Autor: Salvador
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Valeria seduce a su padre
Valeria empezó su juego de seducción a su padre casi inocentemente, a los doce años, cuando sintió entre sus nalgas una tibia dureza proveniente de la entrepierna de su progenitor mientras jugaba en su regazo.
Nada dijo, pero supo en ese mismo momento que el afecto que sentía por el se había trocado en algo diferente, mucho más placentero y dulce, pero diferente. A partir de esa mañana el inocente sentimiento que la atraía a los brazos aún juveniles de su padre se fue convirtiendo en algo que no podía definir pero que la hacía sentirse de manera muy distinta, como si no fuera la misma. Era como si en ella estuvieran conviviendo dos mujeres diferentes, una de las cuales se iba manifestando poco a poco entre los juegos cada vez mas audaces con su progenitor. Algo en ella la impulsaba a mostrarse audazmente a las miradas furtivas de Raúl, sabedora que ambos estaban viviendo un secreto a espaldas de su madre, que inocentemente ayudaba al peligroso juego de padre e hija, creyendo que hacía muy bien para la armonía familiar el permitir que ambos convivieran mucho entre ellos.
Ella no podía pensar que su hijita alimentaba un morbo increíble a sus cortos años y que su esposo compartía esa inclinación desmedida por el sexo que Valeria sentía a pesar de sus escasos años.
Los besos dejaron de ser inocentes y sus labios cada vez se encontraban más cercanos, como buscando el encuentro que sabían inevitable con el paso de los años. Sus abrazos se hicieron mucho más estrechos, ella apretando sus nacientes senos contra el varonil pecho de su padre, que la tomaba cada vez mas cerca de su trasero, insinuando a la muchacha sus más íntimos deseos, los que ella intuía, gozaba y deseaba. Es que Valeria parecía poseída por la pasión y el hombre que tenía más cerca para satisfacer sus deseos incontrolables por el sexo era su padre, que alentaba esa pasión.
Al principio el no se atrevía a ir más allá que la insinuación, temiendo tal vez que en la muchacha todo era inocencia que el mal interpretaba y que si intentaba algo podría desatar un escándalo que podría costarle el matrimonio. No sabía entonces que sería en los brazos de su hija donde tiraría su matrimonio por la borda para iniciar un etapa incestuosa que le haría conocer límites desconocidos de perversión.
A los catorce años, Valeria sintió que florecían en ella todos los deseos sexuales y todos sus anhelos y fantasías los personificó en ese hombre al cual deseaba desde hacía un par de años y con el cual se sentía cada vez más mujer. Sus semi inocentes juegos dieron paso a una seducción fría, calculada, cuya finalidad era lograr que su padre la poseyera, que su instrumento la penetrara, que recorriera su cuerpo con su lengua y la tomara como quisiera. Estaba dispuesta a todo por lograr ese propósito.
Y en ese juego de seducción puso su mejor empeño, no desperdiciando oportunidad para hacer sentir a su padre que ella era una mujer y que lo deseaba como macho, que no le importaba la relación que había entre los dos. Como cuando estaban los tres en la cocina, mientras su madre les daba la espalda y ella le saludó con un beso en la boca, introduciendo su lengua, que chocó con la de el, que quedó petrificado de la sorpresa. Otro día, sentada frente a el en el living, abrió sus piernas para que Raúl se solazara con el espectáculo de sus bien torneados muslos, mientras le miraba divertida del efecto que causaba en el. O esa otra vez en el pasillo, pasando a su lado y pegando su trasero a el, frotando su juvenil culo contra la herramienta de su padre, que respondió inmediatamente, no pudiendo evitar el reaccionar apretándose a ella, dejándola feliz del efecto que producía en ese hombre al que tanto deseaba.
Su padre terminó sucumbiendo a los juegos sexuales de su hijita, a la que empezó a desear ardientemente, no importándole que era casi una niña. Sólo deseaba tenerla, poder penetrarla, hacerla suya. Soñaba con sus senos, los que anhelaba masajear, besar y chupar. Y con sus nalgas, las que deliraba con tenerlas entre sus manos. Y sus muslos, y esas piernas, cada vez mas formadas. Y su boca, la que quería llenarla con su verga, para que se la chupara con pasión.
Es que Valeria se fue haciendo una bella y exquisita mujer. Toda una hembra.
Alta, de pelo castaño que caía sobre sus hombros, con una cintura delgada, piernas largas y bien formadas, unos senos increíblemente redondos, nalgas preciosas, deliciosas, y un hermoso rostro de modelo. Esa era la Varelia que finalmente logró seducir a su padre.
Su mujer sintió que el ardor de Raul aumentaba, sin imaginar que no era su cuerpo el objeto del deseo de su esposo, aunque en ella volcaba toda su pasión, sino su hija, a la que imaginaba poseyendo mientras penetraba a su esposa. No era la vagina de su mujer la que mamaba con renovado deseo sino la de su hija, a la que imaginaba entregándose en esa misma cama. Y era la vulva de su hija la que penetraba, era el culo de su hija el que invadía con su verga, con tal brío que su esposa no podía creer tanta delicia a esa altura del matrimonio.
