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Adela (2)

en Amor filial

Hagamos un pequeño receso para recordar dónde dejamos la historia. Después de tirarme a mi hermana en la cama de mis padres, la había obligado a pasar el fin de semana sin ningún tipo de ropa. Adela era muy caliente y yo pensaba aprovecharme de ello. Pensaba vivir ese fin de semana como un auténtico sultán. La verdad es que la idea de andar desnudo por la casa no es mía, la cogí de esta página en un relato escrito por Amelia, llamado "Madre e hija más unidas" Espero que no se enfade por cogerle la idea.

Mi hermana se estaba duchando, con la puerta del baño abierta tal y como le había dicho, y yo estaba en el umbral viendo como se enjabonaba ese cuerpecito bendito por los dioses menores. Yo también estaba desnudo, a excepción de unas botas y unos calcetines. Ver a Adelita extendiéndose el jabón por debajo de los senos, por su vientre, acariciando su sexo... me estaba excitando sobremanera, así que salí del baño y me fui a cerrar todas las ventanas que dieran a la calle. No quería sorpresas de vecinos que nos pudieran ver desnudos. Puse el aire acondicionado a una temperatura fresquita, unos quince grados, y me encendí la tele. Me senté en el sofá, aún con el pene a mitad de erección, cuando oí que mi hermana acababa de ducharse. El calentador se apagó y dejé de oír el chorro de la ducha, así que me esperé para ver a mi hermana aparecer desnuda por la puerta del comedor. Me enfadé cuando la vi entrar con una toalla alrededor del cuerpo. Me levanté muy cabreado y se la quité de un estirón.

- Te dije que te quería ver siempre desnuda.- la miraba a los ojos desafiante.

- Lo... siento, me olvidé.- ¿Era miedo lo que veía en sus ojos?

- ¡Y UNA MIERDA!- la empujé contra la pared y puse mis manos a sus lados.- Me estás empezando a desobedecer, y eso no me gusta.- En ese momento no sabía quién era yo. Estaba abrumando a mi hermana desnuda con amenazas, y lo peor era que me gustaba.

- ¡Lo siento! Déjame salir- dijo, intentando liberarse de la cárcel que formaban mi cuerpo y la pared.- Déjame salir... por favor.- Era tan dócil, que casi me estaba dando pena.

- ¿Y qué recibo a cambio?- le dije muy suavemente al oído. Vi como se le ponía la piel de gallina, los pezones se le pusieron rígidos y me llegó a la nariz el inconfundible aroma de su sexo. Me decidí a poner en práctica mi poder sobre ella. Separé mi brazo de la pared y la dejé pasar al comedor. Sin embargo, vio mi sonrisa y supo que estaba maquinando algo.

- ¿Qué vas a hacer?

- Túmbate.- le dije, con una voz grave, sin emociones.

- Por favor Mario, para ya todo esto ¿Qué vas a hacerme?- estaba muy nerviosa, pero me obedeció y se tumbó en el sofá.

- En el sofá no, en la alfombra.- Yo seguía con esa voz grave y maquinal, y parecía que ella estaba tan asustada como excitada, así que se tumbó en la alfombra boca arriba.

- Por favor, Mario, por favor- Ella no tenía ni idea de lo que iba a hacerle, y tenía miedo. Eso, a mí, me excitaba mucho, tanto que mi pene ya estaba completamente empinado.

- Abre las piernas- lo hizo. Entonces yo metí mi cabeza entre ellas y empecé a lamer su vaginita. Estaba toda mojada, y el olorcito llenaba mi cerebro. Estuve cinco minutos lamiéndole el coño, y ella se corrió dos veces.

- Metémela. Ahora, metémela- Estaba cachonda como una perra, y me quería aprovechar de ello.

- ¡NO!- le dije levantándome.

- ¿Por qué?- no lo entendía, estaba muy confusa.

- Friega primero- la pila estaba llena de los platos y vasos de la cena de anoche y de los aperitivos que estuvimos comiendo hasta bien entrada la madrugada.

- ¿Qué? ¡Joder, Mario! ¡No me puedes hacer eso!- ella se levantó, y me miró con carita incrédula.

