Autor: Salvador
Dirección: demadariaga@hotmail.com
Ale, ¿así lo imaginaste?
Reflexología
"Buenas tardes"
El apretó su mano, trasmitiéndole calor. Alejandra se dijo para sus adentros que ese clientes no era mal parecido y que incluso estaría bien para fantasear. Salvador le había transmitido ese afán por las fantasías y ahora se encontraba sopesando la posibilidad de fantasear con este caballero maduro que había acudido a ella en busca de una sesión de reflexología. Mejor olvidar esa tontera de las fantasías y dedícate a lo tuyo, muchacha, se dijo.
Tal vez la tarde nubosa, pero calurosa, le estaba metiendo cosas en la cabeza. O los correos que intercambiaba con Salvador, cargados de fantasías sexuales. O el relato que le había enviado para que el lo leyera, o esa experiencia por internet en que ambos habían terminado acabando alocadamente. No sabía qué, pero tal vez todo eso había contribuido a que anduviera tan pendiente de sus fantasías. Y eso no era bueno para el trabajo, ya que la distraían.
"Por favor, póngase cómodo"
Le indicó la camilla, donde el caballero se acomodó y ella tomó sus instrumentos para iniciar la sesión. Aunque no tenía mucha experiencia en este tipo de tratamientos, se sentía lo suficientemente segura como para hacer un buen trabajo.
Inició los masajes con suavidad, evitando dañar algún músculo, empezando por los hombros para seguir por los brazos y continuar con la espalda. Era lo habitual.
El pensamiento de Salvador volvió a ella una vez más. Aunque habían tenido sexo aún no lo conocía. Todo el sexo con Salvador era imaginario. Sexo virtual, le había dicho. En un principio pensó que todo ello era una estupidez, ya que nada podría reemplazar el sexo real, pero después de esa sesión en que ambos terminaron pajeándose, cada uno por su lado, su opinión cambió radicalmente. Fue una sensación única sentir sus fluido brotar de su interior y caer por sus muslos. Una sensación parecida a la que se apoderaba ahora del final de sus muslos.
"Me dolió eso"
El paciente se revolvió inquieto.
"Disculpe"
Este estúpido Salvador que me hace volarme y cometer tonteras con mis pacientes. Mejor me olvido de él y trato de no ahuyentar a la clientela con movimientos bruscos como el que le acabo de hacer a este caballero.
Si no le hubiera pedido consejos para escribir relatos, no lo habría conocido. Todo empezó con los tontitos relatos eróticos. Y él se aprovechó y cuando menos pensaba ya estaba fantaseando como una niñita. Casi me pareció sentir su verga penetrándome. Fue tan vívido. Tan real, mientras mis dedos hurgaban mi cueva hasta alcanzar mi clítoris, que estalló de inmediato, soltando mis jugos a todas partes. Qué sensación más rica.
"Señorita"
"Disculpe"
Debo sacarme a Salvador de la cabeza. No puede seguir esto así. Es demasiado. Si soy una mujer adulta, si he conocido muchos hombres antes que a él. Y a él ni lo conozco. ¿Cómo será físicamente? De acuerdo a lo que me ha dicho no es mal parecido. De una edad parecida a la de este caballero. Sí, definitivamente debe ser como este caballero.
Se fijó bien en el paciente cuando se dio vuelta y quedó con el pecho al frente. Pelo negro, facciones agradables, ni gordo ni flaco, estatura media. Normal, completamente normal. Salvador debía ser parecido a él. Pero este caballero no puede ser tan caliente como Salvador, eso es seguro.
Sus ojos recorrieron el cuerpo del cliente y se detuvieron en el bulto que se formaba entre sus piernas. No pudo evitarlo. Esa tarde estaba completamente loca. Mira que fijarse en el paquete de su cliente. Este Salvador me las va a pagar.
Sus masajes por los muslos necesitaban que el cliente se pusiera un box y dejara las piernas al descubierto, por lo que era inevitable ver su bulto. Deseaba quitar la vista del paisaje pero le era imposible. Y su mano lentamente se fue acercando a la entrepierna del cliente, que con la cercanía de Alejandra empezó a reaccionar y el bulto se hizo más pronunciado.
Una nube de deseo la cubrió y el cliente desapareció. Ya no había quien a quien hacer masajes. Solo tenía frente a sí una verga que deseaba probar.
"Voy a hacer masaje entre las piernas, ahora"
"¿Es necesario?"
"En su caso, si"
Y sus manos empezaron a acariciar la piel cercana al bulto, que cada vez era más pronunciado. Era evidente que el cliente estaba empalmado. Estaba completamente caliente, no cabía dudas. Sin pensarlo, su mano se posó sobre el bulto y apretó con suavidad. El mensaje no pudo ser más directo y el cliente no pudo reaccionar mejor, tomando su box y bajándoselo, sin decir palabra, dejando ante la vista de Alejandra un formidable pedazo de verga.
No lo pensó. No quiso pensar. Se inclinó y se tragó todo lo que pudo del pedazo de carne.
El cliente no perdió el tiempo y aprovechó de bajar su mano por su delantal y subirla por debajo, hasta llegar a su paquete, que empezó a apretar delicadamente. Uno de sus dedos se introdujo en su raja y empezó a pajearla.
Alejandra dejó el pico del cliente y bajándose el bikini y subiéndose el delantal, se subió a la camilla y con una pierna a cada lado del paciente se sentó, se metió el pico a la entrada de su concha y se dejó caer. El pico le llegó hasta el fondo.
"Así, asíiiiiiii"
Se movía desesperadamente, mientras se aferraba a los hombros del cliente, que empujaba hacia arriba, tomándose de sus nalgas.
"Ricoooooooooo"
"¿Te gusta, mijita?"
"Siiiiiiii. Ricooooooo"
"¿Te gusta mi pico?"
"Exquisito, mijito"
"Eres una puta rica"
"Siii. Tu putita"
"Mi perra caliente"
"Sii, Soy tu perra caliente"
"Traga más pico, puta"
"Siiiii. Más, más pico, mijito"
El retumbar sus propias palabras les llevó al orgasmo, que inundó la camilla con sus fluidos, terminando ambos abrazados y sudorosos.
Cuando recuperaron la respiración recuperaron también la compostura y se despidieron formalmente, como si nada hubiera pasado entre ambos.
Al momento de despedirse, él se volvió y junto con cerrar la puerta le dijo.
"No le dije mi nombre. Me llamo Salvador"