Autor: Salvador
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La inocencia de Selena
Estaba desconcertada con las palabras de su tío. A sus cortos quince años no comprendía cómo el hermano de su madre, al que siempre había visto como a un héroe mitológico por su apostura, su porte y sus maneras seguras que siempre le hacían destacarse en el grupo donde estuviera, ese hombre con el que había soñado fantasías en que el llegaba a su rescate cuando se encontraba en peligro, ese hombre que siempre le daba el consejo adecuado o la palabra de aliento para superar sus pruebas, ese mismo hombre ahora le dijera esas cosas a ella. No es que sus palabras fueran inadecuadas o que rebajaran la imagen que de él tenía. No, en lo absoluto. Es que le conversaba de cosas que eran tan íntimas para ella que no había cruzado por su mente plantearlas a un familiar, y menos aún a su tío Ricardo. Era la última persona a la cual le hubiera contado de sus problemas íntimos, como esas nuevas sensaciones que invadían su cuerpo de un tiempo a esta parte.
Intuía que solamente una amiga de colegio podría comprenderla y ayudarla, pues creía que su madre reaccionaría mal si le contaba de esa desazón que la invadía cuando juntaba sus piernas y las rozaba una contra la otra o cuando acariciaba sus senos, en la soledad del baño, bajo la ducha. Cuando estaba en el dormitorio, a su mente venían imágenes que la llenaban de sensaciones nuevas y sus manos buscaban sus muslos y su monte de venus, como intentando aliviar los temblores que la invadían. Y eran tan exquisitas las sensaciones que sus actividades solitarias le proporcionaban que esperaba ansiosa los momentos en que podía refugiarse en su dormitorio o en el baño para tocar sus partes íntimas.
A sus quince años, Selena era una hermosa muchacha de 1,60, pelo castaño que llegaba a sus hombros y empezaba a lucir unas piernas bien formadas, de muslos firmes. Su cintura era delgada, solo llegaba a los 58 cm., y sus senos ya alcanzaban los 93 cm. Y su colita era un verdadero poema: levantada, firme, turgente, delgada y desafiante. Sus ojos oscuros eran de un mirar intenso y su rostro veía aumentada su belleza con la inocencia que la muchacha lucía esas formas que cada vez eran más atrayentes a los varones, entre los que estaba su tío. La niña era ajena a las miradas de los hombres que su cuerpo despertaba. Selena desconocía que su cuerpo, sus formas, ya eran motivo de la lujuria de los varones, especialmente sus compañeros de facultad. Ella sólo sabía que las partes de su cuerpo eran prohibidas de tocarse pues era pecado hacerlo.
Ella sabía que esas partes de su cuerpo no debía tocarlas, ya que su madre siempre le había dicho que eso no podía ser, que era malo. Era pecado. Por ello no se atrevía a contarle lo que le pasaba pues sabía que recibiría una reprimenda y una orden de no volver a tocarse en esas partes, pero el deseo seguía en ella y no le bastaba con querer no tocarse, pues todo su ser buscaba alivio tocando esas partes que cada vez le producían sensaciones más agradables. Y últimamente esas sensaciones eran tan gratas que le parecía que algo iba a reventar dentro de ella, pero no sabía si lo que presentía sería bueno o malo, por ello prefería abortar sus caricias ante la incertidumbre de las consecuencias que le traerían.
Y vino a ser su tío Ricardo quien se diera cuenta de su situación y le conversara francamente al respecto, y en sus palabras había comprensión e incluso un cierto afán de alentar esas caricias furtivas. Eso era lo que la desconcertaba: tanta comprensión de parte de alguien mayor y por el cual siempre había sentido tanta atracción. Jamás pensó que alguien de su familia llegara a comprenderla y tanto como él se lo demostraba ahora con sus palabras tan comprensivas.