- ¡¡¡OBEDECE!!!- el grito la asustó mucho, y entre sollozos se fue a la cocina. Mientras sus manos secaban un plato, me la imaginé fregándome a mí la verga, haciéndome una paja de ensueño. Mi miembro volvió a ponerse a mil y yo me puse detrás de ella.

- ¿Y ahora qué?- preguntó al sentir mi pecho en su espalda y mi polla acariciando sus nalgas. Miré hacia abajo, su culo era redondito y terso, que daban ganas de perforar.

Tú sigue fregando mientras yo te echo… una mano.- Me agaché y le abrí un poco las piernas, detrás de ella como estaba y le vi los dos agujeros, el del culo y el coño. Cogí un trapo limpio, lo humedecí y empecé a pasárselo por el ano. Lo tenía muy limpito. Empecé a lamerla de arriba abajo, pasando mi lengua de su vagina a su ano y viceversa. Al sentir mi lengua se sobresaltó y oí un plato caer a la pila. Sin embargo, yo seguí, usando mi lengua para excitarla, haciendo que su ano se dilatara, mostrándome el camino para la próxima penetración que mi hermana iba a sentir a mis manos. Después de oírla dar un gemido bastante potente y ver sus juguitos recorrer sus piernas, no pude más. Le metí mi rabo toda de una en su culo, mientras ella elevaba al cielo un grito de dolor.

¡AAAAyyy! ¡No! ¡PARA! ¡Me estás rompiendo! ¡PARA! ¡Para! ¡PARAAAAA!- estaba follándome a mi dulce hermanita por detrás, y no quería parar, por mucho que le doliera. Yo estaba superexcitado y cada vez la penetraba más fuerte. Su melena rubia caía a los lados de su cabeza. Ella se agarraba a la pila para no salir despedida con mis embestidas, y vi lágrimas caer de su carita de niña. Extraño, toda esta espiral de sexo había empezado con unos falsos lloros de mi hermana, que me habían hecho sentirme culpable, sin embargo, ahora que lloraba de verdad, de dolor puro y duro, no me sentía culpable de nada. Seguí perforándola mientras Adela gritaba, ya no sé si de dolor o de placer. Después de un rato, me corrí dentro de ella, llenándole el recto de mi semen. Sin decirle una palabra, me separé de ella y la dejé allí, en la cocina, completamente desnuda, tumbada en el banco boca abajo con las piernas colgando y su culo, su precioso culito, lleno de semen y vuelto hacia mí.

Me puse la tele, mientras ella seguía fregando. Al cabo de un par de minutos, ella entró en el comedor.

- ¿Has terminado de fregar?

- ¡Sí!- dijo, y se sentó en el sillón, lejos de mí.

- Perfecto, te mereces un premio. Me acerqué a un armario que había allí, lo abrí, saqué un montón de revistas y por fin pude ver lo que buscaba, una caja de cartón. La abrí y pude ver todo el repertorio de películas porno de mis padres. Saqué una que me pareció bastante buena y la puse en la tele. En el vídeo, un negro muy bien dotado estaba comiéndole el coño a una jovencita rubia. Yo, de vez en cuando, miraba a mi hermana, y vi como ella se llevaba una mano a su vagina y empezaba a masturbarse lentamente. Yo no podía más, salí del comedor y me metí en mi cuarto. Al rato oí una cancioncilla bastante débil, era mi móvil.

- ¿Mario?

- ¡Coño, Javi! ¿Qué estás haciendo?

- Mira, que hemos quedado para ir al cine, ¿Te vienes?- ¿Y perderme a mi deliciosa hermanita desnuda por la casa?

- No, lo siento.- estuve a punto de decirle que mis padres no estaban y que tenía que cuidar de mi hermana, pero Javi habría hecho todo lo posible para que hiciéramos una fiesta en mi casa.

- ¿Qué pasa? Tú nunca te pierdes la oportunidad de pasarlo bien. Además, va a venir Rosa.- Rosa era una chica de clase que me gustaba, pero en ese momento, sólo pensaba en Adela.

