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La tienda (5: El final)

en Control Mental

Ocho personas viajaban por las calles, presas de una dominación absoluta. Sólo una sabía a dónde iban, los demás se movían por acto mecánico. Aleida, Miquel, Natalia, el señor Gonzalves, Claudio el barman argentino, Carmen la solterona enamorada de Nino Bravo, Fermín el anciano admirador de Concha Velasco, Nicolás el escritor cuya obra estaba siendo ahora evaluada en una editorial… todos y cada uno de ellos se dirigían al "Ké necesitas?" Sin saber para qué.

 

- Acaba ya con todo esto, Gadrael.- dijo la oscura figura, escondido entre una gabardina negra y un sombrero del mismo color que dejaba su cara en sombras.

- No, acabo de empezar. ¿Tú sabes qué suelen decir por aquí?- dijo el Tendero mostrando sus tres dedos centrales.- A la tercera va la vencida. Primero, fue Gomorra.

El señor Sempere cerró su dedo anular.

- Después fue Sodoma.

Esta vez fue el dedo corazón el que acompañó a su otros tres hermanos.

- Y ahora, será Valencia.- el dedo índice se retrajo, mostrando ahora un puño cerrado. La risa del tendero estalló cuando vio a sus ochos clientes atravesar juntos la puerta del "Ké necesitas?"

- Gadrael… Has llegado demasiado lejos con el secuestro de la joven.

La sonrisa del señor Sempere, Gadrael para los que lo conocen, se agrandó hasta ser exageradamente grande.

- ¿Secuestro? ¿Por qué no le dices si quiere marcharse?- Acto seguido, Arantxa apareció por la puerta del almacén, completamente desnuda. Su mirada brillante y perdida se dirigía directamente hacia la oscura figura embutida en una gabardina negra.

Arantxa se colocó al lado del señor Sempere y comenzó a masturbarse lentamente. Su mano acariciaba su vulva, haciendo que se estremeciera de placer. Sus dedos se movían arriba y abajo, mientras su otra mano llevaba dulces caricias a sus preciosos pechos, excitando todo el cuerpo desnudo de la joven. Sin dejar de mirar a los ojos al visitante, Arantxa se sentó en el suelo, abriendo sus piernas lo más que podía, para mostrar su sexo abierto y enrojecido de excitación. Sus dedos entonces entraron en su húmedo sexo. Comenzaron a entrar y a salir ante la atenta mirada de los presentes.

Los gemidos de Arantxa fueron cada vez más altos, más largos, más profundos, mientras la oscura figura la miraba con muestras de rabia. Ahora la joven era todo movimiento. Mientras su mano derecha se movía dentro y fuera de su sexo, metiendo y sacando tres de sus dedos, su mano izquierda se apoyaba en el suelo, dando posibilidad a que su pelvis se levantara y comenzara a moverse también para acelerar el ritmo de la penetración.

- ¡Venid a mí!- gritó Gadrael a sus clientes, que estaban detrás de la figura.

El visitante se giró y pudo comprobar ocho cuerpos desnudos, cinco hombres y tres mujeres, que avanzaban sonrientes hacia el señor Sempere. Nada más llegar a él, Aleida le dio un beso en los labios al tendero, y después miró con una sonrisa desafiante al visitante.

- No, tú no, por favor.- Dijo la oscura figura clavando sus ojos en la joven.

Entonces, los clientes se colocaron al lado del tendero y iniciaron una espectacular orgía digna de ser la carta de presentación del infierno.

Mientras Aleida chupaba la polla a Claudio, el barman argentino, Miquel alzaba sus caderas para penetrarla dulcemente. Natalia obligaba a la solterona a tumbarse de espaldas en el suelo y metía su cabeza entre las piernas. Por su parte, Carmen agarraba la verga vieja aunque dura y grande del anciano para metérsela en la boca. El señor Gonzalves y el escritor se ponían de pie al lado de Arantxa, que comenzó a masturbarlos arrodillada, mientras sus ojos verdes miraban a sus amantes.

- ¡Detente! ¡Para, Gadrael!- la oscura figura parecía fuera de sí.

El tendero sólo reía. Cuando el visitante intentó acercarse a la orgía que rodeaba al señor Sempere, éste alzó los brazos y un círculo de llamas comenzaron a rodear al grupo. La ropa del tendero comenzó a desaparecer, al igual que su piel, dejando ver una especie de hombre de color ceniza. Era como una estatua de obsidiana. Por detrás de él, comenzaron a abrirse unas alas del mismo color. Ahora Gadrael parecía una estatua de un ángel, sólo que oscura. Una estatua de un ángel oscuro. Se elevó varios metros en el aire mientras observaba cómo debajo de él, la impresionante orgía no se detenía.

Ahora, Aleida y Natalia se unían en un dúo lésbico en toda regla mientras Arantxa era penetrada por sus tres agujeros a la vez, y Carmen recibía las embestidas de Fermín mientras se la mamaba al escritor. Los gemidos de las mujeres se silenciaban los unos a los otros, mientras los hombres elevaban de vez en cuando unos suspiros roncos.

