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El pequeño coronel: Capitulo-1

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Capitulo 1:

            Por un lado, me gustaba que mis hombres me hablaran con tanta claridad, por otro me parecía una falta total de respeto al que actualmente era nuestro rey, al que por otra parte yo apoyaba totalmente. Ya que por vez primera un jovencito había llegado a reinar, ya que todos los reyes hasta ahora habían comenzado a reinar con más de cien años, no, con veinte.

            Mis hombres todavía no me conocían como oficial, así que tenía que hacerme respetar sin parecer duro y desalmado, aunque como oficial que era, lo era y debía serlo.

Yo: Mensajero Nicolás, que sea la última vez que habla usted así, de las órdenes de nuestro amado rey en mi presencia.

Nicolás: si, señor, usted disculpe, pero, ¿Qué piensa usted?

Lear: señor, ¿no piensa usted tomar medias por esa falta grave contra nuestro amado rey?

Nicolas: ¿falta grave? Señor, yo no pretendía faltar a nadie…y menos a nuestro rey

Yo: el mensajero ya ha sido avisado de que no repita su conducta, sub-oficial usted dedíquese a vigilar como le ha sido encomendado y mensajero Nicolás, usted a cocinar.

                El sub-oficial de patrulla no estaba muy contento por mi respuesta, pero como no le quedaba otro remedio…

Lear: …si señor…

                Sin embargo Nicolás parecía contento conmigo y con el resultado de esta pequeña contienda.

Nicolás: ¡Si señor!

                Vi como el sub-oficial Lear, tomaba notas de todo lo ocurrido, mientras vigilaba. No era de extrañar que Lear hubiera actuado así, si hubiera estado rodeado por un oficial superior a mí, yo hubiera sido probablemente degradado por no actuar como un oficial debe actuar frente a un inocente comentario así y Nicolás, posiblemente expulsado del ejército.

Nicolás: ¿señor?

Yo: ¿sí?

Nicolás: aun no me ha dicho que piensa usted de la misión

Yo: ¿eh?

                Otro soldado cualquiera hubiera evitar hablar del tema, para evitar crearse problemas, pero este soldado tenía un toque de curiosidad y descaro, que le daba un pequeño encanto misterioso, otro oficial mal humorado lo hubiera mandado castigar, pero, yo no era ese otro oficial y estaba de buen humor.

Yo: pues…pienso que es un plan maravilloso, mil años de soledad es bastante tiempo, es hora de que Eternia en conjunto con los Eternianos, descendientes del Fénix, sean conocidos. Y de que se reúnan al fin con el resto del mundo.

                Mientras hablaba de nuestra historia a unas cuarenta millas más o menos de nuestro país, desde donde a lo lejos solo se vislumbraba el pico más alto del castillo de Éter, que se camuflaba como el pico de una montaña, sentí un escalofrió como si el rey estuviera mirándonos y tenía un brillo en los ojos especial, ya que realmente admiraba a nuestro rey.

Nicolás: ya veo… no lo había visto así, veo que estaba equivocada, gracias por iluminarme, señor.

Yo: ¿equivocada?

Nicolás: usted disculpe, en mi casa son sobre todo mujeres y el femenino se me escapa a veces

Yo: entiendo

Nicolás: tome, señor

Yo: ¿Qué?

Nicolás: por si quiere probarlo

                Al ofrecerme probar el guiso, me recordó a mi madre, se que su trabajo era el de cuidarnos, pero Nicolás, me parecía a veces excesivamente femenino, quizás era el tipo idóneo para el puesto.

Yo: no, gracias

Nicolás: como quiera…señor (tras un rato mas) ¡la comida esta lista!

                Levantamos a los que estaban dormidos, comimos todos y levantamos el campamento, para continuar la marcha gracias a la increíble resistencia de los Dragos, no bajábamos nada el ritmo.

                Hicimos una parada mas, donde el resto descanso, excepto Nicolás y yo, para dar ejemplo, el mensajero según le dije al sub-oficial como castigo, por lo de antes, aunque la verdad era que los demás ninguna sabíamos cocinar, ya que la cocina Eterniana era un arte, era muy complicada y normalmente solo mujeres o de hombres entrenados. No éramos una sociedad machista, pero si había cosas solo de hombres como el ejército y cosas solo de mujeres, como la cocina.

