero a Natalia le pareció lo más semblante posible al sonido de una serpiente. Por primera vez, tuvo miedo. Se sintió como la estúpida de Pandora que destapó una caja y se vio rodeada de males y demonios. Eso era lo que había hecho ella. Había destapado una caja de Pandora que amenazaba con acabar con ella. "Te vas acercando, pero aún no sabes lo que te ha quitado ese tal Sempere". Su abuela parecía no querer marcharse de su cabeza.

- Eh… no… ay… me haces …daño.- Las palabras de Natalia sonaban tan confundidas como su propia mente. El señor Gonzalves la empujó y la tiró al suelo.

- Eres una puta… y sí que te voy a castigar, puta.- Su profesor pugnaba por quitarse el cinturón, mientras Natalia lo miraba a medio camino de la pasión y el miedo. La joven le miró a la cara. Ese no era su profesor. Tenía el labio superior echado hacia arriba, y enseñaba sus dientes, ligeramente amarillentos. Su cara iba tomando tintes rojizos y sus ojos no eran los de siempre. No recordaba que los ojos de su profesor fueran así, sin embargo, esos ojos le resultaban familiares… "Señorita estúpida… ¿Todavía no lo sabes?". ¡Claro! Esos eran los ojos del señor Sempere, ¿pero cómo habían llegado hasta su profesor?

El señor Gonzalves por fin consiguió deshacerse de su cinturón y comenzó a bajarse los pantalones. Los calzoncillos se le hinchaban en un violento ángulo. Su polla mediría lo menos dieciocho centímetros, por lo que se podía dejar traslucir. Entonces sí, Natalia tuvo miedo e intentó escapar. Sin embargo, otra vez, como en el sueño, su cuerpo dejó de responderla. Volvió a quedarse como una observadora de todo lo que pasaba. Vio como su cuerpo se abalanzaba a los calzones de su profesor y cómo se los bajaba. A la vista quedó una buena polla erguida sobre un matorral de pelo negro. Se lo metió en la boca y comenzó a mamarlo con glotonería. Su maestro puso sus manos en su cabeza y comenzó a dirigirla. Natalia no se negaba, en ese momento era lo más parecido a una muñeca hinchable sin voluntad con la cual podría hacer todo lo que quisiera.

Su boca engullía una y otra vez la polla del señor Gonzalves. Natalia interiormente se revolvía de asco ante lo que su cuerpo estaba haciendo. "No puedes irte, Natalia. Si ahora te vas la poción perderá su efecto. Si te vas volverás a soñar con esa cara de la que huyes. Y ten por seguro que si te vas haré todo lo posible por que esa cara te atrape y no te suelte… JAJAJA" La voz del señor Sempere tronó en su cabeza. Ahora Natalia sabía que no tenía opción. Había abierto la caja de Pandora y tenía que dejar que todos los demonios se la follaran hasta quedar agotados.

El profesor sólo gemía y gemía de placer mientras veía su polla desaparecer entre los labios de su alumna. Quizá Natalia no lo sabía, pero él tampoco podía irse. Quería pero no podía. Ahora simplemente estaba viendo su vida a través de sus ojos y no podía mover su cuerpo. Los labios de Natalia empezaron a acariciar con gusto el glande del hombre, mientras su lengua jugueteaba con el ojo de su polla, ese ojo que la miraba directamente y que estaba ansioso por ver sus interiores.

La escena era morbosa. El profesor desnudo de cintura para abajo y la alumna chupándole el rabo. De vez en cuando, se sacaba el miembro de la boca y pasaba su lengua por toda su extensión, desde la punta a los testículos, para acabar metiéndoselos en la boca uno por uno. Su boca hacía las delicias de su maestro mientras la cadera de éste iba adelante y atrás, sincronizada con la cabeza de Natalia. Después de varios minutos, el señor Gonzalves se corrió dentro de la boca de su alumna. El cuerpo de la adolescente no dejó que se escapara ninguna gota, deslizándolas todas hasta el fondo de su garganta. Sin embargo, tanto Natalia como su profesor sabían que esto no había acabado, y tuvieron la ratificación cuando el señor Gonzalves alzó a Natalia por los hombros y la tiró boca abajo encima de la mesa. Él estaba a sus espaldas, con lo que le agarró su pantaloncito corto y se lo bajó hasta los tobillos acompañado de las bragas. A la vista quedó un culito respingón, con nalgas prietas y duras, que el profesor se lanzó a mordisquear. Natalia chillaba de dolor mientras ese hombre clavaba sus dientes sin niguna compasión en su culo, pero también reconoció que se estaba excitando, y mucho.

