La entrevista
Capítulo 1
Colgó el aparato con una sonrisa de satisfacción. La habían citado a una entrevista para el día siguiente con uno de los directores de la empresa de cosméticos a la que estaba postulando para el cargo de Gerente de Ventas, Era una de los tres finalistas que quedaban después de una ardua selección. La entrevista definiría quién ocuparía el cargo y se había enterado que sus oponentes eran varones, lo que le había alegrado pues suponía una ventaja respecto de sus oponentes. Y cómo no, si estaba consciente de los atributos que tan orgullosa la tenían y sabía que su entrevistador tendría que ser ciego para no fijarse en el atractivo que despertaba en el sexo opuesto. Se sabía hermosa, poseedora de un cuerpo que acaparaba las miradas y los deseos de todos los hombres y usaba su belleza despertando el apetito y las fantasías de los varones. Y en la entrevista los usaría para sacar ventaja en la selección final.
Sofia se plantó frente al espejo a admirar su figura, mientras paseaba sus manos por el contorno de su hermosamente modelado cuerpo.
Era alta para ser mujer, con un metro 75 donde se distribuían armoniosamente todas sus partes, formando un conjunto perfectamente equilibrado. Sus piernas, gruesas sin ser gordas, remataban en unos muslos duros, blancos y turgentes. Sus senos hacían juego con el resto del cuerpo, sin llegar a ser exagerados pero con una redondez que los hacían apetecibles. El rostro, hermoso y bien delineado, daba cuenta de una dama de categoría, acostumbrada a ambientes sofisticados, a la que nada asombraba y que tenía una personalidad que la hacía salir airosa de cualquier circunstancia.
Sofia miró detenidamente su figura reflejada en el espejo y sonrió satisfecha, mientras sus manos moldeaban su busto. Era una mujer bella y deseable y al día siguiente le sacaría todo el provecho posible pues deseaba ese trabajo y sabía que estaba hecho para alguien como ella, con sus condiciones y su preparación. Sus manos descendieron y empezaron a acariciar sus muslos, que se veían tan apetitosos.
Cuando deseaba algo, no trepidaba en nada para conseguirlo y ahora deseaba ese trabajo pues le parecía el adecuado para una mujer como ella, además que sus finanzas no andaban bien últimamente. Abrió sus piernas y sus manos acariciaron sus muslos por la parte delantera, mientras sonreía orgullosa de su figura de mujer sensual, que al día siguiente exhibiría ante el director de la empresa.
Sabía que podía manipular a los hombres con su cuerpo y más de una vez lo había hecho, aprovechando la confusión que en ellos producía estar en presencia de una mujer tan linda, tan sensual y tan deseable. Y siempre consiguió lo que quería, con una sonrisa prometedora o moviéndose insinuantemente, como lo estaba haciendo ahora. Ninguno de ellos había resistido sus armas de seducción cuando las empleaba.
Una de sus manos bajó al borde de la falda y rehízo el camino por dentro de los muslos, que se abrieron para darle paso hacia el objetivo entre sus piernas. El espejo entregaba la figura de ese hermoso cuerpo parado altivamente, como desafiando, mientras su mano se apoderaba del bulto que formaba sus sexo bajo la seda del bikinni, apretándolo suavemente, con delicadeza.
“Ah, cuantos hombres desearían poseer este cuerpo” se dijo mientras su mano se introducía por el bikinni, alcanzando los depilados labios de su sexo, donde empezó a meter uno de sus dedos hasta alcanzar el clítoris, que envió la señal de amor necesaria para hacer estallar su libido en una suerte de fuegos artificiales que solo se calmó cuando su vulva se convirtió en una fuente desde la que manaban sus fluidos mientras con los ojos cerrados gozaba de este orgasmo solitario.
