Autor: Salvador
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Aventuras incestuosas de Mauro
Lidia 2
Mauro, ¡qué sorpresa!
Hola tía. Venía por si me prestabas tu pc
Adelante, muchacho. Pero claro.
Gracias, eres un encanto. Tengo una tarea y se echó a perder el de la casa.
Mauro tomó asiento y su tía le ofreció algo de beber. El pidió una cerveza y su tía trajo dos: una para cada uno. Se sentó a su lado y empezó a preguntarle por su familia.
Todos bien, tía. ¿Y tu?
Como siempre, mi niño.
Como siempre ¿qué, tia?
Bueno, sola y aburrida.
Pero tía, no tienes razones para estar sola y menos aburrida. Si lo estás es solamente porque tú lo quieres.
Gracias, Mauro, pero es fácil decirlo. . .
Mira, tiita, eres una mujer joven, linda, de buen ver, por lo que estoy seguro que admiradores no te faltarían si tu quisieras.
Ese es el problema, que yo no quiero.
¿Por qué?
El qué dirán, pues. No me gustaría andar en boca de todos.
Bueno, tienes razón. Pueblo chico, infierno grande, ¿verdad?
Cierto. Y este pueblo es demasiado chico.
Lidia andaba vestida con bata de casa, bajo la cual Mauro alcanzó a vislumbrar una enagua negra. Mauro había ido donde su tía con la esperanza de intentar seducirla, después de lo que le contara su hermana. Le daba la impresión que su tía era una mujer ardiente, deseosa de sexo, que no se atrevía a aceptar a un hombre por temor a las habladurías, pero pensaba que si ese hombre era él las cosas podrían ser mucho más fáciles para ella. Y la conversación se estaba dando muy bien para sus propósitos. Además, suponía que su tía debía suponer que Mirtha le habría contado lo sucedido entre ellas dos y que probablemente su visita obedecía al deseo de su sobrino por tener algo con ella. Era cosa de sumar, se dijo a sí mismo. Y él estaba decidido a facilitarle el camino a su tía.
Pero para todo hay una solución, ¿no crees?
¿Cómo así?
Ay, tía, somos adultos.
Seamos adultos entonces
Me parece bien
Entonces, dime ¿por qué viniste?
Lidia se acomodó, mirándole fijamente, mientras su bata se entreabría, mostrando sus rodillas casi cubiertas por la enagua negra.
Ya te dije, por lo del pc.
No me mientas. Tu vienes por otra cosa
Mauro se revolvió nervioso, no sabiendo qué actitud adoptar. Pensó que lo mejor sería ser franco, ya que las cosas no podrían pasar a mayores si su tía le rechazaba, ya que él tenía un secreto de ella y su hermana que la mantendría con los labios sellados. Pero si daba en el blanco. . .
Tienes razón.
Entonces, dime
Te deseo
Ella le miró largamente, sin que en su rostro se denotara ninguna reacción. Al cabo de un rato, bajó su pierna y abrió su bata de manera que se descubriera gran parte de su cuerpo, cubierto por la enagua negra, mostrando las bellas formas de su estómago, sus caderas y un par de senos de ensueño.
¿Esto es lo que deseas?
Si.
Creo que no me lo has dicho todo. Te escucho.
Le dijo mientras volvía a subir una de sus piernas sobre la otra, pero esta vez su enagua tapaba solamente parte de sus hermosos muslos.
Conversé con Mirtha
Ah, me imaginaba. ¿Y?
Pensé que si lo que necesitas es un hombre, aquí me tienes
¿Y si me hubiera gustado lo sucedido con tu hermana?
No veo problema en que sigan juntas, si lo desean. Pero ella está muy a gusto conmigo, aunque lo sucedido entre ustedes le encantó, según me dijo.
A mí también. Tu hermana tiene mucho futuro, ¿verdad?
Sí, es un volcán de pasión.
Y parece que no le preocupa si eres tú o yo.
Cierto. Y eso me gusta
A mi también
Entonces, ¿qué dices?
