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La extorsión (2)

en Grandes Series

Autor: Salvador

Dirección: demadariaga@hotmail.com

 

La extorsión ( II )

La semana siguiente transcurrió normalmente, hasta el día viernes, en que la tormenta se abatió nuevamente sobre mi vida.

Héctor y Dante habían cumplido su promesa y no habían hecho la denuncia ante la Dirección de la Universidad. Todo parecía que había terminado bien para todos, aunque el recuerdo de lo vivido con esos dos muchachos me hacía enrojecer de vergüenza, especialmente cuando mi mirada se cruzaba con la de alguno de ellos. Pero su actitud fue de total normalidad, lo que terminó por tranquilizarme.

El viernes, casi al descuido, Dante fue a mi oficina a hacerme una consulta y dejó caer un papel en mi escritorio, cuidando que nadie se percatara de su acción. Con cuidado, abrí la hoja y me encontré con una copia de la maldita prueba que contenía los problemas que por error había incluido. Y lo que era peor, aparecían las dos notas que había puesto el profesor: la primera, que era la que consideraba esos problemas como mal resueltos y la segunda, en que se consideraban esos problemas como bien resueltos.

Yo creía que no había huellas de lo sucedido después que el profesor recuperó las pruebas, pero era evidente que este muchacho había obtenido una copia, que era la evidencia de un error que me costaría caro. El desgraciado la había guardado para seguir extorsionándome. Al reverso de la hoja había escrito "hay una sola copia de esta prueba y la tengo yo. Retírela mañana" y había una hora y una dirección. Y una advertencia: si no iba, el lunes a primera hora presentarían la prueba ante la Dirección de la Universidad.

Sabía lo que me esperaba.

Los muchachos me tendrían para que cumpliera sus fantasías, las que evidentemente no se limitarían a lo que hicimos el viernes anterior. Estaba segura que ahora pretendían darse un festín conmigo y yo no tenía escapatoria. Debía acceder a todos sus deseos si quería recuperar la prueba y terminar con esta situación en que me había puesto mi estúpido error.

Al día siguiente, temprano, me levanté y duché en un estado de excitación producto de lo que suponía me sucedería en manos de los muchachos, que la vez anterior demostraron estar bien dotados para las lides del sexo. Me molestaba la situación por el hecho de saberme objeto de una extorsión que me obligaría a entregar mi cuerpo para que esos muchachos se satisficieran, pero al mismo tiempo me agradaba la posibilidad de volver a sentir esas vergas dentro mío. No podía evitar sentirme nerviosa por la posibilidad de vivir esta aventura en los brazos de los dos muchachos, cuyas herramientas deseaba volver a sentir dentro mío. Esa era la verdad, a qué negarlo.

Llegué a la hora señalada. Era un departamento de esos que se arriendan por horas, ubicado en el centro de la ciudad. Era evidente que los muchachos querían vivir la aventuran de sus vidas con una mujer mayor y para ello querían tener absoluta libertad de acción. Aunque no lo quisiera admitir, una sensación extraña me invadió cuando Dante y Héctor me abrieron, en cuyos rostros se reflejaba el deseo cuando me vieron enfundada en un vestido de dos piezas que resaltaba mis formas. Bueno, estaba segura del efecto que causaría en ellos, pues sabía muy bien lo atrayente que era mi cuerpo. No había dudas de que estaban deslumbrados por mis piernas, mis senos, mis nalgas, todo mi cuerpo, que lucía con orgullo pues sabía bien que siempre causaban un efecto impresionante en los hombres. Y sin querer admitirlo, ese día me había vestido de manera de dejar atónitos a ese par de muchachos, como si algo en mi interior me dijera que debía despertar sus apetitos sexuales y elevarlos al máximo.

Me hicieron pasar a un living, donde nos sentamos y me ofrecieron una copa, que rechacé.

Bueno, vine a buscar la prueba.

Si, aquí la tenemos

¿Entonces?

Pero la entrega tiene un precio

¿Qué desean?

Queremos tener sexo con usted.

¿Cómo es posible que me propongan esto? ¿No tienen vergüenza?

No. La deseamos y queremos hacerle el amor.

¿Pero esto no va a terminar nunca, sinvergüenzas?

Le aseguramos que hoy termina todo. Le entregamos la prueba y fin.

¿Cómo puedo estar segura?

¿No cumplimos la vez anterior?