Sofia admiraba su cuerpo y muchas veces antes se había masturbado viéndolo al espejo, lo que la excitaba como el mejor de los afrodisíacos. Y siempre terminaba con el mismo pensamiento “amo mi cuerpo”
Decidió ir a la entrevista vestida con un traje de sastre pues sabía que la falda a media pierna resaltaba su figura y la chaqueta abotonada, con una blusa blanca, hacía que las miradas se fijaran en sus senos, que mostraban sus apetecibles redondeces como invitando a tocarlos. Se puso un par de medias negras que a medio muslo mostraban un encaje seductor que esperaba poder lucir durante la entrevista si se daba la oportunidad Remató el conjunto con unos zapatos de medio taco para no lucir demasiado alta pero que le permitiera lucir sus muslos si se sentaba frente a su entrevistador y decidía empleare a fondo. “Hay que estar preparada para todo” se dijo mientras se calzaba las medias, que moldeaban sus piernas y hacían resaltar las sinuosidades y curvas que se formaban a lo largo de estas, especialmente en la zona de sus muslos, donde los encajes aumentaban la sensualidad de estos.
Antes de abrir la puerta de la oficina donde la esperaban, echó una última mirada en la imagen que le devolvía el vidrio y quedó satisfecha con lo que veía. Ensayó muna sonrisa y entró, decidida y segura de si misma.
Buenas tardes. Don Miguel Sanchez me espera. Sofia Martínez.
La secretaria la observó sin poder ocultar su admiración por la belleza que irradiaba la mujer.
Si. La anuncio inmediatamente, señorita Martínez.
La introdujeron a un salón cuyas paredes estaban cubiertas de libreros de madera fina y amoblado finamente en un estilo minimalista. Al centro estaba parado un caballero de mediana edad, de cabello a medio encanecer, mediana estatura, tez bronceada y contextura robusta, la miraba con detenimiento. Después de escrutarla detenidamente, se adelantó con una sonrisa en los labios.
Buenos días, señorita Martinez
Encantada, señor Sanchez
Asiento, por favor
El eligió el sillón que había frente a Sofia. La secretaria les trajo café y se retiró.
Señorita Martinez. . .
Sofia, por favor
Sofia. Usted es la tercera persona que entrevisto para el cargo. Los dos anteriores dejaron una excelente impresión.
Espero dejarle una mejor impresión, señor Sanchez
Miguel para usted
Gracias, don Miguel.
Usted, al igual que ellos, demostraron tener los antecedentes académicos y profesionales suficientes para el cargo. Y los tres pasaron airosamente las etapas de selección, dejando en el camino a excelentes postulantes.
Y esta etapa final es para decidir quién le impresiona mejor, ¿verdad?
Sí. Y, como le dije, los dos anteriores lo hicieron muy bien.
Al igual que ellos, deseo darle la mejor impresión.
Sofia creyó percibir en los ojos de Miguel Sanchez el mismo interés que tantas veces había visto en los hombres que había conocido, los que invariablemente eran seducidos por su belleza. Pero ahora no se trataba de que el se sintiera atraído por su cuerpo y su personalidad. No. Ahora tenía que lograr que finalmente decidiera elegirla a ella por sobre los otros candidatos y para ello estaba decidida a que ese hombre cayera rendido a sus pies. Estaba dispuesta a todo para lograr su propósito y para ello no tenía límites para sus acciones, aunque lo suyo pudiera calificarse de prostitución. Qué importaba si el objetivo valía la pena. Muchas mujeres se acostaban con los hombres por calentura, pero ella estaba dispuesta a hacerlo con este por una causa mayor, a sus ojos.
Se acomodó en el sillón y con un gesto estudiadamente sensual levantó un pié y lo puso encima del otro, proceso que permitió a Miguel vislumbrar sus muslos y la erótica visión del encaje al final de sus finas medias. Lo hizo con tanta delicadeza que a el le pareció natural pero delicioso, sin doble intención pero que le había permitido contemplar un espectáculo increíble, en que se combinaban el negro de las medias de seda y el blanco de la piel de sus muslos. Apoyó un codo sobre la rodilla que había subido y tomó su mentón, como en una actitud de atención a su interlocutor, pero con un brillo en su mirada que revelaba algo más que el simple interés por sus palabras.
Creo que ya me está causando una excelente impresión, Sofia
¿Había alguna intención oculta en esas palabras? No estaba segura, pero había algo en el tono de su voz que le daba confianza.
Gracias, don Miguel.
Bueno, si usted quiere el cargo debe demostrarme que está capacitada para el desafío de lograrlo.
Bueno, me encantan los desafíos, don Miguel. Y sé enfrentarlos.
¿Sabe enfrentarlos, dice? Puede que en este caso los obstáculos la superen.
Los obstáculos hay que enfrentarlos de a uno por vez.