Nicolás: ¿puedo hablar, señor?

                Dragón estaba dormido a mi lado, estaba acariciándole entre las escamas ya que era la única forma de que lo notara, aunque tenía que tocar con cuidado ya que las escamas cortaban.

Yo: si, puedes

Nicolás: cuando dije que la misión era una puta locura, lo decía por los Dragos, no por las órdenes del rey.

                Yo mire a los Dragos, aunque eran seres hermosos, parecidos un poco a los Dragones de Cómodo, pero con escamas mucho más grandes y pesadas, patas más largas y pinta mucho más feroz y voraz, también eran seres buenos, leales, aunque debía admitir, eran peligrosos hasta para sí mismos y esos pedos incendiarios, habría que llegar a controlarlos algún día.

Yo: bueno, eso ya lo veremos.

Nicolás: ¿acaso usted está de acuerdo con llevarlos?

Yo: yo sí, me encantan.

                Nicolás se quedo un rato en silencio sin saber que decir, supongo que comprendiendo que no solo el Dragos se había enamorado de mí, yo también de él, era un jinete amado que amaba su montura. Miro a nuestro alrededor mientras cocinaba y entonces comento.

Nicolás: qué bonito el paisaje ¿no le parece, señor?

                Siendo sincero ahora que lo decía no me había fijado, había mirado ciegamente hacia delante siguiendo mis órdenes, sin seguir los conceptos de la exploración, sin mirar nada de lo que había a nuestro alrededor. Había mariposas gigantes volando por los aires con alas de todos los colores imaginables, mariposas gigantes porque eran casi del tamaño humano, había flores gigantes también, había arboles con las hojas abundantes de color rojo y un césped verde clarito alto, que cuando te bajabas del Drago, te llegaba hasta el cuello, habíamos tenido que cortar una zona, para poder montar el campamento.

Yo: eres observador e ingenioso, como una mujer Nicolás, si, está bien

                Conozco hombres que mi piropo se lo hubieran tomado como una ofensa, la inmensa mayoría diría yo, no lo hacía adrede es tan solo que no se me daba bien piropear a la gente, eso lo había sacado de mi padre, ya que en toda la vida, jamás había dicho nada bueno de nadie, ni siquiera de sí mismo, aunque si estaba contento de servir al rey Levar.

Nicolás: gracias, Capitán (con una sonrisa en la cara)

                El resto del tiempo estuvimos en silencio, escuchando la madre Gaia, por un lado yo era su capitán al estar separado de la demás tropa, pero en realidad solo era un caballero alférez, mi sub oficial el sargento y Nicolás era como un soldado de primera. Solo perturbaba el silencio algún pedo de un hombre que dormía o un tanto más peligrosos los pedos llamarada de los Dragos. Por fortuna el césped estaba mojado y no terminaba de arder, sino estaríamos en un serio problema, aunque nuestros equipos, estaban fabricados para resistir el fuego hasta cierto punto, podríamos morir asfixiados.

Nicolás: pero, que, asco…

                Yo le sonreí por toda respuesta, porque podía ver por la abertura de su casco, su gesto de verdadero asco.

Yo: es inevitable

Nicolás: supongo que sí, capitán.

                Poco después la comida estaba lista, todos comimos y continuamos la marcha hasta que Surden nuestro sol celeste comenzó a ocultarse en el horizonte, quedando tan solo Host nuestro sol rojo en el cielo, haciendo rojo el cielo y celeste el horizonte, aun no habíamos salido de la pradera en contra de los códigos decidí continuar la marcha a pesar de que todos estaban cansados y yo mismo exhausto, ya que no me parecía un buen sitio para acampar, Lear se me acerco.

Lear: señor, mi deber es recordarle: que según la ordenanza del código de oficiales nº39: Cuando Surden se empieza a ocultar, usted debe buscar un lugar donde acampar y además los hombres están cansados.