Primero muéstrame lo que tienes para ofrecer
Mauro se levantó, abrió su bragueta y sacó su verga, que lucía espléndida, completamente parada y sonrosada por las venas llenas de energía que la circundaban.
¿Qué te parece, tía?
Me encanta que me digas tía.
¿Quieres tocarla?
Lidia le pidió que se acercara y abriendo su boca cubrió el instrumento de su sobrino, abrazándose a las nalgas de este, mientras empezaba un movimiento ondulante de avance y retroceso. El tomó su cabeza como para apoyarse mientras metía y sacaba su herramienta.
Lo haces exquisito, tía. Mmmmmm
Ella dejó salir la verga y se echó en el sofá, subiendo su enagua, bajando su bikini también negro y abriendo sus piernas
Ahora, sobrinito, demuéstrame qué tan hombre eres.
El muchacho puso su verga a la entrada de la vulva de Lidia y empezó a empujar lentamente, como si no se atreviera a empujar con fuerza, pero en realidad lo que hacía era hacer durar el gozo de ella, para que disfrutara completamente la penetración. Quería que su primera follada la hiciera completamente feliz y la dejara satisfecha.
Lidia bajó la parte superior de la enagua y dejó descubiertos sus senos, que Mauro empezó a besar, chupar y mamar con suavidad. Sabía por experiencia que a las mujeres no le gustaba la brusquedad cuando de sus senos se trataba y él quería dejarle una buena impresión a su tía. Chupando sus pezones, la tomó de las nalgas y empujó hasta el fondo su verga, mientras ella subía las piernas por encima de sus hombros, apretándose a él como si lo estuviera cabalgando.
Eres rica, tía
Lo haces muy bien, sobrinito, sigueeeeee
Eres una maestra para follar, mijitaaaaaa
¿Te gusta tu tíaaaaaaaaa?
Síiiiiiiii. Ricaaaaaaa
Ahora dame fuerte, Mássssssss, mássssssssssssss
Y Mauro aumentó sus embestidas, lo que hizo que ella empezara a gemir de gusto, primero quedamente y después fue aumentando sus grititos hasta parecer alaridos cuando su cuerpo se envaró y empezó a soltar sus jugos en la verga de su sobrino, que seguía entrando y saliendo.
Cuando Lidia hubo acabado, él le pidió que se pusiera en cuatro patas y se lo metió por entre las nalgas, “a lo perrito”, una pose que a Mauro le encantaba.
Uyyyyyyyy, mijitooooooooooo
Mijitaaaaaaaa, ricaaaaaaaaaaaa
Ricoooooooo, amorrrrrrrrrrrr
Y nuevamente le regaló una acabada, que esta vez cayó por sus muslos mientras Mauro sacaba su verga, aun en su plenitud, y se acostaba en el suelo.
Ven, tiita, móntate.
Ella no se hizo esperar y se monto encima de su sobrino, dándole la cara. Empezó a bajar lentamente y Mauro vio el exquisito espectáculo de ver su herramienta perderse entre la mata de rizados pelos de la entrepierna de su tía. Ella bajaba y subía, con los ojos cerrados y la boca apretada, mientras él se aferraba a sus tetas, masajeándolas con cuidado, para no dañarla.
Asíiiiiiiii, siiiiiiii. Ricoooooooooooooo
Mijitaaaaaaaaa, ricaaaaaaaaaaaa
Mássssss, mássssssssssssss, mijitooooooooooooo
Eres tan caliente, tiaaaaaaa
Síiiiii, Soy una putaaaaaaaaaaaaaaaa
Mi puta ricaaaaaaaaaaaaa
Aghhhhhhhhhhhh
Aghhhhhhhhhhhh
Ambos acabaron al unísono, en una explosión de gritos y convulsiones, en que sus cuerpos parecían haber perdido todo control. Ella se echó sobre su sobrino, besándole apasionadamente, en tanto la verga de este salía de la vulva de Lidia produciéndole una última sensación de gusto indescriptible.
