Autor: Salvador
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La esposa de mi cuñado ( 1ª. Parte )
La recuerdo con su pelo corto, un hermoso rostro blanco, de ojos negros y labios delgados, un cuerpo pequeño que mostraba una generosa distribución de sus atributos. Pero lo que mas la destacaba eran sus rasgos orientales, herencia materna.
Paty, la esposa de mi cuñado, me impactó desde la vez primera en que la ví en su uniforme escolar, cuando empezaron a pololear. Su cuerpo atlético, sus formas bien distribuidas y su semblante siempre alegre, pero con una mirada tímida cuando se dirigía a mi, llenaron por completo mis pensamientos y con el tiempo despertaron en mi un deseo irresistible por poseerla.
Sentía una pasión incontrolable por Paty, que con dificultad intentaba disimular cuando me enteré de sus planes de casamiento, aunque ella siempre vió en mi una persona dispuesta a serle util. Después de casados se fueron a vivir cerca nuestro, lo que produjo una cercanía inevitable entre los dos matrimonios. En nuestras visitas recíprocas ella también parecía sentirse a gusto en mi compañía, por lo que no era raro que cada vez que nuestros matrimonios estaban juntos, ella y yo termináramos en amenas conversaciones.
A menudo iba a visitarla con cualquier pretexto, mientras ella se encontraba sola en casa, dedicada a su hijo o a las labores domésticas.
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Una tarde de verano estábamos en la cocina conversando mientras mi sobrino jugada bajo la mesa. Paty estaba vestida con una falda color crema y una blusa rosado claro, con botones blancos, lo que la hacía verla mas deseable aun. Nuestra charla era insulsa y estaba pensando en retirarme y dejarla con su trabajo de pelar unas arvejas para la cena, pero el niño desparramó en el suelo unas bolitas que tenía en un saquito, por lo que me agaché a ayudarle a recogerlas y guardarlas.
Para ayudar a mi sobrino me puse debajo de la mesa y lo primero que ví fueron los muslos de mi cuñada, que tenía las piernas semi abiertas y mostraba parte de sus piernas, de lo que parecía no percatarse. Sus falda estaba subida casi hasta el final de sus muslos, los que se mostraban blancos, duros, apetecibles, por lo que me quedé mirándolos con la esperanza de poder vislumbrar el final de los mismos, pero sus piernas no mostraban todo lo que yo deseaba, por lo que debí conformarme con la visión de sus muslos solamente.
Evidentemente la tarea de recoger y guardar las bolitas se demoró mas de la cuenta. En un momento Paty dijo "¿les falta mucho? ¿Por qué se demo ." y echó el cuerpo para atrás, como para ver en lo que estábamos, gesto del que se arrepintió y volvió a la posición primera, juntando bruscamente sus piernas y con la pregunta sin terminar, signo inequívoco de que había comprendido perfectamente mis intenciones bajo la mesa.
Seguí bajo la mesa, con la vista fija en sus piernas, las que al cabo de unos minutos se abrieron nuevamente, lentamente, como si tuviera temor de hacerlo. Y finalmente pude ver el blanco de su bikini, aunque la esposa de mi cuñado terminó por cerrar nuevamente sus piernas, aunque ahora lo hizo lentamente.
Al cabo de un rato, me levanté y senté frente a ella, con la vista fija en sus ojos, que no se atrevieron a mirarme, sabedores de que estábamos compartiendo un secreto que de alguna manera nos unía y que cambiaría nuestras relaciones en el futuro.
Pensé que las circunstancias estaban dadas para intentar un acercamiento a la concreción de mis intenciones con esa hermosa hembra que durante tantos años había deseado poseer.
"Por lo visto lo disfrutaste" le dije con la vista clavada en su rostro, que reaccionó llenando de rubor sus mejillas y sin atreverse a levantar la vista de lo que estaba haciendo.
"No tienes que avergonzarte, pues yo también lo disfruté", le dije intentando romper su resistencia, pero ella seguía con la vista baja.
"No hiciste nada malo y sin embargo lo que hiciste te gustó.", insistí.
"Porque no hay nada mas erótico que alguien vea tus partes intimas, como lo experimentaste ahora, ya que. es más exquisito incluso que satisfacerse a solas".
El temblor de la esposa de mi cuñado me indicaron sin lugar a dudas que había tocado una tecla adecuada. ¡Paty se masturbaba a solas! Y si lo hacía era porque estaba necesitada de sexo.
"Y podrías gozar mucho más, gozar de manera increíble, más de lo que sentiste ahora, sin hacer nada malo", le dije esperando alguna reacción de ella.
Ella seguía en silencio, con la vista baja, pero el rubor había desaparecido, para ser reemplazado por unas gotas de sudor que perlaban su frente. Una mirada furtiva me indicó que finalmente había logrado conectar con mi bella cuñadita.
"Baja una de tus manos hasta tu falda", le sugerí con voz dulce, pero no hizo nada.
"Hazlo, y verás que vas a gozar como nunca", insistí.
Un leve temblor de su mano derecha sobre la mesa delataba la lucha que estaba sosteniendo, pero siguió sin moverse.
"Baja la mano, ahora", insistí con un tono algo imperioso, mientras tomaba su mano y la acercaba a ella.
Y su mano derecha se dejó llevar para luego moverse por si sola hasta desaparecer de la cubierta de la mesa y bajar hasta su falda, mientras ella seguía con la vista baja..