Desgraciados, entonces ¿por qué estoy aquí ahora?

Porque la vez pasada solo prometimos no denunciarla. No hablamos de devolverle la prueba.

Claro, pero ¿con qué saldrán la próxima vez?

No, esto acaba aquí. Es una promesa

¿Y me dan su palabra de que aquí termina todo?

Le entregamos la prueba y no quedará nada que la incrimine. Palabra de honor

Mmmmm

¿Le parece?

Mmmmmm. Creo que no tengo salida, igual que la vez anterior.

Correcto. No tiene salida.

Entonces, hagámoslo lo más rápido posible. Quiero que esto termine lo más pronto posible. Y después de esto desaparezcan de mi vida, desgraciados.

Pasemos al dormitorio.

Me hicieron pasar al dormitorio, que tenía una cama matrimonial. Una vez ahí, me pidieron desnudarme, mientras ellos hacían lo mismo. En mi interior sentía la excitación de estar en una pieza con dos muchachos, completamente dispuestos a satisfacerse con mi cuerpo, pero evitaba demostrarlo para no parecer una mujer fácil, aunque todo dentro de mí clamaba por el sexo de esos muchachos. Lentamente, me desprendí de mi vestido, dejando a la vista de Héctor y Dante mi cuerpo cubierto solamente con una tanga y un sostén, ambos de color blanco. Mi lentitud al desnudarme parecía la timidez de una mujer obligada a mostrar por la fuerza su cuerpo a los muchachos que la extorsionaban, pero en el fondo lo que buscaba era llevar al límite la excitación de Dante y Héctor. Mi cuerpo los dejó con los ojos abiertos, pasmados ante tanta belleza. Sabía el efecto que causaría en ellos pues estaba conciente de lo hermosas que eran mis formas, que tantas satisfacciones me habían dado y que ahora les regalaba poco a poco, en movimientos sensuales que buscaban llevar al límite la excitación de los dos muchachos. Una leve sonrisa de mi parte, que disimule con una mano sobre mi rostro, era el único indicio de la satisfacción que sentía por el efecto causado en los dos muchachos, cuyas erecciones estaban en su punto máximo. Como en las películas porno, parecía una núbil doncella desnudando su inocencia antes de la entrega.

Estoy lista. Terminemos de una vez con esto.

Héctor fue el primero que se precipitó sobre mi cuerpo, empujándome con cierta brusquedad sobre la cama, donde quedé de espaldas. Se subió sobre mí, abrió mis piernas y me penetró. Sin preámbulo, casi salvajemente. Tal era su calentura.

Me dejé poseer por el muchacho, que al parecer buscaba satisfacerse a toda costa, lo más pronto posible, sin importarle lo que su pareja pudiera sentir. Decidí ayudarle y empecé a mover las paredes de mi vulva de manera tal que apretara su trozo de carne al entrar y salir, produciéndole un roce que estaba segura muy pronto haría su efecto. Y así fue, pues más pronto de lo que él hubiera deseado soltó un chorro de semen en mi interior y acabó en medio de sobresaltos y jadeos que delataban el goce que sentía, para quedar finalmente tirado a mi lado, completamente agotado por el esfuerzo desplegado.

Dante estaba a mi lado, con su verga completamente parada, observando como su amigo se rendía a mis encantos. Le hizo ponerse a un lado y ocupó su lugar, pero en lugar de penetrarme se dedicó a besar mi cuerpo, partiendo de mi cuello a mis senos, siguiendo por mi cintura y bajó hasta encontrarse con mi cosita, aun chorreando jugos de su amigo. Me besó los muslos y acarició mis nalgas, las que tomó entre sus manos firmemente. Subió y me besó en los labios, metiendo su lengua en mi boca, donde se encontró con la mía. Un suspiro contenido por la satisfacción que no podía evitar que me produjeran sus besos y caricias se ahogó en mi interior, evitando delatar ante él el estado en que me tenía. Era evidente que Dante tenía más experiencia que Héctor en esto de hacer el amor y se estaba aplicando a fondo conmigo. Y estaba logrando su objetivo, pues mi cuerpo clamaba por tenerlo, que me penetrara. Quería hacer el amor con el.

