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Lluisín (El Cabrón de la -facul-)

en Textos de risa

Mi historia empieza el 4 de marzo de 1987. Bueno, en realidad mi historia empieza siete meses y medio antes (no me aguanta nueve meses ni mi madre) cuando mis padres, borrachos de amor (y cerveza, y cannabis, y Dios sabe qué otras sustancias más que no quiero ni imaginarme para no romper su imagen de viejecitos formales y adorables) decidieron consumar sin protecciones. Yo por aquél entonces era un simple espermatozoide que se pasaba todo el día nadando alegremente en los testículos de mi viejo (¡qué vida más triste y asquerosa!) hasta que vi la luz y nací. Quizá, si hubiera sabido que me iba a llamar Luis Rafael Eduardo García Garcés, hubiera nacido su reputa madre. Aunque eso, y los días de los dieciocho años siguientes realmente no nos importan.

Lo que en verdad nos importa, y si a vosotros no os importa a mí sí, son mis andanzas por la universidad, las mismas que me han ganado el sobrenombre de "El Cabrón De La Facul", pero así, con todas sus letras y todo, que queda muy bonito.

Corrían las primeras horas de un día cualquiera y yo iba a mi clase de "Historia Antigua". Jamás llegué a esa clase. Comprendedlo. ¿Qué haríais si pasáis por delante de un aula donde hay una silla con una mujer desnuda sentada en ella? Especifico. ¿Qué haríais si pasáis por delante de un aula donde hay una mujer que está muy buena, pero que muy buena y desnuda? Pues eso.

Eché una ojeada y vi que de frente a la tiarrona habían algunos alumnos con bata blanca pintando un cuadro. "¡DISCRIMINACIÓN!" pensé. Es decir, ellos tienen una clase donde se regocijan viendo mujeres en bolas, ¿Y yo me tengo que conformar con mirar a mi profesor de historia, que es bajito, calvo, gordo, y con bigote y que, gracias al cielo, va vestido? (No es que tenga nada en contra de los hombres bajitos, calvos, gordos y con bigote, pero es que no son mi tipo). Pues no. Abrí la puerta y me introduje en la clase, evitando ser visto por el profesor. En ese momento en el que pasé justo al lado de la mujer desnuda, saltó en mi cabeza ese pequeño Cálico Electrónico que todos llevamos dentro y que me obligó a esforzarme para impedir que tomara el control de mi boca.

"¡Pero qué pedazo de jaca, Dios mío! Pero… Pero qué buena que estás ¿no? Pero… ¿De dónde has salido tú? ¡Pero qué pedazo de tetas! ¿Son tuyas? No me digas que son tuyas. ¡Ay, Dios mío! Dame, dame un beso. Dame un beso y te pongo un kiosco en la gran vía, que estás más buena que el pan con "bimbo" con chocolate, por favor. ¡Ven que te unto de mantequilla y te como toda entera!…"

Me senté rápidamente en uno de los taburetes vacíos que quedaban en la clase, feliz y extrañado por haberme podido controlar.

- Tssscch.- llamé al que estaba a mi lado.

- ¿Qué quieres?- respondió, pero eso sí, sin despegar la vista de la modelo.

- Pásame un pincel y así por lo menos disimulo.

El chaval, sin dejar de mirar a la tiarrona (era alumno de bellas artes, sí, pero seguía siendo un hombre) me alargó un pequeño pincel con la punta humedecida de pintura negra. Cogí el instrumento (El pincel ¿Eh? ¿A ver qué os habías pensado? Que yo no hago esas cosas… Por lo menos no en público… o no tan en público… o… esto… ¡Bueno, y a vosotros qué coño os importa!) y lo acerqué al lienzo que tenía en el caballete ante mí. Acto seguido, dejé el brazo en esa posición para dedicarme por completo a la reconfortante tarea de mirar a una mujer en pelotas. Lo malo, es que no llevaba bata blanca. Y vosotros diréis: "¡Ay, pobrecito! Que a lo mejor se mancha la ropita" No era por eso (cabrones). Era por que destacaba mucho que todos los alumnos fueran vestidos de blanco excepto yo, que además era el único que iba con gorra. Así pues, el profesor no tardó en acercarse a donde estaba yo sin que me diera cuenta (A ver, estaba demasiado ocupado pensando guarrerías con esa chica).

