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La extorsión (3)

en Grandes Relatos

Autor: Salvador

Dirección: demadariaga@hotmail.com

La extorsión ( III )

 

Dante apareció con la cabeza gacha, como si arrastrara un peso más fuerte que sus fuerzas. Se veía muy distinto al muchacho alegre, cínico y audaz que yo conocía. Cerró la puerta y se acercó a mi escritorio, donde depositó un paquete.

- Es suyo.

Estábamos a solas, por lo que el trato tan formal me llamó la atención, después de lo vivido hacía una semana.

¿Qué es?

Pregunté intrigada y no sin cierta aprensión, pensando en una nueva trampa, como las anteriores.

No se preocupe, que no hay copias y no quiero nada a cambio.

Por favor, dime de qué se trata

Es algo que me da mucha vergüenza

Entreabrí el paquete y alcancé a ver la forma de un casette de video en su interior.

¿No me digas que....?

Le aseguro que no hay ninguna copia y que Héctor no tiene idea de esto.

¿Por qué me lo entregas sin pedirme nada?

Porque cuando estuvimos juntos usted despertó en mí algo que no conocía

¿Qué cosa?

Solo puedo decirle que estoy muy arrepentido de lo que hice, por eso se lo devuelvo.

Es un video de lo sucedido la vez pasada, ¿no es cierto?

Si....

¿Lo viste?

Cientos de veces.

Me imaginé al muchacho deleitándose con las escenas que protagonizamos junto a Héctor en ese departamento. La delicadeza que él puso al hacerme el amor era el presagio de algo que estaba naciendo en su interior. Creo que Dante se sintió preso de una pasión que desembocó en sentimientos que le llevaron al arrepentimiento por la manera en que él había actuado conmigo anteriormente, lo que le alejaba de lo posibilidad de alcanzar por las buenas lo que obtuvo de mala manera.

Su gesto de devolverme el video sin pedirme nada a cambio me pareció increíblemente hermoso. Propio de él, me dije para mi misma, mientras rememoraba sus movimientos delicados, sus miradas cómplices y sus caricias cuando hacíamos el amor.

Había pasado una semana de nuestro encuentro en el departamento que los muchachos habían arrendado para darse el gusto conmigo y donde Dante y yo establecimos una conexión increíblemente erótica, que trajo como consecuencia que casi se me soltaran las amarras y pudiera vivir mi sexualidad a plenitud en brazos de Dante y su amigo si no es por una gran fuerza de voluntad puesta para no evidenciar mi excitación.

Desde ese día me di cuenta que tenía alma de puta, que Dante había logrado despertar con su delicadeza para hacerme el amor y ese descubrimiento me hizo vislumbrar nuevos horizontes en el sexo, los que me pareció maravilloso.

Anhelaba poder verlo nuevamente, que me invitara a hacernos el amor, a revivir esos momentos que me hizo vivir en el departamento, en que el acariciaba mi cuerpo con delicadeza y me poseía como si estuviera haciéndole el amor a una diosa. Deseaba sentirme nuevamente una perdida en sus brazos, pero más que nada deseaba soltarme completamente y entregarme sin condiciones en brazos de ese muchacho que había desatado la lujuria en mi cuerpo.

Y aparecía hoy con ese hermoso gesto, que me decía sin decírmelo que el me deseaba, pero que en su deseo había un sentimiento nuevo, que había descubierto al hacerme el amor. Y yo era el objeto de ese sentimiento. Tal vez mi actitud reprimida, esa de no soltarme cuando estaba gozando, hizo que el muchacho se sintiera atrapado.

Me sentí feliz por el descubrimiento: mi deseo era correspondido pero Dante no se atrevía a decírmelo por temor a mi rechazo por lo sucedido anteriormente. Era comprensible, después de la forma tan ruin en que habían logrado mis favores, por mucho que yo lo hubiera gozado.

Decidí dar un paso decisivo en nuestra relación, la que sabía cambiaría completamente a partir de ahora.

Quiero que vengas a mi departamento.

¿Segura?

Si. Tenemos que conversar al respecto.

¿Cuándo quiere que vaya?