Yo: si, eso estoy haciendo

Lear: señor, con el debido respeto, pero, a mi no me lo parece, usted está siguiendo el camino, sin más.

Yo: parece que usted ha olvidado la ordenanza del código de oficiales nº40

Lear: no, señor, entendido…

                Al marcharse el sargento, Nicolás bajo de su Dragos, el que llevaba la carreta de suministro de un salto que iba el ultimo y moviéndose forzadamente por el terreno hasta mi posición, me pregunto bajando su voz.

Nicolás: señor ¿Cuál es la ordenanza nº40?

                Baje la voz para evitar que Lear pillara todavía más manía a Nicolás de la que ya evidentemente le tenía, no porque tuviera nada que temer o que ocultar.

Yo: un oficial puede alargar la marcha hasta que Host roce el horizonte si lo considera necesario o si tiene cualquier motivo para ello.

Nicolás: (risita) esa ha sido buena, señor

                Parecía mi cómplice en lugar de mi subordinado, no es que me molestara porque no me faltaba al respeto. Pero, debías evitar confraternizar con tus hombres, era el código nº10 de la ordenanza y según ponía: debía ser bajo ningún concepto.

Yo: si…vuelva a su posición, mensajero.

Nicolás: ¡Si, señor!

                El graciosamente hizo el saludo militar obligatorio yendo a pie, ya que había que dar un taconazo y llevar la mano derecho al corazón de lado, además de voltear poniéndola de al revés y girando hacia arriba la mano izquierda, llevándola sobre la altura de los hombros, al aire. Volvió a su Dragos y monto con gran facilidad, además de una agilidad pasmosa.

                Avanzamos hasta que empezó Host a rozar el horizonte también, viendo la mirada del sub-oficial clavada en mi, espero para ver que hacía ya que no habíamos salido de la pradera como yo pretendía. Ordene que nos detuviéramos, mande a pedir dos voluntarios, que se presentaron en el acto frente a mí, eran Dragón y Lance.

Lance: ¿sí señor, que desea?

Dragón: ¡sí señor, se presenta el soldado Dragón a su humilde servicio, capitán!

                Ya que estábamos montados en los Dragos, su deber solo era mostrarme sus armas, sendas lanzas pesadas de caballería.

Yo: descansen, quiero que me busquen un buen lugar para acampar esta noche, sepárense.

Lance: ¡Si, señor!

Dragón: inmediatamente, Capitán

                Ambos se alejaron rápidamente, mientras que mi sargento tomaba nota de todo, como era su misión, para que quedara constancia de todo lo que aquí pasaba, aunque era un papel que a mí personalmente me molestaba, era obligatorio, por la ordenanza nº3: todo grupo militar de hombres, llevara un registro escrito de absolutamente todo, llevado en los grupos grandes por el escriba y en los pequeños por el sub oficial.

                Los soldados esperaban en formación, supervisados por Lear, Nicolás hacia inventario y yo miraba a nuestro alrededor, al frente había un bosque inmenso de arboles de hoja rojiza, que no parecía demasiado frondoso. Al este la pradera seguía hasta donde alcanzaba la vista, al oeste se avistaban unas montañas a lo lejos y al volver a mirar hacia detrás comprendí porque no recibíamos demasiadas visitas.

                Nuestras montañas de lejos parecían una cara y unas fauces algo distintas de la de los Dragos, pero más sanguinarias, parecidas a las pinturas rupestres de nuestros antecesores, sobre los dragones en las cuevas de la eterna calma, ya no había vida en ellas, al contrario que en las minas de marfil de la montaña no escalable, además parecían unas fauces entre abiertas, a punto de comerte si pasabas hacia adentro.

                Estábamos a unas sesenta millas aproximadamente de nuestra tierra, ningún Eterniano había llegado nunca hasta aquí, no se veía ni rastro de mi ciudad y por primera vez, me sentía desolado. Anhelaba estar en ella, pero debía ser fuerte, debía serlo por mi ciudad, mis compatriotas, mi padre y por ultimo por mi rey, debía ser un oficial o un hombre de verdad.

                El regreso de mis hombres me saco de mis pensamientos, aunque me sentía triste, debía ignorar mis frágiles emociones y ser frio como un autentico líder.