Haciendo un gran esfuerzo logré reprimir mis deseos y evitar entregarme abiertamente a las caricias y besos de ese muchacho que me estaba calentando de manera increíble. En lugar de ello permanecí calmada, por mucho que ello me costara, dejando que él siguiera su accionar, sin demostrarle abiertamente el efecto que producía en mi cuerpo. El continuó acariciando mis piernas, mis muslos, mis nalgas. Dante me separó las piernas de manera de dejar completamente expuestos mis muslos y se puso entre ellos y su boca besó mi vulva, que empezó a reaccionar ante la delicadeza que Dante ponía en sus besos. Su lengua se introdujo en mi túnel y empezó a explorarlo, chocando con sus paredes y llevándome al paroxismo, al punto de que pronto sentí que una corriente seminal se formaba en mi interior y fluía hasta brotar en borbotones, apretándome a la cabeza de ese muchacho que me demostraba que sabía tratar a una hembra de verdad. Intentaba no demostrar el estado de excitación en que estaba por los besos de ese chico en mi vagina, pero me fue imposible lograrlo, aunque traté de que mi orgasmo fuera lo más quieto posible.

Dante se subió sobre mí y, con delicadeza, me besó y abrazó mientras sentía que su verga se ponía a la entrada de mi túnel. Empezó a pasear la cabeza de su herramienta por mis labios vaginales mientras sus manos acariciaban mis senos delicadamente y su lengua en mi boca jugaba con la mía. Bajó su mano y tomó su verga, la que puso a la entrada de mi túnel de amor. Me miró sonriendo y con un gesto de triunfo empujó de manera que su herramienta se introdujo completamente. Me sentí en la gloria. Subiendo mis piernas sobre su espalda empezó a cabalgarme mientras seguía sonriendo y empujando su pedazo de carne en mi interior.

Con los ojos cerrados y los puños apretados casi hasta sangrar, yo intentaba no dejarme llevar por la excitación creciente que me invadía y evitar así acompañar a mi joven amante en sus movimientos, abrazándolo y gimiendo como era mi deseo. En condiciones normales esta habría sido una exquisita cogida, en la que habría participado como una puta, pero ahora no podía expresar lo que realmente sentía. No, me era imposible participar con ellos en esta especie de violación.

Nuestros movimientos se hicieron enloquecedores, si, porque a ratos no podía evitar moverme, aunque lo hacía lo más disimuladamente que podía, hasta que finalmente ambos nos rendimos al goce que estábamos viviendo y acabamos al mismo tiempo, completamente sudados y el aferrado a mi cuerpo. Hubiera querido abrazarlo, besarlo, decirle lo feliz que me había hecho, pero la dama en mí me lo impedía, aunque la puta que anidaba en mi interior hubiera querido tomar su verga y besarla, ofrecerle mi culo para que lo rompiera. Así de caliente me tenía.

Como si leyera mis pensamientos, Héctor se acercó a la cama con su herramienta en ristre, poniéndola a la altura de mi boca.

Ahora quiero que me la mames

Pero. . . .

Nada de pero, mámamela.

Me tomó de los hombros y me hizo agachar, hasta quedar de rodillas, quedando su herramienta a la altura de mi boca. Ya había recuperado su vigor y estaba en condiciones de enfrentar lo que viniera. A decir verdad, no me pareció para nada desagradable el espectáculo que tenía delante de mí, pero no era cosa de estar demostrando que me gustaba la verga en mi boca, así que me resistí cuanto pude, pero Héctor me tomó de la cabeza y me acercó de manera que mi boca se abrió y el introdujo su barra dentro, moviéndose como si estuviera follándome. Dante, por su parte, también había recuperado sus dimensiones y su herramienta estaba desafiante esperando su turno. No pude evitar sentir un gusto extraño al comprobar que tenía una verga en mi boca y otra esperando que le hiciera los honores. Me estremecí ante ese pensamiento, y sin querer reconocerlo aumenté la presión de mis labios sobre el pedazo de carne de Héctor para sentir su eyaculación en mi boca y poder continuar con la verga de Dante, mi violador favorito cuya herramienta se veía más apetecible.

A mi edad se adquiere cierta experiencia en el sexo, que si se aplica debidamente se obtienen excelentes resultados. Y fue lo que sucedió con Héctor, que muy pronto envaró su cuerpo y soltó una segunda corriente de semen, que inundó mi boca y se esparció por mi cara y mi cuello. Para ello bastó que las paredes de mi boca se comprimieran y así dar la sensación de una vulva, cuyas paredes rozaban el tronco que entraba y salía, para que el muchacho se rindiera a mi experta mamada.