- Nada, que estoy castigado.- mentí- que le he dado una buena a mi hermanita. Es que me había puesto muy caliente y...- esto, aunque en otro sentido, era verdad.

- ¡Vaya mierda! ¿Y no le puedes pedir a tu padre que te deje?

- No. Ya sabes que cuando el jefe se pone duro...- ahogué una risa, me gustaba hablar con ese doble juego de palabras.

- Bueno, pues nada. Ya quedaremos otro día- Y colgó.

No sé por qué pero la conversación me había excitado, el hablar por teléfono mientras mi hermanita estaba a menos de seis metros de mí masturbándose, me estaba poniendo muy cachondo. Salí de mi cuarto y, antes de entrar al comedor, me fijé en el reloj del pasillo. 13:52. ¡Joder! Ya casi era la hora de comer.

- ¡Adela! ¿Qué quieres para comer?- mi hermana se sobresaltó al oír mi voz, estaba en ese extraño mundo en el que sólo existen tu mano y el sexo.

- No sé, lo que tú quieras.- Otra vez se subordinaba a mí, y ahora sin pedirlo. Me encantaba. Yo tenía ciertas nociones de cocina, así que preparé el plato que más rico me salía, unos spaghettis. ¿Qué queréis? No era un cocinero profesional. Puse una cazoleta no muy grande en la vitrocerámica, y comencé a cocinar. Mi hermana entró en la cocina mientras yo tenía las manos ocupadas. Me encantaba verla caminar desnuda, era tan guapa...

- ¡mmm, spaghettis! ¡Cómo quieres a tu hermanita!- a ella le encantaban mis spaghettis, y yo lo sabía. Además, se merecía esta premio por todo el sexo que me había dado.- ¡Oye! ¿No dijiste que nada de ropa?

Yo me estaba poniendo un delantal, más por protección que por vestirme con algo, así que le dije:

- Es para protegerme, no querrás que a tu hermanito le salte cualquier cosa y le queme la polla ¿Verdad?- ella se rió, y me dio un besito en la boca. Después, cuando se sentó a la mesa con los cubiertos y los vasos, la oí gritar "¡que venga la comida!", mientras yo estaba preparando los platos. Los cogí, uno en cada mano, y los puse en la mesa.

- ¡Voilá! Les spaghettis pèr a la madmoiselle- dije, intentando recordar aquellos dos años de franc´s en el colegio. De repente chasqueé los dedos y me volví a la cocina, abrí la puerta y cogí un pack de seis latas de cerveza, que, obviamente, nuestros padres nos tenían prohibida.

Después de comer, entre risas, bromas y caricias, descubrimos que teníamos todo la cara cubierta del tomate de la pasta, así que mi hermana comenzó a limpiármelo con la lengua. Yo hice lo mismo, mientras mi polla se levantaba, dispuesta a dar más guerra. Ella lo entendió, y me tumbó en el sofá. Antes de que se pusiera encima de mí, me levanté y puse otra peli porno, en la que un hombre de color se tiraba a una mujer del mismo color. Cogí un condón de la misma caja de las pelis (supongo que cuando uno andaba caliente con su señora viendo una peli porno, de lo último que tenía ganas es de atravesar toda la casa, pasar por delante de la puerta del cuarto de sus hijo, todo esto sin hacer el menor ruido y con una empalmada de narices, y todo para coger un condón), y me volví a tumbar en el sofá. Ella me quitó el condón y me lo puso muy suavemente, bajando muy lento con sus manitas en mi verga. Cuando estuvo bien puesto, ella se sentó encima de mí, con su culito tocando mi polla. De repente miramos la pantalla y empezamos a imitar a la pareja negra, Ahora ella encima, botando y gimiendo, ahora yo metiéndosela en su coñito por detrás, ahora yo de pie y ella abrazada a mí con brazos y piernas (esta me costó un poco más por que era muy cansada), sin embargo, cuando el negro pollón de la tele se la metió por el culo a su pareja, Adela me miró.