Natalia no sabía qué iba a hacer su profesor, pues acababa de eyacular y no se le veía el hombre más potente del mundo, capaz de echar dos polvos en un momento. Sin embargo, cuando oyó el cajón del profesor abrirse y vio lo que sacaba de él, su mente hizo todo lo posible por escaparse de allí, pero no podía. El profesor tenía e sus manos un escalímetro, una especie de regla larga con diferentes escalas de medida y que tenía un perfil de una estrella de tres puntas. Natalia ahogó un grito de terror. Esa regla medía casi medio metro de longitud, y cada uno de los extremos de la estrella de tres puntas podía medir cinco centímetros fácilmente. Natalia sabía por dónde quería su profesor metérsela, y eso la llenó de miedo. Sin embargo, aún tenía más miedo de perder la poción, con lo que no se movió de allí. Su profesor comenzó a meterle un dedo en su ano, y Natalia tuvo un acceso de dolor. No obstante, sentía también un placer intenso, que se agravó cuando el señor Gonzalves metió dos dedos, primero, y luego tres. Natalia se sentía morir de placer. No quería que esos dedos se movieran de allí, pero lo hicieron. Los dedos se apartaron y dejaron la entrada libre al escalímetro. El ano de Natalia estaba dilatado, pero no lo suficiente, así que cuando el profesor introdujo de golpe más de veinte centímetros en el esfínter de Natalia, ésta gritó de dolor, llenando la estancia con un grito que retumbaba en los oídos.

- ¡AAAAAAAAAYYYYYYYY!

Además de su longitud, y de que su forma no eran las más adecuadas para penetrar un ano, el señor Gonzalves lo metió sin preocuparse por la receptora, aunque por dentro de su mente una vocecilla aún decía "¿Qué estás haciendo?". El profesor comenzó a hacer girar la regla en el ano de Natalia, que estaba envuelta en espasmos de dolor. Sin embargo, no se podía mover, el señor Sempere ya se lo había dicho. Si se movía volvería a sufrir esa horrible pesadilla, y a lo peor ya no podía huir. Poco a poco el dolor se fue desvaneciendo, Natalia no sabía si por que su dolorido ano se estaba amoldando al intruso o por que su mente comenzaba a hundirse en sombras y empezaba a separarse del cuerpo.

- aaaammmmm- la joven comenzó a gozar.- aaaahhh sí. Síiiii. Oooommmmmm.- El señor Gonzalves metía y sacaba más de veinte centímetros del instrumento, haciéndolo girar para aumentar el dolor y el placer.

El profesor sacó la regla del culo de la joven, manchada de heces y sangre. Su pene volvía a plantarse bien duro sobre su base de pelos, y arrastró a Natalia hacia él hasta que sus piernas quedaron colgando de la mesa del profesor. Dirigió su pene hacia el malogrado esfínter de Natalia y lo introdujo sin problemas. Su joven alumna ya había perdido la noción del tiempo y del espacio entre las brumas del dolor. Ya no sabía por qué estaba allí, ni cómo había llegado. Sólo sabía que su culo le dolía horrores y que no se podía marchar aunque quisiera. Otra intrusión. Natalia quería observar lo que ocurría a sus espaldas, pero el dolor la había dejado tan jodida que sólo alcanzaba a girar un poco la cabeza. Era como un sueño, no se sentía allí. Se sentía lejos muy lejos, y no en la mesa del profesor, siendo brutalmente sodomizada por este. Podía ver la cara desquiciada de su profesor mientras su culo se doblegaba a sus embestidas. Sin embargo, no podía evitar excitarse siendo tratada como una puta por alguien.

Sus pezones estaban rígidos, y por el rabillo del ojo pudo ver cómo se formaban dos marcas de sudor en forma de dos manos, en el mismo sitio donde ella las había puesto en el sueño. El señor Gonzalves aceleraba sus movimientos, y Natalia se veía envuelta en un orgasmo tras otro, sin saber por qué. "¿Todavía no lo sabes, señorita?"... Con un último empujón, que le hizo a Natalia clavarse el borde de la mesa en sus muslos, el profesor se corrió dentro de ella. Se salió de ella y se quedó sentado en la silla. Por segunda vez, como en el sueño, Natalia quería más y más. Se tumbó boca arriba sobre la mesa y comenzó a masturbarse frente a la mirada perdida del profesor. Al igual que en el sueño, comenzó a gozar enseguida. Sin embargo, el dolor en su ano seguía presente, y cuando vio la regla en el suelo se sorprendió de que eso pudiera haber entrado en su pequeño culo. Sin embargo lo había hecho, y Natalia se excitó sólo de pensarlo. Después de correrse otras dos veces encima de la mesa del profesor, mientras este la miraba con aire ausente, Natalia cayó rendida sobre la mesa. Se subió las bragas y los pantalones a su sitio, e intentó hacer responder al profesor.