Finalmente, cuando Varelia cumplió catorce años, se dieron las condiciones para que padre e hija dieran rienda suelta a su fantasía incestuosa, alimentada en ambos por un par de años de juegos cargados de sensualidad.
Fue una tarde en que padre e hija quedaron solos en casa. Su madre había salido de la ciudad y su padre se acostó a ver televisión. Valeria creyó llegada su hora y vestida solamente con una bata, completamente desnuda por debajo, entró al dormitorio y se acostó al lado de el. Sin dejar de mirarle, mientras el le devolvía la mirada con una leve sonrisa de invitación, ella se desprendió de la bata y quedó completamente desnuda frente a el. Se metió en la cama y le abrazó, sin dejar de mirarle.
El la abrazó y acercó su rostro al de ella, con claras intenciones de besarla. Se fundieron en un abrazo apasionado, como buscando ponerse al día por tanto tiempo de deseo insatisfecho. Ella, como no queriendo perder el tiempo, mientras le devolvía los besos a su padre, bajó su mano, buscando la herramienta tan anhelada y la encontró completamente parada. El estaba también desnudo, esperándola. El la esperaba pues sabía tan bien como ella que esa tarde sería la tarde en que el sexo entre los dos se haría realidad. Y la verga de su padre se lo estaba diciendo, palpitante entre sus dedos, que la acariciaban suavemente.
Echaron las sabanas atrás y sus cuerpos quedaron completamente expuestos, ella con la verga de su padre en la mano y el padre besando los senos de su hija. A partir de ese momento la lujuria se apoderó de ellos.
El guió su cabeza hasta que quedó a la altura de su instrumento, lo que ella entendió de inmediato y abriendo su boca lo introdujo para iniciar la primera mamada de su vida. Su primera verga y era la de su padre. Mientras chupaba con frenesí sintió que su padre acomodaba su cuerpo de manera tal de dejarla con las piernas abiertas y su vulva expuesta, la que atacó a besos y mordiscos. Se trenzaron en un 69 enloquecedor, en el que ambos lograron un par de orgasmos antes de rendirse, exhaustos. Fue un 69 como pocas veces se había visto, completamente enloquecedor, en que los dos se entregaron casi con locura, sorbiendo hasta la última gota del orgasmo del orgasmo de su pareja.
Su padre se subió sobre ella y puso su herramienta a la entrada de su vulva, que lo esperaba ansiosa. De un golpe se la introdujo, rompiendo a su paso la virginidad de la niña, que entre sollozos reía feliz de haber entregado a su padre el tesoro que le había guardado desde siempre entre sus piernas. Ya era mujer y su padre la había hecho mujer, a el le había entregado entre manchones de sangre la virginidad que le tenía reservada.
Fue penetrada tres veces antes de que Raúl, completamente exhausto, se decidiera a descansar entre los brazos de su hija, la que le acariciaba y besaba buscando reanimarlo para continuar esa sesión tan extraordinaria, culminación de sus deseos sexuales por tanto tiempo contenidos. Sus pies se apoyaron en la herramienta de su padre y empezaron a acariciarla, como una manera de agradecerle el gozo que le había proporcionada recién. Las caricias surtieron efecto de inmediato y la verga de su padre volvió a adquirir sus dimensiones respetables. Ella iba a dejar de acariciarle con los pies para besarle el instrumento viril pero su padre le pidió que siguiera, que la sensación que sentía era exquisita, como nunca antes lo había sentido. Entonces Varelia decidió aplicarse con esmero a darle satisfacción con sus pies, que movía con delicadeza sobre el tronco de su progenitor, acariciándolo como si fueran dos manos. A ratos aplicaba una presión ligera con la planta de sus pies y sentía la reacción inmediata de el, cuyo cuerpo se envaraba por el goce que sentía. El dedo gordo de uno de sus pies se posó cerca del hoyo trasero de su padre, quien se sintió transportado por la sensación. Ella se dio cuenta de ella y siguió aplicándose al masaje del miembro viril haciendo que de vez en cuando, casi como por descuido, la planta de sus pies apretaran el tronco o el dedo gordo se pusiera a la entrada posterior de Raùl, produciendo en él la reacción imediata.
De pronto Varelia sintió que su padre iba a acabar y se esmero en que así sucediera, aplicándose con esmero en darle masaje a su miembro con sus pies, aumentando la presión, logrando con ello que la verga paterna empezara a soltar un chorro de semen que saltó enloquecidamente para todos lados, mientras él, entre quejidos, revolvía su cuerpo de gusto por el orgasmo que los pies de su hija le proporcionaron.
Eres increíble, mi cielo
¿Te gustó, papi?