Esta tarde, a las 8

Ahí estaré, sin falta.

Te esperaré.

Fue puntual, lo que me pareció lógico considerando lo que esperaba de mí con la invitación que le había hecho.

Cenamos en silencio y después nos sentamos a beber una cerveza en el living, frente a frente. Yo me había vestido a propósito con una falda corta a medio muslo y una blusa abotonada por delante, con los dos botones de arriba sueltos de manera de insinuar el nacimiento de mis senos, de los que me sentía orgullosa.

El estaba sentado frente a mí, con su frente perlada por algunas gotas de sudor producto de las miradas furtivas que daba a mis piernas a lo que ellas ocultaban a medias. Yo estaba feliz del resultado que en él producían mis piernas, que movía a propósito para provocarle, mientras conversábamos de cualquier cosa. Mi idea era acostarme con él nuevamente, pero primero quería divertirme tentándolo y haciéndolo desearme hasta el extremo, para que se comportara tan virilmente como cuando lo hicimos en el departamento con su amigo Héctor.

Poco a poco mis piernas se abrieron, mostrándole el interior de mis muslos, en tanto conversábamos de la Universidad. A ratos cruzaba mis piernas y le mostraba mis muslos por afuera y una fugaz visión de mi calzón al final, para después descruzarlas, repitiéndole el espectáculo, esta vez a la inversa. Le estaba regalando un espectáculo como nunca antes le había dado a ningún otro hombre. El estado de excitación de Dante era evidente y parecía que muy pronto llegaría a su límite. ¿Yo? Feliz, seguía conversándole, como si mis movimientos fueran los más naturales del mundo, como si no me percatara de que mis piernas mostraban mucho más de lo que una dama decente podría estar dispuesta a mostrar. Es que la excitación en mí era tan fuerte como la que estaba provocando en el muchacho.

Dime la verdad, Dante. ¿Por qué no me chantajeaste como las veces anteriores?

Es que, la verdad. . .

Y volví a cruzar mis piernas lentamente, para aumentar su confusión.

Anda, dime

Yo antes solamente la deseaba

¿Ahora no me deseas?

No, no es eso

¿Entonces?

Volví a descruzar mis piernas y dejé mis piernas más abiertas que antes, mostrando casi todos los secretos que escondían.

Ahora también la quiero

¿Cómo pudo suceder eso?

Fue cuando lo hicimos en el departamento. Ahí aprendí a verla con otros ojos

¿Hasta cuando seguirás tratándome de usted, si ya hicimos el amor?

Disculpe. . .disculpa, Verónica

Así está mejor. Me siento más cómoda cuando me tuteas

Te parecerá extraño, pero encontré romántica la manera en que lo hicimos.

En esa oportunidad parecías mucho más seguro de ti mismo que ahora

Es que no soy el mismo. Ahora hay un sentimiento de por medio

¿Ya no me deseas, entonces?

Al contrario, te deseo mucho más, pero te respeto también mucho más

¿Podrías dejar de respetarme un poco?

Gracias. Pensé que estarías molesta conmigo

Al contrario, quedé encantada con lo que hicimos la vez pasada.

Y no imaginas cómo me gustaste desde entonces, Verónica

Se levantó y, mucho más seguro de sí mismo, se sentó a mi lado seguro de que mis palabras eran una invitación a seguir adelante. Y no se equivocaba

Por tus miradas me di cuenta que te gustan mis piernas.

Son exquisitas

¿Qué esperas para acariciarlas? Tienes mi permiso, Dante

Mmmmmm

Su mano se posó en mi rodilla y empezó a recorrer mis piernas hasta llegar a mi paquete, que lo esperaba ansiosamente, ya que el recorrido lo hizo con lentitud, suavemente, delicadamente, como era su costumbre. Aunque me gustaba su manera de proceder, ahora estaba ansiosa porque se apurara y alcanzara pronto su meta.

Eres exquisita, Verónica

Mmmmmm

Me encantas, cariño

Y su mano empezó a correr mi calzoncito y uno de sus dedos se introdujo en mi cosita, recorriendo mis labios vaginales de arriba abajo para finalmente introducirse en mi túnel de amor, que ya exudaba sus jugos de deseo.

