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Silencio

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Silencio. Sólo suena silencio. Susurros. Sssssss. Silencio.

No se oye nada. La casa está vacía… No, allí está de nuevo. Le veo y no tendría que verle. No estamos en el mismo mundo, y a pesar de eso, le veo. Le veo y le oigo, y le grito y no me escucha. Allí está. Al otro lado de la puerta de mi habitación. Al otro extremo del pasillo, al otro extremo de la vida. Cierro la puerta para que no me atrape.

Siento como se acerca. Siento el calor que desprende reducir la distancia que le separa de la puerta. Se para ante ella. Otro segundo de silencio y… Ric-rac. Ric-rac. Intenta forzar la cerradura. Huye de la noche que le vomitó a mi existencia y trata de hundirse en la luz mortecina de la lámpara que ilumina mi habitación. MI habitación. Es mía y no parece entenderlo.

- ¡¡MÍA!! ¿¿LO OYES?? ¡¡MÍA!!- No, no lo oye. No puede oírme. No sabe oírme.

No puedo dejar que entre. Si entra sé que me aguarda el final. Ni túnel de luz, ni ángeles salvadores, ni nada. Un calor sofocante y... Hola, amiga oscuridad. Puedo sentir su mirada de ojos negros a través de la madera. Quiere entrar a mi habitación y una cerradura no se lo impedirá. La oscuridad viene a por mí con dedos grandes y fuertes y calientes. No me queda mucho tiempo. La cerradura cederá, tarde o temprano, y me tendrá. Ya puedo imaginarlo. Ric-rac-ric. Cerradura abierta. Ñiieeeeccc, la puerta abriéndose. Y yo aquí, en el mismo sitio que ahora, sentado, abrazándome a mí mismo, con una mueca de terror en la cara, los ojos abiertos al máximo. Simplemente entrará y yo desapareceré. Nuestras miradas se cruzarán durante un instante y luego… hola, amiga oscuridad.

Ric-rac. Ric-rac. No desiste. Tiene todo el tiempo del mundo. Yo no. A mí el tiempo se me ha acabado. Tuve tiempo de evitarlo pero… No lo entendía. No sabía qué estaba pasando. Sólo me parecían sombras. Lo veía sin verlo. Pasaba por mi lado y lo podía divisar por el rabillo del ojo, y cuando me giraba, ya no estaba allí. Lo veía a mis espaldas, al pasar ante la puerta entreabierta de alguna habitación, al hundirme en un duermevela por las noches en el sillón, pero después de un instante… se esfumaba. Aparecía… desaparecía… Dejaba su presencia en mis retinas. Se hacía notar en toda la casa durante horas y después me dejaba solo. Solo. Me dejaba mirando hacia atrás a cada segundo. Maldiciendo mi imaginación, o lo que yo creía que era mi imaginación. Temeroso de cada susurro del aire que se colaba bajo las puertas, de cada lamento de las tuberías. Temiendo verlo aparecer de nuevo, enseñándome su cara, esa cara que todavía no he visto, ni quiero ver. Le temo. Le temo sin haberle visto. Sin saber quién, cómo, qué es. Le temo por que sé que lleva en sus ojos mi sentencia de muerte. Siempre ha sido así. Desde siempre. Sólo que ahora me ha encontrado.

Se calla la cerradura y su calor se aleja. De nuevo me deja solo, con la incertidumbre de no saber dónde está, ni qué está haciendo, ni qué está planeando contra mí. Incertidumbre. Es lo peor de todo. No saber cuándo acabará todo, ni de qué forma, ni dónde… mentira. Lo sé. Sólo que me niego a aceptarlo. ‘Dónde’, será aquí, en mi habitación. El ‘cuándo’, también lo sé. Cuando abra la puerta de una vez. El ‘de qué forma’, me lo imagino. Será lo más parecido a "Hola, Muerte. Hola, amiga oscuridad", luces apagándose… "Señores, el rey ha abandonado el edificio".

Pero él no es la Muerte. No. No hay parca con guadaña al hombro, no hay ángel vestido de negro que meta su mano en mi corazón y me extraiga el alma. No. Él no es la Muerte. Pero casi.

Pude haberlo evitado… eso es lo que no me puedo sacar de la cabeza. Si hubiera entendido… si hubiera comprendido lo que pasaba, ahora no estaría encerrado en mi propia habitación. En la habitación que durante tantísimos años ha sido mía y que ahora él reclama para sí mismo. Si hubiera comprendido lo que pasaba no hubiera ido recluyéndome poco a poco. Hasta hace dos días salía de la habitación, mirando primero a ambos lados, como un niño cobarde ante una autopista, pero salía. Aún me quedaban retazos de libertad que han sido literalmente deglutidos en el vientre de la ballena del Miedo. Hasta hace una semana me daba el lujo de salir a la calle. Hasta hace quince días yo no tenía ni puta idea de que alguien iba a venir desde el otro extremo del pasillo de la Vida y de la Muerte para reclamar mi casa. Mi casa. Su casa. Tendré que acostumbrarme a ello. Ahora es suya. A mí sólo me queda la habitación y por poco tiempo. Hasta que abra la puerta.

Silencio. De nuevo mi amigo el silencio. El silencio de carecer de oído para los sonidos que llegan del otro lado de la puerta. El silencio que él rompía cada día. Clic. Luces encendiéndose. Pom. Puertas que se cierran. Clic. Luces que se apagan. Tiii-tiii-tiii-tiii. Mi despertador. Su despertador. Clic. Luces encendiéndose. Clic. Luces apagándose y… hola de nuevo, amiga oscuridad.