Dante estaba esperando, con su instrumento dispuesto para que repitiera con el lo que le había hecho a Héctor. Con cierta delicadeza, lo que lo diferenciaba de su amigo, me puso de rodillas y llevó su verga a la altura de mi boca, tomándome de la cabeza y guiándome a su instrumento, el que finalmente se introdujo entre mis labios, en mi ansiosa boca que esperaba anhelante tragárselo. Empezó una mamada como nunca había dado, deseosa de que sintiera que en mí tenía una verdadera mujer, que le llevaría a nuevos límites de sensaciones. Mientras chupaba su tronco, me tomó una mano y la llevó a su tronco, indicándome que le hiciera una paja. Con suavidad el anillo que formaron mis dedos empezó a recorrer su verga arriba abajo, cuando salía de mi boca, dándole un tratamiento que estaba segura no olvidaría fácilmente Y así fue, en efecto, pues me tomó de la cabeza y me apretó a él, llenándome de semen, que intenté tragar lo más que pude, mientras unos quejidos delataban el estado de goce que había alcanzado con la experta mamada que le había regalado.

Y ahí tenía a los dos, completamente rendidos después del tratamiento bucal que les había dado. Sonreí al comprobar de lo que era capaz de hacer a dos jóvenes aplicando mi experiencia en el campo sexual.

Al cabo de un rato parecieron despertar de la ensoñación que los había dejado mi tratamiento y volvieron por más. Esta vez Dante tomó la iniciativa y me llevó a la cama, donde me hizo ponerme en cuatro pies.

¿Qué quieres?

Quiero encularte

No, por favor

¿A qué le temes?

Nunca lo he hecho

Bueno, yo seré el primero

No, noooo

Tranquila, déjate llevar

Y sin esperar mi respuesta, se puso tras mío y su herramienta se posó en la entrada posterior. Sentí un estremecimiento pues las veces anteriores que había entregado mi culo quedé muy adolorida. Pero ya estaba embarcada en esto pues la herramienta de Dante ya estaba empujando a la entrada de mi túnel posterior y no podía echarme para atrás. A pesar del recuerdo doloroso de las experiencias anteriores cuando entregué mi culo, ahora deseaba que mi joven amante lo usara e hiciera con el lo que quisiera, no importando cuan doloroso volviera a ser para mi parte trasera. Lo deseaba con todas mis fuerzas, aunque ello significara que me rompiera el culo.

La cabeza de su instrumento empezó a entrar poco a poco, en tanto el muchacho se tomaba de mis senos y empezaba a acariciarlos, con esa delicadeza que tanto me agradaba. De pronto sentí que una verga se ponía frente a mi boca. Era Héctor que se había puesto frente a mí, aprovechando que estaba con los ojos cerrados para empujar su herramienta en mi boca. Dante ya había introducido la mitad de su verga en mi culo y sus caricias en mis senos me tenían a mil, por lo que no pude resistirme y abrí mi boca para recibir la herramienta de Héctor, que empecé a chupar con ganas, mientras la barra de Dante se habría paso en mi interior.

El espectáculo era increíble: una mano de Dante me acariciaba un seno y la otra se introducía por mi vagina, pajeándome mientras me enculaba. Y Héctor, por su parte, recibía una mamada increíble de mi parte. Una situación así no podía durar mucho, evidentemente, por lo que muy pronto nos rendimos al unísono y nuestros jugos se mezclaron, aunque yo fuera la más favorecida, ya que el semen de Dante llenó mi culo y el de Héctor mi boca, en tanto mi vulva goteaba copiosamente como resultado de la paja que me regalara el violador de mi culo.

Quedamos exhaustos los tres y nos tomó un tiempo reponernos.

Ahora sí aceptaría ese trago que me ofrecieron

Dije, ya en confianza. Héctor se apresuró a ir al living a servirnos unos tragos, mientras Dante y yo aprovechamos de abrazarnos y tocarnos, como si nunca antes lo hubiéramos hecho.

¿Te gustó sentir mi cosa en tu colita?

Si, estuvo exquisita

¡Qué ganas de tenerte para mí solo, y así hacerte gozar en forma!

Entonces, ¿para qué trajiste a Héctor, tonto?

Tienes razón. Estúpido de mí.

Pero igual gozo con los dos.

Tienes razón. Me encantó que se la mamaras a Héctor mientras yo te enculaba

¿Te gustó?

