Autor: Salvador
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Mi hermana Ana ( 4)
Hermanos amantes
Cuando terminé mi relato, sentía en mi mano la humedad que había entre las piernas de mi hermanita, la que no podía disimular su calentura, por lo que apretó sus piernas de manera de aprisionar mi mano entre ellas.
Abrió mi pantalón y se apoderó de mi verga, la que tragó como si fuera un helado en el desierto. Mamaba desesperadamente mientras con una mano me indicaba que le hiciera una paja, cosa a la cual accedí de buen grado. Así, mientras ella me mamaba la polla, yo metía un par de dedos en su vulva, que de inmediato soltó sus jugos. No contenta con ello, abrió su falda, se bajó la pantaleta y se montó sobre mí, hundiéndose mi herramienta en tu túnel. Con el cuerpo cubierto de sudor por el estado de excitación que tenía, mi hermana empezó a subir y bajar de manera que mi barra de carne aparecía y desaparecía de su interior. Me tomé de sus senos y empecé a masajearlos mientras su cuerpo subía y bajaba. Finalmente se rindió y acabó copiosamente, para quedar desmadejada sobre mí, intentando recuperar la respiración.
"Qué manera de estar caliente, hermanita"
"Es que tu relato me dejó como perra"
"Y eres toda una puta cuando te calientas"
"Si, me gusta gozar a fondo cuando follo"
"Y tenías que casarte con un gay"
"Ironías de la vida, ¿no es cierto?"
"Si, pero conmigo vas a quedar al dia"
"Y tu no vas a poder quejarte, pues te voy a hacer gozar como nadie"
"Tranquila, que no sabes como es Mirtha en la cama"
Nos levantamos y tomados de la mano subimos al dormitorio.
La hice apoyarse contra el respaldo de la cama y le levanté la bata, dejando expuesto su hermoso trasero. Acerqué mi verga y la puse a la entrada de su conchita, cuyos labios lucían carnosos y rojos por la excitación.
"A lo perrito, hermanita"
"Me siento como una perra caliente"
Apreté mi cuerpo al suyo y empujé mi herramienta, que se hundió hasta chocar mi cuerpo con sus cachetes. Me tomé de sus senos y empecé a follarla firme pero pausadamente.
"Toma, hermanita, toma"
"Soy tu perra, mijito"
"Si, mi perra caliente"
"Soy tu puta caliente, hermanito"
"Putita, perra, toma, toma"
Los fluidos de mi hermanita caían por sus piernas y se juntaban con el semen de mi acabada mientras nuestros cuerpos seguían apretados como los perros cuando quedan pegados después de follar y nuestra follada había sido salvaje, como de perros en celo.
La subí a la cama, abrí sus piernas y me puse encimo suyo, para tener nuestra primera follada en forma, sin el apuro de la vez primera o en mi departamento. Ahora nada nos apuraba, no había que temer nada. La noche era nuestra.
Con las piernas abiertas y encogidas, ella me esperaba completamente desnuda. Me acomodé sobre mi hermanita y le puso la cabeza de mi verga a la entrada de su vulva, mientras la abrazaba y besaba apasionadamente, fundiendo nuestras lenguas. De pronto ella levantó su cuerpo y sentí que la cabeza de mi instrumento se alojaba entre sus carnosos labios vaginales. Se apretó a mi y su cuerpo fue en procura de lograr el acoplamiento total. Y lo consiguió, pues de un solo envión le metí todo el resto de mi verga. Ella subió sus piernas sobre mi espalda y se colgó de mí, mientras todo su cuerpo se cimbraba en procura del pedazo de carne que entraba y salía de su vagina.
"Eres rica, hermanita"
"Y tu, mijito, eres rico tambien"
"¿Te gusta mi verga?"
"Tu verga, tu pico, mijito"
"Follas como nadie, mijita"
"¿Mejor que mamá?"
"Si, mucho mejor, mijita"
"¿Y que Mirtha?"
"Eres la mejor de todas, mijita"
"Y tu tambien, hermanito. Follas mejor que papá?"
"Toma, toma, toma, mi perra caliente"
"Si, tu puta caliente"
"Puta caliente, perra"
"Aghhhhhhhh, sigue, sigueeeeeee"
"Eres una puta, una perra"
"Mijito rico, que ricooooooo"
"Eres mi yegua puta"
"Uyyyyyyyyyyyyy"
Era tal la calentura que le producían mis palabras que Ana acabó dos veces seguidas. La segunda vez lo hizo junto conmigo y ambos quedamos abrazados tratando de recuperar la respiración normal, lo que nos demoró casi quince minutos.
Nos quedamos de espalda, uno al lado del otro, desnudos, bebiendo de nuestros vasos y pensando en lo sucedido.
"Quiero ser tu amante"
Me lo planteó sin ningún rodeo, de manera llana y directa.
"Por mi encantando, hermanita"
Esta noche había sido increíble, pues ambos habíamos encontrado en el otro la pareja perfecta para hacer el amor. Los dos no teníamos barreras morales en materia de sexo y nuestras experiencias con nuestros padres nos mostraban como un par de viciosos que andaban en busca de romper tabúes.
"Hermanito, eres el amante perfecto"
"¿Por qué?"
"Porque eres tan pervertido como yo. Y caliente"
Es cierto, soy demasiado caliente. Pero mi hermanita lo era tanto como yo y esa noche lo había demostrado. Nos quedamos dormidos casi al amanecer y sin haber logrado conciliar el sueño me levanté para irme a casa, donde me esperaba mi mujer, que estaba deseosa por enterarse de cual era el problema de mi hermana.