- profe… responda…- Natalia chasqueó los dedos varias veces ante la cara inexpresiva del profesor antes de que este respondiera.

- ¿Qué…? ¿Qué ha pasado?- estaba confuso

- Y aún lo pregunta…- Natalia hizo levantarse al profesor para volverle a subir los pantalones y la ropa interior que tenía por los tobillos. Después de obligarlo a volver en sí, puesto que necesitaba que él le abriera la puerta del colegio cerrado a cal y canto. Avanzaban por el pasillo uno al lado del otro, pero sin hablarse. El profesor aún repetía por lo bajo una y otra vez "¿Qué he hecho?". Sin embargo, cuando abrió la puerta y el aire de la tarde le abofeteó la cara, otro pensamiento enterró al anterior. "La foto". La foto firmada de Julio Rey Pastor y Albert Einstein. Alguien habría entrado en su casa y se la habría quitado. Sin despedirse de la alumna a la que acababa de sodomizar, salió corriendo hacia su coche y arrancó haciendo rechinar las ruedas. Natalia contempló la historia con aire divertido. "Se ha vuelto loco", pensó… "¿Y es el único que ha perdido la cordura, señorita?" la voz de su abuela volvió a surgir de su mente.

Cuando Natalia llegó a su casa, tuvo que acatar el consiguiente castigo por llegar dos horas tarde sin haber avisado. Quizá dos días antes hubiera protestado enérgicamente esa decisión y se hubiera inventado una excusa más que razonable, pero en ese momento se sentía sumisa y quería aceptar todo lo que dijeran. Sin embargo, se mostró indignada y se encerró en su cuarto fingiendo una rabieta, más que nada por guardar las apariencias. No quiso salir a cenar. Tenía en sus manos la botella y estaba extasiada mirándola. Eran ya las once de la noche cuando Natalia se tomó otro trago y se dispuso a dormir. Sin embargo, nada más guardar la poción y tumbarse a la cama, alguien tocó a la puerta.

- Natalia, abre, soy yo.- era la voz de su padre. Natalia se sorprendió y descorrió el pestillo.

Su padre entró y se sentó a su lado en la cama.

- Verás Natalia. Sé que a lo mejor el castigo te parece excesivo, pero tenías a tu madre muy preocupada...- Natalia empezó a sentir que perdía el control de su cuerpo, a la vez que volvía a alzar su mano para acariciar la cara de su padre como había hecho la noche anterior.

- ¿Sólo mamá estaba preocupada?- Natalia se esforzó por sonar lo más coqueta posible.

- No-no claro. Yo también estaba preocupado.- El padre de Natalia no se reconocía. Ese contacto de la mano de su hija en la mejilla lo había puesto caliente. Natalia vio el bulto del paquete de su padre y siguió con su juego.

- ¡Qué bueno eres papá!- Natalia se le echó al cuello y lo besó efusivamente en la mejilla, para luego ir deslizando su lengua hacia la boca de su padre. De repente, se separó de él bruscamente- Lo-lo siento, no sé qué me pasó.- Natalia siguió con su actuación.

- Tranquila hija…- su padre no quería levantarse. Tenía el pene demasiado erecto para que no se le notara al levantarse, así que se quedó sentado.

- ¡es que eres tan bueno!- Natalia volvió a abrazar a su padre premeditadamente, haciendo que su cuerpo chocara con la dureza del falo del señor Rivelles.- Umm, ¿Qué es esto?- la joven metió una mano por dentro del pantalón de su padre, y agarró con habilidad el tronco del mismo.

- ¡Natalia!- su padre intentó moverse, pero no podía. Había perdido el control de su cuerpo.

- Vamos papá… sé que tú lo quieres tanto o más que yo.- Natalia bajó varios centímetros los pantalones de su padre, hasta que su miembro se alzó sin impedimentos. Bajó su boca, y empezó a besar el glande de su padre.

