Autor: Salvador
Dirección: demadariaga@hotmail.com
La inocente Selena ( 9 )
A partir de la experiencia conjunta en el bus, las dos amigas empezaron a ir a clases en falda, dejando en el baúl de los recuerdos los jeans que fueran tan habituales en su guardarropa. Y las faldas, tan mínimas que dejaban poco a la imaginación, lucían espléndidamente en las piernas de las muchachas, largas, bien formadas y llenas de vitalidad. Los muchachos no dejaban de admirar esas hermosas piernas, imaginando que la coquetería de Andrea y Selena se dirigía a alguno de ellos, sin imaginar que el único objetivo que perseguían ambas eran ellas mismas. Andrea deseaba que Selena viera y admirara sus muslos y a Selena le sucedía otro tanto.
Y siempre buscaban estar juntas, separadas del resto de la clase, aprovechando la conexión a Internet para chatear entre las dos, en un intercambio de impresiones que las mantenía en constante excitación. Excitación creciente que buscaba cada vez experiencias nuevas para vivirlas. Recordaban las "tareas" que el tío de Selena le había dado a esta y que había llevado a la práctica junto a su amiga, las sensaciones que habían experimentado y los orgasmos alcanzados. Todo esto sucedía en medio de las clases, mientras sus compañeros trabajaban en las tareas encomendadas. Como ambas eran avanzadas en computación, siempre les quedaba tiempo para dedicarse a sus cosas particulares después de cumplir con sus tareas, sin que sus compañeros o maestros se percataran del tiempo que dedicaban a chatear entre ellas durante la clase.
Este día las dos se encontraban particularmente excitadas y sus correos eran más subidos de tono que lo acostumbrado.
Andrea dice (A): Creo que si seguimos conversando se van a dar cuenta
Selena dice (S): Tienes razón. ¿Te parece que sigamos después de la clase?
A: Ya. Digamos que debemos preparar el examen semestral.
S: Ok
Al final de la clase pidieron al profesor dejarlas seguir
usando los p.c. para el trabajo que debían entregar en dos semanas, a lo que
éste accedió sin problemas. Ambas quedaron solas en la sala y se pusieron frente
a la entrada de la misma, pero en la última fila, para prevenir cualquiera
interrupción. La idea era cambiar sus pantallas si alguien entraba a la sala y
así evitar que alguien viera lo que se escribían entre ambas.
Después de haber puesto en pantalla los trabajos en que se suponía que estaban
trabajando, los que reemplazarían la pantalla del MSN si eran interrumpidas, se
dedicaron a la verdadera tarea y reiniciaron el diálogo que habían suspendido.
Muy pronto el tono de la conversación subió de tono.
S: ¿Recuerdas la noche en que cené en tu casa, cuando mami nos interrumpió?
A: ¿Cuándo me limpiaba en el baño? Si, claro, ¿por qué?
S: ¿Qué habría pasado si ella no nos interrumpe?
A: Creo que ese día las dos estábamos alocadas totalmente.
S: Si, podría haber sucedido cualquier cosa
A: Claro, como que me hubieras ayudado, como me ofreciste a hacerlo.
S: Si. Te lo ofrecí sin pensarlo.
A: Y yo iba a decirte bueno cuando tu mami llamó a la puerta del baño.
S: Se te veían las piernas muy lindas ese día, recuerdo bien.
A: Bueno, es que estaba mostrándote todo, recuerda.
S: Ahora no me estás mostrando todo y se te ven igual de lindas las piernas.
A: ¿Tu crees?
S: Absolutamente
A: ¿Y con tan poco te conformas?
Andrea subió deliberadamente su falda, dejando completamente al aire sus piernas, que se mostraban en toda su belleza: largas, rellenas, torneadas y con unos muslos impresionantes. No contenta con subirse la falda, buscó que se le viera el calzoncito celeste bajo la falda, que tapaba un paquetito que se insinuaba lujuriosamente. No cabía duda que pretendía calentar a su amiga, la que la miraba ansiosamente, sin poder apartar su vista de la tela celeste que se mostraba al final de los muslos de su amiguita.
A: ¿Y ahora?
S: Mmmmmm
A: ¿No te gusta?
S: Al contrario, se ve precioso
A: ¿Y tu?
S: ¿Yo, qué?
A: ¿No me merezco algo a cambio?
Sin decir palabra, Selena subió su falda hasta mostrar la tela blanca de su bikini, que tapaba un paquete tan prominente como el de su amiga. Andrea miraba extasiada las piernas que se le regalaban, robustas, llenas de vitalidad, blancas y turgentes. Ambas amigas mostraban completamente sus piernas y se sentían muy a gusto viendo como la otra miraba sus muslos y su sexo, en una situación de morbosidad increíble que las excitaba a límites impresionantes, poniéndolas a cada instante más atrevidas.
S: Ahora sí
A: Te ves de miedo
S: ¿Puedo decirte algo?
A: Si, dime
S: Tu calzoncito tiene una mancha de humedad
A: Es que estoy excitada
S: Yo también, fíjate.
A: Si, se nota una mancha de humedad.
Selena estaba al límite de la excitación con lo que estaba viviendo y, sin pensarlo, bajó su mano y paseó un dedo sobre el lugar en que la tela de su bikini estaba húmeda. La acarició con lentitud, permitiendo que su amiga no perdiera detalle del espectáculo que le estaba regalando, y después la llevó a los labios, pasándole la lengua como si fuera una golosina, con sensualidad estudiada para aumentar el estado de excitación en su amiga. Andrea no perdía detalle de los movimientos de su amiga y en sus propias piernas notaba el grado de deseo que había alcanzado, ya que su sexo empezó a soltar los primeros jugos de un incipiente orgasmo.
S: Mmmmm, no sabe mal.
