Una familia unida
Capítulo 3
Yo estaba despertando al sexo en esa época, cuando mi padre se llevó mi virginidad. Lo que para cualquier otra joven hubiera sido una experiencia traumatizante, para mí constituyó mi inicio en una espiral de perversión que me ha dado muchas satisfacciones. Con él no sólo conocí el sexo en toda su plenitud sino que empecé a gozar con todas sus variantes, ya que, debo confesarlo, soy ninfomaníaca. Y lo disfruto.
A estas alturas de mi vida me quedan pocas cosas nuevas que conocer, por ello es que introducir a mi hija Vanesa en las orgías incestuosas con mi padre es un aliciente que me da nuevas energías. Por ello es que he puesto todas mis energías en introducir a mi hija en nuestro círculo, donde espero ver el espectáculo de la enorme verga de mi padre perderse en el chochito de Vanesa. Y mi siguiente objetivo es juntar a mi padre con el resto de sus hijas y su nieta. Quiere disfrutar el momento en que la enorme verga paterna se interne en el culo de Sofía y ver la impresión que le produce a Vanesa cómo su tía se traga ese trozo de carne de casi 25 centímetros y un ancho que hace pensar en la herramienta de un burro. Sofía, como veterinaria, trabaja con caballos y al parecer de ahí le viene el gusto por ser enculada, aunque a mí me da la impresión que ningún culo de mujer podría aguantar una polla de caballo. Pero sí la de un perro.
Volviendo a la historia del día en que mi padre me desfloró, yo estaba sola en casa cuando él llegó del trabajo y después de almorzar se fue a dormir su siesta. Hacía un tiempo que yo sentía en mi cuerpo unos cosquilleos, especialmente en mi zona pélvica, que traían muy inquieta, especialmente por el hecho de que me sentía muy atraída por el sexo opuesto. Y en este sentido, mi padre era el hombre que más cerca tenía y me atraía por su porte elegante, su físico atlético, sus rasgos varoniles, sus maneras elegantes y su amabilidad en el trato. De hecho, mi padre atraía a las mujeres en general y si se considera que su trabajo de ginecólogo lo mantiene en estrecho contacto con muchas de ellas, tenía mucho éxito entre sus pacientes, que en muchos casos pretextaban dolencias inexistentes para que él las “examinara”. Fue así como su consulta disponía de un anexo que tenía un sofá cama que, según explicaba, usaba para dormir cuando se le hacía tarde. Pero yo suponía que el uso de ese mueble decía más relación con la atención más particular de algunas pacientes que para un debido descanso después de una agotadora jornada. En más de una oportunidad, estando en la sala de espera aguardando a que mi padre se desocupara, escuché comentarios de algunas pacientes que se referían más a sus condiciones como varón que como profesional. Prestando atención a retazos de conversaciones y a algunas indiscreciones, me enteré que el gran atributo de mi padre eran las dimensiones de su verga y su gran capacidad para follar.
Todo esto me producía disgustos crecientes ya que lo imaginaba follando con todas esas mujeres que andaban como perras calientes buscando acostarse con él y esos pensamientos me indignaban. Pronto me percaté que esa molestia no era tal sino celos que como mujer sentía por esas mujeres que podían disfrutar sexualmente de mi padre.
En esos días yo me encontraba en plena evolución y ya había alcanzado el 1,72 y mis medidas apuntaban a un par de senos de dimensiones fuera de serie. Mi pelo castaño y mis ojos verdes, un rostro agraciado y unas piernas que terminaban en un par de muslos de dimensiones respetables, me hacían una damita excitante pese a mis escasos 14 años, ya que demostraba más edad de la que realmente tenía.
Y mis hormonas estaban revolucionadas, a tal punto que se me hacía imprescindible encontrar la manera de satisfacer mi creciente apetito sexual. Esto podrá parecer una exageración en una muchacha de tan pocos años, pero la verdad es que en mi cuerpo se estaba gestando una ninfomanía que solamente explotaría después que mi padre me regalara mi primera follada.