Así que Mirtha te contó todo lo sucedido entre las dos, ¿ah?
Sí. Y cuando me contó supuse que no sería difícil follar contigo.
¿Por qué?
Por lo que le dijiste, recuerda. Que con los hombres de acá no lo harías nunca.
¿Eso te convenció de seducirme?
Además porque te mostraste demasiado caliente con ella.
¿Eso es todo?
Tía, eres mujer normal, caliente pero normal. Te gusta probar de todo. ¿O no?
Sí, tienes razón.
También dijiste algo que me dejó pensando.
¿Qué?
Le dijiste que tu también habías sido joven y que la sangre es fuerte.
Lidia calló, como sopesando las palabras de Mauro. Finalmente se decidió.
Mauro, hay cosas que es mejor mantenerlas así.
Tu y mi mami….?
Mauro, por favor.
Entiendo.
El joven sabía cuando debía callar, pero en su mente ya se había empezado a anidar una idea, en la que involucraría a las dos hermanas. Si alguna vez tuvieron sexo, por mucho tiempo que hubiera pasado algo tiene que haber quedado entre ellas. Era cosa de que él avivara ese juego y aprovecharse de ello. La sola idea le excitó inmediatamente.
Tía, me gustaría estar contigo y con mi hermana
Eres un pervertido, sobrino
Sí, tiita. Y creo que a ti no te desagrada la idea.
No, realmente no.
Por ahora, quiero probar tu culito
No, Mauro, no. En otra oportunidad, pero no ahora.
¿Por qué?
Vas a ser el primer hombre al que se lo dé, pero debo prepararme para ello.
Te entiendo, tía.
La puso de espaldas y se montó sobre ella, penetrándola salvajemente, tal vez pensando en la escena que ya tenía en su mente: a las dos hermanas follando y él con ellas.
La sonrisa que se dibujaba en su rostro cuando llegó a casa no podía disimularla y tanto su madre como su hermana lo atribuyeron a alguna broma que habría escuchado a sus amigos. Y él no quiso sacarlas de su error. Al menos por ahora.
Esa noche pretextó cansancio y rehuyó acompañar a su madre y hermana en la cama.
Sólo en su pieza, con la luz apagada, pensó en su tía, en lo ardiente que se había mostrado al momento de follar y en las posibilidades que tenía por delante con ella, su madre y su hermana. Pero cuando se durmió, lo hizo con el recuerdo de Claudia.
Al correr de los días sus encuentros con Claudia se fueron haciendo más íntimos, haciendo evidente para ambos la cercanía que había entre ellos. Incluso, ella, rehuía el tema de su futuro casamiento cuando Mauro le consultaba. A estas alturas, ella pasaba más tiempo con él que con su novio.
Cuando Claudia le preguntó por su familia, con la evidente intención de querer conocerla, a Mauro se le planteó el problema de cómo hacerlo, dadas sus relaciones actuales con su madre y su hermana.
Los encuentros sexuales madre e hijos eran habituales, especialmente los fines de semana. Y en ellos habían volcado su pasión a límites insoportables para el resto de la gente, conscientes de que no podían compartir con nadie más el secreto que les unía.
El círculo que se había formado entre los tres era cada vez más cerrado, en parte por lo prohibido de sus relaciones y, por otra parte, porque esa misma relación les aislaba del mundo, que no comprendería el límite de perversión que había entre ellos.
Pero ese mismo aislamiento, que empezó por ser una seguridad para Mauro para poder vivir a fondo su pasión insana, ahora empezaba a ahogarle.
Claudia le hacía más insoportable su relación familiar.
Su dilema era cómo compatibilizar los dos mundos que estaba viviendo. Y en el fondo de su ser que eso sería imposible, que nunca podría convivir con Claudia y su familia sin que su vida se hiciera pedazos.
Sabía que tendría que tomar una decisión y no le sería fácil hacerlo, ya que estaba atado a su madre y a su hermana pero deseaba que Claudia formara parte de su futuro. Y no pensaba en un futuro en que tuvieran cabida Laura y Mirtha.