A: ¿En serio?
Andrea llevó su mano a las piernas de Selena y puso un dedo sobre el monte que se dibujaba entre los muslos de su amiga, pasándolo suavemente sobre el canal que formaban los labios vaginales. Lentamente, casi a disgusto, sacó la mano de entre los muslos de Selena y la llevó a sus propios labios, besando el dedo con restos de humedad de su amiga, que chupó con deleite, cual si fuera un caramelo, mientras su calzoncito continuaba llenándose de la humedad que alimentaba su vagina.
A: Tienes razón.
S: ¿Y tu?
Selena no esperó invitación y su mano se puso sobre el paquete de Andrea, pasando uno de sus dedos a lo largo del canal vaginal para llevarlo posteriormente a sus labios, pero todo ello con lentitud exasperante, como si no quisiera sacar su dedo del monte de Venus de su amiguita, llevando a ésta al límite de su resistencia. Se metió el dedo en la boca y lo chupó con los ojos cerrados, disfrutando el sabor del sexo de Andrea, que no perdía detalle de lo que su amiga hacía.
S: Mmmmm, rico
A: ¿Te gustó mi jugo?
S: Si, me gustó mucho. ¿Y a ti, te gustó mi jugo?
A: Exquisito, estaba exquisito
Las amigas habían alcanzado nuevamente un alto grado de excitación, el que las llevaría sin pausa a un próximo orgasmo, que se veía inevitable. Sabían que lo que venía ahora era un abandono a los goces del placer prohibido, el que acabaría con una masturbación que las haría sentir nuevamente las delicias de acabar en compañía, al unísono, como dos buenas amigas que eran.
S: Estoy caliente como brasa
A: Y yo
S: ¿Lo hacemos ahora, en el baño o esperamos ir en el bus o en la casa?
A: No me aguanto, quiero acabar ahora, ya
S: Hagámoslo mientras nos escribimos, ¿te parece?
A: Yo ya tengo mi mano en mi calzoncito
S: Mmmmm, ¿qué haces?
A: estoy apretándolo, suavemente
S: Me gusta, yo estoy haciendo lo mismo
A: Si, te estoy viendo como te mueves, caliente
S: Es rico, haz lo mismo.
A: Mmmmmmm, tienes razón. Me muevo como si estuviera haciéndolo
S: Imagino que es mi tío el que me aprieta el paquetito
Las amigas estaban descontroladas, tomando sus respectivos paquetes, que apretaban entre las palmas de sus respectivas manos, mientras se miraban una a la otra sin perder detalle de los movimientos que hacían. Era evidente la excitación que les producía ver a la otra apretar su respectivo paquete, lo que las llevaba a mover sus manos intentando meter un dedo en la entrada de sus vulvas, cubiertas por la tela de sus calzoncitos que mostraban una mancha de humedad que ahora cubría completamente su parte delantera, signo evidente de la excitación de las muchachitas.
Casi descontroladas, escribían con una sola mano mientras la otra estaba sumergida entre las piernas, jugando con su sexo. Y sus cuerpos se movían cada vez más rápido, sin apartar sus ojos de la pantalla del p.c., mientras sus entre piernas sentían los masajes de sus dedos, que se movían alocadamente.
A: Rico
S: Si
A: ¿Lo toco?
S: ¿Mi cosita?
A: Si, tu cosita
S: Bueno, siempre que yo pueda tocar la tuya
Se miraron con el deseo reflejado en sus rostros, que ya denotaba en el sudor que perlaba sus mejillas el estado de excitación que las invadía. Sus manos se cruzaron, buscando el sexo de la otra, que esperaba ansiosa. Todo ello, sin dejar de mirarse, como buscando la reacción en el rostro de la dueña del sexo que iban a tocar. No bien las manos tocaron los labios vaginales, sus cuerpos se envararon, sus piernas se estiraron y cerrando los ojos dejaron en libertad el orgasmo que pugnaba en su interior. Un torrente de líquido golpeó contra la tela de sus respectivos calzoncitos, acumulándose entre sus piernas y dejando una mancha en sus respectivos asientos. Durante un par de minutos sus cuerpos quedaron estirados sobre el asiento, con la cabeza echada hacia atrás, los ojos cerrados y una expresión de gozo en sus labios, mientras sus piernas abiertas dejaban escapar los restos del orgasmo que manaba desde sus interiores. Y cuando el líquido que salía de sus sexos hubo amainado, quedaron en la misma posición, buscando encontrar la normalidad después de tanta agitación.
Con sus rostros rojos por la excitación y por la vergüenza, las amigas dieron fin a su conversación rápidamente, como evitando comentar lo que había sucedido entre ambas, y salieron de la sala de clases para ir al baño a limpiar las huellas de su reciente fantasía. Una vez vueltas a la realidad, ninguna de ellas se atrevía a enfrentar lo acontecido entre las dos, intuyendo que la anormalidad de lo sucedido las hacía culpables de un acto que las avergonzaba y que pretendían ocultar con el silencio, como si al no conversar del tema éste dejaría de existir. En la inocencia de su juventud las muchachitas no sabían que la sexualidad que estaban descubriendo en conjunto era una variante que las atraía como un imán y que difícilmente podrían sustraerse a su embrujo.
Esa noche iban a estudiar en casa de Selena y ambas sabían que esa noche sería especial, que sería la noche de la verdad. Selena intuía que esa noche terminaba su aprendizaje y que su paso de niña a mujer se completaría junto a su amiga Andrea, lo que le producía temor y excitación al mismo tiempo. A Andrea le sucedía lo mismo, no atreviéndose aún a aceptar una realidad que a cada instante era más palpable: la atracción sexual por su amiga.
Esa noche las amigas conocerían lo que es el sexo lésbico.