- ¡No! ¡Natalia! ¡Por favor! ¿Qué haces?- el señor Rivelles quería huir de allí, pero sus piernas estaban en huelga. Sorprendido, su cuerpo comenzó a responder a las caricias nada inexpertas de su hija. Un gemido de placer se escapó de sus labios, mientras su mente caía en una bruma que le vaciaba de moralidad. "Vamos, Pablo. Ayer pensabas en tu hija mientras te follabas a tu mujer… ¿de verdad es esto tan malo? Relájate y disfruta" dijo una voz desconocida en su mente. Si esa mañana hubiera entrado en la tienda tal y como pensó y no hubiera pasado de largo, tal vez hubiera reconocido esa voz como la del señor Sempere.

De repente, la mente de Pablo Rivelles comenzó a hundirse en una neblina que le impedía distinguir el bien y el mal. Simplemente se tumbó en la cama, y dejó que su hija siguiera chupándole el rabo. La boca de Natalia subía y bajaba con rapidez, después paraba un momento para que su lengua comenzara a acariciar el glande de su padre y volvía a la carga. Pablo no estaba en sí. Su cuerpo no respondía a su cerebro, aunque a su cerebro si que llegaba la información de su cuerpo. Estaba gozando, como nunca había gozado. Natalia comenzó a desvestirse, sin dejar de lamer la polla de su padre. Cuando estuvo desnuda, se colocó encima de él, colocando su polla a pocos milímetros de su sexo. Durante un momento pensó en metérsela por el culo, pero la voz del señor Sempere volvía a su mente. "Vamos, Natalia. Ya habrá tiempo para eso. Hoy ya has tenido tu sesión de sexo anal, regálale a tu padre la humedad de tu coño" la joven obedeció, y se introdujo la verga de su padre en su vagina caliente. Los dos ahogaron un suspiro de placer.

La puerta se cerró sola y el pestillo se corrió, bloqueando la salida, pero a ninguno de los dos le importaba. Natalia comenzó a botar arriba y abajo, metiendo y sacando varios centímetros de la polla de su padre. Rápidamente comenzó a gozar, sus gemidos llenaban la habitación, y a tres metros de ellos su madre dormía. Natalia se entregaba en cuerpo y alma al placer que le proporcionaba su padre. La polla de Pablo entraba y salía del cuerpo de Natalia dejando un río de fuego en el interior de la joven. Se padre, que en principio estaba tenso como una estatua, comenzó a tomar el control de su cuerpo, o a perderlo completamente, no estaba muy seguro, pero cogió de la cintura a su hija para ayudarla en la penetración. Lentamente, sus manos se fueron deslizando, una a los pechos de su hija y otra hacia su ano. Se sorprendió de lo dilatado que lo tenía, aunque quizá no hubiera estado tan sorprendido si hubiera sabido lo que su profesor le había metido por ahí. Poco a poco comenzó a meter el dedo en el culo de su hija, haciendo círculos que la hacían gemir de placer. Natalia estaba gozando, y cada vez los orgasmos eran más seguidos en intensos. Los dos cuerpos sudaban, perdiéndose en una maraña de gritos de placer, mientras el cuerpo de Natalia aún se movía buscando la explosión de placer de su padre.

- aaammmm, ssssiiiiiiii… dame, dame, dame… aaaaaaammmmmmm… ¡AAAAAHHHHHH!- el cuerpo de Natalia se convulsionó en pleno orgasmo, mientras su padre también se corría dentro de ella.

Quedaron los dos, agotados, uno sobre el otro, hasta que tocaron a la puerta.

Natalia abrió los ojos. Otra vez se había quedado dormida. Otra vez había soñado con su padre, y otra vez se despertaba con las bragas empapadas de sus fluidos interiores y con una mano metida en la vagina…

- Natalia, abre, soy yo.- era la voz de su padre. Natalia se sorprendió y descorrió el pestillo.

Su padre entró y se sentó a su lado en la cama.

- Verás Natalia. Sé que a lo mejor el castigo te parece excesivo, pero tenías a tu madre muy preocupada...- Natalia empezó a sentir que perdía el control de su cuerpo, a la vez que volvía a alzar su mano para acariciar la cara de su padre como había hecho la noche anterior. Y tal y como acababa de hacer en su sueño.

"Disfruta, Natalia. Éste es un regalito de parte del señor Sempere. Disfruta…" la voz del señor Sempere volvió a surgir de la nada. Antes de lanzarse a besar con pasión a su padre, Natalia aún pudo oír, pero como un débil susurro, las palabras de su abuela: "Estúpida señorita…" sin embargo, las palabras se acallaron cuando Natalia comenzó a chupar la polla de su padre ante su aparente indecisión.

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