Si, me calentó el trío que hicimos.

Entonces, sigamos así, pero que Héctor no se enteré de lo nuestro

Ya, cariñito. Me parece perfecto, siempre que después podamos vernos nuevamente, a solas.

Si, me gustaría mucho.

Por ahora, actuemos de manera que Héctor no sospeche nada.

Bueno, cariño.

Héctor volvió con los tragos y al calor de los mismos muy pronto nos sentimos en confianza como para continuar nuestra orgía.

Sabedora de que a Dante le encantaba que lo hiciera con su amigo, me aferré de la verga de Héctor y empecé a masajearla, hasta que retomó sus dimensiones. Me puse en cuatro pies y le pedí que me enculara, igual que su amigo, a lo que accedió encantado, metiéndome su instrumento de un golpe, sin ningún miramiento, típico en él. Dante, por su parte, ante el espectáculo que tenía ante si sintió que su verga recuperaba todo su vigor..Me puse delante de Dante y le ofrecí mi vulva, que empezó a chupar con deleite, pero delicadamente, como era su costumbre. Y ahí estábamos los tres nuevamente, en una orgía desenfrenada, hasta que sucumbimos otra vez a las delicias del sexo, que nos dejó completamente agotados.

Nos tomamos otro trago y descansamos, mientras comentábamos el giro que había tomado la situación, que de una fantasía estudiantil había derivado a una orgía en que los muchachos habían encontrado una compañera ideal, que les había liberado de todas sus ataduras, hasta entregarse completamente al sexo sin limitaciones.

Bueno, ahora me gustaría cumplir una fantasía

¿Cuál?

Quiero sentir dos vergas en el cuerpo al mismo tiempo

¿Uno por el culo y el otro por la vagina?

Si, precisamente así.

¿A cual de los dos quieres por el culo?

Héctor, ¿quieres?

Quería sentir la verga de Dante en mi vagina, pues sabía que él tendría conmigo la delicadeza que no tenía su amigo. La rudeza de Héctor le vendría bien a mi culo.

Dante se puso de espalda en la cama y yo me senté sobre su verga, en tanto Héctor intentaba encularme. Dante se apoderó de mis senos y empezó a acariciarlos y besarlos, en tanto su verga entraba poco a poco en mi interior. Héctor, en tanto, me tomaba de la cintura y empujaba con fuerza hasta que su instrumento se alojó completamente en mi culo. Mientras yo subía y bajaba sobre la herramienta de Dante, Héctor metía y sacaba la suya de mi culo, tratando de seguir mis movimientos de subida y bajada.

Al cabo de un rato los tres acabamos casi al mismo momento. Evidentemente, mi acabada fue más completa que la de mis compañeros de juego, que me dejaron completamente satisfecha. No podía creer que pudiera llegar a estos límites de degeneramiento, pero ahí estaba, entregada a esos muchachos que me habían ensartado por el culo y la vagina al mismo tiempo. Dos vergas para mí sola, como nunca antes lo había experimentado. Y fue increíble.

Habíamos llegado a un nivel de entrega a los excesos que parecía no tener límites y yo veía en esta oportunidad la posibilidad de hacer realidad mis peores fantasías.

Cuando acabaron sentimos que esa sesión había terminado por ahora, que habíamos llegado donde no creíamos que pudiéramos llegar ninguno de los tres, especialmente yo. Nos habíamos descubierto completamente, en facetas que al menos yo desconocía en mí. Era una vulgar puta que gozaba llevando el sexo al límite. Y los muchachos, de extorsionadores terminaron por revelar sus secretos más íntimos. Ahora yo también tenía con qué extorsionarlos por si pretendían continuar con sus amenazas.

Me dieron las hojas de la prueba y me retiré satisfecha por haber recuperado la evidencia que podría usarse en mi contra ante la Dirección de la Universidad. Pero mi satisfacción no se limitaba a ello, pues había vivido una jornada de sexo como pocas veces antes, haciendo realidad mis fantasías más escondidas. Y, finalmente, satisfecha porque ahora de extorsionada podría pasar a extorsionadora, lo que me daba la tranquilidad que deseaba. Finalmente había superado la crisis en que estos muchachos me habían sumido.

Los muchachos se quedaron ordenando el departamento y, sin que Héctor se diera cuenta, Dante retiró del closet la filmadora que había escondido y que había captado todo lo sucedido en el dormitorio.

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