- ¿Usted es de esta clase?- sonó la voz profunda del profesor a mi derecha, haciendo que la mayoría de los chavales se giraran también hacia mí.

Me giré y comprobé que clavaba sus ojos en mi "cuadro", con una mueca de desprecio. Yo miré también el lienzo que tenía delante y me sorprendí al ver diez grupos de tres círculos concéntricos que se asemejaban "extrañamente" a las tetas de la modelo. Un cuadro con diez tetas grandes hechas de tres círculos.

- ¿Qué hace usted aquí?- preguntó de nuevo con su voz profunda y ronca.

- A ver, alma cándida…- me quité la gorra, me pase una mano por el pelo y comencé mi show.- ¿Tiene ese pedazo de monumento al amor libre encima de una silla- señalé a la modelo- Y aún pregunta qué hago aquí? ¡Joder, está claro! He venido para hablar con aquí mi compañero… ¿Cómo te llamas?- pregunté al que me había proporcionado el pincel, arrancando una carcajada de todos y cada uno de los alumnos y alumnas, y también de la modelo.

- Toni.- respondió aún entre risas.

- pues eso, mi amigo Toñete.

- ¡Salga de aquí y váyase a su clase!- tronó de nuevo el profesor

- No es por no ir… que si hay que ir se va… pero… ¿No me podría quedar aquí calladito, viendo a esa diosa de tetas grandes y ojos negros?

- ¡¡VÁYASE!!- El profesor estaba cabreado, pero todavía no todo lo cabreado que podía estar, así que me decidí por seguir mi juego un poquito más. Sí, vale, soy un poquito cabrón, pero me lo paso de puta madre. ¿O no?

- Mira… es que si me levanto ahora, se me va a notar la erección, ¡Y no es plan!

Las carcajadas de los alumnos y alumnas recorrieron el aula, y la cara del profesor empezó a coger unos tintes rojizos que no molaban un pelo, eso sin contar la vena del cuello que se le estaba hinchando y par a punto de reventar en una bonita lluvia de sangre y vísceras. Iba siendo hora de hacer mutis por el foro. Miré el reloj con gestos ostentosos.

- ¡Uuuyyy! ¡Pero qué tarde se me ha hecho! Va siendo hora de que me marche.

Me levanté y me dirigí hacia la puerta, aunque me detuve justo ante la mujerona que presidía la clase.

- Esto… te iba a dejar mi número de teléfono, pero… ¿Dónde piensas guardártelo? Por que me parece que vas escasa de bolsillos.- y otra vez a reírse la peña.

¡Pero qué forma de reírse! Parecía que se hubieran tomado un porro del tamaño del mango de Nacho Vidal (un vaso de cubata, para los no enterados). Aunque bueno, conociendo la fama de los estudiantes de Bellas Artes, lo más seguro es que sí que se lo hubieran fumado… (El porro, no el mango de Nacho Vidal. Malpensados)

Salí de la clase con una sonrisa en la boca, y me esperé diez segundos ante la puerta, tras los cuales volví a entrar con cara de niño bueno.

- ¡Esto…! Señor Profesor Malaúva,- más risas.- que… me he dejado la gorra, esto, la cojo y me voy… ya no pinto más tetas…- yo con carita de niño bueno y "descojone" del personal.- que parece que no le han gustado… Oiga, controle a este muchacho- señalé a Antonio, "mi amigo Toñete", que se estaba riendo como si le hubieran pasado treinta veces seguidas el vídeo de la empanadilla de Martes y 13.- que tiene toda la pinta de estar a punto de mearse en los pantalones.