En sus palabras había algo que la ponía nerviosa, aunque no atinaba a comprender qué era. ¿Sería el tono de las mismas o la manera de mirarla cuando le hablaba? No lo sabía a ciencia cierta, pero sí estaba segura de que su tío tenía una actitud hacia ella muy diferente a la habitual. Tal vez fuera eso. Le agradaba ese aire de complicidad que su tío había adoptado al abordar el tema. Le agradaba y le ponía nerviosa. Especialmente la mirada de su tío a sus piernas. Pero sus palabras eran tan persuasivas que la niña sentía que podía confiar en ese hombre, que él la escucharía y la comprendería.
Todo empezó cuando su tío vino a visitar a su madre, la que había salido para estar fuera toda la tarde. Ambos se encontraban a solas en casa. Y lo estarían durante toda la tarde.
Ella ignoraba que su tío estaba enterado de la ausencia de su madre.
Selena veía la tele y su tío leía el diario, cada cual absorto en lo suyo. Al menos eso creía la muchacha, pues Ricardo estaba pendiente de las hermosas piernas de la niña, que se mostraban generosamente debido a la mini que habitualmente usada, conciente de la belleza de sus extremidades.
En un momento ella se distrajo y miró a su tío que aparentaba leer pero que tenía los ojos clavados en sus piernas semi abiertas. Selena andaba con su uniforme colegial y su corta falda dejaba a la vista buena parte de sus generosos muslos. Y sus largas piernas al estar sentada se veían más gruesas aún de lo que realmente eran, por lo que su tío tenía una hermosa visión de las extremidades de su sobrinita. Ella juntó instintivamente sus piernas, sonrojada por la turbación que le produjo pillar a su tío espiándola. Pero lo suyo fue una actitud infantil, ya que no fue nada lo que pudo cubrir debido a lo generoso de sus muslos que estaba a la vista.
Fue entonces cuando el tío le habló, yendo directamente al tema de fondo, con la confianza de que a la niña le interesaría por tratarse de algo que desconocía y que su natural inquietud juvenil le incitaba a buscar respuestas que hasta ahora no habían tenido respuestas..
"Creo que tienes problemas, Selena"
"¿Por qué dices eso, tío?
"Bueno, por mi experiencia puedo decirte que estás nerviosa"
"¿Yo nerviosa?"
"No lo ocultes, cariño, que es evidente que estás nerviosa?"
"¿Por qué dices eso?"
"Puedo hacerte unas preguntas en la seguridad de que quedará entre tu y yo solamente?"
"Bueno"
"Dime, ¿has sentido últimamente que algo en ti está cambiando?
"No te entiendo, tío"
Ricardo comprendió que en su inocencia, su tía iba directo a sus garras, que estaban afiladas para dar el zarpazo que el deseaba. La pregunta de la niña le indicó que la curiosidad de ella ocultaba el deseo no manifestado de saber la causa de sus inquietudes que afectaban su cuerpo juvenil. ¿Sería su tío quien le diera las respuestas que ella no se había atrevido a formular a nadie?
Respiró hondo, buscando cuidadosamente las palabras, pues deseaba responder a las preguntas de la muchacha y despertar al mismo tiempo su interés, para finalmente despertar su curiosidad, propia de su edad, para llevar a la práctica sus secretas intenciones.
"Cariño, ¿no sientes que cuando estás a solas estás inquieta y no sabes por qué es?
"Si, ¿cómo te diste cuenta?"
"Es que me fijo mucho en ti y he notado cosas que los demás en casa no se han dado cuenta"
"¿Cómo qué?"
"Cuando vas al baño pasas más tiempo que antes bajo la ducha, por ejemplo"
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"Ahora pasas mucho más tiempo a solas en tu pieza"
"Pero eso no tiene nada de malo"
"Y yo no he dicho que sea malo. Lo que dije es que estás cambiando"
"Ah. Pero nada de lo que dices indica que se trate de un cambio"
"Es que no es lo único, cariño. También está tu cuerpo"
Otro paso en la ejecución de sus planes. Ahora atacaría directamente a lo que suponía correctamente era lo que más inquietaba a su sobrinita: los cambios en su cuerpo. De manera inteligente, Ricardo había llevado a la niña al terreno que él deseaba, ganándose poco a poco su confianza y despertando su curiosidad.