Mónicaaaaaaaaaa
Sentí el llamado de mi padre cuando estaba lavando la loza, después de almuerzo.
Subí al dormitorio sin prisa. Si hubiera sabido lo que me esperaba lo habría hecho corriendo. Entré al dormitorio y lo encontré acostado, viendo la tele.
Ven, cariño, durmamos juntos la siesta
Bueno, papi
Respondí de inmediato, feliz ante la perspectiva de estar junto a él. Me subí a la cama y me acosté a su lado, pero el me dijo que mejor lo hiciera bajo las tapas, tal como estaba el, a lo que accedí, pero al levantar la tapa alcancé a ver las piernas desnudas de mi padre. Estaba durmiendo tapado solamente por unos bóxers. No dije nada y me tapé.
Al cabo de un rato el se dio vuelta y me abrazó.
Hola cariñito
Me dijo y se apretó a mi cuerpo. Los nervios me invadieron, pero esta situación la había imaginado muchas veces por lo que no era el momento de rechazarlo.
Hola, papi
Le dije mirándolo, sonriendo con la mayor confianza de la que pude hacer acopio. Al parecer mi padre traía alguna intención oculta cuando me llamó a su lado y no estaba dispuesta a dejar pasar esta oportunidad, por lo que hice como si fuera a dormir y le di la espalda, ofreciéndole mi espléndido culito, del que estaba consciente era una belleza. El nada dijo y me abrazo, quedando nuestros cuerpos en la posición llamada “cucharita”.
Fingí dormir para ver qué haría mi padre.
Muy pronto sentí que su cuerpo se acercaba al mío y su mano sobre mi cadera empezaba a bajar y acariciar mis muslos. Yo estaba feliz con los avances de mi padre, que apretó su cuerpo y con ello sentí que su paquete se pegaba a mis nalgas. No hice nada y seguí en la misma posición, fingiendo un sueño profundo que envalentonara a mi padre a seguir avanzando. Y él siguió avanzando pues de pronto sentí su tremenda barra de carne ponerse entre mis muslos, bajo mi sexo. Y empezó a meter y sacar su verga de entre mis piernas como si estuviera follándome. A cada embestida suya mis nalgas golpeaban contra su estómago, como si realmente estuviéramos teniendo sexo.
Papi, ¿qué haces?
El retiró su polla de entre mis muslos. Me di vuelta y lo miré a la cara. El callaba sin poder decir nada. Estaba confundido y no podía reaccionar pues se sentía pillado en plena faena de intentar seducir a su hijita.
Me gustó, papi
El sonrió y volvió a abrazarme, pero esta vez estábamos frente a frente.
Hazlo de nuevo, papi, pero de frente.
El nada dijo, limitándose a poner su verga entre mis muslos y volver a hacer como si estuviera follándome. Lo abracé y apreté a mí.
Rica, mi niña
Asíiiiiiiiii, papitoooooooooo
Y le brindé mi primer orgasmo. El abrió mis piernas y haciendo a un lado mi calzoncito, completamente manchado por mi reciente acabada, metió su lengua y empezó a hurgar en mi interior, lo que hizo que le regalara mi segundo orgasmo, tan fuerte como el primero. Estaba feliz, como nunca antes lo había estado. Y lo que más me alegraba era pensar que aún no había probado su verga, imaginando lo que me haría sentir.
Mi niña, me gustaría poder hacerlo contigo, pero mi cosa es demasiado grande para ti.
Mientras me decía esto se sacó su bóxer y me mostró su polla, en completa erección. No pudo resistirme ante el espectáculo de tan grande instrumento y lo tomé con una de mis manos, mientras me acercaba a darle un beso.
Mi niña, bésalo.
Abrí mi boca e intenté meterme ese tremendo pedazo de carne, pero apenas pude introducir la cabeza, que empecé a chupar como si fuera un helado.