Lance: he ido al norte, por todas direcciones y no he encontrado más que pradera, señor, pero he cazado un par de conejos gigantes, también cace una pequeña gacela pero León se la comió

Yo: …entiendo, mensajero Nico, dele una pequeña recompensa al soldado Lance

Nicolás: si, señor

Dragón: yo he ido al sur, una milla más adelante al sur, dirección este, hay un pequeño montículo donde podríamos montar el campamento Capitán

Yo: Nico, hoy Dragón comerá doble y no hará guardia Lear

Dragón: ¡gracias, mi capitán!

Nicolás: si, señor capitán

Lear: aja, entendido, señor

                Mientras que la pequeña recompensa seria un tapón de sangre de Fénix, lo que alargaría su vida unas horas o aumentaría un 10 % su regeneración, si sufriera heridas de aquí a una semana. Liquido si bien un poco escaso desde que los Fénix redujeron drásticamente su número en el reinado de Levar, pero que todo grupo armado o limitar debía llevar al menos una botella, según la ordenanza nº1, marcamos el camino con la piedra del buen camino, una piedra en forma de flecha, muy útil para no perdernos, idea privada de mi padre.

Yo: ¡en marcha!

                Nos dirigimos hacia la dirección que Dragón nos dijo y efectivamente pronto visualizamos el montículo de tierra que nos daba altura, comparado con la gigantesca pradera.

Yo: ¡Acampad! Quiero un puesto de vigía en el centro que es la parte más alta, el campamento con el típico camino en cruz como siempre y los muros de madera abajo.

Lear: ¡ya habéis oído al oficial!

Yo: Lear, pon el orden de guardia

Lear: (con una sonrisa maliciosa) si, señor (haciéndome el saludo, por recibir una orden directa como mandaba la ordenanza nº24)

                Me fui a montar mi tienda, pero Nico como siempre muy atento a mis actos me detuvo

Nicolás: con todo respeto señor, le pido humildemente que se detenga, ya que montar la tienda del oficial, es mi trabajo.

Yo: no importa, hoy estas, cansado, descansa, mañana lo harás

Nicolás: le pido que lo reconsidere, estoy bien señor, agradezco su preocupación, pero me gusta ganarme el sueldo ¿o acaso es una orden?

Yo: no, adelante pues, haz tu trabajo.

                Mientras Nico se encargaba de mi tienda, a disgusto mío, dada las ojeras de ese hombre, fui a ver qué tal estaban los Dragos, a los Dragos apenas hacía falta alimentarlos, ya que eran verdaderamente omnívoros, comían de todo, animales, insectos, plantas, arboles, setas y tenían una habilidad especial para sacar agua de los alimentos. Cazaban o pastaban ellos solos y cuando eran libres de carga cuando estaban sin jinetes se iban solos, para luego volver con la panza llena.

                Dicen que les chifla la miel mezclada con sabia por eso las galletas de Dragos son sus mayores recompensas y como ordenanza especial para los jinetes de Dragos, son obligatorias llevar tantas como jinetes haya, es según creo la nº3 e. Aunque yo no he tenido la ocasión de verlo, ya que solo el ejército controla su fabricación y no están a la venta, para las personas normales.

                Ahora que tenían tiempo libre los Dragos median fuerzas entre ellos, para ver quién era el más fuerte de ellos, los Dragos no eran de manada, eran solitarios, no jugaban entre ellos, no se hacían amigos, solo se aprendían a respetar. Todos los Dragos de batalla eran machos, las hembras estaban en libertad por nuestras tierras ya que en cautividad no criaban de forma alguna. Con sus jinetes era diferente, había visto a enormes y viejos Dragos jugar, reír, como niños pequeños, morir incluso para proteger a su jinete, una vez que se hace el vinculo es para toda la vida, el Dragos te elige a ti, no tu a él.

                Siempre había habido jinetes de Dragos en Eternia, pero nunca se habían usado como fines militares, más bien de montura o montura de carga, dada su gran peso, lo máximo que hubo es la patrulla Dragos, que eran los Eternianos, que se aventuraban más lejos a veinte millas de nuestro país, quizás por eso a nuestro rey, le había parecido buena idea repetirlo, pero a lo grande.