Estaba seguro que su inocente sobrinita podía ser moldeada a su antojo, aprovechando el desconocimiento de la muchachita respecto de la materia que ahora empezarían a conversar. Casi sintió vergüenza de la inocencia de Selena, de la que se estaba aprovechando sin que ella se diera cuenta de que su tío la estaba llevando paso a paso a terrenos vedados a una niña de su edad.
"¿Mi cuerpo?"
"Si, tu cuerpo. Hay veces en que no te das cuenta pero actúas como si no estuvieras cómoda"
"No entiendo"
"Tu no te das cuenta, pero tienes actitudes que para mí no han pasado desapercibidas"
"¿Cómo qué?"
"Estás nerviosa, inquieta, tus formas están cambiando y eso te tiene preocupada"
"Mmmmmm"
"¿Es así o no?"
"Bueeeenooo. . . . . . sssii"
Se había roto la primera barrera. De aquí en adelante tendría que tener mucho cuidado para no desbaratar todo el tinglado que había armado. Si asustaba a la muchachita se irían al tacho de la basura sus planes. Pero confiaba en su experiencia en esta materia, por lo que respiró hondo y lanzó un dado que estaba seguro daría en el blanco de la niña, lo que despertaría su curiosidad y terminaría de caer en sus redes como la mosca en la telaraña.
"Y yo sé la causa"
"¿Qué es?"
"Te estás convirtiendo en mujer"
"¡Pero si soy mujer!"
"Una niña, eso eras. Ahora estás pasando de niña a mujer"
"¿Tu crees?"
Era evidente para Ricardo que su sobrina había caído en la trampa, pues su inquietud inicial había cambiado por una curiosidad que buscaba respuestas que solo él podría darle. Y claro, serían respuestas dadas de manera que la muchacha sirviera inocentemente a sus propósitos.
A estas alturas, el tío estaba seguro de que estaba jugando las cartas adecuadas y que debía actuar con tranquilidad y paciencia para que su sobrina cayera en su poder, para disfrutar de ese virginal cuerpo. Y hasta ahora todos sus pasos habían sido acertados, llevando a la inocente muchachita hasta el terreno que el deseaba, despertando en Selena una mezcla de curiosidad e inquietud que no atinaba a comprender a cabalidad. Es que las palabras de su tío eran acariciantes y hasta ahora le habían traído respuestas a sus muchas inquietudes. Ella tenía plena confianza en es hombre que jugaba con su inocencia.
"Por eso estas tan inquieta, por los cambios en tu cuerpo. Y por otras cosas más"
"¿Qué otras cosas?"
"Primero dame tu palabra de que lo que conversemos quedará solamente entre los dos"
"Nadie más lo sabrá, te lo prometo"
"¿Puedo hablarte con total confianza, sin que te molestes?"
"Mmm, Si. Seguro que sí"
"Piénsalo bien, cariñito, que nuestra conversación ahora será bien diferente"
"¡Por qué dices que será diferente lo que conversemos? ¿En qué sentido será diferente?"
"Porque hablaremos de tu cuerpo, de ciertas partes íntimas tuyas y de tus actividades solitarias"
"¿Actividades solitarias?¡Qué actividades solitarias, tío?"
"Cariño, me refiero a lo que estás sintiendo y a cómo te tocas cuando estás sola"
"Pero, ¿cómo lo supiste, tío?"
¡Pobre inocente muchachita! Había demasiado facil para ese hombre experimentado en las lides del sexo manipular a Selena, la que ya no ocultaba la admiración que sentía por su tío, que se había ganado su confianza al punto de tratar con él temas que nunca creyó llegó a conversar con nadie.
"Cariñito, te conozco más de lo que tu crees"
"Eres impresionante tío"
Ricardo se acomodó con una sonrisa flotando en sus labios. Selena se sentía cada vez más cómoda en presencia de su tío y presentía que la relación centre ambos cambiaría de ahora en adelante, aunque no podía presentir hasta qué punto.
Su tío empezó el ataque frontal a la intimidad de la muchacha.