"Mete la mano entre tus muslos, suavemente", la instruí con voz pausada.
Pero ella no obedeció. En cambio, dijo: "¿y el niño?"
Me había olvidado completamente de mi sobrino, por lo que me levanté presto y lo llevé con sus bolitas al living, para que jugara tranquilo. Volví a la cocina donde mi cuñadita seguía sentada, con su manito sobre la falda, apretándola a su entrepierna, mirándome fijamente, como si hubiese tomado una resolución y estaba dispuesta a llevarla a cabo.
Me senté frente a ella y ella apartó la vista.
"Sube la mano por tus muslos, de manera que junto con ella suba tu faldita".
"Pon tu manito sobre tu calzón, apretando con tu palma todo lo que tienes ahí".
"Mueve la mano sobre el bulto. Que la palma acaricie tu sexo con suavidad"
Mi cuñada no decía nada, acariciándose sus zonas intimas en silencio, al compás de las instrucciones que le daba con voz pausada, en tono grave, mientras Paty estaba con los ojos cerrados y la cabeza ligeramente echada hacia atrás.
"Mírame, pero no dejes de acariciarte" le ordené.
Abrió sus ojos y me miró profundamente, mientras continuaba sus caricias intimas.
"¿Te gusta que te mire mientras te acaricias?"
No dijo nada, pero la intensidad de sus caricias me respondió afirmativamente.
"Te dije que gozarías como nunca y así será".
Bajé mis manos, abrí mi pantalón y saqué mi verga, de manera que ella se diera perfecta cuenta de mis movimientos, sin que viera lo que estaba haciendo.
Sus movimientos se intensificaron, acicateada por la visión de un hombre frente a ella masturbándose, pero sin ver mi instrumento. Su mirada profunda, fija en mi, seguía mis gestos mientras masajeaba mi trozo de carne, pletórico de vida.
"Sácate el calzón".
Obedeció prestamente, completamente entregada a mis órdenes.
"Acaríciate el sexo, suavemente".
"Pon uno de tus dedos a la entrada de tu vagina, pero sin meterlo".
"Mueve ese dedo a la entrada, sin meterlo".
La esposa de mi cuñado empezó a revolverse en su asiento, moviendo con energía su mano entre sus piernas, delatando los primeros síntomas de un orgasmo inevitable, el que llegó en medio de suspiros de su parte y un largo estirarse cuando las últimas gotas de jugo seminal terminaron de fluir de su vagina.
Me paré, con mi verga en la mano. Mi instrumento estaba en toda su extensión.
Paty clavó su vista en mi tronco, sin alarma, mas bien con curiosidad.
"¿Quieres tocarlo?"
Con su mano libre apretó el pedazo de carne y empezó a masturbarme lentamente.
Tomé su cabeza y la acerqué, de manera que mi verga quedara frente a su boca, en una señal evidente de lo que pretendía de ella.
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Abrió su boca y recibió el intruso, que se alojó sin problemas entre sus húmedos labios.
Ahí fue cuando Paty me regaló la primera sorpresa, pues empezó a chuparme el instrumento con una maestría pocas veces vista, aflautando su boca de manera que semejara una vulva, mientras su lengua recorría incansable el tronco y la cabeza de mi verga.
Cuando sentí que estaba por acabar, hice ademán de retirarme, pero ella se apretó a mi con la clara intención de llegar hasta el final, lo que se logró después de algunas chupadas mas.
Mi eyaculación la golpeó, pero ella aferrada a mi se tragó todos mis jugos, sin dejar rastros de mi pasión desatada.
Retiré mi verga, algo flácida ahora, pero Paty se apoderó nuevamente de ella y masturbándome con delicadeza logró que nuevamente quedara en condiciones de batallar.
Se levantó y se puso frente a mi, con su mano en mi verga, por lo que aproveché de desabrochar su blusa, quedando sus senos expuestos para que los besara, cosa que hice prestamente.
"Ahora me toca a mi", dijo mientras subía su falda y se acostaba en el suelo, abriendo sus piernas dispuesta a recibir mi trozo de carne, el que le hundí sin miramientos.
Ahí estábamos los dos, en el suelo. Ella con sus piernas abiertas por encima de mi cuerpo y yo sobre ella, con mi verga hundida completamente en ese cuerpo que tanto deseaba y que ahora se me entregaba sin mayores dificultades.
Paty tenía un cuerpo se adaptaba perfectamente a todos los requerimientos de su amante, lo que descubriría pronto, cuando empezamos a disfrutar en toda plenitud nuestra relación incestuosa, pero ahora lo único que deseaba era clavarla con desesperación hasta acabar en ella e inundarla con mi semen, como una bestia.
Cabalgamos durante un par de minutos, hasta que ambos fuimos inundados por una conjunción de jugos, que se confundieron mientras nuestros cuerpos sudorosos se abrazaban y nuestros labios se buscaban para unir nuestras lenguas.
El llanto de mi sobrino nos trajo a la realidad y rápidamente nos vestimos. Ella fue a atender a la criatura y yo me retiré a mi casa, después de ponernos de acuerdo para encontrarnos a la mañana siguiente y poder disfrutar a plenitud de sexo prohibido, pero en un lugar mas adecuado.
Un rápido pero apasionado beso selló una relación que se mantendría por muchos años.