Ric-rac. Ric-rac. Ya está ahí de nuevo. Tiembla la llave de la puerta en mis manos. Vuela nerviosa desde los dedos de la derecha hacia la izquierda, y vuelta a empezar. Ric-rac. Ric-rac. No puedo soportar esto. Quiero acabar ya. Eso es. Abriré la puerta, le miraré a los ojos, y moriré. Morir. Terminar de morir mejor dicho. Ric-rac. Ric-rac. No. Si me quiere, que venga. No se lo dejaré fácil. No me iré por mi propio pie. Lucharé si se puede luchar.

- ¡¡¡VETE!!! ¡Déjame en paz! ¡Vuélvete al sitio del que hayas salido! ¡¡¡VETE!!!- no sé por qué grito, si no me escucha. No puede. Pero da igual. Gritaré. Gritaré al cielo, al techo, a las paredes, a la puerta que me separa de mi muerte.

Ric-rac. Ric-rac. Esta casa va a ser mi tumba. Una tumba sin lápida. Ric-rac. Ric-rac. La muerte se acerca. Se me escapa el tiempo por la punta de los dedos.

- ¿QUÉ TE HE HECHO YO?- el grito retumba en la penumbra vacía de la habitación, que cruje como si se contrajera sobre sí misma.

Ric-rac. Ric-rac. Va a entrar. Le falta poco. Muy poco. Se acerca mi oscuridad. El tiempo se acaba. Va a entrar en cuanto la cerradura ceda. Y para eso quedan segundos. Ya no quedan horas como ayer, ni minutos como hace un rato, quedan segundos. Va a entrar. Va a entrar y me tendrá. "Hola, amiga oscuridad, no te esperaba hasta dentro de dos minutos". Va a entrar. Seguro. Va a entrar. Las paredes se me acercan para que no pueda escapar, ni esconderme, aunque no haya lugar donde esconderse. Va a entrar.

Las paredes se ciernen cada vez más juntas sobre mí. Se mueven. Se acercan a mí, me rodean, me aprisionan, se ennegrecen, tintándose del color del miedo, de mi miedo. Hola, amiga oscuridad. Los muebles desaparecen, se esfuma la cama y el armario se hunde en la pared. Los muros de mi habitación se acercan a mí, y comienzan a construir un ataúd cuya tapa es la puerta. Mi ataúd. Grito y el grito se apaga en mis labios. Me falta el aire, el calor del otro lado de la puerta disminuye, se aleja. Se apagan los sonidos, me ahogo. Silencio, sólo suena silencio. Me ahogo. Me falta el aire. Quiere asfixiarme antes de abrir la puerta. La Señorita Oscuridad tiene prisa por llevarme a sus aposentos.

Me muero de miedo a la Muerte. "Miedo… ¿De qué?" Me ahogo, no puedo pensar. "¿De qué tengo miedo?" Aire, necesito aire. "Miedo a la Muerte que viene a por mí". Mi visión se plaga de puntos negros. Aire, necesito aire. "¿Quién me roba el aire?". La Muerte. La Muerte lo hace. "Hola, amiga oscuridad". Los muros se me echan encima, robándome la respiración. "Aire. Vida. Aire. Todo huye de mi cuerpo". Silencio. El grito del miedo. Mi mente que se apaga. "… Miedo… ¿A la Muerte?… ¿Por qué?". Las paredes detienen su avance. "No he de tenerle miedo". Una débil corriente de aire se filtra por las esquinas. "¿Por qué iba a tenerlo? Si me llega la hora, me llega". El oxígeno viciado entra en mis pulmones como si fuera el aire más puro del campo… "Adiós, amiga oscuridad". El velo de negrura asfixiante que había caído sobre mi mente se disipa.

La habitación vuelve a su tamaño normal. Los muros regresan a su posición a varios metros de mí, y la cama renace entre la pared del fondo y yo. Los sonidos regresan del otro lado de la puerta. Ric-rac. Ric-rac. "Hasta pronto, amiga oscuridad. Nos vemos dentro de poco". Ric-rac. Ric-rac. Insiste en su terquedad. No ha podido ahogarme de miedo y regresa al plan A. Tiempo. Es cuestión de tiempo. Invisible, imparable. Tiempo. Ric-rac. Ric-rac. Tic-tac. Tic-tac.

- ¡¡¡VETE!!! ¡¡¡LÁRGATE!!! ¡¡¡ES MI CASA!!! ¡¡¡NO QUIERO MORIIR!!!- la voz se me quiebra al pronunciar la última palabra. La Última Palabra. Nunca mejor dicho.

La cerradura comienza a ceder. Ric-rac-ric. Gira el pomo. El brillo de la luna que entra por la ventana se refleja en la superficie pulida del metal. La puerta empieza a abrirse con un quejido lastimero de sus goznes. El tiempo se para. Imparable pero se detiene en el preciso instante en que la puerta se abre. Ya llegó la hora. El tamborileo acelerado que lleva semanas instalado en mi pecho por fin frena. Él allí fuera. Yo aquí dentro. ¿Por qué tiene que ser así? ¿Por qué me ha tocado a mí? Somos tan iguales que de la misma forma le podía haber tocado a él. Tan iguales… Dos piernas, dos ojos, dos manos. Mis dos manos que se acercan a mi cara para tapar mis ojos. Imposible. La imagen atraviesa lo que antes fue mi piel y mi carne. Esa es la diferencia. No somos tan iguales. Él está vivo. Por un momento se me ha olvidado que ya estoy muerto. Dos años muerto. Muerto en vida, y de aquí a un instante, muerto en muerte. Así es mi muerte, la muerte de un fantasma. Hola, amigo vivo y coleando. Hola, explosión de calor corporal, calor vivo que te olvidaste de mi ser. Hola, amiga oscuridad. Y luego... Silencio. Sólo silencio.

D.E.P.

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