Salí de la clase y me coloqué de nuevo la gorra. Bueno. Lluisín ya había hecho su entrada triunfal, así que... ¡A la cafetería! Por que uno no puede hacer otra cosa en la Universidad que estar en la cafetería (Sí, bueno, vale, se puede estudiar, pero... ¿Alguien va a la Universidad a estudiar? ¿Ah, sí? ¿Tantos?… Panda de pringaos...)

Bueno, unas horas más tarde, yo estaba de lo más tranquilo en la cafetería, devorando la comida, mientras su ¿sabor? me hacía añorar las tortillas de patatas de mi madre, cuando de pronto, surgieron de la nada cinco personajes que se sentaron en mi mesa...

- ¡Hostia tío! ¡Qué bueno lo de esta mañana!- Dijo el que se sentó enfrente de mí. Indudablemente, era uno de los alumnos de Bellas Artes que estaban en la clase del "Profesor Malaúva".

- ¿El qué? He hecho tantas cosas esta mañana que elegir una me sería difícil.- Mentí, pues lo único que había hecho era lo de la clase y luego tocarme las pelotas toda la mañana en la cafetería, exceptuando cinco minutos en los que salí persiguiendo a una estudiante de filosofía que estaba como un tren.

- Lo de la clase de Dibujo Artístico... Cuando te has metido y...

- Jandro, lo ha "pillao". ¿No sabes lo que significa sarcasmo?- Dijo otro chaval. Luego, dirigiéndose a mí me dijo:- Perdónalo, es que de pequeño se leía mucho a Astérix y, queriendo imitar a Obélix, se tiró a la olla del cocido de su abuela y se pegó en la cabeza con una patata que estaba dura, y así ha quedado, el pobrecito...

- ¡Ja!- me reí con ganas- Eso ha estado bueno... Me llamo Lluisín. Creo que estudio Historia- le extendí la mano. No era normal ver personas con su sentido del humor en esa fábrica de muermos.

- Xenxo. En teoría estudio una ingeniería en la facultad de aquí al lado- estrechamos nuestras manos como viejos amigos.

En ese momento me vino a la cabeza una imagen. Yo y él, en blanco y negro (sí, en blanco y negro, ¿Qué pasa? Mis imágenes son como a mí me salgan de los lobanillos). Música melodramática de fondo. El sonido del viento soplando: "fuuuuuu". El lejano ruido de un motor de avión: "brrrssshhh". Una gaviota graznando: "¡Gruaaaack!" Y yo vestido con una gabardina y un sombrero, un brazo sobre su hombro y caminando por la pista de un aeropuerto mientras digo: "Creo que éste es el inicio de una bella amistad". Vamos, como en "Casablanca" pero mucho menos homosexual.

Esa bonita imagen se vino al traste por culpa de dos cotorras de forma humana. Dos cotorras con una voz aguda e insidiosa. Tan aguda e insidiosa que...

- ¿Moni?- me giré para ver las chicas que habían dejado de hablar al oír al nombre de una de ellas.

- ¿Luisra?- contestó la más bajita, una morenaza de bonitas curvas.

- ¡Mónica!- nos abrazamos como los viejos amigos y...

 

 

 

CONTINUARÁ... Si ustedes quieren, claro. Tengo más capítulos en mente pero son ustedes los que deciden lo que le pasará a Lluisín...

- ¡Por favor! ¡Díganle que continúe! ¡No me maten! ¡He visto lo que hace con los otros personajes! ¡Es horroroso! ¡Es un monstruo! ¡Es inhumano! ¡Por favor, no me hagan eso!

¡Cállate, Lluisín! ¡No me obligues a amordazarte!

- ¡Por favor, no me maten! ¡Está loco! ¡Es muy capaz! ¡Lo he visto con mis propios ojos, he oído los gritos de dolor de...!

¡Que te calles, te he dicho!

- ¡No! ¡Por favor! ¡No me mates! ¡Párenlo! ¡Socoooooorroooooo!

...

...

Bueno, como les iba diciendo, ustedes deciden que pasará con Lluisín...

- Mm. Mmm. Mmm. ¡Mmmm!

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