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Largo camino a la nada 02

en Grandes Series

Largo camino a la nada

Capítulo 2

Los recuerdos

Se dejó llevar cual si fuera una joven doncella que estaba por entregar su virginidad. Su marido la depositó encima de las sábanas, donde ella  abrió sus piernas, ofreciéndose para lo que él quisiera hacerle. En su delirio lujurioso, quería ser penetrada inmediatamente y gozar con frenesí, como si de esta follada dependiera su vida. Tal era su calentura.

Mauricio, incapaz de esperar más,  apartó con brusquedad el calzoncito de su esposa por un costado y en el hueco entre la tela y la piel metió la verga, que empujó con fiereza. No podía esperar a que se desnudaran y así, con su verga entrando y saliendo por un costado del calzoncito de ella, la folló con un ímpetu que a Karen le encantó, ya que pensó en que la estrategia adoptada en el auto había dado un resultado completamente satisfactorio, dejando a su marido con una calentura como las que hacía tiempo no sentía. No imaginaba lo corta que había quedado en su suposición.

Karen imaginaba que su matrimonio  tomaría un nuevo impulso en materia sexual después de lo sucedido en el auto, lo que la tenía sumamente satisfecha a la luz de la pasión que su marido desplegaba ahora en la cama, sin sospechar las consecuencias que tendría en su futuro este cambio.

Todo empezaba con un engaño, y en este caso un engaño doble. Y nada bueno podría salir de una mentira nacida de un secreto que en lugar de dejarlo dormir en el baúl de los recuerdos, Karen optó por sacarlo a luz y revivirlo.

Ella guardaba ese secreto desde su adolescencia, cuando su padre la violó y le hizo descubrir el sexo en su totalidad, el que gozó casi al extremo. Durante el último tiempo, y acicateada por el abandono que sentía en materia sexual, en parte por la apatía y desinterés de su esposo como la rutina que estaba socavando su matrimonio, había encontrado refugio en el recuerdo de su experiencia incestuosa, que la excitaba al punto de masturbarse frenéticamente cada vez que pensaba en la verga de su padre penetrándola. Pero siempre pensó que ese secreto lo viviría solamente en la soledad del baño, con sus calzones abajo y sus dedos entrando y saliendo de su vulva, hasta esta noche, en el auto, mientras se masturbaba para su marido, en que las palabras de Mauricio los hicieron revivir con todo el brío sexual de la época en que compartió con su progenitor su iniciación sexual y que la llevara a la plenitud del gozo. El recuerdo de su padre, de su verga, de su vitalidad, la hacía sentirse joven otra vez y se excitaba con el solo recuerdo de esas veces en que él la penetraba a escondidas, hasta hacerla sentirse casi enloquecer cuando el orgasmo le llegaba con todo su ímpetu. Y esta noche había podido entregarse libremente a sus recuerdos, masturbarse enloquecidamente y acabar como pocas veces lo había hecho antes, todo delante de su marido, sin que este sospechara la verdadera motivación de esa calentura.

Desde hacía varios meses esos recuerdos incestuosos se habían convertido en fantasías en que había idealizado la figura paterna y que ella gozaba a escondidas. Se excitaba de tal manera con el recuerdo de esos momentos con su padre que empezó a hacerse costumbre el refugiarse en el baño, bajarse el calzón, meterse un dedo en la vagina y masturbarse con ímpetu, hasta acabar, pensando en él y en su verga. En esos momentos, con su dedo entrando y saliendo de su vulva húmeda, recordaba lo sucedido entre ambos, cuando ella apenas se empinaba por los 13 años. Las imágenes de esa tarde, los dos solos en la casa, la hacía sentir tanta excitación que se mojaba del gusto que le producía rememorar a su padre penetrándola, hasta que su dedo terminaba la labor haciéndola acabar hasta casi desfallecer.

Cuando estaba sola, se desvestía y quedaba solamente en ropa interior, la que de preferencia elegía negra y con medias del mismo color, pues le hacía sentirse más erótica, la calentaba más. Se recostaba en un sillón o en la cama y se dejaba llevar por los recuerdos, hasta terminar pajeándose salvajemente.