- No, por favor, lo que quieras menos eso, duele mucho.- Me dijo con esa carita de niña desvalida. Estuve a punto de negarme y comenzar a metérsela otra vez por el ano, pero esa carita tan dulce me convenció. Sin embargo, aún quería jugar con ella, así que la puse a cuatro patas mientras ella me suplicaba que no lo hiciera, ahora estábamos en el suelo, yo de rodillas y ella a gatas. Le puse mi verga entre las nalgas, aún tenía el ano muy dilatado, pero deslicé la polla hacia su vagina mientras ella esperaba otra intrusión dura por la puerta de atrás. Pegó un gemido, entre placentero y agradecido, cuando sintió que mi polla volvía a atravesar su sexo. Así estuvimos un buen rato, hasta que yo me corrí. Entonces nos tumbamos al suelo, y ella me abrazó y me dijo:

- Te quiero, hermanito.

- yo también.- y así, abrazaditos los dos en la alfombra, nos quedamos dormidos.

Desperté cerca de las cuatro, ella estaba tumbada de lado con sus bracitos sobre mi pecho. Como pude, me despegué de ella y me levanté sin despertarla. Me di cuenta que aún tenía el condón puesto, con el depósito lleno. Me dirigí al cuarto de baño y lo tiré por el WC. Di gracias al cielo de que mi pene ya no estuviera duro, por que tenía unas ganas de mear tremendas. Tras haber vaciado la vejiga, volví al comedor, cogí el mando del aire acondicionado y lo subí a los veinte grados. No quería que mi hermanita se despertase resfriada. A las cuatro y media ella se levantó, estuvimos toda la tarde jugando pero sin volver a follar. A las diez cenamos y nos pusimos a ver abrazados en el sofá una película en la tele. Era una bastante subidita de tono, "Perdita Durango", así que yo estaba cada vez más caliente. Mientras en la pantalla esa especie de chamán mejicano se lanzaba a comerse la entrepierna de una joven rubia que habían secuestrado y que estaba atada a su cama, yo le dije a mi hermana, mientras mi pene crecía:

- Has visto, tú te pareces a ella.- le dije sonriendo. Ella me pegó en el brazo.

- No es verdad, ella es mayor y tiene los ojos azules.- dijo medio enfurruñada

- Tienes razón, ella te sacará cinco o seis años- le dije, mirando sus ojos marrones.- pero está muy buena.- ella me miró como pidiéndome explicaciones.

- ¡OYE! ¿Y qué pasa con tu preciosa hermanita?- me dijo, cogiéndome la polla, que estaba muy dura entre lo que veía en la pantalla (el chamán estaba follándose a la joven rubia) y lo que sentía en el sofá, que era ni más ni menos que mi hermana desnuda.

- Ella está muy buena, pero tú estás mejor, dulce Adelaida.- Ella me apretó el miembro más fuerte, enviando confusas neuronas que traían información de placer y dolor. No le gustaba que la llamara así, pero lo había oído en una canción y me había llamado la atención. Sin embargo, ella empezó a subir y bajar su mano en mi pene, haciéndome una buena paja. Por la rapidez, la seguridad y la técnica con la que la hacía, supe que esa no era la primera, puesta que casi me las hacía mejor que yo mismo. No tardó en hacer que mi polla estallara en una lluvia de semen, que la obligué a lamer. En la película, Perdita Durango, la novia del chamán, estaba tirándose al otro joven que habían secuestrado en una silla. Sin embargo no dejó que el joven acabara, y lo dejó viendo como su compañera era literalmente violada por el chamán.

Eran casi las tres cuando, después de tres películas acordamos irnos a dormir. Apagué la tele y avanzamos juntos por el pasillo, cuando se iba a meter en su habitación la cogí del brazo y sin mediar palabra la llevé al cuarto de mis padres y la tumbé en la cama. Mi pene se alzaba con la excitación.

- Esta mañana te has dejado una cosa sin completar.- Le dije, poniéndole un dedo en su boca. Ella lo entendió rápidamente y comenzó a chuparme la polla, tal y como lo había hecho esta mañana, al despertarme.

Ella me miraba a los ojos mientras me la chupaba. Yo sabía que eso lo había aprendido de las pelis porno que se había visto, y me excitó aún más. Poco tiempo después me corrí en su boca.

 

CONTINUARÁ, el domingo, con una visita inesperada.

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