                Según dice mi padre, cuando me llevaron ante las crías de Dragos, ninguno parecía elegirme, alguno me estornudo encima, otro me lanzo esa bola pegajosa, asquerosa y casi me asfixia, alguno me gruño, otro me rugió e incluso uno intento morderme, pero Dragón me salvo tirándose encima mía, en realidad intento meterse en medio, pero era tan torpe como yo y se me cayó encima, sin embargo cuando iba a irme ya, porque ninguno parecía elegirme, uno intento freírme con un pedo llamarada, Dragón salto encima mía y sus ojos rasgados con los parpados laterales, se transformaron en los míos, comenzando así, el sello del jinete.

                Pese al riesgo había poca mortalidad con los Dragos, quizá un 15 % en la elección, un 10 % en la crianza y un 5% en accidentes, pero el otro 70% salía fortalecido de la experiencia y es que criar a un Dragos aunque lo pareciera no era tarea fácil. El Dragos del mensajero Nicolás les gano a todos, demostrando que era el Dragos más fuerte, el líder de entre los Dragos. Un Dragos nunca mataba a otro a menos que eso sucediera por accidente y eso había pasado en muy contadas veces.

                Como nosotros los obligábamos a convivir, ellos se estaban adaptando, nunca llegaban a ser una manada de verdad, pero tenían cierta camaradería, se defendían entre ellos a la larga, el primero en ligar era el líder, cosa fácil para ellos, porque olían una hembra en celo a millas de distancia, el primero en comer y beber era el líder. Entendían lo que era un superior y un compañero, además su jerarquía era muy importante de respetar o podríamos confundirles, era el número 6 del reglamento especial, los Dragos ignoraban simplemente a los demás jinetes y en contadas ocasiones defendían al jinete de su líder.

                Al volver en mí, los hombres ya habían terminado con el campamento Nico con mi tienda y la de mantenimiento, el sub-oficial con la suya y los hombres comenzaban a montar la suya. Mientras que las suyas eran individuales, la de mantenimiento cabía Nico y la carreta, además tenía en la puerta un martillo, la del sub-oficial era doble y la mía triple con un Fénix arriba en la puerta.

                Fui a ver la lista de guardias aunque no era cometido mío, por la cara que puso Lear, sabía que la fastidiaría, como sospechaba, había puesto a Nico la primera guardia, cuando tenía que saber perfectamente que mantenimiento según la ordenanza 23, ya que como mantenimiento no descansa durante el día, como los demás, no hace guardias nocturnas, salvo situaciones extremas y bajo el permiso directo del oficial al mando, como la ordenanza me permitía ponerle un castigo original, pero no arrestarle, bajarle de rango o dejarle un mes sin sueldo, aunque por un error así, tampoco considero que lo mereciera.

                Vi a Nicolas haciendo la comida junto al puesto del vigia en el centro del campamento, busque a Lear, que estaba en su tienda montando su cama.

Yo: Lear, ¿Qué significa esto? (mostrándole el papel de las guardias)

                En su caseta según la ordenanza 98, no tenía que saludarme a menos que fuera una reunión concertada, de junta militar programada (en la que también estaría Nico donde solo tendría voz y el sub oficial tendría voz y voto, pero mi palabra seria determinante) o que me hubiera invitado a su caseta. No me saludo tal y como ya esperaba y recogió el papel con desgana tras observarlo, me dijo: ¿Qué le pasa?

Yo: te has saltado la ordenanza 23

Lear: … (Su cara cambio) es que los hombres están cansados

Yo: ¿y crees que Nico, no?

                Lo supe al instante, no debería haberlo llamado por su nombre y menos por un diminutivo esa familiaridad, podía costarme cara, pero estaba tan molesto que me salió del alma.

Lear: ¡¿Nico?! Disculpe, pero yo esa familiaridad con mis hombres, no la tengo o acaso no respeta usted la ordenanza nº10

                Me había dado en mi punto flaco, pero pensaba devolvérsela. No con las ordenanzas como él, pero si con la verdad.