                     

Entre sus recuerdos, el preferido era el de la primera vez que su padre la folló,  cuando ella estaba en la cocina y llegó él,  la abrazó por detrás, pegando su cuerpo al suyo. Sintió su virilidad contra su culo. Había despertado a la sexualidad con un ímpetu abrasador y la proximidad de su padre la hizo sentir que todo su cuerpo reaccionaba y se echó hacia atrás, apretándose contra lo que sentía que empujaba contra sus nalgas. El comprendió inmediatamente que la muchacha lo aceptaba y que se le estaba entregando.

Eres rica, mi cielo

Su padre le susurró al oído, mientras sus manos se apoderaban de sus senos, que recién empezaban a tomar forma. Ella nada dijo, pero siguió empujando contra la virilidad de su padre, que aumentaba cada vez más. Salvador decidió que la hora de desflorar a Karen y convertirla en mujer había llegado.

Papi quiere que te saques el calzoncito, mi niña.

Ella siguió en silencio, pero metió sus manos bajo su falda, subió por sus muslos hasta llegar a su  calzoncito, que empezó a bajar en muda aceptación de lo que vendría. Karen  deseaba follar con cada poro de su cuerpo. Era un volcán de pasión por estallar y su padre sería el encargado de hacerla explotar.

Abre las piernas, mi cielito

Ella obedeció, aferrándose contra el lavaplatos, esperando lo que viniera. De pronto sintió la barra de carne posarse entre sus nalgas. Era enorme, gigantesca. Y poco a poco su padre la fue metiendo en su vulva inviolada y se llevó su virginidad, sin que ella emitiera ningún grito, a pesar del dolor que le producía la penetración. Al cabo de un rato el dolor amainó y poco a poco dio paso a una sensación agradable, que después se tornó placentera. Y finalmente llegó su primer orgasmo, algo que nunca olvidaría, ya que fue como una corriente de sensaciones en aumento, que empezó en su estómago y creció hasta estallar en su vulva, que empezó a expeler los primeros jugos de mujer, que cubrieron el pedazo de carne de su padre y empezó a caer por sus piernas al suelo, mientras ella se afirmaba para no caer por la exquisita sensación que sentía en todo su cuerpo y le habían debilitado las piernas.

También se recordaba subida sobre la verga paterna, cabalgándolo como una amazona, con los senos saltando al aire y sintiendo toda la virilidad de su padre dentro suyo, entrando y saliendo, hasta quedar completamente agotada de tanto acabar. O la vez que la enculó, haciéndola sentir nuevos límites en el gozo, cuando él la trató como toda una puta y ella se sintió dominada por la calentura que le producían las palabras soeces de su padre.

Estos recuerdos inolvidables eran algo tan personal que  cuando el sexo con Mauricio empezó a  hacerse rutinario y perdió la magia inicial, se imaginaba que éste era su padre y ese pensamiento le daba nuevos bríos, obteniendo así orgasmos impresionantes, sin que su marido sospechara el verdadero papel que estaba jugando para su esposa cuando follaban.

Pero todo cambió la noche en el auto. Llegaron a casa sabiendo que tendrían sexo fuerte, pues el alcohol les había excitado al máximo, pero especialmente a ella, imaginando a su padre poseyéndola con su tremenda tranca.

Mientras Mauricio empujaba fuertemente, Karen recordaba lo sucedido a la orilla del camino y con los ojos cerrados, volvió a  imaginar nuevamente que era su padre el que la penetraba. Y este pensamiento aumentó su lujuria, por lo que su excitación crecía más aún. Acuciada por la insensatez y sensación de libertad que le producía el alcohol, mientras apretaba su cuerpo al de su marido y lo movía con entusiasmo respondiendo a las embestidas de este, imaginando que  era su padre que la cabalgaba, le instó con las mismas palabras que empleara anteriormente, segura de que Mauricio nunca se enteraría de sus verdaderas intenciones.

 “Rico, papi, rico

Sintió que Mauricio reaccionaba inmediatamente, su cuerpo se tensaba y sus movimientos se hicieron más rápidos, claro indicio de  que la excitación en él había aumentado. Y eran sus palabras las que lo habían logrado. Eso la entusiasmó e insistió en sus frases de aliento, buscando con ello aumentar la intensidad de las embestidas de su marido en su vagina, siempre imaginando que era su padre con el que estaba follando. El alcohol en su cuerpo le hizo confundir la realidad y la imagen de Mauricio era reemplazada por la de Salvador, su padre-amante.