Fue algo indescriptible, amor. Nunca me habían hecho gozar tanto
¿Ni mami?
Nadie, cielito. Nadie
Qué rico, papito
Tienes un don para esto, ¿sabías?
¿Cómo es eso?
Supiste de inmediato que eso me gustaba
Si, es cierto, por eso continué haciéndolo
Y lo hiciste de una manera increíble, vidita
Creo que hay muchas cosas más que tu y yo podemos hacer, papito
Cierto amor
Tú solamente debes pedirlo, que yo estoy dispuesta a satisfacerte
Gracias, mi cielo
Mientras hablaban, Raúl había subido su mano por los muslos de su hijita y finalmente alcanzó su cosita, aun húmeda por la reciente eyaculación. Ella reaccionó inmediatamente y su cuerpo tuvo un ligero temblor, mientras cerraba los ojos y suspiraba. Su padre introdujo un dedo en la vulva juvenil y empezó a masturbarla suavemente. Ella se dejó hacer, con los ojos cerrados y la boca apretada, suspirando de vez en vez, mientras con sus manos se aferraba al cuerpo de su padre.
¿Te gusta?
Uyyyyyy
¿Sientes mi dedo?
Siiiiiiiiiii
Tienes tu rajita completamente mojada, amor
Siiiiiiiiii
Mi dedo entra y sale, cariñito
Masssssssss
Mueve tu cuerpecito, así, amor
Aghhhhhhh
Mmmmm, parece que vas a acabar
Ayyyyyyy
Más, más, cielito
Papi, yaaaaaaaaa
Varelia llenó la mano paterna con sus jugos. El retiró la mano y la llevó a su boca, besando los dedos que recién habían hecho acabar a su hijita, que estaba desmadejada sobre la cama, con las piernas abiertas, chorreando el jugo que recién había brotado de su interior.
Al cabo de unos minutos de descanso, ambos volvieron por más.
¿Falta mucho para que vuelva mami, pai?
Creo que una media hora, mi cielito
Entonces quiero que aprovechemos el tiempo que nos queda
¿Tienes alguna idea en especial, mi vida?
Si, papi. Quiero que lo hagas por atrás
Pero cariño, eso sería muy doloroso para ti
No me importa, si eres tú el que me lo hace
Mi vida, me has regalado tu virginidad y ahora me regalas tu culito
Si papi.
No, cariñito. Mejor dejémoslo para la próxima vez.
¿Por qué no ahora, papito?
Créeme, amor, es mucho para la vez primera. Es muy doloroso
No me importa, papi
Pero cuando llegue tu mami se dará cuenta
Entonces te propongo algo
Dime, vidita
La próxima vez que sea lo primero que hagamos
Me parece excelente, amor. Así el dolor lo pasas a mi lado
¡Si, papito!
Voy a enviar a tu mami a casa de tu abuela esta sábado, ¿te parece?
¡Eres genial, papito!
Tendremos toda la noche para nosotros dos
Va a ser una noche sensaciones, estoy segura.
¿Y me harás nuevamente masajes con tus pies, mi vida?
Y te pondré el dedo atrás, que también te gustó. ¿o no?
¡Eres una diablilla!
Es que son tantas las cosas que quiero hacer contigo, papito
Me encanta que me digas papi cuando lo estamos haciendo
Si, me di cuenta. Por eso te lo repetía
¿Y cómo te gusta que yo te diga a ti cuando lo hacemos?
Dime Varelia, que me hace sentir toda una mujer.
Varelia, mijita rica
Si, tu mijita
Eres mi mujercita
Si, tu mujercita
Mi putita
Huyyyy, papi, qué rico
Mi putita caliente
Sigue, sigue
Mi perra caliente
Qué rico
Mientras seguía con sus frases soeces, que a Varelia le producía un goce increíble, Raú la puso en cuatro pies y se puso tras ella, clavándole su herramienta por entre las nalgas, a lo perrito. Ella sintió como el pedazo de carne se introducía en su vagina y las bolas de su padre pegaban en sus cachetes. Era una sensación indescriptible, mientras él continuaba tratándola en términos sucios que a ella le parecían melodías para el oído.
No supo si fue la sensación de las bolas de su padre golpeando en sus nalgas mientras su verga entraba y salía de su vulva o el escuchar las fuertes palabras que él le decía. Lo cierto es que Varelia tuvo un orgasmo increíble, en medio de grititos de placer, mientras Raúl se aferraba a sus senos que colgaban, apretándolos entre sus manos mientras metía y sacaba su verga de la vagina de la niña.
Quedaron tendidos en la cama varios minutos, tratando de lograr la calma necesaria después de tanta agitación.
Intercambiaron besos, se levantaron, ordenaron todo y Varelia se fue pieza. Cuando entraba en su dormitorio sintió abrirse la puerta de calle. Se acostó y cuando su madre abrió la puerta la encontró dormida profundamente. O eso creyó ella.