Rico

Mmmmm, armocito, eres exquisita

Sigueeee

Lo tienes húmedo, mijitaaa

Siiiiii

Un segundo dedo se unió al primero en el masaje al interior de mi vulva y muy pronto sentí que expulsaba mi líquido seminal, producto del orgasmo que me produjo Dante de manera tan exquisita. Me acomodó en el sofá y me desprendió del calzoncito. Me abrió las piernas y se puso entre ellas, llevando su rostro hasta quedar encima de mi vulva, que empezó a besar repetidamente, metiendo su lengua en mi túnel de amor, mientras sus manos se apoderaban de mis nalgas, llevando uno de sus dedos muy cerca de mi hoyo posterior, lo que no me pasó desapercibido. Pero le dejé hacer para ver hasta donde llegaba, porque estaba dispuesto a aceptarle todo lo quisiera hacerme.

Guauuuuuu

Mmmmmm

Cieloooooo

Mmmmmm

Sigue. Mas. Massss

Mmmmmm

Aghhhhhhh

Fue tan increíble la mamada de Dante que pronto ya estaba tributándole nuevamente mis jugos, esta vez en su boca, por la que caían las gotas delatoras de mi segundo orgasmo. Me había hecho acabar dos veces y aún no se sacaba su instrumento.

Me tomó en sus fuertes brazos y me llevó a mi dormitorio, donde me depositó en la cama y empezó a desvestirse. Yo le imité y ambos quedamos desnudos: yo tendida con mis piernas abiertas y él parado al lado de la cama con su lanza en ristre, dispuesta a penetrarme.

Se subió a la cama y empezó a besar mis pies, de donde fue subiendo hasta mis muslos, mi vagina, mi estómago, mis senos, mi cuello y mi boca. Cuando introdujo se lengua entre mis labios, sentí que su instrumento intentaba penetrar mis labios inferiores, para lo cual crucé mis piernas sobre sus espaldas a fin de facilitarle la penetración. Y con lentitud su culebra fue penetrando mi intimidad, mientras su lengua jugaba con la mía. Así iniciamos una copula increíble, en que nuestros cuerpos se movían desesperadamente al compás de los quejidos que emitíamos, producto de la excitación que nos embargaba.

Mijita, mijita

Eres exquisito, amor

Toma, toma, toma

Si, así, mijito

Eres tan rica, mi cielo

Y tu cosita es increíble, amor

¿Te gusta mi verga?

Eres lo máximo, mijito

Tú eres lo exquisita, cielito

¿Te gusto?

Si, amor. Me encantas

¿Te gusta como lo hacemos?

Si, si amor. Eres increíble

¿Te gusta mi cosita?

Eres exquisita, cariñito. Exquisita

Y tu también, cielo.

¿Te gusta como te lo hago?

Me encanta, amor. No me cansaría de hacerlo contigo

Toma, toma

Asiiiiiiiiiii

Ricaaaaaa

Aghhhhhhhhh

Yaaaaaaaaaaa

En medio de grititos los dos nos rendimos y bañados en sudor quedamos en la cama intentando reponernos de la agitación producida por esa follada genial, la primera que teníamos en forma, sin trabas, sin compañía, entregados completamente, libremente.

Esa noche el se quedó en mi departamento y toda la noche estuvimos haciendo el amor, como si no existiera el mañana. Su juventud le permitía ser incansable y esa vitalidad la aproveché completamente, dándome una panzada de sexo como nunca en mi vida lo había hecho.

Nuestro romance duró el resto del año y a Dante no volví a verlo cuando se inició el año escolar siguiente pues se cambió de ciudad. Aunque nos prometimos vernos nunca lo hicimos y de él sólo me quedó el recuerdo de unos encuentros increíbles que me llenaron plenamente durante varios meses de ese año inolvidable para mí, año en que descubrí mis capacidades amatorias, que creía perdidas. Afortunadamente al año siguiente sucedió lo de mi sobrino Carlos, que me ayudó a soportar la abstinencia en que me dejó Dante con su partida.

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