“Papito, dale, dale”

La excitación de su marido fue tan intensa que acabó casi de inmediato, quedando apretado a ella, exhausto, con su instrumento hundido en la babeante vagina de Karen. Pasado un rato, sintió que la verga de Mauricio perdía rigidez y terminaba por salir de su cueva de amor, de la que caían gotas de semen que corrían por sus muslos hasta legar a la cama. Quedaron abrazados, él encima de ella, recuperando la normalidad de su respiración y ella feliz al ver su reacción ante su estímulo. A su marido le había encantado imaginarse que era su padre, se imaginó ella, y eso lo demostraba el entusiasmo que había puesto en follarla. Sin pensarlo, tomó su verga y empezó a acariciarla mientras le decía al oído “papito, ¿te gustó?, ¿te gustó hacerlo, papi?” en un susurro que hicieron parar los pelos de Mauricio, ya que la voz queda de Karen se asemejaba a la de su hija, como si fuera Ana la que le susurraba mientras tomaba su verga.

Karen sintió que el instrumento de su marido reaccionaba de inmediato a sus palabras, por lo que continuó hablándole al oído, sin dejar de acariciar su polla, mientras los dos se desvestían. Una vez desnudos, se abrazaron y ella apretó sus senos parados al pecho de su marido.

“Papito, ¿te gustó?”

“Síiiiii”, respondió él con su verga a tope.

Karen perdió todo sentido de la realidad y continuó usando las mismas palabras insinuantes, cada vez más atrevidas, sin dimensionar el peligroso camino que estaba recorriendo. La cara y la intensidad con la que miraba a su marido era fiel reflejo de la calentura que la dominaba.

“¿Quieres volver a metérmela, papito?”

“Siiii, mijita”

“Anda, papito, métesela a tu niña”

Abrió sus piernas nuevamente y se dejó hacer, en tanto Mauricio le metía la polla de una manera casi brutal, que la sorprendió, ya que siempre había sido muy delicado en la cama. Estaba asombrada con su reacción, y todo debido a sus palabras de estímulo, las que seguía suponiendo que le hacían sentirse como si fuera su padre, sin imaginar los verdaderos pensamientos y deseos de su marido.

“Papi, dale fuerte”

Y él aumentó sus embestidas, hasta volverse casi salvajes.

“Papito rico, así, síiiiii”

“Mijita, toma, tomaaaaaa”

                           

Y volvió a acabar, soltando un chorro de semen impresionante. Karen estaba encantada y, bajo la influencia de la calentura que le producía el alcohol, se le ocurrió una locura que traería consecuencias impensadas. Se levantó, haciéndole a su esposo un gesto para indicarle que esperara y desapareció del dormitorio para ir al de Ana, que esa noche estaba en casa de una amiguita, y tomó uno de sus trajes de colegio, se vistió y volvió.

Mauricio quedó impresionado al ver a su mujer vestida con el uniforme del colegio de su hija, con una mini que casi no podía ocultar la redondez de los cachetes de sus nalgas y una blusa que parecía a punto de reventar por las dimensiones de sus senos.

Karen se paró a la entrada mostrándose de manera insinuante a su marido, con un dedo en la boca y le dijo:

“Papito, ¿te gusta?”

“Estás exquisita, mi amor”

“¿Qué piensas hacerle a tu niña?”

“Ven, mi niña, y verás”

“Papito, trátame con cuidado”

“Mijita, descuida, que papito te hará gozar como nunca”

“Uyyy, papito, estoy ansiosa por ver lo que me harás”

Y se acercó a la cama con pasos seductores, la blusa abierta, mostrando sus generosos senos, parándose al lado de su marido que mostraba una erección impresionante. El, que veía a su hija bajo el uniforme que se había puesto Karen, la tomó con fuerza y la tiró a la cama, le abrió las piernas y la penetró, mucho más salvajemente que la vez anterior.

Ella se sintió como si nuevamente fuera follada por su padre, con esa vitalidad que nunca había vuelto a encontrar en otro hombre y Mauricio, por su parte, se imaginaba follando a su hija.

“Papi, no seas brusco con tu niña”

“Mijita, estás tan rica”

“¿Te gusto?”

“Si, mijita”

“Métemelo, papito rico”

“Tomaaa”

“Aghhhhh, papitooooo”

“Anaaaaaaaaghhhhhhhhh”

Solo entonces Karen dimensionó el alcance que su fantasía había tenido. Pero ya era tarde.

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