Miquel abandonó el ano de Arantxa para unirse a las dos mujeres que lo llamaban con la mano. El agujero fue rápidamente ocupado por la verga gorda de Claudio, que hasta entonces había estado disfrutando de su cálida boca. Aleida y Natalia tumbaron a Miquel en el suelo y empezaron a cabalgarlo. Primero una, luego la otra, mientras el joven usaba sus dedos con la que no estaba encima de él. Aleida entonces puso su sexo en la boca de Miquel, dándole la espalda a Natalia que gemía ensartada por el miembro del universitario. De vez en cuando, Natalia se sacaba el sexo de Miquel completamente, para comprobar como una corriente de aire fresco entraba en su interior, provocándole un orgasmo inevitable.

Aleida seguía con la boca de Miquel en su sexo, tragando los abundantes jugos que salían de él. Natalia dejó su sitio a Arantxa y se fue a satisfacer a su profesor y al escritor, que había cedido el hambriento ano de la solterona a Claudio. Natalia se sintió de nuevo aprisionada por dos pollas, al igual que su sueño.

Las nueve personas gemían y gritaban de placer. El olor a sexo era inconfundible, las clientas sufrían un orgasmo tras otro mientras el tendero observaba la escena con una sonrisa de oreja a oreja que se borró cuando sintió unos brazos rodeando su cintura. Su oscuro visitante le agarraba ahora a dos metros del suelo y el fuego que aún seguía ardiendo rodeando a los amantes.

- Se acabó Gadrael.- El semblante del tendero se descompuso, no podía huir.

La explosión fue tan potente que podría haber hecho saltar por los aires toda la ciudad, sin embargo no salió de la tienda. Mientras los dos cuerpos que había a dos metros del suelo implosionaban, un orgasmo brutal afectó a todos y cada uno de los clientes del "Ké necesitas?". Los nueve cerraron los ojos extasiados.

Cuando fueron despertando, aún sus cuerpos estaban unidos. Natalia se levantó y vio como sus dos agujeros chorreaban semen del escritor y de su profesor. Aleida despertó con la lengua de Miquel en su sexo. Carmen sacaba la polla ahora fláccida del argentino de su ano y buscaba horrorizada su ropa. Todos los presentes observaron a su alrededor. No había nada en la tienda más que su ropa. Sin soltar una palabra, todos recogieron su ropa y se vistieron llenos de vergüenza. A Arantxa le tuvieron que dejar una chaqueta, la del señor Gonzalves, y unas bragas, las de Aleida, para poder salir a la calle. Antes de salir, miraron otra vez al interior de la tienda.

No quedaba nada, ni muebles, ni artículos, ni el señor Sempere. Todos salieron a la calle excepto Arantxa, que encontró en un rincón "El viaje de los profetas". Lo cogió y salió corriendo de la tienda maldita.

 

El día en Barcelona había nacido como cualquier otro. Joan echó un vistazo a su alrededor en la mañana del miércoles. Todo era tan jodidamente idéntico al día anterior que el joven barcelonés incluso pensó que seguía atrapado en un eterno martes. Nada nuevo bajo el sol, cantaban los viejos poetas, pero sí que había algo nuevo. Dos hombres enfundados en su mono de trabajo estaban colocando un letrero en la parte superior de la entrada de un local. Ese local llevaba abandonado tres meses por que el negocio anterior había quebrado, y por fin alguien se había decidido a comprarlo y montar su negocio. Joan se esperó para saber de qué se trataba el nuevo establecimiento, tenía cierta curiosidad que semanas después maldeciría a voz en grito.

Cuando el letrero estuvo colocado, Joan se acercó.

- "Algo para ti" ¿Qué nombre es ese para una tienda?.- Joan entró en el establecimiento. Unos pocos tubos de neón titilaban nerviosos en el techo. Entonces lo vio. No podía creerlo. Pero sí, era completamente igual.

- ¿Cuánto cuesta esa guitarra?- preguntó el joven al tendero.

- Veinte euros y es tuya.

El joven sacó dos billetes de diez euros y se los tendió al vendedor.

- Gracias, señor…- Joan tendió la mano al tendero.

- Llorente, Miquel Llorente.- respondió, apartando con la mano un mechón de su cara pálida y estrechando afectuosamente la mano de su primer cliente.

Joan salió por la puerta convencido de que se llevaba la guitarra de Hendrix. La puerta no acababa de cerrarse cuando otra persona entró en la tienda.

- Te he buscado, compañero, y al final te he encontrado.

- Me fui de Valencia huyendo de ti, por miedo a amarte demasiado o a que tú no me amases.

- ¿Miedo?- preguntó Aleida

Y entonces, se inició un diálogo que ya nada tenía de original. Un diálogo que ya había imaginado un antiguo poeta. Un diálogo que había imaginado para este momento, para este, y no para otro.

- ¿Querrás que dé crédito a lo que de ti me han dicho? ¡Oh! No… Háblame: Yo quiero saber si me amas; yo quiero saber si puedo amarte, si eres una mujer…

- O un demonio… ¿Y si lo fuese?

El joven vaciló un instante; un sudor frío corrió por sus miembros; sus pupilas se dilataron al fijarse con más intensidad en las de aquella mujer, y fascinado por su brillo fosfórico, demente casi, exclamó en un arrebato de amor:

- Si lo fueses…, te amaría…, te amaría como te amo ahora, como es mi destino amarte, hasta más allá de esta vida, si hay algo más allá de ella.

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