Rico, mijita, rico
Tomó mi cabeza y empezó a dirigir mis movimientos sobre su verga. Yo habría lo más que podía la boca, pero era imposible meter nada más que su cabeza.
Mijita, chupaaaaaaaaaa
En ese momento decidí que le daría mi virginidad, costare lo que costare. Saqué mi boca y con el deseo reflejado en mi rostro lo enfrenté.
Papi, métemelo
Pero cariño, es muy grande para ti
Hazlo, yo aguantaré
¿Estás segura, mi niña?
Papito, fóllame, ya
Saqué mi calzón, abrí mis piernas y me puse de espaldas en la cama, esperándolo. Mi padre tomó su monstruo en la mano y se puso entre mis piernas, poniéndolo a la entrada de mi vulva. Yo esperaba con los dientes apretados pues estaba consciente de que el dolor sería grande, pero lo aguantaría.
Mi padre empezó a empujar y yo pujaba para ayudarle, pero la cabeza enorme de su verga se resistía a entrar pues la entrada era demasiado estrecha. Seguimos intentándolo hasta que en un momento sentí que mi vulva se abría dolorosamente y la cabeza se introducía en mi interior. Mi padre se detuvo, preocupado por lo que podría sucederme.
Cariño, ¿te duele?
Papito, sigue, sigue. Si me duele mucho te diré que pares, pero si no te digo nada, sigue.
Y mi padre volvió a empujar, lenta pero persistentemente. Yo, por mi parte, levanté las piernas y las puse en su espalda, como una manera de ayudarle y hacerle más expedito el camino. Y su polla empezó a abrirse camino dentro mío. A pesar del dolor increíble que me producía ese pedazo de carne al expandir las paredes de mi vagina, aguanté pues deseaba recibirlo hasta el fondo.
Y finalmente logramos acoplarnos completamente.
Mi padre se quedó quieto unos momentos y poco a poco empezó a moverse de adentro a afuera, para volver a entrar. Lentamente al principio, para que mis paredes interiores se acostumbraran al visitante, pero al cabo de un rato sus movimientos se hicieron más rápidos y nuestros cuerpos se acoplaron en una cópula enloquecida.
Mijitaaaa
Papitooooooo. Ricoooooooooooooo
Qué rico, mijitaaaaaaaaaa
¿Lo hago bien, papitoooo?
Síiiiiiiii. Eres increíble, amor
Dame duro, así, asíiiiiiiiiiiiiiiiii
Acabamos copiosamente y mi padre continuó con su polla metida en mi chochito, no atreviéndose a sacarlo.
Fue exquisito, Mónica
Gocé tanto, papito. Fue increíble
¿Te atreves a que lo hagamos nuevamente?
Siiiiiiiiiiii
Y Paul volvió a follar a su hija, que estaba feliz de haber soportado la tremenda tranca de su padre, tal como lo habían hecho antes mujeres mayores a ella. Ahora ella también era amante de su padre. Y eso la hacía completamente realizada.
Mónica siguió teniendo sexo con su padre durante muchos años. Incluso después de casada siguió probando la verga paterna, de la que era adicta como si de una droga se tratase.
Y fue esta experiencia poco habitual la que la llevó a involucrarse con sus hermanas, cuando estas llegaron a la juventud, de tal manera que su vida sexual se desenvolvía preferentemente entre su padre y sus hermanas.
Y ella fue la que le propuso a sus hermanas involucrarse con Paul, pero esto sucedió cuando Paula se había casado y se sentía desorientada respecto de su matrimonio. Las hermanas se encontraron en casa de Mónica y volvieron a vivir sus encuentros incestuosos de juventud. Y fue ahí donde llegó Paul, invitado por Mónica con la intención de incorporarlo a la orgía lésbica.
Ahí fue la primera vez que vieron a Sofía gozar cuando era enculada por su padre, una experiencia que no creían que otra mujer pudiera tener, dada las dimensiones de la verga de su padre.