Yo: claro que la respeto, yo se me el nombre de todos mis hombres

Lear: ¿ah sí y cuál es?

                Viendo mi gesto enfadado, que estaba a punto de detenerlo porque temía que usara la ordenanza 50: un oficial puede detener a un sub oficial, si teme un botín por su parte a menos que el 60 % de sus hombres apoyen al mismo o que el sub oficial tenga razón.

Lear: no se preocupe, es una pregunta, no una acusación

                Al decir eso me relaje un poco, pero estaba igual de enojado con el

Yo: no tengo porque demostrarte nada, pero, Lear, Nicolás, Adán, Lance, Reis, Yaro, Look, Mark y Dragón

Lear: ya veo, le había menos preciado capitán, usted disculpe (me hizo una falsa reverencia)

Yo: no le disculpo

Lear: ya veo… (Parecía afligido) lamento que haya tomado usted esa decisión

Yo: cuando nos reunamos otra vez con el ejército dentro de un mes, pediré que lo trasladen al informar a mi superior

Lear: no se preocupe (sorprendido por mis palabras) todo tiene constancia en mi libro)

                Nos habíamos amenazado mutuamente, el libro tenia mas peligro que yo, ya que estaba para juzgar mis actos, pero para que tuviera validez llamaría a un soldado por su parte y yo a otro por la mia, no se si en el futuro, pero hoy, pagaría esto.

Yo: por el poder que me concede la ordenanza 23, tu harás la primera guardia en lugar de Nico

Lear: pero eso contradice la número 32, señor

                “Ningún oficial o sub oficial debe hacer la guardia, excepto en situaciones extremas o que no haya ningún otro hombre”

Yo: la 23 tiene más poder que la 32, hágalo

                Me miro derrotado por ahora, pero en su mirada no había derrota sino rencor, porque le había vencido en su propio terreno, las normativas.

Lear: si…señor…

                El grito de Nico anunciando que ya estaba la comida, cerró una conversación ya cerrada, en este momento pensaba que me había ganado un enemigo, pero, creo firmemente que por alguna razón llevaba buscándome las cosquillas desde el principio.

                Normalmente los oficiales y sub oficiales comían juntos por un lado, yo hasta ahora por cortesía, lo había echo así, por respeto a mi inferior, pero dada la situación actual y ya que ninguna ordenanza hablaba de eso directamente, me senté para comer con mis hombres, aunque muy incómodos en un principio, se fueron acostumbrando a mi presencia bastante poco a poco, Lear se sentó junto a su tienda mirándome mal, por la falta de respeto que esa norma no escrita, significaba, escribiendo siniestramente en su cuaderno, como siempre.

                Nico también se integro por primera vez y me ayudo a hacerlo a mí, contento por vez primera desde que pisamos fuera de nuestras fronteras, mire el cielo para ver la primera luna: Sahara, según dicen los viejos supersticiosos zorra de la mala fortuna, aunque la verdad era muy distinta, salía 1 vez al mes y de las tres lunas, esta era prácticamente un sol, Las noches iluminadas por ella, era prácticamente casi días bastante oscuros.

                Tras muy poco de cachondeo merecido que no les podía negar a mis hombres, Nico se quedo recogiendo, los demás miraron la lista de guardia, para luego acostarse, Lear se fue a su puesto de vigilancia y yo orgulloso de cómo iba todo, me dirigí con paso lento y seguro a mi tienda, para encontrarme una sorpresa.

                Alli estaba Dragon con cara triste, me recordaba a mi, cuando estaba en la academia al ser derrotado acababa llorando en su caseta, el estuvo a mi lado, ahora me tocaba a mi estar al suyo, era impresionante ver a una criatura tan poderosa, estar tan dolida por no ser el líder del grupo, tal y como era yo actualmente, aunque quizás no por mucho tiempo (echando una ligera mirada a Lear)

                Me tumbe a su lado acariciándolo hasta quedarnos dormidos, lo siguiente que nos despertó es el grito de Look, el tercer vigía de la noche: ¡¡NOS ATACAN!!

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