Me parece una muy buena actitud de frente a los desafíos
Sofia sentía que lo estaba llevando al terreno que ella quería y que él reaccionaba bien a sus estímulos. Pero todo podría ser una gran equivocación de su parte y que ella todo lo mal interpretara. Era necesario ahora un paso que podría marcar la diferencia entre el éxito o el fracaso. Pero ella confiaba en su belleza y esperaba que el hombre reaccionara positivamente a lo que se proponía hacer ahora.
Bajó su pierna y la dejó junto a la otra, aunque levemente separadas. En este proceso sus muslos se abrieron y Miguel pudo vislumbrar un paisaje más sugerente aún entre los hermosos muslos. Pero Sofia, maestra en el arte de la seducción, sabía que podía insinuar pero no mostrar. Al menos por el momento.
Miguel ahora era más evidente en sus miradas, las que devoraron cada milímetro de piel que fugazmente se le regaló cuando la hermosa dama se volvió a acomodar frente a el. A Sofia no le cabía dudas que el reaccionaba positivamente. Sentía que a estas alturas Miguel se portaba como muchos de los hombres con los que antes había jugado a la seducción, mostrándose evidentes en sus reacciones. La diferencia ahora consistía en que ahora ella estaba dispuesta a llegar al final del camino.
Se quedaron en silencio un momento y ella sorprendió las miradas furtivas del hombre a sus piernas. Dejó la taza de café en la bandeja y para ello debió inclinarse un poco, lo que aprovechó para abrir un poco sus piernas, dejando a la vista de él el interior de estas, aunque sin mostrar demasiado. Y sus senos mostraron sus redondeces bajo la tela de la blusa, como si quisieran escapar de la prisión, completando así un bello cuadro de belleza femenina.
Cuando levantó la vista lo sorprendió con la vista clavada en sus piernas, como intentando ver dentro de estas. Pero se repuso inmediatamente y fingió que miraba las tazas de café que reposaban en la mesa que los separaba.
Don Miguel, estoy muy interesada en lograr este cargo
Ya sé que está capacitada para ello. Quiero saber cuan interesada está en el cargo
Lo suficiente como para dar lo mejor de mí para conseguirlo
Una buena actitud. La felicito. Pero no sé hasta dónde llega su entrega.
Creo que no hay límite para ello
Sofia, hay límites y límites
Bueno, hay circunstancias y circunstancias.
¿Las que justificarían en determinados casos dejar los prejuicios de lado?
Me ha entendido perfectamente, don Miguel
Sus piernas se abrieron otro poco y Miguel tuvo la visión del blanco del bikinni de Sofia al fondo de sus muslos blancos. Ahora le tocaba a él tomar la iniciativa. Ella había jugado su papel y creía tenerlo lo suficientemente encandilado como para que sus deseos se impusieran por sobre su profesionalismo.
¿Qué estaría dispuesta a hacer para conseguir el cargo?
La mirada de Miguel a sus piernas, ahora sin ningún descaro, le demostró a Sofia que estaba consiguiendo su objetivo. Debía dar una estocada a fondo ahora.
Diga usted, don Miguel.
Sofia sonrió y mirándolo fijamente a los ojos terminó de abrir sus piernas, las que quedaron impúdicamente abiertas, mostrando el blanco bikinni que tapaba el paquete que formaba su sexo bajo la fina seda. Todo esto, mientras daba otro sorbo a su café, como si no se percatara del espectáculo que le estaba regalando a Miguel.
Sofia, es evidente que hablamos el mismo idioma.
Parece que sí, ¿verdad?
Creo que esta entrevista debiera seguir en otro lugar, ¿no cree?
Por mí, encantada, pero antes quisiera saber en qué situación estoy
El cargo es suyo. Y además de las obligaciones propias del cargo deberá tener muchas entrevistas conmigo. ¿Qué le parece?
Me parece estupendo
Cuando salió del privado, a la secretaria de don Miguel Sanchez le bastó ver la expresión de satisfacción de Sofia para comprender que el cargo le había sido asignado.“Una real hembra” dijo para sí mirando el movimiento de sus caderas mientras la bella mujer abandonaba la oficina.
Si Sofia se hubiera dado vuelta antes de cerrar la puerta habría visto que Sandra la miraba con lascivia y deseo en la mirada, sin apartar sus ojos de sus nalgas.